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Ajedrez por Na Na

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Notas del fanfic:

Llevaba siglos queriendo subir este fic, y al fin lo hago. Y de una pareja que me encanta <3

Notas del capitulo:

KangIn es mayor y más alto que Min~

— ¿Cómo estás? —Escuchó que le preguntaban. Se removió un poco y abrió los ojos. 




YoungWoon estaba frotándose los suyos en un intento por eliminar la picazón. SungMin cubrió su boca de un bostezo y se incorporó. El mayor estiró las piernas y SungMin sonrió culpable por haber dormido en ellas. 




—Bien —contestó bajando sus piernas del asiento y estirándose. 




— ¿Dormiste bien? —fue lo siguiente que preguntó el mayor. 




Min asintió cubriendo su boca nuevamente. YoungWoon elevó los labios en una sonrisa y sacudió los cabellos del menor con cariño para luego pasarla por su cuello. 




— ¿Vamos a desayunar?  




El menor lo observó y se sintió culpable. Mientras él durmió como bebé estaba seguro que el mayor estuvo incómodo. Asintió ante la pregunta y antes de levantarse lo abrazó. 




 




~-~-~-~-~-~-~-~-~ 




 




Cuatro años atrás 




—Yo lo tomé antes.  




Lo miró fiero. 




SungMin entrecerró los ojos y le quitó el libro. 




—Yo lo vi primero. —Y se dio la vuelta con el objeto en su mano. 




Era domingo. Su padre le había dado su mesada en la mañana y apenas tuvo oportunidad fue directo hacia la librería. Tuvo que esperar tres semanas hasta que el libro que quería llegara.  




Ese día el lugar estaba vacío, lo cual era raro, exceptuando unos cuantos chicos y una pareja. Saludó a la chica de la caja y caminó directo al estante de suspenso. Ahí debía estar su libro: La quinta torre. Lo buscó por orden alfabético ignorando al otro chico que estaba en el pasillo. Si el chico no se metía con él, él no se metería con el chico, así de sencillo.  




Buscó unos segundos más hasta que lo vio. La única copia en todo el lugar (y estaba seguro de eso porque ponían todos los libros de Stephen King, existentes en la librería, en los estantes). Subió su mano para tomarlo y cuando puso sus dedos en él, otros dedos también lo hicieron. La emoción que había sentido al verlo y al tomarlo en sus manos se había desvanecido al instante en que esos otros dedos aparecieron en su campo visual. 




—Es mío.  




El otro chico sacó el libro. 




—Es mío —aseguró SungMin antes de quitárselo. 




—No es verdad.  




El otro chico, que era alto comparado con él, tomó el libro y lo haló hacia él. SungMin no lo soltó. 




—Es mío. 




—Yo lo tomé antes. —Lo miró fiero. SungMin entrecerró los ojos, escaneando al chico, y le quitó el libro 




—Yo lo vi primero.  




Y se dio la vuelta con el objeto en su mano. 




—Espera, mocoso. —El alto lo tomó del brazo, lo giró y le quitó el libro—. Ya dije que es mío. 




—No es verdad.  




Y cuando SungMin intentó quitárselo el otro lo levantó. Se quedó quieto, la frustración corriendo por sus venas. 




—Touché —dijo el otro chico, mirándolo. 




SungMin dio un grito de guerra que se escuchó en todo el lugar y se abalanzó contra el chico más alto. El chico perdió el equilibrio, cayó y Min aprovechó para tomar el libro. Pasó por sobre él y regresó a verlo para sacarle la lengua y huir. Sin embargo, no contó con que el otro chico lo tomaría del pie y lo haría caer. Escuchó una risa y se dio la vuelta pero entonces el otro se subió a él y aprisionó sus manos arriba de su cabeza. 




SungMin se removió como pudo. 




— ¡Suéltame!  




— ¡No hasta que digas que el libro es mío!  




— ¡No lo es! —Continuó removiéndose. 




— ¡Basta!  




Una tercera voz se sumó a su pelea. El alto lo soltó y se puso de pie. SungMin se sentó y estuvo a punto de tomar el libro pero la dueña del lugar lo cogió. 




