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Strunz por Momino

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Notas del fanfic:

¡Lo prometido es deuda! Aquí con un nuevo fanfic alias temporada dos de Scarlat. 

¡Así que si no han visto Scarlat vayan rápidamente a leerlo primero para que vayan entendiendo la historia!

Los personajes son únicamente propiedad de Masashi Kishimoto.

Notas del capitulo:

¡Repito si son nuevos en la historia lean la historia anterior aquí el link: http://www.amor-yaoi.com/viewstory.php?sid=198888#sthash.gNWHBc4y.dpbs

Capítulo 1

 

Diez segundos pasaron entre los cuales Uchiha Sasuke tomó su asiento y me pinchó por debajo del hombro con su confianzuda pluma. Diez segundos.

 Retorciéndome en mi asiento, inhalé el aroma del aire fresco que traía consigo. Sasuke retiró su mano y tocó con la tapa azul de su pluma la comisura de sus labios. Labios con los que estaba familiarizado. —Buenos días, Kitsune.

Forcé mi mirada a sus ojos. Negro brillante, como el de un agujero negro hambriento. —Buenos días, Sasuke.

Un mechón de cabello rebelde caía sobre su frente mientras inclinaba su cabeza. —No olvides que tenemos planes esta noche, dobe.

—Sí, lo sé. Lo espero con ansias, dattebayou —dije secamente.

Mientras Sasuke se inclinaba hacia delante, su suéter negro se extendía sobre sus anchos hombros. Su escritorio se tambaleó. Escuché las suaves inhalaciones de mis amigas Sakura y Karin, sentí los ojos de todos en la clase mirándonos. Las comisuras de sus labios se curvaron, como si estuviera riéndose en secreto.

El lapso del silencio se volvió muy pesado. —¿Qué, ttebayou?

—Necesitamos desaparecer tu rastro —dijo, lo suficientemente bajo para que solo yo escuchara. Gracias a Kami. Tratar de explicar lo que era un rastro a la población general no era algo que yo quisiera hacer. Oh, ya sabes, solo es un residuo alienígena que se transmite a los humanos y los ilumina como si fueran un árbol de navidad y los convierte en un blanco para una malvada raza de alienígenas. ¿Quieres un poco?

Nop.

Tomé mi lapicero y consideré pincharlo con él. —Sí, me lo imaginaba, dattebayou.

—Y tengo una divertida idea de cómo podemos hacerlo, usuratonkachi.

Supe lo que su divertida idea era. Yo. Él. Besándonos. Sonreí, y el negro de sus ojos se iluminó.

—¿Te gusta la idea? —Murmuró, y su mirada bajó a mis labios.

Una cantidad insana de emoción hizo vibrar mi cuerpo por completo, y me recordé que su repentino cambio tenía más que ver con el efecto de su extraño mojo alienígena en mí, que conmigo mismo. Desde que Sasuke me sanó después de la batalla con el Arum, hemos estado conectados, y mientras que para él pareciera suficiente para establecer una relación, no lo era para mí.

No era real.

Yo quiero lo que mis padres tenían. Amor eterno. Poderoso. Verdadero. Un loco vínculo alienígena no tenía el mismo valor para mí.

—No en esta vida, bastardo—dije finalmente.

—Resistirse es inútil, Kitsune.

—Al igual que tus encantos, teme.

—Ya veremos, dobe.

Rodando mis ojos azules, miré hacia el frente de la clase. Sasuke era una completa monada, pero era digno de ser apuñalado, lo que, en ocasiones, anulaba la parte mona. No siempre, sin embargo.

Nuestro anciano profesor de trigonometría entró arrastrando los pies, sosteniendo un grueso manojo de papeles mientras esperaba a que sonara la tardía campana.

Sasuke me pinchó con su lapicero. Otra vez.

Apretando mis manos en puños, debatí el ignorarlo. Lo sabía muy bien. Seguiría pinchándome. Girándome, lo miré fijamente. —¿Qué, Sasuke?

Se movió tan rápido como una cobra. Con una sonrisa que me hacía sentir cosas extrañas en mi estómago, deslizó sus dedos sobre mi mejilla, quitando un poco de pelusa de mí pelo.

Lo miré fijamente.

—Después de la escuela...

Comencé a tener todo tipo de ideas locas mientras su sonrisa se volvía maliciosa, pero yo no jugaría más su juego. Rodé mis ojos y me di la vuelta. Resistiría a mis hormonas... y la manera en la que él me afecta como nadie más.

