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Every inch of you por nunu

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Notas del fanfic:

¡Hola!

Bienvenido/a a este pequeño espacio NS.

Ninja-verse, un futuro Hokage enamorado y Sasuke muy entregado.

Advertencias: contenido sexual explícito, y mucho, mucho romance. Ah, sí, de alguna mágica forma ambos conservan sus brazos, Boruto&compañía jamás existieron y estos dos viven adorándose, como tiene que ser.

Disclaimer: los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto. 

Disfruta la lectura. 

Capítulo único:

 

Cuando sus sábanas pierden el rastro de la esencia de Sasuke, cuando la ducha ya no huele a su champú, cuando todo lo que queda en la nevera son envases de ramen instantáneo y no la comida de reserva que Sasuke suele dejarle hecha para varios días, cuando los únicos sonidos que se escuchan en el apartamento son los propios, cuando el costado izquierdo de su colchón se siente más frío, cuando despierta a mitad de la noche con la sábana enredada en su cuerpo y no los brazos de Sasuke rodeando su cintura, el vacío cala cada vez más profundo en el centro de su pecho.

Naruto se repite mil veces en la cabeza que no es para tanto, que falta poco para que Sasuke vuelva y se encuentra a sí mismo pegado al calendario que cuelga tras la puerta de la habitación contando día tras día, tachando con una equis roja el infame número que deja atrás y calculando cuántos quedan por delante. Se ríe al descubrirse como una adolescente enamorada, porque da igual cuánto tiempo pase, en lugar de disminuir la ansiedad y el entusiasmo de verle luego de estar separados por las misiones que ambos deben cumplir, lo cierto es que los años juntos solo hacen que Sasuke se clave más en su alma.

Hace cinco años el Uchiha volvió a la aldea al finalizar la guerra, y desde hace poco más de tres decidieron compartir el amor que había despertado en ellos. Ahora ambos son Jōnin de Konoha y naturalmente, tienen que hacerse cargo de sus responsabilidades con el mundo shinobi.

Han sido casi cuatro semanas sin Sasuke, y comienza a echar de menos ese ceño fruncido, las discusiones tontas por cualquier tontería, los regaños de Sasuke cuando Naruto deja rastros de agua en la ducha por todo el suelo luego de bañarse o porque ha olvidado hacer la cama al despertar, o no ha recogido la ropa sucia que dejó tirada en el suelo, o porque al volver de hacer las compras el rubio decide que es más divertido echarse en el sofá que desempacar. Al final, Naruto hace todo obedientemente —aunque en medio de berrinches—, y cuando el enojo se le ha pasado, Sasuke se acurruca con él en el sofá recostado sobre sus piernas a leer algún libro mientras Naruto pasa distraídamente los canales de TV, más interesado en perfilar en su mente cada curva del rostro de su pareja que en las imágenes reproducidas en la pantalla. Y muchas veces, cuando están solo así, haciendo nada y pensando en nada, Sasuke baja su libro al notar la mirada penetrante del rubio y le observa fijamente. Naruto sabe que es su petición silenciosa por atención, así que no pierde tiempo para enredar con dulzura su mano entre los hilos negros de cabello que se deslizan como seda fina entre sus dedos. Sasuke deja escapar un sonidito de satisfacción y vuelve a alzar su libro, aunque Naruto sabe que ha dejado de leer, que está somnoliento, y unas veces duermen abrazados aún en la incomodidad del estrecho mueble o simplemente se obliga a despertarle y van juntos a la cama. En ocasiones solo duermen, pero hay otras madrugadas en que, entre besos de buenas noches, la temperatura sube y es inevitable que sus ropas acaben en cualquier lado de la habitación menos sobre sus cuerpos. Las manos de Sasuke se pierden contra su piel, trazan caricias que marcan su corazón, sus bocas se vuelven una y Naruto se siente morir de amor cuando escucha sus gemidos y el murmullo de su nombre escapándose de aquellos labios maltratados por tantos besos.

Sus besos.

Sus manos.

Su pelo.

Su aroma.

Todo él.

Ama todo de él.

Extraña todo de él.

“¡Oye, Naruto!” escucha que Kiba le saluda, y junto a él vienen el resto de sus amigos. Ellos han planeado reunirse para pasar el rato juntos en una barbacoa, y por supuesto, él ha sido invitado.

Naruto acepta aunque se le nota más callado que de costumbre. Ino hace algún comentario al respecto, y bromean entre ellos sobre que el motivo ha de ser la ausencia de Sasuke. A medida que pasan las horas se ha animado un poco más, probablemente gracias al sake, pero entonces recuerda que en momentos como esos, Sasuke estaría regañándole —nuevamente— por arruinar su reputación de futuro Hokage al embriagarse con tanta libertad aunque, al final de la noche, cuando el alcohol hiciera estragos, el azabache le llevaría a casa y le cuidaría cuando su estómago estuviese vacío y adolorido por vomitar.

Al día siguiente de la reunión, con la cabeza martillándole por el dolor, camina hacia la plaza para hacer las compras de las cosas que Sasuke ha escrito estrictamente en una lista para llenar la despensa. Sabe que si no lo hace, cuando vuelva en pocos días tendrá que volver a escuchar largos minutos de sermón sobre su irresponsabilidad y las pocas habilidades para mantener un hogar.

Hogar.

Naruto sonríe cada vez que Sasuke usa esa palabra refiriéndose a los dos.

Tienen un hogar juntos.

Le gusta ver que su cama ahora es más grande porque ya no debe dormir solo, y que la mesa tiene más sillas —“por si vienen tus amigos, usuratonkachi”, “pero también son tus amigos, Sasuke-idiota”—, que en su baño hay dos cepillos de dientes, y su armario está repleto de ropa mezclada porque, da igual, son casi de la misma talla y pueden compartir aunque Sasuke siempre se queje del poco cuidado con el que Naruto trata sus prendas, y el rubio ríe, porque lo dice mientras lleva puesta una de sus camisetas de dormir y lo sabe por el enorme dibujo de espiral naranja en la espalda. Es un desvergonzado, le dice.

