Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

¡Corre! por NeilDArcPridh

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

20 de abril de 2009

Velocidad, poder, astucia, persuasión, sabiduría, inteligencia, carisma, determinación.

Entrega, valor, solidaridad, lealtad, empatía, honestidad, humildad.

Respeto, compasión, gratitud, paciencia, misericordia, perseverancia, justicia.

Amor y Amistad.

Ya no hay forma de detenerme. Ahora me he vuelto el dueño de este infierno. No importa cuántas veces tenga que regresar aquí; tomaré y blandiré mi arma contra aquellos que amenazan mi felicidad. No doblegaré mi voluntad ante nada en este mundo, porque alguien necesita de mi ayuda. Levantaré la frente en alto ante el mal y lo enfrentaré con optimismo, con una enorme sonrisa en mi rostro.

Desde hoy, a partir de ahora, el miedo se ha esfumado de mi corazón y ha sido cubierto solamente por lo que me hará vivir para siempre: Amor.

— ¡Mueran! — grité con gran entusiasmo, a la vez que despertaba de aquella pesadilla — ¡Ja ja ja! Tal vez no pueda eliminar estos sueños, pero con eso será suficiente — dije a la nada, recostándome nuevamente en la cama, sonriendo y viendo el techo de mi habitación.

«Increíble… han pasado casi tres años desde que por primera vez conocí a Gin. El día que lo vi, instantáneamente me enamoré de él. Creí en un principio que solamente sentía esas cosas por confusión, pero después me di cuenta de que efectivamente siempre había sido homosexual.

Nunca lo hubiera creído antes, pero con el tiempo, fui aceptándome y estuve descubriendo todo sobre lo que soy, la sociedad que me rodea y las personas en las cuales puedo confiar, así como en las que no. Todo esto fue mi preparatoria, mis estudios de media superior, hasta que por fin llegué a la universidad, donde el “destino” me dio una oportunidad para acercarme a Gin. Y así, al fin lograr una amistad con él como lo deseaba.

Velozmente ha pasado un buen rato desde que ambos nos hicimos cercanos y pronto comenzamos a congeniar demasiado, incluso comencé a hacerle uno que otro berrinche tonto a mi amigo. Pensé que eso me separaría de él, pero de alguna forma me unía más al chico. Gin siempre ha tenido novia, no obstante, desde que somos amigos, no ha formado una nueva relación con una chica. No sé qué pensar de eso, simplemente puede estar cansado de siempre tener que estarse preocupando por una mujer, o tal vez le gustó estar un poco más con amigos que con una novia. Ni idea.

Estos meses han sido de lo mejor, no tengo duda de ello, y mejor de todo es que hace apenas tres días, Gin me besó. Hicimos una tonta apuesta y terminé ganándola de la manera más ridícula posible, obteniendo el privilegio de recibir mi primer beso, el que jamás olvidaré.

No tengo idea de qué me depara el futuro, pero sé que hoy será un día grandioso. Yo lo sé».

Cerré mi computadora después de escribir eso en mí ahora bien nombrado: diario electrónico. Después de lo del beso, me vi forzado en comenzar a escribir todo lo que me sucede en un documento digital, para así recordar siempre lo que he sentido. Tal vez después escriba una historia ficticia de ello, aunque aún no sé cómo la nombraré.

Irónico, pero… estoy feliz de que sea lunes, por obvias razones. Las cosas se ven muy normales a mi parecer. Fui a clases y pasé el día como siempre; Gin se veía totalmente normal el día de hoy, como a diario, y nuestros amigos se comportaban más alegres de lo normal, o tal vez yo estoy más alegre de lo normal, no lo sé, hay cosas que simplemente te hacen la vida hermosa. Como tu primer beso.

«Bastante» es poco para describir lo feliz que me siento, tanto que durante los siguientes días, todo fue sobre ruedas, aunque los exámenes están ya muy cerca y la tarea parece ser interminable; mas no tengo problema con todo ello, pues sé que las cosas no podrían estar mejor en mi vida.

La vida se me ha vuelto mucho más sencilla. Cada vez que me siento estresado o tengo problemas con algo: cierro los ojos, me concentro y siento cómo Gin me besa cálidamente, haciendo que todo lo malo desaparezca.