Un ligero dolor latió en mi ojo izquierdo el resto de la mañana, de lo cual culpé totalmente a Sasuke.

En el almuerzo, sentí como si alguien me hubiera golpeado en la cabeza. El ruido constante de la cafetería y la mezcla del desinfectante y la comida quemada me hicieron querer huir del lugar.

—¿Vas a comerte eso? —Uchiha Sai señaló mi queso intacto y la piña.

Negando con la cabeza, empujé mi bandeja hacia él, y mi estómago se revolvió mientras Sai comía.

—Podrías comerte a todo el equipo de futbol —Karin miró a Sai con obvia envidia brillando en sus oscuros rojos. No la podía culpar. Una ocasión, vi a Sai comerse un paquete entero de galletas Oreo de una sola vez—. ¿Cómo lo haces?

Sai encogió sus delicados hombros. —Creo que tengo un metabolismo rápido.

—¿Qué hicieron este fin de semana? —preguntó Sakura, frunciendo el ceño—. Yo estuve llenando solicitudes para la universidad.

—Yo estuve besando a Suigetsu todo el fin de semana. —Karin sonrió, mientras limpiaba sus lentes con la manga de su camisa.

Ambas chicas nos miraron a Sai y a mí, esperando a que habláramos. Supuse que, probablemente, todo el asunto de matando-a-un-loco-alienígena-y-casi-muriendo no era algo para contar.

—Salimos y vimos películas estúpidas —contestó Sai, dándome una pequeña sonrisa mientras se llevaba su brillante cabello negro por detrás —. Fue algo aburrido.

Karin resopló. —Ustedes siempre son aburridos.

Comencé a sonreír, pero un cálido cosquilleo subió por mi nuca. La conversación a mí alrededor se desvaneció y unos segundos después, Sasuke se dejó caer en el asiento a mi izquierda. Un vaso plástico lleno de batido de chocolate —mi favorito— fue puesto frente mí. Estuve más que ligeramente sorprendido, no esperaba recibir algún detalle de Sasuke, mucho menos una de mis bebidas favoritas. Mis dedos rozaron los suyos mientras tomaba la bebida, y una descarga eléctrica bailó a través de mi piel.

Aparté mi mano y tomé un pequeño sorbo. Delicioso. Tal vez esto haría que mi estómago se sintiera mejor. Y tal vez podría acostumbrarme a este nuevo Sasuke, caballeroso. Mucho mejor que la otra versión idiota de él.

—Gracias, dattebayou.

Sonrió en respuesta.

—¿Dónde están los nuestros? —Bromeó Karin.

Sasuke rió. —Solo estoy al servicio de una persona en particular.

Mis mejillas ardían mientras me deslizaba en mi silla. —Tú no estás a mi servicio, de ninguna manera, teme.

Se inclinó, cerrando la distancia que acaba de ganar. —No aún, dobe.

—Oh, vamos, Sasuke. Estoy justo aquí. —Sai frunció el ceño—. Vas a hacer que pierda mi apetito.

—Como si eso fuera posible —replicó Karin, rodando sus ojos.

Sasuke sacó un emparedado de su mochila. Solo él podía saltarse el cuarto período para almorzar sin terminar en detención. Él era tan... especial. Todas las chicas en la mesa, a parte de su hermano, lo miraban.

Algunos chicos lo hacían, también.

Le ofreció a su hermano menor una galleta de avena.

—¿No tenemos planes que hacer? —Preguntó Sakura, dos puntos brillantes coloreaban sus mejillas.

—Sí —dijo Sai, sonriéndole a Karin—. Grandes planes.

Me pasé la mano sobre mi húmeda y fría frente. —¿Qué planes, ttebayou?

—Sai y yo hablábamos en inglés sobre hacer una fiesta la semana después de la siguiente —dijo Sakura—. Algo...

—Grande —dijo Karin.

—Pequeño —corrigió Sakura, entrecerrando los ojos a su amiga—. Solo unas pocas personas.

Sai asintió, y sus brillantes ojos negros se iluminaban de emoción. — Nuestros padres estarán fuera de la ciudad el viernes, así que funciona perfectamente.

Le eché un vistazo a Sasuke. Me guiñó un ojo. Mi estúpido corazón se detuvo.

—Es tan genial que tus padres te dejen hacer una fiesta en tu casa —dijo Sakura—. Los míos tendrían un ataque si llegara a sugerir algo así.

