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The Cursed por shizuku shiori

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Estuvo cerca, demasiado. Leo no pudo más que sentir desaprobación hacia si mismo, ¡Faltaban sólo cinco meses para llegar a la etapa "e" de su plan!, no podía perder la cabeza con un estúpido androide de entrenamiento. Su oído detectó un lejano zumbido proveniente de su derecha, e instantáneamente se tiró al piso, para rodar sobre si mismo, sentarse sobre una rodilla y apuntar con su arma favorita (bautizada por el mismo "Nicole"), dando dos tiros certeros a su objetivo: un androide camuflado. Él les decía "los invisibles", aunque les faltaba muy poco para verdaderamente llegar a serlo.

Se detuvo, casi sin respirar, y trató de detectar cualquier cosa que delatara a esas odiosas máquinas. Sintió una leve corriente de aire detrás suyo y sin pensarlo disparó dos veces, dándose cuenta de que no había nada allí. Chasqueó la lengua justo al mismo tiempo que el piso comenzó a dividirse debajo de él en una perfecta cuadrícula, y algunos cuadrados se derrumbaban, mientras otros ascendían. Comenzó a saltar de cuadrado en cuadrado para evitar caer, mientras disparaba a los androides que se acercaban para aprovechar la situación. Tomó a "Susan" (Su segunda arma favorita), y dando un ensayado giro mientras saltaba (Movimiento al que el llamaba "el tornado") disparando hacia ambos lados, con perfecta precisión. Los androides fueron cayendo uno a uno, pero no fue lo suficientemente rápido para evitar al que lo estaba esperando al final de su trayectoria. Se chocó contra éste, y utilizó el impulso para dejarse caer hacia el otro lado, arrojando una granada en el proceso. Aterrizó en la "zona segura" con una soltura digna de cualquier felino, mientras se escuchaba la explosión. El piso volvió a su lugar y las luces se encendieron. Guardó a sus nenas- A quienes consentiría más tarde por ser tan perfectas- y se dirigió a la salida. Solo ahora sentía el cansancio de haber entrenado cuatro horas seguidas.

-Bien hecho- Dijo una voz conocida- Destruiste el doble de enemigos en casi la mitad de tiempo, ¿Alguna vez dejarás de romper tus propios récords?.

-Aún me falta mejorar, ¡Desperdicié dos malditas balas!

Daniel, su entrenador y supervisor, pasó una mano por su cabello rubio, mientras intentaba esconder su expresión de orgullo.

-Si fueras otra persona, te diría que eres muy duro contigo mismo, pero es por ese instinto criticón y de autosuperación por el que has llegado tan lejos, y el que te convierte en el mejor, y en mi favorito, deberías...

-¡Cuidado!- Gritó Leo, antes de tomar su arco y arrojar una de sus flechas-bomba por al lado del rostro de Daniel, impactando en un androide que estaba dispuesto a atacar. Empujó a Daniel detrás suyo, antes de que la onda expansiva los arrojará un par de metros.

-Tu dominio del arco es magnífico, Leo.- Daniel se acercó a su pupilo con una sonrisa.- Realmente te envidio.

-Eso es gracias a ti y tus programas de entrenamiento.- Dijo Leo dándole una palmada amistosa en el hombro, lo cual le pareció extraño a Daniel. Leo nunca tocaba a los demás, casi detestaba el contacto físico. Él era el único que podía tocarlo, pero Leo nunca tocaba a nadie.

-Aún así, hay un punto que te falta mejorar.- Dijo mientras Leo le daba la espalda.- Percepción.

Leo volteó para ver como Daniel le apuntaba con una arma, y sonrió con sorna.

-O eso te hice creer.

Daniel comenzó a temblar y el arma cayó a sus pies. Cuando se dió cuenta de lo que sucedía, su expresión de triunfo cambió a una de horror absoluto. Cayó de rodillas mientras su piel comenzaba a desintegrarse, y en cuestión de segundos no quedaba casi nada de el, solo un manojo de cables y piezas metálicas.

