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Por Siempre Contigo por Miniikusa

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Notas del capitulo:

Holis!

 

Antes que nada, quiero agradecer a las personitas que se molestaron en dejarme su comentario en el anterior capitulo

 

Ahora,  este capitulo tiene palabras y algunas maneras de actuar fuertes y ofensivas; crueles serian. Pero quiero que sepan que esta parte para mi si fue necesaria ya que refleja la realidad en la que algunas MALAS personas tratan a otras. Así que preparen su mente para eso. :(

 

Bueno~ eso era todo.

 

Lean <3

 

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Inocente Mirada Azul


 

 


Una vez que Gaara se fue y la manguera quedo tirada, el líder del coro de las cigarras de los arbustos emitió un profundo y resonante < ¡Briiik!> el cual fue contestado por una aparentemente Celine Dion de las cigarras, dos arbustos más allá. Una a una, las demás cigarras se unieron al coro: tenores, contraltos, barítonos y sopranos, hasta que la  candente nota Sol lleno de tal potencia de sonido sus minúsculos cuerpos verdes, que tornaba inútil el intentar sostener una conversación cerca de los arbustos. El ensordecedor coro se extendió, brotando de los arbustos hasta las flores, y de estas hasta los florecidos arboles gomeros, y trasponiendo los cercos hasta llegar a los arbustos de las veredas de la calle, y luego a los laureles que dividían las propiedades de Sabaku No Gaara y de la señora Chijo.

 

 

Los atareados obreros apenas si notaron a las cigarras hasta que se vieron obligados a hablarse a gritos mientras que, con sus palas, tomaban buenas porciones de cemento del gran montón que Naruto seguía llevando y las arrojaban - ¡Splash! – contra las rojas paredes de ladrillo de la señora Chijo. La terracita de la parte posterior había quedado casi terminada y solo le faltaba una capa final; con los torsos desnudos, inclinándose y enderezándose, acompasándose al ritmo de el duro labor, los albañiles recorrían de arriba abajo la casa por la parte de afuera; se asoleaban en el maravilloso calor del verano y el sudor se les secaba antes de que pudiera formar gotas en la bronceada y tersa piel; Kiba arrojaba la mezcla húmeda sobre la superficie de ladrillos; Lee lo emparejaba con una capa continua de grano grueso y color verdoso y , tras el, Shino, otro de los trabajadores, sobre el rechinante andamio, manejaba su pala alisando incesantemente en curvas suaves que dejaban una serie de arcos en la superficie. Kakashji Hatake, todo ojos sin mover un pelo, miro el reloj y le grito a Naruto una vez que atrajo la atención del muchacho.



 

-¡Hey, compañero, entra y pregúntale a Chijo Oba Sama si puedes calentar el almuerzo!, ¿quieres?



 

Naruto dejo su carretilla en el patio lateral, fue por las provisiones y el gran recipiente de té y, con los brazos casi ocupados, llamo con el pie a la puerta del patio posterior. La señora Chijo apareció a los pocos instantes como una figura borrosa tras la oscuridad de la tela de alambres que impedía que pasen los molestos mosquitos y bichitos voladores, esa imagen le puso los pelos de punta.




-¡Ah!, ¿eres tu querido? – Pregunto, abriendo la puerta - ¡Entra, entra! Supongo que deseas que les caliente algo de té a los tipos horribles de allá afuera, ¿verdad? – prosiguió, encendiendo un cigarro y sonriendo maliciosamente en dirección al muchacho mientras este parpadeaba en la penumbra, aun enceguecido por el sol.

 

-Si, por favor, Chijo Oba Sama. – contesto cortésmente, sonriendo.

 

-Bueno, muy bien. Entonces, supongo que no me queda otro remedio, ¿verdad? Y más todavía si quiero ver mi casa terminada este fin de semana. Siéntate mientras hierve la tetera, querido.




La anciana se movía torpemente en la cocina, con el cabello gris hecho un desorden y su bata  rosada moviendose dé un lado a otro.




-¿Quieres una galleta, querido? – Ofreció, alargándole a Naruto el frasco de galletas – aquí tengo unas que deberás están sabrosas.

 

 

-Si, Chijo Oba Sama, muchas gracias – sonrió Naruto, manoteando dentro del frasco hasta que encontró una de chocolate.




