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Cantarella (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del fanfic:

 

Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

Capítulo 1:

(Pecado)

Entre las Cenizas

 

Eres una llama entre cenizas, […]

Prenderás y arderás, arrasarás y destruirás. No puedes cambiarlo. No puedes evitarlo.

(Sabaa Tahir, Una llama entre Cenizas)

 

 

Era un sueño, se dijo Eren aliviado tras abrir los ojos y ver las oscuras y frondosas copas de los árboles meciéndose sobre él mientras algunos débiles rayos de sol se filtraban entre ellas. Solo otro maldito sueño como los que había tenido incontables veces durante los últimos nueve años.

De manera inconsciente, casi como un hábito de consuelo adquirido, llevó la mano a su cuello hasta dar con el colgante donde mantenía a resguardo la llave de su antigua casa en Shiganshina. Apretándola en su puño, la notó reconfortante y caliente junto a su piel levemente sudorosa, moviéndose de manera acompasada junto al latir desenfrenado de su corazón.

Aún estaba vivo, se dijo. Aún podía seguir.

A pesar de ya estar completamente despierto, Eren todavía podía notar el regusto metálico del miedo llenándole la boca, así como también la tensión producida por la alarma que aun atenazaba sus músculos. Al pasar saliva con algo de dificultad, sintió la garganta reseca y adolorida, probablemente a causa del esfuerzo que había hecho por no gritar o, por lo menos, eso esperaba.

Estaba ya a punto de ponerse en pie cuando el fresco y suave tacto de unos dedos sobre su frente lo pillaron por sorpresa en una ligera caricia.

De inmediato quiso apartarse y protestar ante aquello, pues odiaba que ella aun lo tratase como a un niño; sin embargo el rostro serio y preocupado de Mikasa, observándolo desde la altura que le otorgaba su posición al estar sentada a su lado contra el árbol, lo hizo desistir de su intento unos cuantos minutos; los suficientes para que su amiga se quedara satisfecha y él, a su vez, pudiese sentirse un poco reconfortado.

—¿Mal sueño? —le preguntó la chica al tiempo que le ofrecía una botella de agua helada. Aunque su tono era calmado como de costumbre, la angustia levemente velada en sus oscuros ojos grises delataban que no estaba tan tranquila como intentaba aparentar.

—Lo mismo de siempre —respondió Eren incorporándose para quedar sentado a su lado. Aceptó la botella que aún le tendía y se concentró en beber de ella mientras hurgaba en un pequeño agujero de la pernera de sus vaqueros azules para evitar de ese modo que su amiga viera lo turbado que aún se sentía—. Con papá, ya sabes.

—Ya —murmuró ella—. El asesinato.

Al oír la desanimada dureza en su voz, Eren se decidió finalmente a mirarla. Los labios de Mikasa formaban una fina y pálida línea que casi se camuflaba a la perfección con la tenue lividez de su bonito rostro, la cual se acentuaba aún más por el contraste que generaba la oscura cortina que era su corto cabello negro.

Estaba preocupada. Por él. Nuevamente.

Odiándose un poco por haber estropeado el buen ánimo que ella había mostrado esa mañana, Eren intentó borrar los últimos vestigios de aquella pesadilla de su mente. ¿Acaso no llevaba años lidiando con aquellos sueños? A esas alturas de su vida ya debería ser un experto en saber controlarse, pero aun así era difícil. Era como si cada vez que emergiera de una de esas pesadillas volviera a sumergirse en un pasado que no quería recordar y el presente frente a sus ojos se volviera cada vez más difuso.

«Recuerda, Eren. Tienes que recordar», le había dicho su padre antes de morir; bañado en su propia sangre y con la desesperación grabada en sus ojos verdes. «Recuerda, Eren. Recuerda».

Dando un nuevo trago a la botella, se obligó a tragar el fresco líquido para camuflar el amargo sabor de la bilis que le quemaba la garganta y amenazaba con hacerlo vomitar. En verdad odiaba los sueños con su padre, esos eran sin duda alguna los peores.

Aquello, se dijo, tenía que acabar de una vez.

Por ese motivo había decidido finalmente comenzar a tomar el control de su vida y llegar al final de aquel asunto. Al costo que fuera.

—No es tan malo como crees, Mikasa —mintió descaradamente en un intento de animarla. Juguetón, él tiró con suavidad de un extremo de la bufanda roja que ella casi siempre llevaba—. No es nada que no haya visto ya. Creo que incluso verte a ti enfadada conmigo o con Armin puede dar más miedo —le dijo con ligereza para pincharla un poco. Estrategia que dio resultado al ver que una leve sonrisa asomaba a su rostro aunque solo fuera un reflejo breve y fugaz.

—A veces… —comenzó a decir su amiga con la mirada clavada en la puntera de sus botas oscuras— me gustaría que confiaras un poco más en mí, Eren.

Hubiera sido fácil negar aquello, pensó él. Decirle a la chica que confiaba en ella de la misma forma incondicional que confiaba en Armin, pero era consciente de que en parte sería una mentira y que ella lo sabría, porque lo conocía demasiado bien.

Quería a Mikasa, claro que sí, ella era su familia, la última que le quedaba; pero, por lo mismo, Eren estaba seguro de que esta no sería capaz de entender por completo su deseo de llegar al fondo de eso; jamás comprendería todo lo que atormentaba su mente ni consentiría que él se pusiese en peligro para apaciguar los fantasmas que amenazaban con minar su cordura.