Una vez hace todas las compras, organiza todo correctamente en la alacena. Se alarma cuando el pitido del hervidor le recuerda que el agua ya está lista para preparar el ramen y come con calma. Se ducha, lava la ropa y así se pasa el resto de la tarde, pues no hay misiones destinadas para él en los próximos días. Y espera que no las haya, o tendría que pasar aún más tiempo lejos de quien tanto extraña.

Una noche más ha transcurrido. Sasuke debería volver en cinco días más, por lo menos, pues su misión es de rango S y aunque no sabe muy bien de qué trata, entiende que Sasuke se ha convertido en un ninja destinado a la infiltración—lo que es más peligroso y toma más tiempo, y le preocupa que algún día lleguen noticias nefastas de que ha sido seriamente lastimado o ha muerto, pero prefiere no pensar en ello o el aire deja de llegarle a los pulmones.

Decide que podría entrenar un poco. Últimamente han habido jóvenes genin interesados en ser su discípulo, así que no es una mala oportunidad para compartir sus conocimientos. Una vez ha terminado, escucha comentarios entre las calles de la aldea sobre que Sasuke y su equipo han regresado y que ahora mismo se encuentran en la oficina de Kakashi, el Hokage. Su corazón se detiene por un momento y el brillo regresa a sus ojos, aunque no es si no hasta que confirma la información con Sakura —quien justo acababa de ver a Sasuke minutos atrás—, que Naruto marcha a toda velocidad de vuelta a su apartamento. Sabe que entregar el reporte de una misión de rango S toma tiempo, y tiempo es lo que necesita.

Si bien su corazón le pide que vaya a buscarle directamente donde el Rokudaime, existe entre ellos un acuerdo que jamás fue pactado verbalmente pero que con el tiempo se ha vuelto una rutina para ambos y que nació naturalmente.

Cada vez que alguno de los dos vuelve de una misión, si el otro está en casa, deja preparada la tina con agua caliente, sabiendo lo agotador que resultan sus labores y lo mucho que necesitan descansar y relajarse. Rápidamente, Naruto acondiciona el baño para la llegada de Sasuke, asegurándose de que la temperatura del agua sea la correcta.

Cambia las toallas y la esponja. Llena el recipiente con jabón líquido para el cuerpo y extiende el pequeño tapete de salida de baño —o Sasuke volvería a refunfuñar por el goteo de agua al salir de la ducha—. También cambia los tendidos de la cama y cierra las cortinas. Deja una muda de ropa sobre las sábanas y da un barrido visual al lugar, preguntándose si algo más falta.

Es cuando escucha el sonido del pestillo de la puerta y es suficiente para sentir que su alma vuelve a encajar en cada centímetro de su anatomía, de vuelta a la vida. Sus labios se extienden de punta a punta y sale hacia la sala de estar. Ve la silueta de Sasuke en el umbral de la puerta, inclinado con un brazo apoyado a la pared mientras que con el otro trata de retirarse el calzado antes de entrar, luego levanta la cabeza y sus ojos negros se clavan en los azules cargados de anhelo, de añoranza, y sus facciones se relajan tanto que parece una persona distinta. Frente a Naruto, Sasuke ha desnudado su alma.

—Estoy en casa.

No ha terminado de ingresar cuando su cuerpo es rodeado por los brazos fuertes de Naruto; Sasuke oculta el rostro en su cuello y deja reposar ambas manos tras su espalda, aferrándose a él.

—Bienvenido.

Se mantienen en silencio, abrazados por unos instantes para llenarse y recargarse del otro. Naruto tiene la nariz perdida en su cabello, respirando su aroma, calentándose la vida con la tibieza de su presencia. Sasuke trae la ropa sucia y cuando se separan para verse, nota que hay algunos raspones en su rostro. Naruto le acaricia las mejillas y frota sus narices tiernamente antes de dejar un beso casto sobre sus labios. Aunque muere por estrecharle hasta dejarle sin aire, y devorar su boca hasta hacerle arder los labios, es paciente frente a su necesidad de tenerle porque no quiere hostigar a Sasuke, mucho menos cuando viene herido —aunque él insista en que son heridas insignificantes—.

Sin decir nada más, toma su mano —oh, su mano fría— y le guía hasta la habitación. Sasuke se desviste en calma al llegar a la ducha y Naruto ve algunos moretones y cortadas en sus brazos, espalda y torso. Nada grave, han salido de cosas peores, pero aún así la necesidad de protegerle y cuidarle de todo lo que pueda lastimarle le oprime tanto el pecho que no sabe cómo menguar esa urgencia.

Sasuke entra al ofuro y cierra los ojos, dejando que el agua caliente relaje sus adoloridos músculos. Cuando Naruto recoge la ropa sucia para irse, siente la presión firme de la mano ajena entorno a su muñeca y el rostro se le ilumina.

—Quédate.

Le dice Sasuke, y Naruto no puede negarle algo a esos ojos negros.

Hace como le es pedido, y ahora la espalda de Sasuke reposa sobre su torso y sus brazos le rodean cariñosamente. Naruto acomoda la mejilla entre la curvatura de su hombro y cuello, aprovechando la posición para dejar un camino de besos sobre la piel desnuda. Sasuke está acariciándole las manos que ha dejado descansando sobre su vientre mientras permanecen acurrucados en la tina, y ladea el cuello como una bienvenida al trayecto de mimos que Naruto va figurando hasta llegar a su oído, donde roza sus labios descuidadamente. Un suspiro se pierde en el vaho provocado por el calor del agua.

Sasuke sabe que Naruto le ha extrañado. Y Naruto sabe que Sasuke ha terminado su misión antes de tiempo solo para estar con él, porque también le extraña. Así es Sasuke y así es él. Ambos entienden que las ganas de estar juntos es mutua, como si una parte de ellos quisiera compensar los años de distancia. Son presos de la necesidad de amarse como si fuese el primer día —nunca como el último, porque Naruto dice que es de mala suerte—.

Charlas sin sentido vienen y van, convertidas en quedos murmullos que desaparecen entre besos castos contra la nacarada superficie del cuello de Sasuke y caricias a los brazos protectores de Naruto. Algo sobre información vaga de la misión que acaba de cumplir satisfactoriamente y anécdotas del rubio del mes transcurrido parecen perder importancia cuando Naruto desliza sus uñas por la cara interna del muslo de su pareja y le siente derretir contra su torso por el gesto tan simple, pero sabe que ha logrado estimular todas las fibras que rompen sus barreras para encenderle. Lo comprende cuando Sasuke ladea el rostro inconscientemente buscando, desde esa incómoda posición, la humedad de aquella boca que tanta falta le hizo.

