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Mátame, sáname por nunu

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Notas del fanfic:

¡Hola! Bienvenid@ seas, lector/a. Esta es mi segunda entrega de long-fic (y última) en desarrollo.

Antes de continuar, debo hacer algunas aclaraciones de contexto. La historia está cronológicamente en una Konoha del siglo XVIII, pero ¿dónde queda esa Konoha? En un universo propio. Los aspectos culturales que he tomado están relacionados con la época victoriana (como los estatutos sociales, la vestimenta PRINCIPALMENTE, algunas costumbres y la moral). No se sorprendan por los detalles históricos sacados de contexto porque aquí no existen los continentes como los conocemos. Eventualmente durante la trama, este universo propio que representa Konoha y alrededores se irá abriendo y será mucho más claro. 

Sobre los vestuarios, sí, dije que serían ¿victorianos? Yup. En el siguiente capítulo revelaré más información sobre esto. 

Finalmente, habrán más parejas secundarias y el manejo de muchos personajes que se irán añadiendo conforme la trama avance (por lo pronto, Kakashi, Obito, Madara e Itachi tienen participación especial). 

Por lo pronto: Los Uchiha son un marquesado de la villa de Konoha, por lo tanto Fugaku ostenta el título de Marqués. Viven en el Reino del Fuego (y si se refiere a los Uchiha como imperio, es por mera arrogancia, ya sabemos que los imperios son otra cosa) 

No siendo más, para no hacer tan larga la explicación, te invito a leer esta historia de amor. 

El humo se colaba entre las ranuras de la puerta y el olor a quemado era asfixiante. Los gritos incesantes, el ruido de muchos pasos agitados y los disparos inclementes que amenazaban con eliminar todo lo que se atravesara en el camino, revelaban el escenario de una consecuente tragedia. Pero nada de eso parecía importarle a los dos jóvenes tirados en el suelo, desnudos, agitados y jadeantes mientras se entregaban al otro.

Encerrados en una habitación, Naruto y Sasuke se hacían el amor con desespero. El rubio permaneció entre las piernas del otro muchacho, alzándolas para envolverse las caderas y poder hundirse profunda y frenéticamente en su interior. Sasuke le arañó la espalda y Naruto rió contra sus labios débilmente por el esfuerzo de sus embestidas.

Los besos torpes resonaban húmedos y obscenos y era como música para sus oídos.

—Joder, Sasuke…

—Ssh… —Sasuke calló su boca inquieta con besos ansiosos, hundiendo su lengua con hambre para robar el sabor de aquella cavidad tórrida y caliente que rememoraba a la gloria, a aquellos días donde se embriagaban del otro en secreto.

Naruto clavó las uñas en su cintura cuando se sintió al borde del orgasmo. Ambos acabaron al mismo tiempo, intentando no hacer demasiado ruido mientras se estremecían, abatidos por oleadas intensas del éxtasis más puro y el regocijo más sincero pero con el nombre del otro en sus labios.

Varios besos más danzaron en sus labios y el rubio hundió el rostro en la curvatura del cuello del hombre que amaba, apaciguando las oleadas de sensaciones.

Un estruendo sonido les sacó de su ensoñación, y entre risas, se pusieron de pie para vestirse rápidamente como pudieron. Poco importaba ya si incluso alguna prenda estaba al revés.

Sasuke percibió unas siluetas aproximándose y un par de golpes sonoros a la puerta les advirtió que ya no tenían cómo escapar. Enlazaron sus manos y echaron a correr hacia el otro extremo, abriendo a la par las puertas de cristal del enorme ventanal que daba hacia el balcón. Se miraron por un instante notando que estaban entre la espada y la pared: al frente, solo el vacío y si saltaban morirían. Atrás, aquellos soldados llenarían de plomo sus cuerpos. Con algo más de suerte, morirían incinerados por el incendio.

Cualquiera que fuera la resolución, sólo había un resultado. Pero ambos estaban dispuestos a enfrentarlo juntos.

—Te amo.

Se sonrieron con la más infinita dulzura y buscaron, una vez más, el calor de los labios ajenos.

Era ahora o nunca.



Hace un año atrás:

 

Las finas cejas negras se fruncieron delatando su incomodidad. Sasuke intentó proseguir su camino ignorando los alaridos del niño que caminaba tras él, pero cuando fue demasiado para tolerar tuvo que detenerse en seco.

—¿Qué quieres?

Su indiferencia inicial fue reemplazada por la impresión. Un joven castaño de tal vez unos 11 años, la carita sucia, ropa rota y zapatos desgastados delataban la precaria situación económica del muchacho. Sasuke no tuvo que preguntar para entender qué quería.

