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Menta por Aryam

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Notas del fanfic:

Declaimer: Los personajes no me pertenecen, sino a su respectivo creador de la serie Naruto, Masashi Kishimoto.

Es un mundo omegaverse, así que aviso que hay mpreg y no sólo tratarán relaciones "alfa-omega". 

Notas del capitulo:

¿Qué tal?

Bueno, de esta historia voy algo avanzada y es la que me tiene bloqueada con el otro fanfic Mini-historias. Sé que no es excusa, pero esa historia se retrasará por esta.

Como saben ya much@s, yo amo esta pareja y es casi de ellos quienes escribo, así que no me odien ¿?

Cualquier duda, si las notas finales no la aclaran, pueden preguntar por un hermoso review.

ENJOY!

MENTA

 

 

Prologo.

 

¿Hay alguien que quiera oír mi historia,
Todo sobre el chico que vino a quedarse?
Él es la clase de chico que quieres tanto que te hace sentir arrepentido,
Y aun así, no te arrepientes ni un sólo día.
Oh, chico.

 

El día en que se uniría con su pareja destina, sabía que sería inmensamente feliz y parte de su vida se enfocaría en ese omega especial. Apoyado siempre en la filosofía que los sentimientos son parte del instinto y que ahí no hay engaño, que hay parte de verdad dentro del alfa inconsciente que nos dirige a esa persona.

Bueno, quizás una fracción de ello y la otra que nadie le informó o le aviso, colocando su mundo de cabeza, en un huracán de gran confusión; al descubrir que la vida tiene una forma muy cruel de burlarse de quienes tienen una mentalidad fija. Como la de él y la planificación de su vida con el/la omega que tendría por pareja.

¿Es que nadie pasaba por lo mismo que él? Claro que sí, pero omitían decirlo. La realidad opacada por optimismo de “a ti nunca te va a ocurrir” o algo por el estilo.

Teniendo 20 años y entrando a la universidad para cursar una carrera, había decidido vivir independiente en un pequeño apartamento como su nuevo comienzo. Rentando un piso gracias a una parte de los ahorros de su vida junto a un aporte de su padre, buscando el optimismo que hacía años se transformó en frustración y depresión.

Lo peor es que al llegar al nuevo hogar, no lo siente como tal; algo falta o no está, eso que nunca estuvo. Ni siquiera hubo oportunidad, nada.

Él se entiende.

– Es un nuevo comienzo, Obito, no pienses demasiado. – se anima y levanta algunas cajas llenas de sus pertenencias, las segundas que llegaron después de tanta demora, entrando estas junto a las compras que hizo de camino allí y parte de la correspondencia, encendiendo las luces del pasillo una vez las manos quedaron desocupadas.

Hacía dos días que llegó a su nuevo apartamento, el primer día con su bolso y una colchoneta. Al segundo las cosas que faltaban, que ya para el tercer día su padre se anticipó en ayudarle al enviarle algunas por correspondencia. Leyendo una de las cartas que venían pegadas a la caja, sonriendo al reconocer la letra.

“Esfuérzate y no desistas ante la primera derrota. Da lo mejor de ti, eres un Uchiha.

Madara.”

 

Eso es lo único que dice, pero lo oye y su voz está ahí, firme, decidida, nada indulgente.

No podía flaquear, aunque por su mente desde hace tiempo es un constante recuerdo y “hubieras”. Que se intensificó al egresar de la preparatoria.

 

El lamento de su alfa tenía rostro. Alto de cabellos canos y rostro a medio ver, que de eso solo se apreciaban sus ojos de un color ónix, vistiendo semi-informal: converse negras, pantalones de tela y camisa blanca, ciñendo su cuerpo delgado. Su voz era calmada, aunque sus modales no fueron nunca muy amistosos al decir que “los odio” a sus alumnos al presentarse y ese sentimiento lo sería más si no pasaban su clase; sí, su clase, puesto que su omega destinado era su profesor de historia y no un alumno nuevo como espero, percibiendo el llamado en su alfa antes que se abrieran las puertas del salón para conocerlo.

Había sido un golpe bajo, en más cuando la mirada de ambos se encontraron e hicieron como si nada pasara, cada uno cumpliendo sus respectivos papeles de alumno y profesor.

Su vida ese año fue un martirio, buscando siempre evitar acertar con él en los pasillos o por lo que fuese, pidiendo ayuda a su amiga Rin para entender tal martirio, lo que vivía día tras día, negando a su alfa de aquel encuentro con el omega. Por desgracia, sus destinos estaban conectados y la cercanía entre ellos se daba de algún modo.

 

¿Por qué un omega de avanzada edad?

No es que fuese un anciano, pero tenía 30 años cuando él apenas estaba a los 18 y en su mente no cabía estar con alguien por la que se llevaba mucha diferencia de edad, además de las malditas leyes en las que se vive. Le costaba procesar tal cosa, masticarlo en su racionamiento; en más, si sentía su orgullo de alfa herido por nimiedades como: castigos por indisciplinado en clases o imponerse frente al omega profesor, provocando que él no fuese el regañado, sino el otro.