Sai se encogió de hombros y aparto la mirada. —Nuestros padres son bastante guay.

Forcé mi expresión en blanco mientras una punzada de dolor me golpeaba en el pecho. De verdad, creo que Sai desea que sus padres estén vivos más que cualquier otra cosa en el mundo. E incluso también Sasuke. Así, él no tendría que cargar con el peso de sentirse responsable por su familia.

Durante el tiempo que hemos pasado juntos, descubrí que la mayoría de su mala actitud se debe a todo el estrés. Y también estaba la muerte de su hermano mayor...

La fiesta se volvió el tema de discusión en la mesa por el resto del período del almuerzo. Lo cual era un plan genial, ya que mi cumpleaños era el sábado siguiente. Pero para el viernes, toda la escuela estaría invitada. En un pueblo donde beber en un maizal era la mayor emoción en una noche de viernes, no había forma de que esto pudiera quedar como una pequeña fiesta. ¿Sai era consciente de eso?

—¿Estás de acuerdo con todo esto, bastardo? —Susurré a Sasuke.

Se encogió de hombros. —No es como si pudiera detenerlo, usuratonkachi.

Sabía que podía si quisiera, lo cual significaba que él no tenía problemas con eso.

—¿Galleta? —Me ofreció, sosteniendo una galleta llena de chispas de chocolate.

Con malestar estomacal o no, no había forma de que pudiera negarme a eso. —Claro, dattebayou.

Una comisura de su labio se curvó y se inclinó hacia mí, su boca a centímetros de la mía. —Ven y tómala, dobe.

¿Ven y tómala...? Sasuke colocó media galleta entre sus carnosos y totalmente besables labios.

Oh, por los demonios alienígenas de todo el mundo...

Mi boca cayó abierta. Muchas de las chicas en la mesa hicieron sonidos que me hicieron pensar que se convertían en charcos debajo de la mesa, pero no pude reaccionar para ver lo que realmente hacían.

Esa galleta —esos labios— estaban justo allí.

El calor subió a mis mejillas. Podía sentir los ojos de todos los demás, y Sasuke... maldito, Sasuke arqueó las cejas, retándome.

Sai bromeó. —Creo que voy a tomarla.

Mortificado, quería esconderme en un agujero. ¿Qué pensaba que yo iba a hacer? ¿Tomar la galleta de su boca como algo sacado de una versión restringida de La Dama y El Vagabundo? Diablos, quería hacerlo, pero no me sentía seguro de lo que eso diría de mí.

Sasuke extendió la mano y tomó la galleta. Hubo un destello en sus ojos, como si hubiera ganado una batalla. —Se acabó el tiempo, Kitsune.

Lo miré fijamente.

Partiendo la galleta en dos, me dio el pedazo más grande. Se lo arrebaté de las manos, tentado a tirárselo en la cara, pero eran... eran chispas de chocolate. Así que me la comí y me encantó.

Tomando otro sorbo de mi batido, sentí una incomodidad que me recorría a lo largo de la espina dorsal, como si estuviera siendo observado.

Mirando alrededor de la cafetería, esperaba encontrar a la ex novia alienígena de Sasuke dirigiéndome su mirada asesina con marca registrada, pero Sabaku No Ino conversaba con otro chico. Eh. ¿Era un Luxen? No había muchos de su edad, pero dudé que Ino con toda su grandeza estuviera sonriéndole a un chico humano. Mi mirada se apartó de su mesa, explorando el resto de la cafetería.

El Sr. Kakashi  se detuvo en las puertas dobles de la biblioteca, pero observaba una mesa llena de deportistas que hacían elaborados diseños con su puré de papas. Nadie más, ni remotamente, veía en nuestra dirección.

Sacudí mi cabeza, sintiéndome tonto por estar extrañado por nada.

No era como si un Arum fuera a destrozar la cafetería del colegio. Tal vez exageraba. Mis manos temblaron un poco mientras alcanzaba la cuerda alrededor de mi cuello. El topacio se sentía fresco contra mi piel, reconfortante —un heraldo de seguridad. Así que necesitaba dejar de enloquecer. Tal vez eso era por lo cual me sentía aturdido y mareado.

Sin duda no tenía nada que ver con el chico sentado a mi lado.

 

Había varios paquetes esperándome en la oficina de correos y ni siquiera me emocione. Eran libros que aún no salían a la venta y me llegaron para revisión. Y yo actuaba como si no fuera nada importante.

