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¡Corre! por NeilDArcPridh

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7 de agosto de 2006

 

— Qué aburrido… — dije para mí mismo, mientras iba en camino hacia mi nueva preparatoria.

Bueno, creo que hace falta una presentación. Me llamo Nate, mi apellido simplemente no lo diré, por flojera y porque no es relevante en este momento. Soy un chico a punto de ingresar a mi primer día de clases en la preparatoria… aunque ya antes estuve aquí en unos cursos. Estos me costaron el dinero necesario para un video juego, y honestamente no me sirvieron para nada.

El día de hoy es en el que oficialmente entro a esta escuela de «prestigio»: la preparatoria «G», unidad occidente. Decidí venir a ésta, porque mi hermana Sarah me lo pidió. La verdad, yo quería ir a la «V», hasta iba a poner algunas respuestas equivocadas en el examen de admisión para entrar allí, ya qué de segunda opción puse a la preparatoria «V»; pero luego pensé en la paliza que me daría Sarah si se enteraba de esto último, así que me retracté. Siendo honesto, no tengo nada en contra de este lugar, mas tengo mucha flojera de estudiar demasiado.

Total, ¿ya qué? Será mejor que lo haga y ya. Al fin y al cabo, para mí, el estudio es como un juego. No sé qué dirían mis padres sobre eso, aunque no sé dónde anden. Aún los recuerdo muy bien, mi padre siempre estaba fuera, excepto por la noche, y mi madre también trabajaba de medio tiempo en la mañana. Sólo en la tarde estaba en la casa para ponerme a estudiar; aunque nunca necesité que me lo recordase, pues me la pasaba estudiando lo suficiente para aprobar. Siempre he sido muy conformista, no me gusta resaltar.

Tampoco diré el motivo que ocasionó la desaparición de mis padres en mi vida, así de simple. ¿Por qué?, porque no quiero hablar de eso y punto. Ahora sólo vivo con mi hermana mayor y no me molesta para nada. Ella me recuerda a mi madre, sólo que es mucho más agresiva. No, no soy un menor que sufre de maltrato intrafamiliar, es sólo que mi hermana se deja llevar mucho por sus emociones. Pero bueno, creo que es todo lo que tengo que contar sobre mí… ¡Ah!, casi olvido un pequeño detalle. Sólo tengo dos amigos, los mejores que pude haber deseado alguna vez. Ellos son Kaleb y Josue, son un par de idiotas que se fueron a las preparatorias «O» y «V» respectivamente… porque ellos así lo eligieron, totalmente lo contrario a lo que me pasó a mí.

Kaleb es un chico frío y bien parecido que vive con su tía divorciada, ya que sus padres fallecieron cuando apenas era un niño pequeño. En el caso de Josue, vive con nosotros, porque su madre murió cuando él nació y su padre es un idiota que sólo sirve para embriagarse y golpearlo; era así antes, hasta que Sarah defendió a mi amigo y prácticamente nos lo robamos. Josue es muy sensible y algo… ¿tierno? No lo sé, eso dicen las chicas.

Aunque creo que es mejor dejar de hablar de esto y entrar al salón donde llevaré mis clases a partir de hoy. Esto será en el grupo 16. No me di cuenta de que existía esta aula cuando estaba en los cursos propedéuticos. Al menos tiene el baño de hombres cerca; eso significa que al salir del salón, en lugar de respirar aire fresco, posiblemente respiraré un asqueroso olor. Maldición, eso sí que no es bueno; me gustaría que el baño de los chicos oliera a lavanda, como el de las mujeres, pero bueno… ¿ya qué?

Entré al salón e inmediatamente vi un banco en la orilla. «Creo que ese estará bien», pensé.

