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My King | Kookmin por MiRoApril

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Era difícil mantener aquella posición en la que había quedado con Jimin, arreglar todas las posibles dudas que aparecerían con el tiempo, todo se le estaba complicando, en realidad, lo estaba asimilando, poco a poco, muy lentamente, pero lo intentaba. Jimin se iba a casar. 

 

Para su mala suerte hacer algo al respecto seria arriesgarse a ser colgado o perder la cabeza, era suficiente con todos los rumores que crecían día a día por culpa de su personal, agradecía que nadie noto la escapada de la noche anterior, donde solo las paredes del castillo habían sido  testigos de las eróticas escenas, donde sus labios sacaron gemidos en la boca del otro, donde sus manos se habían armado de valor para recorrer nuevo territorio, donde dejo el pudor y logro tomar a Jimin de las nalgas con el fin de acercarlo más a su cuerpo; habían tenido suerte. 

 

Mientras más se miraba al espejo, más se arrepentía de no ponerle una mano encima a Jimin antes de la noche anterior, perdió la oportunidad de tenerlo más tiempo entre sus brazos, de tocarlo y hacerlo gemir su nombre, no solo entre caricias, sino demostrándole realmente lo que sentía, estaba enamorado de él.  De por si su cuerpo estaba adolorido, no solo se amanecieron haciendo el amor, incluso por la mañana donde apenas recuperaron sus fuerzas, sus cuerpos volvieron a hacer lo suyo y cuando pensó que podría tener un tranquilo baño caliente con Jimin, terminaron en una resuelta de preguntas, dudas y sentimientos, y con sentimientos se refería no solo a conversarlo, sino a demostrarlo. 

 

Quién más se debía encontrar afectado por todo ese movimiento físico, era el príncipe, las razones estaban de más explicarlas, era justamente ser el culpable lo que le  preocupaba. La única caminata que debía hacer era cruzar el gran salón hasta el padre de la iglesia, el seguidor más cercano a Dios. Si le preguntaban, no podía creer en un dios que después de esa “muerte”, no había vuelto a aparecer, ¿Dónde estaba dios en tanta guerra? Siempre existiría el bien y el mal, pero gran parte de los humanos creían en un ser superior y que los reyes eran descendientes de ellos, por ende una ceremonia debía realizarse siempre en el nombre de dios. Basura. 

 

Arreglo sus ropas una vez más sin quitar la mirada del espejo. Su expresión no podía cambiar desde que dejo hace apenas hora y media a Jimin, denotaba lo disgustado que estaba con respecto al matrimonio. Tomo la espada y la ubico en su traje, en el cinturón donde se mantuviera con firmeza en el lugar. Su puerta sonó, el ultimo llamado para escoltar a su príncipe al salón. De un solo grito calló el golpetear, no podían pedirle un buen tratar cuando se encontraba tan molesto. Jungkook era otro, no aquel soldado sonriente de siempre, esa tarde estaba completamente sumergido en su papel de guardia, con la inexpresividad en su rostro. 

 

Debía dejar sus pensamientos de lado y centrarse en su trabajo, aquellos que buscaban matar a los reyes esperaban celebraciones masivas como esas, donde se reunía la mayor parte del pueblo como distracción para los soldados, se mezclaban entre ellos y se encargaban de asesinar silenciosamente a los herederos. Aunque en ese reino no había ocurrido hace bastante tiempo, con los ultimo ataques no podían dejar de sospechar de los posibles ataques de Gouryeo. Pero, era tan difícil para el dejar a un lado los pensamientos sobre Jimin, cuando en cada segundo era lo único que pasaba por su cabeza y el dolor de tener que dejarlo alejarse poco a poco de él con una caminata hasta ese maldito tipo cercano a dios. ¿Dónde encontraría la concentración para evitar alguna tragedia? Por primera vez, se estaba sintiendo débil. 

 

A paso firme se dirigió con escoltas tras su espalda siguiéndole. Tres guardias más en sus armaduras junto con unas banderas, más dos soldados de la corte como les llamaban, aquellos que vestían el uniforme de cuero del reino y él quien encabezaba la protección del príncipe. 

