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Instituto fantasma por phaest

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Notas del fanfic:

Esta historia la empece a escribir hace años, desgraciadamente, por motivos ajenos a mi voluntad, no he podido dedicarme a escribir. Ahora tras mucho tiempo vuelvo a tener la oprtunidad de dedicarme a lo que realmente me gusta.

Espero que tod@s los que leaís esta historia disfruteís con ella.

Si encontrais algún error os agradecería que me lo dijeseis para poder corregirlo y hacerla aún mejor.

Notas del capitulo:

Espero que os guste.

Cuando Mark Degryse vio la carta encima de la mesa de su clase, no le dio importancia. Desde que comenzara a dar clases de literatura en la universidad, hacía dos años, recibía casi todos los días al menos una. Al principio lo encontró divertido, al cabo de dos meses las cartas de amor eran demasiadas, teniendo que hablar con el director, ya que empezaba a ser un problema, y Mark no quería arriesgarse a perder el empleo. Había sido una suerte que nada más acabar la carrera, el director le pidiera que fuera el nuevo profesor de literatura. Pensaba que tardaría años antes de que pudiese pisar, como profesor, la universidad en la forjó su carrera.

Le sorprendió descubrir que esas cartas no solo las escribían las chicas, y algún chico, de sus clases, también eran de otros alumnos con los que no tenía contacto, e incluso de alguna profesora. Suponía que era debido a la novedad y a que era uno de los profesores más jóvenes, y no por presumir, también el más guapo.

Se pasó la mano por su cabello castaño claro, largo hasta por debajo del cuello, el flequillo lo llevaba largo, echado hacía el lado izquierdo, ocultándole el ojo. Le gustaba la época en la que vivía, sin prohibiciones, pudiendo ser libre de ir como le gustaba, con sus vaqueros, sus camisetas de manga corta o larga, dependiendo del tiempo, poder llevar el cabello como le viniera en gana. Y sobre todo, sin que nadie pusiera de manifiesto sus tendencias sexuales, aunque aún había mucha gente de mente cerrada con respecto a ese tema.

Los alumnos de segundo comenzaron a llenar el aula. Guardó la carta en su maletín y se dispuso a dar clase. Sus ojos verdes con matices marrones observaron a sus alumnos, fijándose en especial en dos de ellos. Christian McCarthy y Lucas Wendell. A Mark le intrigaban, ya que a pesar de ser los mejores amigos, eran totalmente diferentes.

Lucas se hacía el duro, no dejaba entrever nunca sus sentimientos, llevaba la ropa holgada, y siempre se ponía dos camisetas, incluso en verano. Llevaba el cabello negro corto, y sus ojos del color del cielo en la primavera parecían decir siempre, no me toques. Lucas era el sueño de cualquier mujer, o de cualquier hombre, que deseara descubrir lo que había bajo esa coraza y, sobretodo, bajo toda esa ropa tan ancha.

Christian, al contrario de su amigo, llevaba el pelo largo hasta los hombros, negro con unas mechas rojas de la mitad hacía abajo, sus ojos eran grises, cuando sonreía y se le iluminaban parecían dos estrellas. La ropa se ajustaba a su cuerpo, dejando poco a la imaginación de más de una o uno, casi siempre vestía de negro, haciendo destacar su piel blanca, resaltando lo hermoso que era. Le gustaba mucho ir arreglado, maquillarse suavemente y pintarse las uñas de negro. Era más sensible que Lucas, más dado a demostrar lo que sentía, sobre todo cuando se metían con él por su aspecto.

Mark sentía cierta debilidad por Christian, pero eso era debido a que Byron, el hermano mayor del muchacho, era amigo suyo. Lo malo era que muchos creían que Christian tenía cierta ventaja en las clases de literatura, debido a esa amistad, no importaba lo mucho que el muchacho demostrara que era uno de los mejores en esa asignatura.