Con gentileza llevó la mano a su bolsillo bajo la mirada ansiosa del infante, y sacó de la bolsita que cargaba un par de monedas de plata. Se inclinó en un gesto cortés para entregárselas, y cuando el collar que colgaba en su cuello se asomó entre sus prendas por la gravedad, el niño estiró su mano y se echó a correr con todas sus fuerzas.

—¿Qué es lo que-

Luego del impacto inicial, Sasuke cayó en cuenta de lo que había ocurrido, y aunque normalmente solo se hubiese molestado por la falta de honestidad, esta vez no podía dejar ir al niño.

Fue cuando emprendió marcha tan rápido como pudo, con sus piernas largas tratando de seguirle el ritmo a toda la hiperactividad y energía que podría tener un chiquillo de apenas once años. Sasuke tropezó en el trayecto con algunos puestos locales de comercio y tuvo que disculparse reiteradas veces. Maldijo en su mente al ladronzuelo por tenerle en esa travesía tan deshonrosa.

—¡No puedes llevarte eso! ¡Regresa aquí!

Al heredero de la honorable familia Uchiha jamás se le hubiese visto en una situación como aquella. Siempre fue halagado por su elegancia y sobriedad, por lo que verle corriendo por las calles de la villa tras un menor resultaba sorprendente para más de uno.

—¡Tienes muchas cosas, no necesitas esto! —El niño respondió, tratando de no mirar atrás con temor de ser alcanzado.

Fue cuando el pequeño, en medio de su carrera ansiosa, tropezó con algo firme. O más bien con alguien. Alterado, inmediatamente rodeó las piernas del hombre al que se había cruzado y se escondió tras él, buscando protección de su parte.

—¿Konohamaru?

—Hermano, ese hombre me está persiguiendo.

El niño señaló en la distancia a Sasuke quien daba barridos visuales intentando encontrarle con la mirada. Fue cuando los ojos negros del joven se clavaron punzantes en unos azules tan brillantes como el sol de mediodía.

—Así que tienes un cómplice. —Se dijo a sí mismo, apresurando sus pasos hasta poder alcanzar a la pareja de ladrones. Agitado, Sasuke apoyó las manos sobre sus rodillas una vez les alcanzó y levantó la vista para ver al rubio—. Es inaudito que un forastero venga a estas tierras a robar y para colmo, usa niños para hacerlo.

El aludido endureció sus facciones, pasando su mirada de Konohamaru al hombre frente a él, quien le acusaba de algo que no comprendía.

—¿De qué se supone que estás hablando? —Naruto, como era su nombre, cuestionó con desconfianza aquellos señalamientos sin fundamento. Konohamaru se escondió aún más temeroso tras sus piernas.

Sasuke por su parte se encontró a sí mismo indignado por la situación que le resultaba tan inverosímil.

—Y además crees que puede tutearme. —Una risa irónica retumbó en los oídos del de ojos azules, quien no tardó en reaccionar—. No solo eres un ladrón, también usas niños y no tienes modales.

La confusión de Naruto se convirtió rápidamente en enojo. Él era el tipo de hombre que se encendía rápidamente ante cualquier provocación, y que un joven cari-bonito de trajes limpios y costosos intentara humillarle sin motivo era algo que sobrepasaba los límites de su paciencia.

—¿Qué rayos te pasa a ti, estás mal de la cabeza? —Naruto levantó el tono de su voz, y heredero Uchiha abrió los ojos de par en par ante ese grotesco vocabulario.

—¿Que qué me pasa a mí? —La voz de Sasuke se elevó más de lo que hubiese gustado, aunque nunca tanto como la de Naruto. Elevó su mano para señalar al niño que trataba de escudarse tras sus piernas de manera acusatoria—. Este chiquillo ha tenido la desfachatez de robarme descaradamente, fingiendo pedir limosna. Tú, claramente es su cómplice.

—Este chiquillo tiene nombre. Es Konohamaru, no es ningún ladrón y mucho menos lo soy yo. ¿Es que acaso todos los niños ricos tienen la cabeza hecha humos? —Naruto rió con autosuficiencia, aunque se detuvo en la nada cuando Konohamaru sacudió sutilmente su pierna.

El rubio agachó la mirada para verle, solo para encontrarse con la mirada húmeda y cargada de culpabilidad del infante.

—Más te vale controlar sus modales frente a mí. Y lo que se han robado no pueden quedárselo, así que exijo que me lo devuelva o no dudaré en llamar a los soldados y metan tu cabeza en el calabozo.

Y aunque la voz profunda de Sasuke sonaba amenazante, Naruto no le tenía miedo a nada, mucho menos a extraños bien vestidos, arrogantes y prepotentes que creen que pueden hacer lo que quieran con el mundo a su antojo.

—Me paso tus modales por donde no me pega el sol. —Espetó el rubio, mirándole disgustado aunque más preocupado por el niño.