Mikasa, porque lo amaba, nunca podría aceptar que él deseara buscar venganza.

A pesar de no obtener una respuesta de su parte, el silencio que se instauró entre ambos no fue incómodo, por el contrario. Años de conocerse habían servido para que la familiaridad entre ellos fuera algo fácil la mayor parte del tiempo, por lo que algo tan común como el leve calor que desprendían sus hombros al tocarse o la cercanía del otro, bastaban para aliviar la preocupación constante de la chica y para calmar parte de su desmedido temperamento. Vivir tanto tiempo junto a alguien, compartir tu vida con alguien, solía tener ese tipo de efecto, se dijo Eren.

Ahora que lo pensaba bien, ambos se habían conocido a la corta edad de nueve años, diez años atrás, cuando él solo era un chiquillo malhumorado que siempre terminaba metiéndose en problemas y peleas absurdas que hacían que su madre se volviese loca de la preocupación, mientras que Mikasa, por su parte, vivía a las afueras de la ciudad en una pequeña granja junto a sus padres, apartada de todo y extremadamente protegida.

Su padre, Grisha Jaeger, era uno de los pocos médicos que por aquel entonces atendía los alrededores rurales de Shiganshina, motivo por el cual este comenzó a llevarlo allí cada vez que iba a casa de los Ackerman para checar a la enfermiza madre de Mikasa, esperanzado en que al menos así él pudiese hacer un amigo más, aparte de Armin, y aprovechara de jugar con la niña. Aun así, y a pesar de los esfuerzos de su progenitor, Eren debía reconocer que en un comienzo su amistad no resultó para nada bien, mayormente por su culpa, claro; sin embargo, poco a poco y a lo largo de meses de verse una y otra vez, la relación entre los dos se hizo más cercana y pudieron llegar a entenderse.

Y luego vino el primer desastre en sus vidas.

El desafortunado accidente de tráfico que cobró la vida de los señores Ackerman dejó a Mikasa herida física y emocionalmente, además de huérfana. Sin familiares que pudiesen encargarse de ella en aquel momento, fueron sus propios padres quienes acabaron adoptándola y cuidando de ella como si fuese una hija más, dándole también así una hermana a él.

Eren todavía recordaba a la perfección las palabras que su padre le dijo el día que llevó a la niña desde el hospital a casa: no importaban las circunstancias bajo las cuales la chica hubiese llegado a vivir con ellos, Mikasa sería desde aquel día su hija y, por lo tanto, la hermana de Eren; por ese motivo, pasara lo que pasase, él debía cuidar siempre de ella.

Nueve años después, creía haber cumplido medianamente bien con la petición de su padre. Ambos aún seguían juntos y él había cuidado lo más posible de Mikasa; aunque, si era honesto consigo mismo, Eren debía reconocer que habían sido muchas más las ocasiones en las que fue su hermana quien terminó cuidándolo o protegiéndolo a él.

—Ya han acabado las clases —señaló repentinamente animada Mikasa, sacándolo de sus recuerdos—. Armin llegará en cualquier momento. ¿Has decidido que será lo que haremos hoy, Eren?

Él asintió con un gesto.

—Armin dijo que sería buena idea buscar información en los periódicos locales de hace once y diez años atrás, incluso unos años antes o posteriores. Él cree que cualquier cosa que podamos asociar de lo que recordemos de las pláticas de mamá o de mis sueños podría servir para armar una hipótesis de lo que realmente ocurrió —explicó—. Armin está convencido de que si el asesinato de nuestro padre fue por algún asunto del gobierno, como suponemos, no puede ser el único suceso ocurrido durante esos años. Aun así, tenemos que tener en mente que papá solo era un simple médico. No había motivos reales para matarle a él ni a mamá.

Mikasa no parecía del todo convencida tras su explicación, pero de igual modo asintió para demostrar que se uniría al plan.

Si por Eren fuese, la hubiera dejado fuera de todo aquello, pero sabía que esta se rebelaría furiosa ante la sola mención de que no la incluyeran en algo así; porque, si las cosas se ponían complicadas, ¿quién los protegería a Armin y a él? Y no era porque Eren fuese precisamente débil, solo que, entre los tres, era su hermana sin lugar a duda quien tenía muchas más capacidades para salir airosa de una situación peligrosa.

Inesperadamente, el doloroso aguijonazo de una memoria que creía ya olvidada lo llenó de angustiosa nostalgia. El recuerdo adolescente de calurosas tardes de verano tumbado al sol después de haber recibido por décima vez una paliza. La risa de Armin recostado a su lado. Mikasa preocupada por el estado de ambos. Y el constante regaño de Levi al recordarle que era un mocoso débil, que debía mejorar, qué debía aprender a cuidar de sí mismo si quería sobrevivir.

«Ya puedo hacerlo», se dijo a sí mismo. «Ya he crecido y puedo cuidar de mí. Ya no necesito que me proteja, Levi».

Durante el último año, Eren había tomado la determinación de no pensar más de lo necesario en este, no porque fueran malos recuerdos, sino porque aquello le dolía demasiado. Aun así, las traicioneras memorias se filtraban en su cabeza una y otra vez, sin darle tregua, volviendo a llevarlo de regreso a esos días compartidos, como si a pesar de todos sus esfuerzos, Levi no deseara que lo olvidase del todo.

