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Sólo una vez en la vida [Tododeku] por Kyu_Nina

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Notas del fanfic:

-Boku no Hero Academia no me pertenece. Es una obra de K?hei Horikoshi

-Universo AU

Advertencia: Posiblemente encuentres muchas elocuentes referencias(?), exceso de azúcar como para matar a un elefante y tal vez (¡es seguro!) ligero cambio en las personalidades de los personajes.

-Tododeku muy Fluff 

Notas del capitulo:

¡Quiero que el TodoDeku sea cannon!

Sólo eso.

Sólo una vez en la vida

 

 

Jodida mierda.

 

Porque no había otra forma de describir el asqueroso, miserable y patético día que estaba teniendo más que una jodida y completa mierda. Y , apenas eran las nueve con treinta y cuatro minutos —exactos— de la mañana; lo que significaba que su tortura apenas comenzaba.

 

No sólo había tenido que madrugar — ¡Madrugar por la tiara dorada de Sailor Might! ¿Será que a las personas, por casualidad, en su desdichado y fatídico camino del saber nunca les inculcaron sobre la importancia de la salud integral de los demás? Porque, de no ser el caso, no se explicaba como un arcaico y primitivo simio podía obligar a un indefenso ser viviente a cometer tal acto que lograba poner en juego su bienestar y, posiblemente, ocasionaría su pronta muerte— para poder llegar con tiempo a la dichosa reunión sorpresa que había organizado el dueño de la empresa para la que trabajaba, en otras palabras su muy querido —y bastardo, sobre todo bastardo— viejo.

 

Por supuesto que eso no era lo único, porque era de suma importancia resaltar —de ser posible con marcador de tinta indeleble y en algún chillón color neón— el hecho de que era su estúpido día libre, en el que podría haberse quedado en casa tranquilo tomando una deliciosa taza de chocolate caliente con malvaviscos —muchos malvaviscos— y galletas mientras miraba una aburrida película de romance en netflix en la comodidad de su sofá con muchas mantas y almohadas, entretanto engordaba —quizás— unos tres o cuatro kilos; y para variar se lamentaba el no tener a nadie que lo acompañara en su miseria.

 

Y para sumar desgracias a ese trágico escenario la infructuosa reunión había sido cancelada y nadie había tenido la consideración —ni siquiera un poco de lástima— de pasarle un mísero mensaje avisándole. De hecho habían déjalo que llegara a la compañía, pasara unos quince minutos ordenando documentos aquí y allá hasta que por fin un alma caritativa —tenía que recordarse agradecerle debidamente a Momo después— le informó de la situación.

 

Resulta que, nada más y nada menos, el vuelo de su padre había sufrido un pequeño retaso, razón por la cual llegaría aproximadamente a las 04:00 pm y no a las 07:00 am como estaba planeado. Ya hasta podía imaginarse a ese vejestorio formando revuelo y amenazando a la aerolínea de despegar lo antes posible o terminarían con una demanda de su parte; se rió ante la idea y anotó en un post-it dentro de su cabeza que si aquello pasaba él personalmente les mandaría a hacer una estatua tallada en oro —¿Qué? Todo aquel que lograra, aunque fuese un poquito, fastidiarle la vida a ese hombre merecía como mínimo un monumento—.

 

Supuso que al menos algo bueno podía sacar de todo eso, tendría un día más de calma en el que no vería la cara de Enji Todoroki. Pero no todo es color de rosas en este mundo, y eso Shōto lo sabía muy bien.

 

Y se preguntarán:

 

¿Es que la situación podía ser peor?

 

, si podía.

 

Había olvidado sus llaves dentro del apartamento dejándolo sin ninguna posibilidad de volver al calor y confort de su cama; de volver a su propia casa.

 

Esa mañana salió tan apresurado con un sólo pensamiento —trabajo— que únicamente tomó su maletín del trabajo, las llaves del carro y —obviamente— a su propia persona. Se insultó mientras se recriminaba el hecho de ser tan distraído, era en momentos como esos que las palabras de su mejor amiga —y compañera de trabajo— Yaoyorozu resonaban en su mente. La chica aseguraba que si no tenía el debido cuidado podría perderse a sí mismo en un espacio cerrado de apenas quince metros cuadrados.

 

Y tenía razón.

