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OCHO por Strawberryloveless

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Notas del capitulo:

Damaris desarrolla interés por alguien del grupo que no es Román, pero todo termina complicándose un poco.

Capitulo 2: La bola negra 

 

La partida finaliza y mi equipo gana la apuesta.

Joel y Pamela son malos perdedores y no han parado de alegar que desean una revancha. Román y yo hemos accedido a la petición, sin embargo, primero decidimos tomar un descanso para salir a la terraza.

Miro el reloj y pasa de la media noche. Se ha ido en un abrir y cerrar de ojos, principalmente desde que la tercera ronda comenzó. Supongo que ha sido gracias a que Pamela y yo no hemos parado de hablar a partir de ese momento. Es demasiado agradable, cálida y chistosa. Definitivamente ha vuelvo esta salida mucho mas divertida de lo que imaginé. 

 

Román ha desaparecido hacia el sanitario y Pamela se ha quedado en la barra pidiendo algunas botanas para comer. Así que me encuentro a solas con Joel, quien por cierto, es todo una seriedad con patas cuando está conmigo. 

 

— Supe que Pamela no bebe — comienzo la plática — ¿Hay alguna razón en especial?

El moreno arruga el rostro, como si recordar el motivo le causara cierta molestia o tristeza.

— Lo lamento, soy demasiado entrometida. Olvídalo — digo avergonzada por meter las narices donde nadie me llama. 

— No es eso, simplemente es algo muy personal de su pasado. No creo ser el indicado para contártelo. 

— Entiendo. Se lo preguntaré a ella.

La plática finaliza y minutos después, Pamela regresa a la mesa. Trae dos platos llenos de verduras, carnes y quesos, todos de distintos tipos, tamaños y olores.

— No sé que les gusta, así que pedí de todo un poco.

— Gracias.

 

Cuarenta minutos más tarde, regresamos para iniciar con la revancha. Sin embargo antes de comenzar, Pamela toma la palabra.

 

— Chicos, tienen que admitir que son un desastre.

Ante su comentario, Roman y Joel parecen avergonzados.

— Y creo que tanto Damaris como yo, no tenemos la culpa de eso. Así que les propongo algo.

— ¿Qué cosa? — responden al unísono y demasiado atentos los dos.

— Juguemos chicas contra chicos. 

— Fue lo que sugerí al inicio, amor — alega Joel — No quisieron.

— Sí, pero no creíamos que fueran tan malos jugando — se ríe, contagiándome otra vez — Ninguna de las dos merece pagar la cuenta por tener un mal equipo. Así que mi propuesta es jugar mujeres contra hombres y si logran ganarnos, nosotras pagaremos absolutamente todo lo de la cuenta ¿qué dicen? 

— Hey, hey hey, ¿estás segura de eso? — me apresuro a preguntarle.

— Somos realmente buenas jugando por separado, si nos juntamos no hay duda de que los haremos pedazos.

Me quedo pensativa y ella lanza la pregunta que esperaba.

— ¿O prefieres pagar la cuenta con alguno de ellos? 

Es lógico que terminé aceptando, y no porque se me dificultara pagar, sino porque realmente quería formar equipo con ella y probar que tan buenas podríamos ser juntas. 

— ¿Y ustedes, que dicen? ¿Aceptan? 

— Será difícil pero no imposible — comenta optimista Román. 

 

 

Mientras ellos acomodan las bolas en su sitio, Pamela y yo tomamos asiento una vez más en los sillones. No estoy segura de si será prudente preguntarle, pero cuando tengo dudas sobre algo, mi cabeza no para de maquinar hasta saber todo.

 

— ¿Porqué no bebes? 

Ella gira el rostro y se queda mirándome fijamente un par de segundos.

— Que directa — murmura esbozando una sonrisa.

— Lo siento. Es raro encontrar a alguien que no tome — su sonrisa se hace mas amplia y en menos de ocho segundos se esfuma.

— Hace algunos meses me quede dormida al volante — comienza a decir — Estaba ahogada en alcohol y no recuerdo en qué momento me venció el sueño.

