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Tiempo al límite por Kuzuryuu-chan

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Notas del fanfic:

KouDeku (Kouta x Deku)

Los diversos mundos pueden ser confusos y las pistas muy ocultas. Debes estar atento a los pequeños detalles si las claves quieres hallar. 

Juntos para siempre

 

 

 

La mañana del domingo solía ser cálida. A mí siempre me gustó el lugar donde vivíamos, Kouta lo había escogido especialmente para mí cuando decidimos mudarnos juntos luego de unos años de relación. Siempre decía lo mismo cada vez que me veía con un taza de café junto al balcón: «Izuku se ve bien cerca del sol de la mañana, siempre que sonríe parece que su rostro se ilumina y se ve hermoso.»

 

Graciosamente a pesar de nuestro tiempo juntos, siempre mis mejillas se sonrojaban cuando decía eso y lo detenía con un beso porque sabía que palabras vergonzosas seguirían saliendo de sus labios si no los acallaba.

 

Sin embargo, hoy incluso sabiendo que no estaba me pareció oírlas. Solo recapacite de ello cuando note que no tenía a nadie a mi lado para acallar. Solté un breve suspiro en la taza a medio beber y vi mi reflejo en ella.

 

— Me veía mejor en aquellos días, —murmure para mí mismo. Recordando mi "época dorada" cuando solía ser mi viejo yo. Estúpido, triste y sin razón de vivir, yendo de brazo en brazo de cualquiera que me tendiera la mano, en búsqueda de que alguien me sostuviera para no perderme. Toque mis mechones enrulados y los jalé— pero no te extraño. Incluso si esta vida no es de lujos ni joyas, adoro esto.

 

Le sonreí tristemente a mi reflejó y salí de allí. Abandone la taza en mi mesa de noche y tomé el sacó que aún colgaba en la puerta del clóset. Fije mi vista momentáneamente al reloj de pared. «Todavía me quedan diez minutos» No le tomé mucha importancia, era temprano, pero sentía que lo mejor sería caminar.

 

Me alisté levemente y cuando tomé la corbata me detuve. Recordé nuevamente lo mucho que Kouta se complicaba con los trajes. Solía decirle que no le gustaban y eran tediosos, pero como yo se lo pedía se los colocaba. Kouta sin duda, comparado a su niñez había crecido, su voz madurado, sus facciones y de más también, él se había convertido en todo un hombre.

 

Solo que su actitud no.

 

Un viejo recuerdo de Kouta refunfuñando por la corbata llego a mi memoria y me reí de ello. Siempre tenía que ayudarlo y aunque él a veces lo negara, sabía que le encantaba tenerme cerca. Por eso le robaría uno que otro beso para ver su rostro rojo como un tomate. Él era tan lindo. Su rostro avergonzado era mi favorito.

 

Y lo sabía muy bien, su odio hacia los trajes no tenía nada que ver con eso mismo. Sino con la relación que tenían conmigo y los terribles recuerdos de aquel pasado. Por eso, nunca le reprochaba nada, porque comprendía, Kouta me amaba a tal grado que no quería nada que me lastimase cerca de mí.

 

Sonreí mientras sostenía la corbata y la cambié por la suya, una de un color azul marino. La acomodé en mí, para después dirigirme al salón. Quise tomar las llaves, pero supe que no importaría más, así que las deje en su lugar. Mire hacia el comedor y una imagen de un Kouta con las mejillas llenas de la comida que le preparaba me sonrío.

 

Él solía decir cuánto amaba mi comida.

 

De forma inconsciente le sonreí a mi espejismo, como si el viejo Kouta me recibiera y salí de casa porque sabía que no podía esperar más. Caminé por las calles solitarias llenas de recuerdos nuestros.

 

Recordé nuestra primera pelea cuando mire el callejón al lado del edificio en construcción. Te enojaste porque no podía ir a esa cita tan planeada que tenías para nosotros porque mi horas extra de trabajo no me lo permitió, te escondiste allí por el enojo y yo no sabía cómo encontrarte. Si no fuera por el albañil que me gritó: «¡Mocoso, tú esposo dice que no te diga que está en el callejón» Seguro ni te encontraba. Fue gracioso ver tu rostro de desesperación cuando te pillé, pero te notabas arrepentido también.

 

Al final solucionamos todo y movimos la fecha para una accesible para los dos.

 

Pase por las calles de gente y termine por parar en una floristería. La señorita ya nos conocía por la manía de regalarnos flores que teníamos. Se me acercó con una sonrisa y habló:

 

— ¡Buenos días, Midoriya-san! ¿Hoy que tipo de flor llevara? ¡Le recomiendo las rosas, recién llegaron exportadas desde Estados Unidos! ¡Están muy bonitas! —señalo un pilar de rosas de variados colores, tenía razón, eran hermosas. Por un momento me las quede mirando y recordé ese reciente hecho. — Espere, ¡oh por dios no puede ser! ¡Lo hizo! ¡Kouta lo hizo, maldito picarón!

 

— ¿Eh? ¿Qué sucede, Kim? —me sentí extrañado ante su repentina interrupción.

 

— ¡Pues que más va a ser! ¡Se van a casar! —chilló fuertemente y señalo mi dedo. Un anillo de plata estaba en mi anular. Cuando lo note, sonreí, era cierto, nos íbamos a casar. Hacía una semana desde que me lo propuso junto a bellas rosas rojas como las que estaban allí.

