Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Crónicas de un nigromante por Silence Tsepesh de Lenfet

[Reviews - 18]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Pues llegamos a la tercera parte de la serie Crónicas. Es necesario haber leido "Crónicas de un villano" para entender esta parte, no ocupas haber leido "Crónicas de un héroe" para continuar la serie. 

 

Disfruta la lectura.

Notas del capitulo:

 Hola de nuevo. 

 

Pues ha llegado el turno de Viktor en esta serie.  A muchos les dio curiosidad este personaje misterioso, así que llego su momento de brillar. Esta parte retoma el final de "Crónicas de un villano"  

De nuevo las actualizaciones seran los viernes de cada semana a menos que se presente alguna situacion que no lo permita.

Es de noche en este lugar. No sé dónde estoy.


Las paredes de los edificios a mí alrededor se mueven, se curvan de forma desagradable. Luego me encuentro mirando al infinito. El cielo se abre ante mis ojos. Debí haberme caído, comienzo a sentir el frio del suelo. Las estrellas son hermosas, no hay luna hoy. Todo se pone oscuro y luego regresa, creo que he parpadeado.  Siempre me gusto mirar al cielo, ver las estrellas.  Supongo que es una buena forma de terminar con esta vida, pero sé que no voy a morir. El dolor aumenta y se va sin un patrón fijo, yo solo miro las estrellas.


Ah… Hadrien. Ver las estrellas le hace recordar lo que paso hace unos momentos. Intente matarle, sé que mi hechizo le dio, pero sé que no está muerto. Aun con eso, sé que no ha muerto. Me decepcionaría mucho si muriera por algo así, si se dejara morir.


Debería morir ahora, pero sé que no voy a morir.  Las estrellas comienzan a ponerse oscuras, como si la noche se las tragara. Comienzo a dudar de si moriré o no, quizá si muera esta noche. No de la maldición, no de las heridas que tengo, pero puedo morir de hipotermia si no hago algo. No puedo hacer nada, no siento mi magia en ningún lado, más allá de ver los espíritus que andan por aquí, no hay nada mágico en este lugar. Ni siquiera yo.  Me veo rodeado de espectros, cada vez veo menos estrellas, la oscuridad se come todo.  Uno de los espectros se inclina sobre mí. Me mira. Habla, pero no escucho.


Luego viene la nada.


 


— ¿puedes al menos disculparme con ella?... no, en serio no puedo, créeme, es realmente urgente. Nunca he faltado— la voz suena cerca, es una voz masculina. No morí, eso no me sorprende. Estoy más intrigado por saber dónde estoy.  Alzo la mano e invoco viento. Ah, no tengo más problemas con la magia— debo colgar, nos vemos después— miro alrededor. Es una habitación demasiado simple. Me siento en la cama, observo mis pies que apenas alcanzan a pisar el suelo. No me gusta este lugar, tan moderno. Hay aparatos por todos lados, mucho ruido y además no entiendo la decoración. La puerta se abre.


— ¿Dónde estoy?— pregunto, mirando la puerta. Tampoco hay magia en este lugar.


— Despertaste— observo al humano de pie en la entrada.  Sonríe un poco, y no se ve muy mayor, apenas parece un adulto— ¿estás bien?


— ¿Dónde estoy?


— Estamos en Francia— ah, si… no había notado que estoy usando el francés. Solo lo escuche. Hace mucho que no estaba por aquí. Francia se volvió un mal lugar para los magos hace mucho tiempo, luego ya no tuve ganas de volver— ¿Por qué estabas en la calle?


— Por…— Hadrien.  No puedo creer que hiciera eso, que al final… todo lo que dijo… ¡No! ¡No se suponía que las cosas terminaran de ese modo! Después de todo, nunca tuvo intenciones de quedarse. Nunca tomo en serio todo lo que le dije. Y ese desagradable hombre del parlamento… ¡Imposible!


— hey…


—  No estorbes— gruño. Las cosas empiezan a moverse por todos lados, no me importa. No me importa que un humano miserable me vea haciendo magia. No puedo dejar las cosas como están. Jamás.  Me desvanezco, dejándole allí.