 

Así que ahora allí tenían a Shōto Todoroki, sentado en aquella triste cafetería —bastante a lo hipster y muy vintage— llena de gente extremadamente feliz, con parejitas regadas entre las mesas, mucha luz y ternura desbordando el lugar —tanto que podrían quemarle los ojos— con la voz de Michael Torino Bolton y su canción "When i fall in love" de fondo y él... bueno, él sólo estaba ahí quejándose de todas sus calamidades como todo buen heater de la vida.

 

Hace un poco más de media hora se contactó con una ferretería —que no, no busco por internet y mucho menos en Mercado UA— exponiendo el caso, sin embargo esta misma le notificó que sus oficinas abrían a partir de las 09:00 am, una vez llegaran los empleados enviarían inmediatamente a uno de ellos hasta su dirección, aclarando que lo llamarían en cuanto el sujeto se pusiera en marcha. Cosa que todavía no sucedía.

 

De no ser por la brillante idea de su estúpido viejo en tener una reunión un miércoles por la mañana a primera hora del día, con la única razón de saber que aconteció durante sus quince días de ausencia —y porque quería atención, quiso agregar—, él aun estaría enredado en sus suaves y agradables sábanas. Claro que no era culpa de su padre que la aerolínea tuviese un pequeño percance, pero ¿A quién engañaba? Era mucho más gratificante culparlo a él de todo y así, por lo menos, mataba el tiempo en su nueva y divertida manía de hacerlo enrabiar por cualquier pequeñez.

 

Soltó un suspiro resignado, imperceptible para la vista de muchos. Por el momento tendría que esperar hasta que la ferretería se contactara con él; literalmente tenía su vida en las manos de un hombre que no conocía y que dedicaba su vida a cambiar cerraduras. Claro que siempre podía acudir a Momo y quedarse en su casa en caso extremo, pero si podía evitarlo mejor, mucho más ahora que la mujer estaba estableciéndose con su pareja —una muchacha de corto cabello negro y amante de la música—. Por nada del mundo quería importunar.

 

Distraídamente pasaba las páginas de una libreta que no era suya, leyendo superficialmente —de hecho no estaba leyendo nada— las notas que allí estaban anotadas, todas desorganizadas y posiblemente sin ninguna conexión la una con la otra.

 

Un momento.

 

¿No era suya?

 

Shōto quedó estático por varios segundos, como si el mismísimo EraserMeduso lo petrificara. Parpadeó un par de veces y en cuando su cabeza salió del trance procedió inmediatamente a observar con mayor detenimiento el cuaderno que hasta ahora había estado revisando sin el consentimiento de su dueño —quien sea que fuera—.

 

Sin lugar a duda aquella libreta no podía ser suya.

 

Aparentaba —al menos en la fachada— ser una agenda común y corriente —para un ¿Joven, adolescente, niño? No lo sabía— de esa popular serie que se había puesto de moda —esa de los niños raros ¿Cómo era? Stranger Might Things, o algo parecido— con algunos stikers bastante ridículos y vergonzosos de All Power Might Girls. Por alguna razón Todoroki comenzó a sentir mucha pena ajena, ¿Será que podría llevarse aquella libreta para luego quemarla y no dejar rastro de su existencia? Tal vez le estaría haciendo un favor a su dueño; tal vez por esa misma razón había sido abandonada en primer lugar.

 

El interior era, sin exagerar, un desastre. Había texto por todos lados —incluso en los bordes blancos—, hojas y notas autoadhesivas colocadas a mitad de las páginas, algunas palabras resaltadas con un horrible color amarillo desgastado, había incluso flechas —muchas flechas— que hacían de conexión entre un párrafo y otro; al parecer aquella persona olvidaba lo que estaba escribiendo y se acordaba mucho más adelante, por lo que la única manera de unirlos era, claro está, con una línea ¿Eso era posible? Al parecer, sí.

 

También había algo más, y esto sí que llamó la atención de Shōto.

 

Dibujos.

 

Podían estar abarcando toda una hoja o un cuartito de esta, atravesado en el medio de un párrafo o simplemente al final de alguna frase intentando darle sentido o recreando lo escrito; fuera por el motivo que fuese había muchos de ellos, y para su sorpresa eran increíblemente buenos. Se podía notar como en cada trazo era puesto todo un esfuerzo y dedicación para obtener un resultado perfecto. Y de hecho así era, o al menos para Shōto Todoroki cada uno de aquellos dibujos era perfecto; aunque se tratasen —solo algunas veces— de conejitos.