 

Como siempre Christian y Lucas se sentaron juntos, ambos estaban agradecidos por poder ir a las mismas clases. Se conocieron en segundo de primaria, chocando y odiándose desde el primer momento. Su odio se convirtió en amistad cuando, en cuarto de primaria, y tras una de sus muchas peleas, Byron les obligó a estar encerrados en una clase hasta que arreglaran sus diferencias, con el beneplácito de los profesores, que no dudaron en cederle la clase por el tiempo que fuese necesario, días incluso si lo creían conveniente. Los muchachos descubrieron que, siendo tan diferentes entre ellos, tenían más cosas en común de lo que creían.

A Christian le encantaban las clases del profesor Degryse, se sentía a gusto con él. El muchacho, como la mayoría de las chicas de la universidad y algún chico, sentía un enamoramiento hacía el hombre. Pero a diferencia de casi todos, que deseaban que el profesor se fijara en ellos y vivir un romance con él, tenía muy claro que nunca sucedería nada entre ellos. El menor sabía que su profesor amaba a otro hombre, que incluso tenía pensado casarse con él.

-Bien chicos y chicas -habló Mark en voz alta para que le escucharán-. Hoy hablaremos de William Shakespeare al que ya todos conocéis muy bien. Después de la clase os pondré en parejas para que hagáis un trabajo sobre uno de sus libros.

Algunos alumnos protestaron en voz baja. La clase se condujo con normalidad, Mark se paseaba por toda el aula mientras hablaba sobre el escritor y dramaturgo inglés, uno de sus favoritos, e increíblemente el favorito de la mayoría de sus alumnas y alumnos.

 

Sentado en el sofá color crema de tres plazas que tanto le gustaba, sacó sus papeles para preparar las clases del día siguiente. La carta cayó encima de la mesita de cristal, mezclada con sus notas. Al principio las leía, como profesor de literatura sentía curiosidad por las cosas que podrían decirle, con la forma de escribirlas, la mayoría no tenían mucho sentido, otras le hacían reír y muy pocas le habían llamado realmente la atención. Desde que se volvieron un problema dejó de leerlas, pero esa carta que reposaba sobre la mesita llamaba su atención como un imán.

Abrió el sobre, era una pequeña nota con unas pocas letras en color rojo escritas en ella. Le extrañó, ya que normalmente las cartas que le escribían eran amplias, contándole todos los sentimientos y cosas que les gustarían hacerle. Había algunas que podían ser perfectamente relatos cortos eróticos.

“Debe ir al antiguo instituto si deseaba hallar el libro de la magia”.

El libro de la magia.

Un libro del que muchos oyeron hablar, pero que nadie había visto, un libro mágico donde se mezclaban la magia blanca con la negra. Para la mayoría de los eruditos, ese libro solo era un mito, para unos pocos era real.

Mark creyó que alguien le gastaba una broma, muy buena por cierto, ya que al terminar de leer la nota su corazón palpitaba por la emoción. Su trabajo de literatura al acabar la universidad, y junto a su mejor amigo y pareja, fue sobre ese libro. David Carlsson, el más imaginativo de los dos, leyó algo acerca del libro cuando hacia un trabajo sobre Merlín, a Mark le gustó la idea ya que representaba todo un reto.

Su mirada se entristeció al pensar en David, en poco más de dos semanas se cumplirían dos años de su desaparición.

Todo lo que encontraron sobre él fue más de lo que esperaban. De la leyenda de un mito crearon algo que podría ser real. El libro no estaba escrito por una sola persona como creían al principio, sino por todas aquellas por las que había pasado por sus manos, cada uno aportando un nuevo dato o mejorando alguno ya escrito. No tenía una fecha de comienzo, pero por lo que descubrieron la primera persona que lo escribió pertenecía a una época muy antigua, a los primeros hombres que empezaron a escribir, esa persona escribió sobre el poder de las plantas a medida que las descubría, las que podían salvar vidas y las que podían destruirlas. A esa persona no le importó escribir que había utilizado a gente sencilla para averiguar sobre sus descubrimientos.

Y el instituto.

