Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

PATITA DE LA SUERTE por LUNA OMEGA

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

 

DEDICADO A HappyGurl <3 

 

Esta es la versión Aoki de La Pareja del Tigre Solitario, será narrada más o menos en el mismo tiempo que el KagaKuro, creo(? Espero lograrlo jeje Pero debo advertir que puede haber como tipo spoiler del Kagakuro, aunque no es muy probable porque ya casi acabamos con esa historia. Además está versión también puede ser cortita y no actualizada regularmente después de esta semana de actualizaciones, pero la actualizaré tan frecuente como pueda para no confundirlos y chocar ambas historias. 

 

Espero que te guste HappyGurl <3 

 

 

 
 
-¿Solo esto?- Observé la miserable cantidad de dinero dentro de la bolsita de lona en mi mano y me reí sin ganas. Esto tenía que ser una maldita broma. 
 
-Es todo lo que puedo darte muchacho. Ahora vete.- El dueño de la panadería, un hombre de edad, grande y con barriga me hizo un gesto desdeñoso señalando la puerta. 
 
Negué, aún sin poder creerlo. -Usted no puede esperar que me vaya con esta miseria viejo, quiero mi dinero.- Hice un gesto hacia la bolsita en mi mano y tuve el fuerte impulso de arrojársela a la cara. –Esto no es lo que normalmente paga a mi hermano y ni siquiera se acerca a lo que realmente cuestan dos galones grandes de leche y una bolsa llena de quesos enteros.-
 
El hombre cruzó los brazos sobre su pecho y me fulminó con la mirada. Me contuve de rodar los ojos, si el tipo creía que se veía rudo y podía intimidarme estaba muy equivocado. Era una miserable pulga hinchada que ni siquiera me llegaba al maldito pecho. 
 
Si quisiera podría aplastarlo con mi zapato.
 
–¿Quién te crees para venir a reclamar sobre lo que pago por unos cuantos quesos salados y duros y una leche agria muchacho? Escuché que despidieron tu hermano y a ti del supermercado. Agradecido deberías estar que compro las porquerías que vienes a ofrecerme. Si no fuera por el dinero que les damos por esto ni tú ni tus hermanos tendrían para comer.- Soltó con veneno en su voz, sus mejillas regordetas estaban rojas por la ira. Hizo el sonido como de un bufido que parecía más un estornudo y se encogió de hombros. –Aunque si quieres el resto, bien podrías mandar a Sakurai por él y desaparecer tu fea cara de mi panadería.- 
 
¿Porquerías? ¿Mandar a Sakurai por el resto? Oh sí, estaba a punto de matar al bastardo. Sakurai había pasado horas ordeñando a su vaca, un regalo que Kagami y yo le habíamos dado cuando cumplió su mayoría de edad y él dijo que quería aportar algo de dinero a la casa, también había pasado días preparando tres tipos de quesos diferentes para poder ofrecerlos a las panaderías cerca de la zona. 
 
Él había estado tan entusiasmado cuando regresó después de su primer día y dijo que había vendido todo. Siempre se esforzaba al máximo y nunca se quejaba. De alguna forma ganó el dinero para mantenernos durante una semana completa hasta que Kagami y yo encontramos un trabajo y así era cada vez que él iba a vender su leche y sus quesos. La cantidad de dinero era casi ridícula pero siempre creímos que era por la buena calidad del producto y la generosidad de los compradores.
 
Sakurai tenía la facilidad de ganarse a la gente con mucha facilidad, asi que no me sorprendió que la gente le pagara un extra por ser un ‘buen muchacho’. 
 
Sin embargo, cuando entré a la panadería y el dueño vio que no era él, su sonrisa inmediatamente se deslizó y me miró con disgusto. El pensamiento de que éste y probablemente los otros dueños de las panaderías tenían segundas intenciones con mi hermanito me dio nauseas y supe de inmediato, por la cantidad de dinero que me estaba pagando, que él tipo era un verdadero imbécil besa traseros. 
 
Uno que aparentemente no tenía gusto por besar traseros peludos como el mío, pero sí los de chicos pequeños y bonitos como Sakurai.
 