Prueba segura de que me venía abajo con la enfermedad de las vacas locas.

El viaje a casa fue una tortura. Mis manos se sentían débiles. Mis pensamientos eran confusos. Llevando el correo cerca de mi pecho, ignoré la forma en la que la piel de mi nuca hormigueaba mientras subía los escalones del pórtico. Y también ignoré al chico de un metro ochenta de altura que se inclinaba en la barandilla.

—No viniste directo a casa después del colegio. —Había enojo en su tono de voz. Como si fuera mi propia versión jodidamente sexy del Servicio Secreto y me las arreglé para evadirlo.

Saqué mis llaves con mi mano libre. —Obviamente, tuve que ir a la oficina de correos, teme. —Empujé la puerta y dejé caer la pila de libros en la mesa en del vestíbulo... Por supuesto, él estaba justo detrás de mí, sin esperar una invitación.

—Tu correo pudo haber esperado, dobe. —Sasuke me siguió a la cocina—. ¿Qué es? ¿Solo libros?

Agarrando el jugo de naranja del refrigerador, suspiré. Las personas que no aman los libros, no lo entienden. —Sí, solo son libros, ttebayou.

—Sé que probablemente no hay ningún Arum cerca en este momento, pero nunca puedes ser demasiado cauteloso, y tú tienes un rastro en ti que los guiaría justo a nuestras puertas. Ahora mismo, eso es más importante que tus libros, usuratonkachi.

Nah, los libros eran más importantes que el Arum. Me serví un vaso, demasiado cansado para discutir con Sasuke. Aún no habíamos manejado el arte de la conversación cortés. —¿Bebes, dattebayou?

Suspiró. —Claro. ¿Leche?

Señalé hacia el refrigerador. —Sírvete, teme.

—Tú me ofreciste. ¿No me lo servirás, dobe?

—Te ofrecí jugo de naranja —Le contesté, tomando mi vaso de la mesa—. Tú escogiste leche, bastardo. Y no hagas ruido. Mi mamá está dormida, ttebayou.

Murmurando en voz baja, tomó su vaso con leche. Mientras se sentaba a mi lado, noté que usaba sus pantaloncillos negros, lo cual me recordó la última vez que estuvo en mi casa vestido así. Lo que hicimos.

Nuestra discusión se convirtió en una sesión de besuqueo como salida de una de esas cursis novelas románticas que he leído. El encuentro aún me mantenía despierto por las noches. No es que alguna vez lo fuera a admitir.

Fue tan ardiente. El mojo alienígena de Sasuke había dañado todas las bombillas en la casa y había quemado mi computadora portátil.

De verdad, extrañaba mi computadora y mi blog. Mamá me prometió una computadora nueva para mi cumpleaños. En dos semanas más...

Jugaba con mi vaso, si levantar la mirada. —¿Te puedo hacer una pregunta, ttebayou?

—Depende —respondió tranquilamente.

—¿Sientes... algo a mi alrededor?

—¿A parte de lo que sentí esta mañana cuando vi lo bien que te veías en esos jeans, dobe?

—Sasuke —Suspiré, tratando de ignorar al niño que gritaba dentro de mí, ¡ME NOTÓ!—, estoy hablando en serio, dattebayou.

Sus largos dedos trazaron ociosamente círculos sobre la mesa de madera. —Mi nuca se pone caliente y hormigueante. ¿Es eso a lo que te refieres?

Levanté la mirada muy sorprendido. Una media sonrisa se dibujó en sus labios. —Sí, ¿tú lo sientes también?

—Cada vez que estemos cerca, dobe.

—¿No te molesta?

—¿A ti te molesta?

No me sentía seguro de qué decir. El hormigueo no era doloroso ni mucho menos, solo extraño. Pero lo que simbolizaba me molestaba —La maldita conexión de la cual no sabíamos nada, ttebayou. Incluso nuestros corazones latían a la vez, en serio.

—Podría ser un... efecto secundario de la curación. —Sasuke me miraba por encima de su vaso. Apuesto a que se vería sexy con un bigote de leche—. ¿Te sientes bien? —Preguntó.

La verdad, no. Fruncí el ceño desconfiado.—¿Por qué?

—Te ves mal.

En cualquier otro momento, su comentario hubiera iniciado una guerra en esta casa, pero me limité a colocar mi vaso medio vacío sobre la mesa.

