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My King | Kookmin por MiRoApril

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Una mezcla de sentimientos entre el odio y la tristeza llevaron al moreno hasta su habitación arrastrando los pies, tomando su tiempo, paso por paso dejándose llevar en pensamientos, girando su mirada en el proceso, con esos enormes deseos de girarse y volver a esa habitación, interponerse, reclamar lo que era suyo, evitar que ocurriera todo lo que tenía que pasar.  Llegar a su habitación no fue la gran cosa, no fue diferente, de la misma forma se acercó hasta su cama tras cerrar la puerta espaldas a él, donde no hizo esfuerzo alguno en mover un solo musculo. Se dejó caer sobre la cama armado y todo, la costumbre de traer siempre su espada no le fue incomoda a la hora se estar boca arriba mirando nada más que el techo de su habitación. Tomar aire y soltar suspiros pesados se haría habitual para el resto de la noche, debería acostumbrarse a la pesadez que tenía su pecho, al dolor que estaba sintiendo, temor, rabia, envidia, una serie de pecados capitales perfectos para ser devorado por un demonio. 

 

 No era como si nadie conociera lo que ocurría tras un matrimonio, la noche de la boda era exactamente la que todos esperaban. Era una especie de marcar el territorio, porque sabían que ese terreno nadie lo había tocado ni descubierto antes, la iglesia había lavado el cerebro de los humanos, haciéndoles creer que una mujer de sangre real siempre debía de ser pura hasta el matrimonio y deberse a nadie más que a su esposo.  La hora de arrebatar la inocencia de la mujer para aquellas de sangre real. Comúnmente las pueblerinas jamás eran una opción para futura esposa del príncipe por esa razón, ante la pobreza del pueblo algunas utilizaban su cuerpo para generar ganancias, pero al fin y al cabo metían a todas en la misma bolsa, si una lo hacía el resto también, si era pueblerina, ninguna estaba pura y casta para un hombre de la realeza. En cambio, una princesa si podía elegir un esposo del pueblo, el hombre por derecho podía tener relaciones con quien se le diera la gana, eran el género superior, estaban por sobre las mujeres, ellos mandaban y creaban todo, más era casi imposible que un rey le diera la bendición a un pueblerino, ya que no generaba ganancias para el reino, si no había oro o joyas, la princesa era obligada a casarse por conveniencia. 

 

Odiaba las malditas leyes, ¡No tenían sentido!  Ellos mismos creaban las locas historias, rumores, leyendas, mitos, todo lo que recorría el pueblo, el maldito reino, todo lo que salía del castillo eran grandes historias de terror para el pueblo, sin contar por el dinero que les daban, la protección, todo lo demás le generaba al pueblo miedo, envidia, ¿Cómo no? Si ellos vivían entre monedas de oro mientras el resto no. Jimin lo sabía, el mismo vio todo cambio, todo era cuestión de perspectiva. ¿Qué estaba a los ojos de los demás? Las familias ricas, tras ellos iba bajando poco a poco la clase hasta llegar a la pobreza, ahí fue donde llego Chim, a hacer de las suyas. Lo que restaba a la pureza, le ponía de malas, porque era la misma realeza que ofrecía el dinero a las pueblerinas, la mejor forma de comprarlas, muchas de ellas eran contratadas por reyes o hombres de la realeza, duques, condes, y más, para nada más que volverlas…Como ellos les llamaban, damas de compañía. Podían llegar a ser hombres casados y con una dama, por ende dos familias. ¿Cómo no le iba a generar odio? El amor solo estaba en un lugar, a una persona. ¿Eso era lo que decía la iglesia? 

 

Su cabeza no podía dejar de pensar una y otra vez en el cuerpo desnudo de Jimin, pero no eran de aquellas imágenes que generaban ese cosquilleo en su parte baja, no se estaba excitando, su imaginación esta vez, que jamás se esperó sentir en realidad, era dolor al pasar el cuerpo desnudo de Jimin.  Se sentía molesto, irritado, frustrado, enojado, pero tras esa ira que no podía desahogar, se encontraban esas débiles emociones. Nadie más que Jimin le había visto llorar de la infancia, mucho menos tener una expresión triste, desanimada, nada podía delatar lo que el guardia personal sentía, debía ser una estatua más en ese castillo, inexpresivo, serio y listo para cualquier batalla que necesitara sus servicios.

 

Podría pasar mil veces sus manos por su rostro pero no quitaba esos pensamientos de su cabeza, era una tortura. Salir de su habitación no era la mejor idea, estaba seguro que terminaría en la puerta de los recién casados a asegurarse que Jimin no le estaba engañando. Era gracioso, puesto que al engaño que se refería no era al de sus palabras con ese ‘no te dejaré de amar’ sino porque se sentía engañado nada más con que este entregara su cuerpo a alguien más. Pero claro, el príncipe debía de una forma u otra tener sexo con su mujer,  no podía parecer ni asqueado, ni menos mostrarse celoso, Jimin tenía su mujer como él debía buscar una, más no le agradaba nada saber que el cuerpo que le pertenecía solo a él sería de alguien más. 

