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Sobrevivir por La leonina Gaby

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Notas del capitulo:

Han pasado años desde que escribí algo para la página. Estoy sumamente oxidada, ero espero que les agrade la lectura.

Una historia que narra como Aioria sobrelleva una gran perdida.

Disfruten la lectura.

Una vuelta más al parque  y habré terminado mi rutina de hoy. Es tan fácil ser “funcional”. Cielos como me gusta es palabra recientemente. Nadar tres días a la semana, cuatro días más correr algunos kilómetros, y todos los días ir al gimnasio. Siempre he sido de buen comer, pero ahora con los medicamentos parece que mi apetito se ha duplicado, de igual forma mis rutinas.

Terminar la mañana preparando algo para comer y listo para el trabajo. Nunca me ha gustado trabajar o estudiar de tarde, pero después de años de guardias nocturnas mis ciclos circadianos están deshechos. Pero ha resultado ser un buen horario ahora que no tengo muchos compromisos y que me apegue a una rutina mas estricta y totalmente dedicada a mí.

Carne y verduras, algo de arroz salvaje. Todo según lo programado.

No ansiaba llegar al hospital, pero debo admitir que se siente muy bien no pensar, solo sonrío, saludo y bromeo de forma constante con todos los que me rodean. Las chicas de enfermería son sumamente animadas y jóvenes, ¿a qué edad se gradúan ahora?

-¡Excelente tarde, chicas!

-Igualmente, doctor. Que no sea pesado su turno.-

-¿Qué caso tendría entonces?-

No importa, solo puedo sonreír al pasar un grupo de ellas y estar plenamente consciente de que continúan con su discusión sobre la carga de trabajo, que es injusta comparada a la de los médicos. Y sonrío porque aunque me han saludad de manera agradable y sincera yo estoy incluido en esa crítica.

Llevo tres años trabajando en este hospital, aunque no se compara al inmenso hospital en el que me forme en New York, debo decir que es agradable saber que sirvo en mi propio país. Grecia es por mucho una de las grandes ciudades del mundo, pero después de la gran crisis económica que vivimos se ha atrasado un poco en cuanto a la medicina, no que estemos en un hoyo en cuanto a conocimientos pero no se compara a lo que he visto en norte América.

Pasar las oficinas y saludar a los compañeros de archivo es de las cosas que alegran mi día, son sumamente agradables y me resulta comiquísimo ver los escritorios llenos de papelillos y clips de colores, su trabajo ante la montañas de expedientes clínicos parece ser más grato si personalizan sus actividades. Ya son muy pocos los expedientes que se lleva en papel, el sistema enlazado a todos los hospitales los ha reducido. Pero es divertido ver los papelillos de colores y adivinar quién fue el que trabajo los expedientes que llegan a mi.

¿Suena banal?

Ahora cualquier cosa es suficiente para no pensar demasiado. Urgencias es uno de los mejores lugares para no pensar.

Los pasillos se empiezan a vaciar, lo elevadores se llenan dejando a cada grupo de médicos, enfermeras, trabajadores sociales, y secretarias en los pisos correspondientes.

Cruzo la puerta de vidrio que me conduce al área de urgencias y me propongo comenzar mi día con ánimo y seguridad. ¿Quién querría a un demacrado y deprimente rostro dando el estado de paciente a un familiar de por si angustiado? Digo, no les sonreiré al decirle que su hijo tiene una fractura distal de fémur, pero tampoco lo haré con toda la ansiedad pintada en mi rostro.

Y el día se va, entre fracturas, navajazos por riñas, contusiones por choques vehiculares y uno que otro paciente que ha llegado a contarnos sus múltiples padecimientos, todos ellos justificados por su hipocondriaca actitud.

-¡Luces de maravilla! Nadie creería que ayer hiciste doble turno. Apuesto hoy también fuiste a correr.

-Y no ganarías esa apuesta, considerando el que has visto mi foto de instagram con la ruta que hice hoy. Apostar conociendo de antemano la respuesta es trampa, Camus.

-Sabes, olvidare esa falsa acusación si hoy nos acompañas al bar. Necesitas un lugar donde lucir los resultados de tu vida fitness.

-Hoy no me quedo a la guardia nocturna, pero tengo planes. Tal vez los alcance mas tarde.

Mentira.

-Te estaremos esperando, señor ocupado. Cuídate, De Leo, no trabajes tanto.

-Solo lo suficiente, suerte con la interconsulta.

La jornada se ha ido como el agua ya ha pasado mi hora de salida. El hospital se ha empezado a vaciar, hay muy poco personal en el turno nocturno.  Cruzo los pasillos casi vacíos y me despido de los pocos compañeros que encuentro en el camino.

Oh no, lo empiezo a sentir.

-¡Descanse, doc!- la  recepcionista de urgencias del turno nocturno luce tan bien pese a ese uniforme tan recto, en definitiva también es adicta al ejercicio, me pregunto ¿qué la motiva u orilla a eso?

-Que sea una guardia tranquila, Emma.- responderle con una sonrisa parece tan natural cuando se trata de personas tan alegres.

La sonrisa sigue e mi rostro mientras espero el elevador, no sea que me encuentre a alguien mas antes de llegar a mi automóvil.

¡Ding!

Se abren las puertas del elevador que me llevara al piso inferior en donde se encuentra el estacionamiento. Mi sonrisa continua, subo, las puertas metálicas se cierran lentamente y mi sonrisa desaparece.

Mi realidad me ha alcanzado.


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