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Infierno por jotaceh

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Notas del fanfic:

Hola a todos!!

 

Espero que les guste esta nueva historia, porque es algo nuevo que quiero hacer. He escrito otras historias de suspenso, sin embargo, esta vez quiero que sea más de terror, dar un poco de miedo si es que puedo lograrlo jajajaj aunque sé que será difícil.

 

Espero puedan apoyarme en esta nueva aventura :D

 

Muchas gracias y a leer!!!

Capítulo 1: Mi vida es un infierno

 

No existe un final feliz para una historia que desde sus inicios fue una pesadilla. No esperes la dicha eterna, porque nada cumple con tal cualidad y aunque intenten hacerte creer en su existencia, no es más que una dulce mentira contada a los débiles. Si estás preparado para luchar, también reconoce que la muerte está buscando por ti y que por más bondad que haya en tu corazón, todos terminamos de la misma manera. No luches contra lo inevitable y solo déjate llevar por la agradable presencia de la muerte.

 

No me acuerdo muy bien la última vez que fui realmente feliz, supongo que fue cuando era muy pequeño y todavía no entendía que la vida es una mierda, o por lo menos la que a mí me ha tocado. Cualquiera podría decirme que me quejo sin razón, que por venir de una familia rica no debería tener tristezas, pero se equivocan, el dinero nunca ha hecho la felicidad, al contrario, solo convierte a la gente en monstruos.

 

Me llamo Lucas Grimaldi, y pertenezco a una de las familias fundadoras de este país. Mi casa incluso parece un museo, y es que dos de mis antepasados fueron presidentes. Esa bóveda de piedra es en realidad un mausoleo, muy alejado a un hogar cálido y reconfortante, más que mal, he vivido las peores experiencias de mi vida allí. Apenas tengo quince años, y ya no espero nada.

 

Es difícil despertar cada día sabiendo que nada ha de cambiar, que todo seguirá allí torturándome como si ya no tuviera suficiente, como si fuera normal que todos se ensañen conmigo solamente. ¿Acaso no hay otro desgraciado a quien atacar?

 

Debo respirar profundo antes de levantarme de la cama, el tiempo en el baño es un tedio y es que por más que me lave, no puedo sacar de mi piel el hedor, la pestilencia que llevo conmigo siempre. Mi cuerpo se pudre poco a poco y lo percibo, a veces si me concentro, puedo sentir cómo las lombrices carcomen mi carne y me despedazan lentamente. Estoy de pie por suerte, porque si fuera por mí… ya me hubiera rendido hace mucho.

 

¿Cómo hay gente que puede mirarse al espejo? Me es insoportable mirar en lo que me he convertido, en aquel ser insípido, carente de toda gracia y atractivo. Mi cuerpo huesudo, mi piel pálida de tonalidad amarillenta, mi incapacidad de levantar la mirada, la inclinación de mi espalda y el mal olor que siempre despido, todo eso aparece en frente, restregándome lo patético que soy.

 

Sin embargo, al salir de mi habitación me encuentro con aquella pequeña luz que me reconforta todos los días. Veo al muchacho que con su sonrisa logra borrar de mi cabeza todos esos pensamientos negativos y me hace creer que todo puede mejorar, que tal vez la vida no es tan miserable y que al tenerle a mi lado puedo llegar a ser feliz.

 

Él se llama Felipe, y es el hijo de mi madrastra, la mujer estirada con la que se casó mi padre después del fallecimiento de mi mamá. Apareció cuando más lo necesitaba, cuando la tristeza me abrumaba y ya nada parecía mejorar.

 

-Ahora vamos a ser hermanos… te voy a cuidar como a mi hermanito pequeño…- me dijo en ese momento, sonriendo ampliamente.

 

Todos los días me muestra esa misma felicidad, con su rostro pecoso, ese cabello negro que no se deja dominar, esa altura que se ha ido gestando con los años y es que de a poco se está convirtiendo en un hombre, en un atractivo joven.

 

-¿Nos vamos al colegio?- me pregunta después de tomar desayuno.

 

Hago una señal de afirmación, aunque eso signifique que tenga que soportar a la desagradable de su novia. La siempre guapa Valentina, la más bella de la escuela, la ricitos de oro, la chica perfecta que siempre hace todo bien y a quien todos adoran. Por favor, si supieran cómo es en realidad.

 

Nuestro chofer pasa todas las mañanas frente a la mansión de los Ferrada esperando a la princesa, ésa que besa sin descaro a mi hermoso Felipe y que luego me saluda fingiendo amabilidad, cuando en realidad preferiría que yo estuviera en un basurero, llorando de desesperación.

 

-Hoy te veré después de la práctica de gimnasia…- le dice Valentina a su novio con esa voz chillona que tanto detesto.

 

Para mi mala suerte, ambos somos compañeros de clases y como mi hermanastro es un año mayor, debemos separarnos en el patio del colegio para dirigirnos a nuestras aulas. Ése es el momento que aprovecha esta desgraciada para descargar todo su odio conmigo.

