Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ransom por Jarawi

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Este One-Shot participa en la dinámica #YOIRegionalMusic

Canción asignada: Amar y querer - José José

Sabe donde está.


Su rostro cubierto solo le permite ver oscuridad, pero reconoce la textura esponjosa bajo sus pies descalzos, es el pasillo de color azul que se extiende como si no tuviera fin, aunque sí existe. Lo sabe porque los hombres que lo sujetan a cada extremo de su cuerpo suavizan el agarre y se detienen.


Han llegado.


Escucha como las puertas blancas se abren y de nuevo siente el impulso ajeno en sus brazos, obligándolo a avanzar.


—Entra el acusado—dice alguien, quiere saber de quien se trata. Los conoce a todos, pero después de pasar largo tiempo en el mundo terrenal es imposible identificarles.


Sus guías vuelven a detenerlo, esta vez con una brusquedad que le hace caer de rodillas.


—Que comience el juicio.


Le descubren el rostro y las exclamaciones de sorpresa no tardan en dejarse escuchar.


Sabe que llego ahí por el color gris que le mancha gran parte del rostro, extendiéndose hasta la comisura de sus orejas y más allá de su cuello.


La marca del pecado.


 


 


A Victor siempre le abandonaban, siempre.


Nuestra historia fue prescrita desde el día en que su madre les había abandonado a él y a padre, gritando que no los amaba, que los dejaba porque el camino se veía espectacular sin ellos en su vida. Victor no lo había comprendido del todo en ese entonces, pero su padre si y se derrumbó, lloró como un niño pequeño y se preguntó mirando al cielo qué había hecho mal.


Después de unos meses él también desapareció, quizás dentro de su trastornada mente, quizás junto a los recuerdos de su lastimado corazón o tal vez simplemente le habían asesinado en un callejón. Como quiera que haya sido, esa misma noche fui convocado y se me dio la orden de bajar a la tierra para que de ahora en adelante guiara a Victor en su camino.


Su infancia se trató de un juego en el que se pasaba de casa en casa, sin permanecer más de cinco meses en una. Hasta que cumplidos los trece años fue recogido por un pariente lejano de su padre y entonces por fin, tuvo un hogar estable.


Para ese entonces, yo solamente me movía de un lado a otro a su alrededor, como espectador. Victor no podía verme ni sentirme, mucho menos saber que existía y que estaba ahí para él. Había noches que se cubría con las mantas abrazado al retrato de sus padres. Lloraba tan fuerte y su llanto hacía que mi pecho se presionara con fuerza, pero no hacía nada, no podía. Quería tomar su mano y apretarla en apoyo, deseaba darle palabras de aliento y abrazar su cuerpo hasta adormecer su dolor. Pero lo único que hacía en realidad, era escucharlo hasta que se cansaba.


El tiempo paso y al cumplir los quince años Victor fue desechado por sus parientes ya que esperaban un bebé, un hijo propio.


La historia pudo haber sido diferente, pero cuando le preguntaron si estaba de acuerdo en ir a vivir con otra familia, Victor no dijo nada, solo se marchó, quedando tan vacío como al principio.


Fue ahí cuando decidí actuar.


 


 


—¿Cómo ha sucedido el primer encuentro? ¿Por qué violaste las reglas?


—Yo solamente quería que volviera sonreír. Él se veía muy destruido y yo... solo quería que volviera a sonreír.


 


 


Esa noche Victor salió de la que todavía era su casa. Camino por las húmedas y oscuras calles como si no le temiera a nada. Fueron alrededor de dos horas, dos horas en las que le seguí mientras pensaba en la locura que iba a cometer.


A los ángeles guardianes se nos prohibía interactuar con los humanos a nuestro cuidado. También era imposible prestarles nuestros poderes si ellos no creían y al final solo permanecíamos al rededor como una luz cálida, tenue y discreta, que inevitablemente terminaba siendo opacada por la oscuridad de los pecados.


Pero estaba bien, porque los humanos vivían poco y su tiempo nunca les alcanzaría para comprender la pureza de un ángel.


En pocas palabras, no merecían saber de nuestra existencia.


Mucho menos, usarnos a su favor.


Aunque esta vez era yo quien quería que la historia fuera diferente. No lograba comprender del todo que era lo que me impulsaba más allá de lo impuesto, pero el verlo detenerse para observar el cielo nocturno era suficiente incentivo para no dar marcha atrás.


Suspiré y en seguida me materialicé, dejando que el pasto crujiera con mis pisadas para alertarlo de mi presencia. Victor lo noto, pero decidió no voltear hacia donde me encontraba. Muy por el contrario, se apretó más contra si mismo, esperando que quien fuera el indeseable que andaba por ahí pasara de él.


