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The first meal of the day por Chica_Hatake

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Notas del fanfic:

Este fanfic tambien fue publicado en la cuenta ValeriaTej de Wattpad.

Notas del capitulo:

Disclaimer: los personajes, imágenes; así como la música y letras usados en esta historia no son de mi propiedad intelectual, pertenecen a sus creadores originales. En el caso de las personas mencionadas en este escrito no me pertenecen. Se hace uso sus nombres sin su consentimiento oficial.
Solo hago uso de ellos para el desarrollo de esta historia -la cual es de mi autoría- para entretenimiento, sin fines de lucro y no pretendo ofenderlas.

Do Kyungsoo & Kim Jongin


~Can't See The End~


 


Pasan tres largos segundos antes de que las alarmas de su instinto se activen, haciendo sonar unas estridentes sirenas y segadoras luces rojas le prevengan sobre algo que no está bien o por lo menos, que esta madrugada no es igual a las otras.


Para empezar, a su lado no yace el laxo cuerpo de su novio, solo hay un barullo de sabanas y almohadas. No hay nada más, ni siquiera está el suave arrebujó de pelos color chocolate que suele acompañarlo al dormir.


A tientas se calzas las pantuflas y manoteando en la oscuridad, logra dar con el interruptor de la luz. No hace por revisar el baño, la puerta está cerrada y de ella no escapa ni un susurro. Jongin no está ahí y da gracias que las náuseas ya no frecuenten el cuerpo de su osito en plena madrugada. A estas alturas del embarazo su bebe ya no lo está adoleciendo de esa manera.


Sale de la habitación y el calor antes encerrado lo acompaña fuera de ella. Este no hace más que esfumarse y pobremente se irradia por las holgadas paredes del pasillo. Una voz en su cabeza le repite la frase algo anda mal.


Todo se siente diferente y a vez tan familiar. No es como la vez que por creer que un ladrón había invadido su casa, blandió el tubo de un cortinero y casi golpea a Jongin cuando este se coló a su departamento a la mitad de la madrugada. Loco, sí; pero no puede negar lo estúpidamente enamorado que se sintió en ese momento. Jongin entro esa madrugada y no hubo necesidad de robar su corazón. Kyungsoo estuvo dispuesto a entregárselo.


Tampoco es como esa primera noche de insomnio provocada por las náuseas del embarazo. No, claro que no. Después de prácticamente dejar su estómago en ese baño, costo casi una hora hacer que Jongin dejara de llorar. No dejaba de repetir que era un malagradecido y que había literalmente tirado al caño la hermosa cena que Kyungsoo-hyung preparo para ambos.


El mayor se deshizo en palabras dulces, en tiernos cuidados y en cientos de mimos. Trato a su pequeño como una delicada obra de arte y lo cuido hasta que se tranquilizó y cayo rendido por el sueño. Si bien su Innie era un ser alegre, con atisbos transparentes en su personalidad y sensible, Soo nunca lo había visto de esa manera.


Hoy no era como ese día. Porque si así lo fuera, habría más luces prendías o escucharía las arcadas por detrás de la puerta. De igual modo no era como las típicas madrugadas donde el hambre aventajada al sueño y tenía a Jongin rebuscando entre los estante algo con que calmar su hambre.


No se escuchaba el tintineo de las ollas de la cocina al ser golpeadas con chucharas, el golpe de la madera de las vitrinas al ser abiertas, o las voces extrañas provenientes de la sala. Prendía la televisión para acompañarse, porque a su osito no le gusta comer solo ni en silencio. Por el contrario, la cocina estaba vacía e intacta, de la misma manera que fue dejada por la pareja antes de ir a dormir.


—¿Nini? ¿Bebe?—su voz choca de forma sorda contra el embaldosado de la cocina.


Tal vez está dormido y por eso no lo escucho. Se dirige a buscar en la sala. Esta se encuentra vacía, la televisión apagada y en el sofá no hay nada. Ni una colcha, ni un cojín, ni Monggu, su inseparable cachorro de peluche; ni una arruga se marca en la tela. No hay nada de eso, solo está rodeado del avasallante silencio roto por el golpe sordo de sus pies contra la madera.


