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¡Corre! por NeilDArcPridh

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22 de enero de 2007

Sólo puedo escuchar mis fuertes latidos.

El enorme eco dentro de mi pecho hace que el terror se difunda por todo mi cuerpo. Tengo mucho miedo de perderte, pero debo luchar por ti… no importa qué.

— ¡Vete! — desperté bruscamente, sudando y con lágrimas en mis ojos. Mi cabeza me duele mucho y todo mi cuerpo tiembla.

De la nada, nuevamente he estado teniendo esas horribles pesadillas que me atormentan.

Está vez, han pasado ya más de tres meses desde que conocí a Ann, la novia de Gin. Ella es quien me permite estar cerca de él, el chico por el que estoy sintiendo cosas que no debería.

Confieso que, por alguna extraña razón, a Ann le gusta mucho convivir conmigo a la hora de la salida, sentada entre Gin y yo; platicando, riendo, jugueteando, pasándola bien. A mí me fascina estar con ella también, es una chica muy buena y su forma de pensar se me hace fascinante. Ann es muy inteligente y bastante perspicaz; mas, obviamente, yo no estoy ahí sólo por ella. El mejor instante que paso cuando me encuentro al lado de Ann, es en los pocos segundos que volteo a ver a su novio, al hombre cuya sonrisa provoca que mi corazón se acelere, que mi sangre hierva, que mis ojos sufran cada noche cuando vuelvo a casa, estando acurrucado en la soledad de mi habitación.

Indudablemente, hay tantas cosas extrañas que siento por Gin. Me gusta mucho estar a su lado, conversar, escuchar su voz, ver como sonríe… tan sólo verlo hace de mi día uno mejor; pero estoy muy confundido. No estoy seguro si de verdad soy homosexual. He investigado un poco el tema y encuentro muchos casos donde los hombres experimentan con su sexualidad y al final descubren que en verdad nunca les gustó. Sin embargo, también hay casos donde sucede lo contrario. Encuentro a muchos que descubren que en realidad siempre fue lo que necesitaban, por eso eran infelices con sus esposas o parejas en un inicio, porque necesitaban el amor de un hombre.

Sin duda, todo esto me tiene muy confundido, sobre todo el hecho de que no puedo dejar de sentirme mal al estar solo en mi hogar. No puedo hacer otra cosa más que ver el techo y llorar, porque simplemente lo tengo tan cerca de mí, pero al mismo tiempo tan lejos. Es como ver nuestro satélite natural: te gusta mucho, pero no importa cuánto estires tus brazos, jamás vas a alcanzarla de ese modo.

Intento no hacerme ideas falsas, pero debería ser posible, ¿no? Hace tiempo alguien logró llegar hasta aquel astro blanco en el cielo. Obviamente, Gin no es inalcanzable, puedo intentar elucubrar un plan para que corte con Ann y así comenzar a acercarme a él. Jamás he hecho algo así, pero veo a las personas, sus comportamientos, sus formas de ser y sus acciones. Podría lograr hacer mi camino a conseguir lo que quiero. Mas veo a Gin con Ann, sonriendo, disfrutando, compartiendo… enamorados.

Omito dichas ideas por ello, pues lo que siento por Gin, lo que en verdad siento por él, me impide hacerle daño.

No tiene que haber dudas. Si él es feliz, yo también debería de serlo, ¿no?

Quiero mucho a Ann, se ha ganado mi amistad. También soy incapaz de hacerle algo malo a alguien que le ha dado sólo cosas buenas a las personas que tiene alrededor, cuando sólo a mí me ha entregado sonrisas y felicidad.

Quiero… no… deseo, anhelo estar al lado de Gin. Quiero tomar su mano, sentir sus dedos, su piel. Me fascinaría acariciar su rostro y que entrelazara sus dedos en mi cabello, estando juntos, olvidándonos de todo y de todos.

Pero sé que eso no es posible. Sé que lo único que puedo hacer es ver cómo es feliz y ya.

Eso debería de bastarme.

Al menos así fue durante los primeros dos meses, pues al estar yo ahí con ellos, la mayoría de las personas comenzaron a verme mal. Decían que hacia mal tercio entre los enamorados, que era un «encimoso» y de más cosas. Inmediatamente, hablé con Gin sobre el tema, para que no le llegara a él antes la información por otra lengua.