-Para su información nosotros no somos ningunos niños desvalidos señor Nakamura y no necesitamos de su apestoso dinero.- Le arrojé la bolsita y ésta se estrelló contra su cara con fuerza, abriéndose y dejando caer las pocas monedas y billetes de su interior al suelo. Él soltó un grito de dolor y se sostuvo la nariz. Bien, se merecía eso y más. –Mis hermanos y yo no necesitamos de sus migajas maldito viejo pervertido.- 
 
Furioso y con los puños doliéndome con la necesidad de romperle la nariz al hombre, tomé la bolsa con quesos y la leche que Sakurai con tanto esmero había preparado y me fui hacia la salida. Si ese viejo creía que yo iba a mandar a la mierda todo el esfuerzo de mi hermanito, o que incluso lo vendería, a cambio de esa porquería estaba muy equivocado. Prefería conducir hasta la maldita ciudad durante cuatro horas si era necesario para venderlos, pero nunca iba volver aquí.
 
-¡Maldito, nunca te atrevas a regresar!- 
 
Antes de salir me detuve y alcé la mano con la bolsa de quesos, levantándole el dedo medio. -¡Ni aunque me metieran un palo por el trasero regresaría imbécil!- Azoté la puerta al salir e incluso afuera todavía le dí una patada a la puerta, tratando de descargar mi ira contra el negocio del viejo. -¡Nunca te acerques mi hermano  de nuevo desgraciado, o juro que te arrepentirás!-
 
Fui como una tromba hacia mi camioneta estacionada al cruzar la calle y salí de ahí echando humo. La idea de arrojar una bomba a esa panadería y a todas las demás me sonaba como un plan muy tentador, pero lo que menos necesitábamos ahora es que la policía me detuviera por vandalismo y homicidio. Con la ausencia de Kagami yo no podía dejar a Sakurai y nuestro hogar descuidados. Había demasiados peligros sobre nuestras cabezas con esos ancianos vigilándolos. 
 
Bastardos idiotas.
 
Apreté el volante con fuerza hasta que mis nudillos se pusieron blancos y traté de contener mi ira. Quería regresar a casa y por fin alejarme, pero por más que quería regresar a la comodidad de los bosques no podía regresar con las manos vacías. No quería admitirlo pero estábamos en problemas y de verdad necesitábamos el dinero. No solo nos estábamos quedando sin comida, sino que ya nos habían cortado el servicio de la luz y pronto también nos cancelarían el contrato con la compañía de teléfonos.  
 
Afortunadamente no teníamos problemas para conseguir agua en el bosque, pero todo lo demás también nos era indispensable para mantenernos a salvo.
 
Todo era realmente una mierda, pero yo no podía quejarme demasiado cuando había sido mi culpa que nos despidieran a Kagami y a mí de nuestro último trabajo como cargadores en el supermercado, además también era mi culpa que la despensa casi hubiera desaparecido y que ahora también la fuente de ingresos de Sakurai se perdiera. Que las malditas ardillas se comieran el resto de lo que había quedado solo lo hizo peor, pero no había nada que pudiera hacer con ellas además de asarlas para la cena. Sin embargo Sakurai no estaría de acuerdo con eso, asi que tampoco podía hacerlo. 
 
Me sentía como una mierda por causar tantos problemas a mis hermanos. Yo era el mayor de todos, el que se suponía que debía cuidar de ellos y no al revés, pero siempre metía la pata y tenía una suerte de perros. El principal de mis males eran mis ataques de ira, y eran de verdad un problema para mantener un trabajo estable, ya que cada vez que terminaba peleándome no sólo me despedían a mí por iniciar la pelea sino que también a Kagami por intentar defenderme. 
 
¿Podía mi suerte ser más jodida y además joder más a otros? Yo esperaba que no. No tenía idea de cómo pero tenía que hacer algo para cambiar esto. 
 
Para cuando salí de la pastelería mi ira se desvaneció un poco. El chef de repostería, quien además era el dueño del local, me había pagado los dos lotes de leche y el queso que había llevado conmigo a un buen precio, y la chica del mostrador se había comportado muy amable también. Todo iba a usarse para acabalar los pedidos del día y para el especial de pie de queso de hoy. 
 
Suerte para mí. Ella también me había regalado un poco del pastel de chocolate para que pudiera llevárselo a Sakurai, con saludos amistosos incluidos. 
 
Toda la gente que vivía en el pueblo nos conocía como los hermanos que vivían solos en la casa dentro del bosque y a pesar de que casi nunca nos mostrábamos por los alrededores paseando les caíamos bien a la mayoría. Excepto a la gente mayor que parecía tener un problema con solo vernos caminando por la calle, en especial a Kagami y a mí. No tenía idea de por qué y la verdad no me importaba.  
 
