FANTASÍAS
—Encuentros fortuitos—
~La casa de España~
Francia lo mira intensamente en la sala de reuniones. Están en la casa de España, donde la Unión Europea se ha reunido otra vez en función de solucionar los problemas económicos de los países con situación difícil. España era uno de ellos, pero Inglaterra maldecía (o agradecía, si lo vemos desde la perspectiva que le despierta el deseo sexual hasta lo inconfesable) que España, como buen anfitrión, hubiera preparado churros para recibir a sus invitados. Maldito España por sus ocurrencias, maldita su gastronomía y malditos churros por su sugerente fisionomía. Y maldito Francia que le clavaba la mirada y una sonrisa lasciva mientras abría lentamente la boca, sacaba la lengua, lamía imperceptiblemente la masa dulce y se metía la punta a la boca.
Inglaterra sentía que explotaría en sus pantalones pronto. Maldita disposición también, justo en España, comiendo churros, Francia está sentado frente a él. Y no le gusta nada que Francia le esté haciendo una felación a un maldito churro cuando perfectamente podría estar lamiéndole la polla a él, pero maldito público también, y maldito primer ministro español que no quiere dar por finalizada la sesión para que Inglaterra agarre a Francia del brazo y se lo lleve a la primera habitación que encuentre y follárselo como se lo está pidiendo sin palabras.
Pero debe esperar. Inglaterra es un caballero, tiene que comportarse como tal si no quiere perder su reputación con todos esos idiotas que ya lo están mirando raro tanto a Francia como a él.
O no. Es un caballero, sí, pero que tiene los límites bien claros, los cuales no tienen mucho trecho. Y Francia los está sobrepasando todos. Inglaterra está apunto de golpear a España por ofrecer más churros cuando ve que el rubio de pelo largo se pone de pie y camina fuera de la sala con la excusa de que necesita ir al baño. Apenas la puerta se cierra, Inglaterra no duda en seguirlo.
—D-disculpen—Dice torpemente.
Es cuando cierra la puerta por fuera que Francia lo agarra de la cintura besándole el cuello riéndose como un chiquillo ansioso. Siente que las manos le acarician por sobre el pantalón y cuando Inglaterra quiere resistirse, Francia le susurra:
—Quiero chupártela.
Inglaterra se sonroja tanto que parece un tomate de esos que tanto le gustan al dueño de casa, pero el bulto en sus pantalones le exige tomar acciones.
Así que Francia le toma el brazo y van al baño. Se encierran allí y se besan mientras Francia le deshace el nudo de la corbata y la mano de Inglaterra masajea su sexo por sobre el pantalón.
—Mierda, Francia…—Maldice. La mano de Francia lo imita, desabrocha y baja la cremallera y devorándole la boca, deja a Inglaterra con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás. Arrodillándose delante de él, saca su sexo de la ropa interior y lo masturba un poco. Está duro como nunca, férreo y palpitante. Francia sonríe y lo mira hacia arriba.
—Mírame—Le dice. Inglaterra obedece, y el contacto con los ojos está presente en toda la felación. Francia lame su sexo de arriba hacia abajo e Inglaterra está a punto de explotar.
—Métela en tu boca—Le ordena casi en una súplica. Francia obedece como el más fiel servidor. Sin quitarse los ojos de encima, engulle el sexo de Inglaterra y comienza el ir y venir de su cabeza, sosteniéndose de las caderas, cuando Inglaterra apenas puede mantenerse en pie intentando sujetarse de la pared con desesperación. La boca de Francia le genera tanto calor que necesita taparse la boca para evitar gemir como un chiquillo—¡Ah…! ¡Mierda…!
Francia continúa, aún lo mira. Se ayuda con su mano sosteniendo el sexo de Inglaterra en la base y con su boca va y viene. Inglaterra le acaricia el pelo.
—Te ves muy bien, rana…—le provoca. Francia retira el miembro de Inglaterra y lo masturba insistentemente. Éste aprieta los párpados—¿Te gusta chupármela? —Le pregunta, ofuscado, sonriéndole.
—Me encanta…—Se relame los labios. Vuelve a meterlo a su boca y la velocidad se vuelve demencial. Inglaterra no tarda en inundarlo.
Como puede, Francia se limpia mientras Inglaterra acomoda su ropa.
Haciéndose los tontos, vuelven a la sala. Y son tan imprudentes como un par de adolescentes, y las sonrisas en sus caras son evidentes. Todos los miran, pero nadie hace nada. A Francia le da igual, Inglaterra quiere que la tierra se lo trague. Maldito Francia por provocarlo así. Ya tendrá la oportunidad de vengarse de él.