El joven siguió sentado en silencio mientras la anciana tomaba las provisiones de Naruto y dejaba caer los saquitos de té en la tetera. Cuando esta empezó a hervir, lleno a medias el recipiente y volvió a poner la tetera al fuego, mientras que Naruto colocaba en la mesa los maltratados jarros de acero inoxidable y depositaba junto a ellos una botella de leche y un frasco de azúcar.




-Vamos, creatura; límpiate las manos con el repasador como buen chico, ¿quieres? – le pidió la mujer a Naruto cuando este dejo en el borde de la mesa una mancha de chocolate.




La señora Chijo se dirigió a la puerta de atrás, asomo la cabeza y grito con todas sus fuerzas:




-¡¡Descanso, montón de haraganes!!




Naruto se sirvió un jarro de té muy negro, sin leche, y luego le echo tanta azúcar que el líquido se derramo sobre la mesa, haciendo que la señora Chijo volviera a refunfuñar.



 

-¡Por Dios! ¡Eres insoportable! – Le sonrió condescendientemente – eso no lo toleraría a ninguno de los otros pero, tú no tienes la culpa, ¿verdad, querido?




Naruto le sonrió cálidamente, tomo su jarro de té y salió con él en la mano mientras los demás entraban a la cocina.

 

Comían en la parte de atrás de la casa, junto a la terraza recién construida. Era un lugar sombreado, lo bastante alejado de los cubos de basura como para que no los molestaran las moscas, y cada uno se había hecho un asientito de ladrillos para sentarse a comer. 

 


Los laureles que dividían los patios de la señora Chijo y de el jovencito Sabaku No los cubrían con una sombra bastante densa como para hacer de ese sitio un lugar agradable para descansar después de las fatigas de trabajar bajo ese sol ardiente.

 

Cada uno se sentó con su jarro de té en mano y en la otra la bolsa de papel que contenía su comida, estiraron las piernas con un suspiro de alivio.

 

Como empezaban a trabajar a las siete y terminaban a las tres, la hora del refrigerio era a las nueve, y después el almuerzo a las once y media. Como hacían un trabajo manual, comían con un enorme apetito, aunque lo mucho que comían no se notaba en sus cuerpos delgados, de músculos compactos. Un desayuno caliente de bifes fritos o salchichas con dos o tres huevos fritos, varias tazas de té y algunas rebanadas de pan, era el primer alimento de estos hombres a las cinco y media de la mañana; durante el descanso acostumbraban a comer sándwiches hechos en casa y rebanadas de pastel, y en el almuerzo comían lo mismo solo que en doble cantidad. Ya no había otro descanso en la tarde; se iban a las tres, con los pantalones largos de trabajo guardados en sus bolsos que, curiosamente, parecían bolsos de médicos y, vestidos de nuevo con sus camisas de cuello abierto y pantalones ligeros, se encaminaban a la taberna. El atardecer de cada día conducía inexorablemente a eso; era su culminación y punto máximo. En el interior de la taberna, que parecía una enorme letrina, llena de ruido de las conversaciones, los hombres podían relajarse verdaderamente, con un pie en la barra y una botella de sake en una mano, intercambiando bromas con los compañeros de trabajo y los parroquianos de la taberna y piropeando inútilmente a las antipáticas camareras. La llegada a la casa era el anticlímax de todo eso, con su malhumorada sumisión a la trivialidad de la mujer y los hijos para los que los tenían, y los que no, su sola habitación.

 

Esa mañana había en el ambiente una especie de expectativa cuando los hombres se acomodaron para disfrutar del descanso. Kiba y su compañero de bromas, Lee, se habían sentado juntos, apoyados en los improvisados asientos, con las tazas de té junto a los pies y la comida sobre las piernas; Kakashi y Shino se sentaron frente a ellos y Naruto cerca de la puerta trasera de la señora Chijo para poder llevarle a los demás lo que pidieran. Como era el más joven, tenía que hacer todos los mandados y tareas menores. En la nomina de Kakashi, el puesto oficial de Naruto era el de obrero y ya llevaba con el 10 de sus 25 años de edad sin haber subido de categoría.




-¡Oye, Naruto! – le grito Kiba, haciéndoles un giño a los demás - ¿De qué son hoy tus sándwiches?

 

-De lo mismo de siempre, Kiba, de dulce – contesto Naruto mostrando las mal cortadas rebanadas de pan blanco con la mermelada asomándose por los bordes.

