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Sacrifice por Vanilla_Witch

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Tres veces, tres únicas veces había podido salir del templo de la luz. Recordaba cada oportunidad con cada detalle, cada aroma, cada voz y rostro que había visto. La primera vez había sido a los ocho años, recuerdo que me llevaron en un carruaje hasta la plaza de la expiación a ver como un nuevo Arcano, Aris Serux, se hacía cargo de la ciudad. Miraba con nerviosismo por las delgadas cortinas del carruaje el inmenso mundo que nunca había visto. Nancy y Delia, las sacerdotisas que me cuidaban desde que nací, no me quitaban los ojos de encima y sólo por un momento se detuvieron a jugar conmigo en el césped.

Sin embargo, era doloroso. Nadie podía acercárseme y por primera vez había visto a niños de mi edad con los que podría jugar. Estar encerrado toda la vida en un templo no era precisamente divertido para un niño. Nancy y Delia me explicaron que los humanos normales no podían hablar conmigo ya que existían impurezas en sus almas que contaminarían la mía, por lo que el contacto con otras personas sólo podía ser a través de ellas.

Cuando cumplí catorce se celebró la conmemoración de los cien años del término de la guerra. Como el distrito de la luz había sido uno de los campos de batalla más sangriento entre humanos y Arcanos se tomó como la sede para conmemorar la victoria de los alienígenas y nuestra salvación de la ignorancia y perdición. Nancy y Delia me habían seguido también, pero por primera vez había conocido a un caballero del atardecer y podido hablar con alguien que no sea parte del templo. Los caballeros del atardecer se encargaban de proteger los muros que nos separaba del peligroso mundo exterior con sus bestias, salvajes y rebeldes, al igual que los sacerdotes y sacerdotisas tomaban un voto sagrado, lo que me permitía interactuar con ellos. Su nombre era Ronan, nunca antes había visto a un hombre tan grande y fuerte como él, en el templo todos los hombres eran viejos y frágiles. Me llevó en sus hombros para que pudiera ver a los arcanos del Distrito Central y por primera vez probé una manzana cubierta en caramelo que el caballero me obsequió.

Finalmente, cuando cumplí diecisiete me llevaron al museo de la guerra de la expiación. Ronan nuevamente me acompañó. Desde que tenía catorce y lo conocí por primera vez me visitaba semanalmente en el templo, me contaba las historias que ocurrían fuera del muro, como defendía nuestro distrito o las anécdotas graciosas que le ocurrían a sus subordinados. Cada año el cabello del caballero se volvía más y más blanco, siempre bromeaba y decía que quería parecerse a mí y tener un cabello tan blanco como el mío.

Esas tres veces había visto un sinfín de rostros nuevos, las hermosas calles del distrito de la luz y mi mente se había llenado de hermosos recuerdos. El aire fuera de las paredes del templo se sentía tan diferente y escuchar las risas de los demás era algo que me alegraba el pecho. Ver como los arcanos habían logrado que este mundo al borde de la destrucción en tan solo cien años se volviera pacífico y hermoso me hacía sentir orgulloso de haber nacido de este lado del muro y poder recibir sus enseñanzas.

En los distritos manejados por los arcanos no existía el hambre, la pobreza, la violencia o la delincuencia. Ellos nos habían entregado sus enseñanzas y nos habían alejado del pecado y la vanidad que era lo que nos hacía cometer actos egoístas contra los de nuestra misma especie. Aris Serux siempre me comentaba que los arcanos habían vivido durante mucho tiempo entre los humanos, sólo estudiándolos, me contaba que antes de la guerra los humanos luchaban unos con otros, más de la mitad del mundo sufría y la otra mitad era feliz por el sufrimiento del otro.

Desde que nací me habían criado para servirle a los demás, para entregar las enseñanzas de los arcanos en este templo. Soy el sumo sacerdote de la orden de la sagrada iluminación, y vivo por hacer el bien y apegarme lo más posible al dogma que ellos nos han entregado. Había sido escogido por los arcanos para llevar su iglesia y ahora como todos los sumos sacerdotes a la edad de veinte me llevarían al distrito central para unirme a la orden de sumos sacerdotes y dictar mi palabra y entregar mis bendiciones a quienes ahí vivían.

Ésta sería la cuarta vez que saldría del templo y no volvería más, abandonaría las altas murallas del distrito de la luz y emprendería un viaje a mi destino, a mi razón de existir en este mundo. 

Notas finales:

Les traigo un proyecto que había subido en wattpad, comencé en amor yaoi y creo que siempre es lindo volver a los inicios, espero que les guste esta historia <3


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