Sin saber cómo ambos ya están besándose. El rubio continúa arañando su muslo derecho con cariño, aunque sugerente, y la lengua de Sasuke naufraga en su boca tiernamente, como tanteando el terreno primero y animándose a redescubrir los sabores de los que se ha perdido en las últimas semanas. La mano intrépida abandona la pierna y sube despacio por el torso marcado para entretenerse perezosamente en el rosado pezón. Siente el aliento caliente de Sasuke contra su boca y cómo eleva su mano para enrollarla en las hebras rubias de cabello, obligándole a inclinarse un poco más y profundizar el beso. Sus dientes chocan y sus lenguas vuelven a buscarse, Naruto succiona, muerde, maltrata y trata de saciar su hambre de aquellos labios. Sasuke no se queda atrás al bajar entre succiones firmes por su mentón, torpemente porque la posición no le deja hacer mayor cosa y las ansias de tenerse comienza a nublarles el pensamiento.

Sin embargo, no tienen prisa alguna pese a la mucha falta que se han hecho y las ganas de fundirse en el otro, y es que hay oportunidad para todo y esta no es una de esas noches en las que es la lujuria la que comanda la faena por lo que acaban enredándose frenéticamente, con premura hasta satisfacer sus deseos. Esta es una de esas noches en las que desean celebrar el reencuentro, grabar lentamente la mera existencia del otro en sus almas y en sus cuerpos, recorrer cada rincón hasta llenarse y reconocerse como uno solo. Entre más se extrañan, más buscan embriagarse de los pequeños detalles.

Naruto frota la espalda ajena con la esponja enjabonada repetidas veces, de arriba a abajo, mientras Sasuke permanece inclinado para dejarse hacer sin problemas. Mantiene los ojos cerrados, y algunos flequillos de cabello empapado cubren su frente. Sus músculos están menos tensos que antes, sigue adolorido aunque los masajes del menor consiguen relajarle en gran medida.

—Cuando sea Hokage, haré que todas tus misiones sean dentro de Konoha —bromea Naruto en medio de una risita.

—Tendría que escaparme de la aldea.

En respuesta al “mal chiste”, Naruto le da un golpecito en el hombro con la esponja. El Uchiha busca su venganza por el maltrato al chapotear el agua con su mano para empaparle el rostro, consiguiendo que arrugue sus facciones por instinto. Entre pellizcos y más golpecitos infantiles, Sasuke vuelve a reposar la espalda contra el torso ajeno y cierra los ojos. Naruto no tarda en hundir el rostro en su pelo, acariciando con el ápice de la nariz las finas hebras.

—¿Te han asignado alguna misión?

Naruto niega suavemente.

—Tendremos que hacer unas cuantas más —sentencia Sasuke— o no alcanzaremos a completar los ahorros para la mudanza.

—Le insistí a Kakashi-sensei —el rubio abulta los labios, para después bajar despacio por su nuca y sonríe al sentir los vellos de la zona erizarse por el contacto—, pero dice que no tiene misiones de mi nivel disponibles todavía.

—Mentiroso —tira su cabeza hacia atrás para reposar la nuca contra el hombro ajeno; Naruto cambia de estrategia y comienza a besar su cuello muy despacio— de haberle insistido de verdad, no estarías aquí.

Naruto ríe ronco e hinca sus dientes en la curvatura de su hombro, consiguiendo un gruñido sutil de aquellos labios rosados.

—¡Juro que es verdad, dattebayo! Pero puede que también tengas algo de razón.

—Esperaba que pudiéramos comprar una casa y mudarnos antes de tu nombramiento oficial.

—Lo hubiéramos hecho ya si no fueses tan quisquilloso, nada te gusta.

—A ti te gusta cualquier cosa.

—Y tú eres muy exigente.

—Si fuera por ti, viviríamos en el nido de un pájaro  —replica, aunque ambos mantienen una sonrisa sutil en sus labios.

—¿Entonces podría llamarle nuestro nido de am-

Pero tiene que callarse cuando Sasuke le cubre la boca con una mano y se ríe contra su palma al verle las cejas fruncidas.

—No te pongas cursi, usuratonkachi.

No dicen nada más pues deciden que es más entretenido seguir acariciando sus cuerpos que hablar de finanzas y cosas técnicas. No es el momento. Estar juntos es tan natural, que a veces olvidan lo mucho que se necesitan, porque solo fluyen las instancias, los sentimientos, y es tan sencillo para ambos pasar de besos a discusiones tontas y al final, volverse a enredar en los labios del otro.

Naruto envuelve la toalla en su cintura y ve que Sasuke ya ha hecho lo propio. Sin embargo, cuando decide salir del cuarto de baño, algo le cubre la cabeza y la cara por completo: Sasuke le ha lanzado una toalla más pequeña encima, y ahora le frota el cabello con vehemencia.

—Idiota, el piso —señala, cuando Naruto le mira confundido por una apertura que apenas ha dejado a través del paño.

El rubio sonríe bobamente porque le gustan esas atenciones. Sabe que es solo una excusa y que Sasuke en realidad solo quiere tocarle. Entonces recuerda lo mucho que le ha extrañado, y cuánta falta le hizo durante todas esas semanas poder verle así, y tenerle tan cerca, respirar su mismo aire y bañarse de aquella mirada nocturna.

Pero entiende también que no es el único. Las facciones de Sasuke ahora son más serenas, y Naruto sabe que es el momento, justo ahora lo es: Sasuke está desnudando su corazón para él. Puede sentirlo en esa aura de dulzura repentina que, a puertas abiertas nadie podría ver —o creer—, porque es algo solo de los dos.