 

Al no poder conciliar el sueño se quedó despierto mirando otros minutos el techo, pero eran tantos pensamientos que aparecían en su cabeza que termino tomando sus cosas y con tomar sus cosas se refería nada más a un abrigo, no se había deshecho de ninguna de sus pertenencias, siquiera la espada cuando termino sobre la cama intentando dormir. Necesitaba aire, alejarse del castillo, pensar en algo diferente. Deseaba que el sol apareciera por esas montañas enseñándole que era el comienzo de un nuevo día, donde podía ver a Jimin, recibir explicaciones, o no, mejor no, no quería saber nada de esa noche, lo quería dar por olvidado. 

 

Pasar por la habitación matrimonial no era una opción, por ende prefirió dirigirse hasta la habitación del otro guardia real, simplemente para saber de él, quizás era la oportunidad de volverse cercanos, después de todo debían crear un escuadrón para la guerra, uno que no fallara en cuanto a los ataques sorpresa. La mejor forma de distraerse era comenzar a charlar, sobre el escuadrón, los entrenamientos, las divisiones, algo que no tuviera que ver con el tema de Jimin y la princesa, cualquier cosa, lo necesitaba. 

 

Toco la puerta un par de veces e ingreso luego de escuchar la positiva desde el interior, no se anunció ni pidió que lo hicieran, ignoro prácticamente a los otros soldados en la puerta de Hoseok, porque era bastante obvio que Sunghee dejaría a su caballero con una guardia mientras no se encontraba para cuidarle, y claro, Jimin respaldaría esta petición. Haría lo mismo por él, por ende lo aceptaba… 

 

—¿Cómo estás? —Pregunto sin más cerrando la puerta tras su cuerpo. 

 

—Bien, un poco adolorido pero nada de qué preocuparse. — Pronunció el contrario tomando la postura en la cama. 

 

—Hey, no hace falta, no te exijas. —Alzo su mano en señal de detención, no iba para que este terminara peor de lo que se encontraba. 

 

—Está bien…—Tomo una pausa. — ¿Qué te trae por aquí? Digo, es tarde, no esperaba recibir una visita a estas horas. 

 

—Cierto, disculpa si te desperté, es solo que… —Soltó un suspiro suave. — no puedo dormir. 

 

—Tranquilo, estaba despierto. —Hoseok desvió la mirada unos segundos por sus propias muecas y quejidos ante el dolor — Creo que somos dos en ese caso. — Volvió su mirada a  su invitado. — ¿Es por el ataque? 

 

—Hm… No. —Negó inmediatamente. — Estaba preparado para un ataque, ya sabes cómo es, siempre buscan esos momentos para atacar, son demasiado obvios. Sdemás Jimin tiene todo bajo control. 

 

—En ese caso, ambos estamos despiertos por la misma razón. —Rio suave el contrario. 

 

—¿Ah sí? ¿Cómo lo sabes? — Arqueo una ceja curioso por la respuesta. 

 

El moreno se acercó a la cama tomando asiento en la colcha con comodidad sin ser invitado, igualmente a Hoseok no le importo en absoluto, estaba cómodo en la cama manteniendo su cuerpo sin movimientos solo para evitar el dolor. 

 

—Es por los príncipes. ¿No? —Soltó de la nada. 

 

—¿Eh? 

 

—No te hagas Jungkook- shi. — Comento en una ligera sonrisa depresiva. —. Jimin-shi es tu amigo de la infancia, no me digas que no te preocupa cómo van las cosas. 

 

—Con el ‘Como van las cosas’ Te refieras a…

 

—Si, justamente a eso. — Interrumpió. 

 

—¿Por qué me preocuparía de eso? —Trago en seco. — Ya está casado, estoy feliz por él 

 

—No es eso Jungkook. — Negó. — Me refiero a que nuestros mejores amigos se han casado sin tener un sentimiento de por medio. Fue por conveniencia. 

 

Entonces, guardo silencio. 

 

¿Le estaba confirmando que Sunghee no sentía nada por Jimin?

 

 

 

 

 

 

 

 

—No sé cómo… ¿Cómo te gustaría que lo hiciera? 

 

Las telas en ese cuerpo se veían bastante bien, por no referirse de una forma pervertida a Sunghee, que claramente no quería hacer, no le nacía tratarla de esa forma, la chica era hermosa, podía tratarla con toda la delicadeza del mundo, pero en ese ambiente solo conseguiría que unas simples palabras como ‘Que linda eres’ sonaran más a un ‘Vamos a coger’. Si bien en su despedida de soltero las mujeres estaban más desnudas, la inocencia de la princesa le provocaba un tanto, pero no era excitación, sino vergüenza, pudor, miedo, nervios, una serie de emociones que iban lejos, muy lejos de sentirse caliente o preparado para hacerla suya como se le decía vulgarmente al tener sexo. 