-¡Maldito bastardo, destruiste a Andy!- Dijo la voz del verdadero Daniel por los altavoces- ¡Sabia que había algo detrás de esa palmada! ¡Era mi tercer réplica exacta, y la mejor hecha hasta ahora!

-¡Entonces no deberías haberla enviado conmigo, maldito tramposo! Además, tu siempre muerdes tus uñas, y el androide las tenía intactas, así que tu precioso Andy no era perfectamente idéntico a ti.

-No sabes cuanto te detesto, estúpido detallista.

Leo entró a la cabina de observación, donde Daniel descargaba su frustración con una pelotita de goma con un dibujito de canario.

Ante el resto de las personas del laboratorio- Tanto sujetos de experimento como doctores- Daniel era serio, centrado y maduro, admirado por todos, y reconocido ante sus superiores e iguales como el mejor.

Pero con Leo, era otra cosa totalmente distinta. Leo conocía su lado infantil y caprichoso, su gran sentido del humor y su facilidad para caer en la histeria, sobre todo cuando criticaba a sus androides. Amaba a éstos como si fueran sus hijos, y cualquier insulto hacia ellos era tomado como un insulto hacia su persona.

Entre Leo y Daniel había una estrecha amistad, fortalecida con los años. Aunque era un pena que debía ser secreta, ya que los doctores no podían entablar ninguna relación con los sujetos. Gracias a la posición de Daniel, durante los entrenamientos y seguimientos de salud no tenía ninguna supervisión, por lo que, en momentos como este, les permitía mostrarse como eran.

-Doc, quiero ver mis progresos.

-¡Que no me llames así! Me llamo Daniel, D-A-N-I-E-L, mi madre pasó ocho largos meses pensando mi nombre, úsalo.

Daniel tecleó un par de códigos en la computadora, y al instante aparecieron una gran cantidad de imágenes en las pantallas situadas a su alrededor. Se escuchó una voz suave pero mecánica.

"-Resultado de las pruebas en el sujeto 101874:

Destreza: Nivel 1, 40% de progreso.

Fuerza: Nivel 1, 70% de progreso.

Velocidad: Nivel 1, 30% de progreso.

Instinto de supervivencia: Nivel 1, 50% de progreso.

Instinto de protección: Nivel 1, 10% de progreso.

Percepción: Nivel 1, 40% de progreso.

Inteligencia: Nivel 1, 75% de progreso.

El sujeto superó todos sus resultados anteriores, mostrando avances considerables entre cada prueba.

Felicidades, doctor Reynolds, el sujeto a su cargo 101874 ha llegado al subnivel 1 de la categoría "Diamante", alcanzando el nivel más alto de la carrera de los cuatro planos. El sujeto 101874, pasa a ser absolutamente su responsabilidad, lo cual significa que, aunque sigue siendo propiedad de la corporación, está usted desobligado a pedir autorizaciones o a ser controlado. No se interferirá con cualquiera de las acciones que usted tome con el sujeto de ahora en adelante, pero puede pedir cualquier cosa que requiera.Espere su recompensa."

Fue allí cuando ambos se sintieron mucho más cerca de sus objetivos.

Aunque éstos eran más que diferentes entre si.

-Bueno, sabes el camino a tu cuarto...

-Celda, Doc, celda...

-Sabes que nuca le diré asi.

-Si eso te hace sentir mejor...

-En fin, descansa bien esta noche, te lo mereces. Mañana tendremos otra sesión de entrenamiento, pero será solo para tus capacidades mentales.

-Daniel... Sabes que no me queda mucho tiempo, ¿Verdad?

-Ya hablamos de esto, Leo, no puedo simplemente...

-¡Si puedes! Tan solo... ven conmigo, necesito que me ayudes.

-Me estás planteando que tire mis años de carrera por la borda, mis años de esfuerzo.

-¡Yo desperdicié mi vida por tu estúpida carrera! ¿Cuántas vidas se robó este laboratorio? Seguimos vivos, pero no estamos realmente "viviendo". Somos solo un número, utilizados para darles poder, conocimiento y fama a personas como ustedes. Nos quitaron el derecho a vivir, ¿No te parece que ese es mayor sacrificio que el tuyo? Al menos tu elegiste, nosotros fuimos privados de ese privilegio.

