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You Gave Me A Home por KuroAshi_ZxS

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Notas del fanfic:

Hola a todos, un gusto verlos en este trabajo. Es una historia que ha rondado mi mente hace mucho, pues desde que vi Gifted con unas amigas, pensé en hacer un fic combinando las tramas. No será exactamente como ninguna de las dos películas, pero intentaré ser lo más fiel posible a ambas.

Para quienes no hayan visto Gifted, en este cap haré una breve introducción sobre los hechos más importantes (aviso de spoilers). De otra forma, siempre pueden encontrar un resumen más acabado en internet. Al menos lo necesario y lo básico, está por aquí.

Como pequeña advertencia, habrá leves menciones de StrangeIron, pero solo eso. No será una pareja concreta, luego entenderán porqué. También se que este fic se parece un poco a uno de mis anteriores trabajos, que aún debo terminar. Pero si alguien de aquí lo sigue, lamento decir que eso tomará tiempo. Pues primero planeo seguir y terminar "Cuando la venda cae" e "Incluso si el mundo se acaba, seguiré contigo", los cuales actualizaré entre pasado y pasado mañana.

 

Notas del capitulo:

Los personajes de Avengers o Gifted no me pertenecen. Disculpen las posibles faltas ortográficas.

 

Un gemido molesto escapó de sus labios al escuchar el sonido del despertador, poniéndose con dificultad de pie. Cayó de bruces al suelo, esta vez gruñendo por el dolor, frotando su pierna y esta vez consiguiendo gatear fuera de la trampa mortal que era su cama. Recogió la ropa del día anterior, tirándola al cesto cerca de la lavadora, cuando se dio cuenta tardíamente que la cama a su lado estaba ya vacía.

El ruido de la ducha le dio la respuesta que necesitaba, sabiendo que su pequeña sobrina ya estaba alistándose. Sin más que hacer, se dirigió a la cocina, preparando el desayuno para ambos y la comida para sus ahora tres gatos. Dios, como odiaba esos animales, pero eran las mascotas de Mary, después de todo. Y Fred, el consentido, seguro estaría en unos momentos a su lado, exigiendo comida. Desde que la pequeña le había salvado de morir, pues había perdido uno de sus ojos, eran casi inseparables.

Se fijó en una de las fotos pegadas a la alacena, tomada en su cumpleaños, cuatro meses atrás. Se encontraba en la playa junto con Mary, una dulce chica que había heredado el cabello rubio, los ojos y la preciosa sonrisa de su hermana mayor, Diane. Se había hecho cargo de ella desde que se había suicidado, cuando Mary solo tenía escasos seis meses. Desde entonces había huido a Florida por un destino mejor con ella, convirtiéndose en su tutor legal.

Aunque su cabello era castaño como el de su padre, pero conservaba los ojos azules al igual que Diane, nunca había tenido mayores problemas al presentarse como el responsable de Mary. Muchos solían confundirlo con su padre, y no solía corregirlo, pues realmente quería a la niña de esa manera.

Todo se había complicado poco más de un año atrás, cuando en la escuela primaria, se habían dado cuenta que Mary era una genio de las matemáticas, igual que su madre. Diane se había suicidado por la presión, por la tristeza de nunca haber tenido una vida normal. Y él había intentado brindarle a su sobrina esa oportunidad, a sabiendas de los problemas que corría al hacerlo.

Su madre, Evelyne, pronto había entrado en escena. Era una mujer dura y con mano de hierro, que le recordaba a cierta chica de cabello castaño y labios carmesíes, que le había robado una vez el corazón. Pero el problema es que ella estaba obsesionada, le había arrebatado la vida a su hermana para que ella fuera parte de la historia como una científica renombrada, algo que ella misma nunca pudo hacer. Volvió y terminaron en un juicio, por el que tuvo que entregar a Mary a una familia adoptiva hasta que ella tuviera edad de elegir si vivir con Evelyne o con él, mientras asistía a una escuela para dotados.