No era sociable. Nunca lo había sido. No cuando todos los que lo rodeaban lo habían abandonado.


—¿Alguna vez has intentado contar cuantas estrellas existen en el cielo? —probé, iniciando una conversación. Logré que girara y me mirara.


Fue cuando caí en cuenta que jamás había estado tan cerca de él hasta ese momento y me pregunté donde era que escondía su dolor cuando miraba a los demás.


—Yo lo he hecho una vez—le conté cuando fue evidente que no respondería, mostrándole con una de mis manos el dedo índice.


¿Qué cosa dices? —preguntó escondiéndose más en sus brazos, realmente sin entender porque un extraño le hacía conversación.


—Contar las estrellas, ¿acaso sabes lo difícil que fue?


Una de sus cejas se alzó y no pude evitar mirar las marquitas bajo sus ojos.


—No.


—Pues me tardé horas y al otro día cambiaron completamente de posición, estoy seguro de que había más—era ridícula la conversación, de eso no cambia la menor duda, sin embargo, había logrado captar la atención de Victor. Nada mal para nuestro primer encuentro oficial.


—Eso es...


—Te lo juro—le interrumpí—las estrellas son engañosas, ¡no confíes en ellas! — expliqué y cuando terminé me encontré sorprendido al escuchar su risa, era tan encantadora como la música que tocaban en el cielo.


—Jamás había escuchado algo tan ridículo como eso—dijo, sujetando el estómago con ambas manos en un vano intento de detener sus carcajadas.


No sabía que hablarle de las mañas de las estrellas le iba resultar tan divertido, ¿cuántas veces había ocurrido esto desde que llegue a su lado? No recuerdo ni una sola. Pero después de ese momento Victor no volvió a mirar el cielo con una expresión triste, parecía que todo lo malo se hubiera ido con un simple dolor de estómago por tanto reír.


 


 


—Eso no justifica tu falta de lealtad.


—Yo creo que sí, él necesitaba un empujoncito para salir adelante y yo se lo di.


—Entonces no había más razones para quebrantar tu juramento una segunda vez.


Oh, no señor, usted esta equivocado. Había razones de sobra, su alma es como un cristal frágil y yo tenía que protegerla para que no se quebrara.


 


 


Parecía que regresábamos al pasado, a unos 6 años atrás.


Ese día cumplía veintiún años y se encontraba sentado en una banca, en algún parque. La mirada perdida y su mano izquierda aferrada al suave pelaje de su mejor amigo que estaba entre sus piernas, quietecito como si comprendiera lo que pasaba y lo que necesitaba Victor de él en esos momentos.


Yo por mí parte pensaba en los acontecimientos en estos últimos años.


La nueva familia que adopto a Victor, resulto ser una pareja compuesta por una leyenda viviente del patinaje y una bailarina talentosa, quienes querían más un pupilo que un hijo. Aunque eso no impidio que lo trataran con amor y lo cuidaran con cariño.


Para retribuírselos Victor se volvió el chico más aplicado del colegio y también el más guapo, la confianza irradiaba en él de una forma en la que se hacía difícil apartar la mirada. Su cabello había cambiado y su cuerpo también. Hasta podría decir que tenía el futuro asegurado, porque había resultado ser un genio del patinaje.


Sin darse cuenta se volvió una persona completamente diferente a lo que era en su pasado.


Mucho tiempo creí que era por mi causa, por la primera y única vez que nos encontramos. Pero ahora ya no lo pensaba, nadie más que el mismo Victor era responsable de sus logros.


Entendí eso de los humanos, luchaban cada día contra sus propios demonios y vacíos en sus corazones. Fallaban más veces de las que acertaban, pero aun así vivían luchando por mejorar su calidad de vida.


La religión y lo divino no eran más que un incentivo, un salvavidas al que aferrarse en medio de un profundo abismo al que terminaban acostumbrándose con dominio.


Ni dios, ni los ángeles de la guarda podíamos lograr más allá de eso.


Sin embargo, no me fui de su lado. Quise esperar por si en algún momento volvía a necesitarme y este había llegado.


—Deberías ir pronto a casa—le dije apenas me materialicé. —Debe haber alguien esperando por ti con un delicioso pastel de chocolate, ¿no crees?


La típica expresión de como quien parece haber visto un fantasma se había instalado en su rostro, con los ojos excesivamente abiertos y boqueando como si hubiera perdido el habla por un instante.


—¿O tal vez de fresas? —sonreí.


—Tú.


—¿Sí?


—Eres tú.


—Soy yo—asentí.