Aparezco lejos, muy lejos de ese lugar. Frente a mi hay un castillo pequeño, en la cima de una colina también pequeña. Es una pequeña fortaleza, una imitación, no es antigua. Los bosques la rodean, es un lugar tranquilo de no ser porque cuando paso, todo se altera. La magia oscura está completamente fuera de mí.  El pasto se marchita a mi paso, y el viento sopla con más fuerza, incluso el cielo se oscurece.


Necesito pensar bien que hare. ¿Hadrien murió? No, sé que no está muerto. No he escuchado a los espíritus desde unos días antes que pasara todo eso, ahora mismo no quiero oírlos. Los hago desparecer con un movimiento de la mano. En este lugar siempre hay espectros. Es mi hogar, el lugar al que siempre puedo volver  pase lo que pase. Quiero venganza, quiero averiguar que paso, ¿A dónde fueron?  Empujo las puertas, un leve toque y salen empujadas como si les hubiera pateado. Adentro hay silencio. No hay nadie más. Camino por los pasillos, empujando puertas hasta llegar al salón de la biblioteca. Quizá la más grande en cuanto a magia que existe.


— Viktor, que poco propio de ti.


— Largo, Daimmen— justo lo que necesito en este momento, visitas indeseadas.


— justo ahora has estado más cerca que nunca de tu apariencia, realmente pareces un mocoso haciendo una rabieta— la oscuridad que me rodea se agita y sale hacia él.  Ni siquiera llega a tocarle. La oscuridad pega en el aire, a su alrededor, sin moverle ni un solo cabello, él no levanta la vista del libro que sostiene y que lee con tranquilidad. La tranquilidad que yo no tengo.


— ¡Largo!


— debo suponer, debido a esta rabieta, que las cosas no salieron como querías— le miro de mala manera y finalmente alza la vista del libro— deja de hacer eso, que no eres tú para nada, ahora mismo, cualquiera puede ganarte en una batalla. Mucho más si lo primero que vas a hacer es salir corriendo a buscar una revancha.


— tú…


— Viktor— me toma casi una eternidad calmarme y caminar hasta una de las sillas que están alrededor de una de las mesas de este lugar. Sigo mirando mal a Daimmen, él me ve, esperando hasta que me siento— Te dije que las cosas no iban a salir bien, pero nunca me escuchas.


— no necesito escucharte a ti. Y las cosas iban bien, de no ser por ese maldito entrometido del parlamento…— Daimmen suspira, el libro que sostiene se cierra con un sonido seco— ¿Qué estás haciendo aquí?— Daimmen es el único que conoce este lugar, y el único en el que todavía puedo confiar.


— si sigues creyendo eso… sigues tendiendo la mejor biblioteca que conozco, solo pasaba a consultar algunas cosas—  me mira, sus ojos aburridos. Le conocí en Hungría hace muchos años, aunque él no es húngaro. Tampoco es un nigromante, pero tiene un talento para la magia negra muy decente, tanto que solo le falta poder ver a los muertos a voluntad. Es mucho más nigromante que muchos otros que conocí.


— ¿Qué quieres decir con que sigo creyendo eso?


—Nada, de todos modos no vas a escucharme—  Su cabello es rubio, lacio y lo usa como en los viejos tiempos, largo y atado en una coleta con una cinta azul oscuro. Siempre ha sido alto, y siempre ha tenido la misma apariencia, un hombre alto, de piel pálida y ojos grises. Nunca se le ha quitado el acento francés.


— dímelo.


— Hadrien no iba a quedarse contigo, hicieras lo que hicieras. Está muy entretenido con Kiran D´Chaudry como para hacerle caso a alguien más. Y tú no llegaste siendo muy claro que digamos.


— No menciones su nombre— siseo.


— Como digas, pero si vas a volver a enfrentarle dime donde será, porque no me lo perderé por nada— sonríe, una sonrisa lenta por su rostro.


— eso quería, pero ya estoy pensándolo mejor. No tiene caso ir ahora mismo— Escucho como hace un sonido con la lengua.


