Lo único que puedo recordar de ese momento es la sensación de vacío y tristeza que me seguían durante día y noche, como una sombra oscureciendo todo a mi alrededor, como un nudo en la garganta haciéndose más grande cada vez, hasta que era difícil incluso respirar.
Todas las noches de insomnio, todos los pensamientos confusos, todos los “Y si...”. La rabia. Todas las veces que tuve que sonreír sin querer hacerlo. Todas las veces tuve que fingir interés o felicidad por algo que ya no causaba la más mínima sensación en mí. El vacío que comenzó por pequeñas preguntas como “¿no hace falta algo?”, el vacío que, lentamente, comenzó a invadir cada célula de mi cuerpo, cada parte de él; desde la punta de los dedos de los pies hasta el último de los cabellos en mi cabeza. E, incluso así, no se conformó con eso, sino que siguió creciendo cada vez más, consumiendo todo, desde las paredes de mi habitación, cada rincón de casa, de la escuela, de todos los lugares a los que fuera, haciendo todo más y más oscuro hasta que no pude ver nada, llevándose todo lo que me hacía sentir bien, todo lo que me hacía sentir vivo.
Recuerdo mirar en el espejo y odiar lo que veía. Todas las preguntas, la desesperación.
¿Fue por mi culpa?
¿Qué está mal conmigo? ¿Por qué debo ser así? ¿Por qué no puedo ser normal?
¿Por qué estoy tan solo?
No es justo, no lo es.
No tenía a nadie.
Recuerdo la sensación de soledad arrastrándose bajo mi piel, profundamente.
Más y más profundo cada vez.
Esa sensación fría, como hielo corriendo por mis venas.
Tenía un peso sobre mis hombros jalándome hacia el suelo, obligándome a permanecer sobre mis rodillas, y es difícil mirar hacia arriba cuando te sientes tan pequeño, tan insignificante. Así que tratas de ponerte de pie, de luchar, pero estás tan exhausto. Y las noches se vuelven más y más largas, y tu cama luce tan cómoda, luce como un lugar completamente seguro de toda la mierda ocurriendo allá afuera, pero no puedes dormir, no puedes descansar y no puedes simplemente permanecer en la cama todo el día. Y todo empeora, pero simplemente nada importa. Realmente nada. Ni tú. Ni siquiera el mundo a tu alrededor.
Y a nadie le importa si estás deprimido, no realmente, así que terminas escondiendo toda la mierda detrás de un muro tan alto que nadie podrá ver nunca tu dolor. Creas este personaje, que es fuerte, invencible, que se ve simplemente perfecto a ojos de los demás. Y el otro tú, eso es un de ti mismo para tarde por la noche. Hasta que se vuelve realmente sofocante vivir con eso, y cuando finalmente decides que es tiempo de quitarse esa máscara y decir “Hey, está bien, soy humano también así que puedo sufrir.”, no puedes simplemente caminar sin ella, te miras en el espejo y no reconoces lo que ves. Ya no puedes encontrarte a ti mismo.
Y no puedes decirle al mundo, no puedes hacer nada porque ellos no comprenderán. Ellos no saben lo que se siente estar roto, vacío por dentro. No es lo mismo perder algo valioso para ti que perderte a ti mismo. Y deseas poder hacer algo, lo que sea, para evitar seguir cayendo en ese pozo de vergüenza, tristeza y odio. Pero no hay nada que puedas hacer, porque ya has tocado fondo.
La primera vez que lo vi estaba tan profundo en ese pozo, tan acostumbrado a la oscuridad, y él se veía tan brillante, tan lleno de vida, y entonces me tendió su mano, me dio de su luz, y era tan brillante que me quedé ciego. Por un momento fui feliz, por un momento estaba bien. Nada me hacía más feliz que complacerlo, que ver su sonrisa, escuchar su voz llamando mi nombre.
“Lo hiciste tan bien, Noriaki.”
Era suficiente para mí.
Y luego lo conocí a él.
Creí que DIO era la cosa más brillante del mundo.
Me equivoqué.
Sus profundos ojos azules, su voz, su cara. Todo de él. Todo de él era perfecto. Entonces me miró, me reconoció. Me salvó. Y supe entonces que haría cualquier cosa por él.
Por primera vez en mi vida tenía una meta. Por primera vez en mi vida pude ver la oscuridad a mi alrededor comenzar a desvanecerse. Y allí estaba él, al otro lado, dándome de su fuerza, de su deseo de luchar, todo parecía tan claro por primera vez.
Era atemorizante.
Dicen que no puedes amar a alguien hasta que aprendes a amarte a ti mismo. Mentirosos. Porque cuando veo tu rostro, olvido completamente cómo se siente odiarme a mí mismo.
Un par de brazos rodeando su cintura fuertemente lo sacan de sus pensamientos, hay un poco de movimiento sobre él, y cuando levanta la cabeza se encuentra con un par de soñolientos ojos azules mirándolo a través de largas pestañas oscuras. Se ve tan relajado así, sin ese ceño fruncido que está allí casi todo el día. Sus dedos acariciando mechones oscuros, hay un suave sonido de satisfacción y luego el moreno está frotando su mejilla contra su pecho desnudo.
“Puedo escucharte pensar.”
“Eso...” El pelirrojo frunce el ceño. “Eso no es posible.”
“Mh. ¿Qué tienes?”
“Nada, estoy bien.”
“No es cierto.” A veces, realmente odia el hecho de que Jotaro lo conoce tan bien que puede leerlo como a un libro abierto.
“Solo estaba pensando.”
“¿En qué?”
“Yo... tú.” Noriaki se encoge de hombros.
Hay un suave sonido de afirmación saliendo de la garganta del moreno.
“¿No estás cansado?”
“Sí, un poco.”
"Deberías dormir entonces.”
"Sí. De acuerdo."
Hay movimiento sobre él, una mejilla presionándose contra su hombro y una suave respiración acariciando su cuello. Noriaki sonríe.
“Buenas noches, Jotaro.”
Un poco más de movimiento y entonces:
“Buenas noches, Noriaki. Te amo.”
Sí, finalmente, creo que estoy listo para escalar las paredes del pozo en el que estoy.