—¿Cómo te llamas? —cuestiono levantándose, llevándose consigo al caniche que alcanzo el suelo de un salto. Se acerco a mí lo suficiente para lograr ver mi reflejo en el azul profundo de sus ojos.


Sostuve su mirada y la puesta de sol nos cubrió. Habían pasado años y habían sido tan solo unos cuantos minutos, ¿cómo es que me recordaba?


—¿Cómo te llamas? —repitió.


—Yuuri—susurré.


Y desaparecí.


 


 


—Yo solo quería que no recayera.


 


 


Es difícil creer que hayamos llegado a esto pasado tanto tiempo. Pero si lo analizo, la vida es una serie de eventos divertidos, conformistas, especiales y desafortunados.


Ahora Victor vivía uno desafortunado.


De nuevo.


—¿Es en serio Yakov? —pregunta conteniendo sus emociones, aunque puedo ver que por debajo de la mesa aprieta los puños.


—Sí, Vitya.


—Es... ¿es por mi culpa? —deja salir al fin esas palabras que venían atormentándolo desde que le dieron la noticia de divorcio esa mañana.


—¡No! Por supuesto que no, ni lo pienses—se apresura a negar su padre adoptivo, que en todo en ese tiempo ha llegado a comprender las inseguridades de Victor. —Al contrario, fue por ti que aguantamos hasta este punto.


—Entonces, ¿por qué?


—Estas cosas pasan, a veces no somos lo suficiente fuertes para resistir todo lo que conlleva estar enamorados. Hubo un tiempo en el que Lilia y yo nos amamos muchísimo, aún le quiero, pero de esta manera no es suficiente para seguir juntos.


—No entiendo.


—No lo necesitas—dice sin más y se levanta para perderse por el umbral de la cafetería en la que se encontraban.


Victor también se levanta, pero con una brusquedad que termina derramando el resto de su bebida sobre el mantel. Se disculpa reiteradas veces con la mesera y sale de ahí tan apresurado que me cuesta un poco seguirle el paso. Me había materializado y no era muy bueno con mis piernas.


El aire de la noche golpeaba mi rostro y también el de Victor, pero ni eso parecía enfriarle la cabeza.


No llegamos muy lejos cuando reconocí el lugar, era el parque donde nos encontramos la última vez.


—¡Yuuri! —le escucho llamarme repetidas veces.


No era la primera vez que lo hacía, después de haber desaparecido frente a sus ojos volví al cielo con un nudo inmenso en la garganta, preguntándome qué demonios había hecho, creyendo que lo había arruinado todo, que me había condenado y sin poder ayudar a Victor.


Pero es que, en aquel momento, las cosas pasaron muy rápido, sentí que algo en mi pecho se desbocaba en cuanto supe que él me recordaba y solo empeoro cuando quiso saber mi nombre.


Y por eso pensé que lo mejor sería irme por un tiempo.


Mi estadía en el cielo no fue grata, había desobedecido las reglas y el peso de mi crimen me mantenía en un estado de alerta, sentía que cualquiera allá arriba sabía lo que había hecho y no tardarían en darme un castigo.


Hasta que un día desde mi nube, lo escuche llamándome.


Así que regresé y me enteré de que la misma escena que contemplaba justo ahora se había repetido varias veces con anterioridad.


—Yuuri, por favor—su voz tembló con esa última palabra.


Porque en ninguna de esas ocasiones le permití verme.


—Hola —le saludo sin saber que más decir, acercándome por fin, pues tampoco soportaba verlo así.


—Yuuri. —la pequeña pizca de emoción en su voz me desconcertó.


—Victor.


—Sabes mi nombre.


—Sí.


—¿Por qué?


—¿Qué haces aquí? —evadí su pregunta con algo que quería saber, al parecer Victor había asociado este parque conmigo, pues las pasadas veces también había venido aquí y me llamaba.


—No lo sé, solo pensé que quería verte.


Ahora era yo quien quería preguntar porque, pero no estaba seguro de si quería saberlo realmente.


—Tus padres—digo y Victor me mira sorprendido.


—Van a divorciarse—murmura con voz rasposa, es obvio que le cuesta mucho incluso decirlo. —Pero parece que tú ya lo sabías—agrega acercándose a mí y mirándome inquisidoramente.


—Yo...


—¿Quién eres? ¿Qué eres?


No conteste, pues ya no estaba seguro de nada de eso desde que lo conocí.


—Chris dice que eres un fantasma que se ha pegado a mí, ¿es cierto?


Christophe era el único amigo que Victor había logrado conseguir en todo ese tiempo.


