Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

New Raven por NoSense

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Se trata de un fanfic que abarcará diferentes parejas del anime Haikyuu!! en un universo alterno al margen del voley. También se hará mención de algunos lugares y festividades del Japón actual, así como de otras instituciones del mundo real.

Los personajes le pertenecen a su autor: Haruichi Furudate

 

21/06/17

Maldito Hinata:

¡No entiendo porque demonios tú…, y menos entiendo con qué motivos o…! Ni siquiera como amigo… ¡Ni siquiera como eso tendrías que haber…!

- ¡Mierda…! -

 

22/12/18

Estúpido Kageyama:

¿Qué? ¿Es que acaso el Rey no puede simplemente encararme de una buena maldita vez? ¡No me pienso disculpar si eso quieres…! ¡Yo no fui quien al final decidió escapar como un cobarde, idiota!

- ¡Maldita sea...! -

14/03/19

¡Hinata, bastardo...!

¡Todos los malditos días pienso en cómo rayos ni siquiera tuviste el mínimo de valor para…!

- ¡Al diablo...! -

14/02/20

¡Kageyama, idiota…!

Es que no lo entiendo ¡Es que no me cabe en la cabeza! ¡Yo confiaba en ti, maldición! Año tras año es lo mismo, es la misma tontería de siempre. ¡Tu cara, aquí, en mi cabeza es…!

- ¡Demonios...! -

 

13/08/21

¡Hinata, eres un imbécil...!

Si al fin y al cabo iba a terminar así ¡¿Por qué rayos te metiste en mi vida?! ¡Yo no pedí conocerte! ¡Tu te metiste a la fuerza…!

- ¡Jo..JODER...! -

 

18/11/22

¡Kageyama, grandísimo tonto…!

¡¿Cuándo miércoles es que tú pretendes regresar, ah…?¡

- ¡¡¡AHHHH!!! -

Y así. Pasó un año. Pasaron dos. Pasaron tres. Cuatro. Cinco. Seis. Aunque, en realidad, estamos terminando el sexto. Solo bastaría decir, que muchos mensajes se quedaron en la bandeja del borrador todo este tiempo. Algunos faltando solo enviarse; otros, a medio hacer. Pero todos, todos, acabaron exactamente igual. En rabia. En grito. En la bandeja del borrador.

Hay quienes dicen que el desgaste emocional puede llegar a ser incluso más destructivo que el físico. Hinata Shouyo lo creía, lo estaba viviendo. Desde que terminaron el instituto, incluso después de graduarse de la universidad, mucho había cambiado. Y tal vez, muy en el fondo, todos lo sabían; aunque de la misma manera aparentaban tener un tácito acuerdo de fraternal apoyo. Supongamos que la madurez les sentó muy bien a la mayoría. Aunque Hinata se hubiera vuelto a dormir sobre el computador, por tercera vez en lo que iba del año.

-          Si te aburre tanto, ¿Por qué no dejas ya el empleo? – le reprochó su compañero al entrar a la oficina, al mismo tiempo que golpeaba ligeramente su cabeza con una bolsa de comestibles.

Hinata lo miró somnoliento. Ah, sí, recordó que estaba de turno en la estación. Entonces esbozó una sonrisa entre avergonzada y burlona hacía Tanaka.

-          Entonces, salgo un rato por la cena… ¿Y ya te quedaste dormido otra vez? – volvió a reprochar, mientras jalaba para sí una silla y compartir unos bollos de carne con el peli-naranja.

-          No es como si hubiera estado dormido, cabeceé un ratín – respondió Hinata, mientras rebuscaba en la bolsa de comestibles – es que eres un demorón, Tanaka-san. Además, no porque este sea mi trabajo de medio tiempo quiere decir que vaya a dejarlo pronto ¿Verdad?

-          ¡Eh! ¡Pare esas manos, bajista prodigio! ¡Que tenemos que esperar a Daichi! – lo detuvo Tanaka, haciendo nudo a la bolsa – Además, debes ir a lavarte esas babas antes que te vea así. ¿Qué pasa? ¿Te has quedado en la secundaria? – se burló.

Hinata hizo un ligero puchero. Seguidamente, se incorporó, se estiró y dio un largo y exagerado bostezo. Entonces siguió el camino a los servicios.

-          Vale, ya voy, ya voy… - respondió, mientras emprendía su camino a pasos pesados.