—Creo que me estoy enfermando de algo, de veras.

Su ceño se frunció. El concepto de estar enfermo era desconocido para Sasuke. Los Luxen no se enfermaban. Nunca. —¿Qué está mal contigo?

—No sé. Probablemente tengo piojos alienígenos, dattebayou.

Sasuke resopló. —Lo dudo. No puedo permitir que estés enfermo, dobe. Necesitamos salir e intentar desaparecer tu rastro. Hasta entonces, eres...

—Si dices que soy débil, te golpearé, idiota—La ira redujo la náusea en mi estómago—. Creo que he probado que no lo soy, especialmente cuando llevé a Momoshiki lejos de tu casa y lo maté, ttebayou —Luché por mantener mi voz baja—. Solo porque soy humano no significa que soy débil, ¡de veras!

Se echó hacia atrás, sus cejas se arquearon. —Iba a decir que hasta entonces, tú eres un riesgo, usuratonkachi.

—Oh —Mis mejillas se enrojecieron y me rasqué la nuca. Ups—. Bueno, entonces, sigo sin ser débil, en serio.

Un segundo Sasuke se encontraba sentado en la mesa y al siguiente a mi lado, arrodillándose. Tuvo que levantar la mirada para ver mi cara. —Sé que no eres débil. Lo has probado tú mismo. Y lo que hiciste este fin de semana... ¿Aprovechar nuestros poderes? Sigo sin entender cómo pasó, pero no eres débil, Naruto. Nunca.

Guau. Era duro mantener mi determinación de no ceder a la ridícula idea de estar juntos cuando él era realmente... amable, y cuando me miraba como si fuera el último pedazo de chocolate en todo el mundo.

Lo cual me hizo pensar en la maldita galleta con chispas de chocolate en su boca.

Un lado de sus labios se contrajo, como si supiera lo que yo pensaba y estuviera luchando por no sonreír. No era esa sonrisa satisfecha suya, sino una sonrisa real. Y de pronto, estaba de pie, sobre mí. —Ahora necesito que pruebes que no eres débil. Mueve tu trasero y trabajemos un poco en ese rastro, dobe.

Gemí. —Sasuke, de verdad no me siento bien.

—Naruto...

—Y no lo estoy diciendo para hacerme él difícil. No me siento bien, de veras...

Cruzó sus musculosos brazos, estrechando su camisa a lo largo de su pecho. —No es seguro para ti andar por ahí, cuando pareces un maldito faro, dobe. Mientras lleves ese rastro, no puedes hacer nada. Ni ir a ningún lado.

Me levanté de la mesa, ignorando el revoloteó de mi estómago. —Voy a cambiarme, ttebayou.

La sorpresa abrió sus ojos mientras daba un paso atrás. —¿Cediendo fácilmente?

—¿Cediendo? —Reí sin sentirlo—. Solo te quiero fuera de mi rostro, idiota.

Sasuke rió profundamente. —Sigue diciéndote eso, Kitsune.

—Sigue usando tus esteroides de ego, dattebayou.

En un abrir y cerrar de ojos, estuvo frente a mí, bloqueando mi salida.

Luego, se acercó a mí, su cabeza inclinada y mirada decidida. Retrocedí hasta que mis manos encontraron el borde de la mesa de la cocina.

—¿¡Qué!? —Demandé harto de su super velocidad.

Colocando sus manos en cada lado de mis caderas, se inclinó hacia mí. Su aliento era cálido contra mi mejilla y nuestros ojos se encontraron. Se movió un centímetro más cerca, y sus labios rozaban mi barbilla. Un grito ahogado escapó de mi garganta, y me incliné hacia él.

Un latido después, Sasuke retrocedió, riéndose con aire de suficiencia. —Sí... no es mi ego, Kitsune. Ve a prepararte.

¡Maldita sea!

Mostrándole el dedo, dejé la cocina y subí las escaleras. Mi piel aún se sentía fría y húmeda y no tenía nada que ver con lo ocurrido, pero me cambié a un par de sudaderas térmicas. Correr era lo último que quería hacer. No era como si esperara que a Sasuke le importara que no me sintiera bien.

Solo se preocupa por él mismo y su hermano menor.

Eso no es cierto, suspiró una insidiosa y molesta voz en mi cabeza.

Pero tal vez esa voz tenía razón. Él me había curado cuando pudo haberme dejado morir, y yo escuché sus pensamientos, lo escuché rogándome que no lo dejara.

