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Dulces Recuerdos por AniBecker

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Notas del capitulo:

Advertencias: 

-One-Shot por la Convocatoria Comenmorativa del grupo de facebook "MuraAka Fans". 

-Los personajes pertenecen a su respectivo autor, yo sólo los utilizo para crearles historias que me gustaría que les ocurriera en el anime. 

-Leve mención de mpreg. 

-Un poquito de drama, pero nada de lo que alarmarse. 

Dulces recuerdos

Dentro de su inconsciencia, podía oír unas voces a lo lejos que, aunque no lograba reconocer, por su tono de voz parecía que estuvieran discutiendo.

Quería abrir los ojos, pero sus párpados los notaba muy pesados, quería poder mover el brazo, pero su cuerpo no quería reaccionar a sus órdenes, quería hablar, pero de su garganta no podían salir las palabras.

Por fin, después de varios intentos fallidos por su cerebro, pudo abrir los ojos. Cuando logró enfocar, se topó con un techo de color blanco, y paredes del mismo color. El olor a antiséptico le hizo comprender que se encontraba en una habitación de hospital.

Con su mirada, buscó a los dueños de aquellas voces que había oído antes, y divisó a dos cabelleras de característicos colores. Quiso hablarles, pero se percató del motivo por el cual, no podía hablar por más que quisiera, y era que se encontraba entubado. Sintió unas náuseas y ganas de vomitar por tener ese tubo en su gasganta.

—La culpa es tuya, si no estuvieras siempre con tu estúpida pastelería, podrías haber cumplido con tu responsabilidad cómo padre e ir a recoger a tus hijos de la escuela —recriminó molesto el hombre de menor estatura.

—¿Cree que no me siento lo suficientemente culpable por todo lo que ha pasado para que ahora me recrimine?

—Nunca me gustaste para mi hijo, por mucho que crezcas siempre serás un infantil e inmaduro, que no sabe hacerse cargo de sus hijos.

—¡Claro que sé hacerme cargo! —se defendió, molesto.

Ambos giraron su cabeza al oír un ligero ruido, viendo cómo por fin, se había despertado el pelirrojo que se encontraba prostrado en la cama.

—¡Aka-chin! Por fin despertaste —gritó feliz el gigante, que se abalanzó sobre él llorando de felicidad.

—Seijuro, hijo, qué felicidad de que despertaras —habló ahora el otro hombre, también acercándose a él—. Llamaré a Midorima para que te quite eso.  

Le dolía la cabeza a horrores, y sentía todo su cuerpo entumecido. Una vez llegó el médico junto a la enfermera, con delicadeza pero a la vez dolor, le retiraron ese tubo que le impedía poder hablar.

—Dime Akashi, cómo te encuentras, ¿qué sientes? —preguntó el peli verde, mientras hacía un rápido reconocimiento al paciente.

—Me… me duele la cabeza… ¿por qué estoy aquí? ¿qué me pasó? —le costó hacer que su voz saliera.

—¿No recuerdas qué te pasó? —el pelirrojo negó, y su amigo, le empezó a recordar.

—Tuviste un accidente de tráfico, un conductor ebrio se saltó un semáforo, y golpeó tu auto. Te diste un fuerte golpe contra el cristal delantero del coche, que te hizo sufrir una conmoción cerebral. Estuviste una semana inconsciente. Dime, ¿puedes ver bien? —él asintió, aún fuera de lugar—. Eso es bueno, la herida fue algo profunda, pero por suerte está curándose favorablemente, no te preocupes, es normal que te sientas algo desorientado, pero todo pasó.

—Verás qué felices se pondrán Atsu y Sei, los pobres estaban muy preocupados por ti todo este tiempo y no paraban de llorar llamándote —continuó hablando el pelimorado.

—¿Quiénes? —preguntó, confuso.

—¿Quiénes van a ser, Aka-chin? Nuestros hijos.