En poco tiempo ya ha llegado el miércoles y me encuentro en mi casa con mi hermana, comiendo a gusto a su lado, hasta que por fin ella terminó y comenzó a levantarse del lugar para lavar los platos, empezando una pequeña conversación conmigo.

— ¡Vaya!, alguien sigue de muy buen humor.

— Gracias, Sarah.

— Me da mucho gusto verte sonreír así. No lo hacías desde que tenías siete años.

— ¿En serio? No lo sabía.

— ¿Hay algo que me quieras contar?

«Sí, estoy enamorado de Gin y me ha besado. Ha sido el momento más mágico de mi vida y estoy estúpidamente feliz, porque no tengo ninguna razón para estar triste en este momento. Hasta en mis pesadillas parezco tener el control», todo eso lo pensé cuando me preguntó aquello. Obviamente, esa no iba a ser mi respuesta, Sarah no acepta que soy gay y la verdad ya no deseo tocar el tema. Es mejor decir una «mentira blanca».

— La escuela comienza a ser muy fácil y ya nadie me molesta como en la secundaria o la preparatoria. Estoy muy a gusto, la universidad es totalmente distinta.

— Pues sí, acá ya todos son adultos y no estamos en Federaciones Unidas como para que haya gente molesta durante la etapa de la universidad. En Sentilis eso se acaba en la preparatoria y gracias al cielo que jamás se vuelve a repetir. Sabes, vamos a celebrar tu buen humor, este fin de semana saldré de viaje y cuando regrese, te prometo traerte un pastel de tres leches con fresas.

— ¡Sí, mi favorito! Pero… no tienes que hacerlo, hermana.

— Sí tengo, me pones de muy buen humor todos los días que despierto y te veo con esa hermosa «sonrisota» — una vez que explicó eso, se acercó a mí y me apretó mi cachete derecho. Comúnmente, me molesta que toquen mi cara, pero en esta ocasión me pareció lindo —. ¡Vez, inclusive no te molesto eso! Esto es para abrir una botella con cien años de añejo.

— ¡Exagerada! — no sólo a Sarah, a todos mis amigos y compañeros, hasta a los maestros contagio con mi brillante sonrisa. No hay nadie a mi alrededor que no sea cautivado por mi gigantesca felicidad y es totalmente entendible, pues me considero la persona más feliz en el mundo entero en este momento.

— Saldré desde el viernes en la tarde, así que te dejaré la cena lista y dinero suficiente para que puedas comer. Aun así, le dije a Beto que estuviera al pendiente por si ocupas algo más, hermano.

— Bien, gracias Sarah.

— Estoy orgullosa de ti y lo sabes. Espero en verdad que sea lo que sea que te esté pasando, te continúe haciendo feliz siempre — al decirme eso, se acercó a mí para acariciarme detrás de la cabeza y abrazarme fuertemente estando yo aún sentado.

— Yo también lo estoy de ti hermana. Qué tengas un lindo viaje — después de eso, subí a mi cuarto a jugar algunos videojuegos, para hacer más tarea y escribir un poco más en mi diario digital.

«Gin te amo tanto», pensaba una y otra vez, a la par que suspiraba enamorado.

Mas algo raro ocurrió.

El jueves estuve esperando a que Gin saliera, pero nunca apareció. Intenté contactarlo por el teléfono móvil, pero me fue imposible, simplemente no lo hallaba. Cuando vi a sus tontos amigos, les pregunté que si lo habían visto y ellos me dijeron, algo extrañados, que él ya se había ido.

— ¡Oye!, no quiero ser chismosa… pero algo traía, ¡eh! — me explicó la chica que la otra vez callé, algo apenada.

— ¿Ah? Disculpa… no entiendo.

— Sí, bato — respondió su otro amigo, el cual es gay como yo —. Hoy andaba muy raro desde que recibió una extraña llamada. En medio de la clase de muebles, alguien le marcó. Gin estaba como siempre, pero al terminar de recibir esa llamada, él se molestó mucho.

— Sí, su rostro se deformó y parecía que quería golpear a alguien. Mejor ya nadie le dijo nada y solito se fue al terminar las clases — concluyó una chica que también se junta con ellos.

— Muchas gracias chicos y perdón por las molestias.

— «Nombre», para nada. Perdónanos tú a nosotros por ser tan «cagones» — dijo el chico con una sonrisa incomoda.

— Je je je, no… perdón a ustedes. He sido muy intenso en el pasado, pero ya no volverá a pasar.