 

-Todo sería mejor si no existieras, basura…- me dice al ver que Felipe está lejos.

 

Tras ello, me jala hasta lo más apartado del establecimiento, para lanzarme contra el suelo y patearme como suele hacer, sin tocar mi rostro porque podría llamar la atención. Me gustaría irme de ese lugar, tan solo que es solo el inicio de su tortura. Luego prende un cigarro, cuyo humo me lanza en el rostro muchas veces, antes de apagarlo en mi brazo, quemándome una vez más.

 

-Eres tan patético, no puedes defenderte siquiera…- se burla antes de propinarme el último golpe y marcharse.

 

¿Cómo podría hacerlo? Si ni siquiera puedo encontrar una razón para explicar por qué no merezco lo que me hace. ¿Qué más da que me haga daño? Si me lo merezco por ser tan patético, por ser una basura inservible que tuvo que morirse al lado de su madre y no seguir ocupando espacio en este mundo. Cada bocanada de aire que respiro, es un desperdicio.

 

Llego al baño para limpiarme y que nadie se dé cuenta, no quiero que mi padre haga un espectáculo si es que se entera que a su único heredero legítimo le amedrentan, mucho menos una mujer, género que detesta de tal manera que nunca ha podido ver a ninguna como igual, ni siquiera a mi difunta madre.

 

-Si me dijeras quién te lastima, le haría pagar por todo el daño que te hace… ¿quién puede hacer sufrir a alguien tan hermoso como tú? Dime su nombre y te prometo destruirlo con mis propias manos- escucho a mi espalda la voz grave de uno de mis compañeros.

 

Esteban Santamaría no es el típico niño rico, él es trigueño, de modales bruscos y voz fuerte, alguien rudo en un mundo refinado y de apariencias formales, donde el apellido es importante y la cuenta corriente tu tarjeta de presentación. Este chico es diferente, es el típico rebelde sin causa, el que trata mal a todos y no respeta las leyes, quien molesta a los débiles, a todos… a todos menos a mí.

 

-Si pudieras ver lo que yo veo… ese ser hermoso, ese rostro precioso hecho por los ángeles… Toda tu vida podría cambiar si me dejaras…-Esteban se acongoja cada vez que me observa destruido, como si realmente me amara.

 

Sus ojos no son puros, porque él no es un ángel, sin embargo, se llenan de ternura al contemplarme. El reflejo que veo en ellos es encantador, una imagen muy distante a la real, porque no, no soy capaz de caer en sus frases rebuscadas ni en su encanto. No soy estúpido como para creerle, esas mentiras no me sirven.

 

Me voy del baño sin tomarle atención, como suelo hacer siempre, y como se ha vuelto costumbre, él seguirá buscándome, no se rinde ante nada, es tan obstinado como mi padre.

 

El resto del día es normal, las clases son aburridas y los recesos tediosos, paso la mayoría del día solo, leyendo algún libro o contemplando la oscuridad en la cual todos están inmersos y que aunque busquen encontrar la luz prometida, son incapaces de guardarla.

 

Sin embargo, algo cambió este día en mi familia, algo se destruyó de tal manera que hizo remecer los cimientos de todo un clan, porque después de esta noche, nada volverá a ser lo mismo para los Grimaldi. El término de la calma fue tan abrupto, que no le permitió a nadie entender que el mismísimo infierno se estaba gestando entre nosotros. O eso ha de pensar el más incauto, porque quienes vivimos en él desde siempre, la intensidad de las llamas no nos causa mayor estrago.

 

Las fiestas de negocio son comunes en la mansión. Las telas finas caen desde lo más alto de la cúpula de cristal, las rosas perfuman el lugar mejor que cualquier esencia, las alfombras persas recubren el suelo para proteger a aquellas personas tan importantes que transitan por el lugar. La luz es tenue, calmada como una tarde tranquila de invierno. Las velas en los candelabros titilan a lo lejos rememorando las grandezas familiares de antaño, cuando todo se regía por las decisiones de mis antepasados.

 

-Somos los responsables de haber formado esta nación… todos nos deben gratitud. Tú como futuro líder de las empresas Grimaldi, tienes que entender la importancia de nuestro apellido y lo necesario que es seguir con nuestro legado… a como dé lugar…- son las frases que me dirigió don Diego esta noche.

 

Mi padre confía mucho en mi futuro, soy la única carta que tiene en sus manos y por ello, me cuida como si fuera el tesoro más preciado de su colección. Si él decidiera, elegiría tenerme encerrado en mi cuarto por miedo a dañarme. Y tal vez le deberían permitir hacerlo, porque el mundo me clava un puñal día tras día.

 

-Tú debes guiar nuestra compañía con astucia, no como ha hecho tu tío Rubén… Ese imbécil nos ha hecho perder mucho dinero. Es tan inútil que acaba de perder su casa y ahora debemos acogerle con su familia aquí, como si fuéramos un hogar de acogida… Si no tuviera mi misma sangre, dejaría que durmiera en la calle como se merece…- así es como me informó el secreto que todos murmuraban.