 

Trago en seco del nerviosismo, definitivamente necesitaba un par de copas para tomar temperatura o más bien para quitar lo idiota que se sentía al no tener experiencia en el tema. ¿Cómo se suponía que debía tomarla? Temía el hacerle daño, no por ser un bruto que no podía controlar su cuerpo, sino porque no sabía si ocurriría o no una excitación en él, ¿Cómo penetrarla si no estaba erecto? Porque debía ser sincero, la mujer era hermosa, pero deseos sexuales no le provocaba en absoluto. La vergüenza que se llevaría por no tener una erección era aún peor, ¿Qué pensaría Sunghee si no se le paraba? ¿Si su pene no reaccionaba? Lo que menos deseaba que viera era su miembro con el aspecto de un champiñón triste caído. Por otro lado, no quería, definitivamente no estaba preparado para tener relaciones con alguien más, su cuerpo seguía perteneciendo a Jungkook, peor aún era el sentir aun sus últimas caricias en él. 

 

Sunghee no estaba mostrando piel en realidad, solo tenía su corset, brasier y una especie de pantalones muy anchos y sueltos que llegaban hasta las rodillas llamados zaragüelles. Había quitado todas las telas que le daban el volumen al vestido, de hecho se encontraban aún en ella, pero en el suelo rodeando su cuerpo, ese cuerpo tan delgado y delicado había estado cargando un peso bastante alto en telas, todo para darle un gran volumen a ese vestido. 

 

Estaba avergonzado, no sabía cómo tomar la situación o como acercarse a ella. Además de eso aun sosteniendo los cálices en sus manos solo demostraba lo nervioso que se sentía, en el mismo vino se veía el movimiento de sus manos por el ligero temblor. ¡Es que no sabía que hacer! 

 

—Sunghee…—Pronunció en un susurro acercándose a esta entregando la copa. 

 

Una vez que su mano estuvo vacía por el recibimiento de la contraria, tomo su mano y la alejo de las telas del vestido. Le ayudo a sentarse en la cama sintiéndose aún más avergonzado por tenerla en ropa interior frente a sus ojos y el aun no quitaba ni una sola prenda de su cuerpo. Era un engaño, no podía sentirlo diferente, una caricia, una mirada, era un engaño, su verdadera pareja no era ella, era su guardia personal.

 

—Somos amigos,  ¿No? —Tomo aire. — Tomémoslo poco a poco… 

 

Si, se había armado de valor solo para soltar esa frase con una ligera esperanza de retrasar lo que debía de pasar esa noche.

 

—¿Estas seguro? —Pregunto sin quitar la mirada de sus ojos. — Nos prepararon para esta noche Jimin.

 

—Lo sé. Pero nadie más está aquí con nosotros. Podemos hacerlo como se nos dé la gana. 

 

—¿No es lo que quieres? —Preguntó ella con una suave voz.

 

Negó. 

 

—Sinceramente, no. No quiero tomar algo preciado para ti por la fuerza. Tenemos tiempo aun. —Confesó.

 

La mujer bebió unos tragos de la copa de oro y volvió a mirarle. Por alguna razón creía que Sunghee no le estaba entendiendo sus palabras, esperaba que ella entendiera que no era necesario que terminaran en la cama teniendo sexo por la fuerza esa noche, era la primera de muchos días que debían vivir como pareja, ¿Por qué hacerlo la primera noche? 

 

—Todos esperan que en esta primera semana… 

 

—Lo sé. —Volvió a tomar aire tras interrumpirla. 

 

—En un tiempo tomarán los cálculos y quieren…

 

—Que sea fruto del amor, ¿No? —Interrumpió una vez más. Apretó sus labios.

 

Era normal para los reyes llamar a la primera semana como el proceso que tenían para el heredero de la pareja. Esperar no era opción, menos en una situación de guerra, necesitaban mantener la sangre en el reino, cambiar de familia real significaba que el pueblo podría perecer, no podría sembrar más el miedo, más de lo que existía no. El proceso por el cual debían pasar era nada más y nada menos que requerido por la iglesia. ‘El fruto del amor’ era como le apodaban al heredero, todo era cuestión de creencias y su pueblo no era la excepción a tanta mierda que habían inventado. Se habían encargado de estudiar los procesos por el cual pasaba la mujer antes de dar a luz, calcular los días, semanas y meses, si se heredero nacía de la primera semana de amor de la pareja, solo traía buenas noticias y ‘futuras riquezas’ al reino.

 

—Es por eso que escogieron esta semana, ¿No? —Preguntó sin darle rodeos al asunto. 