Vuelve sobre sus pasos, por el único pasillo que conforma a su departamento. Pasa de la puerta abierta de su habitación y en cambio su mirada se fija de la puerta frente a esta.


El terso pomo blanco sobre el cual se cierra su palma gira limpiamente una vez antes de darle pasó a la habitación. No prende la luz, deja a sus ojos acostumbrarse a la oscuridad. Aún le sorprende la manera en que la noche convierte el satinado color capuchino de las paredes en osco chocolate negro. En el centro de la habitación la cuna a medio armar proyecta tenebrosas sombras a lo largo del piso apenas iluminado.


A pesar de lo tenebroso que luce, admite no sentirse ni la mitad de sorprendido que lo estuvo cuando Jongin le dijo que iba a ser padre hace casi cinco meses. Menos aún que el miedo de ser mal padre, no, ese le ataca cada tantos días y ese día no es hoy.


Por accidente patea unos de los barrotes que se deslizaron hasta la puerta y este se golpe contra el único otro mueble en la habitación. El rechinar que surge del largo balanceo de la mecedora le encrespa los bellos de la nuca. Su adonis de piel morena no está durmiendo en la mecedora como acostumbra. No está ahí y en ningún lugar de la casa.


Un remolino se abre paso en su estómago. Las opciones se están acabando con su paciencia. Corre de vuelta a la brillante habitación frente a él y con los ojos velados en desesperación encuentra su celular. Ignorando la seguridad, de un tirón desconecta su celular del cargador. Intenta, en serio trata, pero no puede evitar embelesarse de la resplandeciente imagen que lo saluda desde su fondo de pantalla.


Ni siquiera es consiente del momento cuando empezó a avanzar en esa dirección. Transportándose a esa tranquila mañana hace dos meses, muy posiblemente deseando el sosiego que ahora le hace falta. Recuerda que se despertaron temprano para ir a al chequeo medio. Si tenían suerte ese día sabrían el sexo de su esperado bebe.


Desde la pantalla de su celular Jongin lo saluda con mejillas sonrosadas, ese sensual par de labios que adora besar convertidos en una sonrisa que le llega a los ojos y los transforma en delgadas medias lunas.


Su novio tomo esa foto cuando aún seguían en el consultorio del doctor Jo. Pasaron diez minutos de la consulta esperando que su bebe cambiara de posición y poder confirmar el sexo del futuro miembro de la familia Do-Kim. Con lo inquieto que es su pequeño creyeron sería rápido. Sin embargo, después de pasados otros diez minutos y nada, el doctor le dio las indicaciones finales, les entrego la impresión de la ecografía de ese día y los despidió hasta la cita del mes siguiente. Ese día decidieron que seria sorpresa el sexo de su bebe.


En ese momento, su Nini aprovecho que el doctor se volvió hacia su escritorio buscando unos pañuelos para poder limpiarse el viscoso gel del vientre y se tomó esa foto. Sonriendo radiantemente a la cámara, mostrando una fila de blancas perlas, y dibujando la mitad de un corazón sobre su abultado vientre usando su mano que tenía libre. La volátil nostalgia se abre paso por su pecho, haciéndolo sentir perdido y solo. Nini y su bebe no están, y la casa se convirtió en un encierro a su alrededor.


Un largo soplo de aire fuera de la habitación lo regresa al presente. Sirviéndose de torpes tecleos logra dar con sus números frecuentes y marca el primero de la no tan larga lista. Los invariables pitidos del celular le dan una pizca de esperanza, la cual se ve lapidada cuando escucha los primeros acordes de lo que parece ser Billie Jean, el enojo está a punto de hacerlo aventar el celular tan lejos como la pared le permita. Jongin pudo llevarse a Monggu con él -a donde sea que haya ido-, pero no su celular.


Esto, seguido de la voz de Michael Jackson en el fondo, era el paso que le haría rebasar la frontera hacia la neurosis. De un manotazo coge el teléfono abandonado. El ver su propia expresión alegre desde la foto en la pantalla de bloqueo del celular de Jongin, le parece casi una burla. A estas alturas del partido su genio no soportara un contratiempo más, ingresa lo más rápido que puede la contraseña, se dirige a la agenda y busca el contacto de nombre Tae-Minnie.