 

Decidió revisar sólo un poco más —no es que él tuviera curiosidad por encontrar algo que le contara más acerca del dueño o dueña de la libreta— pasando un par de páginas y deteniendo su mirada en un escrito, o más bien dibujo, que particularmente captó su interés.

 

"¡Mi posible chico ideal!"

 

Rezaba como título. Y en letras más pequeñas, justo en la línea de abajo, se extendía lo siguiente:

 

"Reto perdido contra Ochako"

 

Parpadeó un par de veces al leer el pequeño apunte al lado, con una caligrafía diferente.

 

"Aquí estuve yo ;D Chuu~"

 

Decidió ignorar aquello y pasar al propio bosquejo. A grafito estaba plasmado el perfil de un joven, su mandíbula era ligeramente angular pero definida, de fracciones delicadas sin rayar en lo femenino. La perfilada nariz se redondeaba ligeramente en la punta y el puente se delineaba en una sutil —y perfecta— curvatura. Con el cabello lacio, corto y un flequillo en "v" que caía en todo el medio de la frente completaba perfectamente la imagen de un muchacho sumamente guapo y atractivo. Como complemento —quien sea que haya dibujado semejante obra— le había agregado unos audífonos.

 

Todoroki apretó en una línea sus labios al tiempo que un nudo se le formaba en la garganta. Su pulso paulatinamente se aceleró y no supo si fue por la simpleza pero al mismo tiempo belleza que transmitía el boceto, tal vez fue la mirada perdida acompañada de la expresión de total calma en el rostro del joven, quizás el sentimiento de dedicación que podía palparse en aquellos sutiles e impecables acabados.

 

Posiblemente sería el hecho de que ese retrato era jodidamente igual a él.

 

La sangre le subió a la cabeza y sintió sus mejillas arder. Estaba seguro que en cualquier momento su corazón bombearía con tanta fuerza que rompería su pecho. ¿Era una estúpida broma? Porque de ser así podían ir avisándole para prepararse a la cámara secreta.

 

Sin dar crédito todavía a lo que veían sus ojos, Shōto pasó sus yemas por la superficie rugosa del papel, tanteando ese punto en el que la hoja y el grafito se hacían uno. Sus dedos bailaron por las líneas, como si las estuviera repasando o calcándolas; de un momento a otro tuvo miedo.

 

¿Y si terminaba difuminando los trazos por dejarse llevar? ¿Qué tal si terminaba borrando el dibujo? ¿Se darían cuenta de lo que hizo? ¿Sabrían que había sido él, Todoroki Shōto el causante de arruinar tan genuina pieza? ¿Se molestarían mucho?

 

Abrumado por sus propios pensamientos rehuyó lo más rápido que pudo su mano, pero no cerró la libreta, no podía; sus ojos no eran capaces de apartarse. Apoyó su codo sobre el plano de la mesa y su cara en la palma de la mano cubriendo su boca ¿A quién le pertenecía la agenda? Sus ojos se arrastraron de mesa en mesa buscando a la posible dueña o dueño. Una que otra pareja muy concentrados en su mundo, grupos conformados por amigos de no más de cuatro personas, algunos hasta cinco; por otro lado los que iban solos parecían estar muy ocupados en la vida al otro lado de la pantalla de su celular, muy pocos tenían algún libro consigo. Ninguno parecía interesado en él, su mesa o aquel olvidado cuaderno.

 

¿Qué tal si desde un principio se había sentado en una mesa ocupada y la persona, por vergüenza, no le reclamó y sólo estaba esperando que se marchara para recuperar lo que era suyo?

 

Podría ser. Y ¡Oh Dios! Como fuera así tendría que matarse para no morir del bochorno por revisar algo que no le pertenecía. ¿Bastaría una disculpa? No, por supuesto que no; principalmente porque no lo lamentaba ni un poco.

 

Devolvió la mirada a la página reprimiendo el deseo de arrancarla y quedársela para siempre; en el caso de no conocer nunca al artista por lo menos podía quedarse con algo que le recordara. ¿Era un mal plan?