Dios, habían transcurrido ya tres años desde la última vez que se vieron, por lo que le resultaba terriblemente injusto que todavía existieran días en los que al despertar él siguiera resintiendo su ausencia como una herida reciente; pero con aquel hombre siempre había sido así, se recordó Eren. Levi Ackerman era como un maldito veneno que no podía sacar de su sistema por más que lo intentara.

Tras su marcha de Trost y la separación consiguiente a esta, él, convencido de que este cambiaría de opinión al cabo de unos cuantos días al comprender su error, había esperado con desesperación que Levi se arrepintiera de su decisión y regresara a buscarlos, negándose rotundamente a aceptar el motivo tan absurdo que les había dado para sacarlos de la ciudad y enviarlos lejos con Hannes. No obstante el tiempo fue transcurriendo, y con cada nueva visita que Hange Zoë les hacía, Eren fue comprendiendo que sus esperanzas eran en vano, porque aquel hombre ya no regresaría; pero, ¿acaso Levi no se lo había advertido? Aquella separación, le dijo este la última noche que pasaron juntos, sería para siempre. Aun así, tener que asumirlo y admitirlo, fue sumamente doloroso para él.

Sin embargo, y a pesar de saber que era absurdo, durante casi dos largos años él guardó en secreto la pequeña esperanza de que el enorme sentido de responsabilidad que Levi poseía, lo obligara en algún momento a seguir velando por ellos. No obstante, tras su cumpleaños número dieciocho, Eren finalmente tuvo que reconocer que aquello no sería así porque ya era un adulto; ya no necesitaba que nadie cuidara de él.

Fue esa misma noche que Eren, frustrado y dolido como se sentía, cayó en cuenta de todo lo que había perdido a lo largo de esos años, y pensó que era injusto; que la vida estaba en deuda con él. Por ese motivo, tomó la decisión de resolver él mismo el misterio que había llevado a la muerte de sus padres, dispuesto a hacer justicia por su propia mano ya que nadie había hecho nada al respecto durante todo ese tiempo. Así que, una vez se hubo decidido, habló con Armin y Mikasa, sincerando parte de sus peores miedos con ellos, explicándoles lo inseguro y furioso que se sentía y lo que creía debía hacer para poder seguir adelante con su vida.

Sus amigos lo escucharon atenta y pacientemente, dejando que sacara todo lo que tenía dentro como si fuese un veneno y, una vez hubo finalizado, no encontró críticas ni reproches a sus planes a pesar de lo alocada que parecía su idea incluso a él mismo.

Esa misma noche Mikasa y Armin aceptaron aquello como si fuese algo inevitable en su destino y acordaron que no lo dejarían solo en eso; si era necesario correr ese riesgo, lo harían los tres juntos, como siempre.

Esa misma noche los tres dejaron de ser niños.

Durante casi siete años, él y sus amigos habían estado vagando por distintas ciudades del país con una identidad que no era la propia; primero junto a Levi y, posteriormente, bajo el cuidado de Hannes. El bueno de Hannes que había puesto el grito en el cielo cuando ellos le contaron de sus intenciones de regresar allí. Hannes que, a pesar de todo, abandonó sin dudar la cómoda vida que llevaban en Stohess y volvió a casa junto a ellos para seguir cuidándolos a pesar de que ya no eran unos niños.

Y fue así como, casi un año después de que los cuatro tomaran aquella decisión y aceptaran los riesgos que seguramente conllevaría, que retornaron a Shiganshina, su ciudad natal y de la cual tuvieron que huir por temor a que a él también lo asesinaran, como a sus padres.

Sin embargo, a pesar de llevar ya casi un mes de regreso en la ciudad, ellos aún no lograban poner su plan en marcha. Desde que habían llegado allí, prácticamente no habían tenido tiempo para nada a parte de trabajar sin descanso. Primero hubo que volver otra vez habitable la antigua casa de Hannes que, tras años de abandono, estaba llena de suciedad, fallas por doquier e invitados no deseados a los que hubo que exterminar. Luego, los tres tuvieron que ayudarle a poner en orden la tienda de licores que este pensaba abrir, obligándolos a pasar una semana completa desembalando cajas en el sótano para subirlas luego a la planta principal; y finalmente, dos días atrás, habían dado oficialmente inicio las clases en la universidad Maria, haciendo que ellos tres tuvieran que correr de un lado a otro intentando seguirle el ritmo a esa nueva etapa de sus vidas. Además, al estar todos estudiando en diferentes facultades, la dificultad para acordar momentos de reunión aumentaba bastante.

Por ese motivo, Armin y él acordaron la noche anterior reunirse en la universidad esa tarde que todos ellos tenían libre; el objetivo era ir a la biblioteca pública a recabar algo de información, ya que, como les dijo su amigo, debían comenzar desde algún punto y los archivos antiguos siempre eran lo mejor.

Sintiéndose ya un poco impaciente debido a la larga espera, Eren estaba a punto de buscar su móvil dentro del bolso para enviarle un mensaje a Armin cuando oyó el grito de este a la distancia, llamándolo. El chico corría como si lo persiguiera el mismísimo demonio, lo que era bastante raro en él ya que odiaba hacer ejercicio. Mikasa, también alertada por el grito, se puso de pie al instante sin importarle en lo más mínimo que sus vaqueros grises y su suave suéter blanco hubiesen quedado manchados del verdín de la hierba.

—¡E-e-eren! —le dijo su amigo en cuanto llegó junto a ellos. Resollando, Armin tuvo que inclinarse un poco hacia adelante y apoyar las manos en las rodillas unos segundos para intentar recuperar el aliento. Agradecido, aceptó la botella de agua que Mikasa le acercó solícita.

