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My King | Kookmin por MiRoApril

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No podía ser un peor día. Lleno de emociones, altos y bajos, más bajos que altos pero con altos perfectos. ¿Cómo explicarlos? Lo único bueno que le había pasado ese día era finalmente dejar salir todo lo que sentía. Si bien estaba confundido, ya que sentir amor por un hombre no lo creyó jamás, pero se trataba de su Jungkook, no era que no lo considerara hombre, sino que… Si, era todo un gran enredo que ni el mismo podía explicar. Amaba a Jungkook, no había otra forma de decirlo,  si en un principio el sentimiento era confundido por uno que podía tenerle a un hermano, aunque no negaría que el sentimiento existió, claro, cuando eran pequeños, actualmente el sentimiento no se sentía de igual forma, era diferente, desear a su “hermano” no era lo correcto, peor aún era el deseo a un hombre, incorrecto, pero no podía decir no a un sentimiento que estuvo creciendo junto con él. 

 

Solo necesitaba escuchar de la boca del menor lo que tanto deseaba, aunque era clara la respuesta desde que este lo beso sorpresivamente, pero escucharlo era diferente, necesitaba esa calma en su corazón. No sabía que haría de escucharlo finalmente, probablemente una locura como el desear una vez más el escapar junto con el menor, quizás algo diferente, aunque le avergonzaba un poco pensar en aquel deseo carnal, podía ser extraño desear a un hombre de esa forma, lo era, pero su cuerpo tomaba temperatura de solo imaginarlo. 

 

Era demasiado bueno para ser  cierto.

 

 No podía ser una escena que durara más de unos segundos, la sonrisa se desvaneció de sus labios. Era cierto. Había tenido la ligera esperanza de ser un veneno curable, que en realidad no existía la cura para ningún veneno, aun así la esperanza estaba en los médicos, pues  tenían a los mejores, ¿Cómo sería posible que no curaran algo como eso? No era magia negra ni nada parecido, ¿Por qué no podrían salvarlo? Pero era tarde, el rey estaba muerto y su nuevo futuro apenas comenzaba. 

 

El reino se vestía de negro. No se escuchaba ruido alguno en ningún rincón del castillo, ni siquiera las aves emitían sonido, era silencio, un molesto silencio. Seguía viendo su cuerpo frente al espejo, como las criadas se encargaban de arreglar su traje para la ceremonia de su padre. Su rostro si bien mostraba tristeza, también mostraba preocupación. Dos días habían pasado en los que estar cerca de Jungkook era imposible, él estaba encargado de los soldados, organizar la protección del castillo ante el ingreso del pueblo, mientras él estaba de un lado a otro firmando documentos y mostrándose como debería ser un verdadero príncipe, tomando en serio su cargo. Tiempo no habían tenido, con suerte lograron cruzar sus miradas, dedicarse una corta sonrisa, ya que las emociones en el castillo abrumaban su felicidad. No quería decir que no sintiera la pérdida de su padre, pero ya lo había explicado, mucha relación no tenían, recuerdos de la niñez existían, pero, ¿Y en la actualidad? Mucho dolor no sentía la verdad, él se quebraba por ver mal a su madre, ella era quien importaba.

 

El rey ya se encontraba bajo tierra, todo el pueblo lamento la pérdida de un Park, sintieron la perdida con fuerza. Se había ido poco antes de la llegada de la princesa de Baekje, para su mala suerte no pudo librarse de su trabajo, esa era la razón por la cual no estaba cerca de su guardia personal. Era el líder de escuadrón, todo lo que fuera seguridad recaía en él.

 

—Esta listo señor—Pronunció una de las criadas. 

 

—Gracias. —Dejo salir poco antes de soltar un suspiro suave.

 

—La reina espera por usted para el inicio de la ceremonia. 

 

—Bien. —Tomo aire y volvió a suspirar.— Quiero estar solo por unos segundos. —Ordenó.

 

—Claro su majestad. 

 

Las mujeres dejaron la habitación una por una hasta cerrar por completo las puertas. No podía dejar de ver su reflejo, sus ropas eran las más formales, luego de esos días vivir una gran pérdida, finalmente llegaba la princesa al reino y no solo debía recibirla, sino que existía una ceremonia de bienvenida, donde un hola no bastaba para conocer por completo a la mujer y aun así el anunció de su matrimonio se realizaría. 