Sasuke no podía creer la cantidad de expresiones y mala educación que hubo presenciado en tan solo unos minutos.

—¿Qué es lo que te has llevado, Konohamaru? —Naruto se inclinó lo suficiente para hablarle con confianza y el niño extendió su mano para ofrecerle el collar que momentos atrás le quitó a Sasuke.

Cuando Naruto se irguió nuevamente, acabó por reír, alzando el collar a la altura de su rostro.

—¿Esta porquería es por la que estás haciendo tanto escándalo? Estoy seguro de que solo vendiendo uno de tus calcetines tienes suficiente dinero para comprar diez de estos. Supongo que los ricos son ricos por ser tan tacaños.

Un tic presionó insistente la ceja izquierda de Sasuke, tratando de reprimir todos los impulsos nerviosos que le invitaban a lanzarse a darle un puñetazo al rubio por su atrevimiento, pero se obligó a sí mismo a permanecer estoico porque no podía arruinar su impecable imagen.

—Por tu bien te sugiero que cierres la boca y devuelvas lo que me pertenece. Esta vez te dejaré ir solo porque hay un niño involucrado, pero en la siguiente oportunidad no seré tan benevolente.

Sasuke extendió su mano, esperando que la prenda fuera devuelta. Si había algo que sacaba del rubio a sus cabales era la arrogancia de las personas, así que en una acción ofensiva, empuñó la joya en su mano y estrelló el puño contra el pecho ajeno. El azabache se exaltó ligeramente.

—No eres más que una bestia. —Exclamó aún más irritado por la actitud retadora del rubio, atrapando el collar rápidamente y palmeó la mano atrevida para alejarle.

—¿Y te asquea que una bestia como yo te ponga una mano encima? Escucha, niño bonito, tus amenazas me tienen sin cuidado y si necesitas nombre para el registro del calabozo: soy Naruto Uzumaki. No lo olvides y mándame a tus mejores soldados, a todos les romperé la cara y luego vendré a deformar la tuya.

—No te molestes, no planeo ensuciar mis manos con tan poca cosa. Desaparece de mi vista.

—Jé, los hombres como tú nunca luchan sus peleas solos. ¿Por qué no llamas a tu ejército?

—¡Serás un…!

Sasuke no terminó de hablar. Completamente colérico, por el mero instinto del calor del enojo ambos sujetaron el cuello de la camisa de su contraparte, acercándose lo suficiente para retarse con la mirada. Ojos negros contra ojos azules, punzando afilados y con ansias de descargar con violencia el enfado despertado por el otro.  

—¡Hermano! ¡No pelees!

Fue Konohamaru el responsable de traer a ambos hombres a tierra firme. Sasuke fue el primero en soltarle y al mismo tiempo se empujaron mutuamente. El rubio se alborotó el cabello, como una forma de desfogar la frustración del momento y recuperar la calma. Sasuke se acomodó el cuello de la fina prenda que se había arrugado por la presión de las toscas manos de Naruto.

Sin decir nada más, cada uno se dio media vuelta para proseguir con su camino. Sasuke intentó no levantar el rostro porque no quería enterarse de si las personas a su alrededor se percataron del agresivo acontecimiento y terminara con su reputación deshonrada solo por una discusión callejera con un forastero. No obstante, cuando abrió su mano y descubrió el collar a salvo, un suspiro pesado y melancólico escapó de sus labios.

—Mierda, mierda, mierda. —Naruto exclamó por lo bajo, ante la mirada culpable de Konohamaru.

—Lo siento, hermano, no debí hacer eso. —El niño castaño suspiró y Naruto sonrió con comprensión.

—¿Por qué lo hiciste? Tú no eres así, no son esas cosas lo que has aprendido conmigo.

El castaño agachó la cabeza avergonzado y negó suavemente.

—Estamos pasando por una situación difícil en casa, mamá enfermó y no tenemos dinero para pagar sus medicinas.

Naruto suspiró agotado y detuvo su andar para inclinarse a la altura del menor, sujetó sus mejillas y le dedicó una sonrisa amable.

—No tendrás que preocuparte ahora, regresé y he conseguido un empleo y me pagarán mucho dinero. No nos veremos tan frecuentemente porque requiere de toda mi atención, pero en los próximos días prometo darte algo más. Por ahora, ten esto —Naruto llevó la mano a su bolsillo y sacó una bolsita ligeramente pesada, cargada en monedas—; lleva a casa y compra las medicinas, también saluda a los chicos por mí y a mamá también. 

Las lágrimas llenaron los ojos del infante, quien asintió con pesadumbre y el rubio limpió sus mejillas empapadas. Aunque a ambos no los uniera un lazo de sangre, Naruto apreciaba al niño como si fuese un hermano, y Konohamaru veía a Naruto como una persona a quien admiraba y quería seguir sus pasos.