La mirada de Daniel se oscureció.

-Lo siento.

-Perdóname, se que tu no tienes nada que ver con esto.Haces mi existencia soportable, no se que hubiera pasado conmigo si o estarías aqui. Me alteré, y descargué contigo mi frustración. Pero sabes que podrías luchar por un orden justo, podrías escapar conmigo y...

-¡Basta! Tengo otras cosas que hacer, si me disculpas.

-Daniel, eres todo lo que tengo, mi único amigo, no quiero perderte. Piénsalo.

Leo odió que su voz sonaba tan miserable. Salió de la sala, dobló la esquina del pasillo y mostró su rostro a la cámara para que se abrieran las puertas. En ese momento, la voz de Daniel sonó en su cabeza.

-Actúa normal. No tomes la dosis de hoy, espérame despierto, y a las tres de la mañana abre tu ventana.

Bien, eso era un alivio. Fue directamente a su habitación, si iba a pasar la noche en vela, debía descansar.

Daniel ordenaba sus instrumentos de trabajo, debía reparar los androides de entrenamiento. O buscarle algún uso útil a lo que quedaba de ellos.

Pero su cabeza estaba en otro lado. Estaba pensando en unos ojos color café, con la mirada más fiera y cansada que había visto.

-Sigues teniendo la misma mirada, pero ahora cargada de determinación.

Lo dijo en voz alta, aunque sabía que nadie lo escucharía. Cerró los ojos.

Ese día llovía, y él no había llevado su paraguas. Obviamente, se había olvidado de muchas cosas, estaba demasiado nervioso.

Esto siempre le pasaba. Siempre que tenía un momento a solas, su mente lo llevaba a momentos de su pasado, los recordaba a la perfección, cada mínimo detalle.

Estaba nervioso porque tendría su primer asignación, por fin dejaba de ser ayudante y pasaba a tener a alguien a su cargo. Era joven, tenia apenas 23 años, y todos lo subestimaban por tal cosa. Pero el les demostraría que estaba al nivel de todos.

Sonrió. Era tan prepotente en su juventud.

Prendió unos inciensos para que la habitación oliera de manera agradable. Preparó un par de revistas, un par de juguetes, algún que otro videojuego. Sabía que iban a traerle a un nuevo prisionero, pero el nunca lo trataría como tal. Quería que la persona que llegara estuviera sumamente cómoda, que se sintiera a gusto. Tan a gusto como se pudiera en ese laboratorio, que parecía más una prisión lujosa.

Pensó en los ojos de Leo, en esa mirada que mostraba a un alma mucho más vieja que su portador. Que mostraba a un alma sumamente torturada.

Conoció esa mirada por primera vez hace doce años.

No le habían informado nada sobre su "asignación", como solían decirle a los sujetos, así que no sabía que esperar. Solo rogaba que los guardias no lo hayan lastimado. Éstos solían ser brutos sin necesidad, al igual que sus colegas. Había visto millones de veces como los doctores que ayudaba aplicaban una inyección de manera brusca, como si disfrutaran de herir a esas pobres personas. Había visto millones de veces como les daban pruebas extremas, como exigían resultados imposibles, como los llevaban al límite... Hasta quebrarlos. Había visto castigos innecesarios, abusos de todo tipo, horrores inimaginables. El no sería como los demás, no sería un monstruo.

Un estruendo proveniente de la entrada cortó la línea de sus pensamientos.

Cuando llegó, vió el porqué de tanto alboroto. Un niño, de unos catorce o quince años, batallaba contra cinco guardias que a duras penas trataban de inmovilizarlo.

-¡Suéltenme, imbéciles!- La palabrota en ese niño, la rabia con la que fue dicha, se sintió como una bofetada en su rostro, aunque no fuera dirigida a él. ¿Cómo podía alguien tan joven mostrar tanto odio en dos palabras?