 

Su madre podía mostrarse como una fuerte mujer, sin derramar lágrimas frente a  los empleados, ella seguía viviendo una gran pérdida, un ser amado, su pareja,  el amor de su vida. A diferencia de él, su padre se enamoró perdidamente de su esposa, la reina era parte de la realeza, pero no de un linaje directo, sino que se trataba de una condesa. Se conocieron en un baile real por el cumpleaños del príncipe, fue cuando se enamoraron, amor a primera vista. La familia de la condesa la llevo a trabajar al reino pasando la mayor parte del tiempo con el príncipe. Su padre no necesitaba una princesa, podía desposar a cualquier mujer de sangre real, al igual que él, pero no se encontraba con una gran pérdida como la llevaba él. Por la muerte de su padre, se veía obligado a contraer matrimonio, dirigir un reino solo no estaba en las reglas. Para asumir el trono necesitaba una esposa. 

 

El anunció con trompetas le saco de sus pensamientos. El sonido anunciaba la  llegada de la mujer al reino. Sin muchos ánimos, se acercó a la ventana, podía ver como el carruaje ingresaba siendo escoltado con unos cuantos guardias del reino ajeno, Baejke. En las escaleras principales, se encontraba su madre, moviendo su cabeza de un lado a otro buscando a su hijo, a él. Podía ver como las criadas se dirigían una vez más al interior, seguramente en su búsqueda, pero no deseaba salir. 

 

Ahí se encontraba el menor, dirigiendo una vez más a los soltados. Se acercó hasta el carruaje y fue él quien abrió la puerta. No estaba interesado en la belleza de la mujer, ni en las riquezas que vendrían de unir sus reinos, solo se fijó en los sonriente que estaba al tomar la mano de su guardia y que este le ayudará a bajar. Odiaba la amabilidad del menor, esa sonrisa que tenía en sus labios en todo momento al ejercer su puesto. La mujer toda encantadora hacía reverencias mientras aun sostenía la mano del menor, sus ánimos se perdieron aún más al ver como la guiaba hasta su madre, podía imaginar lo que salía de sus labios con esas risitas tontas de la fémina.

 

—¡Señor! ¡La reina espera por usted! —Escucho tras él. 

 

Pero no contesto.

 

—¡Su majestad! ¡Príncipe Jimin!

 

Y no contesto. 

 

Se mantuvo en la ventana mirando nada más como la tipa le sonreía a su guardia, si era suyo y le molestaba cada segundo que pasaba está a su lado. 

 

El ruido de las puertas abriéndose más el sonido de las espadas saliendo de su protector, pero él no se inmuto si quiera en girarse. Podía sentir las miradas en su espalda, los pasos acercándose a él, unos finos, una criada, lo supo al girar su mirada para encontrarse con la mujer que toco su hombro. 

 

—Señor… Esperan por usted.—Dijo la mujer más calmada, a diferencia de quien le llamo anteriormente.

 

—Lo sé. —Respondió en seco.

 

—¿Debería escoltarlo? 

 

—No. —Pronunció en una voz suave. 

 

Salió de su habitación caminando tranquilamente, aun sentía las miradas en él, nadie lograba entender lo que sentía, ni el mismo podía describirlo, era una mezcla de dolor, celos, tristeza y una infinidad que seguramente no sabía cómo llamarle a aquellas sensaciones. 

 

Si creían que se dirigía a cumplir con su deber, estaban equivocados, iba en una dirección completamente opuesta, un lugar donde no le encontraría nadie que no deseará que lo buscará, por lo que era obvio que deseaba. Nadie lo encontraría ahí, era un lugar casi prohibido para él, no le importaba. Al ingresar a la habitación se deshizo de su abrigo y lo tiro sin importarle donde cayera. Avanzo hasta dar con la cama, subió a esta y hundió su cabeza contra la almohada, ese aroma tan embriagador, no pudo evitar perderse en el exquisito aroma que provenía de esa almohada, se abrazó a ella y cerro sus ojos, se sentía cansado psicológicamente, solo esperaría que fuera por él, nadie más que una persona podría encontrarlo ahí, ya que el príncipe no podía ingresar a esos lugares del castillo, lo tenía prohibido simplemente por tratarse de las habitaciones de otra parte de la realeza, así es, los guerreros Jeon.  

