LUNES: NIÑOS
Uchiha Sasuke tenía solo cuatro años de edad cuando conoció a la persona que iba a cambiar su vida. Había ingresado al Jardín de niños y de inmediato comenzó a charlar con sus compañeros. Nacido en una familia algo estricta pero amorosa, desde bebé había aprendido cómo encantar a los demás y le gustaba ser el centro de atención. Tal vez por ser el hijo menor era algo mimado, pero como tampoco era berrinchudo los adultos a su alrededor tendían a adorarlo.
Algo que Sasuke guardaba como su mayor secreto es que le gustaban las cosas lindas. Su hermano Itachi siempre parecía tan genial y Sasuke deseaba parecerse a él, por lo que cuando veía algún animal bonito o muñeco de peluche tierno debía resistir las ganas de ir y estrujarlo en sus bracitos. Su fuerza de voluntad se puso a prueba cuando durante el recreo decidió explorar su escuela y en el patio miró a un niño rubio agachado frente a las flores. El desconocido no apartaba su mirada de aquellas enormes flores amarillas, sus ojitos azules se abrieron con sorpresa mientras una enorme sonrisa le adornaba el rostro cuando una mariposa se posó en la flor frente a él.
Sasuke sintió sus mejillas calientes cuando vio la radiante sonrisa del niño y sin poder evitarlo caminó hasta él. ¡Era adorable! Quería abrazarlo con todas sus fuerzas y restregar su cara en esa cabellera que brillaba igual que esas flores que parecían gustarle tanto. Sin embargo cuando se percató de su presencia, el desconocido dio unos pasos hacia atrás y lo observó con desconfianza.
-Espera –pidió el morenito-, quiero ser tu amigo. Me llamo Sasuke, ¿y tú?
-… Menma –susurró tímidamente
El Uchiha ahora tenía muchas más ganas de estrujarlo. ¡Incluso tímido era tan lindo! Pero como no quería asustarlo antes de siquiera poder ser amigos, tuvo que resistir sus impulsos y se contentó con estrechar la manita del otro niño, quien pareció relajarse un poco.
Con el pasar de los días ambos comenzaron a charlar más y Menma fue superando su timidez para con Sasuke. Tal vez se comportaba así por ser un hijo único sobreprotegido, así que se propuso como misión lograr que el Uzumaki confiara más en él. Menma observaba día con día a su nuevo compañero de aventuras. No entendía del todo su necesidad de llamar la atención de la gente, a él en lo personal no le gustaba estar rodeado de muchas personas, pero Sasuke nunca lo obligaba a interactuar con otros si no lo deseaba, aunque eso sí, siempre lo invitaba a que se uniera a los juegos.
Entonces llegó el cumpleaños número cinco de Menma. Sasuke se enteró porque esa mañana la madre de su amigo se reunió con su mamá porque deseaba invitarlo a su casa después de clases, pues cocinaría un pastel para su hijo y deseaba que éste lo compartiera con su primer amigo. El moreno estaba enfurruñado porque no había conseguido ningún regalo para Menma, entonces se le ocurrió una brillante idea.
Apenas les permitieron salir al recreo, jaló a Menma y lo dejó bajo la sombra de un árbol pidiéndole que lo esperara ahí. El rubio estaba desconcertado por su actitud hasta que lo miró regresar y se sorprendió cuando vio que Sasuke le extendía un girasol. Era esa clase de flor la que miraba cuando se conocieron.
-Feliz cumpleaños, Menma.
Por segunda vez a causa del otro, las mejillas de Sasuke se tiñeron de rojo cuando su respuesta fue una enorme y alegre sonrisa en el rostro del Uzumaki mientras tomaba su regalo.
-Gracias, Sasuke.
-… ¡Eres adorable! ¡Y con esas marcas pareces un zorrito! –decía mientras lo abrazaba con fuerza como tanto había deseado- Te llamaré kitsune-chan, ¿qué te parece?
-No puedo respirar…
Varios años después, cuando la personalidad de Menma diera un gran cambio y se volviera reservado y hasta huraño, un coqueto Sasuke seguiría afirmando que era una de las personas más adorables que había conocido, mientras resistía los golpes y miradas venenosas cada vez que lo llamara por el apodo que le dio cuando niños. Pero esa historia la veremos más adelante.