Fui hasta aquel asiento vacío y me senté en él. Dejé mi mochila llena de libros en el suelo, a un lado de mi lugar, y volteé a ver mi reflejo en una de las ventanas del salón. Vi mi complexión delgada, mi alta estatura junto a mi piel blanca y mi ojo derecho de color café. Peiné un poco mi largo fleco de cabello que me cubre la mitad del rostro, incluyendo mi ojo izquierdo; viendo los pinchos que formaba el resto de mi cabello, el cual es algo corto en lo que resta de mi cabeza. Mis labios son un poco carnosos, mi nariz algo grande, mis cejas delgadas y mis facciones algo redondas. No me defino como guapo, aunque la gente no para de describirme de una peor forma: “No estás feo”. Imbéciles…

Al poco tiempo, sonó la alarma de la escuela, indicando que las clases están por comenzar. Así que todos los chicos que vi afuera comenzaron a entrar al salón, haciendo lo mismo que yo al momento de escoger un lugar, platicando ya algunos entre ellos sociablemente.

Miré alrededor del lugar, me di cuenta que las caras de mis compañeros son muy variadas, ninguno parece un clásico «nerdo» a como todos me describieron que éste lugar tendría por alumnos. Son chicos totalmente normales de mi edad, ninguno se ve extraño; muy por el contrario, me parece que son demasiado comunes para mi gusto, nada resalta de especial en ellos… excepto por uno.

Sé que es muy pronto para que pasé algo extraño en mi primer día de clases; pero, al momento de dar una vuelta con la mirada hacia las caras de todos, vi que al final de mi fila de asientos se encuentra un chico justo entre ambas hileras de bancas, puesto en un asiento que se supone debería ser movida de allí atrás.

Aquel joven no es nada inusual. Es un chico apuesto de tez morena, cabello corto peinado en un estilo «mohawk wannabe», con cuerpo delgado hasta donde lo percibo, cejas largas y ojos café claros muy expresivos. Lleva puesta una camiseta común de color gris azulado, un pantalón de mezclilla bien sujetado por un cinto negro y roto de las rodillas; además, posee tenis de una marca muy popular de color café oscuro, algo viejos a cómo los veo.

No hay nada malo con él (exceptuando el hecho de que está en un lugar que no debería ser usado así). Mi problema es que, justo cuando lo vi, aquel chico me sonrió. Cerró sus ojos un poco, al momento de arquear su boca hacia arriba del lado derecho, de una forma algo «cool» o picara; cosa que me provocó una sensación extraña.

En el tiempo que toma el aleteo de un mariposa, mi corazón se aceleró, mi piel se comenzó a sentir exageradamente caliente, mi garganta se secó, se creó un enorme hueco en la boca de mi estómago, mi respiración se comenzó a dificultar y mi vista se fijó totalmente en torno a aquel chico que, simplemente… me sonrió a mí, a un desconocido…

Mi reacción fue voltear inmediatamente hacia adelante, pues torcí mi cuerpo hasta poder llegar a ver detrás de mí sin moverme de mi asiento, hasta poder ver hacia donde aquel chico estaba sentado. Fue lo más extraño que he sentido en mi vida, ¿qué demonios pasa? No puedo siquiera pensar adecuadamente, todo me da vueltas y de la nada me comenzaron a dar nauseas.

— Oye amigo, ¿estás bien? — dijo una chica pelirroja que está sentada a mi lado derecho. Volteé a verla algo desconcertado, y cuando la vi a los ojos, pude ver su estúpida cara de confusión —. No es por alarmarte, pero estás todo rojo y noto que apenas y puedes respirar — continuó la chica preocupada y algo disgustada en sentido que creía que yo era raro por ponerme así de repente.

Ella y yo estamos sentados en el antepenúltimo asiento de las filas de  bancos donde nos encontramos, las cuales son paralelas. En medio de éstas, al final, es donde aquel joven está sentado, mientras que detrás mío se encuentra un chico tan alto como yo, y más detrás hay otro de estatura muy baja de cabello castaño muy claro y ojos color miel. Ambos estaban murmurando cosas, me preguntaba si hablaban de mí y de lo que había ocurrido, ¿se habrán dado cuenta que me puse así porque el idiota ese me sonrió?

— Hola, bienvenidos a la preparatoria G — dijo una profesora algo mayor de edad que entró con su maletín rápidamente al salón de clases, algo apresurada. Ella tiene ya muchas arrugas, pequeños lentes, poco cabello peinado hacia atrás y es de apariencia robusta.

