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Entre raíles por Tenten91

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Notas del capitulo:

Un relato cortito pero intenso. 

-Te veo mañana-le dijo antes de levantarse colgándose la mochila al hombro. Se aproximó a la puerta y esperó que esta se abriera ante la atenta mirada de la rubia, cuya expresión era la imagen de una separación que no deseaba que sucediera. Era inevitable… ¿O no?

Erin ya tenía los dos pies fuera del vagón del metro cuando ella la llamó haciendo que se girase para encontrársela de frente. Se había precipitado del asiento por la premura del momento. El tiempo es escaso, a veces solo dura un suspiro, otras…una eternidad.

Con la determinación en la mirada cogió con delicadeza el rostro de la joven y la besó. Fue uno de esos besos que marcan para siempre. De esos en los que no hay vuelta atrás. O todo o nada. Emma lo sabía, pero necesitaba hacerlo, como quién da una bocanada de aire antes de sumergirse. Necesitaba esa respiración, ese aliento de vida.

Para Erin, todo pasó muy deprisa. Fue sentir el roce de sus labios y un escalofrío recorrió su cuerpo. Su pulso se aceleró haciendo que su corazón latiera tan fuerte que podía resonar en toda la estación. Se dejó besar. Su cuerpo reaccionó solo. Cerró los ojos en el mismo y se permitió entregarse a ese instante.

La escena causó un amplio abanico de expresiones en el vagón, desde la sorpresa al horror absoluto, incluso estas fueron acompañadas de algún silbido y tímido aplauso. Pero lo que sucediera a su alrededor no iba con ellas. No en ese instante.

Sin embargo, Emma era consciente de que aquel momento no podía durar más. Para ella sentir los labios de Erin era un sueño. Lo había deseado desde el primer instante en el que la vio entrar por la misma puerta en la que ahora estaban.

Emma pensaba que nunca había besado unos labios tan suaves, tan dulces y que haría lo que fuera por volver a besarlos cada día de su vida.

A pesar de todo, aquel instante debía terminar…y su fin fue marcado por el pitido de aviso del cierre de puertas. Emma se separó muy a su pesar. Las puertas se cerraron entre ambas. Erin quiso avanzar y decir algo, pero era tarde. Se fijó en que Emma la miraba fijamente con una sonrisa divertida a través del cristal volviéndola consciente de lo sucedido y provocando que un fuerte rubor cubriera sus mejillas.

El metro comenzó a moverse sin dar tiempo a más. La rubia se alejaba de la primera mujer a la que había besado, mientras la morena se llevaba dos dedos a los labios y cerraba los ojos reviviendo la escena.

Pasaron varios minutos hasta que Erin fue capaz de moverse del andén y dirigirse a las escaleras mecánicas. Ni supo cómo llegó a casa. Pues cuando quiso darse cuenta estaba en su habitación tumbada en la cama mirando al techo sin mirar.

Las personas somos seres a los que muchas veces, más de las que deseáramos, sucumbimos a la negatividad cuando nos pasa algo muy bueno, como si pudiéramos predecir que lo siguiente será algo negativo y somos nosotros mismos quienes destruimos lo bueno del momento vivido.

Y eso le pasó a la morena. Fue caer la noche y sumergirse en la negatividad, y con ella un pensamiento la sobrevino. Pensó en Emma, en cómo era. De esas personas que saben que gustan a los demás por su aspecto físico y lo usan a su favor. Te seducen casi sin que seas consciente. Todo te atrae…su mirada, su cuerpo, su voz, su sonrisa…era imposible no fijarse en la rubia. Ella misma lo había comprobado en sus numerosos viajes, viendo como no pasaba nada desapercibida en el vagón y recibía más de una mirada poco inocente.

Sin embargo, ella era todo lo contrario. No tenía ese poder sobre la gente. Pasaba muy desapercibida, a veces demasiado, aunque no le gustara ser el centro de atención. Por todo esto, empezó a dudar de las intenciones de la rubia. Y estas fueron la compañía de esa noche para Erin. Casi no pegó ojo y como suele pasar, cuando parecía que los brazos de Morfeo la recibían cual canto de sirena, sonó el despertador. Un gruñido salió de los labios de la morena, que deslizando una mano por entre las sábanas atinó, tras varios intentos, callar ese ruido infernal.

