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Happy as a child por Chica_Hatake

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Notas del fanfic:

Este fanfic tambien fue publicado en la cuenta ValeriaTej de Wattpad.

Notas del capitulo:

Disclaimer: Los personajes, imágenes; así como la música y letras (líricas) usados en esta historia no son de mi propiedad intelectual, son propiedad de sus creadores originales. En el caso de las personas mencionadas en este escrito no me pertenecen, se hace uso de sus nombres sin su consentimiento oficial.


Solo hago empleo de ellos para el desarrollo de esta historia -la cual es de mí autoría- para entretenimiento, sin fines de lucro y no pretendo ofenderlas.

Ninguna navidad se podrá comparar con las de nuestra infancia.


Park Chanyeol & Byun Baekhyun


~Miracles in december/Sing for you (Mini albun)~


 


El crayón escapa de sus dedos chatos y regordetes, lo cual hace que se enfade y alegre a parte iguales; porque solo un poco más y estará a punto de romperlo; y no cree que eso haga feliz a Seok Jin, teniendo en cuenta el cariño con el que trata la cera de color rosa. Frunce los labios en un puchero pensando que a la maestra tampoco le hará mucha gracia que el este rompiendo el material.


Aleja lo más que puede su silla de ese pequeño grupo de niños que se entretiene más en hablar que en terminar la tarea que la profesora Bang les dejo. Chanyeol los mira con ojos rencorosos, porque hace solo una semana la profesora lo dejo sin recreo por estar hablando y no terminar la actividad que les dejo, y ahora parece no importarle que esos niños estén más interesados en el nuevo que en la tarea.


Lo que más le molesta es que la maestra Bang no haga nada contra las bromas que esos niños se traen con sus orejas. Está dispuesto a perder cuantos recreos sean necesarios para que esos niños lo dejen de molestar, está harto de que se rían de el por ello.


Así como de harto que esta por ese niño idiota –y se da el lujo de llamarlo de forma despectiva en su mente, ya que no quiere meterse en problemas por decir malas palabras– y sus odiosas historias que no tienen fin. Su ceño se hace aún más profundo y revira los ojos al ver esa odiosa sonrisa cuadrada de rectos dientes de leche.


El papel que envuelve la crayola naranja se humedece con la delgada capa de sudor que cubre sus manos; en una mueca de labios fruncidos intenta ocultar las ventanas que dejaron sus primeras mudas de dientes, no es su culpa no tener una sonrisa con todos sus dientes. Tonto Byun acaparador de atención Baekhyun.


 


Someramente miran por encima del hombro comprobando pobremente si alguien no los ha visto escabullirse del patio de juegos mientras ellos inician su plan. Lo han maquinado y pulido durante las últimas semanas y están listos para recoger los frutos de su trabajo.


Tomados fuertemente de la mano, sienten como el sudor nervioso recorre su piel; el clima bochornoso del otoño se siente pesado y seguir usando el molesto suéter del uniforme lo empeora todo, sumándosele el hecho de que eso hace resbalosas sus manos; teniendo que detenerse en más de una ocasión para secarlas contra la áspera tela de sus pantaloncillos cortos.


Frente a la corroída puerta de metal, ambos sueltan sus manos, se doblan las mangas hasta los codos y se disponen a mover la entrada a su ansiado lugar secreto. Chanyeol mira el pasillo lleno de sillas y colchonetas de deporte con ojos brillantes como si de un tesoro se tratara. Está a punto de chillar de emoción, hasta que la pequeña mano pálida y polvorienta de Baek lo calla y con un dedo frente a su odiosa sonrisa cuadrada le obliga a guardar aún más profundo sus gritos de emoción.


Pasan lo que les duras tres barras de chocolate y una bolsa de papa fritas en su nuevo escondite secreto. Sentados uno junto al otro, hombro con hombro, compartiendo su botín de guerra...Si bien el pequeño Chan no lo sabe, aun cuando una pequeña parte de él se detiene a pensar que tal vez ese niño Byun no sea tan desesperante como creyó aún principio.


 


De vuelta en su escondite unas semanas después, ahora más o menos arreglado por los párvulos; el joven Park se da cuenta de que las historias que cuanta Baek son ciertas, porque él está ahí en ese desierto y casi mítico pasillo, en donde en más de una vez los maestros le han prohibido ir.


Recuerda como Baek y él pintaron algunas piedras del jardín con ese esmalte de uñas rojo que tomo de entre las cosas de Yoora, y fingir que era sangre. Como Baek cubría sus ojos cada vez que le pedía que lo acompañaba al baño para evitar que se asuste con esos raros rayones que alguien dibujo en la pared del aseo. Y ni hablar de su odio mutuo por Kang So-Young por haber robado el dinero de ambos y provocar que ese día no hubiera dulces para ninguno de los dos.


Sorbe y se pasa los puños varias veces por la nariz hasta que la deja roja, él es un niño grande y no va a volver a llorar por eso, no quiere verse débil frente a Baek. Eso no evita que se cabeza busque refugio en el delgado hombro de su amigo junto a él, y frotarse contra su playera de Popeye el marino, como si fuera un cachorro.


Ve a Baekhyun plegar las figuras de su libro de cuentos, pasando por alto los mazos de letras que se esfuerza por leer. Chanyeol siente una mezcla de celos y admiración por su amigo, él quiere ser como Baek, así de valiente, así de arrojado. Quiere ser quien lo proteja la próxima vez, no esconderse detrás de él. No romper en llanto como un bebe, y Chanyeol no lo es, aunque su mamá diga lo contrario.