 

Toco con firmeza la puerta y el anunciante finalmente habló.

 

—¡Su majestad! Estamos listos para escoltarlo. — Habló el hombre a la gran puerta de madera. 

 

Jimin no se hizo de esperar, salió en cuanto se le llamo. Si bien había visto las telas del traje de bodas del príncipe antes de retirarse de su habitación, estaba sorprendido de la diferencia que lograban unas telas a simple vista que verlas en ese hermoso cuerpo. Pero aun así, intento que nadie notara ese cambio tan notorio de su mirada, de una seria a una enamorada. Fue entonces que retomo su palabra, seria fuerte y no dejaría que la tristeza ni los celos se apoderaran de él, Jimin lo amaba y el matrimonio solo era por conveniencia. Con su expresión cambiada espero que este saliera, ahí fue cuando quiso faltar a su palabra, no le sería posible evitar unos cuantos sentimientos si el príncipe se veía de esa forma. Envidiaba a Sunghee. 

 

—Señor. Estoy aquí para escoltarlo al gran salón. —Sus palabras salieron en una gruesa y ronca voz, como aquellas que Jimin odiaba, además de llamarlo de la misma forma que estuvo evitando por años, pero en ceremonias como esas, faltar el respeto…Con ese público ahí…Solo vio como esa mirada lo comía vivo, así como lo hizo cuando el salió de su habitación. 

 

—Entendido.

 

Fue la única respuesta del superior. Le conocía, aun con todo el tema de actuar y seguir con sus vidas, Jimin odiaba y odiaría siempre que le hablara con esa formalidad. Ambos estaban con una mascará que ocultaba todo lo que sentían, tras ellas eran dos amantes que solo deseaban estar con el otro. 

 

Jimin se abrió paso entre los soldados, ubicándose a la cabeza de estos,  y detrás la antigua formación con la cual habían llegado. Estar detrás de Jimin era una mala idea, ¿Por qué seguía provocándolo? Pantalones blancos y una caminada que delataba lo cansado que se encontraba, le permitía ver como cada nalga se movía haciéndolo fantasear. 

 

—Jimin…—Susurro.

 

El mayor disminuyo el ritmo del paso hasta mantenerse a su lado. Se mostraba inocente, cuando sabía perfectamente lo que estaba haciendo. 

 

—Quédate ahí. —Pidió, más bien exigió.

 

—Tu deberías ir detrás mío. O ¿Es que no te gusta la vista? —Jimin lo estaba provocando, maldita sea. 

 

—Lo sabía. —Dijo entre dientes. 

 

Entonces, el mayor sonrió. 

 

—Tengo que tomar lo bueno de este día. ¿No? —Se encogió de hombros e intento mantener esa sonrisa en sus labios, aun cuando lo que menos deseaba era casarse. 

 

—Me alegro que pienses así. 

 

—Durará poco…—Eso esperaba.

 

—Solo es una unión por conveniencia, no es un pensamiento, es la realidad. ¿Si? —Tomo una pausa mientras se detenían, todos. —Sigues siendo mío. — Susurro al oído del mayor 

 

Las puertas se abrieron y todos en el salón giraron a ver a su príncipe. 

 

El salón consistía, tal cual el nombre era un gran salón, se encontraba en el primer piso del castillo, puesto que tenía en el interior otros dos pisos, eran balcones donde se encontraba la reina, en uno privado y otras personas de la realeza, como condes y demás. En la misma planta baja, al fondo, en el mismo camino donde tenía que caminar el príncipe, se encontraban unas escaleras, las cuales debía subir en espera de su princesa. Más allá existía otra escalera, pero esta daba al balcón principal del castillo, donde, fuera de este se encontraba el pueblo. Como se trataba de una ceremonia real, el pueblo se mantenía tras las paredes a la espera de los recién casados. 