No puedo equivocarme, se trata de Elibeth Buencello, la maestra favorita de Sarah. Seguramente ella será nuestra tutora. Mi hermana se las arregló para que yo quedara en el mismo salón.

— Estoy bien. No te preocupes, chica — dije en voz baja a la pelirroja que tenía cara de que iba a comentarle mi situación a la profesora tan pronto tuviera oportunidad.

— Mi nombre es Elibeth Buencello, seré su maestra tutora durante estos dos semestres, si es que no muero antes… — continuó diciendo la profesora, acomodando sus pertenencias en el escritorio que se encuentra en un piso unos escalones más altos que el resto del salón, justo ahí es donde se encuentra el pizarrón inteligente y una pizarra de marcador.

— Está bien. Por cierto, mi nombre es Irma, mucho gusto — respondió en voz baja aquella chica, junto con una gran sonrisa. Fue ahí que noté sus ojos color miel, sus numerosas pecas, su clara tez y su infalible belleza. Es una chica muy guapa, además de que parece ser alta.

Una vez que se presentó, hice lo mismo, pero no pareció entender mi nombre del todo. Por ello, le hice una seña con mi mano, dándole a entender que debíamos poner atención a la clase y luego hablaríamos. Ella asintió rápidamente y postró su mirada en la profesora. Por cierto, sé que ella es Elibeth, porque Sarah  me mostró nombres y rostros de cada profesor de la preparatoria, para después describírmelos. Lo que ella dijo de Buencello fue lo que más me llamó la atención. Sarah dijo, cito: «Profesora Buencello. La tutora número 1 en química de toda la preparatoria; aunque es algo sarcástica y temperamental… ok, muy sarcástica y bastante temperamental. Es la mejor profesora que puedes encontrar. Es como una madre para mí».

«¿Ya qué? Veamos qué tiene que decir», pensé, al comenzar la profesora a hablar.

Las clases pasaron muy rápido. Me concentré tanto en mis actividades escolares, en aprender cada uno de los nombres de los profesores y sus actitudes, que me olvidé por unos momentos de aquel chico que vi. En la salida, al momento de empacar mis cosas para irme al receso, descubrí que el sujeto en cuestión ya no estaba allí donde lo vi. Ni siquiera ya pude verlo después de regresar a clases. Desapareció misteriosamente sin previo aviso.

Tal vez aquel fue sólo una alucinación, pues durante toda la semana, no volví a verle. Aquel joven simplemente desapareció. No tengo idea de qué pudo haberle ocurrido y aún sigo sin saber qué demonios me ocurrió el día que lo vi. Son misterios que más delante conservé sólo en mi mente, dándoles vueltas una y otra vez antes de dormir, recordando como el tonto me sonrió.

«Maldición… odio esto. Cuando me levanto para venir hasta acá, apenas y el astro padre está saliendo. Es demasiado temprano para llegar a la prepa. ¿Por qué Sarah no me trae en su auto? », me preguntaba y quejaba a la par que iba hacia mi salón, ya siendo nuevamente lunes por la mañana. Mi hermana me despertaba dos horas antes de la entrada a clases, esto sólo para tomar mi autobús con una hora de anticipación, pues ella no quiere que haya retrasos en mi llegada. Sin embargo, comúnmente el camión hace treinta minutos, lo que me hace llegar hasta acá media hora antes de que todos arriben. Es una tontería.

Lo único que siempre me queda hacer es llegar al salón y ponerme a dibujar en uno de mis cuadernos, esto para pasar el tiempo; no obstante, en camino a mi salón de clases, alguien pasó casi corriendo muy cerca de mí… un chico de baja estatura. Él fue tan rápido que se tropezó conmigo, golpeándonos ambos del lado derecho y empujándonos bruscamente sin querer.

— ¿Eh? Perdón… no me fijé — dije cuando el tipo que venía en mi dirección contraria me golpeó, mas él no se detuvo mientras respondía.