También sabe que Sasuke nunca ha sido bueno con las palabras y que lo suyo son las acciones, por eso a cualquiera le sorprendería saber que es el Uchiha quien muchas veces inicia el contacto físico entre los dos, pero a él no le sorprende: donde antes habían puños, ahora solo hay caricias. Es algo de ambos, un idioma que solo ellos pueden entender, y es una parte de Sasuke que solo Naruto tiene el privilegio de conocer, y es por eso que se considera tan afortunado. Porque detrás de aquellas cejas fruncidas y su actitud altiva y estoica, más allá de su apariencia de autosuficiencia, Sasuke está lleno de amor para dar y ansioso por recibir. Y Naruto tiene tanto, tanto, tanto por entregarle.

En brazos de Naruto, Sasuke vuelve a ser aquel niño lleno de anhelos y con el corazón cargado que solía ser hace años antes de tanto dolor. En brazos de Sasuke, Naruto ha conocido la dicha de amar y ser amado sin condiciones.

Naruto no sabe en qué momento su espalda choca contra la pared pero no se queja, no cuando tiene los labios de Sasuke sobre los propios. Las manos se envuelven como enredadera en las curvas de esa cintura y entierra los dedos, porque no hay algo que disfrute más en la vida que dejar su huella en esa piel pálida, como de porcelana, aunque ahora llena de moretones que —infortunadamente— él no ha causado con sus besos.

Sus rostros están escondidos en la toalla que Sasuke ha dejado sobre la cabeza de Naruto, y sus cuerpos desnudos rozan entre sí, en un vaivén tan suave que le asombra cómo es que ha tenido tanto auto-control. También se pregunta cómo es posible que sus cuerpos calcen tan perfectamente, si es que acaso Sasuke fue hecho a su medida al momento de nacer, porque sus corazones también laten al mismo ritmo, y sus pieles arden con la misma intensidad —aunque por momentos piensa que Sasuke es más ardiente, que es fuego que le devora desde adentro.

—Mierda… te extraño tanto… —gruñe el rubio contra su boca, deslizando sus uñas por toda la extensión de la espalda hasta apoderarse del redondo trasero, que envuelve en sus palmas y aprieta, masajea, pellizca y rasguña con hambre.

Sasuke suspira en medio del beso húmedo, con un hilillo de saliva uniendo sus bocas. Sus ojos negros se vuelven cristalinos por la lujuria, los azules se han oscurecido por el deseo, y justo allí Naruto piensa, al verse reflejado en sus perfectas pupilas como espejo, que ambos siempre están llenos de contrastes. Siempre tan opuestos y complemento del otro.

—Estoy aquí... —responde agitado el de ojos negros, bajando con besos torpes por el contorno de la mandíbula morena y continúa el descenso hasta su cuello.

Puede percibir la erección de Naruto punzar contra su vientre, con su propia dureza retorciéndose también en necesidad.

—No voy a dejar de extrañarte hasta que me haya saciado de ti —jadea contra su oído y Sasuke gime al escucharle, porque es demasiado, Naruto es demasiado-todo y no está seguro de poder hacer que sus piernas soporten la oleada de sentimientos que él le causa con solo unas cuantas palabras.

Porque él siente lo mismo.

Le extraña, le ha extrañado jodidamente tanto, y necesita llenarse, consumirse en él, fundirse hasta que no sepan quién respira a quién, hasta que olviden sus nombres y solo quede encendida la llama entre los dos.

Más besos resuenan húmedos en la pequeña estancia que compone el baño. Las manos blancas tiran del cabello rubio y Naruto se detiene por un momento a contemplar esa boca obscena que comienza a descender entre chupetones y mordidas por el centro de su torso, muerde uno a uno sus pezones, arrancándole gruñidos profundos. Las manos de Sasuke trazan caminos que arden por los costados de su torso hasta anclarse en sus muslos luego de retirarle la toalla.

Sasuke se ha arrodillado frente a él y comienza una danza de besos por su pelvis, los finos vellos rubios cosquilleando en su mentón y el pene alzado a su disposición, como exigiéndole atención. Su abdomen sube y baja gracias a las respiraciones profundas y todo dentro de sí se regocija al reconocer que es él quien causa esas reacciones en el futuro Hokage. Naruto separa apenas sus piernas, lo suficiente para mantener el equilibrio cuando siente a Sasuke hundirse en su ingle derecha para acariciar con su lengua y repite lo mismo en el costado izquierdo, estimulándole, desesperándole con irrefrenable deseo que no planea calmarse pronto. Ojos azules se pierden en ojos negros, y aunque quiere tomarle del pelo y follarle la boca con frenesí desea que esta vez sea al ritmo de Sasuke. Quiere ver, sentir, esperar por lo que sea que desee hacer con él. En ese momento, Naruto está a su merced, y Sasuke se aprovecha y Naruto sabe que es así, porque el brillo victorioso en esas pupilas llenas de medianoche es una declaración de lo mucho que Sasuke ha disfrutado el gemido gutural que se le ha escapado justo al envolver con sus finos labios los sensibles testículos.

Sasuke delinea cada centímetro de la delicada y rugosa piel con su lengua, chupa y amenaza con morder muy suavemente, lo suficiente para enviarle corrientes eléctricas que se le acumulan en la pelvis y se expanden por todo su cuerpo. Pero Sasuke le tortura, le lleva a sus límites al no darle lo que realmente quiere, lo que necesita con premura. Ha sido casi un mes sin tenerle y Naruto cree que puede correrse con solo ver aquella expresión lasciva y sugerente, se siente como méndigo suplicando con sufrida impaciencia por algo más, un poco más.

Y ese algo llega antes de que pueda estallar.

Naruto es incapaz de gemir, porque ha quedado tan conmocionado por el intenso placer que la boca de Sasuke ha descargado sobre él al envolverse en torno a su palpitante erección que apenas si le queda aire en los pulmones para doblarse sobre sí mismo y jadear profundamente. Inevitablemente las manos morenas se pierden entre su cabello, conteniéndose para no tirar de estos, pero sus caderas amenazan con empezar a bombear contra la pecadora boca que succiona frenéticamente y esa lengua que presiona el glande una y otra vez, sus dientes raspan y su garganta que se expande y le recibe tan profundamente que puede sentir las vibraciones de los gruñidos de Sasuke incrementando la sensación de éxtasis. Su pene se desliza tan fácilmente en esos henchidos labios y Sasuke le estimula con tanta experticia que sus piernas tiemblan, y él flaquea, y se rinde porque no tiene fuerza alguna para negarse a sí mismo la gloria de tocar el cielo entre las oleadas intensas del más puro placer que le hacen vibrar, y gime, gime una y otra vez su nombre, y busca esos ojos negros y descubre que Sasuke jamás ha apartado la mirada de su rostro, porque a Sasuke le gusta verle convulsionándose por el deseo. Es su recompensa por hacerle sentir bien.