Corría una historia de fantasmas sobre él, una historia que tenía que ver con lo sucedido una trágica noche, hacia casi treinta años. Durante una fiesta de fin de curso, y cuando ya solo quedaban los de último curso y pocos más, unos alumnos entraron en el laboratorio y mezclaron algunas drogas con alcohol, esa mezcla les hizo sacar su lado más oscuro. Violaron y asesinaron, cometiendo una masacre que tiño de rojo el instituto. Un año después lo cerraron.

A la memoria de Mark llego un comentario de David:

“Sabes, creo que el libro está en esta ciudad, en el antiguo instituto”.

Sintió un escalofrío. Los dos entraron en él, sin hallar más que un viejo instituto abandonado, medio derruido por el tiempo y lleno de leyendas y fantasmas.

Ahora Mark se preguntaba si la versión oficial era la correcta.

 

“La oscuridad lo envolvía todo, en medio de esa extraña habitación llena de libros, uno sobresalía con una luz salida de otro mundo. Christian nunca había visto algo igual, el miedo y la curiosidad bailaban al mismo son dentro de él. Con paso lento, temeroso por lo que pudiera pasar, se acercó al libro. Al tocarlo el brillo aumentó, al muchacho le pareció que estaba forrado con piel, sintiendo un escalofrío. Era grueso, de hojas irregulares, de distintas formas y materiales, como si hubiese sido escrito con diferentes clases de papel”.

Christian despertó por el extraño sueño, este le había dejado inquieto. Seguramente era debido al trabajo que tenía que hacer para la clase de literatura. Era bien sabido por todos, que muchos escritores colocaban notas entre las páginas de los libros que estaban escribiendo, lo hacían cuando de repente se les ocurría alguna idea, o se daban cuenta de que se les había olvidado algo.

Lentamente giró su cabeza para mirar su reloj-despertador. Las tres de la mañana. Observó el techo de su habitación, esperaba poder volver a dormirse pronto, pero no lo tenía muy claro, ese extraño libro no se iba de su mente.

 

Mark encontró otra carta tres días después de la primera. Aunque no estaba del todo seguro de que se tratase de la misma, algo dentro de él le decía que sí. Intentaba en vano concentrarse en la clase, pero su mirada iba una y otra vez a la carta, era prácticamente igual a la anterior.

-¿Ocurre algo profesor? -Preguntó uno de sus alumnos de cuarto.

-No -forzó una sonrisa-, nada importante, Jeff.

Mark estaba seguro de que al finalizar el día encontraría al causante de la broma. Pediría a todos sus alumnos que escribieran sobre el tema que dieran, de esa manera podría comparar las letras. Claro que también podría tratarse de un profesor, lo cual sería más difícil de averiguar. Toda la universidad sabía del trabajo sobre ese libro, así que cualquiera podía estar gastándole esa broma. Igualmente tendría que esperar unos días, hasta que hubiese comparado todas las letras de sus alumnos con la de la carta.

No esperó a llegar a casa, en cuanto tuvo unos minutos libres la leyó. La nota era más larga que la primera.

“El libro está ahí, en el antiguo instituto, solo tiene que ir a buscarlo. Muchas preguntas le serán contestadas en cuanto lo tenga en su poder”.

-Mark, ¿va todo bien?

La voz de Byron McCarthy le sobresaltó, sus ojos del color del ámbar le miraban algo preocupados, apoyándose en la mesa del profesor.

-No lo sé -miró la nota, sopesando si contárselo o no.

Byron era tan solo dos años menor que él, llevaba el cabello negro corto, al contrario de su hermano. Estaba en tercer curso cuando Mark y David hicieron la tesis. El muchacho fue el único que le preguntó si no había tenido miedo, sencillamente le dijo que él sí lo habría tenido, sobre todo con todo lo que se contaba sobre ese libro. Mark se dio cuenta de que en realidad no se había percatado de lo que realmente significaba el libro, era simplemente un trabajo para sacar buena nota, todo un reto. A partir de ese día lo había visto de otra forma, intrigas, asesinatos, masacres de pueblos enteros, todo ello hecho en nombre del libro, la leyenda decía que aquel que lo poseyera obtendría un gran poder, muchos hombres lo habían buscado con el fin de conquistar el mundo.