 

Tras una mirada, Jimin se alejó poco a poco. El por su parte rodeo el salón, detrás de todas las personas camino hasta el otro lado, fue a un paso más acelerado que el mayor, la idea era alcanzarlo al otro lado, donde después de hacerlo se ubicó tras el a unos cuantos metros, no podía interrumpir en la ceremonia.  Todos se deleitaron con la belleza de su príncipe, y es que esa tarde se veía realmente hermoso, todo en él era hermoso, le hubiera gustado quedarse atrás para mirarlo caminar hasta ese maldito altar, observando y asegurándose que nadie notara cierta inclinación del lado izquierdo de su cuerpo. Si no se hubieran detenido, seguramente Jimin no podría caminar para ese entonces. 

 

 

Con el sonar de las trompetas, todos volvieron a estar de pie  y listos para recibir a la princesa, menos él, incluso Jimin estaba mucho más preparado que él, su pecho dolía y temía… ¿Lo perdería?

 

¿Qué tal si Jimin se enamorada de Sunghee? 

 

 

 

—No quiero casarme Jungkook—Pronunció Jimin en una voz apagada.

 

—Tienes que hacerlo, por el bien de ambos…

 

Acerco el cuerpo de Jimin al propio dejando que este se ubicara entre sus piernas. Lo abrazo por la espada, dejo que su nariz disfrutara de esa exquisitez que era el aroma del jabón con el cual se lavaba el príncipe, uno de los más finos, su cabello olía a una variedad de flores. 

 

—Lo se…—Volvió a rezongar el mayor. — Pero no quiero Jungkook, no la amo. No quiero estar con nadie más que contigo…

 

—Si fuera posible…—Susurro poco antes de soltar un suave suspiro. —te pediría matrimonio. 

 

—¿En serio? —Jimin giro su cabeza inmediatamente para lograr ver sus ojos, la sonrisa en sus labios solo denotaba felicidad, así como la propia, ya que él la había contagiado. 

 

—¿Por qué no huimos? —Propuso. —Lejos… Muy lejos.

 

—¿Crees que es posible? —Pregunto deslizando su mano por la espalda ajena realizando leves caricias. 

 

—Podríamos intentarlo…—Habló en un tono de resignación. 

 

—No sirve de nada intentarlo Jimin. —Negó con tristeza. En realidad tenía muchísimos deseos de hacer real esas ideas, tomar al príncipe y llevarlo lejos a un lugar donde solo pudieran vivir juntos. — Se puede malinterpretar de muchas formas. Una de ellas podría ser que yo te secuestre, si nos encuentran me ejecutaran. Y otra podría ser el inicio de la guerra con Gouryeo. ¿Lo entiendes? No es sencillo. —Esta vez, acaricio el rostro contrario sin quitarle la mirada de los ojos, ahí estaban una vez más sus deseos de besarlo. —Daría todo por irme, llevarte conmigo, vivir una vida tranquila y normal, solo nosotros, lejos de aquí, pero el pueblo te necesita, tu reino… 

 

El mayor cerro los ojos y se dejó sumergir en las tantas sensaciones que había logrado en él con tan bellas palabras. Jungkook estaba pensando en el bien de ambos, no buscaba arriesgar sus vidas como él lo pensaba, una oportunidad podría ser la última, por ende, seguiría la decisión más complicada, pero la indicada. 

 

—¿Puedes prometerme algo? —Pregunto Jimin apoyando su cabeza contra el hombro del menor. 

 

—¿Estarás tranquilo con eso? —Susurro deslizando sus brazos por el cuerpo ajeno manteniéndolo cerca de él. 

 

¿Qué sería de ellos si sus empleados no obedecieran las ordenes de su príncipe? Ser descubiertos hubiera sido una historia ya pasada, con un final trágico como el de su cabeza cortada y Jimin siendo prisionero en las mazmorras acusado de ir en contra la palabra de Dios.

 

—No es cosa de estar tranquilo. —Negó en una voz suave. — Confió en tu palabra..

 

—Cualquier cosa que no ponga en riesgo nuestras vidas o perderte…—Tomo una pausa. —Entonces, lo haré. 

 

Jimin sonrió. Tomo aire y dejo salir un suave suspiro.

 

—Pase lo que pase… No me dejarás. —Inició. Tomo entre sus manos las propias para acariciarlas. — Sé que es difícil soportar la boda, pero, por favor. — Pidió casi en un luego. — Por favor, se fuerte para mí, sabes que con una mirada puedo ser capaz de correr a tus brazos. 