Él, con una enorme sonrisa, sólo dijo: «Nosotros te invitamos a sentarte a nuestro lado. Nos gusta estar contigo, eres muy divertido y en verdad una buena persona. Ignóralos».

Quería hacerle caso, en verdad lo deseaba. Esos pocos minutos que pasaba ahí me hacían ser la persona más feliz del mundo; pero recordé las palabras de la perra de Monica, la sonrisa burlona de la puta de Analí y los ojos de asco de la estúpida de Marisol. Yo no puedo dejar que la gente hable mal de Gin, simplemente no puedo.

La siguiente vez que me invitaron a sentarme con ellos, sólo moví la cabeza de izquierda a derecha, con una suave sonrisa, forzándome a que las lágrimas no cayeran de mis ojos. Nunca más volví a ir a con ellos, jamás regresé a verlos ahí sentados.

Comenzó un nuevo año, ya hemos tenido una semana nueva de clases y ésta es la segunda de este nuevo semestre. En estos momentos, ya he llegado al salón de clases y me he puesto mis audífonos para escuchar una de mis canciones favoritas, mientras hago «lipsync» ignorando a todos. Gin entró al salón y pasó de largo, ya ni siquiera me voltea a ver. A veces creo que está enojado, porque de la nada dejé de hablarles a él y a Ann gracias a los demás. De hecho, me di cuenta de que casi ya no habla con esos idiotas, posiblemente algo pasó.

 «Ahí va ese “baka”. Espero que no me vea, no tengo humor para dirigirle la palabra», pensé en ese momento. Aún sigo intentando dejar de sentir aquello por él, hago mentalmente como si lo odiase, cuando en realidad… siento lo contrario.

El estúpido enano pasó a mi lado y me sonrió. Por inercia, sonreí un poco, mas bajé la mirada, evitando que pudiera acercarse a mí para saludarme como se debe y así comenzar una conversación. El sujeto salió del salón ya muy serio, sin volver a regresar sus ojos a mí. Duele, pero es mejor así.

Ese día no me sentía nada bien, mi estómago comenzó a gruñir de una forma muy rara, así que después de la primera clase, pedí permiso a la profesora Buencello para retirarme a mi casa. Ella inmediatamente accedió y marcó a mi hermana quien luego llegó por mí.

Durante una semana falté a clases. Me la pase en casa acostado, vomitando, con diarrea y fiebre. No podía comer siquiera arroz y puré de papa solo. Todo lo vomitaba o me hacía mal. Fueron cinco días muy difíciles para mí; pero por suerte, Ben me asesoró en todo lo que se vio en clase y en el fin de semana, una vez que ya me sentí mejor, me puse al corriente con la tarea y lo que había qué hacer.

Fue de las peores semanas que he vivido. No vi a Gin ni a mis amigas durante siete días, y lo peor es que ni siquiera mi hermana me dejó encender la computadora para dar señales de vida en «Messenger». Lo único que pude hacer fue marcarle a Ben e intentar sobrevivir a mi horrible enfermedad que asustó más a Sarah y a Josue qué a mí.

Por fin regresó a ser lunes. Estaba más qué listo para irme a clases y noté un pequeño detalle.

— ¡Sarah! ¿Dónde dejaste la báscula? — grité a mi hermana al notar que una de mis camisas me queda muy floja, por lo que fui a pesarme e inmediatamente me di cuenta de que había bajado casi doce kilogramos en esa semana. Era obvio, básicamente no comí nada en esos días y lo poco que ingería lo regresaba.

Llegué hasta la preparatoria y esta vez no me quedé en el salón de clases. Este día en particular me fui a fuera a recargarme en una de las paredes que se encuentra del otro lado de la jardinera que está enfrente de mi salón. Ahí sólo miré al cielo como siempre y comencé a pensar.

Todo iba bien, hasta que escuché una voz acercarse a mí.