 

Una nueva idea cruzó su cabeza, ¿Qué pasaría si le conocía? Y tal vez –sólo tal vez– él  era el estereotipo ideal de aquella persona, decidían conocerse y al final se daban cuenta que congeniaban perfectamente –tanto para pasar el resto de la vida juntos–. Comenzaban una bonita relación volviendo sus tristes y miserables días en colores vivos, no solo su aburrido e insulso gris. Pasarían tardes cálidas abrazados entre muchas mantas, y las noches no volverían a ser vacías nunca más, pues tendrías a la persona más increíble del mundo a tu lado, sonriéndote y entregándote todo su cariño y amor. Tal vez ya no sería tan aburrido, podría convertirse en una mejor persona.

 

Tal vez ya no sería tan Todoroki y podría ser un poco más Shōto.

 

Bufó y rodó los ojos ante su propia y absurda imaginación. Si claro, como si esas cosas pasaran.

 

Cerró la libreta de golpe dejándola a un lado.

 

La campanilla que avisaba un nuevo comensal se hizo escuchar, sin embargo no se molestó en dar una mirada a la entrada; él no era como esas personas curiosas —no tanto— que estaban atentas a las vidas de los otros más que en las propias. Tomó la dichosa libreta y se levantó, lo había decidido, la dejaría al cuidado de los encargados del local y si alguien llegaba a reclamarla allí estaría segura. Y lo más importante, lejos de sus desvaríos e irracional imaginación.

 

Se levantó decidido —antes de cambiar de parecer y robarse el cuaderno— no obstante, tras dar un par de pasos se vio forzado a detenerse.

 

–Eh, disculpa. –Un susurro. Una vocecilla a su costado intentaba llamar su atención. Giró sobre sí mismo en busca de su interlocutor y casi se cae de espaldas al encontrarse con dos enormes ojos esmeraldas que lo miraban con duda y timidez. Shōto sintió que sus pulmones dejaron de funcionar. –Ehmm, esa... esa libreta es mía – Dijo finalmente el muchacho que parecía estar a punto de arrojarse por un barranco.

 

Tenía un alborotado y ondulado cabello color verde que contrastaba perfectamente con la tez blanca. Ojos –enormes ojos– de un precioso jade brillante que eran cubiertos con un par de lentes de montura redonda; ¿Por qué los estaba ocultado? Eran bellísimos. Traía puesto un jersey cuello de tortuga blanco con las mangas arremangadas a tres cuartos, un sencillo pantalón en negro y un par de zapatillas clásicas Vans rojas con suela blanca sin agujetas.

 

Todoroki tragó grueso.

 

Un jodido ángel.

 

El muchacho más bajo al no obtener ningún tipo de respuesta se inquietó ligeramente, desvió la mirada al suelo mientras uno de sus dedos nerviosamente rascaba su mejilla que poco a poco se iba coloreando de un grácil rojo. Allí lo notó, tenía pecas. ¿Podía ser más lindo? Se preguntó si aparte de las que cubrían su nariz y mejillas ¿Tendría más? ¿Estarían en su cuello o tal vez en su espalda?, ¿Podría contarlas, le dejaría hacerlo? Si tenía suerte posiblemente podría tocarlas, y ¿Qué tal besarlas...? No, eso sería demasiado; pero quería, si quería. ¡Oh santo All Might! Sabía que lo estaba incomodando al tener sus ojos clavados tan fijamente en él, ¡Pero era jodidamente hermoso!

 

"Perfecto", pensó.

 

–Y-yo la olvide sin querer... –Se apresuró en decir el pecoso, tratando desesperadamente de quitarse la mirada bicolor de encima; cosa que no estaba logrando. –Estaba pensando en otras cosas y... y cuando me fui simplemente no la vi, cosa que es raro ya que, de hecho, la estaba utilizando en un principio ¡Pero ya después no! –Estaba hablando muy rápido y atropellaba unas palabras con otras– Me acordé en la parada de bus, después de muchos minutos... vine corriendo lo más rápido que pude y... – Shōto no escuchó más.

 

Ah, así que era eso.

 

La razón por la que lucía tan agitado y su pecho subía y bajaba estrepitosamente en busca de aire. Eso y que el chico no paraba de hablar.