— No te disculpes, fue mi culpa. ¡Adiós! — exclamó el pequeño chico, a quien no logré verle el rostro cuando volteé a verle. Sólo pude ver su espalda y como iba desapareciendo al dar vuelta detrás de un corredor entre dos edificios de la escuela.

— « ¡Aho! » — dije para mí, refiriéndome de manera despectiva a aquel muchacho. Aquella palabra es un insulto en un idioma oriental, lo aprendí de unos nuevos amigos que hice al poco tiempo de estar acá estudiando. Me sentía de alguna manera especial por saber cómo maldecir en aquel extraño idioma.  

Entré en el salón y tomé asiento, el mismo en donde el primer día estuve. Al poco tiempo, Irma llegó. Rápidamente, ella se puso detrás de mí y me saludó afectuosamente de beso. Una vez que dejó sus cosas de lado, yo suspiré cansado por comenzar otra semana de clases, un clásico «San Lunes».

— ¡Oye Nate! — dijo Irma, pronunciando mi nombre como se escribe.

— ¡Es Nate! ¿Qué quieres, Irma? — respondí con algo de enojo, pues me molestaba que no pudiera decir mi nombre como se debe: «Neit».

— Pásame la tarea, ¿sí? Es que la maestra Buencello me va a matar si no se la entrego.

«Que mal educada», me dije dentro de mi mente al escucharla decir esto.

— Oye, si no quieres que te regañe, haz la tarea en tu casa. Tarea significa: “trabajo qué debe de hacerse en un tiempo limitado”. Lo que significa qué para hoy ya debería de estar terminada. Y en caso de tarea para los centros de estudio, se debe hacer en el hogar. Así que deja de molestarme, floja.

— ¡Ay, tonto! — gritó la chica, después de que me arrebató bruscamente la libreta donde tengo mi tarea hecha, al momento que se la puse enfrente y la regañé por su falta de compromiso en sus estudios.

— ¡Bien hecho, «wey»! ¡Así se habla! — dijo Ben al entrar, ya habiendo escuchado el sermón que le di a Irma. Él es el sujeto que se sentó detrás de mí el primer día, también le gusta la animación oriental como a mí, pero no se denomina a sí mismo como «otaku», a diferencia mía. Él fue el primer chico que me sacó plática en el salón después de Irma.

Además de ellos dos, todos los demás me caen de la patada. Son una bola de hipócritas y víboras traicioneras que sólo sirven para arrojar su veneno a todos lados. Bueno, siendo honesto, hay algunos que simplemente no les hablo; no parecen malos, pero no me llama la atención hablarles.

— Sí, lo sé — respondí a Ben tan pronto llegó a ponerse al lado mío —. ¡Ya siéntate!, me desespera verte parado a mi lado — ordené a mi amigo, quien rápidamente tomó asiento, justo donde Irma estuvo el primer día de clases. Así es, ellos dos cambiaron de lugar, fue idea de la chica, por supuesto. Ellos parecen conocerse desde la secundaria, muchos de los que están aquí parecen hacerlo. Yo vivo lejos, era obvio que estos rumbos serían todo un nuevo paisaje para mí.

— Buenos días, jóvenes — dijo la profesora Buencello al momento de entrar al salón, junto a alguien que no esperaba volver a ver —. Hoy le voy a pedir a uno de ustedes que ayude a su compañero, Gin. Él estuvo con nosotros el primer día sólo unos momentos, debido a una emergencia médica en su familia. Por consecuente, no pudo asistir la semana pasada a clases — continuó explicando Buencello con Gin a un lado, quien estaba muy serio, parado con las piernas un poco abiertas, la frente en alto y sus manos juntas por delante de él. Sonriéndole a todos confiadamente.

«Es el «aho» que se tropezó conmigo en la entrada… vaya coincidencia», pensé una vez que vi bien su atuendo. No sabía que era tan chaparro.

— No veo otro lugar, más el que está del lado derecho a Nate. Ve y siéntate allá — ordenó la profesora Buencello tan pronto terminó de explicar la situación.