— Oh.

— El problema fue que no iba sola.

Pamela regresa la vista al frente y yo me intereso aún más en su relato.

— Mi pareja de aquel entonces, sufrió varios golpes y heridas. Yo también, pero el daño de ella fue mucho más grave. 

¿Ella? Sacudo la cabeza y me concentro en lo que dice.

— Intenté dejarlo, pero el vicio…. no pude y al final, fue ella quien terminó dejándome a mí. 

— Lo lamento, pregunté algo indebido…

— Tranquila, es algo de lo que aprendí y aunque fue doloroso en su momento, me ayudo a madurar. Deje de beber y de fumar. No para que ella regresara, sino para que la próxima no se vaya por el mismo motivo.  

— Claro, las mejores lecciones vienen de las peores experiencias.

— Así es.

 

No se lo conté, pero la razón por la que mi ex novia y yo terminamos fue por algo similar. Decidí terminar un romance tan largo, debido a que ella pasaba casi todas las noches en discotecas y centros nocturnos, bebiendo a morir. Más de una vez supe de sus infidelidades, pero siempre lo hizo estando ebria, así que la perdoné innumerables veces. Al final no importó cuando nos queríamos, ella no podía dejar sus vicios y yo no podía seguir soportando las consecuencias, así que cada quien siguió con su vida. Separadas.

 

— ¿Hola? — Pamela me pasa la mano frente a la cara hasta que finalmente reacciono — Es tu turno. Somos rayadas. 

— De acuerdo.

 

Ocho minutos, solo ocho bastaron para finalizar la primera ronda. Y claro que nosotras hemos resultado vencedoras. Joel alega con Pamela durante un rato y yo vuelvo a sentarme en el sillón. Es bastante cómodo. 

 

— ¿La estás pasando bien? 

La voz de Román me hace despegar los ojos del móvil. 

— Mejor de lo que esperaba.

Noto un brillo de tristeza en su mirada y me doy cuenta que he dicho algo cruel.

— Me refiero a que pensé que ellos arruinarían nuestra noche, pero son muy agradables. Tienes buenas amistades — digo tratando de reparar la frase anterior y funciona.

— Pronto conocerás a más — dice orgulloso.

Habla a futuro e inmediatamente me siento mal por él. No me inspira ni la más mínima atracción, en cambio, hay alguien del grupo que sí lo hace. Pamela. 

— Bien, bien, de acuerdo — suelta de repente la foránea — Jugaremos dos partidas más.

— ¿Qué pasa? — le pregunto levantándome y huyendo de la charla con Román.

— Joel dice que están en desventaja por ser malos jugadores. Así que llegamos al acuerdo de regalarles esta partida. Jugaremos dos más y la última decidirá cual equipo es el campeón. 

— Es decir, ¿tenemos que empatar con la ronda siguiente o de lo contrario, ellos serán los ganadores?

— Si. 

— Es muy arriesgado. 

— Pero sé que lo lograremos. 

 

 

Por primera vez en toda la noche, siento la necesidad de ir a orinar. Doy aviso al trío y desaparezco por el pasillo. Camino por el largo piso de madera, hasta que topo con pared y doblando a la izquierda, abro la puerta del sanitario. Entro a toda velocidad y me meto en uno de los cubículos. Al instante, la puerta de afuera se abre. El sonido aumenta y junto a el mismo, escucho varias voces. La primera que reconozco es la de Pamela ¿con quién habla? Agudizo el oído y me percato de que las chicas frente a nuestra mesa de billar le hacen compañía. 

 

— ¿Vinieron a seguir a mi novia? — suelta la mayor y un cosquilleo repentino me invade el estómago ¿son las famosas mariposas?

— No, vinimos a retocarnos el maquillaje. 

— ¿Todas juntas? — pregunta con asombro la mayor. 

— Sí.

— De acuerdo. Yo esperaré a mi novia justo aquí. 