— ¿Qué escándalo es este? Asustaron a HyeJin.  




SungMin se sintió culpable. Se levantó del suelo y miró a la señora y luego a la chica, quien se cubría las orejas con ambas manos. 




—Lamento lo de HyeJin.  




SungMin hizo una venia que fue copiada por el otro chico, y arrugó el ceño. La mujer los miró por un momento antes de suspirar y hablar. 




— ¿Estaban peleando por este libro? —Los dos chicos asintieron—. ¿Por qué? Hay otro en el estante de arriba. —Los dos chicos parpadearon antes de mirar hacia el estante. Y, efectivamente, ahí estaban, toda una hilera de «La quinta torre»—. Voy a tomar dos libros y los dos me van a seguir sin hablar, sin gritar y sin lanzarse el uno contra el otro.  




La mujer hizo lo que había dicho y avanzó con ellos dos atrás. HyeJin la vio y se tranquilizó un poco. 




—Ve a descansar, querida. —La chica corrió al piso de arriba, subiendo por las escaleras de caracol. SungMin siempre había querido subir por ellas—. Son 5500 wons —dijo mientras hacía las facturas.  




SungMin sacó varios billetes del bolsillo de su pantalón y se los entregó mientras veía que el otro sacaba moneditas, las ponía en la barra y las contaba, una por una. Min rodó los ojos y lo ignoró. 




— ¿No tienes todo, YoungWoon? —El aludido miró a la señora y negó con la cabeza. SungMin miró al chico y luego a su dinero—. ¿Cuánto te falta? 




—1500 wons. 




La mujer tras la barra suspiró. 




—Lo siento, hijo. No puedes quedarme debiendo eso.  




La señora se estaba llevando el libro y SungMin colocó su mano sobre éste, deteniéndola. 




—Yo pago lo que falta.  




Dejó el dinero en frente de ella y luego se fue. El alto pudo verlo a través de la ventana. Vio cuando se detuvo, cuando regresó a la librería por su libro y cuando se fue de nuevo. 




—YoungWoon, debes dejar de hacer tanto alboroto, cariño. 




—Lo siento, tía.  




Suspiró. 




Tomó su libro y salió del lugar. Al menos ya tenía el libro. 




 




~-~-~-~-~-~-~-~-~ 




 




— ¿Cuánto falta para llegar?  




YoungWoon levantó la mirada de su pan. 




—No mucho.  




Lo mordió. 




—Lo mismo dijiste anoche y aún no llegamos —murmuró SungMin bebiendo café. 




— ¡Yah! Si digo que no falta mucho, no falta mucho. ¿No me crees? 




El menor lo miró, las migas de pan en la comisura de sus labios. Desvió su mirada hacia la ventana antes de hablar. 




—Sólo digo que eso dijiste anoche —dijo encogiéndose de hombros antes de morder su pan. 




YoungWoon gruñó y SungMin sonrió. Metió su cuchillo al mismo tiempo que el mayor en su mermelada y rio. 




—Tú tienes tu propia mermelada, Min. Deja la mía.  




Golpeó su cuchillo. A Min lo recorrió un raro escalofrío cuando los dos cubiertos chocaron entre ellos.  




—Yo quiero de la tuya.  




Untó el cuchillo en ella. 




El alto se molestó y tomó la mermelada de SungMin, pero el menor metió su cuchillo en la mermelada que el otro tenía. Y se empezó a reír. 




 




~-~-~-~-~-~-~-~-~ 




 




— ¡¿Tú?! —Se sorprendió igual que el otro. 




Durante los recreos su colegio abría la sala de ajedrez y todos los que querían podían ir a jugar. SungMin entró a ver a uno de sus amigos y entonces escuchó los rumores de un chico al que no le podían ganar. Sintió curiosidad y se fijó que alrededor del aludido había una multitud. 




—Inténtalo —lo alentó Sunny. 




—No lo creo. 




—Vamos… —canturreó, sacudiendo su brazo—, estoy segura que le ganas. 




La chica no dejó de molestarlo hasta que SungMin se rindió y fue hacia el chico. Se sentó ante la alegría de sus compañeros y entonces lo vio. El mismo chico de la librería. ¡Estudiaba en su colegio! Pero si nunca lo había visto. 