 

—Ni creas que te dejaré en manos de Sunghee. Eres mío Jimin. Lo deje claro, ¿No? 

 

—Completamente claro. —Pronunció en una leve queja intentando moverse. 

 

Jimin se giró para ubicarse esta vez sobre las piernas del menor, dejo sus piernas a cada lado de su cuerpo, permitiendo así el roce de sus pieles. 

 

—No me hagas las cosas difíciles. Te amo a ti, a nadie más. —Jimin unió sus frentes y dejo que sus narices se acariciaran entre sí. — A Sunghee la quiero, podría ser como una hermana para mí, compartimos la misma vida pero no la amo… Solo te amo a ti…—Pronunció por último el mayor para terminar capturando sus labios, así como el dejando que sus manos se deslizaran hasta sus caderas. 

 

 

Se sumergió en sus pensamientos, aquello le hizo perder la noción del tiempo, cuando volvió a su realidad, Sunghee ya se encontraba frente a Jimin con uno de esos vestidos blancos exagerados en telas y costuras, digno de una princesa.  Lo religioso jamás se perdía, aunque solo se escuchaba la voz del padre en el salón hablando de la unión de los reinos, gloria y riquezas para ambos, ¿Dónde se suponía que dejaban a dios? 

 

Todo iba en contra de las propias palabras del tipo, si los reyes eran la salvación para un reino, ¿Por qué no se les permitía ayudarlos? ¿Por qué debían de ocultar el dinero en el palacio? ¿Por qué Jimin necesito ver la realidad con sus propios ojos? ¡Todo era una vil mentira! La iglesia se llenaba los bolsillos con cada maldita ceremonia, con ofrendas de aquellos idiotas que creían debían de tener oro antes de morir para pasar a una vida mejor, de lo contrario no serían recibidos en el “cielo”. Ahora necesitaba una explicación. ¿Cómo se supone que Dios va a utilizar ese dinero? ¿Alguien podía explicarle eso? La maldita iglesia podía alimentar más veces que el propio rey a su pueblo, pero nadie notaba eso, porque eran ofrendas a su maldito Dios que los dejaba en los momentos más cruciales, peor era saber que si “rezaban” aparecía mágicamente la ayuda. Eso se llama poder de convencimiento. Cuando se desea algo y se lucha hasta obtenerlo, eso no es un Dios. 

 

La entrega de los anillos, como siempre fue la entrega simbólica de lo que sería ahora la princesa. Dejaba su título de princesa de Baekje para tomar, ahora como esposa, el título de princesa de Silla. Escuchar esas palabras anudaron su pecho, se vio obligado a bajar la mirada por unos segundos relamiendo sus labios mientras aguantaba la extraña sensación que se apoderaba de él. Deseaba ir corriendo hasta Jimin y separarlo de esa mujer, arriesgar ambas vidas aunque la suya peligraba más que la del príncipe, matar a un miembro de la realeza podía ser difícil si no existían las pruebas que lo condenaran. 

 

Su mirada se elevó justo al momento en el Jimin tomo la iniciativa de tomar a la mujer por la cintura, acercarla y dejar que sus labios se unieran como si siempre lo hubieran hecho. La naturalidad que dejo ver le asusto, le hizo pensar en más de una tontería, ¿Qué tal si Sunghee ya le había besado? ¿Y si ella estaba verdaderamente enamorada de Jimin? Existieron preguntas que no toco con Jimin y se arrepentía bastante de no hacerlas, ya que ahora tenía una gran confusión en todo lo que había visto.

 

Con la inclinación de la cabeza de la princesa, logro ver un personaje más allá desenfocando la principal escena. Era Hoseok con una expresión idéntica a la suya, aunque más fría. Al notar su mirada este la bajo y seguido de eso se cayó sobre una de sus rodillas. Cierto, el saludo a los superiores. 

 

Con todos inclinados, los protagonistas de la ceremonia tomaron sus manos y caminaron lentamente hasta las siguientes escaleras, aquellas que llevarían a la pareja a anunciarse frente al pueblo, dar a conocer finalmente la unión de los reinos, el balcón con vista al reino. 