— No te preocupes, entendemos. Nos vemos mañana — aclaró la chica a la que le grité, despidiéndose todos amablemente. Ahora me doy cuenta de que son personas agradables, algo que nunca noté en el pasado, cuando era un estúpido lleno de celos.

¿Qué le habrá pasado a Gin?

¿Debería ir a su casa? No, eso sería muy atrevido. Mejor esperaré a ver si puedo verlo mañana, en caso contrario, lo mejor será hablar con alguien que lo tenga más cerca para verificar que nada malo haya pasado con su familia.

Regresé a casa y me sentí algo incómodo, mi sonrisa ha sido algo borrada. No estoy triste, pero si preocupado; un hueco en mi pecho se formó desde que los amigos de Gin me habían dicho eso. «Una llamada», ¿Quién pudo haber sido?

Los padres de Gin ya son mayores de edad, posiblemente pudo haberles pasado algo. No, eso no puede ser, de ser así, ya me hubiera contactado. Entonces, ¿Qué puede ser?

Maldición, tengo un mal presentimiento, lo mejor será irme a dormir y olvidarme de estos problemas. Entre más rápido sea mañana, más pronto podré saber qué le pasó a mi amigo.

Al día siguiente todo parecía estar normal, excepto porque Gin tenía una práctica hasta muy tarde de un taller y yo un examen. Ya casi era hora de tomar mi prueba y aún no había señales de Gin. No le había marcado o mandado mensaje en todo este tiempo para no molestarlo, aguantándome las ganas cada vez que veía de frente el teléfono.

— ¿Estás bien, Nate?

— Gin sigue sin ponerse en contacto conmigo, tengo algo de miedo, Zirumi.

— Él está bien, al menos estoy segura de que lo estará. De no ser así, ya nos hubiéramos enterado.

— Lo sé, pero no puedo evitar preocuparme por él.

— Es porque lo amas, es normal. Ya casi va a comenzar el examen, ven por favor.

— Si, adelántate. Iré al baño primero.

— Ok, te espero adentro. Qué todo salga bien.

— Ja ja ja, muy graciosita — respondí a mi amiga en tono sarcástico, yendo hacia el baño.

Una vez que salí de atender mis necesidades básicas, recibí un mensaje. Rápidamente saqué mi teléfono móvil y vi que efectivamente era de Gin. Éste decía lo siguiente:

«Tenemos que hablar. Te veo dónde siempre, saliendo de tu examen. No traigas a nadie contigo. Lo digo muy en serio».

Eso no se veía para nada amistoso. Algo ha ocurrido y no tengo idea de qué rayos fue. Rápido subí al salón y hablé con Zirumi sobre el asunto. No le expliqué mucho, sólo le pedí que no me siguiera y que se fuera directo a su casa. Ella aceptó preocupada, confiando en que todo estaría bien.

Nos dieron el examen, pero ya no tenía cerebro para él, por lo que rápidamente lo contesté como pude y lo entregué para largarme de ahí, corriendo hacia donde me encontraría con Gin.

La luz mercurial ya está encendida, veo pasar los postes rápidamente conforme avanzo en mi camino hacia arquitectura, junto a un gigantesco manto de oscuridad que cubre todas las facultades, en un cielo nublado por grandes acumulaciones de vapores grisáceos, los cuales nos impiden ver a la hinne. El viento sin duda es helado y cargado de humedad, y junto a la presión que siento sobre el cuerpo por el esfuerzo físico que estoy haciendo, comienza a cansarme, haciendo mis pasos más lentos.

Comencé a trotar, viendo desde ahí a Gin, parado cerca del gran árbol que se encuentra en su facultad, envuelto por la temible oscuridad, pues el faro más cercano no alcanza a alumbrar todo el sitio. Continué corriendo, ignorando el lodo, los charcos y las ramas de los árboles que llegaron a golpearme camino hacia el lugar.

Finalmente, llegué hasta donde mi amigo está. Donde el amor de mi vida me había dicho que fuera.

Vi la espalda de Gin, parecía no haberse inmutado por escuchar que llegaba, oyendo mi agitada respiración. Él sólo se quedó ahí, parado, viendo a aquel árbol, ignorándome por completo. Un terror bestial inundó mi ser, no tengo la más mínima idea de qué demonios está sucediendo; mas sé, que no es nada bueno.