Sintiéndose algo preocupado, observó a su amigo que todavía respiraba entrecortadamente, haciendo que en cada inhalación y exhalación su pecho subiese y bajase con una rapidez alarmante. El pálido rostro de Armin lucía ahora enrojecido por el esfuerzo, mientras que el corto y pálido cabello rubio se le pegaba a la cabeza a causa del sudor, al igual que la camisa blanca que llevaba ese día. Al ver como la chaqueta marrón que su amigo utilizaba esa mañana estaba metida de cualquier forma en el bolso que cargaba a la espalda, él supuso que en algún momento de su alocada carrera este debió habérsela quitado, guardándola sin cuidado alguno de que pudiera arrugarse en el proceso.

—¿Qué ocurre, Armin? —le preguntó a este intentando controlar su ansiedad, ya que no quería transmitirles a sus amigos la inquietud que sentía—. ¿Por qué has venido corriendo así? ¿Acaso alguien hizo algo? ¿Te dijeron algo?

Terror.

Aquella emoción lo golpeó de improviso, logrando que un miedo visceral comenzara a apoderarse poco a poco de él sin que pudiese ponerle freno. Debía tranquilizarse, se dijo. Aquello no podía estar ocurriendo otra vez. Era imposible que la historia volviese a repetirse, ¿verdad? Si debido a su obstinación sus amigos estaban ahora en peligro, no iba a perdonárselo nunca.

—¡No! ¡Eren! —Sujetándolo de los brazos, el chico lo miró con sus ojos azules completamente abiertos y aquello sirvió en parte para disipar su creciente pánico. Armin parecía muy alterado, tanto que sus pequeñas manos lucían como pálidas arañas que lo aprisionaban con fuerza a través de las largas mangas de su camiseta negra hasta casi hacerle daño—. ¡Está aquí!

Él, todavía un poco nervioso, lo miró confundido, sin entender nada. Mikasa por otro lado, de manera suave pero firme, lo liberó del agarre de su amigo, poniendo algo de distancia entre ellos.

Eren la miró agradecido.

—¿A quién te refieres, Armin? —inquirió ella entonces.

—¡A Levi!

La expresión de Mikasa mudó de la preocupación al terror y posteriormente a un rencor profundo que Eren le había visto muy pocas veces. Esta clavó de inmediato sus ojos grises en él, desafiándolo a decir algo.

Apartando la mirada de su hermana, se tragó la culpa y volvió a fijar su atención en su amigo.

—¿Levi!? —se atrevió a preguntarle a Armin, finalmente—. ¿Estás seguro?

—¡Claro que lo estoy!

Mientras asimilaba aquella respuesta, Eren notó como un estremecimiento frío le recorría la columna, haciéndolo estremecer. Al sentir los ojos de la chica clavados cual dagas en él debido a la sospecha, las mejillas se le calentaron de golpe a causa de la vergüenza.

—Eso es imposible —los cortó Mikasa con el ceño fruncido, completamente seria. Su bello rostro era una máscara de frialdad—. ¿Qué motivos tendría Levi para estar aquí, en Shiganshina? Lo último que supimos de él es que estaba trabajando en la capital.

—Pero te digo que ahora está aquí, Mikasa —insistió Armin con obstinación—. Me acaba de dar dos horas de Historia Política. Es maestro en mi facultad.

Al oír aquello, Eren notó como el corazón le daba un brinco en el pecho. Nervios, ansiedad, no podía determinarlo muy bien; sin embargo, la posibilidad de que lo que su amigo estuviese diciendo fuera real era a la vez tan maravillosa como aterradora. Sobre todo aterradora.

—¿Él… te ha reconocido? —le preguntó a Armin, dubitativo.

El ceño de este se frunció unos instantes mientras parecía meditar su pregunta. Eren vio la impaciencia asomarse en los grises ojos de Mikasa como una señal de alarma, pero antes de que esta terminara de enfadarse, su amigo habló:

—No lo tengo muy claro. —Levantó las manos frente al pecho en señal de defensa cuando vio la amenazante mirada de la chica—. Por favor, dejen que pueda explicarme —suplicó—. Levi no está usando su nombre, así que no me di cuenta de que era él cuando tomé los créditos de su clase. Y aunque hoy me ha visto, ha pasado de mí como si no me conociera. Además, salió de la clase antes de que pudiera alcanzarle para hablarle; pero estoy seguro de que es él.

Su hermana hizo una mueca de disgusto antes de añadir:

—Podría solo parecerse.

Aunque no demasiado convencido, Eren asintió.

—Mikasa podría tener razón —reconoció a pesar de que una parte de él rogaba porque no fuese el caso—. Hay mucha gente que se parece, Armin. Además, la familia de Levi siempre fue… dispersa —añadió, mirando disimuladamente a su hermana que se tensó un poco cuando oyó este punto.

—Chicos, es él;créanme —insistió su amigo—. ¿Cuántos años vivimos con él? ¿Cuántas veces nos dio clases? —les preguntó, aunque claramente no esperaba una respuesta de su parte—. Es el mismo. El mismo modo de explicar las cosas, la misma forma de moverse mientras imparte la clase. Además, no ha envejecido nada. Luce igual que hace tres años. ¡Es Levi!

Mikasa suspiró resignada.