El pequeño Byun se hace el interesante fingiendo leer, mientras descifra una de cada diez palabras del libro. Sin embargo sus defensas caen cuando Chan se pega a él, no sabe cómo actuar; piensa en que su mamá besa el cabello de Taetae cuando este se pega a ella. Cree que eso puede ayudar, después de los mimos que le da su mamá, Tae vuelve a jugar y reír como si nada hubiera pasado.


El más grande de los dos pega su mejilla al alborotado cabello de Chan y deja un beso en lo alto de su cabello, no queriendo verlo actuar como si no fuera él, siendo callado y haciendo que sus ojos lluevan.


—Channie, ¿Quieres que vallamos a los columpios?—estando al tanto de cuanto le gustan los columpios a su amigo, sabe que la respuesta que recibiera es un rotundo sí. Siendo él mismo el que le enseño al menor como columpiarse.


Chan no le contesta, solo asiente y en vez de pararse rodea sus piernitas con sus brazos. Él da el paso de levantarse primero, sacude el polvo que quedó en su ropa y ve la pequeña bolita en la que se ha ovillado el menor.


—Vamos, ya me aburrí de estar aquí—extiende una mano y antes de ofrecérsela para ayudarlo a levantarse, le termina de alborotar el cabello que la señora Park se esforzó en peinar hace tan solo unas horas.


Yeol se limpia las inexistentes lágrimas de las mejillas y toma la mano de su hyung. Baek ve como los ojos de su amigo están brillosos de lágrimas y lo ignora, más concentrado en aprovechar lo que quede de recreo.


~O~


Con el invierno, llega el frio, el anuncio de la primera escarcha, dándole paso a la tan anhelada nieve, y con ella llega ese cálido sentimiento del fin de año y el espíritu navideño que llena la ciudad. El hijo de los Park siente que ha esperado un año, o más para que llegue navidad, y con ello también el último día de clases antes de que empiecen las vacaciones de invierno. Son las primeras vacaciones desde que se convirtió en alumno de primer año.


Desde que empezó el mes, o más bien la primaria, Chan ha estado esperando esa fecha. Su hermana mayor le hizo ver la diferencia entre las vacaciones ahora que era un estudiante de siete años, desea con todo el corazón que ya lleguen. El calendario de la sala ha sido testigo de la ansiedad del escolar por la llegada del dieciocho de diciembre, siendo este el último día de clases antes de las vacaciones de invierno.


Lo cual para él significa no ir a la escuela, no tener que hacer más tarea aburrida, dormir hasta tarde, jugar todo lo que quiera; hasta que se dio cuenta que eso significaba que no vería a Baekhyun. Su mamá le ha reconfortado diciéndole que siempre y cuando él se porte bien, puede llevarlo a ver a su amigo. Chanyeol se propuso ser el mejor y más educado niño.


Solo falta un día y la emoción no lo deja pegar ojo en toda la noche, esperando que sea mañana para arrancar esa última hoja y dejar al descubierto esos dos números que ha encontrado hasta en la sopa.


 


En la mañana, aun antes de lavarse los dientes, o darle los buenos días a su abuela –que los ha venido a visitar por las fiestas–, va corriendo a la sala. Sus pies descalzos dejan finas marcas por el suelo frío, pero a él no le podría importar menos. Chanyeol ha sido paciente y ha cumplido una de las muchas misiones que tiene para este mes.


Alza la silla más cercana del comedor, y sigiloso como ratón, la planta frente al calendario colgado por encima de su cabeza. Estira los brazos y de un tirón arranca la hoja marcada con un aburrido número diecisiete, descubriendo la brillante tinta roja que el pinto sobre el querido número y el ejército de garabatos que dibujo a su alrededor.


El dieciocho marca el inicio de una buena temporada. Estuvo arreglado y listo en tiempo récord, sentado junto a la puerta esperando que le dieran luz verde para salir hacia la escuela. Ni siquiera se tomó un segundo para desayunar; estaba tan emocionado como para recordar que tenía hambre. Movido por la ideología que mientras más pronto empezara, antes iba a terminar.


 


A las siete en punto nota que su mamá esta despierta y empieza sus diligencias matutinas, antes de llevar a los niños a la escuela; se cerciora que sus pequeños que van a la escuela estén despiertos para que no lleguen tarde, mientras su esposo prepara el desayuno, ella va a despertar a su suegra y desayunar todos juntos.


La rutina se rompió en el momento que encontró, no solo vacía, sino también pulcramente tendida la cama de su Channie, y a este apostado en la puerta de la casa como montando guardia. Pero eso no fue ni de lejos lo más grave que cambio la rutina de hoy; cuando al intentar despertar a la canosa mujer mayor, esta no respondió.


 


Nadie le dice nada; no le explican que es lo que está pasando. Pero él ya es un niño grande y entiende que su abuelita se fue a dormir y en la mañana no despertó. No le dio los vuelos días con un beso tronado en cada mejilla, no cepillo su delgado y cano cabello, no bebió su té de fresa como todas las mañanas.


...No se lo han dicho, pero él sabe que su abuelita ya no va a despertar.


Se concentra en la delgada sombra que proyectan sus pies al colgar de la silla. Ve a sus padres caminar de un lado a otro, cuchicheando, susurrando tan bajo que él no puede entender nada. Sus padres se enredan con el cable del teléfono de casa, mientras este no hace más que pasar de mano en mano.


Se entretiene con el sonido del choque entre sí de la goma de las suelas de sus zapatos. Porque no sabe qué hacer o que decir para que la voz de su papá no se escuche así de triste o para que su noona deje de llorar. Se siente tonto y solo, rodeando de este barullo de gente.


—Está bien que llores, Chan—Yoora lo consuela con un cálido abrazo, escondiéndolo entre sus delgados brazos. Los hipos le cortan las palabras y la respiración no pasa por su congestionada garganta. Él no pudo disculparse con su abuelita por tomar esa moneda de su bolso, y ahora ella ya no está.