—¿No vas a contestar? Es injusto, tú pareces saberlo todo sobre mí y yo solo conozco tu nombre... y que no eres humano—murmura bajo y toma mis manos entre las suyas.


No puedo evitar alterarme al sentir el toque. Dejar que me viera no estaba bien, que habláramos tampoco y aunque sabía que el que tuviéramos contacto físico obviamente no lo estaba, no parecía ser esa la razón que me preocupaba de su acción.


—¿Qué haces? —alcanzo a preguntar mientras siento mi rostro calentarse.


—No dejare que huyas esta vez.


—No lo haré— mis labios se movieron sin permiso y en realidad se sentía bien decirlo.


—¿De verdad? No soporto que la gente se vaya. —sus dedos se entrelazaban con los míos nerviosamente.


—Lo sé.


—Cierto, tú lo sabes todo.


No me sentía capaz de mirarle cuando él lo hacía tan intensamente. Su perfume cosquillándome la nariz, y su presencia en mi piel eran sensaciones muy humanas y me asustaban.


—Victor—le llame—yo no puedo decirte quien soy o que soy, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti. No mires más a las estrellas buscando respuestas, a ellas en realidad no les interesa, ni a la luna. Mejor pregúntame a mí.


—Okay, Yuuri—sonríe y pienso en lo hermoso que es así.


—Creo que me gusta aquí—le sonrió también.


—Sí, el parque es...


—Me refiero a este mundo. —le interrumpí.


—¿Qué? ¿no eres de aquí? —negué— ¿Tampoco puedes decirme de dónde vienes?


—No—Victor hizo un puchero por mi respuesta—pero vengo de un lugar totalmente diferente a este—lo recompense por su ternura.


—Si te gusta quédate.


Y ahora soy yo quien acaricia sus manos.


Porqué Victor siempre había sido un chico desafortunado, y empezaba a pensar que yo también lo era o al menos así me hacía sentir el fuerte retumbar de mi corazón.


Pero es aquí cuando me doy cuenta de que los acontecimientos desafortunados no son realmente tristes, sino que solo se trata del destino dándote cachetadas para después pedir perdón y regalarte lo que siempre esperaste.


 


 


—Tus mayores dicen que después de esa vez que subiste al cielo no volviste en meses.


—Le prometí que me quedaría a su lado.


—Y cuando regresaste ya estabas así.


De nuevo siente las miradas inquisidoras de arriba abajo por todo su cuerpo.


—Has pecado y no puedes negarlo, las manchas en tu cuerpo lo demuestran.


—Sí, lo hice.


 


 


Paso el invierno y el verano llego, cálido, al igual que la relación que ahora teníamos. No había tardado ni siquiera un mes para terminar perdido por completo ante Victor. Me encantaba cuando me miraba, tan intensamente que temía que a la larga empezara a desgastarme.


Me encontraba en una banca junto a Makkachin, esperando que terminara su práctica matutina para ir a casa.


Sí, ahora vivíamos juntos, bueno lo hacíamos desde que él tenía once años, pero la experiencia era muy diferente, porque ahora era capaz de verme y hablar conmigo.


Mientras se llevó acabo el divorcio de Yakov y Lilia, Victor decidió empezar a vivir solo y como ya era mayor de edad no se lo negaron y hasta le regalaron un bonito departamento en los suburbios digno sus comodidades, con todo lo necesario y muy cerca de donde viviría Lilia.


Como sabía que era el único que podía verme no dudo ni un segundo en llevarme y hacerme parte de su nueva vida. Victor no duda nunca y se esfuerza por obtener lo que quiere, aunque a veces haga berrinches dignos de un niño de cinco años para lograrlo.


—¿Por qué sonríes tanto? —sentí su suave voz acariciándome el oído.


—Porque estoy pensando en ti— sin pararme a pensar lo que decía, como venía siendo últimamente.


Victor asintió con satisfacción.


—Mientras practicaba mi nuevo programa también pensaba en ti—disfruté sus palabras con los ojos cerrados, pero en cuanto sentí un beso en mi cuello los abrí sorprendido.


—Victor, dijiste que no lo harías más—le acuse.


—No fue en la boca, relájate.


¿Relajarme? Oh no, imposible si lo tenía tan cerca y con tantas ganas de contacto.


—Ese no es el problema.


Paso sus piernas por sobre la banca para sentarse y recargo su peso en mi costado posando su brazo por sobre mis hombros. Lo sentí respirar profundamente y entonces comenzó a balancearse lentamente llevándome consigo.


—No entiendo. Si te gusto y me gustas, nos gustamos, ¿por qué no podemos? —canturreó.