—Está bien, creemos lo que dices, Armin, pero eso no tiene por qué cambiar las cosas —afirmó ella con rotundidad—. ¿No acordamos regresar a Shiganshina para ayudar a Eren? Si Levi está aquí o no, eso no debe tener ninguna importancia para nosotros.

—¿Y si ha regresado aquí porque nosotros lo hemos hecho? —inquirió Armin. En esta ocasión no se amedrentó ante la mirada fulminante que le lanzó la chica, de hecho, él también parecía a punto de perder la paciencia de un momento a otro—. Tal vez Levi cree que Eren aún está en peligro y por eso ha venido.

En esa oportunidad su hermana sí pareció alarmada, sin embargo él le restó importancia al asunto de inmediato.

—Eso es algo imposible —acotó, notando la habitual punzada de dolor que acompañaba siempre aquella confesión—. Eren Jaeger está muerto. Lleva casi tres años muerto.

Armin lo miró molesto.

—Sí, tan muerto como lo estamos Mikasa y yo. Y míranos, Eren, aquí seguimos los tres; a punto de comenzar a remover cenizas del pasado hasta que tal vez revivamos una hoguera que termine por quemarnos. ¿Lo has pensado?

Las palabras de su amigo fueron como una bofetada directa; no obstante, y a pesar de lo mucho que dolían, era algo en lo que él había pensado bastante durante los últimos meses.

—Sí, por eso quería hacer esto yo solo —les recordó. Jamás había sido su intención exponer a sus amigos a ese tipo de peligro—. Chicos —les dijo conciliador—, yo ya he tomado mi decisión, pero ustedes aún pueden dar marcha atrás. No es necesario que me sigan en esta locura. Lo saben.

—No —dijeron Mikasa y Armin al mismo tiempo con rotundidad, por fin estando de acuerdo en algo.

Eren miró al cielo pidiendo paciencia, y, por qué no, sintiéndose también un poco aliviado de que no lo dejaran seguir solo en aquello. Sus ojos verdes volvieron a posarse en los rostros de sus amigos, tensos y expectantes.

—Está bien —aceptó fingiendo una agotada resignación—. Entonces, ¿qué hacemos ahora? ¿Buscamos a Levi y hablamos con él? —sugirió.

—No —se opuso Mikasa de inmediato—. Si le decimos lo que vamos a hacer, es seguro que se interpondrá en nuestro camino. Además, complicaría las cosas —murmuró al tiempo que lo miraba de reojo, logrando que él se sintiera culpable sin saber muy bien por qué.

—No estoy de acuerdo con Mikasa —les dijo Armin, pensativo—. Si Levi está aquí en Shiganshina bajo una identidad encubierta, es porque está trabajando. Puede que quizá sea a causa de Eren, no lo sabemos seguro, pero si es así, tarde o temprano vamos a terminar por cruzarnos con él. Y en ese momento sí que nos impedirá seguir avanzando con la investigación ya que será algo oficial; pero, ¿y si no es ese el motivo? ¿Si a Levi lo han designado aquí por otra cosa? Entonces, ¡es nuestra oportunidad! —les explicó con una sonrisa que hizo que su rostro aniñado se viese aún más infantil e iluminó sus ojos azules ante las posibilidades que se les presentaban—. Si hablamos con Levi para pedirle ayuda, mostrándole así nuestra confianza y sinceridad, no va a poder apartarnos sin más. Incluso si no quiere o no puede ayudarnos por tratarse de un asunto confidencial, deberá explicarnos por lo menos un poco de la situación para convencernos de que nos quedemos fuera, ¿no? Y eso nos dará una idea de cómo proseguir. En estos momentos apenas y contamos con nada más que lo poco que recuerda Eren.

—¡Armin, eso es genial! —le dijo él, felizmente asombrado de la inteligencia de su amigo—. Estoy seguro de que Levi sabe el motivo por el que mis padres fuer-

—Eso es suicida —lo cortó Mikasa con dureza—. Ese maldito enano no va a escucharnos. Y antes de que podamos decir cualquier cosa a favor de nuestra causa, vamos a estar de regreso en Stohess sin poder hacer absolutamente nada. ¿Es eso lo que quieres, Eren?

Él la miró enfadado.

—¡Ya no tenemos dieciséis años, Mikasa! —le recordó. En verdad él había intentado controlar su mal carácter con su hermana y no perder la paciencia, pero finalmente la obstinación de esta, sumado a lo nervioso que se sentía a causa de la noticia de Armin, acabaron por hacer que explotara—. ¡Ahora podemos tomar nuestras propias decisiones!

—Sí, claro —le dijo ella, mordazmente—. Espero que esa convicción tuya siga allí cuando Levi te diga que te marches.

Eren miró a la chica furioso. Si Mikasa hubiese sido un hombre, no hubiera dudado ni un segundo en asestarle un puñetazo, pero con ella se contuvo a duras penas; una idea que resultaba hasta absurda, tuvo que reconocer con frustración. Si alguna vez intentara siquiera golpear a su hermana, estaba seguro de que antes de que pudiese darse cuenta de lo que ocurría, sería él quien se encontraría tumbado en el suelo después de recibir una paliza y con ella victoriosa.

—Chicos —comenzó Armin, preocupado—, no es necesario que se tomen las cosas así. Podemos hablarlo con calma en la cena de esta noche —sugirió, conciliador—. Contémosle lo ocurrido a Hannes y esperemos a que él nos dé también su opinión sobre este asunto. Podemos incluso llamar a Hange y preguntarle sobre Levi, estoy seguro de que ella sabrá algo, ¿no lo creen?

