Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

¡Corre! por NeilDArcPridh

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El día es frio, ni siquiera hay un sólo pedazo de cielo que pueda ver en este momento. Las nubes cubren el panorama de la manera más uniforme que haya visto en mi vida. Me pregunto si será por ti…

Todos parecen estar tranquilos, en verdad se ven muy bien. Se prepararon bastante para estar aquí, saben perfectamente cómo debían venir a verte. Yo he sido cuidadoso, encontré entre todas mis cosas el viejo traje que usé en la graduación, me dijiste en la universidad que me veía muy apuesto con él, supuse que estaría bien que lo vestía hoy, haciendo unos pequeños cambios para la ocasión.

Tanto tiempo que ha pasado. Apenas recuerdo el día que nos conocimos; el momento que nuestras miradas cruzaron caminos; la hora en la que comenzamos a hablarnos porque la profesora Buencello nos lo pidió; los minutos en los que platicábamos con Ann en aquella parada del autobús. Todos esos recuerdos de la preparatoria llegan a mi justo ahora. Qué tontería, ¿no?

— ¿Estás bien, amor? — me preguntó mi amada esposa, preocupada porque evidentemente mis ojos se pusieron rojos.

— Sí, no te preocupes. Sólo que… aún no sé cómo tratar esto.

— Creo que nadie lo sabe… Ven, llegó alguien especial — la mujer de mi vida tomó mi brazo con delicadeza, dejándome sentir su suave y vieja mano, caminando a la par para recibir a aquellas personas especiales que estábamos esperando.

El lugar es algo concurrido y lo peor es que está lleno de personas, todos llegaron desde lejos para poder venir a despedirse, vistiendo algunos elegantemente, otros casuales, inclusive algunos pocos como yo, de Negro, pues todos aquí vienen de Blanco, como lo pediste, Nate.

— Hola, supongo que tú eres Josue y tu Kaleb — dije a los viejos amigos de Nate, quienes se presentaron a su funeral, estando junto a otras dos personas que no logré reconocer.

— Sí, ella es Karina, mi esposa — respondió el hombre de larga cabellera blanca, presentándome a su hermosa y elegante mujer. Yo saludé a la señora y recordé algunas historias que mi amigo me contó de ella, de cómo su belleza era totalmente inaudita. Aun siendo una mujer de la tercera edad, puedo ver a lo que se refería.

— Él es mi esposo, tenemos veinticinco años de casados. Se llama Kiri — Josue me presentó a su pareja, un hombre que evidentemente es unos diez años más joven que todos nosotros, aunque se nota que en verdad está muy apegado a él.

— Mi más sentido pésame, señor Gin. Sé que Nate era tan importante para ti como lo fue para Kaleb y mi Josue — me explicaba Kiri con un acento un tanto gracioso. No supe reconocer su nacionalidad, definitivamente era de un lugar muy lejano y aun así sabía hablar nuestro idioma correctamente.

— Gracias, y sí. Efectivamente él era muy importante para todos nosotros, inclusive para toda mi familia.

— No puedo creerlo, son Kaleb y Josue. Creí que no vendrían — detrás de ellos, llegó a entrar Agis con su bella hija, quien lo llevaba del brazo atentamente.

— El «viejo perro güero», me alegra volverte a ver — Kaleb y Agis estrecharon manos afectuosamente, después de que el primer le dijera eso último.

— ¿Zirumi ya está aquí?

— Sí Agis, está al lado del féretro con mi hija.

— ¿Dónde está tu hijo menor?

— Creo que, de toda mi familia, al que más le afectó la muerte de Nate fue a él. Tenía una amistad muy buena con Nate, inclusive no quería venir hasta acá a velarlo — respondí a Agis, quien no se extrañó mucho de oír mi explicación.

— Nate para mí fue también parte de mi familia, apenas y ayer pude dejar de llorar su perdida. Papi en verdad deseaba que yo viniera a verlos a todos, aunque yo sigo la ideología de Nate: «Es un cadáver. Si te querías despedir, lo hubieras hecho cuando estaba vivo» — expresó Alin, la hija de Agis. En su voz se podía oír una profunda tristeza por la pérdida de nuestro amigo, al igual como lo escuché de mi propia hija.