 

—Así es. No hay duda, si lo hacemos estaré embarazada. — La mujer volvió a beber hasta acabar la copa. — Los estudios están desde antes que te conociera, Baekje también quiere un heredero. Llevan dos años con esto…—Ella bufó.

 

—Entiendo. — Relamió sus labios. 

 

Tener que beber el vino con tantos pensamientos en su cabeza, decisiones que debía tomar con prisa. Sunghee fue sometida a investigaciones solo para obtener la mejor semana donde no había duda que podría concebir un hijo suyo, era el secreto de cada reino, se realizaba prácticamente desde que la princesa tenía su primer periodo. Para su mala suerte, necesitaba decidir pronto, era hacerlo y acabar de una vez con todo eso o aplazarlo y arriesgarse a ser juzgado por el reino. 

 

No estaba engañando a Jungkook, si tomaba a Sunghee, era parte de su acuerdo, ella era su esposa y tenía que tratarla como tal, aunque ambos sabían que más allá de una amistad no existiría. 

 

—Jimin, te soy sincera. Estoy nerviosa, pero es parte de nuestro trabajo, al menos, agradezco que no eres un príncipe como los que me presentaron. —Soltó una suave risa. — Me alegro de que seas mi esposo. Todos aquellos que me presentaron eran unos arrogantes que hablaban de riquezas y bueno, eran desagradables, solo hablaban de mi cuerpo, era obvio que no me darían elección siquiera para la noche del matrimonio. Era horrible… Pero tú, tú me trataste bien desde el primer día, además, tenemos tanto en común. 

 

Si antes se encontraba avergonzado en ese momento era aún más. Tomo la mano de Sunghee y la acarició con sus dedos, le tenía un gran cariño a la mujer, compartían un pasado que los unió en el presente, no dudaba que ese amor realmente hubiera sido real de no existir Jungkook, pero su destino ya estaba escrito y estaba seguro que el menor era todo lo que necesitaba para ser feliz, de eso no dudaba. Si le dieran a elegir por hacer feliz a ese pueblo, jamás cambiaría su presente, estaba seguro de lo que estaba viviendo.  Existió más de una oportunidad en la que hablaban el deseo de confesarle acerca de sus sentimientos por su guardia personal, pero temía la reacción de esta, ¿Dos hombres? Probablemente lo divulgará, se asustará, era contra la iglesia, podía ser considerado hasta un demonio o el mismísimo diablo. Más de una vez sintió la confianza en ella para confesarlo, pero el miedo jamás se pierde, era imposible. 

 

—Eso me hace sentir muy bien— Dijo en una suave risa. — También estoy agradecido de eso. No eres una completa extraña, contigo se puede hablar con tranquilidad, no eres como las demás, pero bueno, eso creó que ya te lo había dicho,  ¿No? 

 

Sunghee asintió. 

 

—No necesitamos hacerlo hoy sino quieres. —Habló con suavidad aun acariciando sus manos con delicadeza. — Podemos intentarlo, si te sientes incomoda me detendré, pero no es necesario hacerlo hoy. Tenemos toda la semana, ¿No? 

 

—Si, bueno…—Tomo aire y relamió sus labios. — Intentémoslo y salgamos pronto de esta. 

 

 

 

 

 

 

 

Jungkook por otro lado seguía sorprendido del rumbo que había tomado esa conversación. ¿Cuándo terminaron en ese tema? ¿Cómo fue que se dio esa charla? Él iba a hablar nada más el tema del escuadrón, a organizarlo, ¡A distraerse! Pero Hoseok tenía otros planes para su charla, y tal parecía que estaba igual de afectado que él. ¿Podía ser por lo mismo? ¿Ambos preocupados de sus príncipes? Para peor el no se encontraba así nada más porque era su mejor amigo, Jimin era su pareja. 

 

—Es eso, ¿No? —Dijo Hoseok. 

 

—Si, digo…—Tomo una pausa. — Jimin es mi mejor amigo, nos conocemos desde que nacimos y bueno…—Tomo aire y suspiro. — Hemos hecho todo juntos y aun así nos ven con la diferencia de rangos. Él es un príncipe y yo debo actuar como su guardia personal. 

 

—Actuar como su guardia personal. — Repitió las palabras esta vez acomodándose en la cama. — Es justamente lo que le digo a Hee. Los demás no ven lo que nosotros sentimos. Llevo tiempo sirviendo a Sunghee y la relación que tenemos ya no es de princesa y guardia personal. — Desvió la mirada. —  Es justamente como lo dices, amigos. Le tome un cariño especial…La cuido bastante ¿Sabes? 

