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La típica pelea Alfa - Alfa por Moonspill

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Es hermoso. Observa nada más cómo ocurre lo que nunca creíste ver, y ahora no puedes despegar tus ojos. Ese cuerpo musculoso, imponente y deseable, desprendiendo siempre tenacidad y rudeza, esa masa de carne y fuerza reducido ahora a una mísera bola de vergüenza, cubierto en sudor y con una marca en su cuello. Reluce, cura rápido porque es él, pero aún estará ahí haciendo gala de su intento. Su sonrojo se extiende por su cara, cuello y parte de su torso, respira pausando sin abrir la boca —ay si la abre, ¿podrá acaso callar el gemido?—, falsamente laxo, tenso.

Todo el mundo sabe cómo va esto, alfas conviven bajo el mismo techo sin problemas hasta que una pelea se les va de las manos. Sí, sí, el resto tratan de pararles y suelen conseguirlo, pero ahora el agujero y abolladuras de la pared, la pelea, la adrenalina corriendo en sus venas demuestran que este intento fue en vano. Y así fue como el conocido por ser uno de los alfas con mayor reputación de toda América y el mundo, el gran Steve Grant Rogers acabó a cuatro patas y obligado a separar «ligeramente tus piernas».

Se había creído muy chulo, una tarde cualquiera, con un comentario que despertó el interés y desembocó en... bueno.

— ¡AH! ¡AH!

¡¡MIRA, JODER, MIRA!! La boca abierta, los ojos apretados, su cuello rígido tratando de no alzarlo y exponerlo más. No puede ni efectúa movimiento alguno —suficiente vergüenza ya no haber podido reprimir un sonido como el exclamado— mientras, sin ceremonia, dos dedos entran y salen de su interior y está claro que ha alcanzado su objetivo porque, madre mía, puto Steve. El muy alfa, cómo trata de de ocultar su cara de dolor y placer, de no moverse contra los dedos, y es que por los sonidos estrangulados que salen de su garganta, ha acertado de lleno en su próstata.

Hasta ahora habían sido todo juegos, un dedito frotándose que mira jaja que show para los que lo están viendo, pero mira nada más «el alfa» que manda aquí y jódete, pero esto es otra cosa. Esto es un alfa tratando de aguardar la poca dignidad que aún le queda, y no pudiendo a causa del placer que le nubla.

Dios, hasta los omegas están escandalizados. La demostración de destreza con los dedos está grabándose en sus retinas. Otro punto a su favor. Y en desfavor de Steve, que acaba de perder toda esperanza de anudar con ningún omega presenciando esto. No puede verlo, pero de seguro Tony estará babeando —lo está, lo está—, si pudiera alzar su cabeza vería cómo está prendado —lo está, lo está— de la maestría de unos dedos expertos. Ve con impotencia cómo todo avance con el cortejo a Tony se va a la mierda. Dios, está seguro que incluso ha jodido las posibilidades de Bucky, puto cortejo conjunto.

Solo la visión, los dedos ágiles y finos, cómo se adentran y salen —y eso que ahí no hay lubricación que vaya, Steve lo está sintiendo con cojones—, cómo aciertan cada vez y se hunden sin piedad pero con gracilidad. Apreta con fuerza los dientes, intentando no gimotear. Esa escena podría dejar embarazados a todos los omega si por la excitación fuese.

Creo que nos estamos preguntando lo mismo: ¿por qué aún tiene la ropa puesta? Bien. Yo también me lo pregunto.

Los pantalones los tiene medio desgarrados —la pelea ha sido de las gordas, hay trozos por todos los lados— y bajados hasta las rodillas. Su precioso culo tenso como sus brazos —le gustaría relajarlo, se siente tentado, todo le grita hacerlo, pero no va a dejarse caer de esa manera— y todos pueden ver su miembro endurecido. Lo peor de todo es eso, excitarse siendo el sometido. La camiseta anda por ahí tirada, solo quedan trozos sueltos y empapados que, la verdad, le estorban; pegados a su cuerpo dándole aún más calor e impregnándose contra él. Todo le estorba. Tiene la cabeza tan centrada en que los dedos hundiéndose en su interior no le hagan despertar más su miembro y su excitación que no sabe dónde meterse.