— que mal, enserio quería ver que te patean el trasero. Y tengo mucha curiosidad por ese Hadrien de Kiran, hablaste mucho de él un tiempo. También me gustaría ver al gran héroe del parlamento, nunca he tenido el gusto, quizá pueda ver porque Hadrien tiene tanto interés en él. Oh, espera ¿Qué pasara ahora que salvo a Hadrien? ¿Eso quiere decir que renuncio al parlamento? O quizá…


— Cállate— se ríe cuando la oscuridad intenta golpearle de nuevo.


— ¿Qué harás? ¿Vengarte?— eso es lo que quiero. Pero no sé por dónde empezar. No puedo perder la cordura por algo como eso, y ponerme a atacar ahora. Deben estar esperando eso, y el tiempo no me preocupa. Solo era la ira del momento. Cierro los ojos y suspiro. Siento que vuelvo a estar calmado, mis emociones no se salen de control.


— quizá. Hay implicaciones más serias con esto. Ese seguidor de parlamento me conoce, quizá le diga a los demás miembros sobre mí. Mi existencia es un secreto, pero podría usarla para escapar de sus responsabilidades y estar con…— aprieto los dientes— creo que eso hará, algo así me dijeron antes, cuando consulte el futuro.


— umm, que inconveniente. Y si Kiran D´Chaudry se va a ocultar, y dejar el parlamento, entonces Hadrien también va a desaparecer de escenario. Que inconveniente— dice, el libro  flota frente a él y se posa en la mesa. Daimmen cruza las piernas, un movimiento elegante. Todo es elegante en él, es, hasta donde sé, el segundo ser con poderes mágicos que nace en la realeza… más o menos. No es extraño que en apariencia sea elegante, sus modales refinados.


— ¿Inconveniente?


— sí. El parlamento no es más que una bola de magos que han perdido el toque, solo porque no ven magia oscura, solo porque no conocen a otros nigromantes no quiere decir que no sigan existiendo. Ellos creen que están terminando con ellos. Pero eso no es verdad. Y el culpable de eso es Hadrien y su encarnizada batalla contra ellos. Han sido unos años realmente tranquilos para nosotros. Pero ahora que Hadrien saldrá de todo esto…


— Ya veo— no había pensado eso. Su risa me hace mirarle.


— ni siquiera has pensado en las implicaciones de eso. Y… lamento informarte que tú eres el responsable de eso. Tú nos has devuelto a escena.


— ¿disculpa?


— oh, quizá solo a los nigromantes. Yo no lo soy, y mientras no use magia negra, soy solo un  hechicero normal.


— eso no te lo crees ni tú, Daimmen.


— Olvídate de Hadrien— le miro, arqueando la ceja— si no quieres morir, aléjate de él, podrás someterle a él, quizá ganarle, pero solo si está solo. Y Hadrien no está solo. No necesitas conocer el futuro para saber cómo terminaran las cosas.


— No puedo dejar las cosas así—  Aunque Daimmen tiene razón. Dudo que pueda ganarle a Hadrien en una batalla justa, yo… me molesta admitir que he sido descuidado, deje de lado la magia, creí que lo sabía todo, y que no necesitaba saber más. Evidentemente eso no funciono. Se mucho, pero los demás también han estado aprendiendo, llegando hasta donde estoy. Ya no estoy por encima de ellos.  No soy quien creía ser.


— que horrible es la realidad ¿no?


— cállate, Daimmen, aun puedo matarte.


— es tan divertido verte de esta manera. Siempre eres tan serio, nunca muestras muchas emociones. Ahora te ves humano de verdad.


— no soy humano.


— ¿Me vas a contar que paso? ¿Por qué llegaste tan furioso?  Obviando que Hadrien te dejo ¿Qué es lo que más te molesta?


— Que nunca tuvo intención de quedarse— respondo, sin dudar— intente matarlo, pero sé que falle. Siento que sigue vivo.


— ¿Qué esperabas?— niega con la cabeza—  si lo que querías era que se quedara contigo, hubiera sido mejor que te acercaras a él y fueras una presencia constante en su vida, no solo llegar e imponer tu voluntad.