—¿Hijos? —ahora sí que su cabeza empezó a dolerle a horrores. ¿Qué decía ese hombre, que ambos tenían dos hijos en común? Pero ¿cómo? Ambos eran hombres.

—Seijuro, me estás empezando a preocupar.

—Empecemos por el principio. ¿Reconoces a estas dos personas de aquí? —por unos segundos, dirigió su mirada hacia ellos, obligando a su cerebro que indagara en su memoria, sin éxito alguno.

—No… no los recuerdo… —susurró llevándose ambas manos a la cabeza, a la vez que cerraba sus ojos de impotencia.

—Tranquilo, tranquilo, no te esfuerces —lo intentó tranquilizar el de lentes, algo angustiado.

—Midorima, ¿qué le está pasando? ¿Por qué no recuerda nada?

—Tranquilícese, Akashi, todo se debe al golpe del accidente.

—Aka-chin, soy yo, Atsushi, y él es tu papá-chin, ¿por qué no nos recuerdas?

—Murasakibara, déjalo, ahora mismo se encuentra más confuso que tú —se giró hacia su amigo, intentando hacer una sonrisa—, lo mejor es que descanse por un momento, después aclararemos todo, ¿Está bien?

Con un gesto, les indicó a los otros dos hombres que lo acompañasen fuera de la habitación, quería hablar con ellos, y delante de Akashi no era buena idea.

—Recobrará la memoria, ¿verdad? Dime que sí, Midorima.

—Podría ser.

—¿Cómo que podría ser?

—A ver, el golpe que recibió fue fuerte. Puede ser una amnesia pasajera, que con el paso de los días o semanas pueda recobrar la memoria, o… —tomó aire, para continuar—… Puede ser permanente.

—Pero algo se podrá hacer, ¿no? Medicamentos, pruebas, operación…

—Tranquilícese, señor Akashi, le realizaremos más pruebas, pero ni operaciones ni medicamentos le pueden hacer recobrar la memoria. En cuanto le realicemos las pruebas y estas salgan bien, podrá regresar a casa, ahí es dónde le hará bien estar, ese ambiente podría hacerle ir recordando poco a poco —explicó el de gafas, colocándoselas mejor.

—Entonces me lo llevaré a casa —afirmó Murasakibara, seguro.

—De eso nada, lo mejor es que vaya a mi casa, a su casa. Además, Atsu y Sei no es buena idea que vean que su propio padre no los recuerda.

—Sería duro para ellos —intervino Midorima—, pero quizá conviviendo con ellos podrían ayudarle a recordar más rápido.

—Entonces los niños se vendrán a mi casa —siguió insistiendo Masaomi.

—Los niños se quedan en su casa, y Aka-chin vendrá también a su casa —recalcó el posesivo su.

—Él ya no vivía contigo desde hace un tiempo.

—Pero ahora sí lo volverá a hacer.

—Estás aprovechándote de su amnesia para conseguir que Seijuro vuelva contigo.

—Creo que no es el momento de que empecéis a pelearse —intervino el peli verde, al ver cómo ambos empezaban a subir el tono de su voz—. Primero, estamos en un hospital, y pido respeto y silencio, y segundo, por el bien de Akashi no deben pelearse. Lo siento mucho, señor Akashi, pero pienso que su hijo estaría mejor con Murasakibara y sus hijos.

—Está bien —cedió el hombre—, pero no le metas mierdas en la cabeza que no son.

—Soy una persona legal, y nunca le diría o metería cosas que no son a Aka-chin, yo sólo quiero que pueda recordar su vida.

Después de la pequeña charla de con quién se iba Seijuro y a dónde, Midorima procedió a realizarle más estudios para ver si esa amnesia, era la única secuela del accidente, o pudieran haber más.

Por suerte, sólo era la amnesia, que esperaban que, regresando a su casa junto a su familia, fuera recobrando la memoria poco a poco.

.

Se sentía nervioso, y algo desubicado. Para él, que le dijeran que estaba casado con un hombre del que no sabía absolutamente nada de él, y además, tenía dos hijos con él, que ni sabía cómo se llamaban.