Eso casi le costó su relación con Mary, pero fue capaz de recapacitar y recuperarla a tiempo. Sabía que su pequeña aún tenía miedo, el pánico creciente de que esa pesadilla se volviera realidad una vez más.

Ahora su madre solo llamaba en las fechas importantes, y Mary había pasado una semana en Boston con ella, durante las vacaciones. Después de todo su madre estaba demasiado ocupada defendiendo la tesis que Diane había dejado de manera póstuma, y el motivo por el que le había cedido a la pequeña y ahora la había adoptado legalmente.

 A su lado, en la fotografía, estaba una mujer robusta y de espeso cabello azabache. Roberta era la dueña de la pequeña villa en la que ahora vivía, un terreno amplio con diez o doce casas, que era lo único que había podido permitirse con el escaso dinero que cargaba consigo durante su traslado a Florida. Era una mujer muy buena, de carácter fuerte, pero había sido su sostén emocional durante casi ocho años. Una buena amiga, si tenía que ponerlo en otras palabras, pues como padre primerizo, apenas si sabía cambiar un pañal.

Era ella quién le llevaba comida fresca cuando sabía que no tenía trabajo en el puerto o los muelles, reparando barcos o haciendo pequeños trabajos que sus contratistas le pedían. También era la única que le acompañaba al hospital cuando Mary enfermaba, y con ella su sobrina pasaba la noche cada viernes, la instancia de su semana para relajarse e ir a los bares, o simplemente poder dormir sin restricciones.

Le debía demasiado a esa mujer, y dado que se encontraba tan sola como él, desde hace mucho era parte de su familia. Su pequeña y disfuncional familia.

La última persona en la fotografía era una mujer delgada y atractiva, de cabello largo y ondulado, y suaves ojos castaños. Su nombre era Bonnie, quién había sido maestra de Mary durante su primer curso en primaria. Al principio solo se había acercado a él para averiguar más de su sobrina, pero con el pasar del tiempo y dado los problemas en la corte, había sido un apoyo duradero para él. Luego se habían acostado y una cosa había llevado a la otra.

Habían sido novios por un tiempo, pero ella había aceptado un trabajo en otra ciudad, y habían preferido separarse, darse un tiempo. Aun así, ella frecuentaba su casa y se mensajeaban casi todos los días. Era una buena amiga y confidente, y se sentía realmente agradecido que las cosas marcharan bien para ambos y no la hubiese perdido tras finalizar su relación.

“No sabía que dibujabas, Frank” una suave vocecita llamó desde su espalda, haciéndole saltar por la sorpresa. Esa niña sí que era silenciosa, y desde el incidente con Evelyne y su breve proceso de adopción, disfrutaba de asustarle cada vez que podía. Volteó a ver a su sobrina con algo de dificultad, equilibrando con dificultad dos tazones de cereal con leche en un brazo y un plato con tostadas en su mano libre. Mary se encontraba ya vestida, con Fred sentado cerca de sus piernas. Ese gato disfrutaba pasar tiempo con su dueña. Pero lo que más llamó su atención era el boceto que había hecho la noche anterior, el cual exhibía con notorio orgullo, como si fuera un premio de valor inestimable “Ugh, te ves jodidamente mal. Pareces un zombie. O uno de los competidores de lucha libre”

“Idioma” sonrió con suavidad, sabiendo que buena parte de sus groserías provenían de su propio vocabulario. Sabía que debía verse horrible, con marcadas ojeras bajo sus ojos y una palidez casi enfermiza en su piel. No había dormido bien en las últimas semanas, e incluso Roberta se había ofrecido a cuidar a Mary por una o dos noches extra para que pudiera descansar “es una larga historia, pero tienes tus clases en la Universidad en menos de una hora. Hay que apresurarnos”

Mary infló las mejillas, pero sentándose en su silla de todas formas. Amaba al profesor Williams, uno de los pocos docentes que la trataba con igualdad al resto de sus alumnos de doctorado. Los días jueves era el único momento en la semana en que no debía arrastrarla de cama para desayunar “Te estás desviando del tema”

“No, no lo estoy” aunque era bastante obvio que si lo estaba. Mary le conocía como la palma de su mano, pero por el momento lo dejaría pasar. Tendría un par de horas para buscar una historia decente.