—Ahora, ¡bien! Tengo que irme ya, pero cuando tenga tiempo libre, prometo llevarte a comer a ti y a los niños. —Naruto se irguió nuevamente y agitó los cabellos castaños. Más tranquilo ahora, Konohamaru sonrió entusiasmado.



.

.

.

 

Y si Sasuke pensaba que las cosas no podrían ir peor, estaba completamente equivocado.

—Mi decisión no entra en discusión.

La voz del patriarca resonó severa en toda la estancia. Desde el balcón del segundo piso, Fugaku bajó la mirada para encontrarse con la mirada disgustada de su hijo, quien al pie de la escalera sostenía el barandal para no caerse mientras subía precipitadamente.

—Padre, no puedes tratarme como si fuera un niño.

—Entonces deja de comportarte como uno. —Retó de inmediatamente, desaprobando al menor con un gesto sin doblegarse.

—¿Qué es lo que tanto te molesta? No estoy haciendo nada diferente de lo que hacen todos los prestigiosos hombres de esta villa. ¿Crees que soy el único que se pierde por las noches? He visto a esos amigos tuyos de los que tanto orgullo te expresas haciendo cosas que dejan mucho que desear.

—Lo que hagan otras personas no es de mi interés, Sasuke. Tú llevas el apellido Uchiha ahora en tus hombros, y el problema no es lo que hagas, si no que lo hagas a puertas cerradas. Pero siendo un rebelde sin control solo estás deshonrándome a mí y a los Uchiha frente a la sociedad.

Cuando Sasuke alcanzó a su padre se paró frente a él, sin miedo alguno de confrontarlo, o al menos en apariencia. Por dentro tenía más cosas guardadas de lo que quería admitir, pero nada podía decir, no siendo tan débil.

—¿Acaso todo lo que somos es un maldito apellido, padre?

—¿Un maldito apellido? —Las cejas de Fugaku se elevaron momentáneamente antes de recobrar la compostura. Su mano se alzó y no tardó en estampar la palma abierta contra la mejilla de su hijo, haciéndole voltear el rostro por la presión del golpe. —No te atrevas a manchar nuestro nombre. Pensé que solo tu hermano era una vergüenza para nuestra casta, pero tú vas por peor camino.

—¡No hables de Itachi! —Sasuke llevó la mano a su mejilla adolorida y el rencor y el dolor se reflejó en sus finas facciones. Su respiración se descontroló y quiso con todas sus fuerzas empujarle por el balcón y hacerle caer al suelo. Verle muerto por un instante pareció tentador.

Pero Sasuke era débil, demasiado débil.

—Mírate, incapaz de controlar tus emociones. Me pregunto si realmente serás capaz de ser un buen heredero. Hijo, algún día entenderás que el éxito y la fortuna no se consiguen lamentándose por el pasado ni mucho menos, siendo un irresponsable. Somos el imperio más grande de este país, los Uchiha no nos construimos a base de lágrimas, nos construimos con dolor y sudor. Te necesito fuerte, capaz de levantar la cabeza y ser digno de mí. Por ahora, la decisión está tomada. Mañana vendrá la persona que he contratado para que sea tu guardia, no quiero que lo tomes como que estoy siguiendo tus pasos. Últimamente han aparecido grupos revoltosos queriendo lastimar a los miembros de nuestra familia, así que esta persona te protegerá de todo.

Sasuke quiso replicar, decir mil cosas, gritarle, quejarse, arrancarle la piel e incinerarle en la hoguera. Quiso hacer tantas cosas pero no pudo hacer más que quedarse allí de pie, con la mano en la mejilla y la furia contenida en cada célula de su cuerpo carcomiéndole las entrañas mientras veía a su padre marcharse del lugar.

Tal vez algún día… algún día sería diferente.

 

La noche cayó y en el cielo no había luna ni estrellas. Una noche demasiado solitaria y dolorosa, vacía para el heredero de la familia Uchiha.

Sasuke sostuvo en sus dedos la delicada cubierta de seda que protegía un retrato en lienzo en el que antes era el estudio de su hermano. Actualmente existían pocas cosas en ese salón, pero el cuadro del retrato familiar era una de las pocas cosas que suplicó que se conservaran luego del fallecimiento, pues lo había pintado él mismo semanas antes del accidente que se llevó a Itachi Uchiha. En la pintura, un Fugaku orgulloso posaba al lado de Mikoto, la gentil madre de ambos, y la cálida aunque reservada mirada de Itachi era lo que más llamaba la atención; lo que más brillaba. Sasuke también aparecía en el retrato, pero prefirió no observar el reflejo de quien una vez fue feliz.