Tanaka sonrió burlonamente por lo bajo en respuesta a su conducta. Esos momentos donde Hinata parecía ser el mismo de siempre lo aliviaban de cierta manera. Era nostálgico. Entonces echó una vista a su alrededor. Hacía 2 años que había terminado la universidad, y ahora mismo estaba haciendo su maestría en Tsukuba. De momento, al igual que Shoyou, también estaba trabajando en el Departamento de Policía Metropolitana de Tokio a medio tiempo. Pero, a diferencia de él, planeaba trabajar en permanentemente ahí a futuro – necesitarían a un psicólogo forense en algún departamento después de todo. Tener a Hinata en un ambiente que podía llegar a ser extremadamente estresante de vez en cuando era una bocanada de aire fresco. Su misma sección lo era, así, singularmente adornada. El caos en el orden, lo colorido en la seriedad, los dulces y chucherías en el amargo café: así era Hinata. Pensó, entonces, que tal vez Daichi y él mismo extrañarían sus ocurrencias en la estación. Y mientras deambulaba con la mirada, fijó la mirada en el “Cuadro de tareas” de Hinata. Leyó ¡Batalla de Bandas en el Jump Festa!, un volante algo arrugado, subrayado casi de lleno, y con cientos de pines de colores alrededor.

-          Esto está mejor resaltado que tus propias tareas, Shouyou – rió para sí.

Sí, iba a extrañarlo en la oficina. Pero sabía de antemano que fuera de ella debían seguir reuniéndose. Eso si querían ganar, por su puesto. Entonces tomó su teléfono y escribió rápidamente “¡Eh, Noya! ¿Me puedo quedar con tu amplificador la próxima semana?”. Ha esas horas de la noche, tal vez y su amigo debía seguir de turno en la estación de su padre, de modo que ni bien se envió el texto guardó el celular. Con suerte, la respuesta llegaría a horas de la madrugada. Y reanudó su seguimiento con la mirada en la sección de Shouyou, desde el póster, su colección de plumillas, su caja de tapitas de gaseosa, sus fólderes inclinados al más puro estilo de la Torre de Pizza. Hasta su computador.

-          “Kageyama, grandísimo tonto” ¿no?... – murmuró, aunque no terminó de leer el mensaje. Privacidad es privacidad. Tanaka se recostó en su silla, e intentó reanimarse otra vez tras la carga de ese nombre. Hinata era otra historia.

En lo servicios, Shouyou parecía ahogarse en jabón. Primero fue la cara, luego llegó hasta las orejas, y finalmente terminó empapándose la cabeza entera en el lavabo. Aunque fuera un sinsentido pensar que solo al agua mágicamente podría llevarse sus memorias, se quedó así un buen rato. Entonces se escuchó el rechinido del vaivén de la puerta.

-          Tu salario no cubre la cuenta del agua, Hinata – dijo su compañero, junto con una comprensiva sonrisa.

-          ¡Dai…!¡OOUH…! – respondió rápidamente por instinto, aunque del mismo modo trató se incorporarse, dándose un fuerte golpe con la nariz del lavabo. De la vergüenza, Hinata solo se mordía lo labios mientras tomaba fuertemente su cabeza con ambas manos. Estaba atorado.

-          Tanaka me dijo que estabas tardando mucho – dijo Daichi mientras se acercaba a ayudar a su apenado amigo – ¿Acaso no eres tú quien siempre llega primero a comer?

-          ¡Y tú siempre eres el último Daichi-san! – reía el menor, mientras se levantaba liberado.

-          Anda, déjame ver que tan hueco quedaste – bromeaba Daichi mientras revisaba la cabeza de Shoyou.

-          ¡¿Hueco?! – reclamó.

-          No es nada – dijo burlonamente el mayor, mientras daba ligeras palmadas.

-          ¡¡Que duele, rayos!!

-          Tengo una crema para los golpes en el auto, saliendo hazme acordar para alcanzártela – recomendó Daichi.

Hinata sonrió ampliamente otra vez. Desde la escuela preparatoria todos habían sido siempre como una familia, y aunque cada uno tuviera casi su vida hecha, aún eran como hermanos. Todos seguían en contacto y se veían constantemente. Sonreía por ello, porque seguían siendo como una familia. Aunque desde hacía un tiempo aquella luz hubiera quedado teñida por nostalgia y algo de coraje, debido a la indiferencia y ausencia de uno de ellos. El pasillo era largo y, a esas horas, poco iluminado. Era oportuno, así Sawamura no podría advertir su repentino cambió de expresión de camino hacía donde los esperaba Tanaka. Shoyou estaba en esos días, esos días donde sonreír era cansado.