Ese cosquilleo otra vez ¿es la palabra? ¿la forma en que lo dice? ¿o simplemente ella? 

 

El silencio dura segundos, ya que inmediatamente jalo la palanca del retrete y salgo por la puerta. Mis pupilas chocan con tres pequeñas y delgadas figuras, quienes efectivamente se encuentran aplicando varias capas de labial, polvo y rímel. Pamela por el contrario tiene los ojos clavados en el celular. Todas me miran de arriba abajo cuando salgo del cubículo y yo paso entre las cuatro para colocar un poco de jabón en las manos. Miro a través del espejo mientras me enjuago la espuma y Pamela me sonríe gentil. Le devuelvo el gesto mientras las tres desconocidas nos observan con atención. 

 

— ¿Estás lista para la segunda ronda? — me cuestiona acercándose más de lo que había hecho durante toda la noche. 

— Si, debemos empatarlos. No podemos perder.

— Y no lo haremos — afirma con seguridad.

Me rodea posando ambos brazos  sobre la cintura y su toque me hace temblar de golpe. Recarga el mentón en uno de mis hombros y yo trato de recobrar la compostura para seguir hablando. 

— Eso espero, solo nos conviene ganar. 

Ella asiente con la cabeza e inmediatamente mira al trío a través del espejo. Nerviosas, continuan retocando partes de su cara y en segundos, guardan sus instrumentos para salir del sanitario entre susurros. 

 

En cuanto la puerta se cierra, ella me suelta y yo vuelvo a respirar ¿dejé de hacerlo? Suspiro tratando de normalizar mi pulso y Pamela suelta una carcajada.

 

— Ahora fui yo quien te tomó por sorpresa ¿no? — bromea risueña. 

— Demasiado — me llevo una mano al pecho, suspirando al notar que solo se trató de una broma.

— Ya estamos listos para empezar. Solo faltas tú. 

— De acuerdo. Vamos.

 

Doy media vuelta dispuesta a volver pero me detiene a través de un leve jalón de muñeca. La miro por encima del hombro y noto que está un tanto avergonzada.

 

— ¿Qué pasa? — cuestiono.

— ¿Sabes? Entre broma y broma, creo que realmente terminé fijando mi atención en ti — sus palabras me hacen abrir los ojos de par en par — Sé que es imprudente de mi parte decir algo como esto cuando estás en una cita con Román, pero no te veo interesada en él — su sincera sonrisa me atrapa — Y admito que fue eso lo que me animó a decirte esto. 

— No estoy interesada en Román, pero tampoco en tener una relación — digo lentamente, como tratando de no sonar grosera.

— Yo tampoco. 

La contemplo y su amplia sonrisa me contagia por tercera vez en la noche.

— Entonces ¿qué estás sugiriendo? 

— No lo sé — murmura — Conocernos. Tal vez, un poco mas. 

— ¿Te refieres a una cita? 

— Podría ser. 

Observo con atención cada centímetro de su rostro y aunque lo he corroborado ya dos veces desde la primera vez que subió al auto, por tercera vez confirmo que es totalmente mi tipo. Mis manos acarician su largo cabello oscuro, disfrutando la suavidad en el.

— De acuerdo.

Pamela abre los ojos con asombro y me percato de que estaba preparada para ser rechazada. 

— Si, está bien. Tengamos una cita — reitero y su rostro parece radiante en cuestión de segundos — Nada formal.

—Nada formal — repite sonriente — Pero antes… — se apresura a decir — Apostemos. 

— ¿Apostar? ¿Qué cosa? 

— Si meto la bola ocho en la segunda ronda, me concederás un beso — su mirada está llena de excitación — Y si ganamos el juego, nuestra cita será pasado mañana.

Arqueo una ceja mientras evalúo su propuesta y me agrada. Realmente me agrada su interés.

— ¿Qué gano yo?

— Lo que quieras — responde enérgica.

— De acuerdo. Apostado. 