 

-¿Dulce de qué? – insistió Kiba, mirando su propio bocadillo sin entusiasmo.

 

-Me parece que de naranja.

 

-¿Quieres que cambiemos? El mío es de dulce de leche.



 

El rostro de Naruto se ilumino.




-¡Dulce de leche! – Exclamo - ¡Me encanta el dulce de leche! ¡Si, te lo cambio!




El intercambio se efectuó; Kiba mordisqueo el bocadillo de dulce mientras Naruto, sin percatarse de las miradas furtivas de los demás, se comió el de dulce de leche de Kiba en unos cuantos bocados. Iba ya a introducirse en la boca el último pedazo, cuando Kiba, sacudiendo los hombros por el esfuerzo que hacía por reprimir la risa, lo tomo de la muñeca.

 

Los ojos de Naruto se agrandaron con expresión interrogante y desolada y la boca triste se quedo abierta.




-¿Qué pasa Kiba? – interrogo.

 

-Ese maldito sándwich de dulce ni siquiera te ha tocado la lengua, compañero. ¿Qué sabor tenia? ¿O no te duro en la boca lo suficiente para que te enteraras?




Naruto cerró la boca y se quedo mirando a Kiba con asombro.




-Estaba muy bueno, Kiba – repuso lentamente – Sabia un poco diferente, pero estaba bueno.




Kiba soltó una carcajada y en un momento todos estaban sacudiéndose paroxismos de risa, con las lágrimas corriéndoles por las mejillas y golpeándose los costados con las manos, todos sofocados.




-¡Que bárbaro, Naruto! ¡Eres el colmo de la estupidez! Shino dice que la cabeza no te da para mucho, pero yo diría que no te da para nada y, después de esto, creo que tengo razón. ¡No te da para nada, compañero!

 

-¿Qué pasa? – Interrogo Naruto, confuso - ¿Qué fue lo que hice? Sé que soy tonto, Kiba, ¡Ya lo sé!

 

-Si tu bocadillo no sabía a dulce – pregunto este, sonriendo - ¿A qué te supo?

 

-Bueno pues no se… - Las doradas cejas de Naruto se fruncieron en una mueca de fuerte concentración - ¡No lo sé! Solo que sabia diferente.

 

-¿Por qué no abres ese último pedazo y le echas un vistazo, compañero?



 

Las grandes y bien formadas manos de Naruto abrieron desmañadamente los dos pedazos de pan. El ultimo poco de dulce se había derramado de las orillas.




-¡Huélelo! – ordeno Kiba, mirando a los demás y limpiándose las lagrimas con el dorso de la mano.



 

Naruto se llevo el pedazo a la nariz, crispando y ensanchando los poros; luego dejo el pedazo de sándwich y se quedo mirando a Kiba lleno de desconcierto.



 

-No sé que es.

 

-¡Es excremento, grandísimo idiota! – Contesto Kiba molesto - ¡Por Dios, que idiota eres! ¿No sabes todavía que es, a pesar de haberla olido?

 

-¿Excremento? – Repitió Naruto, mirándolo fijamente - ¿Y que es excremento, Kiba?




Todos estallaron en una carcajada mientras Naruto seguía sentado con el pedazo de bocadillo entre los dedo, mirándolos sin comprender nada y esperando pacientemente y que alguien se recuperara lo suficiente para contestar a su pregunta.




-Excremento, mi querido Naruto, ¡Es un buen pedazo de mierda! – aulló Kiba.



 

Naruto estremeció y trago; arrojo horrorizado el pedazo de pan retorciéndose las manos y encogiéndose en su asiento. Todos se alejaron de el precipitadamente, pensando que iba a vomitar, pero no vomito; simplemente los miraba fijamente con expresión dolida.

 

Otra vez la misma cosa; había hecho reír a todo el mundo por algo estúpido que había hecho, pero él no sabía que era ni en qué consistía el chiste. Su padre hubiera dicho que debería haber sido un "animador", fuera lo que fuera que quería decir con eso, pero él no había hecho nada de "animado" ; simplemente se había comido un sándwich de dulce que no era un sándwich de dulce. Según ellos había sido un pedazo de mierda pero, ¿Cómo iba a saber él el sabor de la mierda si nunca la había comido? ¿En dónde estaba lo gracioso? Hubiera querido saberlo, deseaba saberlo, para poder compartir su risa y entender lo que pasaba. Eso era lo que más le dolía, que parecía no comprender nunca.