Con sumo cuidado, Murasakibara le ayudó a salir del auto, que se paró justo enfrente de un edificio de estatus alto. Llegaron hasta el apartamento que le dijeron que era su hogar, y nada más entrar por la puerta, dos niños completamente idénticos, se fueron a abrazarlo.

—¡Papi, papi! ¡Te echábamos de menos! —se quedó estático, mientras ambos niños lo abrazaban que, al ver que él no correspondía al afecto, lo miraron extrañados—. ¿Papi? ¿Es que no nos quieres ya?

—Hey, pequeños, papi se encuentra aún cansado y tiene que seguir recuperándose, ¿por qué no le demostráis lo buenos niños que sois y le mostráis su habitación para que descanse? —intervino Masaomi, que se había quedado con ellos para cuidarlos en los que su hijo y Murasakibara llegaban.

Una vez que los niños se alejaron, el peli morado habló.

—Ellos son Atsu y Sei, como puedes ver se parecen mucho a ti, aunque tienen el color de mis ojos. Son muy inquietos, pero muy obedientes. Les gusta mucho los dulces, como a mí, y les encanta ayudarme a hacer postres.

—¿Cuántos años tienen?

—Siete años cumplen dentro de tres meses. Nacieron en diciembre, al igual que tú, sólo que el día cuatro.

—¿Esta es nuestra casa? ¿En qué trabajamos para tener este apartamento?

—Así es. Yo tengo una pastelería, y tú diriges junto a tu padre, la empresa familiar Akashi. Ven, te acompaño a la cama para que descanses, los niños estarán ya esperándote.

Lo condujo hasta la habitación que él supuso que compartían. Se podía ver que era espaciosa y luminosa, con muebles modernos. Los niños se encontraban ambos sentados en la cama, mirándolo felices.

Murasakibara y Masaomi les habían explicado a los gemelos que su papi por el momento no podía recordar nada, y que no se pusieran tristes al ver cómo no los reconocían, pero que con mucho cariño y amor, lo ayudarían a recordar todo.

Los pequeños primero no entendieron, pero después, ayudaron en todo lo que pudieron, aunque en más de una ocasión, lloraron abrazados a su padre porque les dolían que ni siquiera supiera diferenciarlos.

Para Seijuro, aquellos días viviendo en esa casa le eran completamente incómodos, convivía con un hombre que decía ser su esposo y con sus dos hijos. También lo visitaron varios chicos con sus parejas que decían que eran sus amigos.

También su padre que, aunque no lo recordaba, al menos sabía que era su padre, por el parecido que tenía con él.

Estar todo el tiempo en la casa lo agobiaba, y más aún cuándo el gigante peli morado no paraba de traerle dulces. Se encontraba amnésico, pero algo dentro de él, le decía que no le gustaban los dulces.

Se sentía a gusto cuando los gemelos le hacían compañía y le contaban sobre su día en el colegio, la tarde jugando con sus amigos o los partidos de baloncesto.

—¿Dónde están los niños? —preguntó al levantarse, al notar que no estaban junto a él, cómo de costumbre en estos días que llegó a casa.

—Están en clase, Aka-chin, es martes y deben ir al colegio —le explicó, mientras en la cocina, preparaba algo.

—Ah, es cierto… el colegio… —se sentó, en la mesa de la cocina—… ¿Y yo no debería trabajar? ¿O tú?

—No te preocupes, Aka-chin, cuando te termines de recuperar podrás volver al trabajo, mientras deja que tu papá-chin se haga cargo de todo. Y no te preocupes, tengo empleados en mi pastelería para poder dedicarme a cuidarte. Aquí tienes —le puso delante de él un trozo de pastel de frambuesa.

—¿Esto qué es? ¿Para mí?

—Así es. Sé que no te gustan mucho los dulces, pero este pastel es especial.

—¿Especial, por qué? —preguntó sin comprender.