Como sea, tenía que contener las ganas de vomitar e ir a correr por diversión. Un sexto sentido sabía que esto no iba a acabar bien.

 

Duré veinte minutos.

Con el terreno desigual de los bosques, el rápido viento de noviembre, y el chico a mi lado, no pude hacerlo.

Dejándolo a la mitad del camino hacia el lago, caminé rápido devuelta a mi casa. Sasuke me llamó un par de veces, pero lo ignoré.

Luego de un minuto de llegar a mi baño, de rodillas, vomité agarrando la taza del baño, lágrimas corrían violentamente por mi cara. Fue tan malo que desperté a mamá.

Ella se apresuró al baño, echando mi cabello hacia atrás. —¿Hace cuánto que te estás sintiendo enfermo, cariño? ¿Hace unas horas, todo el día, o solamente ahora, ttebane?

Mamá, siempre la enfermera. —De vez en cuando en el día, dattebayou—gemí, descansando mi cabeza en la bañera.

Chasqueando en voz baja, colocó una mano en mi frente. —Cariño, estás ardiendo —Tomó una toalla y la puso bajo el grifo—. Probablemente debería llamar al trabajo...

—No, estoy bien, ¡de veras! —Tomé la toalla que me extendía, presionándola en mi frente. La frescura fue maravillosa—. Es sólo la gripe, ya me siento bien, ttebayou.

Mamá chasqueó la lengua hasta que me levanté, y tomé una ducha. Cambiarme a una larga camiseta de dormir tomó una absurda cantidad de tiempo. La habitación giró a mí alrededor mientras me metía bajo las sábanas y cerré mis ojos y esperé que mamá regresara.

—Aquí está tu teléfono y un poco de agua —Puso ambos en la mesa y se sentó a mi lado—. Abre —Curioseé con un ojo abierto, vi el termómetro en mi cara, obedientemente abrí la boca—. Dependiendo de cuan alta esté tu temperatura, determinaremos si me quedo en casa, ttebane —Me dijo—. Es probablemente que solo sea gripe, pero...

—Mmm —gemí.

Ella me dio una suave mirada y esperó hasta que la cosa sonara. — Treinta y ocho, quiero que te tomes esto, Naruto —Hizo una pausa y me dio dos pastillas. Las tomé sin preguntar—. La temperatura no está mal, pero quiero que te quedes en la cama y descanses. Llamaré y te revisaré antes de las diez, ¿De acuerdo?

Asentí con la cabeza y luego me acurruqué. Dormir era lo que necesitaba. Ella dobló otro paño húmedo y lo puso sobre mi frente. Cerré mis ojos, estaba casi seguro de que me acercaba a la primera etapa de una infección zombie.

Una niebla extraña entró en mi cerebro. Dormí, despertándome una vez para que mi mamá me revisara, y luego otra vez pasada la medianoche. La camiseta de dormir estaba húmeda, aferrada a mi piel afiebrada. Iba a quitarme las mantas y noté que se encontraban al otro lado de la habitación, cubriendo mi desordenado escritorio.

El sudor frío salpicaba mi frente cuando me senté. Mi corazón latía resonando en mi cabeza, pesado y errático. Parecían dos latidos a la vez.

Mi piel se sentía tensa sobre mis músculos, calientes y punzantes. Me levanté, y la habitación dio vueltas.

Mi cuerpo ardía, quemándome por dentro. Mis entrañas se sentían como si se hubieran derretido. Mis pensamientos corrían uno detrás de otro, como un tren sin sentido interminable. Todo lo que sabía era que necesitaba enfriarme.

La puerta del pasillo se abrió, haciéndome señas. No sabía a donde iba, pero me encontré en la sala y luego en el vestíbulo. La puerta principal era como un faro, dándome la promesa de alivio. Debería estar frío afuera. Entonces, yo estaría helado.

Pero no fue suficiente.

Me quedé en el pórtico, el viento movía mi húmeda camiseta y mi cabello hacia atrás. Las estrellas se alinearon en el cielo nocturno, intensamente brillante. Bajé la mirada y los árboles que rodean el camino cambiaban de colores. Amarillo. Dorado. Rojo. Luego se convirtieron en una silenciosa sombra de color marrón.

Me di cuenta de que estaba soñando.

Aturdido, bajé los escalones del pórtico. Piezas de grava se asomaban en mis pies, pero seguí caminando, la luz de la luna liderando el camino. Muchas veces sentí el mundo al revés, pero seguí adelante.