—Tú mueves primero, mocoso.  




SungMin movió un peón y presionó el botón a su lado izquierdo.  




Los movimientos siguieron, los segundos pasaban y las piezas de ambos se reducían en el tablero. Todos estaban a la expectativa, parecía que YoungWoon ganaría. 




—Jaque Mate.  




El menor sonrió victorioso. 




—No es posible —susurró el chico. 




—Claro que es posible.  




Estiró su brazo por sobre el tablero, con la palma extendida. 




—Revancha, mañana, misma hora.  




Estrechó la mano del menor. 




—Tendrá el mismo final.  




Estrechó la mano y se fue rodeado por los gritos de júbilo de sus compañeros. 




 




~-~-~-~-~-~-~-~-~ 




 




—Falta bastante, ¿verdad? —El mayor asintió—. ¡¿Y por qué me dijiste que no?! 




—Porque luego estarías brincando como conejo de la ansiedad —dijo de lo más calmado cambiando de página el libro que leía. 




—Te odio. —Hizo un puchero. 




El alto pasó un brazo por sus hombros y lo atrajo hacia él, besó su cabeza y sonrió. 




—Esta vez, en verdad, no falta mucho. Ponte a leer, el tiempo pasa más rápido.  




YoungWoon continuó con su libro. 




 




~-~-~-~-~-~-~-~-~ 




 




Al día siguiente, SungMin y el chico del ajedrez se vieron de nuevo y SungMin ganó. Y al siguiente, y al siguiente, y al siguiente. Todos los encuentros los ganó. 




—Jaque mate.  




El otro suspiró frustrado. 




Ahora sólo estaban los dos. Después de días del mismo resultado, ya nadie esperaba nada diferente y poco a poco dejaron de ver sus partidas. 




— ¿Cómo sabes tanto ajedrez? 




—Tomé clases como hace un año y aún me acuerdo de algunas cosas —decía mientras se ponía de pie y se encogía de hombros—. No es tan difícil cuando sabes cómo funciona. 




— ¿Te importaría enseñarme?  




Al chico le costó preguntar eso. Su orgullo estaba herido y herirlo más preguntando eso no era de su agrado. Además de que estaba seguro de que el otro se pondría pretensioso y lo molestaría al respecto. 




—Claro.  




Min sonrió sorprendiendo al chico. 




—Soy… 




—YoungWoon, lo sé —interrumpió SungMin—. El día en la librería la señora Kim lo dijo. 




— ¿Y lo recordaste?  




—Soy lector. —Tomó su saco de la silla y se dio la vuelta—. Soy SungMin, por cierto. —Entonces se fue. 




 




~-~-~-~-~-~-~-~-~ 




 




—YoungWoon, ya es de noche, ¡otra vez! —refunfuñó el menor causando ternura en su novio. 




—Ya, Minnie. Esta vez no falta mucho. 




—Lo mismo dijiste en la mañana. 




—Vamos a cenar, ¿bien? Con la panza llena, todos pensamos mejor.  




Lo tomó de la mano y lo llevó al comedor. 




El menor estaba molesto. Ya llevaban 24 horas viajando en ese incómodo tren y no quería seguir ahí. Sin embargo, tenía hambre y la comida del tren no era mala. Apretó la mano de YoungWoon y caminó a su lado. 




— ¿Por qué tienes tanta prisa por llegar?  




El mayor lo miró. 




—Primero que todo, este tren es incómodo para seguir aquí. —El mayor sonrió divertido—. Y segundo, quiero ser feliz pronto. 




El mayor lo miró, algo preocupado. 




— ¿No eres feliz ahora? 




SungMin lo miró y se sintió mal. No quería preocupar al menos, mucho menos infundirle inseguridad, sobre todo porque él no se sentía inseguro de él. 




—No quise decir eso. Sólo quise decir que quiero que nuestra felicidad sea absoluta. 




YoungWoon arrugó el ceño y miró hacia al frente. 




—Tienes una rara idea de felicidad absoluta. 




