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My King | GTop por MiRoApril

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Existían tres reinos los que conformaban la península coreana. Gouryeo, Baekje y Silla. El primero, considerado uno de los reinos más grandes, con gran poder sobre los otros dos, se enfrentó a una guerra por el honor de las tierras. Los dos reinos más pequeños, unieron fuerzas para ir en contra de Gouryeo. BaekJe se vio más afectado que Silla durante la guerra, se vio obligado a retroceder por el bien de su pueblo, aquellos, eran reyes donde lo más importante era su pueblo y no las riquezas como lo pensaba la gran potencia en la península. Silla finalmente fue el vencedor contra Gouryeo, el reinado se acabó y abrió paso a una nueva generación de reyes y reinas. 

 

El gran reino siempre fue liderado por la nobleza. Se decía que la familia Kwon tenía la sangre real, por años llevaron al reino por un buen camino, las cosechas siempre fueron las mejores, su gente jamás paso hambre, el pueblo era lo más importante para su rey. 

 

De sangre noble, nació Jiyong, hijo de ambos reyes, heredero del reinado de Silla. El reino enloqueció al escuchar que él bebe que estuvo esperando su reina por nueve meses se trataba de un varón. Las riquezas y uniones matrimoniales en aquel tiempo tenían sus leyes, eran los príncipes quienes contraían matrimonio y heredaban lo que su princesa entregaba por parte de su reino. Las riquezas quedaban en el reino del príncipe mientras que al reino de las princesas se les ofrecían otro tipo de beneficios, como protección y un nuevo reino que crecería con el tiempo. Así es. Todo dependía de la cantidad de hijos que tenía la realeza, de lo contrario se creaba un nuevo reino donde sus príncipes fueran reyes. 

 

 

Con apenas unos días de diferencia, nació de otra familia un pequeño a quien llamaron Seung Hyun. La familia Jeon llevaba años sirviendo a los Kwon, eran la mano derecha de ellos, como asistentes, guardianes, duques. El padre de Seung Hyun era el gran duque del reino, además de eso, mejor amigo de lo que era el actual rey de Silla, por lo que el hijo de este creció al lado de Jiyong con los mismos beneficios, pero existía algo diferente en sus estudios. Mientras Jiyong era educado con manuscritos para ser el siguiente en tomar el trono, Seung Hyun era entrenado como el guardia personal del príncipe.

 

Desde pequeño Jiyong evito que el pelinegro le llamara por formalidades, aunque lo entrenaban y le obligaban a llamarlo de ciertas formas, él lo odiaba. Seung Hyun era su amigo, no necesitaba que le tratara como ya todos lo hacían, quería ser un niño normal con un amigo. “Su alteza” “Mi señor” “ Príncipe” y más formalidades que Jiyong ignoraba de Seung Hyun, desde muy pequeños le obligo a llamarlo por su nombre, por más que los adultos le regañaran, el siempre volvía a lo mismo. 

 

Los niños pequeños caminaban por los pasillos del castillo, estaban en uno de sus tantos juegos infantiles donde su imaginación era el principal elemento de diversión. Sus voces resonaban en las paredes, Jiyong, el príncipe, fingía ser jefe de escuadrón mientras que Seung Hyun como siempre, le cubría la espalda en sus juegos.  

 

—¡Corre! ¡Nos atacan!.—Dijo el mayor de los dos. 

 

—¡Retirada! —Siguió el juego.

 

La tranquila caminata se convirtió en una lucha entre reinos mientras ellos corrían por los pasillos dejando que su imaginación los llevara a una gran diversión, salir de la rutina de estudios era la mejor parte para un príncipe, más teniendo un amigo con el cual jugar. Jiyong a veces se preguntaba ¿Cómo podían obligar a un niño de su edad a tener tal respeto por otro igual? El príncipe era una persona humilde, no le importaban las etiquetas, Seung Hyun siempre sería su amigo y no su guardia como todos le llamaban. 

 

El menor estaba siendo entrenado por el bien de su protección. 