No me tomó mucho tiempo llegar al lago. Debajo del pálido lago, el color ónix del agua se ondeó. Avancé, deteniéndome cuando mis pies se hundían a través de la tierra suelta. Pinchazos de calor quemaron en mi piel mientras yo estaba ahí. Caliente. Sofocante. —¿Naruto?

Lentamente, me di vuelta. El viento azotó a mí alrededor mientras miraba a la aparición. La luz de la luna cortaba su rostro en sombras, reflejando sus grandes y brillantes ojos. No podía ser real.

—¿Qué estás haciendo, Kitsune? —preguntó Sasuke.

Se veía confuso. Sasuke nunca estaba confuso. Rápido y borroso a veces, sí, pero nunca confuso. —Yo... yo necesitaba enfriarme, ttebayou.

El entendimiento cruzó por su rostro. —No te atrevas a saltar al lago, dobe.

Me moví hacia atrás. Agua helada tocaba mis tobillos y luego mis rodillas. —Tsk... ¿Por qué?

—¿Por qué? —Dio un paso adelante—. Está muy helado. Kitsune, no me hagas entrar allí y sacarte.

Mi cabeza palpitaba. Mis células del cerebro definitivamente se derritieron. Me hundí más abajo. El agua helada calmaba la quemazón en mi piel. Moje mi cabeza, conteniendo mi aliento y el fuego. El ardor se alivió, casi por completo. Podría estar abajo para siempre. Tal vez lo haría.

Fuertes y sólidos brazos me rodearon, tirándome hacia la superficie. El aire frío se precipitó hacia mí, pero mis pulmones ardían. Tomé varios tragos profundos, con la esperanza de extinguir las llamas. Sasuke me sacaba del agua bendita, moviéndose tan rápido que en un segundo me encontraba en el agua y en el siguiente en la orilla.

—¿Qué está mal contigo, usuratonkachi? —Exigió, agarrándome los hombros, y dándome una ligera sacudida—. ¿Perdiste la cabeza?

—No, ttebayou —Lo empujé débilmente, no sabía si estaba completamente despierto—. Estoy tan caliente.

Su intensa mirada se desvió hacia los dedos de mis pies. —Sí, tú eres caliente. Esa húmeda camiseta blanca... Está funcionando, Kitsune, ¿pero nadar a medianoche en noviembre? Eso es un poco atrevido, ¿no lo crees?

Él no tenía ningún sentido. El alivio había terminado, y mi piel ardía nuevamente. Me salí de su agarre, volviéndome al lago, algo terco.

Sus brazos me rodearon antes de dar dos pasos, girándome. —Naruto, no puedes entrar al lago. Está muy frío. Te vas a enfermar. —Tiró hacía atrás el cabello pegado en mi frente—. Demonios, más enfermo de lo que ya estás. Estás ardiendo, dobe.

Algo de lo que dijo aclaro un poco la neblina. Me incliné hacia él, presionando mi mejilla en su pecho. Olía maravilloso. Como a especias y a hombre. —No te deseo, ttebayou.

—Uh, ahora no es momento para tener esa conversación, usuratonkachi.

Esto es sólo un sueño. Suspiré, envolviendo mis brazos en su tensa cintura. —Pero, rayos, si te deseo, de veras...

Los brazos de Sasuke se tensaron a mí alrededor. —Lo sé, Kitsune. Tú no engañas a nadie. Vamos.

Soltándolo, mis brazos colgaron sin fuerza a mi lado. —Yo... yo no me siento bien, dattebayou.

—Naruto —Se echó hacia atrás. Ambas manos en mi rostro, sosteniendo mi cabeza—, Naruto, mírame.

¿Acaso no lo estoy mirando? Mis piernas cedieron. Luego, no hubo nada. Ningún Sasuke. Ningún pensamiento. Ningún fuego. Ningún Naruto.

Las cosas se volvieron confusas, desordenadas. Manos cálidas apartaron mi cabello fuera de mi cara. Dedos suaves en mi rostro. Una voz profunda me hablaba en un lenguaje musical y suave. Como una canción, pero más hermosa y confortable. Me hundí en el sonido, perdido en un pequeño momento.

Escuché voces.

Una vez, creí escuchar a Sai. —No puedes. Solo hará el rastro aún peor.