Cerca de tres años atrás, en un inexplicable accidente su hermano perdió la vida. La adolorida madre, incapaz de aceptar la pérdida de uno de sus hijos, se quitó la vida pocos meses después y fue así como el núcleo principal Uchiha se desintegró por completo. La promesa de una familia perfecta, el orgullo de la villa de Konohagakure, no fue más que una farsa que terminó en tragedia.

Sasuke delineó las curvas que dibujaban la figura de su hermano mayor sobre el lienzo, con las manos temblorosas y los ojos empañados. El nudo en su garganta no le dejaba respirar.

—Itachi… ¿qué habrías hecho tú? —Murmuró a la nada, y esta vez sus ojos negros se posaron en su madre, con esa mirada dulce y aún Sasuke escuchaba su voz amable y sentía las caricias que ella daba a su cabello tan tiernamente.

Fue entonces que las lágrimas bajaron silenciosas y amargas por su rostro.

—Madre, llévame contigo…

Un suspiro murió entre las cuatro paredes y sin poder resistirlo más, tiró el cuadro al suelo en medio de un grito adolorido que nadie oyó. En una mansión tan grande y tan sola, no podrían escuchar sus lamentos… y aunque lo hicieran, sabía no irían a su rescate. Nadie le tomaría en sus brazos para calmar el dolor que le quemaba el alma.

Poco le importó que el marco del cuadro se hubiese quebrado. Con enojo hacia la vida, con las heridas abiertas, extendió de par en par con agresividad las puertas del armario en donde Itachi coleccionaba sus espadas favoritas, pues su hermano solía ser bastante hábil y en su juventud deseó hacer parte del cuerpo de caballería de la villa, de no ser porque su padre lo impidió.

Fue una la que particularmente llamó su atención; recordaba que el primogénito alguna vez le había hablado de lo ligera que era al manejo pero lo peligrosa que resultaba de manera ofensiva, y que había sido importada de algún reino cercano. Sasuke empuñó el arma y no perdió tiempo para perderse entre los pasillos de la inmensa mansión, más parecida a un montón de laberintos, hasta salir y llegar al establo.

No dijo nada a nadie, mucho menos advirtió a los cuidadores de los caballos del establo que se llevaría alguno. Todo lo que estaba allí le pertenecía por herencia, y nadie nunca era capaz de cuestionar la ley de Sasuke Uchiha, incluso frente a una actitud tan extraña y alterada como la que tenía en ese momento.

—Vamos, Aoda.

Y sin mirar atrás, Sasuke se perdió en medio de la noche a donde sea que le llevase el viento, porque no planeaba volver. Solo quería irse lejos, irse con su madre y su hermano, a un lugar donde no existiera el dolor ni las angustias, en donde no tuviera que sufrir la desgracia de despertar y saber sus pulmones llenos de aire pero la vida completamente vacía, sin nada por lo que luchar.

Poco más de dos horas pasaron cuando se dio cuenta de que estaba perdido. Sin notarlo, en medio de su huida terminó enredándose entre la espesa flora de un bosque circundante a la villa y la misma oscuridad le impedía ver con claridad. Que hoy el cielo no fuera estrellado no cooperaba demasiado con su visión, pero luego de notar unas luciérnagas tintinear cerca de un lago cercano, decidió bajarse del caballo y atarlo cuidadosamente al tronco de un árbol cercano para evitar que escapara.

Sasuke caminó hacia el borde del lago y perdió la mirada entre las pequeñas luminarias que, además, cantaban con característico cri cri de los grillos y eso le recordó lo solo que estaba.

Y se permitió llorar, ya no en silencio ni temeroso de enfrentar su debilidad. Se lo permitió solo porque sería la última vez que lo haría. Ya no habría un mañana.

Cayó de rodillas al suelo y las rocas que circundaban el lago aunque lastimaron sus rodillas no valió la pena detenerse a preocuparse. Se cubrió el rostro con las manos y sollozó con tanta amargura que sintió que se le desgarraba el pecho. Sus ojos ardían, la vida dolía, el aire le faltaba y el tucum-tucum constante de su corazón le recordó que aún estaba vivo y se sintió asqueado por ello.

Solo quería morir.

Con las manos temblando por la debilidad misma, desenfundó la espada que elevó a la altura de su rostro para apreciar toda su longitud. Sería ese el instrumento con el que le pondría fin a su existencia. Por fin.

Un nuevo grito lleno de desesperanza rasguñó  sus cuerdas vocales mientras sostenía la vaina de la espalda de forma perpendicular, con el filo punzando directamente a la altura de su pecho. Las lágrimas bajaban incesantes, unas tras otra, y cerró sus ojos con fuerza porque intentó reunir el valor suficiente para atravesarse el corazón tan rápido como fuese posible. No iba a retractarse, no cuando buscaba en su mente motivos para vivir y todo lo que llegaba a su cabeza eran razones para querer desaparecer de una vez.