 

Entre tanto correr, Jiyong cayó al suelo. El llano ni siquiera apareció, sino que se inundó de risas el lugar, cosa que tampoco fue tranquilizadora para el menor de ambos, pues había palidecido de solo ver a su príncipe tirado en el suelo. Este corrió lo más rápido que pudo hasta sentarse al lado de su mejor amigo.

 

—Su alteza, ¿Está bien? —Sonó la voz suave voz del menor corriendo a él.

 

—Eish Seung Hyun, te dije que no me dijeras así..—Se quejó. 

 

—Pero Ji…Digo, príncipe. No puedo hacerlo.—Dijo el más pequeño.

 

—Nadie nos está viendo, dilo. 

 

El menor se negó.

 

—Dilo.

 

Volvió a negarse.

 

—Es una orden.—Dijo con firmeza.

 

—Jiyong…

 

—Ves… Suena muy bien mi nombre de su boca.—Dijo en una sonrisa. 

 

El príncipe volvió a ponerse de pie y la persecución una vez más comenzó. 

 

 

Seung Hyun no se sentía cómodo llamando por el nombre al príncipe, su familia le exigía llamarlo con respeto y para un niño tan pequeño como él, era confundirse cada vez que estuviera con más personas. Llamar al príncipe  por su nombre frente a sus padres por la costumbre era llevarse nuevos regaños. Con el tiempo, era más eficiente, ya no se confundía al estar cerca del príncipe, sus pensamientos igualmente eran diferentes. 

 

Los entrenamientos para el joven Choi comenzaron desde pequeño, entregándole simples dagas donde debía aprender el control y movimientos de estas. No le agradaba que Jiyong estuviera ahí observando cada uno de sus entrenamientos, pero eran horarios en los que su amigo no tenía nada que hacer y como guardia real, le dejaban estar en entrenamientos del menor. 

 

Seung Hyun a esas alturas manejaba perfectamente las dagas, cosa que a Jiyong le sorprendía demasiado, su amigo podía verse tan inocente pero al momento de tener las armas en sus manos era todo un peligro, no para él, sino para quien se acercara a lastimarlo. El pelinegro lanzo contra el blanco de tiro, las dagas, dos en sus manos, contra dos blancos, su resultado, fue perfecto. Justo en el centro. Pero, el menor era diferente mientras entrenaba, era serio, no era el niño divertido que siempre conoció. 

 

Con los años, el pelinegro seguía volviéndose experto en todo tipo de arte con armas, lo llevaba en la sangre, su familia siempre había sido parte de la guardia real, Seung Hyun no perdería la oportunidad de ser parte de ella, mucho menos con su mejor amigo siendo el príncipe de Silla. Seung Hyun siempre le hablaba de  protegerlo, que era todo lo que le importaba, no por ser su guardia personal, sino porque era su mejor amigo. Pero Jiyong odiaba que el moreno tomara tan en serio su papel, por lo que el igualmente se entrenó en el arte de las armas, no  llego a ser tan bueno como el menor, pero era capaz de derribar a cualquier otro de la guardia real. 

 

—¡Vamos! ¿Ya se rindieron? —Dijo viendo a la mayoría de sus guardias en el suelo.—Son aburridos. 

 

—No creo que quieran continuar si siguen siendo golpeados de esa forma.—Rio Seung Hyun a su espalda.

 

—Hey, tú fuiste quien les dio la mayor parte de los golpes.

 

—¿Qué puedo decir? Si no lo hacía te tomaban con la guardia baja.—Encogió sus hombros. 

 

—¡Eso es mentira!

 

—Alteza el entrenamiento ha terminado por hoy.—Hablo uno de sus empleados. 

 

—¿Por qué? Quiero entrenar un poco más con Seung Hyun. —Frunció el ceño observando a su empleado. 

 

—Señor, su padre lo está esperando para la comida. 

 

—Mierda, lo había olvidado.—Se quejó en voz baja. 

 

—Su alteza, su vocabulario.

 

—Si, si, lo siento.