 

Los grandes ojos azules se llenaron de lágrimas, su rostro se cubrió de angustia y empezó a llorar como un niño, retorciéndose las manos y apartándose de ellos.




-¡Por la sangre de Cristo, que cochinos son todos ustedes, montón de abusadores! – rujio la señora saliendo de la puerta de el fondo como un león. Atravesó hasta donde estaba Naruto, lo tomo de las manos e hizo que se incorporara, mientras miraba con ojos llenos de furia al grupo que ya se había calmado.

 

-Ven, querido – dijo – entra conmigo y te daré algo sabroso para que se te quite el mal sabor de la boca –lo consoló, golpeándole suavemente las manos y acariciándole el pelo – Y todos ustedes – siseo, encarando a Kiba con un gesto tan lleno de ira que este retrocedió ante la mirada de la anciana - ¡ojala que te caigas para atrás y se te clave una estaca de hierro entre las nalgas! ¡Debería hacerlos tragar arena por hacer esto, desgraciados! Y en cuanto a ti Kakashi Hatake, mas te vale terminar el trabajo hoy mismo, porque no quiero volver a verlos jamás.




Todavía regañando entre dientes y consolando a Naruto, lo condujo dentro de la casa y dejo a los demás mirándose unos a otros.




-¡Malditas mujeres! – Dijo – Hasta hora no me he encontrado una sola con sentido del humor. Vamos, muchachos. Terminemos el trabajo hoy mismo. Yo también estoy arto de él.



 

La señora Chijo entro en la cocina acompañada de Naruto y lo hizo sentar en una silla entregándole un vaso con agua.




-Pobre de ti, mi niño – dijo, mientras caminaba hacia el refrigerador – No sé porque la gente piensa que es algo gracioso atormentar a los inocentes y a los animales. ¡Óyelos ahí afuera, riéndose y armando escándalo como si hubieran hecho algo muy chistoso! Me gustaría hacerles un gran pastel de chocolate y rellenárselo de mierda, ya que piensan que eso es tan gracioso. Tú, mi muchachito, ni siquiera lo vomitaste, pero ellos hubieran echado hasta las tripas, ¡los héroes!




Se dio vuelta para mirar a Naruto, ablandándole el corazón porque este seguía llorando a lágrima viva, ente hipos y sollozos que partían el alma.



 

-¡Vamos, no llores más! – Dijo sacando una servilleta de papel y tomándolo de la barbilla -¡Suénate la nariz, mi niño!




Naruto hizo lo que se le ordenaba y luego soporto los rudos manoteos de la anciana mientras esta le limpiaba la cara.




-¡Valla Dios, que desperdicio! – agrego está mirando el hermoso rostro mientras tiraba la servilleta a la basura. Luego, encogiéndose de hombros, dijo como para ella misma - ¡Bien, así son las cosas, me imagino! No es posible tenerlo todo. Ni el más grande, ni el mejor de nosotros, ¿verdad, querido? – Le palmeo suavemente la mejilla con su mano arrugada – Bien, bien; ¿Qué preferirías ahora, mi niño, helado con crema de chocolate encima o un buen trozo de pudin de bananas con dulce?




Naruto dejo de llorar e inmediatamente se le extendió por el rostro una sonrisa radiante, tan única…




-¡Oh! ¡Dulce, Chijo Oba Sama! Me encanta el dulce con pudin de bananas; es mi favorito junto con el ramen.



 

La señora tomo asiento frente a Naruto en la mesa de la cocina, mientras este engullía grandes cucharadas de pudin y lo reñía amablemente por comer demasiado rápido, recordándole alguno de sus olvidados modales.



 

-Tienes que comer con la boca cerrada, querido. Es algo horrible ver a alguien con la boca abierta llena de comida. Y baja los codos de la mesa, como niño bien educado.







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Esa tarde, Gaara dejo su automóvil en su garaje a las seis y treinta, tan cansado que apenas pudo recorrer los pocos metros que había hasta la puerta de enfrente sin que las rodillas le temblaran. Todo el día se había esforzado mucho y había logrado adormecer todas sus sensaciones, excepto el cansancio.

 

A todas luces, habían terminado ya las obras en la casa de la señora Chijo, pues su exterior de ladrillo rojo había desaparecido bajo una capa húmeda de un color verdoso. El teléfono empezó a sonar mientras el cerraba la puerta del frente y Gaara corrió a contestarlo.