David estaba de acuerdo en que el libro poseía algo que cambiaría el mundo, y estaba dispuesto a todo con tal de descubrir donde se hallaba. Mark empezaba a creer que se había obsesionado con ello, demasiado para su gusto. Para él, la historia del libro acabó junto a su tesis. Tras hablar con Byron se dio cuenta de que ese libro no era más que algo que había que destruir.

-¿Tan grave es?

-Hace tres días recibí una nota y hoy he recibido otra.

-Eso no es nuevo ─comentó el menor con una sonrisa.

-Jaja -Mark se puso serio-. Esto es diferente.

-¿Te han amenazado? -Preguntó preocupado.

-No, tiene que ver con otra cosa. Mira.

Le enseñó las dos notas, Byron no podía creer lo que estaba leyendo.

-¿Sabes quién las ha escrito?

-Aún no. Tengo intención de comparar la nota con los escritos que tengo, y que iré pidiendo a todas las clases.

-Eso te llevará mucho tiempo. ¿Quieres que te ayude?

-Te lo agradecería mucho -se lo quedó mirando unos segundos-. ¿No has quedado hoy con Jennifer?

-Sí, pero no le importará que te ayude con esto. Si Dios quiere tendré toda una vida para estar con ella.

-Tienes suerte de tenerla como novia -comentó sonriendo.

Byron también sonrió ante el comentario, observando la nota.

-Puedes descartar a Jenny, Phillip, Christian y Lucas, la letra no es de ninguno de ellos.

Mark cogió un papel, Byron se fijó en la lista curiosamente el de su hermano ya estaba tachado. Miró a su amigo intrigado mientras tachaba los otros tres que él le había dicho.

-Comenzaré esta tarde en cuanto llegue a casa -comentó Mark sin darse cuenta de la mirada del menor.

-Me pasaré por allí en cuanto termine mis tareas. Puedo pedirles a Jenny y Phillip que nos ayuden también, si no te molesta.

-Al contrario. Gracias Byron.

-Para eso están los amigos.

 

-Diga.

-Christian, soy Mark. ¿Está Byron?

Christian cerró los ojos, la voz profunda del hombre le hacía estremecer. Sabía que era un idiota por tener esa clase de sentimientos por su profesor, pero era algo que escapaba a su voluntad. Intentaba convencerse a sí mismo de que ese enamoramiento que sentía por él era producto de la amistad que tenía con su hermano, de lo bueno que era siempre con él, ayudándole cuando tenía algún problema.

Lo bueno de saber que Mark tenía un novio con el que pensaba casarse le ayudaba a no dejar ver sus sentimientos. Lucas había contribuido a ello, él tenía experiencia en ese campo, desde hacía un par de años que su amigo estaba enamorado de Phillip Medford, el mejor amigo de Byron. No podía decir lo mismo de él, no estaba seguro de amar a Mark, nunca se había hecho ilusiones, imposible hacerlas cuando sabes que no hay nada que hacer.

-Le diré que se ponga.

-Gracias Christian.

El muchacho tapo el auricular del teléfono.

-Byron -llamó en un tono alto-, el profesor Degryse.

Amortiguado por la mano del menor, Mark lo oyó, le hubiese gustado que Christian le llamara por su nombre, desde que lo conocía nunca lo había hecho, y aunque en la universidad tenía que ser así, fuera de ella no era necesaria tanta formalidad, sin embargo Christian se negaba a decir su nombre, y eso le hacía sentir mal, imaginándose como sería oír su nombre en boca del menor.

Byron bajó corriendo los escalones y cogió el teléfono antes de siquiera detenerse.

-Dime Mark.

Christian se alejó, paladeando el nombre de su profesor. Él nunca le llamaría por su nombre, eso significaría acercarse a él, y eso no lo podía permitir, Mark no era cualquier amigo de su hermano, era uno de sus profesores.

Notas finales:

Gracias por leer.


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