 

Bajo las escaleras tomando la toalla que este tenía en sus manos para secar su sudor. Las horas de la mañana pasaban  bastante rápido cuando se divertía con el menor, un par de entrenamientos a la semana, era todo lo que necesitaba para tener a su amigo de vuelta. Los viejos tiempos donde no tenían horarios que cumplir habían acabado, Seung Hyun era su guardia personal tenía que seguirlo a todas partes pero aun así no podían interactuar mientras existiera alguien más observándole, mucho menos si era la misma familia Jeon. 

 

—¡Escuchen! El entrenamiento se acaba por hoy, deben mejorar bastante, no puede ser que su príncipe los derrote, así no sirven para una guerra.—La voz del guardia personal del príncipe resonó en el salón de prácticas.  

 

Las palabras de Seung Hyun eran duras, pero era la forma más útil de hacer razonar a los demás, el apenas tenía entrenamientos y era superior a sus propios guardias. Pero claro, él tenía un incentivo cada vez que asistía, no solo era la protección de su príncipe, sino  pasar tiempo con su mejor amigo. 

 

Las puertas se cerraron tras el cuerpo de Jiyong, sus empleados no le permitían estar cuando el líder de escuadrón hablaba, puesto que sabían que lo más probable era que Jiyong se hiciera parte del escuadrón en caso de una posible guerra con un reino cercano. De todo lo que había estudiado en diplomacia, sabía que Gouryeo era el reino más peligroso entre los tres principales, este podía en cualquier momento volver a tomar sus tierras, aquellas que su propio reino había tomado en venganza por las muertes de su pueblo. 

 

—Señor, su ducha esta lista. 

 

—Gracias.—Pronunció en una voz algo desanimada. 

 

Dejo la toalla con su empleado antes de meterse a su habitación, la cual cerro para permanecer solo. Sabía que tras esas puertas se mantenían dos de los guardias vigilando que nadie más ingresara a menos que él lo ordenara. La vida de príncipe tenía todas sus reglas, tenía que respetar cada una de ellas no eran reglas que  su padre había dictado, eran reglas a seguir desde años anteriores, generaciones anteriores, todas respetadas por cada miembro de la familia real. Su familia no sería la excepción. 

 

Se quedó en la gran tina lo suficiente para perderse en sus pensamientos. El agua caliente lo relajaba bastante para ocasiones como esa y es que  estaba aburrido de permanecer encerrado en esas murallas, necesitaba salir, pero ¿Cómo hacerlo? 

 

Tenía más seguridad que nunca,  además de ser descubierto al salir del castillo repetidas veces, todo por querer pasear por el pueblo, ¿Es que no podían entender que él también quería respirar? Utilizaban excusas baratas como el hecho que el castillo era lo bastante grande, tenía jardines enormes, todo un lugar por donde perderse. ¡No! ¡Él quería salir de esas murallas! Ver a su pueblo, ver lo que debía cuidar y proteger. Pero, todos temían perder a su príncipe por algún atentado de parte de otro reino, sin referirse directamente a Gouryeo, incluso de los mismos en su pueblo quienes estaban en  contra de su reinado. El rey debía dejar el trono en unos cuantos años, no podían perder al único heredero. 

 

La puerta comenzó a sonar, tres golpes en llamado, pero no se hizo esperar a su aviso. La voz la conocía perfectamente, era el único que podía ingresar a su habitación sin permiso alguno, su guardia personal, Seung Hyun. Este toco la puerta del baño un par de veces y hablo fuerte y claro, necesitaban su presencia para comenzar la comida. 

 

—Ya voy…—Soltó un suspiro pesado para salir de la bañera. Tomo una bata de seda y la puso alrededor de su cuerpo. 

 

—Estas retrasado.—Pronunció el menor al verlo salir del baño. 

 

Seung Hyun por toda la confianza que tenían, nunca perdía su aprendizaje, todas sus enseñanzas lo tenían parado tal cual guardia de seguridad, con su mano en la espada por cualquier posible ataque.

 

—Si, lo sé.—Soltó en una voz suave, podía notarse el desánimo en él. 

 

Jiyong arreglo la bata de seda, no podía quitarle la mirada a su guardia, pues tenía varios temas en su mente y una de ellas era el decirle a Seunghyunie que dejara de actuar mientras estaban solos. 