— Me alegra que hayas venido, en verdad. Nate era un ridículo, sé que le gustaría vernos aquí a todos. Muchas personas vinieron a verle, su hermana y yo invitamos a todos los que encontramos en sus redes sociales. No creímos que todos vendrían, bueno… la mayoría — dije impresionado y agradecido de tener la presencia de todos aquí.

— Es un placer, tío Gin; pero le pido, en verdad… creo que debería ir a hablar con Drako. Él lo necesita de verdad — vi a los ojos de Alin y noté que estaba a punto de romper en llanto. Agis también lo notó y le apretó su brazo para que ella lo viera. Una vez que su hija lo vio al rostro, él sólo sonrió y volteó a ver el ataúd, dejando claro el mensaje. Alin pidió permiso y se dirigió a dónde se encuentran mi esposa, mi hija mayor y la hermana de Nate.

— ¿En verdad no vendrán? — preguntó Josue.

— Nate me pidió prohibírselos, ¿Crees que le faltaría el respeto a mi amigo? — respondí a la tonta pregunta del hombre, quien pasó sus dedos por su cabello plateado, respirando hondo y lanzando su mirada hacia el mismo lugar a donde está yendo Agis, pasando hacia allá también.

Seguí recibiendo visitas. Familias enteras, personas solitarias, un gran número de jóvenes y gente que en la vida había visto, otras que sólo conocía por fotos de mi amigo. No tenía en verdad idea de qué tanta gente podría llegar a venir hasta acá para despedirse de él.

Me paseé para hablar con algunos, preguntándoles de dónde lo habían conocido y sus historias me impresionaron mucho.

— Conocí a Nate cuando mi novio me había engañado por quinta vez, fue el quien me animó a dejarlo y hacerme entender que yo valía más qué nadie. Nunca me faltó un amigo con él, no importaba qué pasara, siempre estuvo ahí. Siendo honesto, había algo en él que lo hacía muy raro, creí que era el único que pensaba eso; pero me parece que aquí todos sienten lo mismo. Era eso lo que nos hacía verle con mucha estima, supongo — me dijo un hombre de tez clara con anteojos, pequeño de estatura y delgado.

— Cuando lo conocí, me sentía perdido, sin esperanza de poder volver a sentir amor por alguien. Una vez que estuve a su lado, me prometió que encontraría a alguien especial, a quien poder volver a amar, regalándome después un gran abrazo. Me dijo que siempre estaría conmigo y que siempre seriamos amigos, que jamás se enojaría conmigo sin importar lo tonto y descuidado que fuera con él. Sus palabras siempre se cumplían como profecías — me contó un hombre con una sonrisa brillante y sincera, de piel morena y ojos cafés.

— Cuando estábamos en la facultad, creí que sólo era otra persona extraña. Lo fui conociendo y me di cuenta de que pronto se convirtió en un gran amigo, uno que tal vez no veía siempre; pero cuando tenía logros o daba pasos importantes en mi vida, siempre estuvo ahí, apoyándome y celebrando todo lo bueno que yo hacía. No creo haber podido pedir más — explicó llorando una mujer de cabello cobrizo, piel aperlada y pequeños ojos, junto a su hija e hijo.

— A veces creo que fue una coincidencia que lo haya conocido, pero en verdad no encuentro a otra persona en mi mente que me haya procurado tanto. Me alejé de todos, cometí muchos errores estúpidos y nadie me apoyaba, excepto él. No importaba que tan mal estuviera o que «gorroso» fuera. Nate me escuchaba, me abrazaba y no me dejaba ir hasta que viera una sincera sonrisa en mí. Mis dos hijos son algo por él, no tengo idea que hubiera hecho sin su ayuda — dijo orgulloso un hombre de tez pálida, delgado y alto, el cual viene sólo.