Con su diestra, el pelinegro masajea firmemente los testículos, y su mano izquierda permanece firme sosteniendo la base de su miembro y sube y baja, sube y baja al mismo tiempo que lo hace su boca por toda la dura longitud. Se llena la boca con esa erección que cosquillea y palpita cada vez que la lleva más profunda en su caliente cavidad y arrastra con su lengua el sabor semi-amargo de su preseminal, que no le molesta, porque es Naruto, porque todo en él sabe a paraíso y es su deleite personal recibir lo que tiene para darle.

—Sasuke, si no-si no te detienes, yo… ¡joder!

Naruto empuja sus caderas contra la boca ajena, más llevado por el instinto que por la consciencia, y es que Sasuke sabe cómo ponerle al borde de un abismo al envolver la punta de su erección con su lengua y soplar cálidamente. Tener a Sasuke entre sus piernas devorando su pene con tantas ganas es sin duda uno de los mejores panoramas y él ya tiene tatuado en la mente cada fotograma de esa ardiente escena. No hay nadie en el mundo que le haga sentir como él.

Le invita a ponerse de pie, retirando con pesar el miembro de esa bendita y prodigiosa cavidad pero no puede permitirse acabar tan pronto, por más que quiera ver ese perfectamente esculpido rostro bañado en su esencia. 

Como si se tratase de un imán, nuevamente ya están atraídos por el otro y Naruto bebe la pasión de esos labios que se funden con los propios. Le muerde el inferior con saña, como si quisiera desquitarse de la excitación que le ha despertado; Sasuke se apoya en sus hombros para mantener el equilibrio mientras camina de espaldas fuera del cuarto de baño, guiado por los brazos de Naruto que le rodean protectoramente hasta alcanzar la habitación y dejarse caer sobre su cuerpo tendido en el colchón.

—Naruto…

Es el llamado en medio de un gemido roto lo que le hace estremecer. Sasuke no necesita decir demasiado. Basta con pronunciar su nombre para que Naruto pierda la cabeza y comprenda sus mensajes. Ese tono está cargado en necesidad, en anhelo puro, en te amo, te amo, te amo.

—Shh…

Susurra el rubio contra sus labios, presionando varios besitos cariñosos por todo su rostro, desde la frente hasta el puente y ápice de su nariz, sus párpados, las mejillas acaloradas, su mentón, y entonces busca sus labios una vez más. Las manos las tiene desordenando el cabello negro y los codos contra el colchón, mientras que Sasuke separa sus piernas para recibirle entre ellas y sus manos se pasean dulcemente por la espalda amplia. Permanecen así por algunos instantes, solo besándose, acariciándose, sintiendo la piel ajena y grabándose mutuamente porque no quieren olvidar el sabor, el calor, el aroma del otro.

—Idiota… —jadea Sasuke contra sus labios— me aplastas…

Naruto ríe en medio del beso y frota sus narices juntas por un breve momento.

—¿Muy cansado?

Sasuke asiente despacio y el rubio comprende a qué se refiere. Sí, es una de esas noches.

Con una sonrisa en sus labios, Naruto se sienta de rodillas sobre la cama y deja que Sasuke busque su propia comodidad. No pierde vista de la sinuosa manera en que su anatomía se arrastra y se funde sobre las suaves sábanas y el deseo aumenta, sofocante, porque no hay algo de Sasuke que no le guste y en ese momento, en una noche como esta, cuando viene tan agotado y abatido de una misión tan larga, no sabe cómo hará para contenerse.

Sasuke se recuesta boca abajo, apoya la mejilla contra la almohada, y permanece extendido completamente sobre la cama. Naruto pasa sus piernas a cada lado de las caderas ajenas, y se inclina lo suficiente para poder alcanzar el hombro a su disposición.

—Te amo, lo sabes, ¿verdad?

Murmura el rubio en su oído, y sonríe cuando siente la piel de Sasuke erizarse totalmente por sus palabras, y la espalda se le tensa, pero no es algo que Naruto no pueda aplacar con un recorrido de besos por toda la hendidura de su columna, repasando con sus labios algunos moretones que se ha hecho en la misión. Muerde cada uno de los hoyuelos que se le forman a Sasuke al final de su espalda, esos jodidos hoyuelos donde hunde sus dedos cada vez que le toma por detrás y le sirven de ancla para clavarse en su interior sin reservas. Muerde también una porción de piel de sus nalgas, primero una y luego la otra, antes de volver a ascender con pequeñas succiones por su espalda hasta tropezar con el lóbulo de su oreja, que toma entre sus labios para succionar con vehemencia.

Sasuke se ha vuelto un manojo de suspiros incontenibles, pero no hace más que quedarse tendido, dejándose mimar, dejándose querer, dejando que Naruto le cure las heridas y tome su cuerpo a su voluntad. Sabe que al rubio le gusta eso: tomarle, poseerle a su antojo. Y a Sasuke le gusta, de vez en cuando, cederle todos los derechos sobre su cuerpo —porque su alma ya la tiene, con permiso o sin él—.

Desploma el rostro contra la almohada cuando siente la erección de Naruto entre su trasero. El rubio se acomoda entre ese par tan firme y empuja de adelante hacia atrás, masturbándose contra el calor de su piel y gracias a la lubricación que ha dejado la saliva de Sasuke se resbala tan fácilmente que se siente asfixiado por tanto fulgor. El Uchiha aprieta sus muslos entre sí, queriendo retenerle entre sus nalgas solo por el mero placer de escucharle gemir y maldecir, cosa que consigue rápidamente. Naruto se mueve frenéticamente, empuja firme, la pelvis golpeando contra sus glúteos una y otra vez, y el cosquilleo por los roces en su entrada que no ha sido profanada en casi un mes le obliga a suspirar también, excitado. Su erección se retuerce y fricciona contra las sábanas. Sasuke curva su espalda como puede hacia atrás, tratando de buscar la mirada azul. Naruto comprende el mensaje y sin dejar de moverse, envuelve el cuello de Sasuke para ayudarle a mantenerse sutilmente erguido y toma su boca en un beso torpe, con dientes chocando y lenguas enredadas en un vaivén hambriento y desesperado porque son dos hombres que han encontrado un oasis en el desierto.