 

—¿Otra vez te quedaste dormido? —Seung Hyun mantuvo esa sonrisa característica en él, mientras le seguía con la mirada en todo momento.

 

—No. Para nada… Estoy aburrido.—Dijo acercándose hasta el armario por sus ropas. 

 

—Me imagino. Pude notar tus energías hoy.—Pronunció el moreno acercándose hasta el para tomar una de las prendas.—Este… Te queda bien. 

 

Giro su mirada para dar directamente con la de su mejor amigo, Seung Hyun lo conocía demasiado bien. Al ver esos ojos, esa sonrisa  no pudo evitar mostrar una en sus labios.

 

—Al fin volviste.—Dijo tomando la prenda para cambiarse. 

 

—¿Volví? —Pregunto extrañado. 

 

—Ya sabes.—Tomo una pausa.—Siempre estás de amargado luego de dártelas de líder de escuadrón.

 

—No me las doy de líder, soy el líder.— Frunció levemente el ceño. 

 

—Sabes bien a que me refiero, idiota…

 

Se estaba encargando de acomodar las prendas que el mismo Seung Hyun le acercó, pues seguía en la bata de seda, su cuerpo desnudo y se estaba dando el tiempo de mantener una conversación de aquellas, aun cuando las conseguía, obtenerlas de su guardia personal era complicado. Debía rogarle a su mejor amigo que dejara esa etiqueta. 

 

—Ese vocabulario su…

 

En cuestión de segundos, Jiyong tomo el rostro de Seung Hyun con su diestra, una pequeña mano pero aun así logro su objetivo, cubrir su boca.

 

—Si lo dices te haré cuidarme el resto de la noche. 

 

—Sabes que no me molestaría.—Respondió sonriente. 

 

—Afuera.

 

—Ouch… Sí que te molesta.—Soltó una risa.

 

—Desde pequeño te digo lo mismo, no me gusta. Eres mi amigo, nadie me conoce tan bien como tú. 

 

Jiyong se había acomodado en las telas, mientras Seung Hyun lo observo en todo momento. Retiro la bata de seda dejándola caer por su cuerpo. Nada de pudor, ambos se conocían de pequeños, eran mejores amigos, prácticamente hermanos. Pero aun así el menor en todo momento mantuvo su mirada en el rostro del más bajo. Desvió de vez en cuando la vista hasta otro sector de la habitación. Con Jiyong ya listo, se acercó tomando la camisa, encargándose él de organizarla, acomodarla  abotonarla, evitando la mirada en esa blanquecina piel. 

 

—Lo sé.— Soltó un suspiro suave. —Pero sabes cómo son mis padres. 

 

—Dime…—Se detuvo observando al más alto.—¿Tus padres son el príncipe que debes cuidar? ¿Eh?

 

—No. Pero…

 

—Entonces, calla  y obedece. 

 

El menor soltó una carcajada inmediatamente. Jiyong necesito apretar sus labios al momento de ver sus ojos, era imposible mantenerse serio con él, siempre terminaba haciéndole reír, por lo que se volteó para ir hasta la puerta, no quería que este viera que la reprimenda como un juego, hablaba muy en serio. Sintió los pasos tras él, Seung Hyun no podía dejarlo caminar por ahí solo, siempre debía acompañarle, era su guardia. 

 

Odia tener que caminar por los pasillos con el menor tras él, aun estando solitario, Seung Hyun jamás aceptaba caminar a su lado, sabía del respeto y las consecuencias no solo iban con la familia Jeon. Al llegar al gran comedor, sus padres estaban sentados en la cabecera de la mesa, larga y angosta. Las puertas se cerraron tras su cuerpo, en momentos como ese era cuando notaba que tras él no se encontraba la presencia del menor.

 

—Llegas tarde. —Dijo su padre molesto.

 

—Sí, me tarde más de lo que pensé.—Pronunció en una suave voz.

 

—Te dije que no era buena idea que entrenara.—Sonó la moleta voz del rey.  

