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Two faces por Love_Triangle

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Un grupo de terapia es uno de los muchos sitios en los que nunca esperas terminar a no ser que hayas tenido problemas con el alcohol o las drogas. No porque sea algo malo contarle tus problemas a un grupo de desconocidos a los que la vida también ha llevado por un camino de aguas turbulentas, simplemente nunca esperas que te vaya a pasar a ti algo por lo cual deberías acudir a aquellos sitios donde las personas se colocaban en círculo para compartir sus experiencias.

De hecho, yo no debería de estar aquí, yo debería de estar muerto y enterrado desde hace un año y medio. Aunque realmente se puede decir que durante un tiempo lo estuve, o por lo menos “Gabriel García” lo estuvo.

Era todo tan complicado que temía que contar mi historia ante aquella gente conllevase a un ingreso en el manicomio o algo peor. Desde luego no iba a pisar la consulta de un psicólogo, eso lo tenía muy claro y por mucho que mis compañeros y pareja me insistiesen, simplemente no lo iba a hacer.

Bastante había conseguido Aitor con que aceptase acudir a aquel grupo de terapia, decisión de la cual me estaba arrepintiendo a cada segundo que pasaba y escuchaba las historias de los demás integrantes del círculo. Historias que desde luego no tenían nada que ver con la mía, cosa que me hacía sentir muy incómodo debido al surrealismo de la misma. Por suerte mi caso había salido en la prensa y tenía sobre lo que respaldarme en caso de que alguien me acusase de mentir.

—    Gabriel…

Enrollé uno de mis rizos de color gris ceniza en el dedo índice de mi mano derecha, pasándolo de vez en cuando por el dedo corazón de forma casi inconsciente. Era un tic que se me había quedado tras pasar casi un año y medio con aquella peluca que todavía no era capaz de quitarme.

Mi pelo natural crecía de forma constante pero lenta, actualmente mi añorado cabello rosado había conseguido llegar hasta la parte alta de mis orejas, un peinado todavía demasiado horrible como para permitirme quitar la peluca que lo ocultaba. Aitor decía que no estaba tan mal y cuando estábamos solos acostumbraba a acariciar mi corta cabellera con cariño, él la había extrañado casi tanto como yo y no había día que pasase en el que no tratase de convencerme de que tirase la peluca. Lo que en el fondo debo reconocer que me daba terror.

—    Gabriel, es tu turno.

La chica que había sentada a mi lado colocó su mano sobre mi hombro de forma cuidadosa, como si en el fondo de su subconsciente temiese que me fuese a romper si ejercía más presión de la debida sobre mí. Debía de ser a causa de la recién adquirida palidez de mi piel a causa de los tratamientos y las múltiples operaciones que me obligaban a guardar reposo constante y no salir demasiado de casa, me daban la apariencia de un frágil muñeco de porcelana, pero me alegraba de haber perdido el moreno que durante meses había mantenido de forma antinatural. Poco a poco estaba volviendo a ser yo y dejando de ser... Bueno… La persona por la que me cambié.

—    No me habéis avisado. —murmuré sorprendido al darme cuenta de que todos en el grupo tenían su atención puesta en mí.

—    Lo hicimos, Gabriel. ¿Estás preocupado por algo?

Gabriel… Ese había sido el problema. Había puesto sudor y lágrimas en acostumbrarme a responder por otro nombre y ahora que volvía a ser yo tenía complicaciones para responder por mi verdadero nombre.

Incluso le había suplicado a Aitor que si necesitaba algo importante me siguiese llamando por el nombre que durante casi un año y medio mantuve, pero se había negado rotundamente e insistía en llamarme “Gabriel”, “Gabi” o en su defecto “Coletas” pese a que ya no las llevaba y que sabía que tardaría meses en recuperar la longitud que mi cabello había tenido en sus momentos de máximo esplendor.

Gabi… Yo era Gabriel García, había recuperado mi identidad, sin embargo todavía me sentía como si no fuese del todo yo.

Me acomodé en la silla como pude, buscando una posición cómoda para comenzar mi relato. No me gustaba la idea de que un psicólogo la fuese a escuchar y a analizar, pero Aitor me había hecho confiar en que aquello sería bueno para mí y me había prometido que si en algún momento me sentía incómodo o juzgado no volvería a insistirme en que asistiera a otra actividad de aquel tipo. En parte por eso había aceptado acudir.