 

—Me imagino que así es. —Realizó una mueca y bajo la mirada por unos segundos, comprendía bastante bien. —Jimin también me ha dado unos cuantos sustos que me hacen notar lo importante que es. Es que con todo esto de tener que ir por los pasillos en diferentes posiciones por la diferencia, olvido que una vez fue mi mejor amigo. Digo…—Volteo rápidamente la vista al contrario. — Es… Porque lo sigue siendo. No es que cambiáramos ni nada… 

 

—Tranquilo. — Soltó una risa leve. — Entiendo, es lo mismo con Hee.  ¿Alguna vez se ocultó de ti? —Rió. — Hee me jugo una broma, no sabes como quería asesinarla, fue terrible, la busque por todo el castillo para luego saber que estaba en mi habitación. 

 

No pudo evitar reír junto con Hoseok, esos anécdotas le recordaban los tiempos en los que Jimin salía más seguido del castillo como Chim, y aquella primera vez que le sorprendió al punto de querer armar una guerra entre los reinos porque Jimin se encontraba desaparecido. 

 

—Jimin es peor que eso. —Negó.

 

Entre tantas conversaciones, sin duda Hoseok y el tenían más en común de lo que esperaban, estaba sorprendido de eso, ya que existían años de diferencia en cuanto al trabajo, él lo hizo desde que nació prácticamente mientras el contrario llevaba unos cuantos años nada más como guardia, pero parecía que los sentimientos que tenían por sus príncipes era exactamente igual, no había mucha diferencia entre ellos mientras hablaban, de hecho podría decir con certeza que eran… Iguales.

 

Fue entre tanta charla que termino completamente dormido junto al cuerpo del contrario, ambos cansados y agotados, entre risas y buenos recuerdos, terminaron con los ojos cerrados en algún momento de la noche donde ya las palabras eran solo bostezos. No notaron cuando el tiempo paso y ambos estaban entre una pestañeada y otra aguantando el sueño hasta perderse por completo en sus sueños. Ni el sol ni mucho menos Hoseok le despertó, fue el golpear de la puerta que con suerte consiguió su cometido, sus ojos se abrieron lentamente para notar que era la pareja de recién casados frente a la puerta sorprendidos por encontrarlos a ambos en la misma cama descansando. La expresión de ambos era increíble, fingir una sonrisa no era lo suyo, lo daba por escrito.

 

—Buenos…Días. —Pronunció la princesa acercándose a su guardia personal.

 

—Si, buenos días. —Esta vez fue la voz de Jimin que se hizo presente en la habitación. 

 

—Buenos días. —Dijo en respuesta saliendo de la cama lo más rápido que había podido para ponerse de pie. 

 

Para su mala suerte, su ropa era la misma que el día anterior, no la había cambiado, por ende dejaba mucho que desear y más para la imaginación de su príncipe y convengamos que Jimin era muy imaginativo. 

 

La mirada de Jimin lo estaba quemando, sabía que eran sus celos presentes, pero no podía dar explicación alguna en una situación como esa, estaban otras dos personas presentes. Además, ¿Celos? ¿En serio? Él no era quien paso la noche con alguien más, ese cuerpo siempre debió ser de él, Sunghee no tenía por qué verlo, solo pensarlo le enfurecía. ¿Quién debía estar ahí furioso? ¡Él! No Jimin. Aunque uno cumplía con el deber y el otro, él en su caso, había hecho de las suyas con tal de pasar rápidamente la noche. 

 

—Con su permiso, majestad. Volveré en unos minutos. Me haría el favor de quedarse aquí hasta mi regreso. — Pronunció por lo bajo. No quería pensar, en nada, pero verlos juntos… 

 

—Jungkook…

 

—Volveré. —Si, estaba molesto. 

 

 

Volvió a su habitación donde tomo un baño rápido y cambio sus ropas. Ni el agua caliente, ni el tiempo que se tomó para pensar ayudaron, que no era demasiado en realidad, pero estar solo en el silencio hacía que cualquier momento apresurado fuera el más largo de la vida.  Debió demorar cerca de una hora quizás un poco más por tanto pensamiento que había tenido, ¿Y como no? Si se había molestado con Jimin por algo tan estúpido como verle la cara, recordar lo que pudo o no suceder en la noche,  ¿Podría no haber sucedido? ¿Tan bueno sería? Era imposible, Jimin tenía a su esposa y debía hacerla suya, sino, ¿Cómo demostrarle a la princesa que todo iba en serio? 

 

Cuando regreso, vio a la princesa con la mano sobre la mejilla de Hoseok, esta reía suavemente pero se vio obligada a retirar su mano cuando le vio su presencia. 

 

—Oh, eres tu Jungkook. —Dijo aliviada. 

 

—Están bien protegidos, no hay que temer. —Dijo apuntando a su espalda por los guardias que se encontraban en la entrada. 

 

—Si, solo nos sorprendiste. —Pronunció Sunghee acomodando parte de lo que creyó le trajeron las criadas para la limpieza de la herida del más alto. — Jimin hablo de verte en su oficina para arreglar las nuevas órdenes. 