 

Sin coordinar muy bien sus acciones extendió el cuaderno hacía el muchacho que calló inmediatamente, dándose cuenta que había estado parloteando incoherencias y –seguramente– haciendo el ridículo. Aunque no para Todoroki, para él era lo más adorable que había visto en su corta y joven vida.

 

Con manos temblorosas la liberta fue tomada y ocultada en el pecho del contrario. Tras pocos segundos un sutil "Gracias" fue susurrado acompañado de una tímida e hilarante sonrisa, una solamente para él.

 

Todoroki se sintió morir.

 

Era como si un trocito de sol se le hubiera entregado, alborotando su interior con millones de semillas de dientes de león volando y acogiéndolo entre sus cálidos brazos. Sentía su cuerpo inestable, tembloroso y como si en cualquier momento fuera a desarmarse o derretirse. Pensó pues, que deseaba seguir viendo aquel gesto, de ser posible, por el resto de su vida. ¿Estaba mal? Querer despertar al lado de aquella sonriente cara y susurrar un: "buenos días" sobre sus rosados labios; volver del agobiante trabajo y ser recibido por un par de cálidos brazos que encajaban perfectamente entre los tuyos mientras un chico cubiertos de adorables pecas te dedicaba el más hermoso: "Bienvenido a casa".

 

¿Estaba mal querer pasar toda una vida al lado de aquel joven?

 

¿Qué era lo que había hecho de bueno en el mundo para recibir semejante regalo? Seguramente en una vida pasada fue un héroe que salvó millones de vidas y ahora el universo había decido recompensarlo con ese pedacito de cielo. Era eso o ya estaba muerto, no había otra manera de explicar que algo tan maravilloso se dejase ver ante su persona; se inclinaba más por la segunda opción.

 

Ah sí, había tenido una buena vida.

 

La verdad no, había sido una completa mierda. Pero a sus jóvenes veinticuatro años no se arrepentía de nada, y si morir significaba pasar al menos un segundo más al lado de tan magnífica criatura las hermanas Moiras podían llegar a reclamar su ánima en cualquier momento, no se opondría. Hasta el mismo Shōto podía ir preparando su velorio, y que en el réquiem de su alma se escuchara de fondo un recital elaborado por el mismísimo Might Sinatra en colaboración con Endeavor Armstrong en uno de sus más grandes éxitos: "What a wonderful world". ¡Y por favor que alguien mandara a callar ya a Gran Torino Bolton! O se lanzaría de un puente en cuanto tuviera la oportunidad.

 

Su perfecta fantasía fue rota cuando el muchacho carraspeo.

 

–Gracias por mantenerlo a salvo. –Dijo un poco más confiado que antes inclinando, casi nada, su cabeza a la izquierda.

 

El bicolor sintió unas enormes ganas de estampar su propia cabeza contra la pared más cercana ante tanta ternura. Pero no lo hizo, en su lugar sólo asintió embobado, aunque su cara reflejara el mismo gesto impasible de siempre.

 

Un corto silencio se estableció entre los dos, el joven dueño de la libreta dio una última sonrisa y con un simple gesto de mano se despidió. Shōto abrió la boca para hablar, decir cualquier cosa que lo demorara aunque fuese un par de segundos más pero al parecer sus cuerdas vocales habían olvidado como emitir sonidos. El muchacho dio media vuelta alejándose en cortos pasos. Todoroki quiso detenerlo, estiró mano y...

 

Nada.

 

En silencio solo observó como el joven de alborotada cabellera se alejaba para, seguramente, no volver a encontrarse nunca más; lo dejaría ir y lo más patético de todo es que no fue capaz de pronunciar ni una sola palabra. Reprimió un suspiro y desvió la mirada hasta la mesa que antes estaba ocupando. Tan sólo necesitaba alcanzarlo, un par de pasos bastarían y luego... ¿Luego qué? ¿Qué pretexto tenía para llamar su atención? No podía simplemente confesarle que había fisgoneado dentro su libreta, en algo que era obviamente personal y de paso descubrió el dibujo —por casualidad— parecido a él. Tampoco podía revelarle que —como todo adolescente de quince años— había sufrido un flechazo de amor a primera vista.

 

No, eso sería demasiado humillante. Terminaría burlándose de él o —si tenía suerte— conseguiría una mirada extraña.