 

—¿Eh? Claro que fue buena idea.—Jiyong hablo a su madre. 

 

—Tienes menos tiempo para la familia.—Dijo la reina.

 

La mujer mantenía sus manos sobre la madera, sus dedos entrelazados, espalda recta, con una suave sonrisa manteniendo su mirada en él príncipe. 

 

—¿Menos tiempo? ¡Oh vamos! Hago todo lo que me piden, déjenme vivir también.—Se quejó cruzando sus brazos sobre su pecho. 

 

Los sirvientes llegaron con los platos interrumpiendo la conversación, existían temas familiares que no tocaban frente al personal. Su mirada se dirigió a la puerta, la cual estaba a medio cerrar, podía ver el cuerpo de Seung Hyun vigilando desde afuera, odiaba está sentado comiendo mientras su amigo se moría de hambre afuera esperando por él. 

 

—Como decía.—Retomo su madre.—Necesitas más tiempo, deberías dejar de entrenar. 

 

—¿Por qué? Ya no tengo nada más para hacer con Seung Hyun. 

 

—Ya no son niños Jiyong.

 

—Pero es mi mejor amigo, quiero poder verlo y hacer cosas juntos. Nadie más aquí me habla porque soy el príncipe. Temen que vayan a despedirlos si me hablan de forma incorrecta. 

 

Termino tomando el vaso frente a él de mala manera para beber, no tenía hambre con aquel tema de conversación. 

 

—Seung Hyun es tu guardia, tienes tiempo con él. 

 

—¿En serio? Ni siquiera podemos hablar. Los Choi son igual de estrictos que ustedes. Nadie más nos ve, estamos encerrados aquí, salimos solo para los bailes y ceremonias reales en los otros reinos. —Rodo sus ojos frustrado. 

 

—Hablando de eso.—Pronunció el rey. 

 

—¿Si, mi amor? —Respondió su madre. 

 

Mientras el desvió su atención de ellos a la comida, entre más rápido terminara, más rápido saldría de ese salón. 

 

—Tengo que ir a Baekje por renovación de los acuerdos. Será un viaje de un par de días. 

 

Tomo aire y soltó un suspiro. Su padre era quien podía salir, mientras ellos, no. 

 

—Suena perfecto querido. Me entere que su princesa es bellísima. ¿Será buena candidata a esposa de Jiyong, no crees? 

 

—¿Eh? 

 

Se sorprendió bastante del tema. Tenía la mayoría de edad hace bastante tiempo, pero no  quería decir que fuera a casarse, su padre estaba en perfecto estado, no necesitaba que alguien le arrebatara aun el trono. 

 

—No quiero casarme. —Se negó.

 

—No creo que sea necesario aun querida.—Dijo el rey en su apoyo.

 

Inmediatamente soltó un suspiro en alivio. 

 

—¿Por qué no? Me encantaría ver nietos muy pronto. Quizás podrían tomar un reino cercano para ellos. ¿No te parece? —La voz de su madre sonó calmada, aunque completamente decidida a lo que pronunciaba. 

 

—¿Es en serio madre? ¿No crees que exageras? —Arqueó una ceja. 

 

 

La comida no fue para nada agradable con un tema como ese. Termino saliendo  antes de lo pensado del salón, se encontró con Seung Hyung pero no dijo palabra alguna, estaba perdido en sus pensamientos con el tema de su madre, esta ya quería verlo casado, pero no entendía el porqué. Todo parecía ser un tema que le ocultaban, pero no quería preguntar y que este fuera el tener todos los arreglos preparados. Casarse significaba dejar a Seung Hyun en ese lugar, los Choi siempre habían pertenecido a Silla. No estaba considerando irse del reino por tomar otro, si no se llevaba con él a su guardia personal, debían olvidarse de tener un futuro rey.