—Hola, soy Taemin...


—Taemin, soy Kyungsoo; lamento...


—...Y en este momento no me encuentro disponible, pero si es urgente deja un mensaje.


—Arg...—lo que le faltaba. La única ve que necesitaba algo del mejor amigo de su novio y esto es lo que se gana.


Respira lento o lo más lento que sus pulmones le permiten hacerlo. Siente un cúmulo de ansiedad cubriéndole el cuerpo encerrándose en su garganta. Está listo para llamar a Chanyeol cuando escucha el sonido de cuatro teclazos en la cerradura electrónica de la puerta. Solo él y Jongin la tienen.


Kyungsoo se halla inmóvil a la mitad de la sala; atento, expectante. Un clic después y su novio surge del blanco marco de la puerta. Abrigado hasta los dientes, sosteniendo férreamente a Monggu en un brazo y colgando del interior de su otro brazo, dos bolsas de una tienda de conveniencia.


Kyungsoo no se mueve, se abstrae en cada movimiento del chico. Lo ve dejar las llaves del auto en el bowl sobre la mesita junto a la entrada. El joven se ajusta la esponjosa bufanda aun cuando ya está dentro de la casa, debe de estar calado de frío. Con su traviesa lengua baña de una fina capa de saliva sus resecos labios. No recuerda cuantas veces le ha dicho que eso lo empeora antes que ayudar. Sin embargo, si recuerda cada una de las veces que él le ha ayudado a humectar ese jugoso par de labios.


Un estremecimiento tensa los hombres del chico embarazado y le llena las mejillas no solo de color sino también mucho calor. Kyungsoo lo nota y cree que es por el frío. Jongin puede sentirlo y además escucharlo, y esta consiente que es por su estómago.


Un largo suspiro de alivio logra hacer que sus miradas se encuentres.


—Cielos, Kyungie—se sostiene el vientre con las palmas abiertas como si tratara de abarcar la mayor parte de él, protegiéndolo—Soosie me asustaste... Soo ¿Qué pasa? ¿Está todo bien?—pregunta preocupado cuando su estático novio no da señales de contestar.


Se acerca cauteloso, de la misma forma que lo haría si avanzara hacia un cervatillo acribillado por los faros de un auto. Sus manos aún están frías; por otra parte, no se contiene de acariciarle el cabello hasta la raíz y buscar algo que delate problemas en su cara. Por el contrario, Kyungsoo se encuentra igual de palabrero cual pintura, ni siquiera se estremeció cuando lo toco.


—¿Qué pasa? No sé, ¿tú dímelo? Desperté, no estabas. Me aterre—confiesa honesto. Sin filtro, sin guardarse nada. No sabe si esta exagerando o si ese debe ser el actuar esperado para cuando tu novio embarazado sale solo en medio de la madrugada a buscar comida.


Lo abraza contra él. Su terror lo llevaría a apretarlo al punto del dolor, en cambio, la suave hinchazón en donde reposa su bebe le recuerda que debe ser cuidadoso. Lo pega a su cuerpo lo mejor que le permite su vientre abultado y siente contra su propio estomago el peso de su bebe.


—Lo siento, creí volver antes de que notaras que no estaba. Tenía hambre y yo esperaba no molestarte. Fui al...


—¿Molestarme?—lo interrumpe—Amor, tú nunca me molestarías—Kyungsoo mira a Jongin con los rasgos desencajados, ojos amplios y ceño fruncido.


—Llegaste muy cansado del trabajo, pretendía no...


—Nini, escúchame—acuna ese tierno rostro entre sus manos—cansado, pero nunca cansado de ti. La próxima vez despiértame. Por ti, iría a donde sea nacesario...


—Lo siento—la dulce confesión de Kyungsoo baja por su pecho como miel derretida y lo hace sentir todavía más culpable de lo que ya se siente


—Ya no te disculpe. Solo promete no hacerlo otra vez—se retiene de comérselo a besos solo para mantener su fachada seria.