— Desde que lo conocí, supe que era especial y por eso nunca me alejé de él. Yo sufría mucho y era Nate quien sostenía mi mano y me enseñaba que tenía que luchar por lo que quería, por volver a poner la frente en alto cada vez que me levantara de mi cama. Fue como un padre para mí y hasta la fecha sigo viéndolo como eso: alguien que me guía, me apoya y está para mí cuando necesito de alguien que me escuche — me contó una mujer de tez muy clara, con anteojos y cabello rizado, a la par que comenzaba a llorar con una gran sonrisa.

Todos aquí tienen increíbles historias de cómo mi amigo les ayudó a continuar caminando en su senda, cómo estuvo para ellos cuando más lo necesitaban, cuando el cielo parecía ser oscuro y no había rastro alguno del Keu.

— Amor, por favor… ya sabes qué hacer — mi bella esposa me tomó de la mano y me puso enfrente del féretro de mi amigo. Lo vi ahí, frio, descansando, con su largo fleco recogido, con ambos ojos cerrados, bien vestido y preparado para poder terminar con su existencia.

Le di la espalda a mi amigo, después de acomodar por última vez su camisa sin corbata, pues sé que las odiaba demasiado. Igual se ve muy bien su traje blanco sin ella. Miré a todas las personas presentes, quienes ya habían oído algunas palabras de Agis, Zirumi, Josue, Kaleb y otros amigos cercanos a Nate que no conocí.

— No hay nada que pueda contarles de mi viejo amigo que mis anteriores camaradas no hayan dicho ya — comencé a decir a todos, quienes me vieron con curiosidad, guardando silencio —. Nate fue para mí, sin duda, un amigo inseparable, extraño, divertido, atrevido y, sobre todo, protector. Él odiaba que fumara, siempre intentaba hacerme ver las cosas malas qué hacía y estuvo para mi familia día y noche, incluyéndome yo en ella. Han pasado cincuenta y siete años desde que lo conocí, y aún recuerdo el rostro de tonto que puso cuando me vio por primera vez — muchos rieron después de escuchar esto último, incluida mi hermosa mujer y nuestros amigos de la preparatoria —. Pero recuerdo más al amigo que se quedó a mi lado, que me aceptó por quien soy y quien decidió anteponer mi felicidad a la suya más de una vez; no sólo por mí, sino por todos. Nate era débil, como aquí los presentes, como un servidor; pero día a día nos hizo ver lo fuerte que podía llegar a ser si se lo proponía, siendo un ejemplo de todos. Si Nate pudiera estar aquí, estaría orgulloso, no de que lo viniéramos a ver muerto, sino por todo lo bello que recordamos de él, por cómo todos nosotros lo veíamos cuando estaba a nuestro lado. Por ello, agradezco a todos en nombre de mi amigo, en nombre de Nate Raysky y de la familia Crestfall, gracias por ser lo más especial en el mundo para él — al terminar, mi vieja voz se rompió. Casi nunca lloro en funerales, pero en verdad éste si me pegó muy en el fondo, porque conocía a la persona mejor qué nadie, al menos eso siempre quise creer.

Recibí un fuerte abrazo de mi hija y de mi radiante esposa, viendo cómo los invitados, los amigos de Nate, se tomaban de sus manos, acordando en que mis palabras les habían llegado al corazón, justo como las de mis anteriores. Entonces vi a mi hijo atrás, parado en silencio, con los brazos cruzados. El hombre de treinta y cuatro años me vio con algo de desprecio y se fue a una habitación continua, cerrando la puerta detrás de él.

— Tal parece que Nate dejó algo a todos, cada uno de sus bienes vienen especificados. Desde sus «mangas» hasta collares y pulseras que fue recolectando a lo largo de los años, siendo recuerdos de él — comenzó a explicarnos Zirumi, poniendo todos atención —. También específica que, si alguien no está presente, las últimas cosas serán repartidas equitativamente por mí a aquellos que vinieron y no fueron contemplados.

— En un momento vengo, si hay algo para mí, recógelo mi cielo — pedí a mi hija, yendo a donde Drako se había ido a encerrar, dejando atrás a mis amigos y a las demás personas.