 

Su rostro de felicidad plena y lleno de lágrimas cuando le di el sí aún sigue en mi mente, su cuerpo temblando por el alivio por temor a una negativa que nunca me atrevería darle y las leves caricias que hacían que por la felicidad mi cuerpo se estremeciera. Ese se podría decir que fue el día más feliz de nuestras vidas.

 

— ¡No se diga más! ¡Le daré un racimo para celebrar! ¡Hay voy con uno para los novios~!

 

— No, espera Kim, no es necesario.

 

— ¿Qué? ¿Por qué? ¡No se apene, que van por mi cuenta!

 

— No, no se trata de eso. Es que hoy vengo por otro tipo de flores, —dije a su rostro desilusionado— me gustaría llevarme un racimo de lirios blancos.

 

— ¿Lirios? ¿Está seguro?

 

— Si, por favor.

 

— Um, bueno, si usted lo dice... ¡Pero van por mi cuenta, ¿vale?! —Iba a negarme nuevamente, pero su rostro de cachorrito me detuvo— Permítame regalarle algo por su compromiso, ¿sí?

 

—... Supongo que no tengo de otra, si eres tú no puede evitarse.

 

— ¡Yey! ¡Muchas gracias, Midoriya-san! —Ella corrió literalmente al interior y armó un gran racimo de ellas, pude notar su esfuerzo, ella es muy buena chica. Nunca nos discriminó ni nada, es una de las pocas amigas que tenemos. No hay duda en que la voy a extrañar...

 

Luego de unos breves minutos regresó con las manos llenas. Los recibí con una sonrisa.

 

— Muchas gracias, Kim. Estoy seguro que a Kouta le encantarán.

 

— ¡Ni que lo digas! ¡Suerte con ello, vaya por su hombre y no se olvide de visitarme de nuevo!

 

Al oírla decir eso, no supe que decir. Una sonrisa acompañada de un «adiós» salió de mis labios hasta que finalmente partí.

 

— Que extraño, Midoriya-san nunca me había pedido lirios antes y mucho menos de un color así. Normalmente esas flores solo se suelen llevar a los funerales.

 

 

 

 

 

Seguí mi rumbo sin parar, cada vez estaba más cerca de mi destino y cada a paso que daba los recuerdos me llenaban como no tenías idea. Recordar nuestros viejos momentos juntos, nuestras peleas, esos pequeños momentos de complicidad, cuando jugábamos entre nosotros y el choque de nuestras pieles. Recordar tú pequeño y bello ser cuando nos conocimos por primera vez.

 

Esos ojos curiosos mirándome porque no entendías que me pasaba y aun así me salvaste.

 

Hoy puedo decir firmemente como siempre lo hago. Que desde ese día en más te admiro. Tu voz, tu piel, tu sonrisa, tu pelo enmarañado que siempre peinaba por ti en nuestras apresuradas mañanas.

 

Di un par de pasos en medio de pilares de piedra que estaban por mi camino, mis ojos buscaron las letras que tenía grabadas en mi cuerpo y corazón.

 

Recuerdo que siempre solías preguntarme una única pregunta cuando estábamos juntos y cada una de esas veces siempre te respondía y aún tengo la plena confianza de que lo seguiré diciendo de la misma manera miles de veces más como tú lo hacías cuando me pedías ser mimado.

 

«— ¿Izuku tú me amas?» Me murmuro una voz inexistente tuya, repitiendo tu pregunta favorita a mi oído con un tono que traviesamente me pedía que le respondiera aunque ya supieras la respuesta que saldría de mis labios.

 

— Si, te amo. Te amo muchísimo, Kouta —respondí a tu inexistente ser y besé tu nombre grabado en la piedra. Esperando un abrazo y un «yo también» que sabía que nunca llegarían.

 

 

 

 

 

Salí del lugar, dirigiéndome a un viejo parque que solíamos frecuentar y el lugar donde decidimos dar nuestro siguiente pasó a un futuro feliz. El lugar de tu pedida de mano.

 

Pasee por allí, como si estuvieras a mi lado, diciéndome palabras cariñosas que susurrabas cuando te sentías muy cursi. Mire el bello paisaje que me rodeaba y finalmente me subí al mural que separaba el mar del parque.

 

Vi el anillo que me ofreciste para dar un paso a nuestra felicidad y lo besé.

 

— Te prometí estar juntos para siempre, ¿cierto? Cumpliré nuestra promesa. —Baje la mirada levemente y por alguna razón, me pareció verte, pero no me sonreías, tu expresión era tan triste, como si esto también te lastimará. — No me mires así, Kouta, nos lo prometimos aquella vez, que estaríamos juntos hasta el final.

 

Le sonreí para calmar a esa pequeña ilusión de un pequeño Kouta mirándome con esos ojos que tanto me encantaban.

 

— Hasta que la muerte nos separe —susurre por última vez antes de dejarme caer al inminente mar y ver como todo corría antes mis ojos para finalmente detenerse de una forma extraña.

 

 

 

 

 

"— Como si el tiempo se parara, ¿cierto? Midoriya Izuku."

 

 

 

By: Jassiel


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