 

—¿Eso dijo? —Se extraño. —Gracias. Con su permiso…—Se inclinó para realizar una leve venía en despedida. 

 

Volvió a retomar la postura de guardia personal, esta vez porque se trataba de la mujer de Jimin por ende no podía faltarle el respeto. Así salido de la habitación en una dirección, la oficina del príncipe. 

 

¿Por qué Jimin le citaría a su oficina? ¿Es que existía una reunión? De existir una reunión irían por el hasta su habitación, pero no fue así, por ende claramente la citación era especialmente para él. Por el rostro que había pegado en la mañana podía deducir unas cuantas cosas, la primera, estaba celoso, la segunda, era más cercano a su mujer y eso le molestaba bastante. Si eran más cercanos como para llegar de la mano y juntos a la revisión del guardia de la princesa solo quería decir una cosa. Tuvieron sexo tal como se los habían pedido. Era la tradición, no podía ir en contra de lo que ya estaba estipulado, el pueblo creía que era amor verdadero, por la cercanía de los príncipes pensaban que por primera vez el reino estaba en buenas manos. 

 

Los pensamientos de Jimin y de Sunghee estaban unidos, era claro que el reino estaba en buenas manos, los pensamientos no eran diferidos, tenían la misma visión del futuro para el reino, levantarían a todo el pueblo, serian uno, eso es lo que siempre deseo Jimin, por ende había creado a Chim, a quien extrañamente no le había visto salir hace mucho, podría incluso ser una sospecha si no le veían una vez más por el pueblo, ya que coincidía con el tiempo que Jimin el príncipe estuvo ocupado en el castillo. Aunque extrañamente alguien se dedicaría a estudiar los movimientos de Chim y Jimin. 

 

Toc-Toc, la puerta dio el aviso de su llegada. 

 

—Señor, su guardia real. — Le anunciaron.

 

—Adelante. —Grito desde el interior el príncipe. 

 

Con tan solo un pie dentro de la oficina Jimin le mostro su palma y apunto a sus guardias.

 

—Que se larguen, no los quiero tras la puerta. — Ordenó con esa inexpresión en su rostro.

 

La voz de Jimin sonaba tan seca, que no le fue dificultoso para los otros dos escuchar sus órdenes, de hecho cuando se volteó por protocolo debía repetir sus palabras. Estos realizaron una venia y se retiraron tras cerrar la puerta. Pudo escuchar los pasos en el pasillo desapareciendo. 

 

—¿Qué ocurre, señor? —Mantuvo la formalidad.

 

La mirada de Jimin se elevó de inmediato de su escritorio ante la formalidad que utilizo. La odiaba, lo sabía, pero, ¿Cómo debía de actuar si estaba molesto? Estaban solos, podían ser ellos mismos, más algo en él, esa molestia, esos recuerdos, sus pensamientos e imaginación le jugaban en contra. ¿Lo hicieron? ¿Sunghee entrego su cuerpo a Jimin? ¿Jimin ta no le pertenecía? 

 

—¿Y eso? ¿Qué te dije? —Soltó sin más.

 

—Lo siento, pensé que alguien más estaría aquí. —Se excusó. 

 

—¿Dónde? ¿Entre los libreros? ¿En el armario de documentos? —Jimin arqueo una ceja. Si, estaba molesto. — Si le pido a los guardias retirarse es obvio el asunto, Jungkook. —¿Lo era? 

 

Bien, estaba siendo regañado. Jimin aún no superaba los celos de la mañana. Pero, ¡Era Hoseok! ¡Por favor! No estaba interesado en él, debía de estar celoso él, porque había llegado esa mañana con su mujer, a quien seguro se la había cogido en la madrugada por el maldito protocolo de los reyes. ¿Cómo no pensar en algo diferente? Era molesto, dolía, no le gustaba nada. 

 

—Entonces, ¿Qué ocurre? —Soltó en una suave voz.

 

—Nada importante. — Tomo una pausa. — Para el reino. 

 

El mayor terminaba de acomodar los papeles sobre su escritorio mientras él mantenía la distancia en la puerta. La distancia entre ellos tampoco ayudaba, y es que ninguno se quería acercar al otro por lo obvio, ambos estaban molestos y no podían arreglar todo con nada más que roces y sexo, que en su caso no se quejaría, era justamente lo que quería, así le demostraría a Jimin que lo amaba con locura. 

 

—¿Qué hacías con Hoseok en la mañana? 

 

Directo, sin pensarlo dos veces. 

 

—¿Es por eso que te comportas así? —Preguntó de inmediato. 

 

Si lo pensaba bien, Jimin no tenía derecho a molestarse, ¿No? Él no era quien había tenido sexo con alguien más, solo paso la noche con el más alto hablando de sus vidas en el entrenamiento para guardia personal. Donde quedaron que su entrenamiento había sido el más forzado, después de todo su padre le entreno, el nombre de los Jeon no podía perderse. 