 

El camino fue largo hasta su habitación, largo y silencioso, ya que no había mencionado palabra alguna y no tenia deseos de nada más que tirarse sobre su cama. Llego hasta su habitación, no quería moverse, por más que escuchaba a Seung Hyun a su lado obligándolo a ir por la lección diplomática, él no se movía en absoluto, pese a saber que el regaño se lo llevaría el menor.  Obligo a Seung Hyun a dejarlo, escucho las puertas cerrarse y escuchar el armamento tras esta donde los guardias aseguraron su estadía, mientras el menor no se encontraba. Apenas cerro sus ojos se quedó completamente dormido, ya estaba cansado psicológica como físicamente, necesitaba salir de ese lugar,  de esas cuatro paredes, respirar un aire diferente, tenía que salir una vez más. 

 

¿Recuerdan la sobre protección al príncipe para que este no saliera? Pues ese príncipe lograba sus objetivos. 

 

Jiyong escapaba del castillo. Las veces que lo consiguió llegaba al pueblo con una sola finalidad, ayudarlos. Llevaba oro en sus bolsillos y lo entregaba a quienes más lo necesitaban, compraba comida y realizaba la misma acción. Nadie sabía que se trataba del príncipe, puesto que siempre llevaba una capucha ocultando su rostro al igual que sus ropas. Una tela negra que podía tomar el nombre de una capa, pero esta cubría todo su cuerpo, su rostro y cabello. El único que sabía de su identidad, era él, Seung Hyun, ya que en el primer escándalo que tenía el castillo por su desaparición, fue el menor quien salió al pueblo en su búsqueda, encontrándolo encapuchado en el bosque. 

 

—¡Tu! ¡Ven aquí! —Grito el pelinegro con una voz firme y amenazadora. 

 

No tenía de otra que correr, sabía que se trataba de Seung Hyun, esa voz la conocía perfectamente y aquel caballo. ¿Cómo olvidarlo? Eran ambos los que salían de pequeños a cabalgar. 

 

Mientras corría entre los árboles, llevo los dedos a sus labios ejerciendo presión con estos dejando salir un silbido al llamado de su caballo. Este no demoro en llegar, Ekene estaba bien entrenado, sabía encontrar a su dueño nada más por el sonido. Subió rápidamente y busco alejarse del pelinegro, donde termino perdiéndolo en uno de los senderos más cercanos al castillo. Con su compañero cansado, bajo de este y dejo que comiera un poco mientras él se sentaba en el suelo, en descanso del gran susto que había tenido. Pero ahí no terminaba todo. 

 

Seung Hyun siempre fue inteligente, ¿Cómo pudo pasar por su cabeza el simple hecho de perderlo de vista? Por algo lo habían nombrado su guardia personal, y es que nadie escapaba de sus manos. 

 

Sintió el agarre tras su cuerpo, lo habían tomado de la capucha y elevado, obligándolo a levantarse entre quejas. El tamaño entre ellos era notorio, y por la fuerza que ejercía el menor en su contra, no puso evitar ponerse de puntitas para impedir ser ahogado con sus propias telas.

 

—¿Quién eres? ¡Responde! —Sonó la voz amenazante una vez más.

 

Los gritos de Seung Hyun lo asustaban, conocía al menor molesto pero jamás a ese nivel tan terrorífico, era un verdadero demonio. Este lo estampo contra el tronco del árbol provocando que el caballo rechinara del susto, sumándole el sonido de queja que salió de su boca apenas sintió el golpe. Ekene reacciono como cualquier animal, a diferencia de un perro, el caballo era igual de inteligente, llevaban una vida juntos, por ende, levantarse en sus patas solo era amenazar a quien estaba lastimando a su dueño.  

 

—¡El caballo! ¿De donde lo sacaste? —Seung Hyun lo separo una vez más de ese árbol y volvió a golpearlo con fuerza. ¿De donde mierda sacaba tanto poder?. —¿Dónde está el príncipe? —El menor pronunció tomando su espada, alertándolo de lo que proseguía.

 

—No, no, no…Seung…Seung Hyun…¡Espera! ¡Soy yo! —Dijo en un grito desesperado estirando ambas manos frente al pelinegro intentando evitar lo peor. 

 

Conocía al menor, este era capaz de destrozarlo en un abrir y cerrar de ojos, su mejor habilidad la tenía con la espada. 

