Kageyama se secó el sudor del rostro con la pequeña toalla que luego dejo colgando sobre sus hombros mientras se acercaba a Daichi-san.
—Buen juego, Kageyama— Le felicitó.
—Buen juego —Masculló apenas en respuesta, siguiendo de largo.
El capitán del equipo de los cuervos anarcó una ceja a la vez que se giraba hacía Sugawara.
— ¿Tienes idea de que le pasa? Últimamente lo noto muy decaído.
Kōshi frunció los labios y negó.
—No tengo la menor idea, pero no es el único.
— ¿A qué te refieres?
Suga señaló disimuladamente con su barbilla hacia una esquina de la cancha, donde Yamaguchi, más taciturno que de costumbre, se encontraba sentado con las rodillas pegadas al pecho y el rostro ladeado sobre éstas.
— ¿Mal... de amores?
Aventuró Sawamura. El Vicecapitán se encogió de hombros, suspirando con preocupación.
—Sólo espero que mejoren pronto.
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Kageyama chasqueó la lengua, fastidiado, mientras se encaminaba al otro lado del gimnasio donde se llevaban a cabo las prácticas, intentando alejarse lo más posible del bullicio alrededor de Hinata. Y de Hinata.
Se encontró a sí mismo tomando asiento a un lado de Yamaguchi, quién alzó la vista ante el movimiento a su costado, para luego volver a posar su mirada en el vacío, sin dedicarle ni una palabra. Y Tobio lo agradeció mentalmente.
Entonces Hinata apareció, tan brillante y lleno de vida como siempre, encandilándolo y haciendo que no pudiera ver nada y, mucho menos, nadie más.
Y Kageyama se odio un poco más por ser tan débil con aquel pequeño personaje de ojos de sol y cabello de atardecer en el verano.
Giró entonces el rostro, notando al fin que, de hecho, Yamaguchi lo observaba con una extraña mueca circunstancial, mezcla de asombro y comprensión.
Y Kageyama Tobio jamás creyó haberse sentido tan nervioso como en ese momento, ante la afilada mirada, oscura como una montaña al anochecer.
Mientras tanto, Hinata observaba, sin entender, la extraña atmósfera que se formaba entre sus compañeros de equipo.
Entonces Tsukishima hizo acto de presencia, llamando la atención de todos y rompiendo el contacto visual que habían mantenido hasta el momento el número doce y el número nueve del equipo.
— Enano, Suga-san te llama.
— ¡No me llames enano, Kusoshima¹!
Se miraron desafiantes, antes de que Hinata se marchara con Sugawara. Tsukishima, se giró entonces, volcando toda su atención en los dos chicos sentados a sus pies.
— Vamos, Yamaguchi.
Y empezó a caminar, pero paró su andar al no notar al pecoso siguiéndole los pasos.
— ¿Yamaguchi?— Se volvió hacia su amigo que seguía en la misma posición junto al estúpido rey.
Lo vio apretar los labios antes de mirarlo a los ojos.
— Lo siento, Tsukki, ¿Podrías adelantarte?
— ¿Tienes algo importante que hacer? — Gruñó sarcástico con el seño fruncido.
— Tengo algo— Yamaguchi miró a Tobio, quien se tensó en su lugar sin girar el rostro hacía el bloqueador central—...importante que hablar con Kageyama.
Tsukishima anarco una ceja, incrédulo, para luego bufar y girarse camino a la salida.
—Como quieras.
Y desapareció tras las puertas del portón. Cuando Yamaguchi vio la esbelta figura de su amigo de la infancia desvanecerse completamente, desvío su mirada y atención a Tobio, a su lado y con la vista puesta aún en sus pies.
— ¿Estás enamorado de Hinata?— Preguntó directamente, aunque ya sabía la respuesta. La tensión en los hombros del armador creció pesadamente.
— Yo...
— Ya veo. Lo estás.
— Yamaguchi...
—Yo estoy enamorado de Tsukki— Interrumpió lo que, posiblemente, hubiese sigo una patética excusa a su descubrimiento, logrando además que Kageyama al fin lo mirara, con ojos desorbitados y la boca abierta completamente en una mueca de impresión.
— ¿Patético, no? Ellos están completamente fuera de nuestro alcance... nunca se fijarían en nosotros, ¿No es cierto? — Siseo tristemente. Tobio entorno la mirada.
—Nunca.
Y Yamaguchi sonrió, sin brillo en los ojos— Por supuesto. —se levantó, limpiando el polvo inexistente de sus piernas y forzando a sus lágrimas a no salir— Vaya mala suerte, ¿No? Bueno, me alegro al menos haberme podido desahogar...
— ¿Porqué debe ser así? —Hablo repentinamente Kageyama — ¿Entonces debemos simplemente quedarnos esperando? — Presionó su mandíbula— Me niego — Masculló y jalo a Yamaguchi del brazo, haciéndolo caer sobre su regazo y forzando un beso en los suaves labios del bloqueador.
Yamaguchi, por supuesto, no reaccionó de la mejor manera.
El golpe resonó en toda la estancia mientras Tobio sentía su mejilla arder.
— ¿Po... Por... qué?
Él lo miro, seguro— Porque nosotros mejor que nadie nos podemos entender... ¿Realmente quieres quedarte allí, viendo como ellos se casan, son felices y siguen su vida mientras tú te mueres poco a poco? Tsukishima nunca será tuyo; Hinata nunca será mío. Entonces, ¿Qué nos queda?
—Pero, ¿Tú y yo?
— Podríamos intentarlo, total ¿Qué podemos perder?
Yamaguchi se quedó en silencio, meditando lo dicho y sopesando las posibilidades. Entonces asintió.
— No hay nada que perder.
Y se miraron decididos antes de besarse, busca do con suelo de forma desesperada en los labios de su igual.