 

-Niño Sabaku No, ¿es usted? – sonó, rasposa, la voz de su vecina – Le habla la gran señora Chijo, querido. ¿Podrías hacerme un gran y lindo favorcito? – dijo con una vocecita totalmente dulce.

 

-Por supuesto.

 

-Tengo que salir ahora mismo; mi hijo me acaba de llamar desde la estación central, y tengo que ir allá a recogerlo. Los albañiles terminaron esta tarde, pero todavía quedan muchas de sus cosas en el patio de atrás y Kakashi dijo que regresaría a limpiarlo todo. Solo quiero que les eches una mirada. ¿Podrías hacerlo mi niño?

 

-Claro, señora Chijo.

 

-¡Gracias, querido! Hasta mañana.




Gaara dejo escapar un suspiro de exasperación. Lo único que deseaba era sentarse en su linda mecedora, junto a la ventana, con los pies en alto y su con yogurt antes de la cena, y leer uno de sus libros como acostumbraba a hacerlo todas las noches. Atravesó la sala de estar y, cansadamente, abrió un aparador, tomo una copa alta y luego se dirigió al refrigerador para sacar su bebida favorita que era el yogur de frutilla. Completando el ritual, atravesó la cocina con su copa en la mano y se dirijo a la terraza de atrás.
Su casa estaba mejor diseñada que la de la señora Chijo; en lugar de pórtico trasero, la de Gaara tenía un espacioso patio de losas de piedra que descendía en tres de sus lados como un jardín de rocas escalonadas, hasta el césped que había cinco metros más abajo. El jardín era muy hermoso, muy fresco en verano, porque una pérgola cubría todo un lado con un techo de parra y de glicinas (planta de jardín, con flores azuladas en grandes racimos). En verano, Gaara podía sentarse bajo ese verde y colorido techo, protegido de los rayos del sol; en invierno podía sentarse bajo las retorcidas ramas desnudas, dejando que el sol lo calentara; en primavera, los racimos azulados de las glicinas hacían del enrejado algo espléndidamente hermoso y, a fines de verano y otoño, el enrejado se cargaba de grandes racimos de uvas rojas, blancas y moradas.

 

Gaara camino silenciosamente sobre las losas, con sus brillantes zapatos negros; tenía un andar como el de un gatito y le gustaba acercarse a la gente en silencio para poder observarlas antes de que lo vieran a él. En ocasiones resultaba muy útil tomar a la gente desprevenida, como era en el caso de su jefe, Itachi Uchiha, que en más de una ocasión lo pillo viendo unos videos XXX, y este en recompensa por que mantuviera la boca cerrada le daba un día libre.

 

En uno de los extremos del patio había una mesita de piedra pintada de blanco de más o menos un metro más allá de la escalinata que conducía al césped. Silencioso, como de costumbre, Gaara se detuvo y poniendo la copa sobre la mesita, miro en dirección al patio de la señora Chijo.

 

El sol se ponía ya en el horizonte del cielo, hacia donde el miraba y, de haber sido de esas personas a quienes conmueve la belleza, se hubiera quedado pasmado ante lo que se extendía frente a sus ojos. Entre su jardín y las montañas que ahora se veían en un tono azul, a treinta kilómetros de distancia, no había otra cosa, ninguna elevación; el panorama se veía muy bello. Del medio día en adelante el calor había llegado a casi treinta y cinco grados y, aun en esos momentos, era bien poco lo que había descendido y en el cielo no había ni una sola nube que subrayara el esplendido día. Sin embargo, la luz misma era hermosa, de un amarillo profundo y ligeramente bronceado, haciendo que los tonos verdes fueran más verdes y todo lo demás de un color ámbar. Gaara se protegió sus grandes y cristalinos ojos aqua con una mano y examino el patio de la señora Chijo.

 

El joven que había visto en esa mañana levantaba en ese instante una nube de polvo de cemento mientras barría el patio en dirección de un montón de basura y desperdicios que habían dejado los albañiles; la inclinación de la dorada cabeza indicaba que estaba completamente absorto en esa sencilla tarea como si le gustara darle aun a una ocupación como esa toda su atención. Seguía semidesnudo, igual de hermoso, quizás un poco más hermoso a la limpia luz del atardecer que como se había visto bajo el implacable resplandor del día.