 

—¿Qué? ¿Jiyongie?—La expresión de Seung Hyun lo decía todo, estaba sorprendido,ya que conocía perfectamente esa voz y claro el único que le llamaba por ese apodo. 

 

El menor se encargó de tomar la tela y revelar la identidad del enmascarado que había encontrado con el caballo de su príncipe, más no esperaba que se tratara realmente del mismo príncipe, su mejor amigo. 

 

—¿Eres un idiota? ¿Sabes el susto que me diste? —En el mismo tono amenazante, Seung Hyun lo había regañado. 

 

Los brazos ajenos lo abrazaron de tal forma que se sintió protegido y todo ese temor se escapó, aunque se tratara de un miedo que el mismo pelinegro había provocado en él. Verlo con su espada amenazándole era muy diferente a un entrenamiento donde podía ver una expresión de felicidad, incluso una sonrisa. Ahí temió por su vida. 

 

—La única vez donde pierdes todo el respeto. —Susurro entre los brazos ajenos. 

 

Seung Hyun era un exagerado, podía sentir esos brazos rodearlo con fuerza, como si el tiempo hubiera sido largo, más no había sido más de un par de horas. 

 

—Idiota. Pensé que te había perdido… —El tono de voz del menor cambio, era uno más suave, aliado. 

 

—Estoy bien.¿Qué podría pasarme? —Rio leve. 

 

—¿Qué podría pasarte?. —Se separó apenas del príncipe para ver sus ojos. —Encontraron dos intrusos de Gouryeo. ¿Cómo quieres que este? ¿Eh?  

 

Abrió sus ojos sorprendido, había estado afuera del castillo corriendo peligro en todo ese momento, si bien podía ser bueno con la espada por sobre todos su soldados a excepción de Seung Hyun, no quería decir que pudiera con una cierta cantidad. 

 

—¿Dos intrusos? ¿Cuándo?—Se sorprendió. 

 

El menor se separó un poco más de él para lograr verlo perfectamente. Con tan solo ver su rostro noto que este la había cagado, soltó información que no debía quizás solo de la guardia real, pero el miedo le aligero la lengua. 

 

—Hace unos días. Asesinaron a una familia en el pueblo. Tenía miedo… —Dijo con sinceridad.

 

 

Seung Hyun siempre fue su todo, su mejor amigo y el único que lo entendía. Desde ese día solo salía del castillo con la ayuda de este y su supervisión, ambos hombres encapuchados recorriendo el reino.

 

 La época no permitía ver tal relación entre hombres, menos con un príncipe, demasiado cercanos, aunque parecían hermanos, muchos creían que el príncipe estaba en malos pasos, ya que actuaba como la mujer del menor. Creían que podía ser un problema de genética, pero los médicos descartaban todo ese tipo de cosas, puesto que la religión había hecho al hombre y a la mujer por una sola razón. La religión movía al pueblo, de todos modos no tenían todos los implementos para conseguir más pruebas de un posible problema en él. ¡Era imposible! Aunque así existieron de todos modos algunos que apoyaban a los médicos, como otros a la iglesia. No podía entenderlos.

 

 

Nunca vio a Seung Hyun con los ojos que todos hablaban, era su mejor amigo, solo eso. ¿Qué más podrían pensar si era con el único que pasaba tiempo? No existía alguien más en el reino que le entendiera como el menor, tampoco buscaría a alguien que lo escuchara, creció con él no necesitaba a nadie más. Ese amor que tenía por su mejor amigo, casi hermano, existía desde pequeños, a esa edad nadie le diría a quien debía amar o no, si no podían aceptar verlo con su guardia personal, era mejor que ni pusieran los pies en ese castillo. Nadie soportaría su vida, nadie entendía lo que era ser un príncipe. Si no fuera por Seung Hyun… Su vida hubiera sido una mierda. 