— ¡Hey Nate! ¿Qué paso? ¿Estás bien? Adelgazaste mucho bato… — Gin se había acercado hasta donde yo estaba con todo y su mochila. Al parecer, me vio desde que llegó y fue directo a preguntarme si todo se encontraba en orden conmigo, pues notó que la enfermedad sí me había pegado horriblemente, además de que falté toda una semana a clases.

— To-tonto… pues me enferme de vómito, eso pasó. Solamente eso, terminando química el lunes pasado me sentí muy mal y me retiré. Parecía como si me hubiera tragado un elefante, pues vomité todo el camino de regreso a mi casa y también estando allá durante todo el día. Fue horrible.

— Ya veo. Pues que bueno que ya estás bien, bato.

— ¿Y qué pasó de interesante mientras no estuve presente? ¿Vieron algo importante? ¿Algún evento raro?

— No… nada fuera de lo normal — sabía que algo raro había pasado, pues cuando Gin dijo eso último, bajó la mirada y torció un poco la boca —. Oye, si ocupas algún apunte, me lo puedes pedir. Iré a dejar la mochila.

— No gracias, ya Ben me ayudó. En un rato más voy para allá — respondí, a la par que lo veía irse al salón, caminando como sólo él sabe hacerlo.

Él no me vio, pero cuando se dio la vuelta, una sincera sonrisa nació de mi rostro, una llena de luz y felicidad pura. No puedo hacerlo, no puedo siquiera describir cómo me sentí en ese momento. ¿Ligero? ¿Pleno?

Sentí que, por unos instantes, acepté que estoy enamorado de Gin.

Ese día las cosas fueron muy normales, me la pasé todo el día con una linda sonrisa. Todo mundo me preguntó por mi felicidad y respondí que simplemente ese era un bello día, uno donde el cielo estaba nublado, el clima era helado y la humedad se sentía en el aire; el ambiente se veía muy deprimente para ser honesto.

Siempre he odiado el calor y soy muy friolento; pero, a partir de hoy, éste será mi tipo de días favoritos.

Ya en la salida, acompañé a Kuychi a la parada del autobús. Decidí que si veía a Ann y a Gin sentados, iría a con ellos a conversar. Moría por contarle muchas cosas a Ann; pero por desgracia, ese día no los vi ahí donde siempre. Ha pasado ya un mes y medio desde la última vez que los vi ahí, tal vez ya no se sienten a platicar unos momentos antes de que el camión llegue por ellos.

Dormí muy tranquilo, no lloré ni me puse triste por ningún motivo. Lo único en lo que podía pensar es en las palabras de Gin y en lo bonito que había sido este lunes.

Al día siguiente, mientras iba hacia la preparatoria, estuve pensando en lo extraño que se me había hecho no haber visto a Ann y a Gin ayer. El suelo no estaba tan húmedo cómo para no haberse quedado un rato ahí; pero las chicas son algo exquisitas, tal vez realmente Ann no deseaba sentarse por miedo a mojarse o algo.

Eso creí, hasta que vi a Gin sentado enfrente de nuestro salón, junto a otra chica que desconozco, a la par que los dos se besaban muy a gusto.

«¡Qué… demonios?... Me las pagaras, estúpido gnomo», fue lo único que vino a mi mente al ver esa escena.

En este día comenzaban los exámenes «indicativos», la presión estaba ya sobre mí. Ayer casi ni había estudiado tanto, porque comenzábamos con química y soy muy bueno en esa materia; pero al ver lo que pasó allá afuera, no pude concentrarme durante el examen. Me sentía muy molesto y quería una explicación; pero, ¿cómo pedírsela a Gin? Según yo, aún no somos del todo amigos y ¿quién soy yo para meterme en sus relaciones amorosas?

Salí del examen tan pronto como pude, ni siquiera me fijé si en verdad había hecho bien los procedimientos. Lo único que quería era estar a fuera y cuando salí de mi salón, me topé con Ryuu, quien aparentemente también había acabado.

— ¡Oye, hijo!, te ves algo enojado. ¿Todo bien?

— No es nada mami…

— ¿Seguro? Tienes un problema, ¿verdad? ¿De qué tipo? ¿Económico, social… amoroso?

— ¡N-no! — casi le grité a mi amiga, en verdad estaba muy molesto; pero en lugar de sentirse, Ryuu sonrió. Por fin se había dado cuenta de que siento algo por alguien.