 

La sonrisa de Jimin parecía tan natural, como si realmente fuera el día más feliz de su vida, una de esas sonrisas que le hubiera dedicado a él, solo esperaba que realmente llevará su nombre. Estaba actuando y no podía interferir con ello. Justo cuando este le miro, desvió la mirada, no podía dejar que viera esa expresión de tristeza en sus ojos, Jimin podría leerlo incluso con esa lejanía. En cambio, existían otros que ni siquiera disimulaban sus expresiones, como Hoseok. 

 

Podría jurar que Hoseok sentía algo por Sunghee, ¿Qué tal si la discusión de aquella vez fue justamente por eso? ¿Se le declaro? ¿Fue rechazado? Había algo en esa pareja que necesitaba averiguar con urgencia, no dejaría que jugaran con Jimin, aunque era peligroso incluso arriesgarse a hacerlo, dudaba que el reino de Baekje planeará algo en contra de su reino. ¿No? ¿Por qué hacerlo cuando eran aliados? Ambos debían estar unidos en contra de Gouryeo. 

 

El griterío y el festejo que existía en las afueras, le quito de sus pensamientos una vez más. Miro con rapidez al balcón, podía ver como algunas banderas se elevaban, de aquellas verticales que identificaban al reino, afirmadas solo por los soldados en armadura, era una simple varilla larga que dejaba en la punta de esta colgarla vertical bandera con el símbolo de Silla. Jimin mantenía su mano en la cintura de Sunghee, el tiempo que pasaron juntos fue lo necesario para hacerlos cercanos, sin duda era una actuación de aplaudir, lo cual le molestaba y bastante. Aunque había sido el quien dio la maldita idea de seguir con todo. ¿Cuándo aprendería a callarse la boca? 

 

Como toda celebración matrimonial, existía una fiesta luego de esta. El típico encuentro entre los príncipes, un baile típico del reino, con la banda a un lado tocando música folclórica típica del reino. Si, típico, típico, típico. El reino tenía una nueva princesa, por lo cual debía destacar todo lo que fuera Silla. El baile se trataba de una coreografía que todos debían ya conocer, una reverencia antes de acercarse a la princesa, la unión de las manos igualmente tenía sus movimientos estratégicos, y luego venía lo que se conocía como un vals dirigido por el hombre, pero donde se lograba lucir toda la belleza de la mujer, más aun de su vestido. 

 

 —¿Por qué la cara larga? 

 

Una voz a su lado le quito de sus pensamientos una vez más, era imposible no dejarse llevar por su imaginación, cuando cada movimiento que veía de Jimin lo llevaba a crear una novela completa en manuscrito. Resultaba ser que no podía dejar de imaginar mil historias de libro por culpa del maldito matrimonio. 

 

—No pasa nada. —Intento soltar una risa la cual era bastante falsa. 

 

—Eso no sonó nada creíble. —Río.

 

—¿Qué quieres que te diga?  No es nada divertido… —Confesó. 

 

—Bien, somos dos los que no soportamos esto. —Pronunció en el mismo tono de voz, una queja. 

 

—Si, ya lo imaginaba, no sabes disimular ¿Eh? —Se burló volteándose al contrario. — Pero tu sonrisa de ahora es bastante creíble. —Elevo su índice apenas un segundo señalando la boca de este. — ¿Qué te hizo cambiar de parecer? Tu princesa acaba de casarse. 

 

—¿Eh? —Soltó una nueva risa. — Claro que sí, es su deber. Los reinos se unieron, ¿Por qué no debía estar feliz? 

 

—Vaya, eres muy bueno actuando Hoseok. — Rio mientras asentía, necesitaba clases para aprender a actuar frente a los demás. —Deberías darme clases porque no puedo disimular lo aburrido que estoy. 

 

—Es nuestro trabajo, deberías estar acostumbrado, ¿No? —Hoseok tomo aire y soltó un suspiro pesado, estaba exactamente igual de frustrado que él. 

 

—No acostumbramos a estar en muchas celebraciones. —Volvió su mirada hasta la pista central con todas las parejas reunidas bailando. 

 

—¿Nos? —Repitió Hoseok en pregunta. 