Drako se encontraba sentado en una esquina del oscuro cuarto a mediación de la luz de velas, observando al techo, pensativo. Yo entré al lugar, viendo cómo mi hijo ni siquiera volteaba a verme. Caminé lento y con cuidado hasta donde el joven se encontraba, sentándome a su lado sin decir nada, poniendo mi bastón al lado contrario de donde está sentado mi primer varón.

— ¿Por qué estás enojado? — pregunté a Draco, viendo también hacia el techo; mas no me respondió nada, sólo suspiró en tono de molestia — Sabes que puedes contarme lo que sea, tal vez no seré Nate, pero puedo escucharte — en ese instante, puse mi mano sobre la pierna de mi hijo, quien la tomó con una de sus manos y la colocó con algo de rudeza sombre mi rodilla más cercana.

— No tengo nada que decirte, padre. ¿Qué quieres saber? ¿Qué lo voy a extrañar? ¿Qué me duele que la única persona que me entendía se haya ido? Claro que sí, dudo encontrar a alguien como Nate de nuevo, él fue para mí una guía durante toda mi adolescencia y mi adultez joven, sin él no sé qué hubiera hecho de mi vida, me sentía tan perdido… No lo sé, perder a alguien tan importante me ha pegado, es como si tu o mami se fueran… no sé qué sentir — Drako intentaba continuar, pero comenzó a romper en llanto de una manera muy dolorosa, se inclinó hacia adelante y sostuvo su rostro, tratando de ocultar con vergüenza su rostro —. Nate me pidió que no llorara, pero no puedo, sólo logro pensar en que ya no está aquí para decirme sus tonterías — abracé a mi hijo y él me regresó el afecto, consolándolo.

— Creo que es hora de que te cuente una historia sobre Nate, posiblemente te haga sentir mejor — mi hijo volteó a verme a la cara, desconcertado. Yo no sabía qué decirle para que se sintiera mejor y creo que contarle sobre nuestro pasado, y así saber más de él, podría ayudarlo a recordarlo con más cariño y no con dolor —. Todo comenzó cuando Nate me vio por primera vez, en la preparatoria, en el primer día de clases. Fue ahí cuando el tonto se dio cuenta de algo.

— ¿De qué serian buenos amigos? — preguntó mi hijo, limpiándose las lágrimas e intentando jalar el fluido de su nariz hacia adentro.

— No, de que era gay. Nate fue cautivado por mí, se enamoró de tu padre adolescente — al decir esto, mi hijo comenzó a reírse, como si hubiera contado un chiste; no obstante, sus risas comenzaron a cesar cuando vio mi rostro serio, acompañado de una pequeña sonrisa.

— ¿Es en serio?

— Sí, pero eso fue sólo el comienzo de todo, veras… — platiqué con Drako durante un largo periodo de tiempo, explicando todo lo que sabía de la historia de Nate, cómo vivió su primer amor, estando enamorado de mi cuando éramos apenas unos muchachos.

Conforme avanzaba, creo que hice que mi hijo me odiara un poco más; pero al final de la historia, él sonrió y me vio con unos ojos que extrañó de él. Comprendió el porqué de todo hasta final, dándome su aprobación y por fin logrando tranquilizarlo.

— Gracias por compartir eso conmigo, papá — agradeció Drako, dándome un abrazo y ayudándome a pararme para regresar al salón principal. Ambos salimos de la habitación con una sonrisa, ya más tranquilos, viendo cómo el lugar se haya prácticamente vacío, estando ya solamente ahí Zirumi, Agis, Kaleb, Karina y Josue.

— Drako, queremos hablar con tu padre. Por favor, espéranos afuera.

— Sí tía, te espero papá — respondió mi hijo a Zirumi, dejándome al lado de mis camaradas y retirándose del sitio sin volver a ver atrás.

— Gin, Nate especificó a quien dejar todo, excepto una cosa.

— ¿De qué se trata?

— Su laptop, no viene a quien pertenecerá.

— ¿Esa antigüedad sigue viva?