Mi celular empezó a sonar con la entrada de una llamada y yo me estiré para poder tomarlo con una mano mientras con la otra seguía conduciendo. Sakurai habló desde el otro lado con voz cantarina. -Kagami-san llamó. Dijo que había llegado bien y que no nos preocupáramos, que él regresaría lo más pronto posible- 
 
Dejé ir un suspiro que se sintió como si estuviera conteniendo desde que Kagami se había ido hace unas semanas y me relajé en el asiento. Ese imbécil apenas se había comunicado con nosotros cuando se fue y ni siquiera se había llevado su maldita camioneta, el camino era largo y nos tenía con los nervios a tope por todos los posibles problemas que podria tener en su camino usando los transportes humanos. Cuando llamara otra vez iba a darle el reclamo de su vida, pero por ahora saber que se encontraba bien era suficiente para mí. 
 
-Bien, me alegra escuchar eso. ¿Todo esta bien en casa?- 
 
-Si, aunque te juro que el calor esta matándome.- Pude escuchar al fondo un sonido parecido al de un aleteo y sabía que él probablemente tenía un abanico en su mano para intentar refrescarse. Teníamos aire acondicionado en la casa y un ventilador viejo de nuestros padres también, pero con el corte de la luz no era posible mantenerlos funcionando. -¿La leche y los quesos llegaron bien?- 
 
La pregunta derribó mi buen humor como una casita de naipes y me enderecé en el asiento, tenso –Sí, llegaron bien.- Respondí y me rasqué la sien rápidamente. Esto no iba a terminar bien. Sakurai no iba a matarme por haber arruinado sus negocios, tampoco se iba a enojar conmigo, pero sí iba a caer en depresión y probablemente lloraría. De verdad era un mal hermano. –Escucha Sakurai, a decir verdad ocurrió algo malo.- 
 
Pude escuchar que el abanico se detuvo. -¿Qué pasó?- Preguntó preocupado. -¿Estás bien Aomine-san?- 
 
Cerré los ojos y maldije. Sakurai era tan bueno que aún se preocupaba por un hermano tonto como yo. No lo merecía. Suspiré. –Sí, yo estoy bien. Pero la cosa es que tú ya… ¡Mierda!- Solté el celular cuando perdí el control de la camioneta y ésta se balanceó por el camino como si fuera una maldita serpiente. Pise el freno a fondo justo antes de estrellarme contra un árbol y me tomé un momento para regresar a mi mente. Mierda, eso fue peligroso.
 
-¡¿Aomine-san, Aomine-san estas ahí?! ¿Qué ocurrió? ¿Estás bien?.- 
 
Tomé el celular que había caído en el asiento y lo llevé a mi oído. –Estoy bien, estoy bien.- Repetí, pero no estaba seguro si lo hacía para Sakurai o para mí. Miré a mi alrededor pero la cosa peluda que se atravesó en mi camino ya no parecía estar a la vista. Maldito conejo, casi había hecho que me matara. –Solo perdí un poco el control de la camioneta, eso es todo.- 
 
-Seguro fue porque estabas hablando conmigo mientras manejabas. Debes tener más cuidado Aomine-san, casi me da un ataque al corazón cuando escuché todo el alboroto.- Suspiró. –Regresa a casa y podemos hablar mejor. No quiero que termines estampado contra un árbol.- 
 
Si tan solo supiera que la defensa de la camioneta estaba a menos de cinco centímetros de uno de ellos, seguro tendría ese ataque al corazón al instante. –Te veré allá entonces.- Dije y colgué. 
 
Me bajé de la camioneta para comprobar los posibles daños, pero aparte de casi terminar embarrado contra un árbol mi camioneta no parecía tener ningún daño. Exhalé, la suerte por primera vez estaba de mi lado. Las llantas se habían barrido un poco por el camino, pero no era nada grave. Un sonido llamó de repente mi atención a pocos metros en un arbusto. Un par de orejas blancas y peludas aparecieron a la vista entre las hojas y la misma bola de pelos que se había atravesado en el camino y me hizo perder el control apareció. La cosa estaba temblando mientras me miraba y pude ver la inteligencia en ellos. 
 
Un shifter. 
 
Sonreí de lado, hoy habría conejo para cenar. La bola de pelos debió intuir lo que estaba pasando por mi cabeza porque sus orejas se agitaron y salió disparado del arbusto hacia el bosque, huyendo de mí. –Oh no, no vas a salirte de ésta tan fácil conejito.- Dije y corrí detrás de él, quitándome la ropa en el camino. 
 