 

—¿Qué? ¿No debería? —Lo atacó. —Yo no desperté en otra cama. —Frunció el ceño sin quitarle la mirada de encima.

 

—¿Qué tiene que ver eso? Despertaste con una mujer a tu lado. —Esta vez, el fue quien ataco. ¡Estaba molesto! 

 

—Es mi esposa, claramente despertaría a mi lado. 

 

Y eso, le dolió. ¿Es que Jimin no estaba siendo consciente de lo que pronunciaba?

 

—¿Y yo no podía despertar a tu lado cuando eras mi amigo? ¿Por qué no puedo hacerlo con Hoseok? 

 

Jimin perdió la paciencia entre tantas palabras, golpeo con fuerza el escritorio sin elevar su mirada a los ojos del menor. Podía ver nada más sus cabellos cayendo por su rostro, aguantando lo que sea que fuera ese sentimiento, ira, enojo, tristeza, llanto. 

 

—¿Qué paso entre ustedes? —Dijo prácticamente en un susurro.

 

Lo comprendió. No eran solo celos, y es que podía haber despertado al lado de Hoseok, a Jimin no le importaría, era lo que en realidad el príncipe pensaba, más bien imaginaba. 

 

—¿Crees que te engañe? —Abrió sus ojos sorprendido dando dos pasos hacía él.

 

—¡Deja de responder con preguntas y responde de una vez! —Soltó Jimin aun con la mirada baja, no se había movido de su lugar, podía ver su cuerpo con un ligero temblor. Quería ir hasta él y abrazarlo, besarlo, decirle que lo amaba. 

 

—Ya veo porque pediste que se retiraran los guardias. No era precisamente por temor a escucharte gemir. 

 

—Jungkook. — Soltó en seco. 

 

—No. —Elevo su mano aun cuando este no estaba viendo sus acciones. — Te esperas y me escuchas o no resolveremos nunca esto. 

 

—Haces sonar como si yo tuviera la culpa de todo. — Jimin dejo el escritorio para terminar frente a este, recargo su espalda sobre la madera dejando su trasero sobre él, finalmente observando sus ojos. 

 

—Y claro que lo tienes. 

 

—¡Yo no tengo la culpa de nada! 

 

—¡Tu eres quien imagina cosas! 

 

—¡Yo no imagino nada! ¡Me estabas enga…! 

 

Justo a tiempo Jungook había logrado cubrir la boca del contrario con su diesta, si bien no existían guardias tras esa puerta, existían personas por todo el castillo, los gritos serian fácilmente escuchados. Jimin quito con fuerza la mano del moreno de su boca y lo empujo para mantener la distancia. Odiaba que lo callaran, pero no podía hacer algo diferente, si alguien lo viera estaría ya siendo ejecutado, una falta de respeto callar al príncipe y futuro rey, pero Jimin era su mejor amigo, su pareja, si no pretendía matarlos a ambos, necesitaba que guardará todo tipo de comentarios al respecto. 

 

—Aléjate, no te quiero cerca. —Se quejó como todo un niño mimado.  

 

—¿Ah no? ¿Ahora no me quieres cerca, no? —Hablo molesto. — ¿Qué? ¿Sunghee lo hace mejor? ¿Eh? 

 

Jungkook no tenía paciencia, nada en comparación a Jimin que debía soportar de un principio todo lo que no le agradaba de ser un príncipe. Lo peor de todo era que Jungkook era demasiado impulsivo cuando ya no quería darle vueltas al asunto, iria directamente al grano. Lo tomo de la cintura y lo atrajo a su cuerpo a la fuerza sin importarle que este estuviera forcejeando y golpeándole para que le soltara, Jimin no era débil, se estaba aguantando unos verdaderos golpes, pero a su lado, obviamente era el quien tenía más fuerza, ese cuerpo delgado no podía tener todos los músculos que él poseía. 

 

—Déjame idiota. — Se quejó ejerciendo fuerza para separarlo. —Me culpas de tener sexo con mi esposa y tu pasaste la noche con Hoseok. 

 

—¡Osh! —Frunció el ceño. ¿Es que no podía cagarla más? ¡Porque mierda le recordaba esa puta noche que paso con su esposa! ¿Qué quería? ¿Verlo muerto? Porque era capaz de salir de esa oficina a reclamar lo que era suyo. ¡Jimin!. — Y luego el idiota soy yo. Maldita sea Jimin—Sus manos rodearon el cuerpo ajeno acorralándolo perfectamente contra el escritorio. —Me viste despertar Jimin. —Comenzó con su voz seca, molesta, observando fijamente esos ojos, porque el mayor sabía que no mentía, solo debía ver a través de ellos. — Seguía con mi ropa, ¿O es que perdí algo en el camino a la cama de Hoseok? —

Preguntó apenas ladeando ligeramente su cabeza. — Si hubiera querido tocarlo al menos estaría sin pantalones o algo parecido, ¿No crees? Y no me van los tipos, lo sabes, no me gustan los hombres, no puedo ver a otro como te veo a ti por la misma mierda. ¿Cómo puedes estar pensando que te engaño? He sido fiel a ti mucho antes que notaras tus sentimientos. 