— Increíble, ¿no? Al parecer la olvidó o quería que decidiéramos quién de nosotros se la quedaría — una vez que dijo esto, Agis volteó a ver el cadáver de nuestro amigo —. Eres un imbécil, ¿sabes?

— Creo que lo mejor es que la conserves tú.

— No, mejor llévatela tú, Josue.

— No, él tiene razón. Josue y yo nos fuimos hace mucho, los recuerdos que guarda esta máquina están más apegados a Agis, Zirumi y a ti. Es mejor que uno de ustedes la conserve.

— Agis y yo creemos que tú eres el indicado, tal vez encuentres algo que te agrade saber — ya explicado eso, Zirumi tomó la laptop blanca de mi amigo y me la entregó.

— Supongo que la contraseña es la misma que la de su correo.

— Efectivamente, espero puedas encontrar algo gracioso u oscuro. Ahí nos cuentas de rato — ya cuando Zirumi dijo esto, vi la vieja máquina de mi amigo y no pude evitar sonreír. No sé qué demonios puede haber aquí, mas algo me dice que debería estarme preparando para encontrarme cosas desagradables.

Las personas de la funeraria se encargaron de cerrar todo, mientras nos despedíamos los últimos amigos que quedábamos en el lugar. Pronto nos separamos y me subí al auto de mi hijo para regresar a mi casa, junto a mi inigualable mujer, esperando ya descansar de este pesado día.

Miré al cielo, observando las numerosas estrellas que se habían dejado ver gracias a que el cielo se despejó durante el funeral. La hinne brilla con un resplandor increíble, bañando la zona con su tenue luz, dejando ver a la distancia la enorme ciudad que se pierde en el horizonte tenebroso de la noche.

Llegamos a mi hogar, donde Draco nos ayudó a bajar y nos fue a abrir la puerta para poder dejarnos ya adentro. Él se quedó esta noche en casa. Mi deslumbrante esposa se adelantó a dormir y yo me quedé en mi estudio para prender la máquina de Nate y ver qué hay en ella.

Lo primero que noté en su escritorio fueron muchos iconos de viejos video juegos, creía que jamás volvería a escuchar de algunos. Después, abrí el navegador, entrando a su perfil en varias redes sociales, viendo cómo sus amigos lo etiquetaron en viejas fotos o en algunas nuevas donde se veían preparados para ir a velarlo. También vi su correo electrónico, hay mucha basura y cartas de personas que dudo él haya conocido en persona. Me tomé la libertad de leer algunas y me parecieron muy interesantes, se nota que Nate llegaba a la gente.

También encontré su viejo perfil de aquella página donde leía libros, encontrando en su biblioteca algunos títulos que siempre me recomendó y nunca leí, como: «La esperanza diferente», «No pares de soñar», «La obsesión de cupido», «La saga del linaje I: La caída de los Élohim», «Sárkány» y «El reino del fuego».

La mayoría eran historias de amigos, pero encontré otras que estoy seguro eran de personas que Nate jamás llegó a conocer. Luego cerré aquel navegador de internet y me metí a explorar sus archivos, encontrando todo lo que había escrito. Cientos de documentos con diferentes títulos están enfrente de mí, tantos que no sabía siquiera por dónde empezar a leer. Ya estoy viejo, creo que es hora de que lea un libro de mi amigo, el muy maldito me apostó a que nunca terminaría uno de sus trabajos antes de morir.

«Nate se encontraba en el hospital, conectado a frías máquinas por los brazos, las cuales le suministraban varios medicamentos, así cómo le tomaban la lectura de sus signos vitales, cuidando de su estabilidad. Yo fui a visitarlo el día que falleció, poco antes de que ocurriera. Drako me había recibido de muy mala gana en el sitio, pues era él quien lo cuidaba día y noche, quien le hacía compañía a nuestro para que no se sintiera solo.

Caminé hasta la cama de Nate y me senté a su lado, provocando que abriera sus ojos y volteara a verme, teniendo un tubo colocado por debajo de su nariz de donde se le administraban oxígeno para que pudiera respirar bien.