— Jo jo jo, yo puedo resolver tus problemas amorosos por 10 pesos. Te leeré el amor con las cartas de «Flor de cerezo» — dijo Jiro, acercándose rápidamente a nosotros al momento de darse cuenta que tenía problemas en el amor.

Ella es otra de mis amigas, Jiro. Esta chica está obsesionada con tres cosas: su dinero, mi dinero y el dinero. ¿Qué más tendrá en la cabeza? Tal vez «mangas», le gusta mucho leer historietas orientales como a mí. Jiro es muy fría y perversa; cuando se lo propone es algo buena, aunque siempre es muy calculadora. Me agrada mucho, pero casi no hablamos.

— ¿10 pesos? ¡Es un robo!

— Yo lo pago — dijo Ryuu, ignorando lo caro que me parecía la tonta lectura de las cartas de Jiro, pagándole a la chica tan pronto como pudo.

— Muy bien. Nate, ¡sóplale a la baraja! — me acerqué desconfiado al mazo de cartas que Jiro tiene en sus manos y suavemente soplé sobre él — Muy bien, te daré gratis una lectura sobre tus estudios; pero primero, dime: ¿en dónde quieres buscar el amor? — Jiro revolvió el mazo y lo separó en cuatro, poniéndolo sobre el suelo en forma de que cada parte quedara en un punto cardinal. Vi las cartas detenidamente y algo dentro de mí quiso buscar en las de arriba.

— En el norte.

— Muy bien, ahora elige seis de éstas — mi amiga tomó las cartas del norte y las extendió en sus manos en forma de abanico, sin que ambos las viéramos. Elegí seis como me lo pidió y así la lectura comenzó —. Perfecto, veamos… la primer carta es «la del corazón». Eso significa que lo que sientes es amor verdadero, del más puro que se puede llegar a encontrar, o alguien está enamorado de ti perdidamente.

— En… ¿en serio? — sentí cómo mi cara se puso muy caliente en ese momento. Estaba muy nervioso, pues en verdad mi corazón palpita por aquel chico de una forma honesta, eso lo puedo asegurar.

— ¡Hm!, la siguiente es la carta «grande». Significa que algo bueno, algo muy «grande» pasará entre ustedes. Después sigue la carta de «las burbujas»: es lo mismo, algo increíblemente bueno sucederá, es ya innegable. Luego está la carta de «la voz», quiere decir que debes hablar para que el amor florezca, al parecer estás evitando a esa persona. Si quieres que las cosas se den, debes acercarte a ella y comenzar a platicar. También tienes la carta «dulce», en verdad lo que hay en tu corazón es puro y sincero, no hay malicia ni ningún tipo de interés. Podría decirse que es tu primer amor, tal vez. La carta final es… «el sonido», tienes miedo a lo que los demás digan de lo que sientes, el ruido que provocan es lo que te aleja de tu ser amado. A cómo lo veo, debes hablar con esa persona y perder el miedo de lo que pasa a tu alrededor. Así el amor florecerá — fue increíble, Jiro pudo decir muchas cosas que están pasando con mis sentimientos. Inclusive, cosas que pasan en estos momentos por mi mente. Me dio un poco de miedo, pero despertó una enorme ilusión en mi corazón.

— Así que sólo debemos hablar.

— Entonces… si es un problema amoroso — declaró Ryuu pícaramente, burlándose de mí de una manera no grosera, sino simpática.

— En un momento regreso.

— ¡Hijo con cuerpo de niño! No te vayas por tu amor... si se hacen novios, ¿a quién voy a manosear? — preguntó Ryuu tan pronto me fui del lugar, escuchando cómo Jiro hacia mi otra lectura.

— ¡Oh dios! Para los estudios de Nate las cartas son: nube, niebla, congelante, candado y sombra. La final es oscuridad. A Nate le irá mal en los estudios, posiblemente en el examen de hoy.

— Pobre Nate. Espero que le vaya bien en el amor en ese caso.

— Me debes 10 pesos.

— ¡DIJISTE QUE LA DE LOS ESTUDIOS SERÍA GRATIS!