-          ¡Bollos de carne, Tanaka-san! – gritó en casi imperceptible fingido entusiasmo - ¡Bollos de carne! ¡Bollos de carne!

Entonces los tres se sentaron a comer a gusto. Había sido un largo día después de todo. Daichi relataba lo último acontecido en la su sección, la Oficina de Investigaciones Criminales, mientras sus dos compañeros escuchaban entre la tensión y la intriga. A veces sí que le eran de ayuda sus inocentes suposiciones sobre cada caso. Aunque de ambos, Tanaka fuera el más atento, ya que aspiraba a ser asignado en la misma área a futuro. Hinata, ni luminaria del Derecho o perito en Psicología, imaginaba otro futuro para él; aunque de momento ser oficial de policía a medio tiempo era significado en su vida. Y siguió la plática.

-          Aun así, ¡Opino que aquí en Seguridad Pública está la verdadera acción! – se jactaba Hinata.

-          Solo de vez en cuando Hinata, la delincuencia en Japón nos va a dejar sin empleo pronto – renegó Tanaka, al tiempo que recostaba su cabeza sobre el respaldar de su asiento – ¡Je! ¡Y ya verás que te volverán a hacer usar el traje de mascota de la policía otra vez!

Tanaka soltó una estruendosa risa tras recrear aquella imagen. Daichi lo recordaba también, perfectamente, de modo que se unió a aquellas carcajadas. Obviamente penas como esas no se olvidan, y Hinata solo pudo enrojecerse hasta las orejas mientras movía desesperadamente ambos brazos en todas las direcciones rogando por el silencio de ambos. Y siguió la plática, hasta que fue momento de marchar a casa. Daichi y Tanaka salieron de la sección del menor, no sin antes recordarle que lo esperarían en el estacionamiento, detallando su puntualidad. Sin embargo, ni bien traspasaron la salida, Tanaka jaló de la camisa al mayor. Daichi volteó la mirada y se encontró con un inquietante “espera” en los ojos del moreno, seguido de un movimiento de los mismos que apuntaba una y otra vez a la sección de Hinata. Entonces ambos atisbaron cuidadosamente su mirada por el marco de la puerta. Ahí estaba Shouyou, otra vez, recostado al frente del computador, pero con la mirada en dirección a esas palabras: “Kageyama, grandísimo tonto”. Se preguntaba cuánto ya hacía que había empezado a escribirle a la nada, cuánto ya hacía que lo regañaban por terminar gritando al computador o al teléfono. En fin, cuánto ya hacía que Kageyama había dejado el país, pero jamás su vida. Tan sumido en aquel pensamiento, que ignoraba los polizones de la entrada. Pues sí, en seis años nadie supo nada de él, y durante todo este tiempo las cosas sí que habían cambiado; sin embargo, el dolor, la rabia, la impotencia y el orgullo se mantuvieron frescos. Como si aún fuese aquel día. Kageyama, grandísimo tonto. Fue entonces que Hinata deslizo su brazo hasta llegar al mouse. No iba a gritar otra vez, por ese día. Y de nuevo… a la bandeja del borrador.

Terminada la escena, Tanaka empujó impaciente el brazo de Daichi, y este lo comprendió: “suficiente”. Ambos caminaron en silencio por el corredor, hasta que el mayor rompió la incertidumbre.

-          Tanaka, dime qué tan frecuentemente lo hace – preguntó preocupado.

-          No es estable, cuando está en sus mejores días puede durar buen tiempo sin escribir nada. Una vez, casi 2 o 3 meses. Cuando no, puede llegar a escribir hasta dos veces en un solo día. Intuyo que debe relacionarse a su nivel de estrés, y que debe aumentar si se encuentra en situaciones que de alguna forma relacionen sus recuerdos – Tanaka suspiró hondo – pero estamos hablando de Hinata, su resistencia física para su tamaño y complexión es admirable. Supongo que podemos decir lo mismo de su lado emocional. Pero no sé… no sé cuánto tiempo más podrá aguantar, ahora mismo, siento que está tocando fondo.

-          Lo sabes. Eres un gran psicólogo Tanaka, con casi nada de experiencia, pero lo eres – bromeó ligeramente Daichi para aligerar su preocupación – todos estos años han sido duros para él – hizo una pausa – para todos. Y siendo honesto, si no fuera por Suga y por ti, mantener estos lazos hubiera sido imposible.