—…— eso es parecido a lo que me dijo Hadrien, a su despedida. No lo entiendo. Daimmen me observa, ladea la cabeza.


— no tienes idea de lo que digo ¿nunca has escuchado sobre el amor? ¿Cortejo?


— claro que sí.


— definitivamente no eres más que un mocoso haciendo rabietas.


— sabes que no es porque quiera tener esta apariencia. Admito que no ha sido muy útil, quizá…— si tuviera una apariencia más adulta, las cosas hubieran sido distintas— El cuerpo es la cárcel del alma inmortal.


— se sobre tus circunstancias. Y es admirable, en serio. No conozco a nadie más que hiciera eso que hiciste. Me parece que es un precio mínimo a cambio de lo que lograste.


— Eso lo dices porque no tienes apariencia de niño— ha pasado mucho tiempo desde entonces, mi cuerpo ya no es el de un niño, pero tampoco es el de un adulto— tener una apariencia juvenil me ha limitado mucho con los humanos, me tenido que valer de trucos para poder hacer mi voluntad. A la larga, ha sido molesto.


— ¿Lo volverías a hacer?


— Si es necesario— pero yo mismo me encargo de que no sea necesario— evidentemente no lo haría contigo.


— ¿Por qué habrías de hacerlo? Tengo la intención de vivir por siglos sin problemas, o tenerlos al mínimo. Es más emocionante ser espectador, espero ver quién será el idiota que quiera tomar el lugar de Hadrien. 


— nadie podrá tomar el lugar de Hadrien.  No cualquiera logra vivir en lucha constante con todos esos perros del parlamento detrás. Me hubiera gustado mucho ver uno de los planes de Hadrien hechos realidad— Daimmen comienza a reírse a carcajadas, muy ruidoso. Espero con menos paciencia a que termine de reír.


— Pero si ya has visto uno de los planes de Hadrien hechos realidad— ¿de qué me está hablando? Sonríe mientras dice— Esta con Kiran.


— Tu, miserable pedazo de…


— Que lenguaje para un jovencito—  ahora la oscuridad que le ataca es mayor, casi una ola de tinta oscura. Él ya no está allí cuando termina. Intento respirar.


— no estoy de humor para bromas— digo, a la nada. Aun me siento dolido, traicionado y humillado. A pesar de que fue un combate  justo.  Yo realmente quería matar a Hadrien, quizá fuera más fácil que estuviera conmigo si estuviera muerto, y sin duda podría haberlo buscado tan pronto como me fui de allí, si no hubiera quedado inconsciente…


— nunca estas de humor a decir verdad. En fin, si insistes en ir contra Kiran, no dudes en llamarme, estaré ahí disfrutando en primera fila— le veo cerca de la puerta, caminando a la salida con tranquilidad— tomare prestados algunos libros, te los regresare después. Y por cierto, Viktor ¿perdiste tu amuleto?


— ¿Eh?— miro mi mano. No está. El anillo no está. Parpadeo, mirando mi mano. El anillo me quedaba bien cuando era adulto, luego usaba magia para mantenerlo es estos dedos delgados— no…


— Nos vemos— Daimmen se va. Estoy seguro que lo tenía cuando enfrente a ese maldito perro del parlamento. Lo tenía porque ese rayo que invoco me causo dolor debido al metal del anillo, sé que estaba allí. Le recuerdo cuando extendí mi mano para matar a Hadrien. ¿Dónde…?


… Francia. Ese joven. No lo perdí, él debió habérmelo quitado.  


Quiero gritar de frustración, arrojar todo por los aires. No lo hago. Respiro con profundidad. Necesito calma. No puedo ir como estúpido de nuevo. Me siento cansado, necesito dormir, comer. Antes que nada, me lavo. Hago aparecer comida y como a solas en el enorme comedor. De vez en cuando entra algún espectro. Los ignoro mientras cómo.  Mi habitación en este lugar es grande, la cama es cómoda y no entra luz. Enciendo las lámparas con un movimiento de mi mano.