Estuve buscando apresurado por todos lados, de arriba abajo por toda la preparatoria, incluyendo: salones, la chancha de deportes, el gimnasio, la cafetería y los baños. Hasta que por fin encontré a quien buscaba desesperadamente.

— ¡Ann, por fin te encuentro!

— ¿Ah?, ¡oh, Nate! — respondió la chica al ver que la llamé desde lejos una vez que la vi sola en la entrada de la preparatoria, leyendo un libro muy grueso, llevando con ella sus bonitos lentes negros.

Deseaba una explicación de lo qué había pasado, quería saber: ¿Por qué Gin tiene una novia nueva? ¿Qué había pasado con Ann? Y todo este tiempo no pensé en venir a preguntarle a mi amiga, Ann. Ella me explicó que el lunes que yo me fui, terribles acontecimientos sucedieron. Más qué terribles, vergonzosos, tanto para ella como para Gin, pues las cosas se habían turnado mal desde hace rato y ese día ellos decidieron aclarar todo enfrente del salón.

— Y eso fue lo que pasó. Sé que es tu amigo; pero deberías de saber eso y qué mal que no te lo haya dicho él.

— Ya veo, no puedo creer que Gin te ponía «los cuernos» y justamente el día que me fui, pasó esto. Fuiste muy valiente como para ir a reclamarle al salón, enfrente de todos, con la tipa a tu lado. Al final, obviamente él se decidió por esa tipa

— Sí, es un idiota, Nate. Nada que ver contigo, pero tú sabes si sigues juntándote con él.

— Dudo hacerlo, odio a las personas así — respondí muy molesto, sosteniendo las manos de mi amiga, para luego abrazarla fuertemente

«¡Que tipa tan zorra! “Ella o yo”» pensaba en ese momento, al saber que cuando Ann le reclamó al estúpido trasgo lo ocurrido, la otra mujer no quiso escuchar explicaciones. Ella sólo deseaba saber con cuál de las dos se quedaría el tonto ése. Ann hizo lo correcto, ella dijo que ya no deseaba nada con él después de lo ocurrido, mi amiga sólo quería saber: ¿por qué Gin no tuvo el valor de cortarla e irse con la otra? Mas nunca escuchó respuesta, por lo que se retiró del lugar. Al día siguiente, la estúpida esa y el imbécil del duende llegaron agarrados de la mano, como novios.

Él es un mujeriego de mierda.

— Nate… quisiera preguntarte algo.

— Sí, dime.

— ¿Sientes algo por mí? — preguntó Ann con una voz nerviosa. Yo quería reír ante su declaración, pero la vi muy seria. Mantuve mi postura y contesté amenamente.

— Si tanto lo quieres saber, pues la respuesta es: No.

— ¡Oh, vaya! Me dio esa impresión, porque siempre estabas con nosotros, y más cuando te alejaste porque tus compañeros comenzaron a decir que te gustaba yo o tal vez Gin. Ja ja ja, ¡qué tonto!, ¿no?

— Sí… N-no te preocupes. Ya mejor no hagas conclusiones tontas. Ya me voy a retirar. Muchas gracias por contarme la verdad. Si me necesitas, siempre seré tu amigo ¿ok?

— Sí. Gracias, Nate — me despedí de mi amiga con otro fuerte abrazo, sin voltear a verla una vez que la dejé sola con su libro, mientras el viento soplaba fuertemente desde atrás de mí, agitando mi «hoodie» y el largo cabello de mi amiga.

«No puedo creerlo… es un bastardo, una víbora traicionera. Yo… odio a los traidores», me repetía dentro de mi mente una y otra vez, no quería creer que fuera cierto; pero así es la realidad. Gin es un estúpido y es ahora donde definitivamente debería dejarle de hablar, de olvidarlo. No quiero sentir nada especial por un engendro como él.

— ¡Hola Nate! — Ninta me recibió con un fuerte abrazo como de costumbre, mas no cambié mi cruda expresión de enojo y decepción, ni por un segundo — Oye, ¿por qué la cara larga?

— No es nada, es sólo que hay algo de lo que me arrepiento.

— ¿Qué? ¿Hiciste algo malo o una cosa así?