—Hazlo ya, Naruto...—jadea, quitándose la máscara de orgullo que reviste su día a día pero que no existe cuando está en sus brazos.

—No —niega, aunque se muere por hacerlo suyo— necesito probarte primero.

Da un par de embestidas más sin sentirse satisfecho, porque en lo único que está pensando es en consumir su erección dentro de las húmedas paredes. Pero no todavía. Quiere llevarle a la locura e irse con él.

Su boca cobra vida propia y también lo hacen sus manos, descendiendo, nuevamente, por toda la extensión de la pálida espalda a su entera disposición. Aventura su lengua en cada uno de los hoyuelos de su columna y separa los tersos músculos de sus nalgas entre sí. Sasuke se estremece cuando el contraste del aire frío con su agujero caliente le envía corrientes eléctricas que hacen respingar su adolorido miembro. Está expuesto, abierto para él, pero no puede pensar en otra cosa si no es en sentirle. Necesita que Naruto haga algo, lo que sea, pero que sea algo y que sea pronto porque lo está deseando tanto que siente que puede morir.

No tiene que pedirlo. Naruto no tarda en hundir la sinuosa lengua entre sus glúteos para trazar movimientos circulares alrededor de su entrada. Sasuke suspira caliente, con su boca lujuriosa. Le masajea las nalgas, las pellizca y las separa con avidez para exponer a su antojo esa cueva ardiente y complaciente dispuesta a recibir las caricias de su músculo travieso. Naruto se entretiene allí, acariciando de arriba a abajo el apretado anillo que se contrae cada vez que humedece con el ápice de su lengua, que presiona en su interior y logra arrancarle algunos gimoteos. Las manos bajan por los músculos firmes y rasguña, maltrata, deja la huella de su paso por ese cuerpo porque necesita que Sasuke recuerde esta faena al día siguiente.

Naruto presiona sus rodillas suavemente y Sasuke comprende el mensaje. Como puede trata de darse media vuelta para recostarse boca arriba, pasando los muslos por encima de la cabeza ajena hasta alcanzar la posición deseada. Naruto se acomoda entre sus piernas y las eleva tanto como puede, agradeciendo la flexibilidad que tantos años de entrenamiento le ha dado. Sasuke se abre tanto para él que es como si se ofreciera descaradamente. Y es que en realidad así lo hace. Porque es una de esas noches. Es una de esas noches en las que no existen las reservas, ni los intentos por dominar al otro, ni Sasuke reprimiendo sus gemidos solo por llevarle hasta sus límites. Es solo Sasuke, agotado, dejándose hacer con libertad sin contenerse. Es solo Sasuke, extrañándolo tanto que lo hace saber a través de las vibraciones constantes de su garganta ocasionadas por el éxtasis, los jadeos, los gruñidos y las peticiones torpes por más, más, más, queriendo recordarle a Naruto toda la falta que le ha hecho. Necesita que Naruto lo sepa. Necesita que Naruto lo entienda. Necesita hacérselo saber de una forma u otra, y no conoce más si no a través de su cuerpo, de sus gemidos. Quiere que Naruto guarde para siempre en su memoria esa noche, para que se alimente de los recuerdos cuando están lejos.

La boca del futuro Hokage vuelve a perderse entre su trasero, enterrándose allí ferozmente, penetrándole con la lengua una y otra vez y Sasuke enreda las manos en su pelo rubio, reclamándole, exigiéndole porque tiene todo el derecho. Ha sido culpa de Naruto que se vuelva así, y tiene que hacerse responsable. Naruto está extasiado por la sensación de las piernas de Sasuke vibrando por el placer y entornándose alrededor de su cara, dificultando los movimientos de su boca pero jamás se detiene. Le profana, succiona y acaricia, bombea con su lengua y saborea con gran placer lo que Sasuke le ofrece entre sus piernas con extrema devoción. Se llena los oídos de esos gloriosos gemidos, gruñe contra su piel cuando los tirones en su cabello duelen pero le recuerda que están vivos, que sienten, que se aman, que es suyo. Sasuke es suyo y él es de Sasuke. Y Sasuke está aquí, por fin, demonios, por fin.

—Dios, Naruto, fóllame… me vas a matar… —gime ronco, tan profundo que es como si la garganta se le desgarrara. Sasuke ya no tiene vergüenza. En el pasado, pedir algo así, y ser tan descarado era impensado. Pero no hoy, no esta jodida noche.

Naruto gime también al escucharle porque su voz le ha hecho palpitar el pene, una vez más. Cree que puede correrse solo devorando el trasero de Sasuke, así, como lo ha estado haciendo. Envuelve con su boca los testículos y Sasuke se retuerce sobre sí mismo. La lengua sube para humedecer la extensión de su desatendida erección y se enfoca en succionar el glande, llenarse la boca con su sabor, tomar todo. Quiere todo, y todo lo obtiene.

Entonces asciende con besos húmedos y mordiditas por su vientre, sembrando su amor allí con caricias que hablan de su veneración y adoración a cada centímetro de su cuerpo, de su sola existencia. Muerde los pezones furioso en contraste al trayecto dulce de sus manos que miman los costados de su torso. Sasuke ya no sabe ni qué hacer para mantenerse cuerdo.

Envuelve las caderas ajenas con sus piernas y sus manos se hincan en la piel morena de sus hombros. Él también quiere dejar su huella. Sus bocas se buscan con tanto desespero que el beso se vuelve desordenado. Se muerden los labios repetidas veces, no importa si duele, si arde, porque es que quieren que arda. Necesitan quemarse. Naruto estira su brazo en medio del contacto tratando de alcanzar el cajón de la mesa de noche, pero el pelinegro sujeta su muñeca, impidiéndole que haga algo más.

—No, ha sido ya un mes.

—Es por eso que-

—Naruto. —Sentencia, enroscando con mayor ahínco sus piernas alrededor de sus caderas. 