No puedo dormirme. Me quedo mirando al techo. ¿Qué hice mal? las cosas no debían salir de ese modo. Nunca vi… nunca escuche tal futuro. Hace siglos supe que Hadrien iba a estar conmigo,  conocí su llegada desde antes de que naciera.  ¿Por qué? esto no debió pasar, pero pasó… suspiro. Quiero que vuelva o le quiero ver muerto. O está conmigo o con nadie.  Si quiero que pase alguna de las dos, entonces tengo que planear bien lo que voy hacer.  Kiran  no es alguien a quien tomar a la ligera.  Aprenderé más cosas, me voy a perfeccionar hasta el punto de ser de nuevo el mejor, y no tendrán oportunidad contra mí.


Debo consultar con los muertos.


Pero primero, necesito ir por mi anillo.


 


Nunca supe en qué lugar estaba exactamente, pero recuerdo la habitación. Recuerdo lo mucho que parecía la habitación de un criado.  Sigue igual como la recuerdo, y no hay nadie dentro. Abro la puerta usando las manos. No es un lugar grande, es un cuarto con una sala de tres sofás pequeños, una mesita y una televisión a un lado de eso está una mesa con cuatro sillas y un mantel blanco. La cocina está separada por una barra y dos bancos altos. No veo que hay en la cocina. Hay tres puertas más.  ¿Quién puede vivir en un lugar tan pequeño? No hay muchas decoraciones, no hay cuadros ni fotografías.  Una de las puertas es un baño igual de pequeño que lo demás. La otra un armario y la última debe ser la salida. No hay patio.


Qué común.  No parece que viva más de una persona en este lugar. Regreso a la habitación. Quizá el anillo este por aquí. Estoy poniendo de cabeza los cajones, cuando escucho que la puerta se abre.  


— sí, enviare todo la próxima semana… quizá en cuatro días. Sí, claro. Te llamo mañana— me levanto. Escucho los pasos por la casa— ¿Qué…?— abro la puerta, mi magia ha regresado casi por completo. Le inmovilizo, y también cierro su boca, no quiero que grite. 


— tu…— no le vi demasiado la última vez— te quedaste con algo mío— el humano tiene el cabello algo largo, desordenado y de color castaño, algunas partes más claras, como si se decolorara.  Le cae por el rostro y la cabeza por debajo de las orejas. Sus ojos son comunes, color marrón. El frunce el ceño mientras me ve. Va vestido de forma informal, pantalones de mezclilla rotos, zapatos deportivos y gastados. Una camiseta negra bajo una camisa de botones a cuadros rojos y negros, y desabrochada.


Es peor de lo que recuerdo, pero eso no me importa mucho ahora, ni siquiera lo poco adecuado que lleva el cabello.  Cuando vives mucho tiempo, los detalles saltan a la vista con más frecuencia. Él debería estar viéndome con miedo,  gimoteando. No lo hace. También hay algo más que me está llamando la atención. Le devuelvo la voz.


— ¡Yo no te robe nada!


— ¿no?


— lo dejaste cuando desapareciste.  Estaba junto a la cama.


— ¿Por qué estaba ahí?


— tenías sangre ¿tienes idea de lo difícil que es sacarla de las telas? Limpie un poco, y por eso te lo quite, pero no lo robe. Si dejas que me mueva, te lo puedo regresar— no le prestó atención. Mi magia se ha topado con algo en él. Camino hasta quedar frente a él.


— ¿Quién eres?


— Mi nombre es Razvan…— aparto la manga de una de sus muñecas. Un brazalete, a juzgar por el color debe ser de cobre, con un diseño indudablemente celta y una serie de cristales naranjas está en su muñeca.  No sé qué es, pero es algo hecho con magia. Eso tiene magia. Hago lo mismo con la otra mano, también hay un brazalete, pero de plata y con cristales blancos— oye…


— Eres un mago— no es una pregunta. Este humano es… no, no es un humano. Por eso no se impresiono con mi muestra de magia— ¿Por qué no siento nada de magia viniendo de ti?— aunque tengo una idea sobre lo que pasa.


— ¿Quién eres tú?


 

Notas finales:

 

 Disculpen si se fueron errores de ortografia.

 

Pues si nada mas que decir, espero que disfruten de esta nueva parte. Gracias por leer. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).