Y es que, aquí todos sabemos lo innegable: ver cómo un alfa domina a otro alfa es algo irremediablemente caliente. No, ahora en serio. No hay alfa que, viendo a otro alfa someter, no se ponga caliente. Ni tan siquiera si este es el sometido. Es esa extraña mezcla de excitación contrarrestada por el miedo, en el caso de los espectadores. En el caso del sometido, es una excitación que nunca comprende, aunada a su comprensión de estar perdiendo toda dignidad.

Están acojonados, mírales. Los alfas en la habitación están ahí por no perder la dignidad ellos. Con sus miembros duros contra sus pantalones. Es imposible. Y esa excitación, esa adrenalina de desear verse reflejado en el alfa que somete. Y el miedo, la incertidumbre de pensar que en cualquier momento quien está sometiéndole pudiera dirigirse a ellos.

Dios, Sam siente que va a explotar en algún momento. Mira a Bucky y ve que están en las mismas. Él mismo está sudando. Joder con Steve. Sí, sí. Steve, el mismo que creyó que dejarse crecer la barba aumentaría su estatus de alfa. Y lo hizo. Y ahora eso no ha servido una mierda. Tan alto, tan musculoso, tan «imponente».

¿Sabéis qué hace a un alfa más importante que a otro? ¿Ese estatus que luchan cada momento por mantener y, de ser posible, acrecentar? No, no es ser altos, ni musculosos, ni masculinos con la barba y tener el miembro más grande de todos. Es saber imponer.

Bien, vale, medir dos metros de alto y uno de ancho suele ayudar. Pero ahora ves que no lo es todo.

—Wanda —la omega, la boca hecha agua y las piernas flaqueándole, da un solo paso—. El canalizador.

Su cara se convierte en un poema. Ya demasiado tiene con estar sudado, lacrimoso y avergonzado como para eso. Solo pensarlo hace vibrar su miembro. Claro, que la otra opción no es mucho mejor.

Todo había comenzado con una pelea verbal, como todas. «Los alfas macho siempre impondrán más que las hembras». Se lo merece, piensa Natasha, y el resto de machos alfas siguen acojonados con la demostración. ¿Altura, fuerza, voz alta y grave? ¿Cuál, la del Capitán que no tiene permitido hablar ni moverse de su posición? Demasiado benevolente ha sido sin obligarle a apoyar también su cabeza en el suelo. Eso hubiera sido el arquetipo de sometimiento.

Natasha sigue con la misma cara estoica —y eso es quizá lo que más les deje estupefactos— cuando sigue abriéndole con sus dedos. Pupilas agrandadas, henchida de orgullo y poder de alfa. No se vanagloria —afortunadamente— como cualquier otro haría. Es universalmente conocido que, para consumar realmente la demostración de superioridad alfa, se ha de someter al contrincante. Al más importante, si hay varios —y no los hay, madre mía si tan solo alguno se hubiera atrevido dónde estarían—.

Primero es la disputa. De toda la vida, un grito aquí y una mala contestación allá. Bien, bueno, algo del día a día. Natasha le contradijo con poca calma y Steve se levantó —quería imponerse con el físico, la llevaba clara— y Natasha se levantó igualmente. Algunos trataron de calmarles, pero en el mismo momento en el que se lanza el primer grito alfa, están todos jodidos.

— ¡Ah, AH!

...

No, ese grito alfa precisamente no.

El otro, el alto, el poderoso.

—CODOS AL SUELO.

ESE, ESE GRITO ALFA. El que hace gimotear a Wanda por la imposición, el que obliga a Steve a hacer lo mandado y apretar los dientes y sentir su próstata ser golpeada otra vez. El que hace a los alfas acojonarse y no tener huevos a tocar a uno solo de los omega.

Siguiendo con la explicación; en el mismo momento en el que se lanza el primer grito alfa están jodidos todos. El grito alfa es grave, potente y una alerta clara de poder. «Alerta», no significancia. Así que Steve reiteró —pobre de él— su punto de vista indicando que la voz de los machos siempre será más grave. Y quisieron hacerse entrar en razón, a base de hostias.