«Porque eres un humano y yo soy un ángel, tu ángel guardián.» Pensé.


— ¿Crees en eso de que existe un cielo y un infierno? —pregunte por fin una de las muchas cosas que no sabía de Victor, a pesar de que según él lo sabía todo.


—Creo que mi cielo existe donde tú te encuentres —soltó—y me sentiría en el infierno si te vas.


—Te has vuelto muy dependiente —me burle, queriendo ocultar lo alocados que se habían puesto mis latidos por sus palabras.


—Di lo que quieras, estoy enamorado—zanjo el tema restregando su mejilla contra mis cabellos.


Quise decirle que yo también lo estaba, que le amaba, porque me enseñó a vivir a través de sus ojos y a sentir con su corazón.


La comisura de mis labios tembló curvándose un poco hacia abajo en un intento de contener el llanto, pero al final mis ojos se cristalizaron y dos gotas furtivas escaparon de mis ojos.


—¿Yuuri? —me llamo mirándome preocupado cuando mi cuerpo empezó a sacudirse sin poder evitarlo—Oh no, no llores. No sé que hacer cuando la gente llora—dijo después de tomarme de los hombres y mirarme de frente.


—No hagas nada, estoy bien.


—¿Qué sucede?


—Nada, es solo que esto de ser cada vez más humano es difícil. —suspire pasando mis manos por entre mis ojos, tratando de detener la caída de lágrimas sin lograrlo.


Era mi primera vez llorando. 


Victor me miraba con sus hermosos ojos azules, pero mi visión se había nublado y ahora no era más que una imagen borrosa. Sentí miedo.


Sentí demasiado.


Era demasiado.


Porque dolía. Y Mucho.


Y como si supiera que era lo que en realidad necesitaba, la calidez que siempre había caracterizado a Victor me envolvió. Al contrario de tranquilizarme, más emociones se desbordaron y al final, en medio de ese caos de sensaciones aun extrañas para mí, los suaves y tibios labios de Victor se posaron sobre los míos.


Fue inesperado y duró lo mismo que un latido, pero fue suficiente para entender un poquito más del amor.


No había querido besos porque me parecían demasiado sexuales.


Pero ahora pensaba de ellos como la muestra más pura de amor.


Busqué su mirada y la encontré más azul que nunca, decidida.


—Lamento hacerte llorar, pero no lamento esto—recalco con otro beso tan suave como el anterior.


—Lamento ser tan egoísta, pero no esto—respondí volviéndolo a unir nuestros labios.


Y entonces decidí que el cielo podía esperar.


 


 


—Te podrías arrepentir, muestra que realmente lo haces, pide perdón con sinceridad. Pide redimir, solo borraran tu memoria para asignarte a alguien nuevo. Arrepiéntete.


—Yo... lo siento por haber roto las reglas, pero... a pesar de todo, no me arrepiento de nada.


 


 


—¿Estas seguro? —lo escuche tragar saliva con dificultad. Estaba tan nervioso que tal vez el que me encontrara ya desnudo bajo las sabanas no le bastaba para saberlo.


—Sí—dije mirando su rostro iluminado por la poca luz que se colaba desde la ventana.


—Bien.


—Bien.


Suspiró y comenzó a sacarse la ropa con tanta parsimonia que me pareció adorable.


—Es mi primera vez—confeso ya cuando se había trepado a la cama y se cobijaba a mi lado.


—Lo sé, Victor—respondí acercándome más al calor de cuerpo.


—Cierto—murmuró abochornado.


Di un pellizco a una de sus mejillas y un jalón a su brazo para que su cuerpo quedara sobre mí. Sin preguntar, acomodo sus piernas entra las mías que se abrieron sin protesta y cuando sus ojos me miraron sorprendidos supe que, más pronto de lo que esperaba, lo había notado.


Carecía de un órgano sexual, mi apariencia era la de un hombre, pero no tenía pene donde se supone que debería estar uno, porque los ángeles no tenemos sexo.


Había miles de historias y rumores sobre el tema de los ángeles y las relaciones sexuales, pero lo cierto era que no teníamos genitales ni sentíamos apetito sexual porque nuestra especie no se reproducía.


Acepte tener relaciones con Victor porque sabía que al verme ya no querría hacer nada, subestimándolo.


—Yuuri tú...—negó—no importa, ¿podemos seguir? —asentí al sentirme incapaz de negarle nada a este hombre que me aceptaba tal y como era.


Comenzó repartiendo pequeños besos por todo mi rostro y termino uniendo nuestras bocas, tal parece que los nervios se habían ido o tan solo era la euforia que lo mantenía en un estado de decisión que lo llevaba a reclamar mis labios con más ímpetu, moviendo su lengua contra la mía al abrir nuevas brechas que no hacían más que elevar la temperatura de su cuerpo y calentarle las mejillas.