—    Bien… Yo… —cerré los ojos por unos instantes y cogí aire antes de continuar, intentando poner mis pensamientos en orden y buscando así el modo perfecto de comenzar.— Yo soy Gabriel García. Y… Durante mucho tiempo sentí celos de mi mejor amigo.

—    ¿Quieres hablarnos de él?

—    Riccardo… Lo siento, todavía me cuesta pronunciar u oír esa palabra. —aclaré mientras alzaba la vista al techo buscando un punto al que mirar mientras me serenaba y después continuar.

—    Tranquilo, no te presiones, puede llamarle de otra forma si estás más cómodo.

—    No… Quiero llamarlo por su nombre.

—    Está bien, como prefieras. Continúa cuando estés listo.

Llené el pecho de aire y dejé que escapase de mis pulmones a través de mi boca, mientras me convencía a mí mismo de que todo iba bien. No tenía por qué contarlo todo con pelos y señales, sólo a grandes rasgos y profundizar en mis sentimientos, como habían hecho los demás. Todo… Iba… Bien…

—    Riccardo era el niño bonito del equipo, el sensible, el que sacaba buenas notas, el que tenía habilidades especiales, el que sabía hacer miximax, el que había sacado por primera vez un espíritu guerrero sin ser un imperial, el que sabía utilizar la armadura de espíritu guerrero, el que ligaba, el que tenía dinero, el caballero de blanca armadura, el capitán, el que siempre sabía qué hacer…

—    ¿Y eso a ti qué te provocaba?

—    Era mi mejor amigo… Lo quería y él lo sabía. Pero siempre me quedaba atrás, hiciese lo que hiciese siempre quedaba por encima de mí sin pretenderlo. Yo no tengo espíritu guerrero, tampoco miximax, sólo tengo una supertécnica que encima suele fallar… Y él era perfecto en lo que a habilidad se refiere. Era el orgullo del equipo. Siempre intentaba hacer que todos fuesen conscientes de mis escasos e irrelevantes logros. Fue él el que en el partido contra la academia militar mar de luna dijo que yo era: “El eje de la defensa”, pero lo cierto es que son innumerables mis fallos como tal. Eso a él no le pasaba él era “el virtuoso”, todos ponían su atención en él y más tarde en Víctor, Arion y él, pero siempre fue objetivo de las miradas de los entrenadores, el equipo, el público… Casi se puede decir que lo más destacable de mí era el pelo. —sonreí triste e irónicamente al revivir mentalmente aquellos tiempos supuestamente felices. Aquellos recuerdos estaban cargados de envidia, de celos y de auto-odio, no eran tan felices como todos los creían, al menos no para mí.

—    ¿Y qué pasó, Gabi?

—    Después de que Riccardo consiguiese su miximax… Íbamos a dirigirnos a la época de Juana de Arco para que Goldie consiguiese el suyo. Riccardo y yo habíamos decidido ir juntos al Raimon en su limusina para llegar a tiempo, ya que mi casa queda algo más cerca que la suya del instituto, pero aun así tardaba más que él al ir andando. Así que le pidió al chofer que pasase por mi casa para venir a buscarme y después ir…—guardé silencio, conocedor de lo que venía a continuación.

—    ¿Y llegasteis al instituto?

—    Sufrimos un accidente. Un camionero que conducía borracho se puso justo delante de nosotros y al chofer no le dio tiempo a girar, impactamos irremediablemente contra el camión.

—    Qué duro…

—    El chófer y Riccardo perdieron la vida en ese accidente y a punto estuve de perderla yo también.

«A veces me pregunto si en verdad fue justo, de haber tardado la ambulancia tres míseros minutos más yo no estaría aquí. Y de haber llegado cinco míseros minutos antes Riccardo lo estaría»

—    Bueno… Riccardo falleció ese día. Pero casi todo el mundo se enteró un año y medio más tarde, ya que sus padres pagaron mucho dinero para que tanto los médicos como la prensa informasen de que los cadáveres encontrados eran los del chófer y el de Gabriel García. De hecho, eso puso en la lápida de Riccardo hasta hace relativamente poco: “Gabriel García”

—    ¿Y qué pasó contigo durante ese tiempo?

—    ¿Yo? Yo sustituí a Riccardo Di rigo. Puede parecer irónico, pues no podía sustituirlo en el campo, pero lo hice en la vida.


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