Y cuando uno cede, se acabó. Involuntario o no, Steve agachó la cabeza, Natasha se tiró sobre él y le mordió con todas las de la ley en el cuello. ¿Y qué hizo el muy alfa? En vez devolvérsela, morderla a ella y conservar su dignidad, no, quedó tal y como una mordida funciona. Te muerden y pierdes el sentido.

«Arrodíllate», fue su primera. No hay espacio para queja, por supuesto. Solo sumisión.

«Preséntate».

Esa puta palabra que echa a un alfa a temblar. Igual que a un omega, pero a un omega es de puro placer y con sus genitales supurando lubricante. Aquí no, aquí a esa excitación que provoca —repetimos, todo alfa viendo a otro alfa dominar le va a poner como a un omega ver a otro siendo dominado— está unida a la vergüenza. Aunque los omegas presentes estén respondiendo a ella.

Sam no puede más y toca ligeramente su miembro por encima de la tela del pantalón, al menos para moverlo de su posición, porque le está haciendo daño.

—Quieto —sisea Natasha, una mirada filosa y directa, mientras se coloca en sí misma el canalizador.

Un escalofrío le recorre y, automáticamente, echa la mano atrás. Le sigue haciendo daño, Putos pantalones de mierda.

—Ni te muevas.

Oh, no. Steve ni de coña se va a mover.

Bucky mira desconcertado el objeto, el «canalizador». «Una especie de dildo sin arnés», y claro, a Bucky eso le desconcertó todavía más. Eso en sus tiempos no existía. La parte de la hembra que lo va a usar ya está en el interior de Natasha, y empieza a brillantarse el otro lado por la canalización —valga la redundancia— de su líquido. Esa especie de semen femenino, tan cuantioso, tan fértil. Tanto más que el de los hombres, debido a la gran cantidad que se pierde. El aroma a omega excitado aumenta la libido de los alfas.

Steve quiere mirar y a la vez está acojonado. Las manos se apartan de su cuerpo, pero no el saber que está siendo observado. Natasha prueba unos segundos la posición del canalizador en ella, extendiendo sin querer el líquido que segrega por la punta.

Natasha escruta a los presentes.

Los alfas. Bucky, rígido, observa a Steve con la boca ligeramente abierta y respiración lo más controlada posible. Y una erección bien marcada en sus pantalones. Sam, a su lado, tiene sus brazos obligados a permanecer en su sitio, tragando grueso ante la vista que le es ofrecida, evitando tocarse. Ella misma también está sudando, observa indistintamente a ambos alfas, con una sonrisa astuta en su cara.

Los omegas. Wanda está prendada de su mano en el canalizador, como tantas veces ha pasado en el interior de sus cuartos. Dios, solo tiene en la cabeza que quiere estar ahí —que alguien le deje estar ahí, por Dios— Y Tony es un desastre, le molesta la ropa que lleva —la interior empieza a ser verdaderamente un estorbo— y tiene en su cabeza grabados los dedos en el interior de Steve que no puede quitarse de la cabeza.

—Omegas, tocáos. Alfas, de pie. Quietos.

Nadie desobedece. Wanda cuestiona en silencio y, antes de serpentear su mano por su pantalón, espera un asentimiento de Natasha. Para entonces, Tony ya está gimiendo alto ocupado a dos manos y ella masajea su clítoris, lentamente y más centrada en la imagen frente a ella.

—En tus manos. Levanta la cabeza, mírales.

Obedece sin rechistar, con el corazón a mil por lo que vendrá a continuación.

Steve recuerda cuántas veces Bucky le ha llamado masoquista. Ahora, los ojos del alfa comienzan por la curvatura de su culo tenso y va acercándose a sus ojos, mientras Natasha se deshace de la ropa echa jirones, suya y del contrario. Hay un hilo inefable de explicación ante el escalofrío que le recorre, cuando observa a Bucky con la boca ligeramente abierta, relamiéndose los labios y con su miembro perfectamente visible en los pantalones que lleva. Steve siente su miembro endurecerse aún más. Sam le mira con una intensidad, si bien misma en calentura, muy deferente en significado.

 

•••

 

Y vosotros, ¿cómo queréis que continúe esto, pegging o conocer trama?


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