 

Ambas salimos del sanitario y en cuanto cruzamos el salón, las miradas del grupito de chicas nos divisan. Tal parece que observan cada uno de nuestros movimientos. Probablemente siguen sin tragarse nuestra mentira, la cual, ya no puede considerarse cien por ciento falsa. 

Sin darle importancia, nos reunimos con Joel y Román, quienes parecen aburridos por la espera. 

 

— Se tardaron mucho, ¿hicieron otras cosas? — cuestiona el musculoso moreno con sarcasmo.

— Podría ser — se atreve a responder Pamela y yo trato de reprimir el sonrojo que emerge de mis mejillas.

— ¿De verdad? — pregunta mirándonos con intriga.

— Obvio no, amor. 

Ella pone los ojos en blanco y su mejor amigo parece repentinamente decepcionado. Después de todo ¿él debe saberlo, no? Que a Pamela le gustan las chicas. 

Ahora que lo pienso, no sé si Román sea consciente de mi orientación sexual. Lo conocí cuando todavía mantenía mi relación con Mariana, por lo que supongo, ya debe sospechar aunque sea un poco. 

 

— ¿Qué les parece si empezamos? — sugiere Pamela y definitivamente, está mucho más motivada que antes. Parece que nuestra pequeña apuesta es incentivo suficiente.

Todos accedemos y golpeando la bola blanca, la segunda partida da inicio. 

Nosotras llevamos la delantera con tres rayadas de más, y aunque ellos eran verdaderamente malos las primeras veces, han mejorado. Supongo que nuestra expresión fue notoria, ya que el mejor amigo de Pamela, abre la boca para decir:

 

— Estuvimos practicando mientras se fueron — comenta lleno de orgullo — ¿Mejoramos?

— Demasiado.

Pamela me lanza una mirada entre preocupada y nerviosa. No logro descifrar si su angustia se debe a la extensa cuenta que tendremos que pagar si perdemos o, a que nuestro beso peligra.

— Podemos vencerlos.

Dice alentándonos, pero más que eso está dándose ánimos a sí misma. 

 

El juego está por terminar y solo la bola negra resta sobre la fina tela verde de la mesa de billar. Es el turno de Román, quien conservando el mismo temblor corporal de la primera vez, nos da  ventaja. Falla, y Joel estalla a gritos. 

 

— ¡No es posible! ¡Acabas de perder nuestra oportunidad de ganar! 

— Estaba muy lejos, tú tampoco hubieras podido meterla. 

— Claro que sí, pero no era mi turno.

— ¡Cállense! Me desconcentran — grita suavemente Pamela y los dos hombrecillos guardan silencio al instante. 

 

Ella exhala muy, pero muy lentamente y cuando parece que sus pulmones se vacían por completo, golpea la bola blanca con fuerza. Ésta como consecuencia rueda hasta la negra, chocando y provocando que la misma, entre en el hoyo de la esquina derecha. 

 

Empatamos. Estamos a tan solo una ronda de ganar. 

 

— No importa, podemos ganar todavía — espeta Román con su entusiasmo habitual, mientras coloca las bolas dentro del triangulo de madera, para comenzar a alinearlas de nuevo.

— Eso ya lo veremos — lo reta Pamela. 

 

No hacía falta ser un genio para darse cuenta que aunque ellos habían mejorado mucho, no fue suficiente para derrotarnos. Pamela solo necesitó ocho tiros para meter todas las bolas, incluyendo la negra. Al final, había ganado su beso y la cita.

Justo ahora, Joel y Román se encuentran recogiendo los tacos, las bolas, y el par de tizas para devolverlos a recepción. Cuando estamos por irnos del lugar, Pamela me detiene.

 

— ¡Esperen! Necesitamos ir al baño — anuncia mirándome con los ojos llenos de victoria.

— ¿Otra vez? Acaban de regresar — Joel enmarca una ceja y su rostro se llena de curiosidad — ¿Seguras que no están haciendo algo más allí adentro? 

— Basta amor. Son cosas de mujeres — responde evadiendo la conversación — Damaris, ven. 

