Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hogar de Cristal por DanisseL16

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bienvenidxs a "Hogar de Cristal"

Este será mi primer 'original', espero les guste...
Disfruten la lectura!

Tenía toda la razón.


Esa resolución cruzó su mente mientras se veía al espejo, recordando la conversación que había sostenido con su hermana menor el día anterior.


"...Cumpliste tu sueño de acabar una carrera, hace unos meses te contrataron en una empresa muy reconocida, tienes un buen sueldo pero ¿y tu vida sentimental?— cuestionó con seriedad —Daniel, necesitas un alfa para compartir tu vida..."


Eso era exactamente lo que muchos criticaban. Sophia, su única hermana y omega al igual que él, había contraído matrimonio con un alfa al que adoraba con su vida y fruto de ello, tenían a un adorable niño que ya practicaba sus primeros pasos. Ella acababa de cumplir los 20 años, sin embargo él, aún no había encontrado un alfa a sus 26 años.


No lo había visto como un problema. A pesar de seguir viviendo en casa de sus padres, podía considerarse independiente. Como una manera de remunerar el esfuerzo que ellos hicieron por su hermana y él mismo, aportaba una parte de su sueldo para que pudieran disfrutar de una jubilación adelantada.


Pero luego de escuchar a su hermana casi reprochándole su soltería, estaba empezando a tomar el tema con algo más de seriedad.


Desvió la mirada del espejo y cruzó los brazos frente a su pecho con un mohín en los labios.


Quizá sus expectativas estaban muy altas, no lo sabía con certeza, pero él quería encontrar aquel que pudiera cambiar su mundo, que lograra poner en sus ojos el mismo brillo que veía en su hermana cada que hablaba de su esposo. No quería conformarse con el primero que se 'enamorara' de su aroma.


Resopló al recordar lo ocurrido aquella vez en la universidad, cuando cumplía los 19 y un alfa de su facultad lo empezaba a cortejar. Habían comenzado a salir unas semanas antes, tenían citas comunes, salidas al cine, a pequeños restaurantes y cafeterías. Como el inexperto omega que era, estaba encantado de ser cortejado por un alfa que parecía cumplir con todas sus expectativas: era amable, cariñoso, protector y respetuoso.


Ambos habían acordado encontrarse en el hogar del alfa ése fin de semana para presentar al omega con su familia. La satisfacción que lo embargaba era indescriptible, ese paso haría la relación más formal y él, aunque nervioso, estaba contento e ilusionado. Sin embargo, al llegar al lugar y tocar el timbre, lo que lo recibió no fue una amable sonrisa de alguno de los progenitores del mayor, como lo había pensado, fue él mismo con el cabello alborotado y un fuerte aroma a cedro, especias y de algo más que no supo identificar pero le provocaba molestia en la garganta.


En todo el tiempo que compartieron juntos, el aroma del alfa no le había producido tal repugnancia pero en ese momento, el aroma tan intenso solo significaba una cosa y la realización de ello, provocó que la incertidumbre se propagara en él. Su cuerpo empezó a temblar, retrocedió apenas un paso y deseó con todas sus fuerzas desaparecer de ahí, alejarse del alfa en celo. Pero cuando éste reparó en su intención, lo tomó de la muñeca con brusquedad para obligarlo a cruzar el umbral, cerró la puerta y lo empotró contra la pared más cercana, apresándolo entre forcejeos.


—¿Sabes lo bien que hueles?— Su boca estaba a precarios centímetros de su rostro y la voz se le había tornado ronca —Te he venido aguantando todos estos días y al fin serás mío— Le susurró mientras olisqueaba su cuello y con movimientos toscos de su pierna izquierda trataba de separar las del aterrado omega.


Una mano comenzó una tosca caricia por su cintura y descendiendo sin tregua hacia sus nalgas, se retorció entre los fuertes brazos del contrario, sintiéndose asqueado —N-no— Apenas pudo articular, ahogando un gemido de desesperación.


Un gruñido lo hizo temblar. Si el alfa usaba la voz, su poca resistencia se vería reducida a nada. Apretó los puños y cerró los ojos con fuerza, conteniendo las ganas de llorar. Su respiración se hizo dificultosa y los latidos del corazón se le aceleraron tanto, que temió sufrir un ataque.


No quiero esto— Fue el pensamiento que lo ayudó a entender que el alfa no se detendría si él mismo no actuaba. Sacando a flote el poco valor que tenía para desafiar a un alfa y con toda la fuerza que pudo reunir a pesar del miedo, puso las manos contra el pecho de su ahora agresor, para quitárselo de encima, alcanzar la puerta y escapar lo más rápido que pudo de ahí.


No recuerda mucho de cómo llegó a casa, pero sí a su corazón latiendo con rapidez, correr casi sin mirar atrás, y la desesperación por llegar pronto a casa. Sólo se sintió a salvo en su propia habitación, en la que dejó escapar toda la turbación en forma de lágrimas.


El susto había sido enorme, nunca quiso que el primer celo que pasara en compañía fuera con un idiota que pretendía tomarlo a la fuerza. Sólo podía agradecer algo en ese desagradable acontecimiento y era que ése estúpido no había usado la voz alfa.