— ¡Sí, Profe! — respondió el chico alegremente, dedicándole una sonrisa a la profesora, la cual sonrió cínicamente y lo apresuró.

«¿Profe? ¡Qué falta de respeto! Él es… un idiota», seguía pensando, mientras el susodicho seguía acercándose hasta el banco qué tengo a mi lado. Al parecer, lo que haya pasado aquel día, simplemente desapareció de mi sistema. Ya Gin no me causaba ningún tipo de anomalía al verlo.

— ¡Pss!, oye Nate, y ¿ése qué? — preguntó Ben tan pronto Gin se iba acercando.

— Es sólo un idiota al que no le funcionó el despertador en una semana, al parecer.

— ¡Nate! — gritó la profesora al darse cuenta de que estaba hablando con Ben —. Como veo que estás muy sociable, vas a ayudarle en todo lo que no entienda a Gin. Por favor, procura pasarle todos tus apuntes y explícale lo que se ha visto esta semana en todas las clases, ¿entendido?

— Sí profesora, con gusto — respondí a Buencello algo apenado, a la par que volteaba a ver a aquel chico, quien nuevamente me sonrió. Una vez más, me sentí muy raro; pero no fue tan extremo como la primera vez. Tan sólo sentí la cara algo caliente.

— ¡Oye!, podrías pasarme tus apuntes para copiarlo todo rápido, antes de que la profe escriba algo nuevo.

— «Hai».

— ¿Eh?

— Significa «Sí» en otro idioma. Uno oriental para ser un poco más específico.

— ¿Idioma… oriental? — preguntó el tipo con una cara de tonto. En verdad me desesperan las personas como él. ¿Por qué le extraña que pueda decir cosas en un idioma diferente al nuestro? ¿En qué siglo vive?

— ¿Ya qué?, mucho gusto. Mi nombre es Nate, espero que no me seas una carga. Dime tus dudas y te las resolveré, sólo lo que tenga que ver con lo de la semana anterior. En temas actuales, pon mucha atención, que no seré tu tutor para toda la vida. Así que calla y comprende lo que los profesores dicen — expliqué a aquel tipo, quien sólo sonrió mientras oía lo que le decía y sacaba un cuaderno de su mochila. Fue en aquella libreta donde comenzó a pasar todos mis apuntes con su puño y letra.

«Definitivamente éste no es mi día», pensé al ver cómo el chico pasaba la información.

Pasó el tiempo de clase y todos comenzaron a platicar a todo pulmón, mientras la profesora Buencello se retiraba.

— ¡Hasta pronto, profesora! — dije cortésmente, abriéndole la puerta para que pasara, pues yo quería salir unos momentos del salón.

— Hasta pronto, Nate. Por favor, ayuda a Gin.

— «Hai»… confié en mí, lo haré — respondí algo apenado, viendo cómo la profesora se retiraba, al mismo tiempo que yo salía del salón para recargarme en la pared más cercana.

En ese instante, mirando hacia la nada en dirección al techo, comencé a recordar cómo aquel chico estaba copiando mis apuntes en su libreta. Vi en mi mente la forma de los trazos, el movimiento de su mano junto a la pluma y su delicioso aroma que llegaba hasta donde me encontraba. Esa loción olía muy bien, ¿o acaso se trata de un desodorante?

— Aún no me la creo, tu relación con los profesores es muy buena — dijo Ben, desconcentrándome y sacándome un buen susto en ese momento.

¿Por qué me asustó?, sólo estaba pensando en aquel tarado… en su… ¿olor? ¿Qué demonios me sucede?

— ¡Ah!, eres tú. Bueno, qué puedo decir, mi maestra de primero de secundaria me enseñó cómo debo de ser con los profesores. Aunque con ella es un trato diferente, es como de mi familia. ¿Y Gin?, ¿dónde está?

— Se salió poco después de ti — respondió mi amigo despreocupado. ¿Por qué rayos pregunté por él? Debo estar muy comprometido con lo que le aseguré a la profesora.

— Ese tonto… iré a buscarlo, no tardo.

— No lo hagas, el de «Mate» no tarda en venir.