En la mañana cuando despertó, sabía que este día seria claramente diferente a los demás de su joven vida, sin embargo, nunca se imaginó que sería de esta manera. Ese día no vio a Baek, ni ese ni los que siguieron. Porque si tan solo él hubiera asistido clase, se habría enterado de la transferencia de Baek a otra escuela.


 


Mira asustado sobre su hombro intentando captar de donde es que viene ese extraño ruido, suena como metal golpeando madera. Su mamá acababa de salir al mercado, y hasta donde recordaba tardara unos buenos veinte minutos para regresar a casa.


Asimismo como que su hermana y su papá estaban en el trabajo y la escuela respectivamente; tenía el tiempo suficiente como para esconder los obsequios que regalaría esta navidad. Y que mejor lugar que el fondo de su desordenado armario.


Se mira las manos con un profuso ceño fruncido, apenas sosteniendo entre sus deditos la tersa y cara a la vista caja. Se regaña en silencio por no poder detener los tembleques de sus manos nerviosas y conforme pasan los segundos, las transforma en un par de herramientas decididas.


Tomando la caja de jabones perfumados envueltos en suave papel rojo, tomando un segundo para identificar que ese golpe en la madera no es el tintineo de llaves perforando una cerradura, sigue con su escaramuza. Los jabones y la oscura caja musical para su hermana son escondidos bajo una montaña de ropa oportunamente doblada entre todo el desastre.


Cuando termino de esconder la camisa que compro para su papa, se da cuenta que su perfecto escondite es demasiado obvio; así que tomando unos montoncitos de ropa, la desdobla desordenándola entre sus brazos y con cuidado como si preparara un pastel, la deja caer sobre los obsequios.


Su mamá es del pensar que pretender arreglar esa maraña de tela es, a estas alturas un caso perdido. Así pues, recostado contra la madera de la puerta que apenas pudo cerrar, Chan se pierde en sus pensamientos. Se pierde en recuerdos del patio de juegos, en brillantes y esponjosas vistas de extensos cielos azules...


Y ese simple recuero bañado de azul, no puede evitar traer a su mente el recuerdo de Cho-Hee. No puede creer que ya casi ha pasado un año desde que su abuelita los dejo, y como poco a poco todo ha intentado volver a su usanza acostumbrada.


El último año se ha esforzado demasiado para que esta navidad sea completamente diferente a la anterior. Ahorro diligentemente todo ese año, a base de esfuerzo y un poco de sacrificio consiguió lo suficiente para comprar obsequios para su pequeña familia.


Se prometió hacerlos olvidar el año pasado; él mismo daría todo lo posible para que no se repitiera. Extraño las luces brillando en cada ventana, extraño el tintineo de los cascabeles que colgaban de cada puerta, extraño las canciones y más que todo eso extraño las sonrisas en la cara de sus padres. Se prometió hacer de esta la mejor navidad.


Escondido como los demás regalos, solo que este se encuentra resguardado bajo las tablas de su cama. Es una carta burdamente escrita, acompañada por un delgado libro de máximo unas cuarenta hojas, que venía de regalo con sus útiles escolares. Es el primer libro que ha terminado de leer solo, le encanto y se muere porque Baek también lo lea. Y descubrir si el ve un sombrero o a una serpiente que se comió a un elefante.


El choque de la puerta de la entrada y el "Chan, ya regrese. Ayudame a guardar las compras" lo regresa al presente y lo saca del espinoso raigambre de recuerdos en los que ahora vive Baekhyun. Lo extraña y se le hace imposible creer que dos personas así de importantes lo dejaran casi al mismo tiempo.


~O~


No lo está espiando, claro que no. O eso es lo que se repite cada vez que sigue a la misma hora a la misma persona, dejando prudentemente unos cuantos metros entre él y esa menuda espalda ataviada en suéteres amplios. Solo fue una coincidencia que un día lo viera entrar al salón del coro.


Fue una casualidad –una dichosa casualidad– el verlo de camino al baño y que con solo una imagen recortada pudiera darse cuenta de lo mucho que ese alguien se le parecía a Baek; solo que con unos cuantos años más, muchos años más. Claro, si es que se tenía en cuenta que la última vez que lo había visto ambos tenían tan solo siete años y ahora ambos rondaban los dieciséis.


Le tomo algunas semanas comprobar si realmente ese menudo chico era su antiguo amigo, pero lo logro. Se lleva las manos a la cara intentando ocultar esa amplia sonrisa que va de oreja a oreja y se refleja en sus amplios ojos, convirtiéndolos en un par de delgadas medias lunas.


Está en la cafetería, como en todos los almuerzos; picoteando lo que parecía ser jjanjangmyeon o fideos con pasta de frijol, la verdad a estas alturas no es como que eso consuma mucho de su razonamiento. Porque todas y cada una de sus neuronas están abstraídos en otro mundo, uno que consume todas sus buenas ideas en afán de trazar un plan que se pueda considerar decente para unirse al club del coro y recuperar su antigua amistad. Sin que esto de un brusco cambio al cauce de su rutina.


Por el rabilo del ojo capta a Beakhyun pasar acompañado de sus amigos y recuerda cómo es que confirmó sus suposiciones; lo que parecía ser un día normal y poco prometedor se convirtió en uno convenientemente agradable cuando llego a sus oídos casi a modo de antenas receptoras las palabras del pequeño hyung de abultadas mejillas.


Byun Baekhyun, deja de hablar con la boca llena—El que parecía ser un hyung de Baekhyun se hartó de quitarse del cabello migas mal masticadas de fideos que el joven castaño escupía al hablar, le reprendió con los brazos en jarras y viéndolo más iracundo que un toro.