 

Comenzamos a caminar e inmediatamente nuestras acosadoras de la mesa vecina comienzan a secretearse ¿cuánto tiempo más planean estar aqui? Ya es de madrugada y seguramente sus padres deben estar preocupados. 

Doblamos el pasillo a la izquierda y Pamela empuja la puerta para que se abra de golpe. Entramos y el eco de nuestro calzado resuena por doquier. 

 

— Pudiste esperar.

— En realidad no. Tengo muchas ganas de besarte. 

Sus palabras me dejan callada.

— ¿Puedo? — pregunta con timidez mientras se planta frente a mí.

— Ganaste tu apuesta, claro que puedes.

 

Acorta la poca distancia que hay entre nosotros y mi olfato percibe al instante el olor de su shampoo. Cierro los ojos debido al suave y cálido contacto de sus labios. Se me revuelve el estómago debido a la agradable sensación que me produce su toque. Si, son las mariposas. Es irónico, creía que ya no existían en mi. Que se habían extinto.

 

Sus manos toman lugar en mis caderas y con ello, nuestra cercanía aumenta, ocasionando que el encuentro de nuestras bocas se haga mucho más intenso. 

Separo los labios y ella entra, explorando y haciéndome vibrar con cada movimiento que realiza su lengua. Noto que su respiración comienza a volverse irregular, pero no es la única, yo  estoy igual o peor que ella. 

Nos separamos y mis labios quedan vibrando. Aún siento sus labios sobre los míos. 

 

— Me estoy adelantando, perdón.

— Esta bien, me gustó — admito — Mucho, en realidad.

 

Pamela parece sorprendida y sin pedir permiso esta vez, vuelve a besarme. Ahora con más pasión, con mas deseo y necesidad. Y yo me dejo llevar. Como un barquito de papel corriente abajo.

 

— Supongo que no era mentira.

 

Una voz demasiado reconocible para ambas hace eco dentro del baño, obligándonos a cortar el placentero encuentro. 

El trío tiene la puerta abierta. Una de ellas la detiene recargándose sobre el frío metal, mientras que las otras dos, nos observan con dureza. 

No las escuché entrar y al parecer Pamela tampoco. La castaña nos escudriña de pies a cabeza y mas allá de parecer molesta, se ve… complacida. ¿Eso era lo que estaba esperando? ¿Pruebas?

 

— Después de todo, decían la verdad. Son novias. 

— ¿Novias? 

 

Mi rostro palidece cuando Román aparece detrás del pequeño trío. Y nos contempla. Estamos demasiado cerca la una de la otra y Pamela aún conserva las manos sobre mis caderas.

Me alejo de golpe y mi reacción hace que el grupito de chicas arrugue el rostro, sospechando. Pamela por su lado, me mira de reojo completamente seria.

 

— Puedo explicarte.

La foránea rompe el silencio, pero Román ni siquiera se toma la molestia de mirarla.

— Ve con Joel. Quiero hablar con Damaris — más que sugerencia, suena a orden.

Pamela gira el rostro para verme directamente a los ojos. Está esperando que apruebe la idea de dejarnos a solas. 

— Ve. Es lo justo — me limito a decir en voz baja.

— De acuerdo.

Y sin decir más, cruza al trío de chicas, después al chico apiñonado y desaparece.

— Vamos a la terraza — ordena. 

Lanzo un suspiro cuando Román da media vuelta y a paso rápido, desaparece. Está molesto y tiene toda la razón. Aunque se trata de nuestra primera salida, no debe ser agradable encontrar a la chica que te gusta en brazos de alguien más. O mejor dicho, en brazos de una de tus amigas. 

— Con permiso.

Hago a un lado a las pequeñas chismosas y me apresuro para alcanzarlo.

 

Cierro la puerta corrediza y al dar media vuelta, visualizo al hombre recargado sobre el barandal del lado izquierdo. Su pulcro cabello castaño peinado hacia atrás, es inmune a la fuerte brisa nocturna. Tiene la vista perdida en las innumerables luces que tintinean en la oscuridad. Suelto un suspiro y rápidamente me dirijo a donde se encuentra. 