—Sasuke… —Suspira contra sus labios, elevando ambos muslos para tener mejor acceso a él. Exhala, inhala, una y otra vez— me tienes como un demente.

El Uchiha se muerde el labio al escucharle, él está en las mismas condiciones por él. Es él, siempre es él, jamás podría ser nadie más.

Naruto presiona el glande contra el ajustado anillo entre sus nalgas y se abre camino sin sopesarlo más. Ha sido un mes lejos, un mes ansiando ese momento. Sasuke se queda sin aire al saberse vulnerado por la hambrienta erección que le hace sentir como en un horno tan caliente, tan ardiente, y duele, jodidamente duele pero le gusta tanto que no existe otra cosa en el mundo para él en ese momento más que el pene de Naruto enterrándose en él, voraz, insaciable. No quiere otra cosa. Le gusta estar así.

—Joder… —Naruto deja escapar todo el aire retenido en sus pulmones mientras apoya su frente en la impropia.

Los flequillos húmedos por la ducha anterior y por el sudor se pegan a la frente de Sasuke, fundiéndose entre sus propios mechones azabache. Se aferra a los brazos de Naruto y luego a su espalda, después presiona las manos en las nalgas morenas, sujetándose para invitarle a moverse de una vez. Caderas acompasadas en movimientos desesperados, frenéticos, ardorosos. El miembro palpita y devora todo a su paso, fricciona sus paredes repetidas veces y es demasiado, solo es demasiado, tanto que no puede soportarlo.

Pero quiere más. Y Naruto le da más.

—¿Así querías tenerme, Sasuke? —Gruñe contra sus labios, empujándose sin control alguno contra la cavidad que se expande para recibirle y se contrae para asfixiarle, es el maldito infierno entre sus piernas y Sasuke se aprovecha de lo débil que es Naruto ante él— desesperado por ti, ansioso por ti…

El pelinegro sonríe, agitado, ahogando los gemidos contra esa boca que le amenaza.

—Estás… —toma aire profundamente, tirando del cabello rubio para obligarle a verle a los ojos— estás acabando conmigo, Na-Naruto…

Ninguno es capaz de decir algo coherente. Son los gemidos los que aplacan sus voluntades, y el impúdico sonido de los testículos golpeteando insistentes y desenfrenados contra los glúteos alzados cada vez que Naruto se hunde profundamente, entonces sus pieles chocan, recreando sonidos húmedos en donde se genera la unión entre ambos. Sus pieles empapadas por el sudor se resbalan entre sí, haciendo difícil sostener el equilibrio. El rubio rota sus caderas de formas circulares, siempre buscando nuevos ángulos para darle allí, donde sabe que le gusta, justo allí, allí, más fuerte, más profundo, más duro. Allí, sí, allí. Ese punto dulce que tiene a Sasuke contorsionándose bajo su cuerpo, vibrando y estremeciéndose como poseído por el placer porque Naruto sabe qué hacer y cómo hacerlo. Sasuke araña esos brazos morenos, y Naruto oculta el rostro en su cuello para besar, morder, dejar chupetones y baja hasta sus clavículas. Le pellizca los pezones, Sasuke responde con nuevos gemidos melodiosos, que le suenan a dulzura pura, a ternura, a deseo, a necesidad que por fin desemboca como río buscando la corriente del mar.

Es tanto pero al mismo tiempo nunca tienen suficiente para saciarse. Si hay un límite para amar a alguien, ellos no podían reconocerlo.

Naruto gruñe y empuja con tanta fuerza que las piernas le tiemblan. Sasuke le aprieta deliciosamente, con tanto fervor que su erección palpita más y más y se enerva a punto de explotar en el más profundo orgasmo. Envuelve el pene de Sasuke en su mano, buscando masturbarle al mismo ritmo que sus estocadas que poco a poco pierden un ritmo concreto, dejándose llevar por la poca sanidad mental que le queda. Le acaricia el glande, presiona con su pulgar y las paredes se contraen entorno a su erección con ahínco. Una, dos, tres veces más y Sasuke tiembla contra las sábanas, apretando con fuerza sus músculos, derramándose en la mano del rubio que jamás detiene sus movimientos y mucho menos cuando la apretada cavidad parece querer succionar su erección en cada embestida. Las piernas caen débiles a cada costado de su cuerpo, pero Naruto no se lo permite. Le eleva la derecha y la acomoda sobre su hombro, ladeando el rostro para repartir besos por el tobillo y subir despacio por su rodilla. Sasuke ya no tiene fuerza alguna para moverse y permite que Naruto haga a voluntad, tomando todo de él tanto como quiera, y el orgasmo se intensifica a niveles coléricos con cada intromisión en su interior. Ya no puede más. Y Naruto tampoco. Basta un último movimiento para enterrarse profundo entre sus nalgas y las descargas calientes de su orgasmo llenan la profanada cavidad que recibe todo.

Naruto, Naruto, Naruto…

No hay nada más en la mente de Sasuke y repite ese nombre una, y otra, y otra vez entre jadeos. Todo queda en blanco mientras intenta desesperadamente devolverle el ritmo uniforme a su respiración. Rendido, estrecha a un agotado Naruto entre sus brazos, que jadea incontrolable contra la curvatura de su cuello y casi, casi puede jurar que es capaz de verle la sonrisa plasmada en la cara de no ser por la posición en la que se encuentran. Acaricia su espalda con tanto cariño que el rubio se deshace sobre su cuerpo, y reparte besos sobre la maltratada y amoratada piel, porque es suyo, no de una forma posesiva. Sasuke es suyo, de una forma en la que comparten, se entregan, y acogen lo que el otro tiene para darle.

No hace falta llenarse de te amo y te extrañé tanto, porque las caricias ya han hablado por sí mismas. Exhaustos, fatigados, pero completamente saciados del otro —al menos por ahora— se permiten descansar. Naruto se acomoda al lado de Sasuke, pasando las sábanas sobre ambos para poder dormir. Reparte besitos perezosos sobre su hombro y Sasuke no reacciona más que con soniditos de satisfacción, completamente abandonado a sus sentimientos.

 

.

.

.

.

 

—¡Auch!