Por mi parte lo anime a apretarse más contra mí. Me gustaba sentir su respiración entre cortada y sus latidos descontrolados contra mi pecho.


Me separe un poco y aprecie sus ojos que se habían teñido de deseo y algo inseguro le robé un beso, mientras acariciaba su espalda y sus hombros, tratando de transmitirle lo bien que me sentía a pesar de no poder disfrutarlo de una manera sexual.


—Siéntate—me pidió con una sonrisa y yo solo obedecí.


No sabía a ciencia cierta que era lo que seguía después de los besos y las caricias, pero al ver el miembro erecto de Victor pude entender un poco.


—No estés nervioso—le dije al verlo de nuevo con las inseguridades plantadas en la cara.


Como respuesta Victor envolvió sus brazos en mi cintura y recargo su cabeza en mi hombro, dejando besitos en la curvatura de mi cuello.


—Tratare de hacerlo especial para los dos—lambio mi oído y yo agradecí el gesto, rodeando su cuello con mis brazos para iniciar otro beso.


 


Lo que siguió fue un poco bochornoso para ambos, la inexperiencia de Victor y mi ignorancia no habían resultado una buena combinación, pero de ninguna manera nos detuvimos y al fin estábamos unidos en cuerpo y alma.


—Yuuri—jadeo con dificultad mi nombre, entrando y saliendo de mis profundidades, tallándose con suavidad contra mis paredes interiores, regalándome sensaciones cálidas. —Dime algo lindo...—pidió dejando salir su aliento caliente en mí oreja.


—¿Algo lindo? —pregunte, enredando mis piernas en su cintura y jalándolo más hacía mí, pidiendo con esa acción que entrara más profundo. —¿existe algo más lindo que tú? —solté al ver su cara contraerse y sus mechones plateados pegados a su amplia frente por el sudor.


—Sí, tú—río un poco entre tanto placer—nosotros—continuo con embates a mi cuerpo.


Me era imposible no soltar jadeos por lo que estaba haciendo conmigo, tal vez no de la manera adecuada pero realmente estaba sintiendo cada caricia y hasta podría presumir que había conocido lo maravilloso de tener sexo, más allá del placer.


—Ya casi—escuche a Victor yendo más rápido y mi cuerpo entero se sacudió, lanzando suspiros endulzados para incentivarlo a terminar.


Eleve mis ojos y su mirada me encontró, acariciando delicadamente la mía, conectándonos en un mutuo sentimiento, condensando mi corazón.


—Victor—le llame, inundado con sensaciones en cada rincón de mi cuerpo.


Sus brazos se afianzaron a mi cintura elevándome para quedar sentados uno sobre sobre el otro, haciéndome sentir su dureza en lo más profundo de mi ser. Sus gemidos chocaron con mi rostro y sus labios intentaron atrapar los míos. Su cuerpo estaba llegando al final y en las ultimas estocadas pude sentir algo caliente salpicando mi interior.


Victor estaba disfrutando del orgasmo y el apreciarlo me hizo sentir que también podía hacerlo, de puro sentimiento. Y lo hice. Mi espalda se curvo y explote con cientos de plumas blancas y brillantes a mi alrededor, extendiendo mis alas en todo su esplendor.


Él no abrió los ojos, pero sus labios húmedos y enrojecidos se separaron para recuperar la respiración. Sus manos ascendieron con la intención de acariciar mi espalda y mis hombros, pero ni siquiera llego a tocar las escapulas cuando sintió la suavidad de mis alas.


Me esperaba cualquier reacción de su parte, menos que se pusiera a tocarlas sin decir nada.


—¿Te lo esperabas? —cuestione contra su oído.


—No.


—¿Estas molesto?


—No—contesto enseguida, abrazándome y acariciándome todavía más y pude sentir como su miembro seguía dentro de mí.


—¿Me odias? —pregunte con la voz quebrada.


—Me dijiste que las estrellas eran engañosas y aun me gustan.


—¿Qué quieres decir?


—Que no voy a dejar de amarte porque tengas unas bonitas alas, eso digo.


No pude evitar sonreír con lagrimas en los ojos, y cuando elevé la mirada hacia su rostro, no pude resistir besar la sonrisa que se formó en sus acorazonados labios.


—¿Victor?


—¿Hmm? —sentí mi cuerpo siendo acomodado en las sabanas junto a esa respuesta.


—Te amo—dije con regocijo y me quedé mirando la manera en que mi amado humano cerraba los ojos, cediendo al sueño. Y aun sonrieron, delineé sus pómulos y su barbilla lechosa.