—No. Iré a hablar con él ahora mismo. —Decidió Eren con testarudez, ignorando a propósito la tormentosa mirada de Mikasa a sabiendas de que eso la enfadaría aún más, aunque seguramente luego iba a arrepentirse de ello.

—Eren, tal vez deberías esperar unos días más antes de hablar con él. Realmente no creo que esto sea una buena idea.

—¿Por qué no, Armin? ¿No has dicho hace un momento que debemos hablar con Levi para intentar sonsacarle información?

—Pero no así —repuso su amigo—. No contigo alterado y con Mikasa dispuesta a asesinarlo o a asesinarte —le murmuró angustiado, mirando nervioso a la chica—. Tenemos que pensar las cosas con calma, chicos. Por favor —les pidió, sin obtener respuesta—. Por favor —insistió este, suplicante.

A pesar de que odiaba ceder de esa manera, él acabó aceptando a regañadientes la petición de su amigo. Mikasa seguía mirándolo desafiante, pero aun así asintió con un gesto, logrando que Armin finalmente se relajara lo suficiente para recordarles los planes que tenían para esa tarde.

Sin el ánimo que había tenido horas antes, relegando incluso al olvido el horror de sus pesadillas, Eren siguió a sus amigos rumbo a la biblioteca pública; sin embargo, cada tanto notaba el corazón acelerado y un nudo en el estómago al vislumbrar de reojo a alguien de cabello oscuro o de baja estatura.

No tenía que perder la paciencia, iba a verlo, se dijo. Si Armin estaba en lo correcto, algo que ocurría casi siempre, iba a encontrarse con Levi nuevamente muy pronto.

Y quizá, si tenía suerte, al fin después de casi tres años podría obtener las respuestas a todas las interrogantes que no fue capaz de comprender aquel día, se dijo. Respuestas para todas las cosas que entre ellos quedaron inconclusas porque en aquel entonces él aún era solo un niño.

 

——o——

 

Nada más acabar de impartir la última clase de esa tarde, Levi recogió sus cosas y salió del aula a toda prisa, haciendo caso omiso de las miradas curiosas que le lanzaron algunos de los alumnos al pasar a su lado y a los vanos intentos de otros tantos por llamar su atención para así retenerlo unos pocos minutos más. Llevaba casi tres horas sumido en aquel maldito estado de tensión continua, y no pensaba soportarlo ni un jodido segundo más. Demonios que no.

A pesar de que el departamento donde se estaba alojando no quedaba lejos de la universidad, él no se creyó capaz de esperar a llegar allí para satisfacer sus dudas y liberar su enojo, por lo que simplemente se dirigió hacia uno de los parques que rodeaban la facultad de Derecho, dando casi de inmediato con un sitio lo suficientemente alejado de oídos y ojos fisgones. Levi estaba consciente de que hacer ese tipo de llamadas desde allí era un riesgo, uno enorme, pero tenía que saber de una maldita vez que era lo que estaba ocurriendo. Descubrir en el plan demencial de quien había caído esta vez. Joder.

Paseando nervioso de un lado a otro, buscó el número en su directorio y marcó. Los dos primeros intentos de llamada sonaron hasta caer en el buzón de voz, sin embargo apenas había comenzado a marcar por tercera vez cuando le devolvieron la llamada.

—Oi, Hange, ¿se puede saber en qué mierda estabas pensando cuando me ofreciste este trabajo? —le soltó, indignado, nada más contestar.

—¡Levi! ¡Me alegra que llamaras, también quería hablar contigo! —respondió animadamente su amiga y, en ese momento, superiora. Al parecer, se dijo él, a esa maldita cuatro ojos su enfado no le afectaba en lo más mínimo—. ¡Vaya que estás de mal humor! ¿Has tenido un día difícil con los chicos? Los estudiantes de esa edad suelen ser difíciles.

—Difíciles y una mierda. ¡Eren está aquí, Hange! —le soltó furioso entre dientes—. ¿Qué maldita idea estúpida se pasó por tu jodida cabeza para enviarme aquí después de todo lo que tuvimos que hacer hace tres años? ¿Estás loca?

—¡¿Qué Eren está en Shiganshina?! ¡¿En serio?! ¡¿Lo has visto?! ¡¿Te ha visto?! —le preguntó ella, alarmada.

Intentando calmarse un poco, Levi se quitó la chaqueta negra del traje para dejarla junto a su maletín sobre la banca. Sujetando el móvil contra el cuello y su oreja, se arremangó hasta los codos la camisa blanca antes de dejarse caer sentado, notando repentinamente el peso del mundo sobre sus hombros. Aquella tarde hacía un calor infernal, sin embargo la sombra que proyectaban los altos árboles ornamentales que bordeaban el perímetro no solo servían para otorgarle mayor privacidad, sino que también era un agradable alivio para el incipiente aumento de temperatura que parecía traer el verano cada vez más próximo.

Ya fuese debido a los nervios experimentados aquel día o al calor húmedo de aquella maldita ciudad, lo cierto era que se sentía sudado y pegajoso, lo que era un puto asco en su opinión. Lo único que él deseaba en ese instante era llegar a casa de una buena vez para darse una ducha y acabar con ese día de mierda. Necesitaba relajarse un poco para poder aclarar sus ideas y tomar decisiones.