 

 

 

 

—Como reina de Silla te doy la completa bienvenida al reino, princesa Sunghee. —La voz de la reina se escuchó resonando en su gran anunció. 

 

—Muchas gracias su majestad, es todo un honor visitar el reino de Silla. —La princesa tomo las telas de su vestido, como toda acción real, ella se inclinó levemente sobre sus piernas, pues las mujeres tenían otra forma de saludar a diferencia de los hombres. 

 

—Rogamos que perdones a nuestro príncipe, no ha tomado muy bien la muerte de su padre, por ahora…—La mujer tomo una pausa. — No podrá acompañarnos. Pero prometo que estará listo para la ceremonia de esta tarde. 

 

—Claro, no hay problema. —Sonrió gustosa la princesa. — Puedo entender su perdida. Mis condolencias por el Rey. Tengo unos obsequios del reino de Baekje en su nombre. 

 

—Yo me encargaré de eso. — Pronunció Jungkook observando a su reina. 

 

—Princesa…—Nuevamente pauso la mujer. — Él es Jeon Jungkook, guardia personal del príncipe.

 

—Es un gusto, Jungkook. —La mujer se inclinó. 

 

—Es un honor. — Realizó una venía. 

 

—Bien. —La reina unió sus palmas. —  Mis doncellas te mostraran tu habitación y parte del castillo. 

 

Las criadas tomaron los brazos de la princesa e ingresaron con esta seguida de su guardia personal, un hombre que no abrió la boca más que solo para dar el cordial saludo a la reina. Los siguió a ambos con la mirada puesto que la mujer no avanzaba de no ver al hombre caminando a sus espaldas, le recordaba a Jimin cuando se preocupaba de que el siguiera sus pasos, de lo contrario el príncipe no asistía a sus clases. 

 

—Jungkook... —La reina le llamo obligándolo a salir de sus pensamientos. 

 

—Si su majestad. —Respondió con formalidad. 

 

—Te pediré que dejes a alguien más a cargo de las entregas de Baekje. 

 

—¿La razón su alteza? —Preguntó extrañado.

 

—Ve con Jimin y convéncelo de venir a la ceremonia. —La reina conocía demasiado bien a su hijo. Sabía que no se presentó por cuenta propia y que no estaba interesado en aparecerse en todo el día. Por Jimin, podría perderse en el pueblo siendo Chim.

 

—Hm… Piensa que no aparecerá, ¿No? 

 

La mujer asintió.

 

—Me dieron el aviso de que estaba preparado para bajar, pero aun así no lo hizo. 

 

—Mi señora. —Pronunció una de las criadas realizando el gesto correspondiente para anunciarse.—El príncipe dejo la habitación para venir aquí, pero al parecer tomo otro camino. 

 

—¿Dónde está? —Preguntó la reina con esa expresión de “Sabia que esto iba a ocurrir” 

 

—No lo sabemos… 

 

 

Era su culpa por dejar a Jimin solo esos días. Tenía la oportunidad de visitarlo, permanecer a su lado, las noches fácilmente podrían pasarlas juntos, pero no, el prefirió tomar la distancia por el asunto del matrimonio y el rey fallecido. Aunque era claro que no había tomado distancia por ello, sino que era por todo lo que sentía, sabía que luego del matrimonio todo se complicaría, sus noches con Jimin se acabarían, además de eso, le afectaba bastante el entregar a otras manos a quien realmente amaba. 

 

Dio la última mirada a la reina y sin pedir su permiso o algo parecido salió corriendo al interior del castillo. Odiaba pensar que Jimin una vez más se convirtió en Chim para ir lejos de sus problemas, no quería que este estuviera solo, no cuando habían existido ataques de Gouryeo. ¿Qué tal si le pasaba algo? El matrimonio era una cosa, pero perderlo, jamás dejaría que algo así pasara, prefería morir antes que perder a Jimin, seguramente así sería, entregaría su vida si no lo tenía con él, ya que…¿A quien  más tenía en esa vida? Ni una sola mujer había logrado tocar su corazón, si bien debía continuar con su vida, existían personas que podían acercarse a él, mientras más lo pensaba menos creía entregar lo que era de Jimin a alguien más, su corazón. 