Chanyeol no se dio cuanta en ese momento, fue despistado y lo noto cuando ya era muy tarde; pero ese simple acto descuidado por parte de Baekhyun ya se había adueñado de parte del corazón del adolescente inusualmente alto.


 


El sofocante calor del verano y sus largas tardes de ocio se queda atrás así como la primera parte del año escolar. La fecha de regreso a la escuela llega con más rapidez de la deseada y con ella deja en el estómago de Chanyeol la atosigante sensación de no haber hecho nada verdaderamente provechoso en su verano. Septiembre trae con él la lánguida desnudes de los árboles y las calles resonantes con los crujidos de cientos de hojas secas de un intenso marrón tostado.


El otoño está a las puertas y ese mismo factor es el que le obliga ahora estar frente a la entrada de la escuela. Lo único que puede hacer es espera con paciencia que la barahúnda de personas que rodean el deslucido panel de anuncios se despeje y por fin calmar esa inquietud que lo carcome desde que terminaron las clases.


La anticipación le aguijonea el pecho y le cubre la piel de electricidad que eriza cada poro de su cuerpo. El solo ver las listas de los nuevos bloques, le corta la respiración y puede casi jurar que las pupilas se le dilataron, terminando de ennegrecer sus amplios ojos.


Ahora bien, Chanyeol ya había empezado a hacerse a la idea de que pasaría otro semestre en el que no podría compartir aula con Baek, inconscientemente ya se había preparado a eso; lo que no entiende es porque el hecho de ver que él ira a la clase cuatro y Baek a la seis le duele tanto. No puede evitar gruñir de pura frustración.


 


Las apenas duras callosidades de las yemas de sus dedos escosen por el constante rasgueo contras las cuerdas de la guitarra. Sus manos ya no dan para más, su muñeca lo está matando y sus dedos recienten cada flexión que les obliga a dar.


Con las manos temblorosas, deja lo mejor que puede a Siren en el soporte para guitarra y sin nada entre los brazos, se queda varado con sus pensamientos en el vacío salón del coro. La luz anaranjada va pintando alargadas sombras a sus alrededor, dibujando tenebrosas manchas negras sobre las finas formas del bruñido piano de cola.


Sus manos buscan descansar sobres las blancas teclas del piano. Cobrado un poco de fuerza, sus dedos buscan imitar los movimientos que le vio hacer a las delicadas de Baek en el pasado recital de invierno. Chanyeol ha practicado como loco para conseguir ese dueto junto a su amigo castaño ahora casi convertido en rubio por su reciente decoloración.


Ya no quiere tocar la batería en el fondo mientras la voz de SuJi y de Baekhyun cautivaban a todos, y no es que este celoso de solo ser la música de fondo. No, lo que él quiere es que la voz de su pequeño compañero se derrame así de cálida y dulce junto a su voz, sabe que su canto de adolescente no es el mejor, pero anhela ese momento. Ansia ya no solo verlo desde la línea de atrás de los barítonos, viendo de reojo al pequeño tenor. Quiere estar a su lado en el escenario...y también fuera de el.


Hace unos meses esos burbujeantes sentimientos lo asustaron ¿Por qué no era como sus demás compañeros; que hablan de chicas y comparten sus hallazgos con ellas en sus escasas experiencias amorosas? Chanyeol había creído que era un joven heterosexual común, y nunca lo habría puesto en tela de juicio.


Pero ahí estaba el, yendo detrás de su amigo de la infancia, embelesado cada vez que ve las largas venas oscuras marcarse a lo largo de la garganta de su cuello cuando hace notas altas, bebiéndose cada segundo en que sus manos se deslizan como seda por las teclas del piano. El pensar aquello no se hacía para nada desagradable.


Juzgándose como un cobarde cuando sabe que la etiqueta de enamorado pende imaginariamente de su cuello al ver esa odiosa sonrisa cuadrada que le ha robado más de un suspiro y él no hace nada para cambiar esa situación. Se siente como un farsante cada vez que Baek pregunta que le pasa cuando le gana sorpresivamente fácil en sus tardes de videojuegos, o porque parece tan despistado en sus cortas excursiones a la ciudad, y Chanyeol no puede darle una respuesta por miedo al rechazo.


Con paciencia y tacto, el mayor de los dos solo lo consuela lo mejor que puede, se guarda todas sus opiniones sobre el obvio enamoramiento de su alto amigo e intenta no ponerse posesivo en su trato con él. Es su amigo, su pequeño Chan y debe de estar feliz por él, de que alguien le interese, por otra parte eso no corta sus inquietudes.


Cuando lo vio entrar como un cachorro asustado al salón del coro para dejar su solicitud para ser parte del club, se le ilumino el rostro y se quedó prendado del adolescente en que se había convertido el pequeño de amplias orejas y sonrisa blanca. Baekhyun aprobó la solicitud sin ni siquiera leerla, acepto de nuevo su amistad sin pensarlo demasiado y sin que él estuviera al tanto de ello, esta termino por convertirse en algo que no era solo amistad.


Baekhyun quiere ser la persona que inspire las canciones que Chanyeol en secreto escribe.


 


Su espalda baja pulsa por la incomodidad de estar entre tantas personas apoltronadas en el mismo sofá; un calambre hace que le hormiguee la espalda, sin embargo, eso es mínimo comparado con la efervescente anticipación que le deja el estómago como si acabara de bajar de la montaña rusa.


Tiene solo dos minutos antes de que terminen de pasar los cinco minutos antes de que empiece el intercambio. El diminuto papel doblado en dos partes se humedece con el sudor de sus manos, queda un minuto y él no ha leído el nombre que está escrito. Sabe que con el solo hecho de desearlo no puede cambiar lo que está escrito, de cualquier modo lo intenta, no pierde nada haciéndolo.