Tomó aire profundamente y apartó la espada tan solo un par de centímetros y así tener proyección e impulso suficiente. Pensó en la sonrisa de su hermano y los ojos de su madre y la ilusión de verles de nuevo bastó para que, sin titubear esta vez, empujara la espada en el centro de esternón.

—¿PERO QUÉ SANTOS CUERNOS ESTÁS HACIENDO?

Un alarido agudo lleno de terror impidió que Sasuke cumpliera su cometido, pero no llegó la alarma lo suficientemente a tiempo pues la espada alcanzó a perforar una herida no tan profunda en su pecho, pero sí lo suficiente para empapar sus vestiduras de sangre rápidamente.

Sasuke dejó caer el arma contra el suelo, estremeciéndose con el sonido del metal rompiendo contra las rocas. Sus manos ensangrentadas las elevó a la altura de su rostro y su cuerpo temblaba tanto, al borde del colapso, y no sabía si era la herida, el dolor en su alma, la debilidad, el saberse descubierto, o la realización de lo que estuvo a punto de hacer que chocó en su cabeza como mil escombros.

—¡Joder! ¿TE HAS VUELTO LOCO?

Cuando alzó la vista el impacto fue aún mayor. La persona que le gritaba no era si no el dueño de esos ojos azules y cabello dorado revuelto que enfrentó esa mañana. La sorpresa y el pánico en la cara de Naruto hablaban por sí mismos también. El rubio no hubiese imaginado nunca que en su lugar secreto iba a encontrarse a un hombre intentando quitarse la vida, y mucho menos que el hombre en cuestión iba a ser la persona que le sacó de sus casillas por soberbio horas atrás.

Pero no podía detenerse a pensar en eso. Sasuke claramente seguía en shock, pudo notarlo por la forma en que era incapaz de hablar o de moverse, solo temblaba, y Naruto temió que fuese a desmayarse en cualquier instante. La sangre en su pecho le alarmó tremendamente y se preguntó qué tanto daño había alcanzado a hacerse.

El rubio se arrodilló en el suelo frente a Sasuke y sacudió sus hombros, en un intento desesperado por hacerle entrar en razón.

—Oye, niño bonito. —Llamó, intentando encontrar algo en su mirada que le dijera que estaba bien. Por un momento llegó a desear que volviera a retarle como esa mañana.

—No me toques. —La voz de Sasuke irrumpió grave y agitada, pero no hizo acción alguna por alejarse. Naturalmente, Naruto jamás se apartó. —Dije que no me toques.

—Por un demonio, esta no es precisamente la clase de situación en la que deberías tener agallas para ser un arrogante.

Sí, Sasuke era detestable, demasiado y Naruto no dejaría de pensar en ello ni aún dentro de la compasión que le despertó verle en ese estado. El Uchiha agachó la mirada, observando sus manos ensangrentadas fijamente mientras paulatinamente dejaba de temblar; una parte de sí quiso romperse en llanto en ese momento, pero el orgullo fue mucho más fuerte.

—Métete en tus asuntos y déjame en paz. ¿Por qué tengo que encontrarme contigo otra vez?

Frustrado, Sasuke cubrió su rostro con ambas manos, ignorando las manchas de sangre que dejó en su piel en consecuencia. La herida en su pecho dolía como nada, pero la adrenalina del momento y el dolor que destrozaba todo su vivir fueron más intensos que una laceración superficial.

¿Qué clase de situación pudo haber hecho que alguien como el azabache perdiera tanto las ilusiones como para querer morir? Se preguntó Naruto mientras le observaba, aún con ambas manos sobre los hombros ajenos. Incluso si era un insoportable y arrogante, algo dentro de su corazón comenzó a removerse inquieto frente a la debilidad que veía en él. Por más que Sasuke intentara mostrarse orgulloso y presuntuoso, Naruto pudo sentir en el tono de su voz que gritaba desesperadamente por ayuda, y no entendió por qué, no sabía por qué, no quiso pensar en ello ni detenerse a analizarlo: el rubio era un hombre de impulsos más que de pensamientos calculadores, por lo rodeó el cuerpo tembloroso de Sasuke entre sus brazos para mantenerle tibio y protegido contra su pecho.

La acción fue inesperada para el Uchiha, quien poco acostumbrado al contacto físico, se aferró inmóvil y en silencio, incrédulo por lo que estaba sucediendo. Sus ojos permanecieron cerrados aunque un par de solitarias lágrimas bajaron por sus mejillas. Necesitó gritar y llorar una vez más, pero no podía hacerlo frente a un desconocido… un desconocido tan cálido y su calidez le impidió alejarse.

¿Era… era eso todo lo que había estado necesitando? Un abrazo, unas manos llenas de consuelo. No preguntas, no juicios. Solo un abrazo tibio.