 

— Hola — le digo una vez que me planto a su lado — Lamento lo que viste…

— Siempre he sabido que no te gusto — sus primeras palabras me enmudecen — Sin embargo, no perdía la esperanza de tener una cita contigo, y me la concediste. 

— Román… yo…

— Aunque hubiera deseado llegar a algo más serio contigo, me has dejado muy claro que no es lo que buscas, al menos no en este momento — su voz disminuye — Y no conmigo. 

No sé que decir. No logro encontrar una excusa demasiado buena para justificar lo que hice, lo que vio, así que decido serle completamente honesta.

— Desde aquella noche en el club, cuando nos conocimos por primera vez te dije que tenía una relación — hablo sin mirarlo y él escucha sin voltear — Y aunque ahora no la tengo, si te soy sincera, acepté salir contigo para distraerme de la bruma familiar, pero esta noche me di cuenta que nosotros no podemos ser algo más. Es solo que tu… — busco una forma de decirlo sin que suene tan hiriente.

— No soy tu tipo.

— No, no lo eres — murmuro — Lo siento.

— No te disculpes por eso Damaris — Román finalmente clava sus ojos en los míos — Algunas veces no importa cuánto nos esforcemos, simplemente no podemos gustarle a todo el mundo. Eso es algo que entiendo desde hace mucho tiempo.

— Me alegra que no lo tomes tan mal.

— Como te dije, lo veía venir. Estoy agradecido de que me hayas dado aunque sea una primera cita. Incluso si eso significó que conocieras a Pamela.

— No fue mi intención, yo no planeé que ella me gustara. Simplemente… sucedió.

— Lo comprendo perfectamente — él suspira hondo — No puedo enojarme contigo por algo que yo mismo causé. 

 

Román tiene razón. Al final, fue él quien me presentó a Joel y a Pamela. Tal vez si no hubiera contestado esa llamada, las cosas se habrían dado diferente, o tal vez no. Las decisiones que tomamos bajo ciertas circunstancias son las que determinarán nuestro camino el día de mañana. Joel planeó ver a Pamela hoy. Román decidió responder la llamada y yo accedí para que ambos nos acompañaran. Fue algo inevitable, algo que tal vez, ya estaba predestinado a suceder.

 

— ¿Amigos?

Román me extiende la mano con confianza y aunque su sonrisa no es la misma que hace unas horas, decido no volver a tocar el tema.

— Amigos.

 

Volvemos a la mesa y Pamela parece estar discutiendo con Joel. Deduzco que se lo ha contado, ya que la expresión del moreno no es muy agradable. Cuando estamos lo suficientemente cerca de ellos, ambos dejan de hablar. El musculoso inmediatamente se dirige hacia su compañero y la chica de gorra camina hasta mí.

 

— ¿Todo en orden? — cuestiona mirando de reojo a Román.

— Sí, resultó mejor de lo que creía.

Ella abre la boca con sorpresa, esperaba otra respuesta. 

— Hablaré con él. Tengo que disculparme. 

Afirmo con la cabeza y ella se desplaza a paso lento hasta donde la pareja de amigos charla bajamente.

— Román, ¿podemos hablar?

— Vete de aqui Pamela — le reprende su mejor amigo — ¿Para eso te traje? 

— Basta Joel, está bien. Nada de esto habría sucedido si Damaris no hubiera querido. Pasó porque ella lo permitió y está bien. Nosotros ya lo hablamos.

El trío me mira por encima del hombro y yo afirmo con la cabeza.

— Román es muy comprensivo. Quedamos como amigos. 

— Y aún así quiero disculparme contigo — dice Pamela cabizbaja — No eres tan cercano a mí como lo es Joel, sin embargo aceptaste que nos uniéramos a ustedes hoy y realmente lamento lo que pasó — ella enmudece un par de segundos y luego vuelve a hablar — Damaris me gusta y aunque acabo de conocerla, me interesa mucho seguir viéndola.