— Hasta que te dignas a venir, chaparro. Apuesto que aún no te pones a leer — dijo Nate, respirando profundamente antes de llamarme por mi tonto apodo.

— No tengo tanto tiempo libre como tú, ridículo.

— Siempre ocupado, incluso ya de viejo. Me das vergüenza, anciano.

— ¡No!, tú estás tan joven, joto amargado — una vez que dijimos esto, dejamos un espacio para un incómodo silencio, dicho degenero en sonrisas de dos perros viejos que se conocían de años.

— Ya me voy a morir, puedo sentir como la pelona está manoseándome.

— Dile que no cuando esté yo aquí.

— Ya dudo que se me pare, menso. Así que ni al caso.

— Pero bueno, ¿Por qué la urgencia de verme? ¿Querías presumirme que ya te vas a morir?

— No exactamente, quería decirte algo — la voz de Nate se volvió más profunda, a su vez, su mirada se dirigió al techo —. Desde que te conocí, luché por ti. Cada día de mi vida me arriesgué para que estuvieras a salvo, sin importar que no supiera quien era mi enemigo o no tuviera idea de cómo vencerlo. Siempre tomé mi arma y la empuñé contra ellos — las palabras de Nate no sonaban nada metafóricas, parecían más bien muy literales —. Creí que algún día se detendrían, pero hasta la fecha sigo combatiendo y creo que ahora que muera, se detendrá. Puedo sentir cómo él me llama, cómo me necesita.

— ¿De quién hablas?

— Mi padre… el que siempre me ha cuidado. Él quiere que le ayude, por eso todo esto sucedió. Ahora que él se ha ido, necesita de mi ayuda para mantener las cosas bajo control. Al principio no entendía el porqué, pero ya lo comprendo perfectamente — vi los ojos de mi amigo, inclusive al que no posee pupila, y noté que posiblemente ya estaba algo senil. Su sonrisa estaba torcida y su mirada, al regresarla a mí, era la de una persona perdida.

— Me alegra saber eso, amigo. Gracias por siempre cuidarme — tomé la mano de Nate y él me sonrió con calidez, dejando que una pequeña gota salada saliera de su ojo.

— No importa cuánto tiempo pase, Gin. Jamás te olvidaré, te lo puedo asegurar. Muchas gracias por todo lo que me diste estos años, han sido los más maravillosos de mi vida. Sé que te sientes mal, porque nunca quise hacer mi vida con una persona, pero te diré que no eres culpable de nada. Yo siempre fui feliz, así como me vez ahora, todo el amor que necesitaba me lo dieron mis amistades y así es hasta el momento. Prométeme que no te culparas de nada — al explicarme eso último, Nate sostuvo mi mano con todas las fuerzas que le quedaban, viéndome fijamente.

Aquellas lágrimas que salieron de mis ojos estaban llenas de enojo, de culpa. Yo estoy seguro de que fue por mí que mi amigo jamás volvió a enamorarse; pero él nunca quiso aceptarlo, tal vez yo nunca quise aceptar que en verdad fue su decisión. No lo sé, me hubiera gustado ver que tuviera de perdido un noviazgo, algo con quien sea, mas nunca fue así.

— Te lo prometo, ya dejaré de culparme — dije a Nate, al mismo tiempo que él cerraba los ojos, dejando de ser iluminado lentamente por la luz purpura del crepúsculo, abandonando este mundo con una sonrisa y dejando salir de sus labios la palabra: «Tarado».

El frío pitido de una maquina indicó que por fin Nate había abandonado nuestro mundo. Drako entró corriendo a la habitación con los doctores, quienes le aseguraron que ya no había más qué hacer, provocando que mi hijo se hincara al pie de la cama de Nate para intentar que a gritos el hombre muerto lo escuchara.

Mi amigo se fue a un lugar lejano a pelear otras batallas, en las cuales estoy seguro tendrá tanto éxito como lo tuvo aquí. Estoy orgulloso, Nate, de llamarte amigo.

 

Yo tampoco jamás te olvidaré».


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).