Parte I. El mejor guerrero de Konoha
Sasuke Uchiha era el mejor guerrero que había tenido su aldea, desde su padre Fugaku, así que todos los habitantes de Konoha lo trataban como si fuera el monarca de su tierra. Aunque para cualquier integrante de la aldea, aquello era un honor, para el menor de los Uchiha esto no significaba nada.
El azabache blandía su espada como si fuera un prodigio y asesinaba a los malhechores sin la más mínima pizca de remordimiento, arrasaba con todo a su paso, era el exterminador perfecto. Las chicas lo alababan como si fuera un Dios, pero nada llenaba el corazón de este príncipe frívolo.
—Sasuke —le habló un día el jefe de la villa, Sarutobi Hiruzen —Se te encomendará una misión de alto riesgo —dijo calmadamente el anciano, a pesar de su apariencia senil, tenía marcas de guerra en la cara y manos, su mirada era igual de dura que la de Fugaku Uchiha.
—¿Cuál es? —preguntó secamente Sasuke. Nada en esta vida le daba emoción alguna, solo cuando eliminaba obstáculos de su camino, sentía una punzada de satisfacción.
—Que no se te suba el ego a la cabeza, muchacho —regañó el anciano —Esto no es tan fácil como crees, tienes que encargarte de un demonio, o al menos, eso dicen por allí.
—¿Demonio? —el casi extinto interés del Uchiha, emergió rápidamente.
—Es el demonio zorro de los bosques —aclaró. La emoción de Sasuke se apagó de inmediato, controló la burla que quiso escaparse de sus labios. —No estoy bromeando, él existe, ¡es real! Algunos visitantes de las ciudades vecinas lo vieron cuando viajaban para dejar provisiones, esto es un enorme problema, si el rumor se extiende, perderemos valiosos recursos —dijo amargamente.
—¿Entonces quiere que me deshaga de algo que no existe? —se mofó descaradamente.
—Míralo entonces como un trabajo gratis por el cual se te pagará muy bien —exclamó con tono molesto mientras varios ayudantes traían costales llenos de monedas de oro. Una pequeña bolsa de tela le fue lanzada y salieron muchas monedas de estas sobre la mesa que se interponía entre los dos, el Uchiha observó el oro con aburrimiento.
—De acuerdo, haré su misión. —concluyó.
Dinero era dinero, y mientras más tuviera, pronto se largaría de ese asqueroso pueblo. Cada día le era más difícil respirar y sobrevivir a la apatía que le producía.
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Empacó las cosas necesarias para sobrevivir unos cuantos días adentro del bosque y tomó su fiel espada con él, era lo único que necesitaba para completar su misión, se giró y observó a Konoha por última vez, no la extrañaría, no había nada allí que amara lo suficiente como para quedarse.
Atravesar el bosque de Konoha era una tarea difícil, había muchos animales salvajes que detestaban que se metieran en sus territorios, pero eso no le preocupaba al guerrero, con un solo movimiento de su espada podría encargarse desde un molesto pajarillo hasta de un enorme oso.
Finalmente, después de una caminata que le tomó alrededor de 10 horas, llegó a su destino, el castillo oscuro. Era un edificio lúgubre que tenía una estructura oscura llena de gárgolas. Las enormes puertas de metal tenían enredaderas llenas de espinas y una que otra rosa crecía de aquellos tallos tan ponzoñosos.
—Solo estorban —se quejó el Uchiha. Sacó su larga espada y justo cuando se iba a hacer cargo de eliminarlos, un gruñido lo desconcentró, sonaba similar al alarido de una bestia. Se giró y de entre la oscuridad del bosque, apareció una criatura furiosa.
Era interesante de ver, lucía como un chico, aunque sus ojos brillaban con el color de la sangre, su cabellera era rubia, a diferencia de las orejas y colas que emergían de su cuerpo y tenían un pelaje rojizo que simulaba pertenecer a las de un zorro, sus uñas eran largas como las garras de una bestia y tenía unas notorias marcas en las mejillas.
¡Era él! ¡El demonio zorro!
La criatura se colocó en cuatro patas y corrió hasta Sasuke, el azabache sintió emoción al enfrentarse a un rival digno, blandió su espada y se dispuso a luchar contra la bestia.
Quería regresar a Konoha con este espécimen extraordinario.
¡Era el monstruo más magnifico!