Este dulce de frambuesa, representa el día que nos conocimos —se sentó, enfrente de él, a la vez que sonreía—. Ambos fuimos a la secundaria Teiko, y el primer día que hicimos la prueba para entrar al club de baloncesto. Se me cayeron todos los dulces que traía, y tú, me diste un caramelo de frambuesa.

Seijuro escuchaba atento toda la historia que había detrás de ese postre de frambuesa. Por más que intentaba recordar, no lo conseguía, pero a la vez, sentía mucha nostalgia al escucharla.

Cada día, probaba un tipo de dulce diferente. Ya era costumbre deleitarse con un postre de cualquier sabor o forma, con una historia detrás. Lo llevó hasta su pastelería, dónde tenía infinidad de postres preparados.

—¿Este es tu trabajo? ¿Y te gusta?

—Así es. Claro que me gusta, ya que amo los dulces, y para mí, cada uno representa un recuerdo contigo, eso es lo que me inspira a la hora de prepararlos.

—¿En serio? —se acercó al mostrador, viendo varios tipos de ellos, y señaló uno de nata y nueces—. ¿Todos tienen un recuerdo?

—Absolutamente todos —sonrió, orgulloso.

—¿Cuál es la de este?

Este representa el día en que nos hicimos novios. Un día, viniste enojado y me dijiste que éramos novios. Siempre te ha gustado dar órdenes —hizo un puchero, pero después sonrió—, entonces, molesto, me tiraste al suelo el pastel que estaba comiendo en la cafetería.

—¿Por qué me hiciste caso en esa orden? —preguntó, curioso.

—Porque de verdad me gustabas.

—¿Qué anécdota cuenta el de tiramisú?

Lo preparé yo mismo para pedirte matrimonio esa noche. Preparé una cena romántica sorpresa, pero me diste un buen susto.

—¿Por qué?

Fue mala idea meter dentro del trozo de tarta el anillo, con el que casi te atragantas. Una vez fuera el susto, obviamente me dijiste que sí.

—¿Qué hay de este? —señaló esta vez uno de vainilla con cobertura de chocolate blanco.

Ese fue el sabor del pastel de nuestra boda. Me regañaste y evitaste por todos los medios que me lo comiera todo yo solo —ante esa anécdota, no pudo evitar reír, imaginándose tal escena—. Este de chocolate belga fue de uno de mis cumpleaños, tú me quisiste dar una sorpresa e hiciste tú sólo el pastel. No te salió muy bien —rio un poco, cosa que molestó al pelirrojo—, se te quemó por arriba y se te quedó crudo por dentro. Liaste un desastre en la cocina con el chocolate. Pero para mí, fue una auténtica delicia.

—¿En serio te comiste esa cosa? Sólo de intentar imaginármelo, me entra dolor de tripa.

—No te creas que no me dio dolor de tripa, estuve dos días enfermo, pero no me importó, fue un regalo que hizo Aka-chin, y para mí sabía delicioso.

—Vale, estás algo loco —confesó, pero el peli morado sonrió ampliamente—, ¿cuál es el siguiente?

—Este —le mostró uno de coco y limón—. Cuando estabas embarazado de los gemelos, este era tu antojo favorito. Me despertabas a cualquier hora sólo para que fuera a comprarlo. Justo una semana antes del nacimiento de los gemelos, se te antojó helado de este sabor, a las tres de la mañana, en pleno invierno y nevando. En las tiendas de 24 horas dónde iba a preguntar, me tachaban de loco y me miraban cómo si estuviera pidiendo un extraterrestre.

Seijuro estalló en carcajadas al oír esa anécdota, ya que se imaginaba al gigante saliendo en plena noche nevada buscando su antojo. Aunque también, no pudo evitar sentir un poco de pena, ya que ese hombre hacía cualquier cosa que le pedía, sin tan siquiera rechistar.

—¿Qué historia hay detrás de este pastel que tiene muchas capas de colores?