Naruto  echa su cabeza hacia atrás para dedicarle una mala mirada a Sasuke, que está arrodillado tras él sobre el colchón mientras el rubio está sentado al borde de la cama. Un peine permanece enredado entre los mechones claros de cabello, ha caído ahí por obra de Sasuke.

—Quédate quieto o te dejaré calvo —Sasuke refunfuña, tratando de desenredar el cabello enmarañado.

—¡Preferiría que fuera así si vas a ser tan violento, dattebayo!

El Uzumaki frunce los labios con inconformidad pero Sasuke ignora sus constantes quejas.

—Esto no estaría pasando si no fueses un descuidado.

—¿Sabes que este cabello me hizo popular en la aldea, verdad? Estás arruinando mi imagen.

—Es mi imagen la que se verá arruinada si permito que vayas como un demente a la ceremonia. Vas a ser Hokage, Naruto, no el méndigo de Konoha.

—A partir de hoy seré un hombre tan ocupado que no tendré tiempo para ponerme guapo.

Sasuke vuelve a pasar el peine por el cabello rubio insistentemente, aunque sin ser tan agresivo esta vez. Intenta mantener en algún lugar estable pero a esas alturas ya se ha rendido, el cabello de Naruto es tan autónomo y hace lo que quiere como su dueño.

—Ya está, hice lo mejor que pude. —La palmea el hombro para que se levante y Naruto hace caso.

Se mira por breves instantes y asiente satisfecho con el resultado. Efectivamente, ahora parece un hombre decente y no el chiquillo descuidado de la aldea, como solía serlo cuando tenía dieciséis.

—¿Cuándo te irás? —pregunta Naruto con cierto desgano. Sasuke se baja de la cama y toma su túnica del armario para acomodarla sobre sus hombros.

—Después de tu nombramiento.

El rubio sonríe esta vez, porque aunque Sasuke tenga que ir a una nueva misión —un tanto más prolongada, pues ha decidido retomar sus viajes para investigar sobre potenciales peligros en otras dimensiones—, al menos estará con él durante ese día en el que luego de tantas arduas batallas y luchas dolorosas, finalmente el sueño de toda su niñez se haría realidad: Naruto se convertiría en Hokage. Y su mejor amigo, su todo, estaría a su lado para verlo.

—Más te vale escribirme constantemente-ttebayo, espero que no me obligues a levantar el trasero de la oficina para ir a buscarte a tirones.

—No seas dramático. Te enviaré los reportes diligentemente y-

—No, no eso. —Naruto niega de inmediato, acercándose para tomar sus manos— Escríbeme para decirme si estás bien, y si te pones sentimental, un “te echo de menos, usuratonkachi” le haría muy bien a tu nuevo Hokage, eh.

—Ni en tus más húmedas fantasías enviaría algo como eso. —Pese a su comentario agridulce, Sasuke sonríe con serenidad y acaricia con sus pulgares aquellas protectoras manos que le sostienen.

—Mis húmedas fantasías contigo en realidad son sobre t-

—¡Naruto! —Sasuke levanta el pie derecho para pisarle y obligarle a callarse, aunque sin ser realmente violento.

El rubio finge un gesto de dolor y se suelta de sus manos, en disposición para marcharse de la habitación.

—¿Nos vemos en un rato?

El Uchiha asiente. Aunque Naruto sale por la puerta, se regresa sobre sus pasos rápidamente, bajo la mirada oscura desconcertada.

—Por cierto… —hace una pausa breve— Kakashi-sensei y yo estuvimos trabajando en secreto en un proyecto muy importante. Tenemos los planos para la reconstrucción del antiguo barrio Uchiha. Puedes verlo todo, y si estás de acuerdo, iniciaremos la remodelación en los próximos meses. Además…

Naruto se detuvo, observando aquellos brillantes ojos negros mirándole con incredulidad. O sorpresa. O nostalgia. O quién sabe qué, porque esa mirada es indescifrable, pero sabe lo mucho que sus palabras están calando en Sasuke.

—Además —continuó— si te gusta mucho, mucho, podemos vivir allí. Tú y yo. En una casa.

El casi-Hokage puede percibir como aquellas siempre íntegras facciones son reemplazadas por una expresión de vulnerabilidad que solo él ha visto. Sasuke enfoca la mirada en el suelo por un momento, sin saber qué decirle.

—Si no quieres, no tocaremos nada. En realidad pensábamos que sería un desperdicio dejar echar a perder todo. Hay cosas importantes allí-dattebayo. Pero más que nada, son tus recuerdos, así que si estás en desacuerdo pod-

—Estoy de acuerdo, Naruto —responde con cierta dificultad, aunque su semblante ahora refleja una mezcla de esperanza y melancolía. Sasuke ya no está atado con amargura a su pasado. Ya no— muéstrame esos planos cuando vuelva.

Naruto le sonríe con absoluta adoración. Hay calma entre los dos. Esa calma que existe cuando ambos se compenetran tanto, y se entienden sin tener que decir demasiado. Comprende que para Sasuke aún es difícil soltarse y dejar ir muchas cosas, que ha sido un proceso lento pero ahí va, a pasito de tortuga, a su propio ritmo, sin perderse en la agonía.

—También, cuando vuelvas… —Naruto empuña su mano contra el marco de la puerta. Sasuke siente que esos ojos azules se le cuelan en el alma— cásate conmigo.

—¿Quién en su sano juicio casaría a dos hombres en esta aldea, usuratonkachi?

El rubio suelta una carcajada, porque sabe que ahora ha dejado a Sasuke en un estado de tantos nervios que reacciona a la defensiva. Pero va en serio, muy en serio. Es muy difícil no amar cada centímetro de él.

—Yo con mi nueva autoridad de Hokage, dattebayo. De veras.

—Vete ya o alguien más te quitará el puesto.

Naruto asiente. No necesita una afirmación verbal. Sabe, por aquella sonrisa discreta, que ha sido más que solo un sí.

Y una nueva etapa de sus vidas empieza para los dos.

 

Fin.

 

Notas finales:

¡Gracias por leer! 

De todo corazón, espero que te haya tocado -aunque sea un poquito- la fibra del amor. 

¡Nos vemos a la próxima! O en los comentarios.

Saludos para todos, feliz semana.


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