Durante sus últimas horas de clase, Levi se había mantenido en un estado constante de alerta; temiendo cada interrupción, atento a cada ruido desconocido proveniente de los pasillos. Convencido de que el maldito mocoso, siempre demasiado temperamental, demasiado impulsivo, se presentaría allí de un momento a otro.

Pero no lo había hecho.

—No. No lo he visto —reconoció—. Pero he visto a Armin; toma una de mis clases. ¡Maldición, Hange!

—Ahh… pero, ¿no es eso una buena noticia? —preguntó esta—. El que Armin esté allí no significa necesariamente que Eren lo esté también, ¿verdad? —le dijo intentando apaciguarlo, pero ella misma sonaba bastante poco convencida—. Además, puede que el chico no te reconociera. Ya han pasado unos años desde la última vez que te vieron. Te estás convirtiendo en un viejo paranoico, Levi.

—Tch, ¡claro que me reconoció! ¡Sentí su mirada clavada en mí durante toda la puta clase! —Unas alumnas que pasaban cerca se quedaron mirándolo, interesadas, mientras platicaban animadamente. Él, al percatarse de que parecían querer acercársele, les lanzó una fría mirada de advertencia, esperando que entendieran la indirecta y se marcharan. Dio resultado de inmediato—. Además, donde esté uno de esos mocosos estarán los otros dos. Si Armin está aquí, solo es cuestión de tiempo antes de que Mikasa y Eren aparezcan también.

Durante unos minutos su amiga guardó silencio al otro lado de la línea, sin embargo cuando habló nuevamente, parecía en verdad preocupada.

—No lo sabía, Levi, te lo prometo —le aseguró Hange con una seriedad inusitada en ella—. Jamás te habría puesto en esa situación después de todo lo que pasaste. Lo que pasaron —se corrigió de inmediato—. Ni a ti ni a Eren.

A pesar de actuar como un bastardo frío y desconfiado la mayor parte del tiempo, Levi sabía reconocer que Hange siempre había sido leal a él. Sin importar lo mal que hubieran estado las cosas o el peligro que implicaran para ella las acciones que él decidiera tomar, su amiga se había mantenido fiel a su amistad por sobre todo; y en más de una ocasión había sido ella misma quien recibiera las amonestaciones por su causa o amortiguara un poco su hostilidad contra el mundo.

—¿Crees que sea cosa de Zackly? —le preguntó tras unos segundos de meditarlo—. ¿Qué él sospeche algo y haya urdido todo esto?

—No lo sé, Levi —dijo Hange—. Fui yo quien te recomendó para este trabajo, así que tu elección no fue cosa de los altos mandos. No esta vez, por lo menos —le aseguró—. Además, durante todos estos años Zackly pareció aceptar sin muchas sospechas lo que le contamos ese día, sobre todo porque Erwin nos respaldó, ¿no? Todo quedó como un desafortunado error de tu parte —le aseguró.

Un error que terminó por costarle bastante caro, se recordó Levi, pero ahogó ese pensamiento en lo más profundo, como tantas otras cosas que se había obligado a olvidar a lo largo de sus casi treintaicuatro años de vida.

—Tch, como sea. De todos modos vamos a tener que pensar en la posibilidad de que ese anciano o alguien más estén tras esto. —Suspirando resignado, se quitó las gafas de lectura y se pinzó el puente de la nariz con los dedos. Había comenzado a dolerle un poco la cabeza a causa de la tensión—. Lo que no me explico es como hemos llegado a esto, Hange.

—Bueno, eso es fácil —comenzó ella recobrando notablemente su buen humor—. La historia va más o menos así: después de que Grisha Jaeger fuera asesinad-

—Oi, detente ahí, maldita cuatro ojos —la cortó antes de que siguiera con su absurda diatriba. Conocía a Hange lo suficiente para saber que esta intentaría desviar el tema hasta que en su enfado él mismo terminara por poner fin a la llamada—. Lo que quiero saber es por qué demonios no estabas al tanto de que los mocosos habían regresado a Shiganshina —le demandó—. Te recuerdo que ellos son responsabilidad.

—Bueno, yo también me lo pregunto —le dijo ella, un poco dudosa. El tono de su amiga dejaba entrever claramente que para ella también era absurdo que los chicos no le hubiesen informado de una decisión tan importante—. Supongo que podría considerarse que en parte esto es culpa tuya, enano.

Al final Levi sí iba a terminar por colgar la llamada.

—Explícate —le exigió, nuevamente molesto.

—Hace más de un año te comenté que los chicos, sobre todo Eren, me seguían preguntando por ti y que ya no sabía que decirles. Entonces te sugerí, amablemente, que les escribieses una carta, ¿recuerdas? Pero tú me dijiste que me fuera a la mierda, que no te dijera nada más sobre ellos y que si tanto me afectaba el ocultarle cosas a los chicos, que no los viese tan seguido y punto. Que me limitara a asegurarme de que siguieran vivos y ya —le explicó ella con la misma plácida sencillez con la que le hablaría a un niño. A un niño pequeño—. Así que, mi última visita fue hace... mmm… Más o menos seis meses atrás, y no me quedé mucho. Solo lo justo para saber si estaban bien de salud, como les estaba yendo en la escuela y si necesitaban más dinero. Lo que tú mismo me dijiste que hiciera, Levi.

¿Qué demonios…? Toda su vida se estaba convirtiendo en una puta broma cósmica.

Él maldijo por lo bajo.