—Te amo también—susurró, vencido.


Y así, ante la luz de la luna, me quede contemplándolo durante el resto de la noche.


 


Me sentía feliz estando a su lado, realmente feliz. E incluso cuando días después note las primeras manchas en mi cuerpo, chiquitas y claritas, seguía estando feliz.


Porque Victor lo valía.


—Podrás hacerlo—le anime, con un ligero rubor abriéndose paso en mis mejillas al verlo tan guapo, listo e impecable para la competencia—Y veremos las estrellas cuando termines.


Victor soltó una carcajada cálida y me rodeo con los brazos.


—¿Ahora te gusta ver las estrellas, Yuuri?


—Contigo sí—respondí de inmediato.


—Veámoslas juntos, entonces.


Me relaje en sus brazos, disfrutando del abrazo. Victor estaba quieto también. A lo lejos se podía escuchar la música y los vítores del público.


—Sé mío, Yuuri—dijo rompiendo el silencio que nos había envuelto a nosotros.


—Soy tuyo.


—Lo sé, pero... quiero que seas completamente mío.


—Soy completamente tuyo, Victor.


Se quedó pensando, y entonces cuando quiso abrir los labios para añadir algo más, le interrumpí.


—Ya casi es tu turno, deberías irte. —él asintió con la cabeza y suspiro.


—Te amo.


—Te amo más—conteste con una caricia a sus mejillas y un beso.


Victor se deslizó de mis brazos mirando la hora en el móvil, luego nuevamente me miro a los ojos y suspirando por enésima vez sonrió. Había algo extraño en su sonrisa que no llegue a comprender, pero se hacía tarde así que lo deje pasar y le anime a irse.


A penas lo vi perderse a lo lejos, lleve las manos a mi cabeza y me deje caer. Me había mareado de repente y me dolía el pecho, dolía horrible.


Entonces lo recordé.


Las manchas.


Mi pecado.


El cielo.


—No aguantaras mucho si te quedas aquí—escuche una voz en medio de tanto dolor.


Negué, no quería irme. No iba irme, lo había prometido.


Vería las estrellas con Victor y entonces...


¿Y entonces qué?


Incluso aunque me quedara la voz tenía razón.


—Vamos Yuuri, te llevare al cielo—sentí mi cuerpo ser levantado con delicadeza—pediré misericordia para ti.


—¿Quién eres? —era una voz amable pero mi mente no la asociaba a nadie que conociera.


—Vaya, no solo los humanos se olvidan de mí, ahora también los ángeles. Bueno, no importa. Estarás bien.


—Victor—chille removiéndome cuando la voz empezó a caminar llevándome en sus brazos.


—Él estará bien.


—No, yo no quiero dejarlo, no quiero ser como los demás.


—No eres como lo demás y Victor lo sabe.


—No, no no. Tengo que ir con él—intente que me soltara para poder correr al lado de Victor, pero me estaba debilitando, con bastante rapidez.


—Ahora no puedes.


—No entiendes.


—Eres tú el que no entiende. Debes subir para ser juzgado.


—¡No quiero! —grite con un último intento de lucha.


—Lo siento, Yuuri—fue lo último que escuche al tiempo de recibir un golpe en un costado del cuello.


Y entonces, la oscuridad me envolvió.


 


 


—¿Se declara culpable de pecado?


—Sí.


Ángel guardián Yuuri, usted está condenado al exilio del cielo y queda degradado de sus poderes. Se le confinara a la tierra como un simple mortal, sin embargo, sus memorias sobre su vida como ángel serán removidas.


—No—su cuerpo envistió contra los barrotes frente a él y las lagrimas corrieron por su rostro manchado.


Quítenle las alas y envíenlo a la tierra.


—No por favor, no me hagan olvidarle.


—Se cierra la sesión.


 


 


Las manecillas del reloj señalaban las diez menos cuarto, observe a la mujer de mediana edad moviéndose de un lado a otro sonriendo en disculpa cada que nuestras miradas chocaban, tenía unos hermosos ojos color vino que me recordaban a los de Yuuri.


Era una bonita coincidencia teniendo en cuenta que él era la razón por la que me encontraba ahí.


Había viajado hasta Japón después de conocer a Hiroko a través de un blog internacional sobre ángeles, si bien estaba infestado de puro fanático había una sección donde se publicaban supuestos relatos verídicos de contacto con estos seres.