 

 

 

 

Sus ojos se abrieron lentamente, había dormido más de lo que esperaba, tal parecía que cuando su cuerpo era consumido por tantas emociones, se dejaba llevar y el sueño lo atacaba, era mejor estar en ese mundo que en el actual. Mantuvo su mirada en la nada, no quería moverse de ahí, faltaban apenas un par de horas para que el sol se perdiera por completo en las colinas. No se preocupó por la ceremonia, no sabía que pasaba con ella, si se llevó o no acabo, no podían hacerlo sin él, ¿Quién saldría a anunciar el matrimonio? No podía salir solo la princesa a dar la cara al pueblo, tenían que ser ambos, dos extraños que se comprometían al verse por primera vez. 

 

Soltó un suspiro pesado ocultando su rostro en la almohada, no quería salir, no quería ser encontrado. Era la primera vez que estaba en la habitación de Jungkook, claro que de niño ese lugar era más que aventurado, con la madurez y sus lecciones perdió la rutina hasta que le prohibieron el ingreso por rumores que crearon los empleados. Un príncipe en la torre de los Jeon, era un tema bastante complicado, ya que la realeza pura siempre se mantenía al otro lado del castillo. Dudaba que lo encontraran en ese lugar, solo uno podía hacerlo. 

 

Cuando escucho la puerta abrirse, no salió de su escondite, solo podía tratarse de una persona. La puerta se cerró y los pasos se acercaron a él lentamente, sintió el peso a su lado y luego unos brazos rodear su cuerpo. El contacto repentino lo sorprendió, se separó de la almohada para ver el rostro del menor. Ahí estaba Jungkook hundiendo su rostro contra su espalda, apenas lograba verlo, si sus manos, las cuales estaban tomando las telas de su ropa con fuerza entre sus dedos. 

 

—J-Jungkook…—Lo llamo en un susurro.

 

—Eres un idiota. —Soltó el menor.

 

—¿Eh? —Jungkook lo había insultado, luego de siempre llevar formalidad al menos al iniciar la conversación.

 

—¿Por qué no me dices dónde vas? ¿Sabes lo mucho que te he buscado? —Su voz sonó apagada.

 

—Creí que era obvio…

 

—Después de todas sus huidas al pueblo, no. No es obvio Jimin. —Se quejó. — Todo el mundo te está buscando. Pero que importa, nadie te busca como yo, es desesperante, idiota. ¿Sabes cuánto me preocupe?

 

—Y-Yo…—Su voz se quebraba, no podía ver esa expresión de preocupación ni menos escuchar al menor con ese tono de voz. — No quise preocuparte. Solo quería estar lejos de todo y estar contigo. 

 

Su voz sonaba apagada mientras que Jungkook no quería apartar su rostro de su espalda, seguía manteniendo su nariz apegada a él, podía sentir como el aliento caliente del menor chocaba con la tela de su espalda, ya que esta se calentaba cada vez que recibía las palabras del menor. 

 

—¿Conmigo? —Se separó. — ¿Huir es estar conmigo? Ni siquiera estabas cerca de mí. 

 

—Si lo estoy. 

 

—Yo estaba abajo Jimin, recibiendo a la maldita princesa. — Se quejó viendo los ojos del príncipe. 

 

Jimin se giró apoyándose en sus codos sin quitar la mirada del menor, podía ver en los ojos ajenos ese color rojizo. Jungkook había estado aguantando lágrimas, todo era su culpa. 

 

—Es tu habitación. — Dijo despacio. —Todo huele a ti. 

 

—Si realmente querías estar conmigo debiste ir a cumplir tu trabajo. 

 

—¿Para qué? —Se quejó. — ¿Para ver como esa princesa se hacía la linda contigo? —Si, ahí estaban sus celos otra vez. —Vi cómo te hacía ojitos de muñeca. 