— «I know» — respondí a Ben, esta vez usando el idioma que nos enseñan en la preparatoria como «lengua extranjera». Yo sé perfectamente que nuestro profesor de matemáticas es muy puntual siempre, es por eso que me apresuré en ir por Gin.

Me aventuré a buscar al chaparro por toda la preparatoria, hasta que se me ocurrió ir al baño, donde sin dudas lo escuché hablando dentro de uno de los cubículos para los escusados.

— Uff… qué clase tan larga — se quejaba Gin en voz alta.

 — ¡Oye! — grité al chico, golpeando levemente la puerta del escusado.

 — ¿Hm? ¡Oh!, eres tú. No me digas que me estás espiando.

— ¡No seas idiota! —  exclamé, volteando a verme en el espejo del lugar, observando como mi cara se ponía muy roja —. Vine a avisarte que si quieres que te ayude, será entre clases.

— ¿Eh? No puedes hacerlo en el recreo.

— Es «receso», no estamos en la primaria. Y no, tengo mis amigos con los cuales me junto; además, uso el descanso para calmar las pobres neuronas que traigo en la cabeza, siempre están a punto de quemarse después de las clases. Así que: o es entre horas o no te enseño nada — declaré a Gin molesto, seguido de un pequeño silencio. Luego, escuché cómo se subió el cierre del pantalón, para después abrocharse el cinturón y salir de donde estaba encerrado.

Gin me pasó de largo para ir a los lavabos del lugar. Una vez que sus manos quedaron limpias, volteó a verme algo molesto.

— Ok, entre clases — respondió el enano sin muchos ánimos, saliendo yo detrás de él del baño.

— Bueno, ésta la desperdiciaste, pues el profesor ya debió haber entrado. No te preocupes, no nos dirá nada.

— Ok, vamos antes de que se haga más tarde — replicó el chaparro, adelantándose un poco a mí. Este chico es muy raro… ¿Por qué soy tan estricto con él? Suelo ser duro, pero siento que con él estoy exagerando. No lo sé, pero creo que hay algo que me dice que me cae bien después de todo.

Al verlo desde atrás, cómo camina, siento algo extraño. Es una rara sensación de paz, mas no sabría cómo explicarla… es… cómo si me agradara verlo andar.

Poco después, llegamos hasta el salón. El profesor ya se encontraba adentro; sin embargo, la clase aún no daba inicio, por lo que el chaparro rápidamente entró y pidió permiso.

— Profe, ¿nos permite pasar?

— ¡Claro!, pasen muchachos — respondió el profesor de matemáticas de una manera muy amable.

— Éste profesor está en lugar de Karla, la verdadera profesora de matemáticas. No es muy bueno para enseñar la materia, y la verdad nadie le pone atención. Todos se la pasan platicando en la hora de su clase. Por lo tanto, pon mucha atención, nadie te va a poder ayudar aquí más que yo. Si tienes dudas con respecto en algo, tal vez sea por un tema anterior; pero puedes preguntarme cuando quieras, aún sean dudas de algo nuevo.

— Sí — dijo el gnomo secamente. Ahora estoy siendo más cordial con él y ni siquiera lo notó, inclusive fue más seco de lo normal. En verdad es un idiota.

— Tardaron mucho, ¿qué estaban haciendo?

— Sólo le dije lo que iba a hacer, y que si no le gustaba, pues que se aguantara.

— Ok — respondió mi amigo un poco asustado, pues le respondí un poco enojado, sin importarme que el tonto ése escuchara mi respuesta.

Pasó la clase rápidamente y el goblin se la pasó preguntándome sobre cada cosa que veíamos durante toda la hora. En verdad fue un fastidio para mí e inclusive para él, quien de buenas a primeras, no le gustaba acudir a mí. Al inicio ni quería responderle; pero de alguna manera, lentamente, me estaba agradando voltear a verle y escuchar su voz, mientras hacia sus preguntas.

Ya una vez que salimos al receso, me fui al corredor donde todos mis amigos y yo nos juntamos, a la par que daba un profundo suspiro del cansancio.