Vió como luchaba contra esos guardias que lo doblaban en tamaño, y sintió admiración por tanta fuerza y valentía. Nunca había visto tal cosa.

El niño golpeó a uno de ellos, noquéandolo en el instante, y a otro le dió un golpe que lo arrojó varios metros más lejos. Fue allí cuando sintió que el tiempo pasaba en cámara lenta.

Se topó de lleno con su mirada.

Nunca había visto tales ojos.

Tenía unos ojos grandes, color café, pero su mirada era profunda. En esa mirada vió odio, el odio mas puro. Pero tambien vio un intenso miedo, y mucho, demasiado sufrimiento. Supo que ese niño había vivido cosas que nigun niño debía vivir. Vió una mirada que podría pertenecer a una persona de noventa años, que lo había visto y experimentado todo.

Tan hechizado estaba, que no pudo evitar el golpe brutal que le dió uno de los guardias.

El malnacido le había pegado con una tonfa, y, aprovechándose de que el niño había caído, le dió un par de choques eléctricos.

-¡Basta!- No pudo evitar entrometerse.- ¿Quién te crees que eres para lastimarlo así?

-¡Esta basura golpeó a mis hombres! ¡Usted no puede entrometerse!

-Este sujeto es mi asignación, y le juro por Dios que si, por culpa de su brutalidad, no puedo realizar las pruebas que tengo que hacerle ahora, usted no solo perderá su trabajo, sino que también perderá cualquier oportunidad de conseguir empleo por el resto de su vida.

El guardia palideció, y murmuró una disculpa. Pero comenzó a temblar sin ninguna causa, y allí se dio cuenta. El niño era "uno de esos".

Rápidamente se dió la vuelta, y lo vió sonreir en el piso, con un hilo de sangre que salía de su nariz y se mezclaba con el que salía de su boca.

-Niño, detente.

-¿Por qué habría de hacerlo?

"Porque van a matarte si continúas" Susurró en su cabeza. Nadie en el laboratorio sabía que poseía esa capacidad, pero el decidió usarla con ese chico.

"Escúchame si quieres vivir-Continuó dentro de la intimidad de sus pensamientos- Voy a cubrirte, y luego a sedarte. No te preocupes por mi, no voy a hacerte daño"

-¿Por qué debo confiar en ti?- Contestó el chico en voz alta.

-Porque no te queda opción.

Apenas terminó de hablar, se escuchó el jadeo aliviado del guardia.

Daniel usó toda la autoridad que pudo en su voz, y mandó al guardia a la enfermería. Luego sedó al niño, y, alzándolo, lo llevó a la camilla que se encontraba en su "oficina".

-¿Como te llamas?- Preguntó en el camino.

-Le... Leo.- Contestó aquel niño antes de cerrar sus ojos.

Daniel se dispuso a cambiarle la ropa, la que traía mojada, rota y llena de manchas de lodo. Tomó toda su fuerza de voluntad no gritar cuando subió la remera del chico y vió todo su torso repleto de moretones- tanto viejos como recientes- y cicatrices. ¿Qué clase de vida tuvo antes de llegar? Y ahora, sabía que se iba a poner peor.

-Perdóname, Leo, pero no me queda otra opción.- Dijo aún sabiendo que nunca lo escucharía.

Lo vistió con ropa limpia, lo arropó con unas mantas y lo dejó descansar. El sedante que le dió no era tan potente, asi que dormiría más o menos unas cuatro horas, pero aún así se quedó. Quería estar ahí cuando despierte.

Cuatro horas y media después, vió como el niño se removía incómodo, hasta que se sentó de golpe.

-No te muevas tan bruscamente, seguro estarás un poco mareado.

El chico volteó, y lo miró con desconfianza.

-¿Cómo te sientes?

-¿Cómo esperas que me sienta?

-No busco incomodarte. ¿Tienes hambre?

Un rugido inoportuno contestó por el chico.

-Espera un segundo, calentaré algo para ti.

Por suerte tenia la lasagña que había traído para el, la calentó en el microondas, y se lo ofreció. Leo comió como si no hubiese mañana.