Sella ese contrato no escrito con un apenas ligero toque de labios. El agarre que mantiene en las caderas de Jongin se suelta a causa de la resbaladiza tela impermeable del grueso rompevientos que viste. El corazón le late desbocado en el pecho y con cada latido su respiración se hace pasada e irregular. Aun cuando su pequeña familia descansa en sus brazos no puede sentirse completamente tranquilo. El miedo que sintió la última media hora no se va.


Con manos temblorosas abre de un tirón el cierre metálico del abrigo de más joven y bajo el, encuentra dos piezas más de ropa. Ambas son apartadas y el no haya más que hacer que hincarse frente al amplio vientre y meter la cabeza dentro de esas abundantes capas de ropa.


—Kyungsoo—grita atónito—sal-al de a-ahí—tartamudea al sentir el salido aliento chocar contra el frescor de su piel.


—Promete que no lo harás de nuevo—con delicadeza y mucho cuidado, delinea el botado ombligo con la yema de los dedos.


—Ya lo hice—se estremece. Instintivamente se lleva las manos al vientre y ese movimiento no hace más que aplastar la mejilla de Kyungsoo contra su estómago.


—Lo sé, ahora le toca al bebe prometerlo.


Lo ataca la piel con sonoros besos. La punta de su nariz delinea el resorte de esa braga de cintura alta y se enternece del delicado moño que la adorna en el centro. Besa delicadamente las rojizas líneas que marca la ropa apretada y las tirantes estrías que están por terminar de marcarse.


Se recrea en el tierno olor que desprende la piel de su novio y se convence de contener las lágrimas. Ambos están con él, están seguros y calientitos; por más que sabe que no hay razones para llorar, eso no evita que el orgullo y la felicidad quieran fugarse de su cuerpo en forma de lágrimas.


Sella varias sonrisas de corazón a lo largo de la voluptuosa cintura. De primera mano Kyungsoo presencio como el paso de los días borraban las definidas marcas del torso de su novio, como la firme piel se hacía suave y se marcaba con un conjunto de líneas muy distintas a las que dejaba tras su paso el ejercicio. Meses de rigurosos regímenes de ejercicio se fueron en cuestión de semanas.


A su pequeño no le importo ni un comino perder ese cuerpo que le costó ganar para dejar y cambiar totalmente la rutina a la que su vida ya se había hecho. Porque a costa de eso, ambos ganarían mucho más.


Kyungsoo no sabe cuándo es que lo ama más; cuando lo ve abstraído en la imagen que proyecta su vientre en el espejo del baño, cuando lo escucha tener largas charlas con él bebe o cuando este lo convence para que le cante a ambos antes de dormir. Kyungsoo adora todos esos momentos y ama con todo lo que tiene a Jongin y al bebe.


—Lo promete, lo promete—replica agitado. Buscando la manera de sacar a Kyungsoo de donde parece haberse escondido y fallando cuando este se empecina y se hace de su cintura con fuerza.


Un grave gruñido proveniente de la barriga del más joven por fin lo hace salir. Sus manos no se alejan, al contrario se afianzan de ese firme par de muslos de bailarín y levanta la cara para ver directamente a la cara a Jongin.


—Do Jongin—un largo escalofrió le recorre la espalda. Kyungsoo solo lo llama así en privado, cuando están solos con las puertas cerradas y cuando se encuentra en problemas. No está seguro cuál de las dos condiciones se aplica en este caso—Un día de estos; tú y este bebe, me terminaran de volver loco.


—Hyung...—exclama temeroso y un puchero casi imperceptible baña su voz.


—Vamos, tengo que alimentar a mis dos bebes.


 


La mañana los encuentra a la luz del noticiero matutino, acurrucado en el blando sofá central de la sala, Kyungsoo ciñendo contra su pecho a sus dos pequeños Kim. Con los cuerpos ávidos de calor, los estómagos llenos y los corazones saciados; se rindieron ante el sueño. El sofá no es cómodo a largo plazo para dos cuerpos y menos unos que está embarazado, no es lo suficientemente cálido para calentarlos a ambos, pero para esta pequeña familia es un lecho casi perfecto.


...


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