— Gin, ya llegué.

— ¿Qué te hice? — la voz de Gin sonaba profunda, con la seriedad de un juez.

— ¿D-de qué hablas?

— ¿Alguna vez te di alas de verdad?

— Este… no… no que yo sepa. Excepto…

— El beso… fue un juego, Nate — dijo mi amigo, volteando a verme con un rostro lleno de enojo. Jamás había visto a Gin tan enojado, no tengo idea de qué demonios está sucediendo —. Sólo fue eso, no debiste haber dicho esas cosas.

— Gin.. No ent..

— ¡NO TE HAGAS EL PENDEJO! — gritó con un enojo increíble. En ese momento ya no dije más, me asusté demasiado y quería llorar. No podía creer que Gin me insultara, jamás lo había hecho — Todo este puto tiempo, desde que somos amigos, estuviste diciéndole a tus amigas que estábamos saliendo como en citas y de más cosas.

— P-pero no es cierto.

— ¡Así es! Nada de eso es cierto, entonces: ¿Por qué mierda lo dijiste?

— Pues… verás…

— Mira, ¿sabes qué? Ya no me importa lo que me tengas qué decir. Eres un mentiroso, manipulador y maldito. Te di toda mi confianza y me sales con estas cosas, después de todos los berrinches y caprichos que tuve que aguantar de ti. De todas las veces que me hiciste escenitas de celos y que trataste mal a mis amigos.

— P-pero ya no…

— ¡SÍ, YA SÉ! — una vez más me interrumpió, lanzando sus puños hacia abajo con mucha ira — Ya sé que estás diferente y fue por ese estúpido beso. En lugar de sólo estar bien, fuiste con todo mundo a decir que YO estoy enamorado de ti, cuando es al revés. Inventaste no sé qué tantas pendejadas a lo idiota y luego a mí me andan diciendo que: «Si soy gay. Qué pedo conmigo y mi novio. Qué guardadito te lo tenías». Todo porque un maldito niño estúpido estuvo contando puras «mamadas».

— Gin… lo siento en verdad — mi voz se quebraba en llanto, no sabía qué hacer o qué decir. Mi amigo está furioso y todo lo que dice era verdad, inventar una mentira podría arreglar las cosas ahora, pero arruinarlas más en un futuro.

— Deja de llorar que no te queda. Ya no quiero saber nada de ti nunca más, eres un aprovechado y un acosador. Espero que jamás vuelvas a cruzarte en mi camino, porque si lo haces, voy a acusarte. Yo en verdad te quería como amigo, pero hiciste las cosas mal, Nate. ¡Lárgate de mí vista!

— Gin… no, por favor perdóname…

— ¡Lárgate!

— Gi… — intenté dar unos pasos hacia él, más él lo prohibió, gritando nuevamente.

— ¡LARGATE, NO QUIERO VERTE YA MÁS! ¡VETE DE AQUÍ SI NO QUIERES QUE TE META UNOS «CHINGAZOS»!

Me detuve en seco, miré hacia el suelo e intenté partir inmediatamente; pero las piernas no me hacían caso, sólo temblaban. Tomé toda la fuerza que tengo y comencé a irme del lugar a toda velocidad, a correr tan rápido me fuera posible, ignorando el cansancio o el dolor, no iba a detenerme por nada el mundo, no iba a mirar atrás. Sólo necesitaba alejarme.

Al correr, las luces que están a mi alrededor comenzaron a titilar, todo rastro de iluminación comenzó a volverse tenue, a la par que yo lloraba. No fui hacia algún autobús, corrí a la avenida y me fui a perder en la colonia más cercana, logrando llegar a una calle solitaria y oscura, donde arrojé mi cuerpo al suelo, al mismo tiempo que lloraba, gritando y gimoteando a todo pulmón, jadeando fuertemente al intentar tomar aire, golpeando el suelo sin consuelo alguno.

— Nooo… ¡Noooo! ¡NOOOO! — grité una y otra vez, tirado en medio de la calle, sosteniendo mi cuerpo con ambas manos y estando de rodillas, viendo al piso y contemplando cómo mis lágrimas caían rápidamente. Al final, dejé caer mi cuerpo al concreto, continuando allí sólo, envolviéndome con mis manos y adoptando una posición fetal.