— Te preocupas mucho, ¿sabes? De verdad lo haces sólo porque la profesora te lo pidió ¿no?

— Sí… ¿por qué más sería? — antes de que Ben me contestará, Ryuu llegó al lugar.

— ¡Hola chicos! — dijo una de mis amigas de manera muy efusiva. Ella es Ryuu, una chica algo hiperactiva y muy alegre. Muchos la evitan de vez en cuando, pues es algo alocada; pero a mí me cae muy bien. Ryuu siempre dice que soy su hijo… aunque me trata como si quisiera hacer «incesto» conmigo, jugando obviamente. Todos la acusan de que sus intenciones suenan a las de un pedófilo.

— Hola, Ryuu. ¿Cómo te ha ido?

— Muy bien, hijo con cuerpo de niño — al responderme, Ryuu me abrazó y medio lo manoseó de una manera juguetona y depravada, emitiendo una risa que da miedo.

— ¡Oye, deja de hacer eso! — dijo Ninta, otra de mis amigas. Ninta es una chica muy… no sé cómo decirlo… ¿Impulsiva? Algo grotesca, a veces, mas es muy linda también. Me llevo muy bien con ella, sobretodo porque me agrada mucho ese pelo rojo que tiene. Gracias a él, su cabeza parece una gran manzana. En verdad es una buena persona, algo obsesionada con su «husbando» o «novio de ficción»; pero fuera de ahí, ella es una chica bastante común.

— Hola Ninta, ¿Cómo te va?

— Hola Nate. Bien, acabo de terminar de almorzar, las demás en unos momentos regresan, fueron a comer algo.

— Ya veo, más vale que me termine este «manga» que me prestó Jiro — respondí a mi amiga, tomando asiento cerca del lugar, abriendo mi pequeño libro de historietas oriental.

Al poco tiempo, comenzaron a llegar las demás chicas, cada una saludándome con cariño. Todas ellas son un grupo de amigos que formé apenas hace unos pocos días, siendo todas muy amables conmigo y cariñosas. En verdad las aprecio mucho, y según ellas, siempre me cuidan. Jamás había tenido tantos amigos, me siento muy feliz de haber llegado a esta preparatoria; sin dudas, fue la mejor elección que pude haber hecho, todo gracias a ellas. Sólo a ellas.

— ¡Ah, qué día! — exclamé una vez que terminé el tomo que estaba leyendo.

— Hijo, te ves cansado — declaró Ryuu, acercándose a mi lentamente para sentarse a mi lado.

— Es que le estuve enseñando a un chico nuevo llamado Gin.

 — ¡Uuuy! ¿Qué le enseñaste? — preguntó en doble sentido Kuychi, otra de mis queridas amigas.

Ella… o él es una chica que le gusta mucho el género «yaoi» de las animaciones e historietas orientales que tanto vemos. Su pasión por este género (el cual trata de amor entre hombres) es tan grande que se declaró hombre. Kuychi parece una chica buena; pero en realidad es un lobo vestido de oveja. Él es realmente muy duro y malo, sobre todo cuando recrea su «famosa» coreografía maligna, la cual despliega su aura oscura sobre todo su ser (obviamente esto es una broma, ella no es mala, sólo que dentro de nuestro grupo es lo más acercado a un villano). En verdad adoro a esta chica, ella es el tipo de persona con la que mejor me llevo; aunque a veces me haga querer matarla por sus tonterías, siempre será mi amiga.

— Matemáticas, ¿será? — respondí a mi amiga, quien obviamente insinuaba otra cosa.

— ¿Ehh? Yo sé que hicieron «yaoi».

— Yo jamás haría algo así. Yo sólo hago «yaoi» contigo.

— Lo sé —  cuando Kuychi dijo esto último, me mandó un beso en el aire. Yo se lo regresé, levantando los labios y cerrando los ojos al momento.

— El punto es que no tengo ganas de seguir ayudándolo — continué contándole a Ryuu, muy desganado.