— Sí, al parecer hice algo que creí que haría un bien, pero me equivoqué. Empeoró las cosas a cómo lo veo.

— Bueno, no te sientas mal. A veces tomamos decisiones equivocadas. Además, puede que incluso, aunque hubieras hecho todo bien, las cosas igual iban a quedar mal — intentaba Ninta animarme, y aunque sus palabras pudieron llegarme al corazón, no curaban mi pena —. Mira, vamos a comer unas hamburguesas para que te sientas mejor. Yo invito.

—  ¿Ya qué?, gracias.

Ese día fuimos Ninta y yo a comer junto con las demás chicas. Todo iba perfecto, hasta que por desgracia, lo vi a él y a su nuevo «juguete». Es obvio, éste es un lugar muy popular donde venden comida. Es cómodo y tiene aire acondicionado. Es perfecto para llevar a tu novia o novio.

No volteé a verlos en todo el rato, aunque se sentaron literalmente en la mesa que podía ver de frente. Quería irme, me dan asco los dos; pero no podía abandonar a mis amigas, ellas se la estaban pasando muy bien en ese momento. Lo mejor que pude hacer es fingir una sonrisa y quedarme ahí, hasta que nos retiramos. Fueron tres horas de una tortura llena de sonrisas e ignorancia.

Llegué a mi casa aquel día muy cansado. Tan pronto expliqué a mi hermana y a Josue que ya había cenado, subí hasta mi cuarto y me encerré. Tomé mi mochila, la vi unos momentos en mis manos y la arrojé con todas mis fuerzas al suelo, enojado, fastidiado. Una enorme e incontrolable rabia crecía rápidamente dentro de mí; pateé mis libros, la silla que tengo en mi recamara, arrojé un vaso de plástico que estaba en mi escritorio y tiré todo lo que había en él al suelo, usando mis dos brazos, barriéndolos hacia mi derecha por encima del mueble. Todo esto para al final ver el desastre, respirando profundamente, confundido, abismado, destrozado.

De repente, todo ese enojo se transformó en un horrible dolor. Comencé a llorar mientras me abrazaba y comenzaba a ponerme en cuclillas, para después taparme la cara con ambas manos y dejarme caer al suelo en posición fetal, gritando de dolor, haciéndose cada vez más difícil mi respiración.

Duele, duele como el infierno. ¿Por qué tiene que ser así?

La persona de la que estoy enamorado es justo lo que más detesto de la gente. Estaba harto de sentirlo, de querer creer que sólo estaba chiflado, que en realidad esto era una etapa. Pero no, ya estoy harto de llorar en cama, cuando me baño, cuando estoy totalmente solo. Estoy enamorado de un hombre, siento amor por alguien de mí mismo sexo. Soy homosexual, soy gay… y estoy enamorado del imbécil más grande de mi preparatoria… de la peor persona que pude haberme topado. El dolor que siento en el alma, me tortura a la par que intento agarrar aire, tratando de recuperarme.

No pude dormir. Me la pase en vela, ahí tirado. No hice nada, ni dije nada; sólo lloré, respiré profundo y dejé que el dolor se fuera alejando de mí lentamente. Deseaba ya no sentir nada y poco a poco así fue. Me tomó toda la madrugada, pero por fin lo logré; ya no sentía dolor, sólo un enorme hueco en mi pecho.

Me levanté para bañarme y alistarme. Al verme al espejo, noté mis ojos muy hinchados, al igual que mi rostro en conjunto a unas enorme ojeras y un cansancio demoniaco. No avisé a mi hermana nada, tan sólo me fui una hora antes de lo normal y desaparecí, dejando una nota que rezaba una mentira: «Tengo que llegar más temprano hoy».

Llegué hasta la preparatoria, pero obviamente estaba cerrada. Por lo tanto, me fui al parque que está cerca de ahí para tener algo de paz unos momentos. Todo para sentarme en una banca y darme cuenta de que justo enfrente de mí, besándose… no, comiéndose, estaban la puta nueva del goblin con él. Me dan asco, los odio, los detesto a ambos. No deseaba ya estar ahí; pero preferí no ser obvio, simplemente me puse mis audífonos y cerré los ojos. Dejé que la tenue luz de la mañana acariciara mi rostro y me diera algo de paz por el momento, sintiendo la suave capa de niebla que había en el lugar, disfrutando de la humedad que hay alrededor.