Pronto, un automóvil llegó hasta el lugar, pitando para que me quitara del camino. Rápidamente, al ver que no me movía, bajó una señora que me ayudó a levantarme.

— ¡Hijo!, ¿estás bien? ¿Por qué estás aquí? ¿Estás perdido?

— No… sólo… yo sólo…

— Por favor, tranquilízate y cuéntame qué pasó. ¿Quieres que llamemos a tus padres?

— No, gracias. Será mejor que me vaya. Gracias en verdad — al decir eso, miré a aquella mujer de frente y me paré de donde estaba, caminando hacia donde creía que estaría mi hogar. Recuerdo ver en su rostro una calidez y preocupación autentica, mas no le di importancia.

Durante la noche, estuve vagando por la ciudad, viendo los autos pasar, intentando llegar a mi casa a pie. Seguí el camino que recorre mi camión, sujetando fuertemente mi mochila, aún llorando sin cesar todo el recorrido nocturno. Todo estaba tranquilo, hasta que una patrulla me detuvo.

— ¡Hey!, son las tres de la mañana, ¿Qué haces aquí?

— Voy a mi casa — contesté mirando al suelo, sin expresión alguna.

— ¡Mírame a los ojos cuando te hablo! — levanté la mirada al hacerlo. Los policías sólo vieron a un muchacho triste y perdido, por lo que me tomaron del brazo con algo de cuidado y pronto me subieron a la patrulla.

— Policía de Ichpoch, tenemos a un joven de unos diecisiete años, estudiante de la universidad, perdido. No dice mucho, pero parece estar muy mal psicológicamente. No creo que haya sido abusado, pero lo llevaremos a su casa. Si no nos puede decir dónde vive, será enviado al psiquiátrico de la zona.

Escuché con atención todo lo que decían, pero no le di importancia. Sólo estoy acomodado en la parte de atrás del automóvil, intentando no pensar en otra cosa más que en lo que había hecho.

— Chico, dinos dónde vives, por favor. ¿Eres de aquí, de este municipio?

— Sí…

— ¿Dónde vives?

— En la colonia Venero, calle agua dulce 2841.

— Bien, ¿tus padres están ahí? — cuando el oficial preguntó esto, quise decir la verdad. Pero no lo hice.

— Sí, estarán dormidos, pero puedo entrar con mi llave… gracias.

— Bien, te llevaremos hasta allá — ambos policías se subieron a sus asientos adelante y me llevaron hasta mi hogar, donde me ayudaron a bajar, esperando luego a que abriera la puerta de mi casa y entrara, agradeciéndoles por su ayuda.

Una vez cerrada la puerta, recargué mi cabeza sobre ella sin soltar la perilla, comenzando de nuevo a llorar descontroladamente, lanzándome al suelo de rodillas y cubriendo mi rostro con ambas manos. Golpeé mi cabeza con el puño cerrado, me di cachetadas y jalé mi cabello. Me odiaba, detestaba haber hecho lo que hice.

— ¿Por qué soy un idiota? ¿POR QUÉ? — grité mil y un veces, golpeando mi frente contra la pared más cercana, rasguñándome una y otra vez, jadeando mientras bramaba ahí en el centro de mi sala, sin que nadie me pudiera escuchar. Sólo la oscuridad me acompañaba.

No pude dormir en toda la noche. Amaneció y yo aún sigo despierto, ahí donde los oficiales me habían dejado la última noche. No tengo hambre, no siento sueño, no poseo ganas de vivir. Lo único que deseo ahora es que todo acabe, que las cosas malas se fueran. Que de una vez por todas, el dolor desapareciera.

La idea de suicidarme vino de nuevo a mí, pero una vez más recordé que si lo hacía, Gin se sentiría culpable. Nuevamente desgraciaría su vida por una de mis estupideces, así que ya no pensé en ello. Busqué soluciones, pensé mil veces en algo qué hacer.

— ¡Vamos maldito puñetas, piensa algo, piensa animal! — dije golpeándome la cabeza con las manos, rasguñándome el cuello y el rostro. Hasta que se me ocurrió un primer paso.

Subí a mi cuarto y encendí la computadora. Abrí el «chat» de «Messenger» y fui al grupo dónde están todas mis amigas. Ahí les puse:

«Todo lo que dije sobre Gin y yo es mentira, se los dije porque no deseaba preocuparlas. En verdad, lo siento mucho, no sabía que las cosas podían terminar mal, yo en verdad las quiero mucho y ahora lo único que conseguí es que todo empeorara. Lo siento, borren todo, se los suplico».

