Intentando escaparme de todo el ruido de la ciudad y el estrés del trabajo había decidido visitar un lugar lejano de la civilización, lejos del humo de las calles y la ruidosa gente. Esa mañana me había vestido de buen ánimo, mis maletas estaban llenas de planes para más de una semana, mi agenda solo contenía paz, calma, ganas de tomar un respiro y perderme del mundo entero. La música dentro del auto gritaba a todo volumen el canto de libertad y sí, todo en ese instante tenía cara de metas a punto de ser cumplidas; la principal era descansar, pero cuál sería mi sorpresa al comprobar que una persona como yo no puede tener vida privada y que tampoco puede hacer planes, sino huir al sentir el impulso, cuando las ganas de ser libre tocan a la puerta, sí, hay que huir con la ligereza de un gato. Claro, si es que se logra.
Al abrir la puerta del coche ya había más de diez personas aguardando afuera de aquel hotel onsen y justo cuando puse un pie en el piso comenzó el barullo de la prensa y las preguntas habituales.
– Miyavi, ¿hay alguien que te acompaña? – preguntó el primer valiente con su grabadora en mano, siendo empujado ridículamente por el siguiente.
– Miyavi, ¿es verdad que hubo problemas con la editorial y es por eso que te alejas un tiempo? – como siempre, las historias que escribían ellos por su cuenta lograban impresionarme más que las que yo pudiera llegar a escribir en algún momento de mi carrera.
– Miyavi, ¿es cierto que has venido en busca de inspiración por falta de trama para tu siguiente novela? – no faltaba tampoco el que lo tilda a uno de inútil, pasado, sobreexplotado y además de todo, ¿ya dije inútil?
– Miyavi, fuentes confiables de información revelan que has venido al encuentro de la chica que te inspiró para la creación de tu último libro: “El viento sabe que te amo”. Necesitamos que la presentes a los medios y nos cuentes sus planes a futuro, dinos… - claro, imposible olvidar a aquellos que se arman toda una historia de amor, siempre pasa, si no ven, inventan, si no tienen, inventan, si no pueden explicar, inventan. No hay historia que se escape de sus manos, no hay secreto que les pase de noche, aunque ese secreto haya salido de la infinita nada; justo ahí se habían terminado mi paciencia, por lo que, antes de entrar me decidí a responderles.
– Vine aquí para estar solo por un momento, el ruido y la gente me tienen aturdido, si bien es cierto que no he comenzado nuevo material, no es por falta de inspiración, sino que después de cinco novelas publicadas en menos de medio año, necesito un poco de descanso, de paz y tranquilidad, conmigo y mi mente. Por tanto me atrevo a pedirles que sean tan amables de darme un respiro, ya contestaré a sus insistentes preguntas cuando decida que es el tiempo.
Di la vuelta sabiendo bien que ese espacio para mí mismo era ahora una especie de fantasía que no podría llegar a cumplirse, tenía seguro que toda mi estancia sería el mismo infierno si me dejaba llevar por ese ánimo tan abrumador. Aun cuando había iniciado la caminata me invadieron con nuevas preguntas pero decidí ignorarlos por completo. Entré al lugar un tanto fastidiado, preguntándome el origen de la fuga de información, pero solo logré encontrar una explicación: la vida de un escritor no es suya, es de quien puede comprarla y como último consumidor, cualquiera que desee saberla.