 

 

Abrió sus ojos cuando escucho la puerta cerrarse, no sabía qué hora era, donde se encontraba el sol ni nada. Solo vio la silueta del menor frente a él, después de todo era el único que podía ingresar sin aviso alguno. Pero se volvió a reacomodar tomando la almohada y abrazándola entre sus brazos, seguía lo suficientemente dormido como para mantenerse en esa misma posición. Luego, una tela cubrió todo su rostro, estaba fría, era una tela que ya conocía, esa textura, el aroma de esta, solo podía significar una cosa. No se pudo mantener más tiempo con los ojos cerrados, los abrió solo para  tomar esta y mirar al menor confundido.

 

 —¿Qué pretendes? —Dijo en una voz algo rasposa, apenas había despertado, no podían pedirle demasiado para su voz. 

 

—¿Qué tal un paseo su alteza? —Pronunció su guardia personal con esa sonrisa contagiosa que tenía.

 

Una sonrisa apareció en sus labios, a veces creía que tenía cierta conexión con el menor, como si sus pensamientos fueran uno, este pensaba tan igual a él. Solo necesito recordar esos momentos para indicarle al pelinegro lo que deseaba, era salir, lejos del castillo, recorrer el pueblo. Tomaron sus caballos huyendo de la seguridad del castillo, como siempre lo hacían, Seung Hyun era quien le ayudaba a salir de su habitación por la ventana, luego de dar aviso de encargarse de la protección del príncipe como guardia personal, así nadie vigilaba la habitación de este, más que dos guardias que creían nada más dormían juntos, quizás esa era la razón por la cual muchos creían que la relación del príncipe con el guardia personal era más que solo una hermandad, dormir juntos no era algo que le agradará a todos, puesto que eran dos hombres, además de eso, eran ignorantes en su vida personal. ¡Habían crecido juntos! ¡Por dios! 

 

Cabalgaron a la entrada, Jiyong con el rostro cubierto junto con sus ropas mientras que Seung Hyun mantenía la capucha abajo, todos reconocían el rostro del líder de escuadrón. Era la forma más sencilla de salir. 

 

—Entrenamiento.—Pronunció a los encargados de seguridad mientras el príncipe guardaba por completo silencio. 

 

—¿No es tarde para el entrenamiento? El sol casi se mete. 

 

—Eso no le debe interesar. —Dijo en esa voz seca que tenía cuando volvía a tomar el papel de líder. 

 

Tenía que admitirlo, disfrutaba cuando Seung Hyun tomaba ese papel, pues le daba un aire de superioridad.

 

Las puertas no tardaron en abrirse, y ellos claramente en salir, no se arriesgaban a quedarse un poco más para ser registrados, si descubrían que Seung Hyun había sacado del castillo al príncipe, de seguro bajaban de la familia real a la familia Choi, sería una desdicha, lo peor, era ser alejado del menor, por lo que siempre cumplía con todo lo que este le ordenaba. 

 

—Un par de horas, ¿Eh? —Pronunció en una orden. 

 

—¡Claro! —Dijo sonriente, aunque su sonrisa no podía apreciarse con esas telas. 

 

El pueblo no estaba tan lejos, a unos pocos minutos en caballo. Pero bajaron de estos poco antes de llegar al pueblo, eran caballos entrenados, por lo que llegaban al llamado del silbido de su dueño. Los dejaron libres en el bosque, que estos hicieran de las suyas mientras ellos caminaban por el pueblo. 

 

—Espera…—Pronunció deteniéndose frente al menor.—Cúbrete...—Tomo las telas y cubrió con cuidado el rostro del contrario, dejando nada más a la vista sus ojos. —Así está bien. 

 

Siempre se sintió extraño mientras Seung Hyun le observaba, como si estuviera haciendo algo mal, pero no era nada de eso, era esa mirada penetrante de los ojos oscuros de este. Lo avergonzaba, y no sería capaz de admitirlo. Tenía que agradecer que esas telas cubrían su rostro y no permitían la vista a sus mejillas sonrojadas, aunque por la posición del sol tampoco podrían notarlas, más el menor lo conocía tan bien que notaría ese calor provenir de ellas.

 

—¿Qué?—Dijo ante el silencio y esa penetrante mirada del contrario.

 

—No es nada…—El menor soltó una leve risa. 

 

Entonces, los gritos interrumpieron. Gritos provenientes desde el pueblo. 


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