Mary tendría clase hasta el mediodía, y estaría trabajando hasta entonces en el muelle. Luego iría a recogerla y almorzarían juntos en casa. A las tres, tendría que dejarla en la escuela, y hoy le habían avisado que su reunión de padres se cancelaba, por lo que llegarían un poco antes. Tendría tiempo para preparar una cena decente, tiempo del que no disponía en una semana normal. Desde fines de otoño su trabajo aumentaba, sobre todo por los fuertes vientos, sus clientes frecuentes solían llamarle cuatro o hasta seis veces. Al menos tendría dinero extra para comprar un regalo de cumpleaños perfecto para Mary, y otro para Roberta, quién cumplía años solo seis días después que la pequeña.

Dio un vistazo al boceto, no tan bueno como en otros tiempos, pero sin duda bastante acercado a lo que buscaba. Los rasgos afilados de sus pómulos y barbilla estaban allí, el brillo en sus ojos, la sonrisa descarada y el porte perfecto. Su postura gritaba poder e inteligencia, vestido con un traje hecho a la medida. No podía ser más que perfecto.

“¿Es tu nuevo novio?” esta vez logro evitar que su sobresalto fuera evidente, pues Mary había terminado de arreglar sus cuadernos y le miraba con marcada curiosidad. No era su intención abstraerse tanto en su obra, pero no tenía foto alguna. Ese hombre solo existía en sus recuerdos.

Habían pasado años desde la última vez que había tomado un lápiz y había intentado dibujar. Desde la muerte de Diane, quizás unos meses antes de ello. Las imágenes que le atormentaban desde que era un niño, sus recuerdos de cuando había sido Steve Rogers.

Sí, podían llamarlo loco, aunque nunca se lo había contado a nadie. Solo su madre, en otro tiempo, había visto uno de sus dibujos y lo había tomado como un pasatiempo sinsentido. Había despotricado por días sobre como perdía el tiempo, y amenazándolo para saber en qué curso se había inscrito y donde. Por suerte y desgracia, en aquellos días Diane estaba a punto de obtener un nuevo doctorado, por lo que había logrado convencerla que se trataba de clases online particulares. Había inventado una cuenta falsa, haciéndose pasar por un maestro de arte privado, y el asunto había llegado hasta allí. Daba gracias a Dios y a las clases de Natasha sobre espionaje por los pequeños favores.

Cualquiera habría cuestionado su juicio, no solo por saber que creía en extraños sueños que tenía desde que era niño, sino por los sueños en sí. Otra vida, una fantástica por lo demás.

Podrían pensar que era cosa de infantes, de ver demasiadas películas de superhéroes. Pero esos sueños seguían, continuaban con él a través de su adolescencia y adultez. Y poco a poco se había convencido a si mismo que eran verdad, o de otra manera, habría perdido realmente la cordura. En otro mundo, había sido Steve Rogers, pero ahora su hombre era Frank Adler. Él era ambos, y no negaba su otro yo, solo lo ocultaba.

Ya lo bastante difícil había sido recuperar a Mary, como para perderla si alguien más se enteraba de sus fantasías.

Quizás el estrés de cuidar a Mary, de velar por ella, de asumir nuevamente la responsabilidad de alguien, habían mantenido su mente demasiado ocupada y se había olvidado de ellos. Pero dos semanas atrás estos habían regresado, con más fuerza que antes, recordándole lo que había perdido y como había muerto.

“No, no es mi novio, pequeña fisgona” un dolor terrible se instaló en su pecho, dado que era algo que se encontraba fuera de su alcance. Nunca podría hacerlo, él ya estaba en un mundo distinto, una nueva vida. Y él tenía a alguien más en ella. Se suponía que dibujaba para aliviar su mente sobre estimulada, pero a veces no podía evitar desear aquello que nunca podría obtener. Un círculo del que no podía escapar.

