El aire frío que entraba por la ventana me obligó a acurrucarme entre mis sábanas. Sentí el aroma a desayuno invadir mis fosas nasales, lo aspiré gustoso y decidí levantarme.
Colocaba mi bata mientras observaba el cielo gris característico en Londres.
Paredes grises, cielo gris, todo a mi alrededor era tan incoloro.
Salí de mi habitación y me dirigí a la cocina.
Recosté mi cuerpo del marco de la puerta mientras lo observaba colocar hábilmente los huevos en la sartén. Jimin era muy guapo, obviamente había sacado mi estructural cuerpo, que a pesar de mi mala vida, se ha mantenido intacto.
—Has sacado todo lo de tu padre —le dí un cumplido.
Él me vió por encima de su hombro y me sonrió.
—Menos la habilidad en la cocina —bufó. —Buenos días, aquí está tu desayuno —colocó un plato con pan tostado, huevos, tocino, y mermelada. Un desayuno tan colorido como él.
—Creo que me empieza a gustar que estés aquí, hijo mío —dije sarcástico mientras sonreía, observando aquella maravillosa obra de arte.
—Mi deber ahora, es que te alimentes como es debido papá, mira esos agujeros en tus mejillas —me señaló con un tenedor. —Simplemente horribles, ¿Qué diría mamá si llegara a verte en estas condiciones? —acarició su cien divertidamente.
—Por algo me separé de Jisoo —tomé el tenedor y el cuchillo y me dispuse a cortar el pan lentamente, mientras miraba a otro lado. Con esperanzas de que Jimin no se pusiese curioso. —No sabía si era mi esposa, mi estilista, o una completa extraña.
—¿Por qué se separaron mamá y tú? —se sentó frente a mi, y colocó sus manos en su barbilla, me miró expectante.
—Son cosas de personas adultas, jovencito —llevé el pan a mi boca.
—Igual mamá ya me lo contó.
Yo levanté mis cejas. —¿Cómo? ¿Jisoo te lo contó? ¿A dónde crees que vas? ¡Dime qué te dijo!
—Me voy a la escuela, es tarde —achinó sus ojos y soltó una carcajada. Era cruel, Jeon Jimin era cruel, tan cruel como la arpía que tenía como madre. Lo observé caminar rápidamente hacia la puerta antes de detenerse.
—Oh, no me esperes para la cena, papá. Iré a casa de... un amigo a jugar videojuegos. Te quiero —la puerta se cerró.
Y mi negatividad volvió a invadirme por completo.
Me levanté, dejando el desayuno a la mitad. Coloqué mis pantuflas y caminé por el pasillo donde reposaban mis abandonadas obras envueltas en sábanas blancas.
Subí las escaleras hacia aquel lugar característico, que hacía que mis pensamientos desaparecieran por un instante, fueran a Plutón, a Júpiter, y solo volvieran cuando la luz del sol me hiciera fruncir mi arrugado ceño.
A Jimin también le gusta estar aquí, siempre observamos las estrellas con mi telescopio.
Su presencia aquí, me ha venido muy bien, tengo ahora una agradable compañía.
Al principio, ni siquiera podía mantenerme de pie por mi propia cuenta, el alcohol se había apoderado de mi, de mi sistema, tomando control sobre mi vida, mis decisiones...
Lo que si no puedo abandonar, es a mi fiel amigo, a quién le cuento mis desdichas sin vacilar. Y parezco tonto al llamar "amigo" a esta cosa que está matándome.
Es gracioso.
Al exhalar el humo, sentía como mi cuerpo se volvía tan ligero, cómo me sentía más calmado. En mi mente solo podía reinar mi tristeza, la melancolía, yo jugaba con mis propios sentimientos. Y ya no podía sentirme cómodo con otro tipo de pensamientos.
Yo estaba muriendo lentamente.
Yo sigo muriendo ahora mismo.