Fui movido alrededor. La ropa mojada fue despojada. Algo cálido y suave se deslizó sobre mi piel. Intenté hablar con las voces cercanas, quizás lo hice. No estaba seguro.

En algún momento, fui envuelto en una nube y llevado a algún lugar.

Un estable corazón latía debajo de mi mejilla, adormeciéndome hasta que las voces se desvanecieron y manos heladas remplazaron las manos cálidas. Luces brillantes aparecieron. Escuché más voces. ¿Mamá? Mamá sonaba preocupada. Hablaba con... alguien. Alguien a quien no reconocí. Tenía las manos frías. Hubo un pinchazo en mi brazo, un dolor sordo llegó hasta mis dedos. Más voces silenciosas, y luego no oí nada.

No había día ni noche, pero me encontraba en un extraño intermedio donde un fuego hacía daños en mi cuerpo. Luego, las manos heladas volvieron, colocando mi brazo debajo de los cobertores. No escuché a mamá cuando sentí nuevamente un pinchazo en mi piel. El calor se arrastró dentro de mí, corriendo a través de mis venas. Jadeando, arqueé mi espalda en la cama, y un grito ahogado escapó de la parte baja de mi garganta. Todo ardía. Sentí un fuego rabioso dentro de mí diez veces peor que antes, sabía que me estaba muriendo. Tenía que estar....

Y luego hubo calma en mis venas, como una ráfaga de viento de invierno. Se movió rápidamente, apagando las llamas y dejando un rastro de hielo a su paso.

Las manos se movieron a mi cuello, tirando algo. Una cuerda... ¿Mi collar? Las manos se fueron, pero sentí la gema zumbar, vibrando encima de mí. Luego dormí lo que sentí como una eternidad, ciertamente no me sentía seguro de si despertaría.

 

 

Cuatro días de estar en el hospital, y no recordaba nada de lo que ocurrió. Solamente que desperté el miércoles en una incómoda cama, mirando un techo pálido y sintiéndome bien. Genial, incluso. Mamá estuvo a mi lado, y tomó una considerable cantidad de discusiones para poder darme de alta, después de estar todo el martes diciéndoles a todos los que se acercaran a un bloque de mi puerta que me quería ir a mi casa.

Obviamente, tuve un mal caso de gripe, no algo serio.

Ahora mi mamá me miraba con sombras en los ojos mientras yo me tomaba un vaso de jugo de naranja de nuestra nevera. Ella vestía jeans y un suéter ligero. Era extraño verla fuera de sus ropas. —Cariño, ¿estás seguro de que te sientes suficientemente bien para volver a clases, ttebane? Te puedes tomar todo el día libre y volver el lunes si es que quieres.

Negué con mi cabeza. Perdí tres días de clases, y ya tengo un camión de tarea que Sai me dejó ayer. —Estoy bien, de veras.

—Cariño, acabas de salir del hospital. Debes llevarlo con calma, ttebane.

Lavé el vaso. —Estoy bien. En serio, lo estoy, dattebayou.

—Sé que piensas que te sientes bien. —Arregló mi chaqueta, que yo aparentemente abotoné mal—. Jiraiya... el Dr. puede hacerte una justificación para que te quedes en casa, pero me asustas. Nunca te he visto tan enfermo, ttebane. ¿Por qué no me dejas llamarlo y veo si puede revisarte antes de que empiece con sus rondas?

Incluso más extraño fue que mi mamá se refería a mi doctor con tanta confianza, por lo que veía, su relación tomó un rumbo serio, y me lo perdí. Tomando mi mochila. Me detuve. —¿Mamá?

—¿Sí?

—Tú viniste a casa en la medianoche del lunes, ¿cierto? ¿Antes de que tu turno terminara? —Cuando negó con su cabeza, estuve más confundido—. ¿Cómo llegué al hospital, ttebayou?

—¿Te estás sintiendo bien, ttebane? —Puso su mano en mi frente—. No tienes fiebre pero.... Tu amigo te trajo al hospital.

—¿Mi amigo?

—Sí, Sasuke te trajo. Aunque, estoy curiosa de cómo supo que estabas enfermo a las tres de la mañana —sus ojos se entrecerraron—. En realidad, estoy muy curiosa, ttebane.

Continuará...

Notas finales:

¿Qué le pasó a Naruto?

Estaré ansiosa esperando sus comentarios y sus conclusiones. Muchas gracias por entrar a leer.

¿Nos leemos pronto?


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