Una extraña en el nombre que espera se asoma de entre el papel, y un dobles después sabes que la bonita agenda guardada en su mochila pertenecerá a Minseok, suspira y ese beso no dado se lleva con el un poco de la tensión de sus hombros.


—Chicos acérquense...—la cariñosa voz de Junmyeon busca sobresalir entre el contante sonido del tintineo de cascabeles y las dulces voces rezando buenos deseos en los villancicos que su ojeroso amigo de intercambio puso para ambientar la velada—Vamos a empezar.


—Baekhyun, cual es el tuyo...—no fue apropósito que su voz se elevara hasta hacerse casi aguda, pero ya era muy tarde cuando se dio cuenta de lo alto que su emoción lo hizo hablar.


Guarda la esperanza de que ya que el no tuvo la suerte de que en el sorteo le tocara el nombre de Baek, espera que a su amigo le tocara suyo. Quiere creer que la suerte ahora si este de su lado; y como si eso sirviera de ayuda, sus dedos se cruzan de forma involuntaria.


—¡Estarás muy sorprendido! Te juro que ni te lo esperabas—Baekhyun se recupera rápidamente del ataque de tos que le sobrevino luego de avorazarse con su té de burbujas. Su tono normalmente cadencioso suena nasal, muy parecido a la forma en la que su voz se transforma para imitar el acento de Tao, el estudiante de intercambio.


Chanyeol finge desinterés cuando la pequeña caja circular no llega a sus manos y termina en poder de Jongdae. Y que quede claro que a él ni siquiera le importa cuando de la pequeña caja, casi a modo de broma emerge una más pequeña y la broma se hace un mayor cuando en la minúscula polaroid que se oculta entre las capas de cartón, Baek se regala a Jongdae.


"¿Soy lindo? Ahora soy tuyo~", las miradas no se alejan de los dos de los tres cachorros inquietos del grupo; la tensión post entrega de regalo se rompe con las risas comunales de todos, bueno, casi todos. Chanyeol solo quiere tomar los dos paquetes de ddeobokki que compro su extranjero hyung y comer hasta olvidar.


"Es una caja dentro de otra caja—despotrica en su fuero interno—¿Quién diablos quisiera eso de regalo?—el tono sarnoso de sus pensamientos le deja un mal sabor de boca, que ni las gelatinosas burbujas del té puede quitarle.


Voltea y apenas ve como los rígidos hombros del mayor de todos ahí, se encorvan decaídos. Cree saber qué es lo que pasa por la mente de Minseok; su hyung más que nadie debe de saber cómo se siente. Y es cuando desea no haberle comprado solo una simple agenda.


Mientras los demás siguen intercambiando obsequios, Chanyeol observa de reojo como la siempre cálida y amigable expresión de Minseok se tensa de repente, cuando Jongdae encuentra en el fondo de la aparentemente vacía caja de su regalo, cerca de diez polaroids más que se unen a la primera. Minseok tanto como Chanyeol esperan que estas no sean como la primera.


Ve a Minseok limpiarse con pasmo las traicioneras lágrimas que se escurren por sus abultadas mejillas cuando un sonrojado Jongdae intenta ocultar de la vista de los demás algunas de las que tienen como protagonista al hyung mayor. Él cual pretende ocultarlas dando un golpecito aquí y allá, como si se deshiciera de algún resto olvidado que le hubiera quedado después de comer. Una amplia sonrisa torcida hace desaparecer las lágrimas de sus ojos, y le devuelve la alegría a sus tiernos rasgos.


Siente una extraña mezcla de celos, envidia y felicidad por sus amigos secretamente enamorados.


Mira hacia arriba conteniendo los picores de las lágrimas que siente se avecinan a mojar sus mejillas. Hecha un corto vistazo a los lados cerciorándose de que nadie lo ve y las quita con el dorso de la mano fingiendo quitarse el sudor en el pleno invierno. Espera que los ojos no le luzcan vidriosos o hinchados. Por si alguien lo nota, le echara la culpa al sencillo pero enternecedor regalo de Luhan; ¿Cómo ese simple pan pudo conmoverlo tanto? ¿Qué, acaso estaban hechos con lágrimas?


 


Con una bolsa de basura en las manos; con el estómago lleno de ddeobokki, carpa empanizada y palomitas, con un nudo en la garganta y ojos rojos que le dejo su esfuerzo por no romper en llanto al ver una película desgarradora que en principio Chanyeol no quería. Se promete nunca más volver a ver Miracle in Cell No.7.


Utiliza el marco de la puerta para estirarse como su fuera un gato haciendo sus escasos ejercicios matutinos y disfrutando como su espalda se destensa con cada crujido que su columna profiere. Con una mano se sostiene de la madera de la puerta y con la otra carga la basura que tiene que dejar en el contenedor antes de marcharse.


Un último estiramiento más y estará listo para irse. Solo quiere llegar a casa, buscar refugio en ese cálido arrebujo de sabanas de su desordenada cama, una película que no le deje mal cuerpo como la que acaba de ver y unas horas de reclusión solo antes de que todos regresen del trabajo.


—Chan-Chanyeol—el cansancio sí que lo tiene mal, ahora delira con la voz de su Baek—Chanyeollie—le recuerda a la voz de su mamá cuando lo regaña, aun cuando usa ese mote tan meloso—Park—su apellido es gruñido y el cachorro se convierte en un perro rabioso a su espalda.


Diablos, jugo con la paciencia de quien no debía, espera no haberlo enojado.


—Channie...—las frías manos de su bajo amigo se apodera de sus mejillas apenas descubiertas por los cientos de fibras que componen su mullida bufanda—No parecías estar bien, y creo que la película lo empeoro—la intensa mirada parda de Baek le hace sentir pequeño aun cuando le saca al mayor unos considerables diez centímetros.