Poco después, abrieron la preparatoria. Sin pensarlo dos veces, fui hasta allá y llegué al salón para sentarme e ignorar a todos. Hoy no quiero hablar con nadie, sólo quiero presentar el examen e irme tan pronto como me sea posible del lugar.

— Hola Nate — para mi suerte, el sujeto se acercó a mí y me dirigió la palabra. Yo lo vi enfadado, mas no le negué el saludo, pues levanté mi mano para hacer lo mismo desde lejos. Él me miró raro, pero yo volteé la mirada y salí del salón, encaminándome a donde se encuentran mis amigas reunidas. Algo que jamás hacía en la entrada a clases.

— Buenos días, chicas — todas mis amigas me saludaron, pero me vieron raro. Por ello, una de ellas se acercó a mí, dejando a las demás atrás.

— ¿Pasó algo, Nate?

— No es nada…

— Puedes confiar en mí. Cuéntame lo que quieras, te prometo que no le diré a nadie.

— No. Está bien, en serio — la chica que me insistió se llama Zirumi. Ella es una chica muy tierna y de buen ver; pero si la haces enojar, se convierte en el mismísimo Satanás, ya que es la dueña de la venganza y terror. Zirumi sabe dónde te duelen más los golpes, y no me refiero a algo físico, hablo de lo emocional. Es una persona muy interesante. Creo que de todas, es ella con quien tengo una conexión especial, pues es Zirumi la que más me entiende; no obstante, jamás podría comprender lo que siento en estos momentos.

— Nate… te ves raro, como molesto y cansado.

— No es nada, debe de ser tu imaginación.

— Si fuera mi imaginación, entonces las demás no dirían lo mismo, y tampoco tuvieras los ojos hinchados con esas terribles ojeras debajo. Se nota también que no has comido.

— Todas se dieron cuenta, ¿eh?

— Por supuesto. Somos tus amigas, ¿crees que no ponemos atención a lo qué pasa?

— No hay nada de qué hablar, Zirumi.

— Como tú digas, pero si quieres decir algo, estamos para ti — me alegró mucho saber que tengo el apoyo de todas mis nuevas amigas. En verdad siempre han estado al pendiente de mí, aunque soy yo quien quiere cuidarlas, son ellas las que me cuidan a mí. Ojala tuviera el valor de decirles lo que siento, de los problemas que estoy enfrentando; pero no serviría de nada, incluso, puede que las pierda para siempre.

— Gracias. Hoy saliendo del examen me iré rápido. Tendré visita en mi casa.

— Bien, entonces nos veremos hasta mañana, ¿va?

— ¡Va!

El examen era de historia. Como son preguntas de opción múltiple y odio la historia, fue muy fácil para mí contestar todo al azar e irme. Ni siquiera me tomé la molestia de revisar si de verdad recordaba algo de las que puse al azar, porque no sabía su respuesta.

Llegando a la casa, me encontré con Josue y Kaleb, hoy el segundo nos viene a visitar después de todo un mes que no lo vimos, porque se fue a visitar a unos parientes del norte del país.

— ¡Hola Nate! — dijo Josue para recibirme, abrazándome tan pronto llegó hasta donde me encuentro.

— Tranquilo, me ves a diario ya, ¿en verdad tienes que saludarme así siempre?

— Sí y te aguantas.

— Hola, Nate. ¿Cómo has estado?

— «Qué onda», bato. Pues…

— De rato le cuentas, quiero que juguemos la nueva versión de nuestro RPG favorito que salió para el game3: la «XD». Se ve bien genial todo en 3D — antes de que pudiera contestar a mi amigo, Josue nos interrumpió. Kaleb volteó a verme y puso los ojos en blanco, mientras que yo sonreí levemente, enviando mi mirada al suelo, sin poder evitar el reflejo de mi tristeza.