— Pamela… — Joel le hace una mueca, como pidiendo que se calle.

—Ambos sabemos que no busca algo formal, pero aqui estamos, intentándolo de cualquier forma.

— Y yo fracasé — murmura él sin muchos ánimos de hablar.

— Por eso te pido que me dejes intentarlo a mí. 

 

Aunque el resto de sus amigos han desaparecido, el trío de chicas observa atento desde el otro lado de la mesa lo que sucede en nuestro grupo. 

Román agacha la cabeza un par de segundos y Joel le da una palmada de consolación.

 

— No tienes que pedirme permiso. Damaris y yo solo somos amigos. Ella es libre de hacer lo que quiera, además… te eligió a ti desde el primer momento que te vio.

— No quiero que lo que sucedió afecte nuestra amistad, o peor aún, tu amistad con Joel — ella trata de hablar lo más claro posible y Román afortunadamente no está a la defensiva.

— No sucederá. Aunque no lo parezca, soy un buen perdedor.

Finalmente él levanta la mirada, ofreciéndonos una calurosa sonrisa. 

— Les deseo suerte. 

 

Era evidente que aunque Román fue totalmente comprensivo, le dolía lo sucedido. Por esa razón decidió volver a casa con Joel.  Ambos pagaron la cuenta y casi de inmediato pidieron un taxi. Pamela y yo decidimos quedarnos un rato más en la terraza y en cuestión de minutos, los chicos se despidieron.

 

— Es bastante maduro — comenta Pamela y entiendo que se refiere a Román.

— Demasiado.

Suspiramos, aliviadas, o tal vez deprimidas, quién sabe.

— Entonces ¿mintieron o no? 

De nuevo esa voz, ¿no pensaban rendirse? Ambas volteamos la cabeza y allí estaba el grupito de niñas.

— De acuerdo, de acuerdo. Mentimos ¿está bien? No somos novias — les explica Pamela.

— ¡Lo sabia! — la castaña me mira, como acusándome con la mirada — Fue un pretexto para rechazarme. 

— Te rechazó porque aunque no somos novias, estamos saliendo.

— ¡Mentira! ¡No les creo! 

— Oye niña, te estoy diciendo la verdad… — ella comienza a perder la paciencia y yo decido complacer a nuestras invitadas. 

Tomo a Pamela por el mentón y girando su rostro, le planto un profundo y pasional beso en los labios. Todo sonido se detiene y lo único que puedo escuchar es el roce de nuestros labios. 

Me separo una vez que la he dejado sin aliento y clavo mis pupilas en la menor.

— ¿Satisfecha? 

Tras mi pregunta, la chica afirma con la cabeza completamente sonrojada y finalmente, luego de insistir por horas, abandonan el lugar.

 

Pamela y yo salimos minutos después y caminamos hasta donde he dejado estacionado el auto. Ambas subimos y sobre la banqueta todavía logramos apreciar al trío de chicas que se desvanece en la distancia. 

 

— Después de tanto drama, estás segura que ¿no vas a querer algo serio conmigo?

— Ya  veremos.

Pamela dibuja una media sonrisa que correspondo en menos de ocho segundos. Luego, pongo en marcha el auto y arrancando a toda velocidad, nos dirigimos a su departamento.

Uno nunca sabe cuándo y mucho menos dónde conocerá a quién podría ser la persona indicada. Nuestras decisiones marcan nuestro pasado, trazan el presente y definen nuestro futuro. Y aunque acabo de topármela de la manera menos pensada, solo el destino decidirá si Pamela permanecerá minutos, meses, años o una vida entera a mi lado. 

 

FIN

 

 

Notas finales:

Y así finaliza esta historia rara. Les dije que era super corta y aunque no considero que sea uno de mis mejores fanfics, siempre escribo las cosas que me vienen a la cabeza. Uno nunca sabrá si les terminarán gustando jajaja en fin, espero que les haya gustado y puedan compartirme su opinión, si no....pos lloraré en un rincón. Muchos besos <3


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