ACANTILADO
[Estar con ella era como permanecer en el borde de un acantilado, sentía la adrenalina y el miedo de hundirme más y más en este amor.]
Lola es el peligro personificado. Me destruye con el más leve toque.
Nadie entiende lo que esa chica provoca en mí cuando se acerca con su delgado cuerpo y me coquetea con esa sonrisa juguetona. Ella es un arma letal cuando su mirada choca con la mía, sabe cuáles son mis puntos débiles y los usa a su favor.
Lola es mi perdición. No puedo pensar en nada más cuando estoy con ella.
—Sonia —¡Oh Dios! Cuando dice mi nombre, escucho mi melodía favorita y un calor me recorre desde la boca del estómago hasta mi cabeza. De nuevo estamos en ese cuarto de servicio, usando su tiempo de descanso para satisfacer nuestro deseo por la otra.
Soy tan manipulable bajo los dedos de esta sensual rubia que quiero llorar de frustración y a la vez dejarme llevar por la pasión. Entiendo que me tiene como su juguete y soy su diversión de momento, pero cuando sus labios succionan los míos, mi mente se pone en blanco.
—Rápido, quítate la blusa —obedezco sin reparos. Soy esclava de este demonio de ojos verdes. Sus agiles manos se introducen por debajo de mi sostén y siento el frío tacto sobre mis pechos, me estremezco inmediatamente y jadeo sin control.
Esta mujer es tan adictiva como el alcohol, no puedes tener suficiente de ella.
—Lola, deja de juguetear —le miro con suplica. Mi deseo me está quemando cada poro del cuerpo, imploro que calme mi infierno y entonces escuchó su suave risa aterciopelada.
Ya lo sabía desde hace tiempo, solo soy alguien más con quien pasa el tiempo.
Lola no le entrega su corazón a nadie.
No le puede pertenecer a nadie y aun así es mía mientras esta en mis brazos.
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Lola es tan volátil, explota con cualquier comentario.
—¡¿Por qué eres tan cruel?! —le grito al descubrirla empacando sus cosas en unas enormes maletas. Veo como la habitación que compartimos se siente tan vacía sin sus pertenencias, no tiene ese color llamativo que refleja la personalidad chispeante de Lola.
—¡No lo entiendes Sonia! ¡Nunca me has entendido! —allí está. Lola en llamas, mi querida y odiada Lola.
—¡Tú eres la única que nunca me ha entendido Lola!
Le arrebato su maleta y la lanzo contra la cama. Lola es el fuego que enciende mi combustible, así como alimenta mi pasión, incita mi furia.
Veo su hermosa cara angelical mostrando esa expresión rabiosa que me hace reaccionar violentamente y observo la destrucción de mi amado huracán.
El florero, donde colocaste las rosas que te di por tu cumpleaños, es lanzado sin piedad contra el espejo de la habitación, estrellándolo en miles de pedazos.
Somos dos volcanes que tiran lava hasta estar satisfechos.
Nos empujamos, nos gritoneamos con insultos torpes y repetitivos, finalmente nos aventamos todo lo que tenemos al alcance.
Esta pequeña habitación donde hicimos el amor tantas veces, donde nos recostamos una encima de la otra y disfrutamos de películas estúpidas en el televisor, ahora parece un campo de guerra, manchado de nuestro sudor, lágrimas y palabras sin decir.
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Lola es vulnerable. Ella puede llorar con tanta facilidad y fingir que nada pasó al segundo siguiente.
Nos miramos fijamente en el desastre que creamos, tenemos los rostros maltratados por nuestra propia agresión. Lágrimas comienzan a brotar de sus ojos, pero su expresión orgullosa sigue firme. Lola nunca me muestra sus verdaderos sentimientos, no tiene que mentirme, yo sé que jamás podrá amarme como yo lo hago, es solo que detesto que me tenga a su merced sabiendo que ella tiene el poder para dejarme ser libre.
Solo tiene que romperme el corazón siendo sincera.
—Sonia, ¿por qué no me entiendes?
No Lola, tú eres la que no entiende.
No puedo contenerlo más, comienzo a sollozar sintiéndome una idiota por amar a esta mujer. Jamás debí dejarme seducir por este monstruo vil, sabía que sería mi fin y aun así me deje engullir por sus lindas palabras.
—Lola, ¿por qué me tienes que dejar?
—Si no lo hago, jamás podré hacerlo.
Mi respiración se corta por un instante. Ella, acaba de abrir su alma a mí. Veo la verdad en esos ojos verdes acuosos. Me arrastró entre las cosas tiradas por todo el suelo y llego hasta su cuerpo que tiembla con miedo.
Lola le tiene miedo al amor.
Ella nunca se había enamorado y ahora sufre de incertidumbre ante ese sentimiento tan frustrante.
Beso sus labios tiernamente y nos dejamos hundir en la sensación de dulzura. Nuestro amor es diferente de otros, es una pasión que abrasa todo sin piedad, nos consume y vuelve locas.
—Eres peligrosa Sonia.
No puedo evitar reír secamente. Tal vez, todo este tiempo yo he sido el verdadero caos en nuestra relación.
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Lola es un acantilado, me tiene en el borde siempre que estamos juntas. Con ella siempre existen dos probabilidades: el miedo y la adrenalina.
Tengo miedo de que esta lujuria termine enfriándose un día y las dos nos vayamos por caminos separados, temo pensar que un día me arrepentiré de estar con una chica como ella y estoy aterrada de despertar al día siguiente y ver como se esfumo de la cama.
Y a su vez, siento adrenalina cuando nuestros cuerpos comparten el mismo calor, cuando pruebo su sabor con mi lengua, incluso cuando nos miramos largamente por horas sin decir ninguna palabra. Con Lola no existe nada seguro.
Hoy no puede vivir sin mí y a la mañana siguiente me quiere dejar.
Me tiene en el borde de este acantilado sujetándome con sus delicadas manos mientras me sonríe, pero he aprendido a soportarlo, mientras siento que el abismo me quiere consumir, dejaré que la suave brisa golpee mi cara y me enfocaré en su lindo rostro, así cuando por fin me dejes ir, habrá valido la pena.
Lola de mi vida.
Fin.