Ninguno se parecía al mío, así que jamás me atreví a compartirlo. Pero un día encontré uno que llamo especialmente mi atención, tenía ya cinco años de haber sido publicado, el autor era una mujer y en su relato contaba la historia de cómo había encontrado a un ángel mal herido y lo había cuidado por varios meses hasta que este estuvo recuperado para regresar al cielo.


Hasta ese punto su relato no me había parecido más que una farsa más, pero continué leyendo hasta que al final ella mencionaba como dato curioso, que a los ángeles parecía no gustarles las estrellas, pues el ángel del que cuido siempre se quejaba cuando ella las veía, alegando que no eran tan lindas como parecían.


En ese momento algo en mí hizo clic y sin pensarlo realmente contacté con la autora y en un correo le conté toda mi historia.


Esa persona era Hiroko y después de asegurarme que ella me creía le pedí vernos en persona y así fue como llegamos aquí.


—Vicchan, lo siento—hablo mientras se acercaba a mí—normalmente no hay tanta gente a esta hora y mi hijo no está para ayudarme.


—No importa, es entretenido verla trabajar y además esto esta muy rico—señale la comida.


—El katsudon es nuestro platillo especial—destacó con emoción, sentándose por fin a mi lado.


Sirvió un poco más de sake para mí, como si supiera lo mucho que me había gustado también.


—Tu historia me ha conmovido un montón—dijo, yendo directo al grano—pero lamentablemente no sé como ayudarte.


—Está bien, el tener a alguien con quien hablar sobre ello es suficiente— le agradecí.


Hiroko sonrió.


Y volvió a mí el bonito cuadro que era Yuuri cuando sonreía. Me sentía tonto porque no dejaba de recordar a Yuuri cuando veía a Hiroko.


—Cuando mi hijo regrese le pediré que te muestre la playa, el mar se ve especialmente bonito en estas fechas.


—Sí, gracias.


Un cómodo silencio se instalo sobre nosotros. Parecía que cada uno se había enfrascado en sus pensamientos, aunque yo venía preparado con mi artillería de preguntas, al ver a Hiroko tan pequeña de tamaño y con la edad marcada en las facciones de su cara entendí que no era más que una persona común y corriente como yo y que lo único que nos distinguía de los demás era que sabíamos que los ángeles existían y que eso no nos volvía especiales, ni expertos en el tema.


 


 


—Dime, ¿te gustaría verlo?


 


 


—¿Vicchan? —escuche la voz extrañada de Hiroko, seguramente porque me había girado estrepitosamente porque creí escuchar algo.


—Tengo una duda—le dije, recuperando la compostura.


—Dime.


—¿Por qué crees que él se fue?


—No lo sé, solo creo es que él no sé fue por voluntad propia.


—Yo tampoco—respondí, con seguridad.


Los ojos de Hiroko se dirigieron hacia la entrada principal, como si anticipara algo, al final solo volvió a mirarme, me hizo una pregunta y sonrió con mi respuesta.


Algo en mi tintineo.


Entonces, escuche unos ladridos bastante conocidos y después un golpe sordo acompañado de un grito.


Makkachin había derribado a alguien.


Me levante con apremio, dispuesto a regañar a mi caniche y disculparme con la víctima.


Pero apenas abrí la puerta corrediza mis ojos lo vieron.


—¡Yuuri, okaerivitoreó Hiroko pasando aun lado mío.


Me quede ahí, quieto. Observando como la mujer pequeña se meneaba frente a su hijo.


Entonces lo mire a él, un poco diferente, pero era él.


—Vicchan ven—me jaló hacía ellos—este es mi hijo Yuuri, no te lo había dicho pero en realidad es un fan tuyo.


—¡Mamá!—se quejó, modelando un bonito sonrojo, que me permití disfrutar.


—Hola Yuuri, gracias por apoyarme—esboce tendiéndole mi mano, aguantando las ganas de tirarme sobre él.


Un poco dudoso por la vergüenza extendió su mano y cuando la apretó con la mía y el calor de su toque me electrizo, sentí alivió en mi alma por volverlo a ver, por amarlo y porque pese a todo estaba aquí.


 


 


—¿Lo seguirás esperando?


—Yo lo esperare todo el tiempo que sea necesario.

Notas finales:

Hola,

 Miles de gracias si llegaste hasta aquí  o/ Es mi primer trabajo publicado, jojo.

Me disculpo por los errores ortográficos, gramaticales y así que pueda haber, lo revise varias veces pero no soy experta así que pude pasar algo por alto. 

La historia está inspirada en el mensaje de la canción "Amar y querer" de José José, espero realmente haya logrado transmitirlo, ya que no quise hacerlo tan literal usando partes de la canción y así.

 Y eso, espero que más adelante nos volvamos a leer.   

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).