— Oye y… ¿él sí te puso atención o no? — preguntó Ninta, quien estaba enfrente de nosotros, viéndome con atención.

— Sí. Tenía cara de «sí te entiendo» y si no es así, que se joda. Ya le dije que no voy a explicarle más de una vez.

— Eso me suena a que tienes flojera de apoyarlo.

— Lo sé, soy muy flojo. ¡ah!, pero ¿ya qué? — respondí a la declaración de Ryuu, pues tenía algo de razón, no quería ayudarlo por flojera. Aunque me estuviera mintiendo un poco a mí mismo sobre eso.

Por otra parte, noté que el chaparro me estaba viendo desde lejos, a la par que platicaba con otros sujetos del salón. Los ojos del chico se quedaron clavados en los míos durante unos momentos, nuevamente mi corazón comenzó a palpitar muy rápido, sentía que debía quitar la mirada, mas no lo hice. Creí que me quedaría mirando a los ojos del tipejo ese todo el resto del receso, hasta que la estúpida de Analí se acercó a él, tocando su hombro para llamar su atención. Aquella es una compañera de nuestro grupo que odio. Maldita…

Vi cómo ambos comenzaron a platicar, desviando la atención del joven hacia ella. Por lo que decidí retirar mi mirada de él, sólo para seguir hablando con mis amigas el poco tiempo que nos quedaba para volver a las aulas.

Las clases pasaron muy rápido. Creí que el chaparro continuaría a mi lado el resto del día, pero el mal agradecido se fue al otro lado del salón, para que la estúpida perra de Analí le explique. Ya quiero ver sus calificaciones más adelante, esa tipa se la pasa hablando cómo guacamaya durante todas las clases.

 — ¡Ah! Qué día tan agotador — dije para mí al momento de salir de clase, estirando mi cuerpo con ambas manos extendidas por encima de mi cabeza. De pronto, el enano se acercó a mí y me llamó para hablar conmigo.

— ¡Nate! — gritó el niñito, sonriente.

— ¿Eh? ¿Qué se te ofrece?

— Oye… gracias por tu ayuda, pero Analí se ofreció a… — antes de que terminara de explicar, un sentimiento de rabia inundó mi mente. Estaba tan molesto de que aquella mujer lo convenciera de que ella podría ayudarle más qué yo, que no pude evitar volver a ser muy grosero con él.

— No necesito explicaciones, está bien. Eso díselo a la profesora Buencello una vez que te pregunte el porqué de la situación. Hasta mañana, Gin — dije frío y cortante, después de mover mi mano abierta de derecha a izquierda a la altura de mi pecho, dándole a entender que era suficiente para mí lo qué había dicho.

— ¡Ah… está bien! ¡Gracias, eh! — respondió el hombrecito algo molesto, frunciendo levemente el ceño, viéndome a los ojos con enorme furia. Él se fue con sus demás amigos nuevos, que lo estaban esperando para irse a tomar el autobús cerca del sitio, mientras yo me quedaba ahí parado, viendo cómo se iba.

«¡Aho!», pensé… mas no era para él, sino para mí.

Llegué a mi casa. Estoy muy confundido cómo para comer, por lo que le dije a mi hermana que cenaría después, para luego subir a mi habitación. Tomé mi laptop, la abrí y comencé a pensar en aquel chico. Nuevamente sucedió, mi respiración aumentó, mi corazón palpitó rápido y mi garganta se secó. En mi cabeza sólo caben los cortos recuerdos que tengo junto a aquel tonto.

Me sentí agobiado, por lo cual comencé a escribir lo que sentía en un documento vacío dentro de mi computadora.

«Hoy, después del primer día, me he encontrado a un chico muy curioso con el cual tropecé. Él fue muy amable y se disculpó al momento de chocar. Después, al llegar al salón, lo volví a ver, y para cuando me di cuenta, ya estábamos sentados uno al lado del otro. Hemos platicado un poco y he visto su frialdad hacia mí, ¿acaso no le agrado? No sé, pero siento que algo extraño pasa con él cada vez que lo veo. ¿Acaso será…? No lo creo, dudo que él sea así».


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