 




~-~-~-~-~-~-~-~-~ 




 




—El enroque es ilegal cuando tocas a la torre y luego al rey, o viceversa. O, cuando ya moviste uno de los dos. 




—No he hecho eso —se quejó YoungWoon. 




—Lo hiciste cuando jugábamos, y no te dije nada. 




—Supongamos que lo hice, ¿está bien? —El menor entrecerró los ojos—. Ah, de acuerdo, sí lo hice. ¿Contento?  




—Sí.  




Sonrió. El mayor correspondió la sonrisa. 




— ¿Me enseñarás alguna estrategia? —SungMin lo miró—. Algo con lo que pueda ganarte. —El menor rio un poco y lo miró alegre. 




— ¿Conoces la apertura italiana? —El mayor negó—. Bien, hay una trampa que puede usarse con la apertura italiana. —Dobló sus dedos índice y anular de arriba abajo, encomillando la palabra trampa. 




»La apertura italiana se inicia con blancas peón e4, negras responden con alfil e5, blancas caballo f3, negras caballo c6, blancas alfil c4. Esta es la apertura italiana, tal como está. —Levantó la mirada y vio al mayor muy atento al tablero mientras anotaba en un cuaderno, sin ver—. Negras responden con caballo f6… —y SungMin siguió moviendo las fichas sobre el tablero, mientras decía el nombre de la pieza y su posición en el tablero. Todos los hacía rápido y ágiles—. ¿Entendiste? —Cuando terminó con todo levantó la mirada hacia YoungWoon y se empezó a reír. Su boca era una mueca rara, tenía una ceja levantada y sus ojos mostraban confusión—. No entendiste, ¿verdad?  




El mayor se recompuso y negó con la cabeza. 




—Hiciste todo muy rápido que no sé cuándo me perdí. Y estoy cansado.  




Suspiró. 




—Yo igual y ya dentro de poco tenemos clases.  




Suspiró el menor. 




— ¿Estás libre después de clases? 




Las cejas de SungMin se levantaron ligeramente.  




— ¿Por qué?  




—Quiero aprenderme lo que hiciste aquí. —Señaló el tablero que seguía intacto. 




—Y quieres que te lo enseñe después de clases… —El mayor asintió—. De acuerdo. 




Ambos sonrieron. 




 




~-~-~-~-~-~-~-~-~ 




 




—Ah, ese brownie estaba rico. —SungMin puso una mano sobre su estómago—. Estoy satisfecho. 




—Yo igual. Estoy lleno —dijo YoungWoon, muy cerca de la oreja de Min. 




— ¡No se dice así! ¿Cuántas veces debo corregirte? 




—Las veces que quieras.  




Lo tomó de la barbilla, se acercó a él y lo besó en los labios. 




— ¡Papá!  




Ese grito los hizo separarse y vieron a un niño correr por el pasillo que separaba el comedor de los vagones de viajeros. 




La pareja se vio alarmada. ¿Qué harían? Se apresuraron a ir a su asiento pero el niño apareció tomado de la mano de su padre. 




—Mira, papá, ellos se besaron. —Los señaló con el dedo—. Son como tú y papá KyuHyun.  




—SuHo, no debes hablar así.  




Un chico se asomó por la parte de atrás acariciando los cabellos del infante. 




— ¡Pero dije la verdad!  




El niño se aferró a la pierna del hombre de cabello negro, el primero que apareció. 




SungMin y YoungWoon no estaban del todo seguros de lo que sucedía. Sólo que, pasara lo que pasara, no se separarían. 




 




~-~-~-~-~-~-~-~-~ 




 




— ¿Vas a quedarte a cenar, SungMinnie? 




—Sí, señora Song. Mi papá vendrá tarde por mí. 




—De acuerdo, hijo.  




La señora salió del estudio cerrando la puerta tras ella. 




— ¿Hoy vendrá tu papá? —preguntó YoungWoon. 




—Dijo que intentaría venir. Tiene una reunión que terminaría muy entrada la noche y dijo que vendría por mí.  




El mayor asintió. 




Después de la cena con los padres de YoungWoon, regresaron al estudio a practicar ajedrez. Arreglaron sus cosas y despejaron la mesa para luego colocar el tablero de ajedrez. El alto dejó que SungMin jugara con las blancas, sólo así podía aprender más, según él. 