“No es fisgar si estaba sobre la mesa de la sala de estar” la pequeña frunció un poco el ceño, mirando nuevamente el dibujo “no has visto a nadie desde que terminaste tu relación con la señorita Stevenson” escuchar el apellido de Bonnie siempre le hacía sonreír. A veces creía que era demasiada coincidencia que se asemejara a su anterior nombre “además es guapo, yo lo aprobaría”

“Solo digamos que es alguien que me odia. Cometí una estupidez y no lo volveré a ver” hizo una pausa, dejando el dibujo sobre la mesa antes de recoger los platos que habían ocupado en el desayuno y llevarlos al fregadero. Ya era tarde, por lo que se daría un baño tras terminar su único trabajo ese día y antes de recoger a Mary de sus clases en la universidad.

Ese pensamiento le arrancó una nueva sonrisa, saber que ella podría tener una vida normal, asistiendo al doctorado de Matemáticas en la mañana y a la primaria en la tarde. Cuando fuera mayor verían como arreglar sus horarios, pero mientras, ella podía ejercitar su mente y ser una niña de ocho años tan normal y feliz como el resto.

“Bueno, entonces es un idiota. Nadie que te conozca lo suficiente puede odiarte” las palabras de su sobrina le arrancaron una sonora carcajada, negando con la cabeza repetidas veces, pues sabía de primera mano lo protectora que era Mary con sus relaciones. No por nada había causado tantos problemas en el inicio de su relación con Bonnie.

“Tú tampoco puedes tratar de idiota a las personas sin conocerlos” se apresuró a su cuarto, casi tropezando nuevamente con las mantas de su cama mientras intentaba cambiarse de ropa. Un golpe en la puerta principal le arrancó de sus cavilaciones, dándose un golpe contra su escritorio mientras buscaba sus zapatillas “Mary, abre la puerta. Seguro es el cartero con el libro que encargaste la semana pasada” los pasos rápidos de la chica le hicieron bufar con gracia, sabiendo que había estado enfurruñada desde el día anterior por el retraso de su paquete. Era la única opción viable, dado que Roberta solía entrar sin llamar, ocupando las llaves que años atrás le había entregado. Estaba a punto de colocarse su abrigo, cuando la voz temerosa de Mary le puso en alerta “Mierda santa…”

Esa fue toda la señal que necesitó para cubrir el corto espacio que separaba la única habitación de la casa con la puerta principal. Mary se encontraba de pie, con la mandíbula desencajada, mirando con sorpresa a quién se encontraba del otro lado. Claro, ella solía maldecir, aunque ambos tenían un acuerdo de solo hacerlo en casa o con personas de confianza. Ya era bastante malo que le miraran con odio cuando escuchaban a una niña decir groserías bajo el cuidado de un adulto supuestamente responsable.

Pero esas palabras solo las había escuchado una vez, y en esa ocasión Mary había conocido a su abuela. Por lo que el temor que fuera alguien que intentara hacerle daño, no era infundado.

Cuando finalmente derrapó por la alfombra con algo de dificultad, acercando sutilmente a su sobrina contra él, con un brazo protector sobre sus hombros, la visión que le esperaba hizo que su corazón se detuviera por un instante.

“Hey, ha pasado un tiempo” comentó el hombre en el umbral con una sonrisa nerviosa, el mismo hombre que la noche anterior había bosquejado, tras despertar de uno de sus sueños recurrentes y no ser capaz de volver a dormir. El mismo hombre por el que había muerto una vez. Y si la exclamación poco varonil que escapó de su boca y la expresión de sorpresa en su rostro eran demasiado notorias, no podía cuidarse de ello: porque frente a él estaba Tony Stark, el hombre que nunca podría alcanzar en su vida, y que creyó perder para siempre.

Notas finales:

Espero les haya gustado, cualquier duda o queja pueden dejarla en los comentarios. Espero actualizar una vez por semana, quizás un poco antes.

Nos vemos entonces ¡Cuídense mucho!


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