 

La mirada molesta del mayor poco a poco se fue perdiendo, desvaneciendo, pero la propia se mantenía firme contra la contraria, estaba molesto, enrabiado, ¿Cómo se le ocurría semejante estupidez? 

 

—¿Qué hacías con él? —Preguntó una vez más en voz baja.

 

—¿Qué crees? ¡Distraerme! —Recalcó. — ¿Qué más podría hacer? Estaba pensando en ti, en lo que estabas haciendo con Sunghee, temiendo que te gustara más el sexo con una mujer  y me dejaras por ella. Que probablemente te enamoraras de ella cuando finalmente perdieran el pudor. ¡No lo sé! El único disponible para distraerme era Hoseok. El temía que dañaras a Sunghee, ya sabes… Una primera vez es muy importante para una princesa y… Bien. —Tomo aire y suspiro. — Hoseok es el mejor amigo de Sunghee, estaba preocupado.

 

—¿No pasó nada entre ustedes?  ¿No te gusta? —Insistió.

 

—¿Por qué crees que me gustaría? No porque me gustes tú me gustarán todos los hombres Jimin. Eres al único que amo. 

 

—Yo.. —Relamió sus labios. — Lo siento… Es que, no creí que verte ahí me afectara tanto. Ustedes tienen tanto en común que, creí que podrías llegar a sentir algo por Hoseok. 

 

—Oh… ¿Ahora me entiendes? —Bufó. — No es fácil, ¿No? No es lindo, para nada. —negó. —Es difícil que el otro tenga una vida paralela con alguien más ¿Eh? 

 

—Bien, tu ganas. 

 

—No se trata de ganar o perder. — Jungkook tomo la barbilla de Jimin para lograr ver sus ojos. — ¿Me crees? Nada paso, solo te amo a ti.

 

Jimin asintió. 

 

—Bésame…—Pidió el mayor tomando el rostro de Jungkook desde su nuca rodeando su cuello con ambos brazos. 

 

—No. —Pronunció el menor ubicando su mano sobre los labios ajenos ante la cercanía. 

 

—¿Por qué? —Jimin se sorprendió, más que eso, temió por lo que podía ocurrir. 

 

—No sabes cómo me sentí anoche. No creo que pueda soportar la idea de que estas con alguien más Jimin. 

 

—¿Vas a dejarme? —Tan directo como siempre y con esa expresión de dolor que podía leer hasta más allá de sus ojos.

 

—Eso dolería aún más. —Negó. — No te dejaré, solo no quiero saber cuándo tú y Sunghee lo hagan. Por favor… Ni una sola palabra, prefiero hacerme la idea de que puede ocurrir en cualquier momento a estar pendiente. —Tomo aire. — Tampoco si te gusta o no, ni un solo comentario, ¿Si? 

 

—Jungkook…—Susurro. 

 

—Promételo, por favor. — Interrumpió.

 

—Lo prometo. —Dijo acariciando el rostro del menor con delicadeza. 

 

—Gracias… 

 

Una simple conexión de sus miradas podían decir mucho. 

 

Sin duda le dolía el hecho de saber que estaba compartiendo a quien amaba, pero no podía hacer más, su relación estaba prohibida, no pretendía terminar en la ahorca y dejar a Jimin con tanto sufrimiento, aunque estaba seguro que este podría suicidarse de la torre más alta del castillo, no sonaba a una buena historia para contar luego acerca del reino. Mientras tuviera la oportunidad de disfrutarlo…

 

 

—Jungkook... —Susurro una vez más. — Dije que teníamos una larga reunión. —Confesó.

 

—¿Es sobre el ataque? 

 

—Es una mentira…—Dijo en una voz delicadamente sensual. 

 

—¿Por eso organizabas el escritorio? — Soltó tomando la cintura del contrario atrayéndole a su cuerpo. 

 

—No precisamente…

 

—Me alegro, porque de todos modos lo vamos a desordenar. —Sonrió ligeramente. 

 

—Podemos fingir una pelea…—Susurro sobre los labios del menor.

 

—Mientras tus gemidos suenen como quejas—Comentó observando perdidamente esos ojos. —Será creíble. 

 

Podía doler, pero esa era su triste realidad. Estar alejados por no solo sus etiquetas reales, sino por sus géneros, ser dos hombres contra una iglesia que dominaba al mundo.

 

—Hazme tuyo..

 

—Tú ya eres mío. 

 


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