"¿Conoces el cuento del león solitario y el perro aullador?"
"No".
"Esa fue la vez en el que el león descubrió que nunca mas estaría solo, pues tendría a un buen amigo a su lado".
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"Páginas blancas llenadas con inocencia, la nieve del pasado que se derrite y rosas blancas para la futura novia"
Un mordisco travieso dejó impregnado unas tonalidades rosadas sobre su nívea piel en solo unos segundos, haciendo que Seung lanzara un quejido de dolor al vacío, mientras iba incrustando sus uñas sobre mis brazos.
— Estas haciendo mucho ruido — murmuré suavemente cerca a uno de sus oídos — ¿Me extrañaste tanto acaso?
— Deja de hablar y haz lo tuyo rey tonto — reclamó con las mejillas evidentemente ruborizadas, tal vez por su excitación o ebriedad.
Mis padres siempre optaban por darme mi propio espacio, pues suponían que así yo no sentiría que cargo con tantos deberes, y me estresaría menos durante la competencia, ventaja a la cual Seung y yo optamos por aprovechar con el pasar del tiempo. De hecho, esa era la misma razón por la cual nosotros teníamos todo planeado días antes de volvernos a reunir.
Luego de encontrarnos a la hora acordara en el lugar de siempre, no tardábamos en escondernos con cierta complicidad de adolescentes jugando a los adultos en algún espacio de cuatro paredes, para despojarnos de todas las barreras que separaban nuestras pieles, y sumergirnos en aquellos anhelos de amor y curiosidad de dos cómplices enamorados. Al menos se que uno de nosotros lo estaba.
El invierno iba llegando a su fin en Canadá, y ese día, cuando fue la última reunión que los dos tuvimos, supe que debía de tomar una decisión para mi futuro, era una decisión que yo debía de hacer si quería mantener a mi persona especial por siempre a mi lado, o dejarla ir. Aquel día, iba a armarme de valor para confesarme, sin importarme si el destino era caprichoso como todos lo definían, lo haría sin importarme las consecuencias, porque sabía que yo iba a ser correspondido.
— Descansa pequeño cachorro — sonreí levemente, depositando un fugaz beso en su mejilla, a la par que iba dejando entre sus delgados dedos el objeto dorado que me uniría por siempre con él. Lo acurruque con unas mantas que estaban cerca y salí apresurado de nuestro pequeño refugio en dirección a una de las florerías más cercanas, pese a que hacía demasiado frío afuera, nada me iba a detener, hoy no solo le propondría que se quede a mi lado, sino que también le pediría que aceptara casarse conmigo en un futuro, y lo mejor para esas proposiciones, era regalar un bouquet de rosas blancas.
Incluso ahora, aunque me cueste mucho admitirlo mi amor hacia Seung nunca cambió, él era especial como un ser de luz, tan fugaz, tan reservado y de pocas palabras, que no se me hizo raro que desapareciera de mis manos. Yo siempre planee un futuro con él, uno en donde pudiéramos casarnos y no solo seamos dos amigos compartiendo un escondite en común. Tal vez, fui yo el único quien malinterpreto todo.
Lo puedo explicar aún mas fácil que toda esta descripción que acabo de hacer, ¿alguna vez te robaron algo? al inicio no lo puedes creer, aún si lo sigues pensando una y otra vez, piensas en las múltiples opciones que pudiste haber hecho durante el robo, eso hasta pasar a la fase de la duda, cuando no sabes si en verdad perdiste aquel objeto o es que está oculto en algún lugar, y continua la fase de aceptación u olvido, en donde si continuas negándote a tu pérdida, terminas por olvidarlo con el tiempo. Lo mismo sucede cuando te rechazan, y para que te rompan el corazón solo basta que sean dos palabras escritas en un papel.
"Se acabó".
El invierno murió días después, llevando tras de si la blanca nieve, para dejar descubiertos los pétalos marchitos de un bouquet de rosas blancas y las miles de cartas escritas por un adolescente enamorado.
¿Fui yo el único que se hizo ilusiones?