Nos la pasamos jugando un buen rato. La mayoría de veces, increíblemente, las ganó Kaleb, dejando al maestro del juego (Josue) en ridículo; aunque no más que a mí, que sólo pude ganar una vez y por suerte. Me divertí bastante esa noche, y ya después de un rato, Josue se quedó dormido en su cuarto. Por lo tanto, yo y Kaleb fuimos al mío para seguir platicando de cómo le había ido y de todo lo que le había pasado mientras estuvo fuera del estado.

— ¡Qué genial!, espero en verdad ir algún día contigo para allá.

— Sí, oye… cuando te pregunté que: «¿Cómo te había ido?». Pusiste una cara muy rara y medio melancólica. ¿Tiene que ver con tus padres? ¿Te enteraste de algo acaso?

— No, no es eso.

— Entonces… ¿qué es amigo? Puedes contarme, para eso estoy aquí. No temas a decirme la verdad — al aclarar esto, él me rodeo con su brazo, abrazándome cariñosamente y agitándome un poco de lado a lado.

— Yo… — deseaba con todas mis fuerzas decirle a Kaleb lo qué ocurría. Decirle que me había enamorado de un hombre, que soy gay. Quería decirle lo que el idiota había hecho, cómo me había lastimado su decisión y todo lo qué hemos pasado… —. No es nada, no te preocupes — pero no podía hacerlo. Tengo mucho miedo, no quiero que mis amigos, los pocos que tengo, se alejen de mí, porque soy homosexual. No tengo la más mínima idea de cómo reaccionarán si les digo; no sé si me aceptarán, si aún me verán como Nate, no como un depravado o enfermo.

— ¿Seguro?

— Sí… — lo siento Kaleb — Es sólo la escuela y los exámenes — pero soy un cobarde.

— Ok, como quieras…

— Josue anda también medio raro, pero supongo que ya sabes por qué.

— Es por su padre, estoy seguro — cuando respondió a mi declaración, Kaleb se paró y se recargó en la pared que tenemos enfrente, cruzando sus brazos a la altura de su pecho —, pero de ti es de quien me preocupo más. Eres un chico muy duro contigo mismo, pero muy tierno y sensible con los demás. Sé que también eres bastante vengativo y eso es algo que siempre he desaprobado de ti; esa obsesión que tienes de darle una lección a quien te haga sufrir o que le haga daño a quien quieres, esos deseos de suministrar una cucharada de su propia medicina a esas personas… son nefastos y me enferman

— Es lo que me enseñó ella, tú también la escuchaste y sabes por qué soy así.

— Lo sé y eres mi amigo, Nate. Siempre voy a amarte como sea que tú desees ser — Kaleb se acercó a mí y me sujetó de los hombros, viéndome directo a los ojos —, mas tengo miedo por lo que pueda pasarte. No quiero que te lastimes a ti mismo, no me parece una buena idea que hagas cosas de las que te puedas arrepentir después, de que sufras más adelante por lo cruel que puedes llegar a ser. Sé más paciente, la gente es idiota. Es mejor que los ignores, amigo, por tú propio bien.

— Gracias — abracé a Kaleb y comencé a llorar por debajo de su cuello, ocultando mi rostro en su cuerpo —, muchas gracias amigo. Yo también te amo mucho y no sé qué haría sin ti — ya no hubo necesidad de más palabras, sólo de consuelos y caricias por parte de ambos, demostraciones de afecto entre dos amigos cuyo cariño sobrepasa la sangre y lo socialmente declarado. Un amor incondicional que nace de la adversidad y la diferencia, un cariño que se siembra y cultiva con el tiempo. Uno de una familia que yo mismo elegí.

Kaleb se quedó dormido en mi cama, mientras que yo decidí escribir de nuevo en mi computadora. Necesitaba hacerlo.

«Me siento mal por haberte fallado. Te he visto sufrir por mi culpa y me he enojado contigo; pero eso cambiará, no te preocupes. Quiero saber ¿qué pasó?, quiero que me cuentes tú el porqué de las cosas. Ya no quiero odiarte, ahora deseo comprenderte. Te prometo, que si algún día te acaricio, te abrazo y te beso, no te defraudaré. Si algún día estamos juntos, si lo que siento por ti es mutuo, estarás en mis brazos para siempre. Jamás te soltaré».


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