"Sé que el regalo de Tao era muy sencillo, tal vez no esperabas papel y sobres para cartas; espero que sepas que su intención no era deprimirte—el sutil toque de las yemas de alabastro al deslizarse por su enredado cabello lo hicieron estremecer—Se suponía que esperaría hasta navidad, por otra parte aprovechando que los traigo conmigo...


Dos boletos con el membrete del festival de música al que e baterista se muere por ir, están apenas envueltos con un delgado listón de seda se abraza al papel que milagrosamente sale de entre el zoológico de cosas que carga su desordenado amigo en su mochila.


Su corazón corre desbocado contra sus costillas y una espesa capa de alegría le baña la piel como miel caliente. Es pegajoso y dulce, es cálido y blando, es sonrisas cuadradas de dientes adorables y labios delgados de melocotón que agoniza por probar. Quiere sumergirse en esa sensación, a sabiendas que nunca se cansara de ella.


—Espero que esto te alegre Channie—un manotazo le hace regresar a realidad y el golpe sordo de la bolsa de basura asegura que espabile. Ahora con las manos libres, deja entre sus alargadas manos el par de boletos. Se queda prendado de ellos si fueran dos billetes de cincuenta mil wons—Feliz navidad...—esos dos simples pedazos de papel de casi quince centímetros le devuelven la sonrisa.


—Son dos por si quieres ir con alguien—Bekhyun quería morderse la lengua después de decir eso. No quería que nadie que no fuera él acompañara a su alto amigo a escuchar a esas bandas. Pero no podía prohibirle algo como eso a Chanyeol.


—Es perfecto; así podrás ir conmigo—el mayor suspira de alivio terminada la innecesaria pausa dramática que el baterista decide imprimir en su tono. No es como que quisiera que pasara de otra manera.


—Me encantaría—y aunque sea solo una salida de amigos y no una cita propiamente dicha, él no va a perder una oportunidad como esta.


La diversión, el abatimiento, el regocijo, la nostalgia, la felicidad y la tristeza que deja a su paso la última reunión con sus amigos antes de la universidad y el estar a las puertas de un nuevo camino lo hace sentir perdido. Pero Baek con este pequeño acto involuntario le recuerda que avanzar no significa perder a sus amigos. El tener ahí a su hyung con él es patente de eso.


Quizá no había sido mala idea comprar esa versión pasta dura de el principito, tal vez tampoco había sido mala idea llevar el libro a envolver y mucho menos podría haber sido mala idea traerlo hoy en su mochila. Porque de esa manera él también tiene un regalo para su persona especial.


~O~


Sus manos se apretujan fuertemente contra su estómago, siente que una fiesta se está llevando acabo ahí, y que está a punto de devolver lo poco que desayuno. Sin embargo, ese mismo malestar es el que le dice que está haciendo lo correcto. Porque simplemente ya no puede ni quiere aplazar más este momento.


No después de dejar pasar todas esas buenas oportunidades que se le presentaron en el año solo por estar esperando por esta fecha.


Se regaña porque bien sabe que pudo haber sido en cualquier apoca del año. En este punto cualquier momento se le antoja mejor que este. Pasan una y mil posibilidades que podría haber hecho en la brillante primavera, el prometedor verano o el cálido otoño. Pero no...su maldito sentimentalismo lo llevo a esperar hasta noche buena para confesarse.


Piensa en cuando tenía once años y en lo emocionante que fue ver a sus padres renovar sus votos de casados la mañana de navidad después de abrir sus obsequios. Allí en ese estrado al aire libre aun cuando la temperatura era baja, su mamá nunca perdió la elegancia de portar ese sobrio vestido de novia, aunque fuera por segunda vez, o como su padre le cubrió los hombros con su saco a la mitad de los votos al verla temblar de frio.


Las pálidas decoraciones del lugar y las escasos tulipanes se perdían entre los brillantes reflejos de la suave capa de nieve a su alrededor. La tibia comida de la recepción enteramente familiar les devolvió el color a la piel y las energías a esos cuerpos fríos por la nieve ahora endurecida.


Ese día marco un precedente para Chanyeol; diciembre siempre será considerado para el más romántico de lo que podría ser el corto mes de febrero. Y por esa misma razón consideraba que la víspera de navidad sería perfecta para por fin decirle sus sentimientos a Baek.


El pitido del microondas lo saca de sus brumosos recuerdos y se centra en el ahora. En lo frío de sus pies aun cuando lleva dos pares de gruesos calcetines, saca sus manos habidas de calor del pliegue entre su hombro y su cuello, sobre su tibia clavícula. El entumecimiento de sus manos desaparece poco a poco, recreándose con el salado vapor que despiden las palomitas.


Avatar ya está puesta en la televisión, el sofá está a cubierto de edredones y su destartalada mesa de centro apenas se sostiene a tres patas con todos los tazones que carga.


Solo falta que llegue Baek...—piensa, deseando a partes iguales que su futuro casi novio llegue y a la vez no.


La tranquilidad que se había asentado en su inquieto estómago se acabó cuando cuatro rítmicos toques golpearon su puesta, como si este fuera un caballo de carrera que escucha el trompetazo inicial. Esto solo sirvió para que se desatara una hecatombe su interior.


Corre esquivando cajas de embalaje con adornos que no le colgó al árbol y a duras penas esquiva la zapatera de la entrada en la que casi estampa el dedo meñique. Abra la puerta de un tirón, la fría brisa le congela la cara y un entrecortado Hola es lo único que puede decir entre castañeos.


El torbellino Byun a regañadientes se quita sus botas, en tiempo récord pasa del recibidor e irrumpe en la cálida sala con olor a mantequilla y chocolate caliente. Después de aclimatarse, capa a capa su ropa va formando una bola de tela en una de las esquinas del sillón. Quedando con unos amplios pantalones de chándal y una sudadera que robo del closet de Chanyeol hace dos años y que él no reclamo.


