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Ideología por Deidara Sempaii

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Notas del fanfic:

Historia corta que se me ocurrió después de escuchar a G-Dragon .w.

No había absolutamente nada ni nadie que me hiciese cambiar de parecer. Estaba completamente convencido de que aquel idiota la engañaba, como si nada, como si de un muñeco se tratase.

Lo último que le había dicho a Taeyon fue el inicio de una nueva disputa en la que por supuesto,  el vencedor, no era precisamente yo —considerando que hubiese uno — porque bien sé en mi poca, casi nula experiencia, el perdedor no era más que aquel cuya paciencia sobrepasaba los límites de cualquier ser humano promedio y callaba, callaba a sabiendas que podía estar o no en lo cierto.

Luego de incansables suspiros, negué con la cabeza como si eso fuese a derrumbar o quizá, con suerte, deshacer aquel pensamiento intruso.

Bien, no lo había visto de manera concreta con mis ojos pero era una corazonada que se colaba en lo más profundo de mí ser. Su actitud, aires de superioridad, su estúpida arrogancia y el constante encuentro casual —según él—con amigas, no me producían más que una firme desconfianza.

Entonces en ese momento doblé la esquina a la derecha. No tenía pensado adonde ir; simplemente me puse a andar justificativamente, evitando una posible—terrible—pelea con Taeyon. Pensé en comprarle algo, lo que sea. Realmente me dolía verla tiste, a pesar de sus vagos e inútiles intentos por aparentar fortaleza. Era un dolor vacío, de algo que no tenía yo la cura, aunque lo desease. Suspiré nuevamente planeando entrar en la siguiente tienda de esa misma calle, pero entonces lo vi. Vi a aquel bastardo frente a otra chica que no era Taeyon; tenía la melena corta y rubia y estaba reposada tímidamente sobre la pared blanca del edificio aquel. Ambos con una sonrisa y quien los viera, sin el más mínimo conocimiento previo se la creería. Se convencería fácilmente que esa expresión bobalicona y embelesada era cierta. Pero no.

Deslicé accidentalmente mi vista hacia la mano del tonto aquel que tocaba juguetonamente el cabello de la contraria. En su dedo anular no llevaba el obsequio que Taeyon se había esmerado en elegir y regalar. No quise seguir allí. Peor aún era el hecho de no entender porque a mí me dolía tanto, pues no era yo a quien engañaban, ni de quien se burlaban. Realmente no lo entendía.

Me di la vuelta, dubitativo, ya que sabía muy bien que ella no me creería y esto tan solo serviría para darle fin a nuestra casi eterna amistad. Y a pesar de que no era justamente amistad lo que yo quería, eso me bastaba. Me bastaba verla reír, sonreír, llorar y enojar. Me bastaba estar a su lado, que compartiera sus más íntimos secretos conmigo. Por su bien, por el mío o mejor dicho por el nuestro, no me atrevería  a decirle jamás lo que llevo  hace años guardado en mí.

Quería que terminaran y eso sonaba egoísta pero en realidad no lo era. El hecho de que ellos terminasen probablemente no me afectase, puesto que entre ella y yo jamás habría algo más allá de la relación de pura amistad. Al contrario, su posible ruptura tan solo la salvaría de un sufrimiento eterno junto a ese monstruo de Donghae.

Luego de dar mil vueltas sobre las mismas calles, me decidí a volver al departamento de Taeyon; y como supuse, ella estaba sentada en el comedor haciendo trabajos de la universidad, aparentemente concentrada, casi totalmente absorta que siquiera me oyó volver. Carraspeé mi voz y entonces ella volteó repentinamente. No la vi con su sonrisa usual, y pues era normal luego de nuestro encuentro hace media hora. No dijo nada y simplemente siguió con su escrito.

—Taeyon…

—¿Qué? —Respondió rápidamente.

Dudé un momento.

—Cuando salí hace un rato… —me rasqué la nuca y bajé un momento la mirada. No estaba seguro de hacerlo. —Cuando salí…

Ella enarcó una ceja, observándome firme pero a la vez extrañada.

—¿Qué, Taeying? Solo dilo. —suspiró, curvando sus labios, relajada. —Está bien.

—Taeyon, acabo de ver a… —me detuve —¡Acabo de ver a Donghae con otra chica!

Su expresión no varió, abrió sus labios pero luego los cerró con presión, sin mencionar palabra. Asintió con la cabeza, y tragó saliva. Sus ojos se movieron rápido por toda la habitación. Volvió a asentir y pude percibir sus lágrimas asomarse.

Me maldije a mí y luego al maldito de su novio. No quería verla así; no quería que ella sufriera.

—¿Por qué insistes con esto? —me contestó, tomándome de improvisto.

—¿Qué?

—¿Por qué te esmeras tanto en hablar así de él? No lo entiendo Taeying ¡Se supone que eres mi amigo!

Me quedé plasmado, sin saber qué decir. No me creía. Mejor dicho, no quería creerme.

Observé el trasfondo de la ventana  y me limpié el ojo donde —quisiera pensar—simplemente una basurita se me había metido. Tomé una gran bocanada de airé y lentamente la expulsé.

—Creo que esta vez me equivoqué. —Expuse una risa exagerada— Juro que pensé que era Donghae pero ahora que lo dices, es imposible que fuese él.

 


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