 

Tomando en mano su copa con yogurt olvidada, Gaara seguía de pie, perdido en su aislamiento sin siquiera percatarse de sí mismo, inconsciente de que estaba poseído de una emoción ajena a todo su ser la cual no era ni culpable ni confusa. El simplemente lo miraba.

 

Al terminar de barrer, el joven alzo la cabeza y lo vio, agito una mano en ademan de saludo y desapareció. Gaara se estremeció, con el corazón en la boca, y antes de que pudiera evitarlo se encontró caminando en dirección de los laureles que dividían los jardines y entrando en el de la señora Chijo por un hueco que había en la valla.

 

Evidentemente el muchacho había terminado lo que le habían ordenado hacer, pues tenía en una mano su bolso de trabajo mientras que con la otra sacaba sus ropas para cambiarse.




-¡Hola! – dijo, sonriendo a Gaara con absoluta naturalidad, como si no tuviera idea de su propia hermosura o del impacto que inevitablemente esta producía en los demás.

 

-Hola – contesto Gaara sin sonreír; algo húmedo le cayó en la mano; miro hacia abajo y vio que el yogurt se había derramado por el por el borde de la copa olvidada.

 

-Estas derramando tu bebida – observo Naruto.

 

-Si, ¡Vaya que tonto! – tratando de crear una sonrisa agradable y no nerviosa.



 

Naruto no tuvo respuesta para eso y quedo mirándolo lleno de interés, con la sonrisa en los labios.




-¿Te gustaría ganar un poco de dinero extra? – pregunto al fin Gaara, mirándolo inquisitivamente.




Naruto pareció confundido.




-¿Cómo? – dijo




Gaara se sonrojo, observándolo con algo de ironía en sus ojos aqua.




-Mi césped necesita urgente que lo corten, mi jardinero no ha  aparecido en un mes y dudo mucho que lo vuelva a ver. Estoy muy orgulloso de mi jardín y me choca verlo así, pero es muy difícil conseguir a alguien para cortar el césped. Así que se me ocurrió, viéndote a ti trabajar tiempo extra en viernes, que no le caería mal un poco mas de dinero, ¿Podrías venir mañana a cortármelo? Tengo una cortadora de césped, así que más bien es una cuestión de tiempo que de esfuerzo.

 

-¿Cómo? – repitió Naruto sin dejar de sonreír, aunque esta vez no tan abiertamente.




Gaara se encogió de hombros con un gesto de evidente impaciencia.




-¡Bueno! ¡S-si no quieres el trabajo, dilo! Lo único que quería saber era si te gustaría venir mañana a cortar el césped. Te pagare más de lo que te paga el señor Hatake.




Naruto camino hasta el hueco de la valla y contemplo, lleno de curiosidad el jardín de Gaara; luego, asintió con la cabeza.



 

-Si – dijo – el césped necesita que lo corten, ¿verdad? Yo puedo hacerlo.




Gaara pasó por el hueco, de regreso a su propio jardín y se volvió a mirarlo de frente.



 

-Gracias – dijo – te lo agradezco y te aseguro que te va  a convenir. Ven mañana a la mañana por la puerta de atrás para que te dé instrucciones.

 

-¡Hai! – contesto.

 

-¿No quieres saber cómo me llamo? – interrogo Gaara.

 

-Supongo que sí – dijo Naruto sonriendo.




El hecho de que Naruto se mostrara divertido le llego a Gaara a lo profundo y volvió a sonrojarse.




-¡Pu-pues me llamo Sabaku No Gaara! – Dijo tajante - ¿Y tú, cómo te llamas? 



-¡Naruto Uzumaqui! – respondió Naruto, tratando de imitarle divertido. 



-Entonces nos vemos mañana en la mañana, Naruto Uzumaki. Hasta luego y gracias – dijo totalmente rojito, dando media vuelta en dirección a su casa.

 

-Hasta luego – repuso Naruto, sonriendo.




Cuando Gaara se volvió en lo alto de los escalones del patio para mirar el jardín de la señora Chijo, Naruto ya se había ido. El yogurt también había desaparecido pues él, inadvertidamente, había dejado caer la copa en su precipitación por escapar de aquella inocente mirada azul.







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Notas finales:

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¿Ven?  Se los adverti :(

 

Bueno~ espero que les gustara este segundo capitulo :)

Muchas gracias por leer y muchas más a aquellos que me dejen algun comentario <3

 

Tercer capitulo = Domingo <3

 

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