Daichi era un buen líder. Incluso desde la escuela preparatoria. Sin embargo, no era de esos líderes autoproclamados, o de aquellos que se conforman con que se obedezcan sus decisiones por simple y arbitrario parecer. Daichi era visto por aquel extravagante grupo como un líder, por cosas como aquellas. Por cosas como ser el símbolo de la confianza misma. Por cosas como un razonamiento imparcial y sólidamente justificado. Por cosas como su responsabilidad, seriedad, generosidad y paciencia. Daichi, era como el padre de una gran familia; el mismo que solo en verdad asustaba cuando hacían enojar. Y Tanaka lo sabía, pero aun conociendo esa jugada mental, también reconocia que eran innatas de su amigo. Sin trucos. Por ello, entonces, volvió a sentirse fuerte.

Los tres amigos se encontraron finalmente en el auto del mayor de todos, de camino a sus respectivas casas. De momento, Sawamura era el único del trío poseedor de un automóvil, y una carrera para acortar el camino de sus colegas era bienvenida siempre que sus horarios la hicieran posible. Y Hinata fue el primero en bajar. El peli-naranja bajó casi de un rebote, mientras agradecía nuevamente por los bollos y la carrera, acompañada de su característica gran sonrisa al tiempo que agitaba su brazo izquierdo en despedida. Esa misma que no dejaron de admirar por el retrovisor, tanto Daichi como Tanaka, hasta que se perdió en la distancia. Entonces, Tanaka estuvo listo para responder.

-          No solo por Suga o por mí es que las cosas han marchado relativamente bien, Daichi. La personalidad de Hinata es especialmente fuerte. Es energético y muy alegre. Todos sabemos que tiene un don de hacer sonreír a cualquiera, aunque su propio día no fuera precisamente el mejor. En el fondo, antepone la felicidad del otro a la suya misma; por eso, no esperes que hablé de Kageyama tan fácilmente. Me explico, Hinata es auténtico y a veces brutalmente directo, pero sabe lo sensible y propenso a bajones que es, y por eso no lo hablará abiertamente de Kageyama: porque lo veremos entristecerse, y nos preocuparemos. Él no quiere vernos mal, él quiere seguir haciéndonos sonreír. Y eso, debe ser realmente cansado. Pero ahora, que está solo, irá a darse una ducha, y se dirigirá directamente a su cuarto, donde podrá ponerse en primer lugar por única vez en el día. Porque, muy en el fondo, sabe que nada está bien. Él se ha estado exigiendo demasiado durante todos estos años, porque en verdad quiere salir de esto, aunque al mismo tiempo, sabe que para eso hay una única solución. Eso es lo que no quiere terminar de aceptar, y por eso escribe. Escribe porque esos correos es lo más cercano que tiene a Kageyama. Así se desahoga, y se libera. Si no los manda es por miedo: quiere las respuestas, pero al mismo tiempo les teme. Quiere acabar con la incertidumbre, pero teme volver a escuchar esas mismas palabras y confirmar, por fin, que todo está insalvablemente roto. Creo que ese es su día a día. Pero, también creo que, aunque esto de la música nos ayuda en conjunto, no aguantará por mucho tiempo – terminó su análisis, para finalmente tomar un gran sorbo del café que llevaba en su termo.

-          Ese es nuestro psicoloco – agradeció Daichi, al tiempo que le daba unas palmadas en el hombro.

Pero describir el problema no es solucionarlo. Al menos, eso pensaron al mismo tiempo que terminaron la conversación. Y hubo un corto silencio tras ello, hasta que llegaron a la parada de Tanaka. Este bajó del asiento del co-piloto y agradeció nuevamente a Daichi por la carrera; sin embargo, antes de cerrar la puerta, este último la detuvo.

-          ¿Sabes? Confío en Hinata, pero si llegase el momento, todos pensaremos en algo ¿Está bien? – lo calmó el mayor.

-          Está bien – respondió Tanaka algo reconfortado.

-          Y no olvides que mañana hay práctica, por cierto.

-          Puntual, por supuesto – presumió el menor siempre cerraba la puerta del vehículo.

Daichi siguió su camino, convertido en un manojo de emociones. Agotado por toda la jornada, preocupado por el asunto de Hinata; y al mismo tiempo, inseguro sobre sumar un año más conduciendo hacia la misma casa. Hacía aquella casa que compartía desde ya hacía mucho tiempo con uno de sus amigos más cercanos desde la secundaria: Sugawara. Se trataba de aquellos pensamientos que invaden tu mente, cuando sabes perfectamente que hay cosas que no pueden continuar. Llegó a casa, otra vez, muy tarde por la noche.