-¿Hace cuanto no comías?- Preguntó mientras le daba una botella con agua, después de que Leo terminara de comer.

-Hace tres días. ¿Por qué eres gentil conmigo?

-No está en mis planes herirte.

-¿Puedes decirme que hago aquí?

-Sólo si respondes a un par de preguntas primero.

-Está bien.- Daniel se sorprendió de verlo tan dócil, cuando su primera impresión fue totalmete lo contrario.

-Dime, Leo, ¿Cuál es tu apellido? ¿Cuántos años tienes? ¿Tienes familia? ¿Cómo te trajeron hasta aquí?

-No sé mi apellido, tengo once años...

-Espera, ¿Once años? ¡Pareces mucho mayor!

-Lo sé. ¿Puedo seguir?

-Si, lo siento.

-Tengo sólo un hermano mayor, de 14 años. Tuve un... accidente, y me trajeron aquí.

-¿Puedes contarme sobre ese accidente?

Vió la duda y el pesar en sus ojos, y supo que era algo de lo que no quería hablar.

-Mi hermano y yo pertenecemos a un grupo de niños sin padres ni hogar. Vagamos de ciudad en ciudad, pero no somos delincuentes como todos creen. Trabajamos todos, y nos ayudamos mutuamente. Hace un par de días, unos tipos quisieron robarle a una niña de nuestro grupo. Traté de defenderla, pero ellos eran muchos, así que me fue bastante difícil. En ese momento llegó mi hermano, y todos se dirigieron a el. No sé lo que pasó, pero todos a los que había tocado, se desintegraron de un momento a otro, justo después de que mi mente se dirigió a ellos diciéndo "¡Desaparezcan!". Los policías del lugar, aunque no movieron un pelo por ayudarnos, autómáticamente empezaron a perseguirnos. Corrimos, pero sabía que nos iban a alcanzar. Así que me quedé atras sin que mi hermano lo notara, y me dejé atrapar. Me llevaron a una celda, me dejaron allí por tres días, me dejaron bañarme y me trajeron aquí. ¿Ahora me dirás por qué estoy aquí, y qué es lo que me pasa? Yo nunca quise desintegrar personas, salvo a ese salvaje del guardia...

-Es un tema demasiado complejo, Leo. Lo único que te puedo decir por el momento es que tienes habilidades que muchos humanos no pueden ni deben poseer. Por eso estas aquí. A las personas como tú, las estudiamos, y ayudamos a desarrollar su potencial. Aquí estudiarás, y aprenderás muchas cosas. Cosas sobre tu naturaleza, y cómo manejarla...

-Y cuando me mejores, ¿En qué me vas a utilizar?

Daniel sabía que llegarían a eso. Leo no era tonto.

-No hay nada escrito. El laboratorio puede mantenerte aquí siempre, puede darte alguna misión, puede delegarte al ECP...

-¿ECP?

-Escuadrón de los cuatro planos. Está formado por gente como tú, pero lo que sea que hagan es secreto.

-Básicamente, van a hacer de mi un instrumento, ¿Verdad?

-Suena mucho peor de lo que en realidad es. Aquí podrás vivir tranquilamente, sin que te falte nada.

-Salvo libertad.- Daniel no pudo evitar sentirse horriblemente mal con esa respuesta.- Está bien, voy a sobrevivir.

¡Cuánta fuerza vió en esa mirada!

-Bien, hoy y mañana te dejaré descansar. Pero, mientras tanto te haré conocer el lugar y su funcionamiento.

Así comenzó todo. Leo creció y se convirtió en el mejor de los resultados que pudo haber obtenido el laboratorio.

Daniel decidió que no quería seguir en el pasado. Tenía muchas cosas que hacer, y sabía que tenía poco tiempo. Además de que debía ocupar su mente en idear un plan, para saber como iban a proceder ahora. Lo que Leo planteaba, era algo sin precedentes.

Necesitarían toda la suerte del mundo si querían sobrevivir

 

Notas finales:

Cualquier crítica es aceptada.


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