 

Su hermano intentó hacer negocios por su cuenta, pero tuvo tan mal resultado que ha perdido toda la herencia que le correspondía y ahora, desesperado, ha debido retornar con su esposa e hijo a la mansión donde creció.

 

El lugar es lo suficientemente amplio como para no importarme, más que mal son solo tres personas nuevas, a los más de quince que trabajan aquí, no me es de importancia. O eso creía, porque tras caminar por los pasillos de la casona, me encontré con una imagen tan desoladora que me destruyó completamente.

 

Los invitados ya estaban en el salón principal, los preparativos estaban listos y todo comenzaría en minutos. Caminé hasta mi habitación para anudarme mejor la corbata, cuando de pronto, escucho voces desde el cuarto de Felipe. Intrigado me dirigí hasta la puerta para ver mejor. Todo lo que ocurre con él me importa, y por eso es que me asomé por el espacio que quedaba en el umbral para observar con quien conversaba mi hermanastro.

 

La luz de la luna acariciaba tenuemente el rostro de mi amado, quien con pasión acariciaba el rostro de otro muchacho, de alguien que conozco perfectamente. Felipe estaba frente a Camilo, el hijo de mi tío Rubén y mi único primo. Me causó curiosidad tanta cercanía, por lo que me quedé contemplándoles más tiempo hasta que aquel suceso me estremeció. Mi amado no solo se quedó con caricias, porque luego llevó sus labios a los de aquel joven que cerrando los ojos se entregó al placer de sentir el sabor de tan maravillosa boca.

 

Mi estómago se revolvió de tal manera que tuve que correr hasta el baño de mi cuarto para vomitar. Lloré descontroladamente en el piso frío de la habitación, recordando cada detalle de aquel ósculo. ¿Por qué él? ¿Por qué estaba besando a otro? Podía soportar su relación con la desgraciada de Valentina, sin embargo, el saber que ahora estaba interesado en Camilo, me dolió de verdad porque él es alguien bueno, porque esta vez había elegido a alguien difícil de odiar.

 

Desde siempre he sabido que lo nuestro está mal, que el hecho de amar a otro hombre es incorrecto, inmoral e incluso un pecado. Mucho más si se trata de tu propio hermano, de un chico que bajo la ley es parte de mi familia aunque no tengamos un lazo sanguíneo verdadero. Estaba resignado a verle en los brazos de alguna mujer, y ahora, me enteraba que estaba enamorado de otro muchacho. Eso era un golpe sumamente doloroso.

 

Golpearon a mi puerta para que saliera, necesitaba acompañar a mi padre en la fiesta. Así, me sequé las lágrimas e intenté disimular la pena enorme que se había gestado en mi pecho. El nudo en mi garganta me acompañó mientras bajaba las escaleras principales de la mansión. Sentía las miradas de los presentes sobre mí, tan solo que no les daba importancia, solo me observaban por lo que represento, no por mí esencia.

 

Recuerdo perfectamente el último escalón que bajé, porque en ese preciso momento todos se sorprendieron por algo que sucedía justo a mi espalda. Todos estaban boquiabiertos, impactados por lo que sucedía e intrigados por su desenlace. Sin entender muy bien, decidí voltearme para ver aquello que tanta controversia generaba y así, me encontré con aquel bulto que descendía por las escaleras y que me seguía como un fantasma. Se trataba de una alfombra roja que se venía desenrollando desde lo alto del segundo piso, y la cual jamás noté.

 

¿Qué estaba sucediendo? ¿De dónde había aparecido? Me pregunté en ese momento, tan solo que cualquier pensamiento desapareció luego de descubrirse la verdad. La alfombra no era lo único que descendía, porque dentro de ella venía lo que realmente querían mostrar, aquel regalo tan especial que nos habían entregado esa noche.

 

A mis pies cayó el cuerpo sin vida de una mujer, el cadáver venía enrollado de tal manera que al tocar suelo se mostrara completo, se vislumbrara la atrocidad que habían cometido con aquel ser humano. Aquella persona no poseía pies, y sus manos estaban trituradas como si se hubieran introducido  en una licuadora. Sus pezones habían sido cortados y su ombligo agrandado de tal manera que ahora cubría por completo su abdomen. Tan solo que eso no era lo peor, porque lo más macabro era su rostro, ese que carecía de ojos y que en sus lugares brotaban gusanos que carcomían la carne fresca de la difunta, los mismos que aparecían en sus labios.

 

El cuerpo tocó mis zapatos, le tuve a mi lado mientras los gritos de los presentes comenzaron a resonar por todos lados y la gente se abalanzó contra la puerta de salida para retirarse de la mansión. Mientras yo no podía dejar de ver el cadáver, estaba paralizado frente a la mujer, frente a aquella que conocía tan bien, porque a quien habían asesinado era parte de nuestra familia. Ese cuerpo pertenecía a Elia, la esposa de mi tío y madre del mismo muchacho que hace algunos minutos atrás había visto besándose con Felipe. Entre todos los presentes había un asesino, un demente que nos perseguiría hasta destruirnos por completo


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