-          ¡Llegué! – exclamó al tiempo que entraba al inmueble – ¿Suga?

Y ahí estaba él. Sugawara yacía dormido sobre la mesa de la sala, al lado de una pequeña pila de libros, algunas notas, y coloridos resaltadores alrededor suyo. Era natural. Ese mismo año, Koshi había empezado a ser profesor en Higashimachi, una las mejores escuelas primarias, y realmente se esforzaba cada día por ello. Seguro estaría preparando su próxima clase, pensó el oficial. Era conmovedor tan solo verlo dormir. Tanto, que prefería que lo hiciera en su propia habitación que en la mitad de la sala; discusión que en ese año se había convertido en habitual. Tan habitual como cargarlo hasta su recamara cuando aquello sucediera, arroparlo, y ganar un tiempo que era solo para él. Un tiempo para verlo dormir. Tan fresco, tan indefenso. Pero aquella noche, por primera vez, Sugawara se había levantado al terminar el camino y aun en los brazos el oficial, al momento en que este lo estuviera acomodando suavemente sobre la cama del peli-gris.

-          ¿Daichi? Llegaste…  – dijo somnoliento. Sin embargo, Daichi no pudo ser capaz de hacer nada más sino solo observar algo sorprendido a su compañero, mientras este bostezaba hondamente y restregaba suavemente sus ojos – ¿Daichi? Oye, Daichi ¿Estas bien?

-          Perdón, no quise despertarte – respondió finalmente.

-          No, no, está bien, después de todo esta noche no pensaba dormir. Tengo unas prácticas que corregir – le reconfortó Suga, mientras trataba de incorporarse.

Aunque si bien estuviera recostado sobre su cama, seguía al mismo tiempo sobre los brazos del oficial, y ese intento de erguirse hizo que su rostro se acercara peligrosamente al rostro de Daichi. En su impresión, este retrocedió casi por inercia, y se incorporó, soltando por completo a Suga.

-          Yo limpiaré entonces. Tú esfuérzate en terminar rápido, y a descansar ¿Ok? – dijo, mientras reía un poco nervioso.

-          ¡Vale! – exclamó Suga, mientras le propinaba un derechazo al costado de Daichi, sonriendo ampliamente.

Más dolor para Daichi. Y después de ese cuadro bajaron ambos al primer piso, cada quien a lo que era suyo. Sugawara hacia sus prácticas; Daichi, a la limpieza. Eran solo dos bajo un único techo, pero eran un gran equipo cuando se trataba de mantener su hogar a flote. Una coordinación y organización única. Razones y razones para una magnífica co-existencia por casi ocho años.

-          ¿Y cómo esta Hinata? – preguntó el peli-gris desde la sala, al tanto de la situación de su amigo por supuesto.

-          Volvió a escribirle hoy – respondió Daichi, al tiempo que lavaba los platos en la cocina.

-          Ya han pasado seis años… y a veces me pregunto si estará bien – hiso una pausa – más bien, si podrá seguir sosteniéndose así de bien – suspiró Suga.

Daichi lo entendía. Hinata nunca pretendió llamar la atención, pero aquello pasa cuando conoces así de bien a una persona. Sabes que algo dentro de ella es diferente; y la mayoría de veces, también sabes el porqué. De manera que le explicó todo lo concluido por Tanaka, en resumidas cuentas, y terminó dirigiéndose al lado de Suga para terminar aquel discurso.

-          Pero yo confío en Hinata – dijo el policía, mirando directamente a los ojos de su amigo – y si las cosas alguna vez llegaran a salirse de nuestras manos, te prometo que lo resolveremos. Todos juntos.

Sugawara casi dejó de respirar por un segundo. Sí, de alguna manera Daichi parecía invencible, como si al final él siempre fuera a encontrar una solución. Por eso aquel lo admiraba tanto, y quería poder llegar a ser siempre su respaldo. Porque sabía que la esencia misma de Daichi hacía que tomara el mundo sobre sus hombros, pero también era consciente de que alguien debía sostenerlo a él. Esa fuerza. Ese aliento. Desde que aquella amistad fuera inquebrantable, Suga se prometió a sí mismo, que protegería esa voluntad.

-          Eres como un pilar Daichi – respondió el peli-gris, junto a una amable y reconfortada sonrisa. El policía no pudo evitar sonrojarse levemente ante aquel cumplido.