Tan indefenso, tan vulnerable, todas sus corazas fueron destruidas en un abrir y cerrar de ojos y por solo un momento en su vida quiso permitirse la licencia de que alguien escuchara sus lamentos. Incluso si estos no salían de su boca.

—Esa herida… —La voz de Naruto rompió el silencio, apartándose solo un poco para sujetar las manos ajenas y descubrir su rostro, aunque se enfocó en la sangre que brotaba apenas del centro de su pecho. —Hay que curarla. Yo no sé de esas cosas, pero puedo pedirle el favor a alguien. Supongo que no quieres que se entere nadie, así que… quedará en secreto.

Sasuke parpadeó confundido ante la amabilidad repentina del rubio. ¿Era por lástima? Sí, tal vez, porque no encontraba otra explicación. Por un momento, la imagen de Naruto dejó de ser la de un grosero, maleducado -y ladrón- para convertirse en la de un hombre gentil y amable. No sabía cuál de las dos percepciones le molestaba más.

—Te dije que no te metas en mis asuntos. —Repitió, apartando la mirada. Naruto frunció el ceño molesto y aplastó las mejillas de Sasuke con sus manos, quien abrió los ojos de par en par por la sorpresa.

—¿Puedes dejar por un segundo de ser un maldito pedante cuando alguien intenta ayudarte?

—¿Ayudarme? Qué sabes tú sobre ayudarme.

—Escucha, no sé qué te ha llevado a tomar esta decisión, y claramente no puedo ayudarte sobre eso. Pero estoy aquí, y sé lo que es que algo duela tanto como para solo desear morir. Es un vacío que no le deseo ni a un sujeto tan desagradable como tú.

Naruto le miró con decisión, aunque había algo reflejado en su mirada que Sasuke no pudo explicar. ¿Preocupación? ¿Dolor? ¿Angustia? No lo entendía, pero sin saberlo, él se encontró correspondiendo a aquella mirada, ese océano azul que parecía más profundo de lo que resultaba a simple vista. Sus ojos volvieron a cristalizarse, mientras Naruto limpiaba con sus pulgares algunas de las manchas de sangre de su rostro.

No hizo falta hablar, no hizo falta nada más. Por primera vez en tantos años, Sasuke sintió que alguien, alguien, alguien, escuchó las súplicas de su corazón. Esa bestia maleducada de aquella mañana, ahora era quien sostenía sus mejillas con dedicada atención, calando hondo en su pecho, intentando hablarle a través de sus pupilas como desnudando aquellas ventanas cerradas que nadie nunca pudo abrir.

Por una sola vez en sus veintiún años de vida, Sasuke se rindió, porque estaba cansado de intentar vivir y Naruto arruinó su perfecto intento de irse de este mundo. ¿Por qué? ¿Por qué?

—¿Por qué, Naruto?

El aludido parpadeó un par de veces ante la mención de su nombre, sin poder creer que Sasuke realmente lo hubiese recordado. Una sonrisa tenue se dibujó en sus labios, quizás ese sujeto no era tan desagradable como pensó esa mañana.

—¿Por qué qué, hm? —Cuestionó, apartando con su diestra algunos mechones de cabello oscuro que nublaban la vista ya de por sí humedecidas por las lágrimas aprisionadas que se negaban a salir. La mano libre continuaba sosteniendo su mejilla.

“¿Por qué me miras así? ¿por qué me tratas así?”, quiso preguntar, pero aquellas palabras no salieron de su boca.

—Quiero ir a casa.

Al escucharle, una sonrisa tenue se dibujó en los labios del rubio. De alguna manera estaba aliviado de que quisiera volver a casa en lugar de tener algún arrebato irracional. Tal vez en casa estaría más seguro y no intentaría nuevamente una locura como aquella. Aunque… ¿por qué le importaba a él lo que un extraño hiciera con su vida?

Naruto arrancó parte de la manga de su camisón para ofrecérselo a Sasuke, quien inmediatamente ejerció presión sobre la herida en su pecho para parar la leve hemorragia. En silencio, el rubio montó a Aoda y le extendió una mano a Sasuke, quien le miró confundido.

—Sube. Me dirás por dónde y yo te llevaré.

—¿Y tú? ¿Cómo llegaste hasta aquí?

—También tengo un caballo, lo dejé al otro lado del lago. Pero Kurama sabe volver solo a casa, así que lo hará por su cuenta.

Sasuke dudó en hacerle caso, pero no tenía fuerzas físicas ni emocionales para discutir, no esta vez. Tomó la mano ofrecida y se impulsó lo suficiente para acomodarse sobre la montura, justo tras Naruto, quien inmediatamente emprendió marcha devuelta a la villa en silencio, dándole una mirada fugaz a la espada ensangrentada que reposaba en el suelo.