 

—¿Así que lo viste? 

 

—Claro. —Volvió a tomar la almohada, era todo un niño encaprichado — Y tú estabas sonriente…

 

—No puedo…

 

—No digas nada. —Interrumpió. — Ya lo vi. —Dijo celoso.

 

—Eres un idiota. 

 

—Te cortarán la cabeza si te escuchan insultándome. —Se excusó ocultando su rostro en la almohada. 

 

—Prefiero morir. —Confesó.

 

—¿Eh? —Se separó rápidamente para ver al menor. — ¿Por qué? ¡No! 

 

—Es linda Jimin. — Dijo seco.

 

Esas palabras… Dolieron. Muchísimo.

 

—¿Linda? ¿La princesa? Ah.. — Bajo el tono, estaba desanimado, dolido. — ¿Te gusta? —Preguntó con miedo.

 

Jungkook negó. 

 

Entonces, ¿Por qué jugaba de esa forma con sus emociones? Ese latido fue una ligera esperanza para él.

 

—¿Por qué la adulas entonces? —Pregunto sin cambiar ese tono de voz. ¡Dolía! Y Jungkook solo jugaba dándole más dolor.

 

—Porque tengo miedo a que te haga feliz. —Admitió el menor.

 

No entendía como era que Jungkook tan solo con palabras lograra que su corazón latiera de esa forma. Era un cambio demasiado drástico para las emociones que había sentido recientemente, paso de un intenso dolor a sentir como ese órgano pretendía salir de su pecho en latidos. Sus miradas se conectaron por unos cuantos segundos, se dedicó nada más a respirar y a dejar que su corazón se tranquilizara pero era imposible. 

 

—¿No…No deberías desearme felicidad? —Preguntó rompiendo el silencio.

 

—Si. — Susurro el menor. — Pero eso quiero hacerlo yo. 

 

—J-Jungkook…

 

—Te amo Jimin. —Las suaves palabras de Jungkook, finalmente habían llegado.

 

Trago en seco, solo sintió su corazón volverse loco al igual que su cuerpo. Una corriente recorrió su cuerpo moviéndolo por sí solo, toda esa fuerza la había sacado de ese cosquilleo que llenaba su cuerpo. Sus brazos rodearon el cuello ajeno mientras que su boca busco con desesperación los labios contrarios. 

 

Finalmente había escuchado lo que tanto deseaba de esos labios, aquellos que en ese momento no solo besaba con deseo, sino con pasión. No perdió el tiempo en una simple conexión, dejo que sus labios se movieran buscando aquel sabor dulce de los labios del menor, sus dedos se perdieron en los cabellos ajenos, dejo que sus yemas acariciaran ese cuero cabelludo, mientras sentía las manos del menor tomar su cintura y acomodarlo en la cama. El cuerpo de este le dio calor al ubicarse sobre él, una vez más ambos tomaban temperatura. 

 

Nada podía importarle en ese momento más que el contacto con Jungkook. Necesitaba deshacerse de esas molestas telas, quería marcar la espalda tonificada del menor con sus uñas, sentir los labios de este por su piel, el roce de sus erecciones, y aunque sonará extraño… Quería sentir al menor en su interior. Así era, le excitaba demasiado pensar en Jungkook penetrándolo. 

 

—Agh… Jungkook... Por favor…—Pidió entre gemidos mientras se removía como todo un felino bajo el cuerpo contrario, necesitaba más fricción entre sus cuerpos. 

 

—Jimin…—Dijo con la voz agitada. — No podemos… Hoy no…

 

—Ah…¿Por qué no? —Gimió sobre su boca. —¿No me amas? 

 

El menor se separó apoyando ambas manos a los lados de su cabeza. Podía ver perfectamente como los labios de este estaban hinchados de aquellos besos que habían compartido. 

 

—Tenemos que ir a la ceremonia. —Le recordó.

 

—No. —Se negó inmediatamente. —No quiero ir. Me niego. 

 

Jimin empujo el pecho del menor buscado salir del lugar, quería huir una vez más, pero Jungkook le detuvo tomando sus muñecas, acorralándolo definitivamente contra la cama. Una escena de lo más erótica. No quería tocarlo pero ahí estaba, acorralándolo contra la cama, manteniendo sus cuerpos unidos.