-          E-Enton-Entonces, no olvides no quedarte dormido aquí abajo. Apenas termines sube inmediatamente a su habitación ¿Ok? – articuló Daichi torpemente mientras se levantaba, dirigiéndose directamente escaleras arriba, tras una burlona sonrisa de su adulador; y deteniéndose justo a la mitad – …pero, aunque digas que soy como un pilar…, tú siempre serás la base. Ya que, si alguien cae, finalmente tu lo sostendrás. A… Buenas noches, Suga.

Finalizado aquel penoso intento de desahogar aquellos peligrosos sentimientos, Daichi se tumbó sobre su cama. Realmente esperaba poder conciliar el sueño. Tarea un tanto difícil porque, ni bien se acostó, una imagen vino repentinamente a su mente. Él, acomodando a su compañero suavemente sobre aquellas sábanas, encontrándose con sus ojos entrecerrados, observándolo. Tan cerca. Tan sugerente. Otros días hubiera sido igual, pero aquella vez sus miradas se habían cruzado, y sintió el ambiente tal cual: como un hombre cargando a su amante hacia el lecho, predispuestos a la emoción de la intimidad. No iba a poder dormir.

Sugawara daba pequeños sorbos a su café mientras hacía su trabajo y pensaba en el último comentario de su compañero. Con que la base, ¿no?, pensó mientras una ligera sonrisa se dibujaba en su rostro. Y, por un momento, se encontró deseando que el tiempo se congelara para siempre. Esa pregunta era inquietante: ¿Hasta cuándo vivirían juntos?

-          Daichi vino muy cansado hoy ¿Todo bien en la estación? ¿También tuviste un día pesado? – escribió a Hinata, pensó que podría ser muy tarde para esperar una respuesta, pero su teléfono no demoró en sonar.

-          ¡Suga-san…! Mmm… no tanto la verdad ¿Sabes? ¡Mi cabeza se atoró en el lavabo…! Pero gracias a la crema para los golpes que le diste la otra vez a Daichi-san ahora ya no duele nada. ¡Gracias! – respondió el texto algo animado el peli-naranja, desde su móvil.

Entonces… Siempre la lleva consigo, aun cuando dijo que me estaba preocupando demasiado, pensó Sugawara, riendo por lo bajo. Se trataba de una crema con historia, que incluso se remontaba a la época en que estudiaban en Karasuno. Y Suga la recordó vagamente: él llegando a la sala del club de música, y Daichi levantándose atropelladamente de la batería que entonces Suga tocaba. Enredándose con el pedal, y arrastrando a uno de los platillos en su caída. Esa fue la primera vez que se la hubo regalado. Y, una vez relajado con ese pensamiento, continuó su larga noche. Aunque muy diferente fuera la situación de quien le hubo contestado del otro lado de la línea.

-          Sí, Suga-san… todo bien. Todo va a estar bien. Estaré bien – murmuraba Hinata mientras apagaba su teléfono.

Ahí, sentado en el alfeizar del ventanal de su habitación, Shouyou balanceaba solo una de sus piernas sobre el vacío del exterior. Eran de aquellas noches que amaba contemplar. Hundida en la profundidad de un majestuoso negro azulado, advirtiendo en la brisa la proximidad del invierno. Y a lo lejos, la luna en todo su esplendor, alzándose sobre la luz de cualquier imperceptible estrella. Pero, para Hinata, aquel destello no era el protagonista, sino que aquel más bien lo iluminaba. Solo así podría distinguirlo, aquel majestuoso negro azulado de cada noche. Y pensó: te odio…

Al otro lado del mar. Al otro lado del mundo. Cruzando las fronteras del tiempo y el espacio. Alguien también contemplaba el cielo desde su ventana. Una más de todas esas noches de insomnio, para volver a apreciar el amanecer. Eran de aquellos amaneceres que amaba contemplar. Donde los deslumbrantes rayos del sol se alzaban sobre las nubes matutinas, y diversos tonos anaranjados se hacían camino a fuerza. Aunque odiaba ver el sol directamente, para él, lo hermoso de aquello era ese deslumbrante naranja alzándose sobre las nubes por la mañana. Y pensó: te odio…

Notas finales:

Buenas :)... La verdad es que es la primera vez que me animo a escribir algo asi que... de antemano agradezco cualquier crítica que se le haga. Por más brutal que sea (?). 

¡Nos leemos...!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).