Al enviar eso, comencé a llorar nuevamente, saliéndome de ese grupo y borrando cada conversación del programa que tenía registrada. Caí de nuevo al suelo y escuché mi celular sonar. Lo tomé y lo arrojé sin ver quien era. Éste chocó contra la pared y se hizo añicos.

Es horrible, todo lo bueno que he vivido con Gin, todo aquello que he cultivado durante este último año, se está cayendo a pedazos rápidamente. Todos los hermosos cuadros con bellos recuerdos que había colgado en la galería de mis memorias, ahora están manchados con sangre y lágrimas, destrozados para siempre, arruinados por un estúpido error mío.

¿Cómo lo haré? ¿Cómo recuperaré a Gin?

Debo elegir. ¿Qué me importa más?: El amor que me hace feliz o la amistad de Gin.

Vi todo enfrente de mí y descubrí que ambas cosas están arruinando mi vida, estando juntas; habían complicado todo mucho más desde que las comencé a poner en paralelo con mi vida. Debía eliminar una de ellas lo más pronto posible, antes de que pudiera volver a ver a mi amigo, al hombre al que amo.

— Ya no voy a amarte — dije en mi habitación, estando hincado en mi cuarto con mi espalda totalmente arqueada hacia adelante, sosteniendo mi corazón con ambas manos —. Ya no voy a amarte Gin, si eso va hacer que sigamos siendo amigos, entonces ya no te voy a amar, ya no quiero amarte, ya no deseo hacerte sufrir — seguí hablando, llorando sin control, balanceando mi cuerpo hacia atrás y adelante.

Rasguñé mi pecho una y otra vez, intentando sacarme el corazón, tratando de encontrar una forma física de aquel sentimiento para arrancarla de ahí y arrojarla al suelo, para trozarla, romperla, destruirla. Cosa que es imposible.

— Lo siento, Gin, lo siento. Ya no lo volveré a hacer, ya seré una buena persona, ya no trataré de hacerte nada malo. Sólo quiero tu amistad, sólo quiero que estés conmigo, perdóname, por favor… perdóname…. Lo siento… en verdad lo siento, amigo, soy un idiota, lo sé, perdóname — continuaba disculpándome, sin que nadie pudiera escucharme. Recordando todo lo bueno que nos había pasado.

Recordé el primer día que lo conocí.

— Desde que te vi, supe que serias lo más importante en mi vida, sabía que tu sola presencia me haría tan feliz que no pude evitar exaltarme. Es un momento único… que debo olvidar.

Recordé cuando por primera vez me habló.

— Fui muy grosero, no sabía qué hacer, no tenía idea de qué decir. No entendía lo que sentía, estaba muy confundido. Yo no sabía qué sentir, perdón.

Recordé cuando lo vi con Ann.

— Ese día me sentí extraño, tenía miedo y estaba celoso. Por primera vez, sentí celos; pero al verte tan feliz con ella, al verte sonreír y sentirte pleno, supe en verdad que lo único que deseaba era tu felicidad, que yo sólo quería verte alegre. Es lo único que quiero, tu felicidad, Gin.

Recordé cuando se preocupó por mí.

— Jamás pensé que te importara tanto, siempre creí que era un cero a la izquierda para ti. Cada día de mi vida, he visto los días como ese: nublado, fríos y húmedos. Sintiendo la calidez de tu corazón entre el frio.

Recordé cuando nos comenzamos a conocer.

— Me impresionaste de verdad aquella vez, no sabía lo interesante que eres. Yo soy tan simple a tu lado, no tengo forma de explicarte lo maravillado que me sentí al saber que me había enamorado de alguien tan especial como tú.

Recordé cuando nos separamos.

— Ese día tuve tanto miedo, quería decirte lo que sentía, pero no sabía ni cómo empezar. El simple hecho de perderte para siempre, como hoy, fue lo peor que me pudo haber pasado. Sentí cómo clavaban una daga en mi corazón la noche que te fuiste del salón con Deby.

Recordé cuando volvimos a unirnos.

— La vida me dio otra oportunidad, me puso nuevamente en tu camino. Desde entonces, confiaste en mí, me diste tu amistad y todo tu cariño. Y yo sólo me comporté como un idiota. Perdóname Gin…

Recordé nuestro beso… mi primer beso.