Le apodé el pastel arcoíris. Fue la tarta que hice para el cumpleaños número cuatro de los gemelos. Ellos querían una súper fiesta con un castillo hinchable, que tú te opusiste, incluso me regañaste porque yo fui quién les concedió el capricho del castillo hinchable.

Akashi sonrió con nostalgia, cada pastel que Atsushi preparaba significaba algo en la vida de ellos, más concretamente, era un recuerdo sobre él. Sintió una gran tristeza invadirle por dentro por querer recordar con todas sus fuerzas de aquellas historias que tanto significaban para el peli morado.

.

Cada día que pasaba, conseguía ir avanzando en su memoria, entre anécdotas, videos y fotografías. Ya no veía cómo a un extraño a su padre, ni tampoco a los gemelos. Los sentía completamente sus hijos, cómo si nunca los hubiera olvidado. También la relación con Murasakibara empezó a mejorar, aunque para él aún seguía siendo un poco un extraño, veía cada recuerdo de él, sentía un cariño especial hacia él.

Un día que se encontraba sólo en casa, hizo lo que le indicó Midorima, ir ejercitando su cerebro para ir recordando por eso, cogió otro de los álbumes de la gran estantería del despacho.

Cuando entró en la estancia, le llamó la atención un sobre marrón que se encontraba encima del escritorio. Con completa curiosidad, lo cogió, quizá en él hubiera una ecografía de los gemelos, o cualquier otra cosa que pudiera recodar.

Se trataban de papeles, que empezó a leer, sorprendiéndose de ver que era una demanda de divorcio. Oyó la puerta, y cómo la voz del peli morado inundaba la entrada. Se asomó, viendo cómo éste hablaba por teléfono.

—Lo siento, le he dicho ya varias veces que no puedo darle aún una respuesta, sólo espere un poco más, ahora mismo tengo un problema que resolver y… —no quiso seguir escuchando, fue hasta la habitación, sin ganas de ir a saludar tan siquiera al recién llegado.

Ahora entendía esos papeles…

—¿Aka-chin? Estoy en casa —el ex Yosen entró en la habitación, encontrándose al nombrado sentado en un sillón, mirando hacia la ventana—. Mira, hoy te traje un dulce que hice nuevo, es de hojaldre, nata y frutos rojos.

—No quiero probarlo —dijo con sequedad, cosa que extrañó al de ojos violeta.

—¿Por qué no, Aka-chin? Nunca te has negado a probar alguno de mis dulces —preguntó, desconcertado.

—¿Y qué quieres que recuerde ahora con ese dulce, que soy un problema o la puñalada por la espalda que quieres darme?

—¿Perdona? En serio, Aka-chin, no estoy entendiendo nada.

—Se supone que el amnésico soy yo, no tú. A ver si estoy te refresca la memoria —tiró sobre la cama el sobre marrón.

—Esto es…

—¿Por qué finges que te importo si quieres divorciarte de mí? ¿Por qué me cuentas todos esos recuerdos que hay detrás de todos tus pasteles para que yo me los crea?

—Aka-chin, esto no es lo que parece, déjame explicarte.

—¿Explicarme el qué exactamente? ¿Qué pasa, que querías pedirme el divorcio y ahora que no recuerdo nada, te sientes culpable y finges que te importo?

—¡No, Aka-chin, así no es! —exclamó con rapidez—. Déjame explicarte, por favor. Esa demanda de divorcio no es mía, sino tuya.

—¿Mía? ¿Por qué es mía? ¿Quieres ahora hacerme creer que es mía para evadirte?

—Claro que no —respondió, sentándose en el bode de la cama—. He de confesar que no te he contado toda nuestra historia —tomó aire, antes de seguir contando—, hace seis meses que no estamos juntos.

—¿Por qué?