Con mucho esfuerzo se levantó de la cama, cogió algo de ropa y fue a cambiarse. Su cara de zombi solo tendría arreglo en forma de taza llena de café con leche, aunque bien cargado si quería al menos llegar al mediodía para poder enfrentarse a la rubia y acallar las voces que la susurraban que había jugado con ella.

Tras salir de clase hizo el mismo recorrido de siempre. Cogió el metro en la misma estación, se sentó en el vagón de siempre y se bajó en la misma parada. Pero nada. Emma no aparecía. Se dejó caer en un banco y esperó. Pasó una hora que le pareció eterna, viendo trenes pasar y personas que bajaban y subían de los mismos. No podía estar más sentada. Empezó a pasearse por el andén como un león enjaulado. Una de las veces que se dio la vuelta porque se le acababa el andén, creyó disipar algo. Alguien con una cabellera rubia parecía que la miraba desde el otro extremo. Se mantuvieron unos instantes así hasta que, como movidas por un resorte, las dos comenzaron a acercarse.

-Hola Erin-habla primero la rubia con una gran sonrisa que desaparece al ver el rostro de la morena más de cerca. Tenía los ojos enrojecidos, estaba a punto de llorar- ¿Qué te pasa cielo?

- ¡Es culpa tuya! -contesta alzando un poco la voz-porque esto no es un juego para mí. Lo de ayer fue especial, mucho…y no venías…y es tarde-dice hablando muy deprisa hasta que se le rompe la voz

-Erin tranquila…-se acerca e intenta limpiar una lágrima que ha logrado escapar deslizándose por su mejilla. Pero la morena retrocede mirándola dolida- ¿Por qué no vamos a un lugar más tranquilo y hablamos? -dice con voz calmada y una nueva sonrisa algo más pequeña que la anterior.

-Va…vale-asiente la morena que respira hondo antes de seguirla escaleras arriba hacia el exterior. Este las recibió bañándolas con un sol y una brisita que no esperaban y más en esa época del año. Caminaron hasta un parque cercano y se sentaron en el césped a sugerencia de Emma.

 -Bueno…explícame por qué estas así

La morena le relata sus pensamientos y la noche que había pasado. Tras escucharla, la rubia se acerca más y coge una de sus manos.

-Erin dime una cosa, ¿Qué día era ayer? -pregunta con un tono suave

 -Eh…28 de octubre ¿Por qué? -pregunta son entender

-Porque había que atrasar los relojes-dice divertida ante su gran despiste.

La morena tarda un poco en darse cuenta de lo que significaba.

-Entonces…-se lleva ambas manos a la cara-madre mía que me he saltado hasta una clase-añade ante la risa de su compañera

-Exacto-sonríe hasta que su expresión se vuelve muy seria de pronto-Erin…lo que pasó ayer no era un juego…llevo deseando besarte desde que te vi entrar por la puerta la primera vez

-Emma…-se sonroja- ¿Qui…quieres decir que te gusto?

La rubia la mira intensamente antes de juntar sus frentes y acariciar con delicadeza su mejilla. Cierra los ojos y coge aire-te quiero… -susurra haciendo derretirse a la morena que no duda en romper el espacio entre ellas para juntar sus labios y sellar todo en un beso.

No es fácil lograr momentos felices. Cada uno tenemos nuestro propio criterio para otorgarles ese valor. Pero cuando llegan, debemos disfrutar de ellos y no empañarlos con las dudas y los miedos que en muchas ocasiones solo crea nuestra mente. Si tienes ese momento vívelo, disfrútalo, porque la vida no es fácil, los momentos adversos llegan, pero al final, lo que nos gustará recordar serán aquellos que nos llenaron, que nos hicieron sonreír tanto que nos dolía la cara, los que nos dieron energías renovadas para continuar…

Asique no dudes…simplemente disfruta.

Notas finales:

Muchas gracias aquellos que lo leáis, nos vemos en el siguiente relato.

Un saludo ^^


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