– No es tú culpa, ni mía. Deja de atormentarte, ¿sí? – El mayor le había hablado en una supuesta charla entre profesor y alumno, a solas en uno de los despachos para citas con padres, conteniendo el deseo de acercarse más a él por el llamado de su alfa. – Eres joven y debes enfocarte en tus estudios. Si te he citado acá es para decirte que no soy tu enemigo y que intentemos llevarnos bien.

Con movimientos de cabeza afirmaba sus palabras y, con cierto hastío, ahogo en la garganta al contener la ansiedad con los dedos enterrados en las rodillas. – Lo sé, es lo que me digo. Solo que una cosa es decirla y otra es hacerla. – Habló entre dientes.

– Podrás. –dijo él en el vano intento de animarle o de suplicarle, observando la duda de sus acciones en moverse o no y terminar por colocarse de pie, indicándole que saliera, forma sumisa hacia su persona.

                …

El omega a veces lo detestaba y en otras no, menos en quitarle los ojos de encima, suspirando por él como si fuese un amor platónico. Que al final en eso se había convertido.

Sin darse cuenta estudiaba sus gestos y sus gustos, la forma en que su cuerpo se movía. Fingiendo detestarlo por la manera que torturaba a los chicos y chicas del salón, cuando no. Su rostro, sus ojos al perderse en la nada o las arrugas al marcarse para saber que sonreía por debajo de la bufanda… o como también la carencia de brillo en sus ojos al intentar animarse a saludarlo, él era el causante.

Fueron sus peores años, usando los estudios como vía de escape y dejar de pensar en Kakashi-sensei. En ese tiempo se asombró tanto de su escapismo, una vez este desapareció antes de la graduación sin decir nada a nadie y sin que él se diera cuenta. Justo en el momento que había decidido ir por él, demostrarle lo que era, lo que no podía negar y a pesar de las consecuencias. Tarde fue recordarse quién era.

– ¡Vuelta de página!

Se da golpes en la cabeza, regresando al presente e ir a la cocina a prepararse algo, ya que cocinar-cocinar no sabía y esa era su única solución.

– Maldición, ¿dónde está el hervidor? – Busca entre las cajas que aún no abre por el aparato aquel, bufando de mala gana al dar vuelta todo y no encontrarlo, gruñéndole las tripas. Lo que menos tenía era dinero en ese momento para comprar algo más, ideando una solución para su hambre.

Como su apartamento estaba en silencio, con él nada más haciendo sonidos de quejas, era fácil oír lo que sucedía afuera y eso lo llevó a que su mente se iluminara con un portazo del apartamento vecino, corriendo a la puerta, acomodarse la ropa que vestía y colocarse los zapatos en el tamami antes de salir, caminando por el pasillo del exterior a la puerta cercana a su hogar, tocando el timbre.

Si no podía ayudarse por el momento solo, al menos pedir un favor a los vecinos no era un mal plan.

Al cabo de pocos segundos, se oían pasos del otro lado, colocando la mejor sonrisa al ser el primer vecino que conocería ahí y pediría por algo de agua caliente –lo necesario para su ramen–, viendo la puerta abrirse con la luz interior estorbando un poco, apagando la sonrisa al reconocer la figura masculina que se asomaba como el aroma que desprendía y quedarse de piedra al verle.

– ¿Obito-kun? – Su aroma. Menta.

– ¿Ka-Kakashi-sensei?

Cada uno se miró sin creer a quién tenía en frente nuevamente, que cualquiera que estuviera a su alrededor sentiría la tensión del ambiente y la sorpresa de lo inesperado. Las miradas de ambos nuevamente se apreciaban, teniendo sensaciones muy contradictorias a sus pensamientos.

– ¿Hola? –Atina a decir el de cabellos oscuros, comenzando a entender por qué su alfa ha estado muy nostálgico, más de lo usual por el omega.

 

Continuará.

Notas finales:

Aclaraciones:

- Es una historia en tiempo “moderno” y acá los OMEGAS se les trata casi como iguales junto a los ALFAS y BETAS.

- Pueden los OMEGAS tener estudios superiores, ser independientes de sus parejas, tener un trabajo y no verse obligados a estar con un alfa (dependiendo de sus motivos).

- El ALFA no puede obligar al omega ser su pareja solo porque es la destinada, debido a ello se les enseña a cortejar y conquistar, evitando usar los métodos ortodoxos (impulsivos) de los antiguos alfas para quedarse con el omega en contra de sus deseos. Evitando todo tipo de violaciones o asesinatos.

- Si los ALFAS son menor de edad se les da la opción experimentar con otros omegas y/o betas de su edad en caso que el OMEGA destinado sea mayor que él, prohibiendo a tener un acercamiento de conquista o atracción. El omega no puede interferir o insinuarse por más conectados que estén. El motivo se debe a que se cree que el omega se impondría ante un alfa inexperto que no alcanza la madurez (lo cual es casi mal visto socialmente aunque el alfa tenga más de 30 años, todo porque sigue siendo menor).


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