—Todo empezó porque le dedicaba mucho tiempo a la pastelería. Cogió tanta fama, que me invitaron a abrir varias cadenas en Europa y América. El día que hablamos sobre eso, discutimos, porque me decías que sólo interponía mi trabajo a la familia. Yo sólo quería esforzarme, para poder ser el mejor padre del mundo, poder tener un buen dinero y mantener a mi familia, porque tu trabajo es espectacular e importante, en la empresa de tu padre, mientras yo era un simple pastelero.

»Volvimos a discutir por ello, y tú creíste que me quería ir fuera de Japón y dejarlos, por lo que me pediste esta demanda de divorcio. Si puedes ver, está firmada sólo por ti, yo no pude hacerlo… Hace seis meses que te fuiste nuevamente a la casa de tu padre, junto a los niños.

»Cuándo tuviste el accidente y Mido-chin nos dijo que tenías amnesia postraumática y que la mejor manera para ejercitar la mente para recodar, era estar en tu entorno familiar. Peleé con tu papá-chin, que me recriminó que ya no estábamos juntos y que deberías irte con él. Conseguí que vinieras aquí, a tu casa, porque esta siempre fue, es y será tu casa.

Se levantó de la cama, para mirarle de frente, y acercarse lentamente hacia él.

—Primero de todo, yo quiero que recuperes tus recuerdos, los vividos con tu madre, tu padre, con nuestros amigos, conmigo y, sobre todo, con nuestros hijos. En parte tengo culpa, porque quería reconquistarte de nuevo, y evitar así tener que firmar y darte el divorcio.

Terminó de acortar la poca distancia que los separaba, para tomar sus manos.

—Yo te quiero, Aka-chin, no iba a ir a ninguna parte, tenía que dar una contestación a ese inversionista, pero le pienso decir que no, no quiero que esto, termine de afectar a nuestra relación.

—No tienes por qué renunciar a tu sueño por nadie… si eso es lo que querías… —el peli morado subió su mano, hasta posarla en la barbilla contraria, para hacer que así subiera su mirada hasta la de él.

—No es lo que quiero. Lo que yo quiero, es recuperar a mi familia, que es para mí lo más importante.

—No lo firmes —susurró el pelirrojo, ante la mirada atónita del mayor—, si no quieres separarte de mí, no lo firmes.

—Pero tú…

—Pero yo nada. Lo mismo que puede que recupere la memoria poco a poco, también puede que no sea así. Lo que pasó entre nosotros y lo que me llevó a que redactaran esa demanda de divorcio, quedó en mis recuerdos perdidos, pero ahora podemos seguir creando nuevos recuerdos, ¿no?

De los ojos violeta empezaron a salir lágrimas de felicidad, que con rapidez, surcaron sus mejillas.

—¿Estás seguro, Aka-chin?

—Estoy seguro —ambos se dieron un tierno beso que, aunque se habían dado infinidad de ellos, para él, era el primero con su gigante en esta nueva etapa. Se separó de él, para ir hasta la cama y tomar el sobre marrón, a la vez que lo rompía en varios trozos.

—¿Esto es un nuevo comienzo?

—Es un nuevo comienzo —sonrió, mientras aceptaba otro beso—. ¿De qué era el nuevo dulce que has traído?

—De hojaldre con nata y frutos rojos —contestó, sin comprender.

—¿Y ese tiene una historia detrás?

—No, lo hice nuevo hoy, para que lo probaras, ¿por qué?

—Entonces ya tiene una. El día que hiciste que me enamorara más de ti.

—Más te vale que esta vez, no lo olvides —dijo divertido.

—Ningún otro accidente, me hará olvidar lo que te amo.

Se volvieron a besar, una y otra vez sin parar, sintiéndose completamente completos y felices, porque ellos, y sus hijos, eran lo más importante y, ninguna amnesia, iba a separarlos como familia.

Notas finales:

Gracias por leer :) 

Espero haya gustado, es lo más romantico que sé escribir xDD Inspirado en la canción de Anahí "Amnesia". 

Pobre Sei, la he tomado con el pobre en ponerle enfermedades o accidentes... entre este y otro fic mío... xD

 


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