 

—¿Sabes que nos pasará si alguien se entera de esto? 

 

Jimin se detuvo. 

 

—Soy el príncipe. No pueden matarme. —Aclaró.

 

—¿Irás contra la religión? — Tomo una pausa. — Sabes bien lo que pasará si el pueblo no te acepta. 

 

—Pero soy su príncipe. —Volvió a insistir.

 

—No siempre lo serás…

 

Jimin se giró rápidamente hasta el menor para ver sus ojos con los propios cristalizados. ¿Por qué? ¿Por qué todo tenía que ser tan complicado? Con apenas unas palabras, Jungkook había revuelto todo en su interior, la confusión nunca estuvo por sus sentimientos, la confusión que tenía era por no saber qué hacer en realidad. Lo amaba tanto como para no dejarlo ir, era tan egoísta para evitar que Jungkook encontrara una buena esposa, lo había marcado inconscientemente como suyo en una simple orden. Y ahora él tenía que desposar a una princesa que no le interesaba en lo absoluto. Se alejaría del menor, tendría que irse de esa habitación por otra compartida, no tendrían tiempo solos, no podría ordenarle a Jungkook que se quedara a dormir con él, porque la cama estaría ocupada.

 

—No quiero Yunho—Dijo en un sollozo. — No quiero casarme con ella. No la amo. Esto no tiene sentido…

 

—Lo sé. — Dijo el menor con esa voz suave que intentaba calmarlo.

 

—No me obligues…Por favor…

 

—No te estoy obligando. —Negó.

 

—Bien…—Soltó un suspiro. Tenía decidido no ir a ver a esa mujer. 

 

—Te lo estoy pidiendo. —Soltó esta vez Jungkook.

 

—¿Eh? 

 

El menor se puso de pie, bajo de la cama luego de soltar a Jimin y camino  hasta él lentamente. Tomo su tiempo para dejar que el príncipe pensará en la importancia de sus palabras y que no estaba jugando con ellas. 

 

—Jimin, siempre seré tuyo. Estés casado o no. —Tomo el rostro del príncipe entre sus manos. —No pongas en peligro tu vida. Por favor… — Acaricio sus mejillas. —Te amo. Te amo muchísimo… Si nos descubren nos mataran a ambos. 

 

—Jungkook…

 

—Soy tu guardia personal, casado o no. Te seguiré a todos lados, siempre. 

 

—Significa que… ¿Dejaras que esa mujer me toque? —Tomo una pausa. — Entiendes, ¿No? 

 

—No pongas imágenes en mi cabeza que hacen que me arrepienta de lo que estoy diciendo. —El menor apretó sus labios frustrados, acostumbraba a mover su lengua en el interior de su boca cuando algo no le agradaba.

 

—Pero es la verdad…—Jimin insistió.

 

—Tenemos que arriesgar un poco para ganar. 

 

—No quiero Jungkook. —Volvió a soltar decidido.

 

—Pasarán semanas para la boda, podemos aprovecharlas y hablar bien de todo esto, ¿Si?... —Sabía lo que Jungkook hacía, era el único que podía convencerlo de hacer lo que más odiaba. —Pero ahora, vamos. Debes cumplir con tu deber y yo con el mío. 

 

 

Sus labios aún tenían el sabor de los ajenos, ese sabor dulce de los labios de Jungkook eran su completa perdición. Aun sentía su cuerpo reaccionar teniéndolo cerca, la temperatura no había bajado después de aquellos besos, incluyendo aquellos que compartieron poco antes de salir de su cuarto. Adoraba cuando este lo tomaba por la cintura para acercarlo a su cuerpo, no le importaba que este lo tratará como una mujer, porque sabía que no lo era, y estaba consciente que Jungkook lo veía como un hombre, después de todo, era el único con el cual luchaba hasta cansarse sin vencerlo como a los demás. Todo lo que sabía era gracias al menor, era tan bueno como él, el único que le daba batalla al gran líder de los soldados era el príncipe. 