 

— Si, Jimin y yo. —Aclaro de inmediato, sin miedo. 

 

—Oh cierto, olvido que son tan cercanos como la princesa y yo. —Rio leve. 

 

—Y aun no entiendo cómo puedes mantener la formalidad conmigo cuando sé que entre ustedes la relación es diferente. —Volvió a burlarse, no con malas intenciones, solo necesitaba un tema que evitara la creación de escenarios entre la nueva pareja. 

 

—¿Eh? —Dijo sorprendido Hoseok. 

 

—Lo es, ¿No? ¿Hobi? —Imitó la voz de la princesa antes de echar a reír una carcajada. 

 

—Shh…Suenas como ella. —Se quejó. 

 

—Era la idea. 

 

Ambos volvieron su mirada a sus príncipes manteniendo los brazos cruzados en su pecho. 

 

—Es difícil. Te entiendo. —Hoseok rompió el silencio. 

 

—Pasar la gran parte de mi vida con él y ahora verlo casarse. — Soltó en un tono molesto, bajo y sin ánimos. 

 

—Es extraño, deberías estar feliz, es como tu hermano. — Consultó el guardia de la princesa. 

 

—Ambos sabemos que no es un matrimonio con sentimiento. —Se encogió de hombros, esa era su excusa. — Me hubiera gustado que Jimin se casara por amor verdadero. 

 

—Suenas a esos libros viejos. —Esta vez, Hoseok se burló.

 

—Extraño, ¿No? Yo los odio. 

 

Hoseok volvió a reír. 

 

—Te entiendo. Aunque apenas llevo unos años con Hee. Ella es… —Tomo una pausa. —Como una hermana pequeña. 

 

—Hm... Lo entiendo. 

 

—Quizás se enamoren Jungkook, no sabemos eso. Son tan parecidos, vivieron lo mismo, se criaron de la misma forma. Es probable… ¿No lo crees? 

 

Trago en seco. ¿Por qué todos pensaban que ese matrimonio podía ser real? 

 

—Si, tienes razón. — Sentenció. 

 

 

¿Por qué Hoseok le hablaba justamente de los temas que quería olvidar? Le dolía imaginar que era así, el tipo tenía razón, era lo más probable no solo él lo imagino, sino que Hoseok también, era obvio, Jimin podría enamorarse de Sunghee, ambos serían felices y él… Solo tendría que aceptarlo. 

 

Su mirada siguió cada uno de los movimientos contrarios mientras su cuerpo favorito se movía en el salón. Como reía, como acercaba a Sunghee, como la levantaba, era doloroso. Pero, ¿Qué podía hacer? Separarlos solo pondría en riesgo su vida, ni siquiera culparían a Jimin, solo el sería el culpable de todo. La reverencia marco el final de la danza, Jimin pidió la mano de su mujer y la llevo con el hasta los tronos. Aquella fue su señal. Junto con Hoseok ambos con las manos en sus espadas como guardias reales, bajaron las escaleras y siguieron a sus príncipes. Cada uno se ubicó tras el trono correspondiente. Entonces, el gran baile comenzó.

 

Todos los invitados se acercaron al centro del salón, cada uno con su pareja y al ritmo de la música comenzaron una masiva danza. Tal cual lo inicio Jimin y su esposa, todos comenzaron aunque con un ritmo diferente, algo más alegre en comparación al vals que tocaron para el príncipe. Los próximos minutos se trataron de ver bailar a los invitados y que la nueva pareja saludara a diversos invitados que se acercaban a dar “la bendición” 

 

—Se ven muy felices juntos.  

 

—Muchas gracias—Respondió Sunghee. 

 

—¿Cuántas veces van ya que dicen eso?  —Pregunto Jimin a su mujer. 

 

—Hm…No lo sé. ¿Todos? 

 

Ambos rieron. 

 

Apenas llevaban… ¡Nada! De casados y parecía que tenían una conexión de años de conocerse, y a juzgar por la expresión de Hoseok tampoco estaba demasiado contento con aquella “amistad” 

 

No contabilizó el tiempo que paso lejos de Jimin y con ese lejos se refería a tener contacto entre sus cuerpos o sus bocas.  Pero ya lo necesitaba, aunque en realidad solo quería una muestra de la cual le asegurara que Jimin solo estaba actuando con Sunghee y que ninguna de las historias que creo su cabeza eran reales. 