— Lo siento. Aquella noche fue el momento más mágico de mi vida. No existe nada más especial para mí que ese beso, y me arrancaré el amor que siento por ti. Lo olvidaré todo: El día que me enamore de ti, los días que soñé con nuestro amor, el día en el cual juré amarte para siempre. El momento en el cual me dije que conseguiría que me amaras. Todo lo olvidaré, eliminaré cada rastro de lo que siento, destruiré el sentimiento que me ha mantenido de pie estos años, porque te amo y no quiero perderte.

Gin… amigo. Hoy te digo que te dejaré de amar como a un hombre, como si viera en ti a un amante. Hoy, comenzaré a amarte como sólo a un amigo, como amo a Zirumi, a Agis, a Kaleb y a Josue.

— ¡AAAHHHH! — grité tan fuerte como pude, retorciendo mi cuerpo al aire, sosteniendo mi corazón con mis manos y mi cuerpo con mis pies y cabeza, rodando en el suelo al hacerlo.

Sacando cada bello momento que viví enamorado.

El tiempo pasó. Lloré, pataleé, olvidé cada fragmento de lo que había en mí, cada recuerdo alegre y esperanza de que alguna vez estuviera junto a Gin, sosteniendo mi mano, abrazándome, diciéndome que me ama. Todo aquello que nos debería unir, ahora está siendo destrozado, construyendo de él lo único que es necesario para no perder lo más importante de mi vida: mi amigo.

Estoy exhausto, ya no puedo siquiera respirar bien. Aún no tengo hambre y la lluvia afuera ha comenzado a caer. Fui hasta mi máquina y escribí en ella lo necesario.

«El amor duele, destroza el alma: cada día de mi vida, desde que me enamoré, sentí cómo filosas garras destrozaban mi ser por dentro, cavando y haciendo espacio para crear una ilusión, un deseo vacío que no compartía con nadie, más que con un falso futuro. El amor complace, alimenta el espíritu: todos los momento que vivimos juntos, felices, estando bien con nosotros, fueron aquellos que me dijeron que valía la pena vivir, que no importaba lo horrible que la tormenta fuera, si la persona que amas es feliz, tú también sentirás aquella felicidad; si la persona que amas te corresponde, te sentirás en el mismísimo cielo. El amor es caos, no es bueno, ni malo; aquel sentimiento es ambas cosas combinadas. Es la prueba fiel de que estamos vivos, de que nos encontramos aquí para ser felices y sufrir hasta que la muerte toque a nuestra puerta».

Escuché la lluvia afuera, cómo la tormenta lanzaba gigantescos rayos anaranjados a la tierra, iluminándolo todo alrededor, azotando con gran fuerza la tierra e inundando todo a su paso. Salí corriendo a fuera de mi hogar, chillando a la par de la gigantesca tormenta; al mismo tiempo que el poderoso viento me abatía e intentaba derrumbar.

Fue entonces que el viento, el agua y la tierra aledaños a mí, junto al fuego de mi alma, se fusionaron a mi alrededor, levantando enormes bosques en la profunda oscuridad, envolviendo mi alma, mi espíritu, mi tristeza, mi amor. Todo se deformó y millones de horribles aberraciones vomitivas y amorfas se formaron periferias a mí, observándome.

Ahora lo entiendo, porque sigo estando aquí.

No importa cuánto tiempo pasé, si no hago las cosas bien, seguramente seguiré en este agujero. Si no saco esto de mí, si no arranco esto de mi ser, entonces sólo permitiré que te hagan daño todas mis inseguridades, todos esos monstruos que me atormentan.

— No importa que me odies o que jamás desees volver a verme. Te amaré y protegeré hasta el último de mis días — dije claramente en alto, viendo a los demonios que me rodean en medio de la tormenta, mis propios demonios —. Soy tu amigo, siempre estaré a tu lado y lucharé para que tu felicidad se haga realidad. ¡LO HARÉ POR GIN! — grité, enfrentando mis miedos, dejando de huir de ellos. Estoy cansando de alejarme de aquello que me aterra, de las cosas que me han estado destruyendo. Ya no quiero hacerlo, ya no quiero oír dentro de mi mente la palabra que me hace escapar.

A partir de hoy… dejaré de escuchar: «¡Corre!».


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).