 

Todos los empleados estaban en filas apoyados contra las paredes, inclinándose mientras avanzaba cada vez más hasta la salida al gran balcón del castillo. Mientras más se acercaba más lograba ver a la princesa, a su lado quien parecía ser su guardia del mismo nivel que Jungkook, en rango, puesto que dudaba que fuera tan bueno como el menor con la espada. Su saludo a la mujer solo fue una venía, tomo su mano y ambos se acercaron poco a poco hasta el balcón. Los gritos y aplausos comenzaron apenas asomo su rostro a su pueblo, todos felices de la unión luego del anunció que había realizado su madre. 

 

Cerro sus ojos con fuerza. 

 

—¡Les presentamos a sus futuros rey y reina de Silla! 

 

Su corazón dolió. 

 

Al abrir sus ojos, su mirada recorrió todo el primer nivel, realmente no podía con todo eso, necesitaba que terminara. Cuando se encontró con su madre esta realizó un gesto con sus manos, podía entenderlo, debía mantenerse más cerca de la princesa, saludar al pueblo y entregar el anillo de compromiso.

 

 

Aquí tienes. 

 

¿Qué es esto?.—Tomo la caja de las manos del menor. 

 

—Es el anillo de compromiso.

 

—¿Es en serio? No juegues conmigo Jungkook. —Se quejó, ya estaba completamente arrepentido. — Apenas lograste convencerme de esto. 

 

—No es un juego Jiminie. 

 

—Ya me estoy arrepintiendo. —Pronunció entregando la caja de vuelta. —No quiero…—Estaba dispuesto a volver a enterrarse en la cama de su guardia personal.

 

—No, espera. Ya hablamos de esto. —El menor le detuvo tomando su mano.

 

Se negó y volvió a ver su reflejo en el espejo del cuarto del moreno.

 

—Tu sabias que iba a aceptar. —Soltó poco antes de suspirar. Odiaba como Jungkook lo conocía tan bien.

 

—No, pero esperaba que así fuera. —Admitió.

 

—¿Por qué? —Se giró una vez más.

 

—Porque te amo Jimin. —Esas palabras de Jungkook, ¿Podían escucharse más hermosas?. — Sé que estarás casado, que esa tipa va a tocarte, que debes dar un heredero, pero, estarás bien y conmigo. —Aseguró. — Hay cosas prohibidas, no debería si quiera pensar en esto, pero podré alejarte de ella cuando lo desee y tenerte cuando quiera. —Jungkook tomo su mano para acariciarla, su mirada se perdía en la propia, no estaba mintiendo, podía ver que estaba siendo sincero con él. —Porque estaremos vivos, esto es un secreto de ambos. 

 

—¿Quieres que…?

 

—Si. —Tomo una pausa. —No te entregaré fácilmente. Eres mío, yo te vi primero.

 

—Será complicado. —Dijo algo desanimado.

 

—Podemos con esto. —Entrego una vez más la caja en aquella mano que estuvo anteriormente acariciando.

 

—Jungkook... —Susurro el esta vez. 

 

—¿Hm? 

 

—Te amo. 

 

 

Entre tanto escándalo, retiro de su bolsillo aquella caja. ¿Podía doler tanto tener una caja en su mano? Podía sentir como si esta le quemara, estaba lejos de sentirse bien, el día que debía ser uno feliz tal cual todos se lo relataron desde pequeño, era una completa pesadilla. Como era la costumbre y el protocolo, se arrodillo frente a la princesa. Estaba evitando soltar un suspiro de resignación. Su mirada se perdió en la caja mientras la abría, no pudo evitar mirar al menor de reojo, este no parecía nada feliz de lo que estaba haciendo, ¿Por qué le convenció? Le dolía, tanto como a él, era una imagen complicada para ambos, pero aun así estaban luchando por dejar que sus sentimientos no interfirieran en sus actos. Si mantenerse vivos para disfrutar del otro requería hacer ese tipo de sacrificios, seguiría con  su deber como príncipe. 

 

Tomo el anillo, seguido de la mano de la mujer. Necesito fingir una sonrisa para los espectadores, el pueblo. Acerco el oro hasta sus dedos y finalmente lo ubico en él.

 

 Todo había terminado, el compromiso se había confirmado.


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