—Claro; estás en tu casa...—Baekhyun está más concentrado en resguardase de la naciente tormenta como para distinguir si eso es sarcasmo o no. Chanyeol le sigue los pasos dentro de la casa como si en realidad el recién llegado fuera el propietario.


Baekhyun parece olvidarse de la pizza que se le antojo todo el camino hasta acá, quedando esta en segundo plano. Reconoce de entre los anaranjados cojines del sofá al oscuro edredón de la cama de su alto amigo, corre a cobijarse con él y ser rodeado del aroma de Chanyeol. Roba un puño de palomitas con la mano libre que no sostiene al grueso cobertor.


No son las libertades que puede tomarse aquí lo que lo hacen sentir como en casa, es la firme presencia de su dongsaeng sobre él lo que lo hace sentir como en casa.


—Vamos a comer, la pizza se enfría—con voz decidida pero con manos temblorosas abre unos centímetros la caja, dejando entrever a Chanyeol solo unas apetitosas rodajas de pepperoni y sobre ellas delgados hilos amarillos de lo que supone es mostaza.


—Bueno, la verdad quería terminar de adornar el árbol antes—insiste ahora que aun el valor está latente, quiere aprovechar lo más posible de él antes de que lo abandone y posiblemente se eche para atrás otra vez.


—Claro, pero yo lo veo perfecto—Baekhyun persiste con tono paciente, empeñado en que ambos pongan atención en la pizza y no en un árbol que parece sacado de un catálogo de decoración. Vuelve a intentar abrir la caja cuando sus ojos se encuentran con los de Chanyeol. Sus amplios ojos de cachorro abandonado bajo la lluvia lo convencen y da su brazo a torcer como el adulto maduro que es.


Toma la caja de esferas que el de más altura le ofrece, la abre y encuentra en ella seis esferas de delgado cristal blanco. Toma la primera del dorado cordel que pende de ella. Sosteniéndola con miedo de romperla la cuelga de una de las menos cargadas ramas, y así la segunda y la tercera, hasta que noto algunos oscuros trazos angulares que los otros adornos no tenían.


Los temblosos adornos de navidad que acababa de poner, giraron y pudo ver un Mi y Novio escrito a mano en las esferas. Con los ojos como platos miro las demás esferas en la caja. Volteo una y no encontró nada, suspiro derrotado, quizá fue su imaginación. Aun con eso, su abatimiento no le impidió voltear otra de las esferas y encontrar un Quieres.


O por Dios, no era su imaginación. Código rojo, esto no es un simulacro. No le importa que la siguiente esfera no dijera nada, porque quedaba una, en donde leyó Ser. Su corazón se derritió, su pequeño Yoda al fin se le había declarado.


—Baek...—entre ansioso y preocupado Chanyeol pide la atención de su estático hyung. El cual se quedó quieto como piedra después de leer la palabra novio. Los segundos pasan y estos se convierten en minutos; pacientemente espera dos minutos antes de perder la paciencia y las esperanzas de que Bakhyun le corresponda.


El pequeño castaño se mueve como robot hasta la mesa, deja con cuidado casi exagerado la caja con los globos de cristal como si esta contuviera granadas. No sabe dónde quedo el parlanchín que no se calla ni para comer. Claro, es porque él lo espanto con sus raros sentimientos.


—¿Qué tal si ahora comemos?—entonces así es como lo rechazo, ignorándolo con comida. No tiene la fuerza de ver a Baekhyun a la cara, lo único que sus ojos captan son como la grasosa caja de cartón es volteada y abierta frente a él ¿Quién piensa en comer cuando le acaban de romper el corazón...?


Chanyeol, sé mi novio. Las chuecas palabras escritas con delgados hilos amarillos de mostaza y gruesas líneas marrones de lo que parece ser salsa BBQ, escrito a todo lo ancho de la pizza de carnes frías, piña y aceitunas. Entonces ya sabe el porqué del pasmo del bajito. Está sorprendido...gratamente.


El interruptor del razonamiento se apaga en su cerebro y pasa a ser conducido por sus instintos. Su pierna golpea la mesa de centro en su travesía hacia el sillón, tira una lata de gaseosa, y no podría importarle menos que esta explote o no. Atrapa el cuerpo entre las suaves frazadas y su cuerpo. A estas alturas el miedo está muy abajo en su lista de prioridades, ahora solo quiere un beso de su hyu... No, de su novio.


Los ansiosos labios del titan que se cierne sobre su cuerpo, aprisionándolo entre sus férreos brazos, lo prueban, lo muerden y a su antojo saborea su piel. A sus casi veinte años Chanyeol es un amateur en lo que respecta a besos, así como Baekhyun no ha besado a nadie desde que desea los besos de su tierno cachorro ruidoso.


Está ávido de más de esos besos, no obstante necesitan respirar. Su nariz sigue el camino de su tersa piel a lo largo de la yugular, sintiendo el acelerado pulso de Baek contra sus labios y el dulce aroma del coco que cubre su cuerpo.


—Yeollie no me contéstate—Baekhyun lo mira con nublados ojos dilatados y las mejillas arreboladas como duraznos maduros. No sabe cómo es que su autocontrol lo ha mantenido alejado de este pequeño tentador por tantos años, porque ahora no puede –ni quiere– sacarle las manos de encima.


—Baek—arrastra las palabras a modo de regaño. Sabe que supusieron todo, ya que ninguno de los dos contesto a la pregunta del otro, de cualquier modo no es como que el chico al que acaba de comerse a besos lo rechace realmente.