La mierda no era rápida mientras corría, pero era buena escabulléndose entre los arbustos grandes. Sin embargo, mi ira me podía más y cuando finalmente me deshice de mi ropa y cambié me escabullí con él, espantándolo fuera de sus escondites en cada ocasión. No iba a escaparse de mí. Perseguí al conejito en mi forma de pantera por un buen tramo del bosque y lo obligué a dejar de buscar refugio, pero no intenté atraparlo, quería que creyera que me tenía ventaja y siguiera corriendo con esas patitas suyas. Una buena carrera durante la cacería ayudaba a la digestión. 
 
Aunque el conejito corría un poco demasiado extraño. 
 
La bola peluda fue acorralada por mí cuando iba demasiado lejos y la hice dar media vuelta en cada ocasión, haciendo que se mantuviera dentro de un área determinada sin que se diera cuenta. Cuando el juego comenzó a ser aburrido y me había fastidiado de oírlo chillar puse una pata sobre él antes de que pudiera escapar y lo mantuve abajo. Sus chillidos se hicieron más fuertes y yo rodé los ojos ante la irritación de mi pantera por todo el ruido, todavía no le hacía nada a la maldita cosa y ya estaba gritando como si le estuviera cortando extremidad por extremidad. 
 
Mientras intentaba huir de mi agarre su cuello se estiró tratando de tirar lejos de sí mismo. Mala idea. Mi pantera se relamió los bigotes ante la vista y yo solo pude pensar en hundir mis dientes en la tierna carne. Cuando mis fauces se cerraron en su cuello hasta hacerlo sangrar y el líquido carmesí tocó mi lengua quise gemir. Era delicioso, simplemente delicioso. Una gula que nunca antes había sentido se apoderó de mí y me mordió fuerte el estomago. 
 
Quería más, quería comerme al conejito entero. 
 
E iba a hacerlo. 
 
Alzándolo por el cuello lo coloqué con la panza para arriba y puse mi pata sobre él otra vez. Los músculos de mi boca ya estaban preparándose para poner presión sobre su cuello y poner fin a sus incesantes chillidos. Mi almuerzo estaba a punto de comenzar. Pero me detuve en seco cuando mi pata se movió sobre su estomago expuesto y pude sentir el movimiento debajo de todo el pelo. La realidad de lo que estaba sintiendo me cayó encima como agua fría y mi pantera retrocedió de un salto en mi cabeza. 
 
Mierda, el conejito no venía solo. 
 
La culpa me carcomía cuando liberé su cuello y el conejito me miró con ojos brillantes llenos de lágrimas, la sangre deslizándose de las heridas y manchando su blanco pelaje. Cambié a mi forma humana sin quitar mi agarre sobre él y traté de revisar sus heridas. –Maldición, no lo sabía. Lo siento. Si llevabas crías debiste cambiar y decirlo.- Lo regañé. Mientras lo revisaba me dí cuenta que efectivamente se trataba de un él. Un omega, simplemente genial. 
 
Cuando terminé de ver las heridas me relajé. Bien, no eran mortales. 
 
El conejito parecía estar paralizado, no movió ni un músculo y tampoco siguió chillando. El pobre debía estar paralizado de miedo hasta los huesos. Iba a gritarle que reaccionara de una maldita vez pero en un parpadeo cambió y un chico apareció. Su cabello rubio brillante como el sol estaba hecho un desastre y sus ojos unas autenticas monedas de oro seguían mirando hacia la nada. Su vientre estaba tan hinchado que me sorprendió que no lo hubiera notado antes y más aún que hubiera corrido en su condición. 
 
¿Estaba loco o qué? Solo la carrera ya era lo suficientemente mala para las crías. 
 
-Oye reacciona, tienes que reaccionar.- Lo sacudí por los hombros hasta que él parecía haber recobrado la consciencia. Sus parpados se agitaron y el reconocimiento brilló en sus ojos. Suspiré malditamente aliviado. –Gracias a Dios, ¿estás…?- Mi cabeza voló hacia un lado con un estruendo y la sangre salió disparada desde mi mejilla herida hacia la yerba. 
 
No estaba seguro de lo que había usado para herirme pero creo que habían sido sus uñas o sus garras. El daño no era grande en realidad, y no tardaría más de una hora o menos en curarse, pero estaba en tal estado de shock por el ataque que no pude mantener mi agarre sobre el chico y éste se echó a correr. En mi conmoción solo pude verlo alejándose con la sangre escurriéndose por su espalda y… ¿cojeando? Yo no le herí las piernas. 
 
Fruncí el ceño. No sé por qué, no tenía idea de quién era el chico, pero tenía la molesta sensación en el fondo de mi estomago de que la había cagado… y en grande. 
 
 

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).