El azabache sentía sus párpados pesados, tal vez era una secuela más de la crisis de ansiedad que momentos atrás le tuvo al borde del suicidio, o la pérdida de sangre, o el hecho de que la andanza le arrullaba. Sin pensar en nada, terminó apoyando su frente contra el hombro del rubio y cerró los ojos, somnoliento, dejándose llevar por el par de horas que duró el camino de regreso.

Naruto no se quejó al respecto. El joven se sentía ligero sobre su espalda y no podría refunfuñar por eso, todo lo contrario, le calmaba saber que ya se había tranquilizado lo suficiente como para permitirse reposar durante el trayecto.

Una vez en las calles de la villa, Sasuke insistió en que volvería solo a casa, pues no sería apropiado que llevase un desconocido a altas horas. Naruto se negó a dejarle ir solo al principio, con cierto temor de que fuera solo una excusa para escapar de nuevo e intentar hacer una locura, pero la promesa de no tratar de quitarse la vida una vez más -al menos no por esa noche- parecía sincera de los labios de Sasuke.

Una vez le dejó ir, Naruto suspiró. El día ciertamente había sido agotador y confuso. Toda la repulsión inicial que Sasuke despertó en él durante la pelea de la mañana se transformó en una incomprensible necesidad por estrecharle en sus brazos y protegerle de lo que sea que tuviese su corazón lastimado.


.

.

.

 

—¿Así está bien, Sasuke?

El aludido asintió débilmente. Era la mañana siguiente a los eventos y no se tomó la molestia de curar su herida adecuadamente. No fue sino hasta que Juugo, su sirviente de toda la vida -aunque él le consideraba un gran amigo- le ayudó a vestir su traje que se percató de la perforación ensangrentada en su pecho. Le curó adecuadamente mientras que Sasuke inventó alguna excusa sin sentido para justificar el por qué de la herida y aunque Juugo no creyó nada sobre eso, sabía que era mejor no insistir. Ya lo descubriría después.

Por lo pronto, dio un par de golpecitos a los hombros del Uchiha para alisar las finas curvas del cuello de su camisón y una vez impecable, Juugo le dedicó una mirada de aprobación.

—Dentro de poco debe llegar la persona que tu padre contrató como tu guardia. ¿Estarás bien con eso?

—Estaré bien si le haces la vida imposible de mi parte. Me aseguraré de que renuncie en las primeras veinticuatro horas.

Ambos sonrieron y Juugo, el joven pelirrojo, negó con suavidad. En privado se tuteaban por los años de amistad, aunque en eventos públicos Juugo mantenía su distancia cortés y políticamente correcta.

No tuvieron que esperar demasiado, pues desde el segundo piso, en donde estaba su habitación, se escucharon los portazos de la entrada principal.

—Ha de ser él.

Sasuke concordó y Juugo no tardó en desaparecer de la habitación para recibir al invitado indeseado. Una vez solo, el Uchiha se dejó caer sentado en el borde de la cama con cierta pesadez. Ladeó el rostro y se percató de que la tela ensangrentada que Naruto le ofreció la noche anterior permanecía en su mesa de noche; la tomó en sus manos y jugueteó con la tela entre sus dedos descuidadamente. Rememoró el furor de esos ojos color cielo, de la mirada cálida y las manos contra sus mejillas. Cerró sus párpados intentando retener la sensación de protección que sintió entre esos brazos. Jamás, ni una sola vez en su vida, se había sentido tan seguro frente a alguien como anoche.

No pudo detenerse a pensar demasiado, pues Juugo subió nuevamente para decirle entre señas que, efectivamente, era el empleado de su padre el que había llegado.

Su expresión pasó de melancolía a amargura inmediata. Ignorando las punzadas de dolor en su pecho, Sasuke bajó de inmediato para darle la bienvenida más desagradable que alguna vez pudo darle a alguien en toda su vida y así hacerle llorar hasta pedir auxilio.

Cuando llegó a la recepción de la mansión, el shock fue para él. Sus ojos se abrieron de par en par y su corazón se detuvo en seco, dejando de bombear y el oxígeno dejó de llegarle a la cabeza.

Y no fue el único en esas condiciones.

—Tú… —Sasuke llevó una mano al centro de su pecho, como intentando recobrar la compostura. —¿Naruto?

El rubio dio un par de pasos hacia atrás y su cara se desfiguró por completo ante la realización de lo ocurrido.

Ese chico al que le salvó la vida anoche no era otro si no Uchiha Sasuke.

La persona con la sangre de la familia que más aborrecía en su vida.

 

Notas finales:

Muchas gracias por leer y llegar hasta aquí, espero que les haya cautivado esta introducción y ojalá se queden conmigo en el avance de esta historia (y si me hacen saber lo que piensan o sus especulaciones, comentarios más que bienvenidos). ¡Muchos saludos! Y nos vemos en el siguiente capítulo. 


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