—Es de mala educación ignorar a tu hyung—su expresión de fingida inocencia le hizo tragar en seco y un bajo instinto de dejarse castigar por ser malo con su superior le recorrió el cuerpo como si fuera electricidad.


—Claro que quiero—susurro con la voz baja como si no quisiera ser escuchado, ni notado; como ratoncito. El cuerpo de mayor lo toma como una entrega de las riendas de la situación y con algunos movimientos deja a su gigante novio bajo él.


—Me alegra—mima su mejilla con menudos besos picos y los mechones de su cabello se tejen entre los largos dedos manicurados del mayor—Creo que no veremos la película ¿cierto?—se cohíben un segundo bajo la verdosa mirada que Jake Sully les envía desde la pantalla.


—Yo creo que no—es una pena por dejar que la comida se enfrié, por el contrario la suave presión de ese cuerpo tibio sobre él es fascinante—Evene, oeng seyri—hablo en el na'vi más fluido que su mente ocupada en procesar todo lo que está pasando encontró.


Cuando los delgados labios de Beak son recorridos con minuciosidad por la punta de su húmeda lengua, preparándose para no solo un beso, sino para El beso; sabe que el mayor le entendió. Salpicadas marcas de besos mojados tapizan sus mejillas, sin embargo, ninguno llega a sus labios.


—Feliz navidad, Channie—sus palabras se deslizan sobre su piel, dejando un suave cosquilleo en torno a sus labios. La mejor navidad.


~O~


Yergue la espalda contra el respaldo en lo que se supone es un sofá ergonómico. Sus puños se rosan contra sus ojos buscando despertarse o volverse a dormir. Odia su desproporcionada altura que hace que sus pies cuelguen del colchón y se enfríen con facilidad.


Un típico caso de pies fríos es lo que ahora lo tiene despierto a las tantas de la madrugada. Fue inútil intentar hacerse un ovillo entre las mantas, contar ovejas o jugar con el cabello del pequeño castaño dormido junto a él. Se rinde de esta causa perdida, arropa a su pequeño novio y abandona la cama.


Levanta su olvidada playera del suelo y cubre su desnudo torso, la fresca tela le rosa la piel, le erecta los pezones y le escose en los arañazos que tiene en la espalda. Supervivencia básica, Channie, le había dicho, y con la simple excusa de contacto cuerpo a cuerpo para elevar rápidamente la temperatura, Baek lo desnudo en segundos.


Bueno, lo único que puede hacer aparte de ver los acartonados infomerciales en la televisión y disfrutar de la escarcha que se pega a la ventana mientras termina el proyecto para el recital de fin de año. No siente los pies y sus manos entumidas arruinan las partituras con sus chuecos rayones, pero con eso ya tiene el ultimo ensamble de la melodía.


Desde que está aquí, ya esta es la segunda vez que vuelve a empezar los promocionales sobre ese proyector de luces navideñas, podría ser una tontería, por otro lado parece muy útil... Una delgada línea trazada por uñas perfectamente limadas le erizan cada poro de la piel con un solo toque. Tan suave, tan frio.


Esas mismas manos blancas y frías como el alabastro, con ese toque casi fantasmal siguen por el sobresaliente arco de la oreja del compositor, el cual se estremece y siente como si tuviera los nervios en carne viva, todo es tan intenso. Se ahoga con su propia respiración y sus oídos se tapan como estuviera debajo del agua. Una mordida pinta en rojo seis adorables placas dentales en su oreja y un largo escalofrió se pasea por cada poro excitado de su piel.


—Channie, ¿Por qué te levantaste tan temprano?—la voz ronca de su cachorrito recién levantado le acaricia la piel, baja a lo largo de su cuello y se aposta en su amplio pecho, tan suave y cálido que bien podría cubrirse mejor con sus palabras que con las tres capas de suéteres de lana que cada año su mamá trata de tejer.


—Me despertó un golpe de inspiración—aun de espaldas puede sentir a Baek darle la acusadora mirada de "dime la verdad, de cuando acá la inspiración te golpea a las tres de la mañana"—Ya—admite derrotado—El frio me despertó, y como no he terminado la canción para la presentación de fin de año, pensaba aprovechar esta oportunidad.


Siren reposa pobremente en el sillón, su cuaderno de partituras se pierde en la oscuridad de la sala, apenas iluminado bajo los flashes parpadeantes que vienen del ignorado televisor. La oscuridad se rompe con la brillante luz y estas proyectan largas sombras de sus dedos sobre la moqueta.


—Bebe, pasan de la media noche...—entiende a lo que se refiere, aun con eso Baek interrumpe su línea de pensamiento, delineando la lampiña barbilla del más alto, usando las yemas de sus dedos para hacerlo encontrarse de frente con los adictivos labios de su pequeño novio y con un hombro desnudo que no se esperaba, teniendo en cuenta lo helada que esta la sala.


—Feliz navidad...—a medio camino de darle la cara al respaldo del sofá en donde está apoyado su novio, este cierra las manos sobre sus hombros con tanta fuerza que parecen prensas y detiene todo movimiento. Siente a ese delgado cuerpo moverse en la oscuridad, cauto como una onda de aire fresco a su alrededor, y dar esa media vuelta que falta para encáralo.


Las pequeñas luces doradas que cuelga del librero al fondo de la habitación refulgen contra la piel semidesnuda, cubierta tan solo por una larga tira de satín de un brillante carmesí, que envuelve su cuerpo celosamente como una segunda piel.


—Feliz aniversario también, Yeollie—el mayor envuelto para regalo escala por la aturdida humanidad de Chanyeol y se sienta sobre sus caderas. Le toma unos segundos volver en sí; y para cuando eso sucede, sus manos ya están tomando con gula el descubierto trasero de su Baek.


Chanyeol ya lo considera como un grandioso día, y eso que apenas está comenzando. 


...


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