 

Resignado Todoroki giro su cuerpo volviendo a su mesa. Volviendo a su aburrida vida.

 

Regresaría a su agobiante trabajo, soportando a su tonto viejo todos y cada uno de los días y despreciando la infeliz existencia que llevaba. Y lo habría hecho de no ser porque no pudo sentarse, algo se lo impedía; un objeto extendido en la mesa robó su curiosidad.

 

Un lápiz.

 

Un colorido y bobo lápiz de All Mickey Might que hasta ahora no había notado. Vacilante tomó el objeto entre sus dedos detallándolo de cerca. La goma estaba gastada y en su lugar habían mordidas en la base —producto de algunas frustraciones o distracciones—, algunos lados estaban ligeramente pelados por el constante roce de alguna uña. También tenía pegada una etiqueta con un nombre en ella.

 

Midoriya Izuku

 

Los labios de Todoroki se curvearon y una risa que no se molestó en ocultar brotó. ¿Un milagro? Probablemente tenía demasiada suerte; ¿O acaso el universo le estaba gritando en la cara que ya era momento de cambiar su vida? No le importó la razón, ciño con fuerza el lápiz en su mano y se giró con pasos decididos.

 

Esta vez no pensaría las cosas y haría sencillamente lo que le parecía correcto. Y eso era salir de aquel café y alcanzar al joven de pecas.

 

 

 ______________________________________________________

 

 

Diviso a varios metros unos revoltosos cabellos verdes a punto de cruzar la calle. Apresuró sus pasos, trotando —y ya luego corriendo— en dirección al muchacho. La luz cambió dando vía libre a los transeúntes y su corazón se aceleró más de lo sanamente reglamentario. La multitud atravesó el paso peatonal y su mano sujetó con firmeza una muñeca ajena.

 

–Espera. –Su desesperada petición se dejó disfrazar con su grave y aterciopelada voz. Midoriya —el joven que hasta hace nada desconocía el nombre— lo observó parpadeando un par de veces confundido y esperando a que continuara hablando, y que le devolviera su mano por supuesto; Todoroki aflojó el agarre sobre la muñeca sin llegar a soltarle del todo. Dejó el lápiz a la vista del pecoso, sin intensiones de dárselo, como una excusa barata. – Está haciendo frío. – Agregó finalmente y con eso el chico más bajo pareció abandonar toda intención de continuar su trayecto. – ¿Te importaría... —Se lo pensó. Al final abrió la boca dejando salir justo lo que estaba pensando. —...si te invito un café por el resto de nuestras vidas?

 

Las mejillas cubiertas de pequeños lunares pasaron a ser tan rojas como lo era la mitad de su cabello, la expresión de Izuku era digna de ser retratada mientras que el propio muchacho se vio reducido a nada más que un manojo de nervios y palabras inentendibles. Por su parte, Shōto sonreía tratando de ocultar su propia vergüenza; probablemente había sido demasiado directo –incluso para su propia salud–, pero era consciente que las oportunidades no ocurren dos veces. Él si la tuvo.

 

No le importaba si era el destino, una casualidad de esas que nunca ocurren, una conspiración de las estrellas o lo que fuera, lo tomaría. Porque había sido creado únicamente para él, y Shōto sabía que sin duda alguna había nacido para ese momento.

 

Si aquel chico de constelaciones en el rostro sería lo que llamaban su única vez en la vida, lo aceptaría con gusto.

 

 

Notas finales:

¡Y eso ha sido todo! Pienso que salió mejor de lo que imaginé (sólo trato de darme animos a mi misma ;-;). Espero que disfrutaran de este corto OneShot, a mí me gustó mucho escribirlo; sin embargo, ¡La vida parecía estar en mi contra!

En serio, ¿Se imaginan que la energía eléctrica se les vaya cuatro veces seguidas, o incluso más que eso? Tenía tantas ganas de golpear a alguien en ese momento. (Pero me contuvo y como resultado aquí tienen este pequeño escrito, je)

 

Dato extra: La idea de este oneshot (o al menos la base de él) surgió de la canción: Destino o Casualidad de Ha-Ash con Melendi. Luego se me ligaron un montón de canciones y así quedó (.w.)

 

PD: ¡También pueden encontrar esta historia en Wattpad!

Sean felices<3

-Nina.


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