—¿No se suponía que ellos no podían cambiar de residencia sin informarte? —le preguntó. Esta había sido una de las tantas condiciones que se estipularon con Hannes cuando este se llevó a los chicos; una de las más importantes—. Prácticamente se han mudado a la otra punta del país sin decirte nada de ello, Hange.

—Mmm… supongo que tienes razón —reconoció ella después de meditarlo un momento—. Si lo pienso detenidamente, puede que hayan estado un poco enfadados conmigo y por eso lo hicieran. En mi última visita Eren parecía diferente, pero asumí que era cosa de la edad y que por ese motivo se mostró tan indiferente cuando fui a verlo, ya sabes. Prácticamente es un adulto ahora —le comentó esta con el mismo orgullo que hubiese demostrado si fuera su madre biológica y le hubiese dado a luz—. De hecho, estoy por completo segura de que en verdad te sorprenderás cuando lo veas, Levi. ¡Está mucho más alto! Ahora si parecerás un enano a su lado.

Perdiendo finalmente la paciencia, él cortó la conversación y apagó el móvil por si aquella maldita demente quería volver a llamarlo.

¿Cuándo viera a Eren? ¿Es que tantos experimentos raros habían acabado por fin de fundirle el cerebro a esa loca? ¡Por todos los demonios! ¡Claro que no podía ver a Eren!

Joder, ver a Eren sería un error, se recordó. Sería arriesgar todo por lo que habían trabajado esos últimos años. Sería ponerlo nuevamente en peligro, y no podía permitírselo.

Pero aun así, la idea era tentadora…

Maldita fuera su suerte. ¿Qué mierda se suponía que debía hacer ahora? Si el mocoso decidía aparecerse por allí…

No, se dijo, aquello simplemente no podía suceder. No iba a ver a Eren. No debía ver a Eren.

Durante los últimos años, él mismo se había sentido tentado, en más de una ocasión, de mandar todo al infierno e ir en busca de los chicos para llevárselos a algún sitio lejano donde todos ellos pudiesen comenzar una nueva vida desde cero. Sí, más de una vez se lo había planteado y fantaseado con ello, pero, ¿luego qué? ¿Qué podía hacer él ahora cuando, a pesar del tiempo que había transcurrido, los asesinos de Grisha Jaeger aún seguían merodeando libres por allí?

Aquello, sabía Levi, era su culpa. Ese era el resultado de su propia incapacidad. Por ser débil. Por tener miedo.

No, definitivamente ver a Eren no era una opción. No mientras no hubiese cumplido su promesa y saldado su deuda.

Demonios, debería haber hecho caso a su instinto y haber rechazado ese condenado trabajo en cuanto Hange le dijo que debía regresar a esa maldita ciudad; sin embargo había terminado aceptando y ahora ya estaba ahí, por lo que no había mucho que pudiese hacer al respecto. Tal vez, pensó, lo mejor sería pasar de la loca de su amiga y llamar directamente a Erwin para pedirle que enviaran a otro como su remplazo. Alguien que pudiese realizar bien aquel trabajo. Alguien sin las ataduras emocionales que él podría llegar a experimentar.

Tal vez lo mejor sería…

—¿Levi?

Sin necesidad de voltear a verlo, supo sin duda alguna que era él nada más oírlo. A pesar de que su voz sonaba levemente más grave que la última vez que lo oyó llamarlo, podría haberla reconocido entre miles.

Sí, su vida era sin duda una puta broma del destino.

O un maldito castigo.

Armándose de valor, se puso de pie lentamente y se volvió para verlo.

De mala gana, Levi tuvo que admitir que la idiota de Hange tenía razón, el chico había cambiado bastante en aquellos casi tres años que llevaban separados, pero nada más verlo, él comprendió que había cosas que ni el tiempo ni los cambios podían mitigar.

Una pequeña llama entre las cenizas se podía convertir en una hoguera si la removías lo suficiente. Y su pasado con Eren, sus sentimientos por Eren, serían seguramente una diminuta ascua que se convertiría en un incendio, destruyendo todo a su paso.

—Oi, mocoso —le dijo con fingida tranquilidad—. Ha pasado un tiempo.

Notas finales:

Lo primero, para quienes hayan llegado hasta aquí, muchas gracias por leer. Espero que el capítulo resultase de su agrado y que valiera la pena el tiempo invertido.

Lo segundo, es que me gustaría aclarar algo sobre el orden cronológico de la historia para que no se generen confusiones posteriores. Esta historia va a contar con una línea argumental en el presente, pero a su vez será intercalada con capítulos completos que técnicamente serán flashback. Así que decidí dividirla en tres partes: Inocencia, Deseo y Pecado.

Inocencia, sería la primera parte, y es aquella que mostrará a Eren entre los once y doce años, y a Levi entre los veintiséis y veintisiete. Será más o menos como se conocieron.

Deseo es la segunda parte de la historia, y en ella ya se verá a Eren entre los quince y los dieciséis años y a Levi ya entre los treinta a treintaiuno. Y está contará los hechos que han desencadenado gran parte de lo que están viviendo ahora los protagonistas.

Pecado, finalmente, se enfocará en el presente, con Eren de diecinueve años y Levi de treintaicuatro respectivamente. Esta línea será la trama central donde estarán enlazadas las otras dos.

Realmente espero que todo esto no sea demasiado confuso. De todos modos, cada capítulo en su título señala la línea a la cual corresponde, así que confío en que eso ayude un poco a ordenar esto.

Nuevamente muchas gracias por leer.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos. Nos leemos en la siguiente actualización.

 

Tess


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