 

—Jiminie. —Susurro al oído de este. 

 

Jimin giro su mirada de inmediato.

 

—¿Hm? 

 

—Tu corona.. Esta.. —¿Qué podía decir?. — Torcida. 

 

Termino acercándose al príncipe para tomar la corona y arreglarla. Ningún movimiento que acercará sus cuerpo ni nada por el estilo, pero si, logro acariciar sus cabellos. 

 

—Oh, gracias Jungkook. 

 

—Hm… 

 

¿Qué fue eso? ¡Fue el movimiento más estúpido que se le pudo ocurrir para tener nada más un contacto con él! ¿Es que Jimin no notaba que deseaba tenerlo en sus brazos? Una palabra, una mirada, una sonrisa que fuera para él, nada de actuar, eso necesitaba, su cabeza estaba tan llena que ni su imaginación podía controlar, solo mantenía la concentración en su corazón los latidos y lo bien que se sentía estar enamorado de ese príncipe. Confiaba en él.

 

Otros minutos más pasaron, se estaba desesperando. 

 

Cuando vio que Jimin tomo la mano de Sunghee para mantener una unión de ellos entre los tronos, termino tocando fondo. Esa fue la gota que derramo el vaso. Su paciencia, todo. ¡Actuación o no ese hombre era de él! ¡suficiente! 

 

Apretó su puño con fuerza intentando resistirse, pero no, no lo logro, se acercó a este y sus labios a su oído, cubrió con su mano la escena de su boca contra la oreja de Jimin, acostumbraban a realizar ese tipo de acciones, sobre todo sus guardias con sus príncipes, ya que entre ellos solo manejaban información clasificada. Pero para esa ocasión no fue por susurrar ciertas palabras, sino porque su boca tomo el lóbulo de su oreja y mordió este, lamio y succiono. 

 

—Ahora, le sueltas la mano y me sigues antes de que nos condene a ambos. —Susurro amenazante al finalizar. 

 

Volvió a su posición tras el trono de este. Jimin no demoró en  ponerse de pie y disculparse con su mujer para seguirle, un simple “Ahora vuelvo” y este se adelantó en el camino hasta la salida más cercana, como guardia personal, su deber era seguir lo en todo momento, pero tenía conocimiento más o menos de lo que este tenía en mente. Aun con las puertas cerradas no podían acercarse en absoluto, existían guardias en todos los pasillos por la cantidad de invitados, por ende la desesperación de Jungkook creció. ¡Necesitaban estar solos! ¡Ahora! 

 

—Mierda. —Se quejó. La empuñadura de su espada era la que más sufría. 

 

—Jungkook, espera. —Jimin intentó calmarlo. 

 

Pero no escucho. 

 

 

¡No podía más! 

 

El menor tomo la mano de Jimin y lo arrastró por un par de pasillos hasta la entrada a otro salón, una vez dentro se acercó a un librero. Era peligroso pero no le importo llevarse lejos al recién casado príncipe, todos sabían que estaba con el mejor guardia del reino, esperaba que no comenzaran a preocuparse justo en ese momento. En el castillo existían pasadizos por todos lados, muchos de ellos los conocía porque él se encargaba de inspeccionar ciertos lugares para poner a salvo a la familia real en caso de ataques enemigos, pocos conocían los escondites y uno de ellos estaba tras el librero, siquiera Chim los conocía, ya que esa sería otra forma de escapar para el príncipe.  Cuando lo corrió, aunque utilizo gran parte de sus fuerzas, no necesito tomar la muñeca de Jimin para meterlo ahí, este mismo se encargó de arrastrarlo y no solo eso, sino de atacar sus labios. 

 

Ese beso, era la sensación más tranquilizadora que podía tener. Lo tenía entre sus brazos, lejos de su maldita esposa, lejos de sus invitados, del reino, de todo el mundo. Él tenía al príncipe original, nada de actuaciones. Ese era su príncipe. 


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