Las piezas se movieron, las fichas se redujeron, y el menor parecía ganar. 




—Creo que ya sabes quién ganará —canturreó Min, divertido ante el ceño fruncido de su contrincante. 




El mayor buscaba una debilidad, una falla, algo que lo hiciera ganar por primera vez. Lo había intentado muchas veces, más de las que pudiera contar. Y, cuando parecía que la hallaba en realidad él se ponía desventaja. 




SungMin era un asesino con respecto a sus juegos. 




—Jaque mate —susurró con sorpresa.  




— ¿Qué? —Min revisó sus piezas y las de YoungWoon. Movió sus manos sobre ellas y balbuceaba los movimientos, pero no había nada qué hacer. El mayor había ganado—. Ganaste —murmuró. 




El alto sonrió divertido. 




— ¿Qué? No te escucho. 




SungMin rodó los ojos. 




—Que ganaste.  




—Sigo sin oírte. —Ahora fue el turno de YoungWoon de canturrear. 




—Que. Ganaste.  




El menor intentaba no sonreír. 




— ¡Sí! —YoungWoon levantó las manos los brazos en señal de victoria—. ¡Le he ganado al todopoderoso SungMin! ¡Y la multitud enardece! —Colocó sus manos alrededor de su boca y empezó a murmurar un «ah» simulando los gritos de la gente. 




El menor se empezó a reír y sacó su teléfono, le tomó una foto al tablero y luego una a YoungWoon. El mayor no se había dado cuenta de lo que hacía SungMin, sólo seguía disfrutando de su victoria. 




—Sonríe —dijo el menor, y cuando el alto lo miró, capturó el momento. 




— ¿Me tomaste una foto?  




—Sí. Tu primera victoria después de miles de derrotas —dijo con un tono condescendiente—, hay que celebrarlo de algún modo, ¿no lo crees? 




YoungWoon puso una cara divertida para SungMin, y éste tomó una foto de él. 




— ¡Yah! ¡Deja de tomarme fotos!  




Se puso de pie e intentó atraparlo.  




El chico, que era muy ágil, no se dejaba, por lo que para el alto fue difícil. Después de varios segundos el más alto pudo tomar a SungMin de un brazo y halarlo hacia él. Min intentó zafarse pero YoungWoon, que era tres años mayor, tenía más fuerza que él. Lo acorraló contra la pared en un intento por que el menor no se moviera. SungMin tenía su celular en la mano izquierda que ocultaba tras su espalda, así que al momento de chocar contra la pared sus dedos dolieron. 




YoungWoon, que aprisionaba su mano derecha, la subió sobre su cabeza y la apoyó contra la pared. Puso su mano libre en la de SungMin y, con todo su cuerpo, lo pegó a la pared. 




—Dame el teléfono, Min.  




El alto reía. 




—No. Borrarás las fotos —dijo sonriendo el menor. 




—Apuesto a que salgo más feo que tú.  




SungMin rio con todas sus fuerzas y YoungWoon lo acompañó hasta que sintió el aliento del menor contra su nariz.  




Jamás había tenido a SungMin tan cerca, muchos menos en una posición como esa. Sólo entonces se dio cuenta de que estaban cerca, más cerca de lo normal, más cerca de lo permitido. Pasó saliva por su garganta para no sentirla tan seca, pero fue en vano. Tenía sed, pero no quería agua. Dirigió sus ojos a los labios del menor y vio como éstos pasaron de una sonrisa a estar serios. 




—YoungWoon. —La voz de SungMin le sonó lejana, cuando era todo lo contrario—. KangIn. —Era la primera vez que lo llamaba así y no podía estar más feliz. 




—SungMin —susurró, deseando que él lo llamara por su sobrenombre de nuevo. 




—KangIn…  




No resistió la tentación. Debía probar esos labios acorazonados a como diera lugar y no habría mejor momento que ese. 




Se acercó de a poco atrayéndolo a él y sintiendo su aliento cada vez más cerca. El paraíso estaba a unos milímetros de distancia. 




Y los eliminó. 


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