Luego de esa mala experiencia, prefirió concentrarse de lleno en sus estudios. Cuando se presentaban sus celos, tomaba supresores para aminorar su aroma. El deseo y los dolores seguían estando presentes y él mismo tenía que atenderse, pero no buscó compañía.


El sonido de su móvil lo sacó de sus recuerdos, notando que llevaba casi veinte minutos de retraso, corrió escaleras abajo apenas despidiéndose de sus padres.


En su trabajo, al igual que los otros cinco ingenieros designados para ese proyecto, él debía cerciorarse que el edificio estuviera quedando en perfectas condiciones, que la obra avanzara con rapidez y eficiencia.


Caminaba por los pasillos, revisando algunos de los departamentos en construcción, recibiendo saludos corteses de algunos trabajadores, mientras otros apenas le dirigían la mirada.


Si ser menor de treinta ya hacía que recibiera miradas desconfiadas, ser un omega que tenía bajo su cargo a más de doce trabajadores, atraía miradas desdeñosas. Para complicar más la situación, siempre debía estar pendiente de controlar sus emociones y los inhibidores eran indispensables al estar rodeado de tantos alfas y betas.


A minutos de que terminaran sus horas de trabajo, recibió una llamada de la compañía para la que trabajaba, asignándole un nuevo proyecto junto a uno de los principales arquitectos. Según le comunicó la secretaria, tenían una cita con ese cliente el siguiente lunes a primera hora.


Cuando por fin acabó, volvió a recoger su maletín de los casilleros para caminar a la parada de autobús.


A esas horas, la congestión vehicular era estresante, pero el bullicio de las personas a su alrededor desapareció en el instante en que Sophia envió una foto de su sobrino riendo hacia la cámara con los brazos extendidos, trayendo a su mente una vez más, la inquietud de si sus decisiones habían sido las correctas.


♦ ♦ ♦ ♦ ♦


El fin de semana transcurrió con su papá preguntando si todo estaba bien y con él respondiendo afirmativamente. No estaba dispuesto a contarle sus incertidumbres, sabía de sobra que sus padres tenían la misma opinión que Sophia, no deseaba escuchar algún "te lo dije" por parte de ellos.


Ese sábado, la idea de salir a algún club cruzó por su mente, pero lo poco acostumbrado que estaba a ese tipo de lugares y el pensamiento de que un hombre de su edad no debería buscar citas de una noche, lo llevaron a descartar la idea a los minutos.


El domingo lo pasó sentado frente al ordenador o recostado en la cama, viendo películas aunque con la mente en otro lado, sin saber qué pasos seguir, haciéndolo sintir frustrado.


Tomando su desayuno, su madre frente a él no paraba de verlo comenzando a incomodarlo.


—Estas con ése mismo aroma desde el Jueves que regresaste del trabajo.


Su padre se volvió a mirarlo, preocupado pero no queriendo perder la oportunidad ya que su esposa había sacado el tema —Puedes contarnos, Daniel.


—No pasa nada— Se dirigió al hombre y luego miró a su madre con reproche —No preocupes a papá.


—Eres tú quien nos preocupa— lo contradijo el omega mayor.


—Que no es nada— Reiteró un poco fastidiado. Se levantó y agradeció por el desayuno, al tiempo que se despedía para ir a trabajar.


Tras los quince minutos en bus, llegó a la empresa constructora. Al encontrar a Alexander, revisaron las informaciones que ya tenían del nuevo cliente para poder reunirse con él.


El arquitecto contaba con su propio auto, un sedán gris, al que trataba mejor que a sus conquistas. Subieron al vehículo encaminándose a la zona más adinerada de la ciudad.


—¿Qué tal tu fin de semana?— Preguntó con la mirada puesta en la vía. El omega resopló y sonrió con ironía al recordar su muy entretenido fin de semana, el mayor lo miró de reojo —Uh, no parece que haya sido bueno.


—Lo pasé como siempre— Se encogió de hombros.


—Ver películas en tu ordenador por todo el fin de semana...— No pudiendo contener el sarcasmo, soltó: —¡Wow, puedo imaginar lo divertido de eso!


El menor rió dándole un suave golpe en el hombro —Claro que es muy divertido. Podría invitarte un día— le restó importancia.


—¿El bonito omega está haciéndome una propuesta indecente?— Cuestionó con tono coqueto.


—¡Hey!— Daniel giró hacia él con el rostro pintado de sorpresa y un leve rosa en las mejillas —No me llames de ése modo— Con la risa de Alex de fondo, carraspeó —Y no, no te hacía ese tipo de invitación— Volvió la mirada al frente —¡Imagina nada más la reacción de todas tus amigas!— Se estremeció —Seguro mueren.


—No te pongas celoso, Dani— Le revolvió los cabellos como a un niño.


Con cuidado, apartó la mano ajena —Contigo no se puede— y levantó la propia para arreglar el desorden.


El arquitecto era un beta carismático, sus bromas nunca pasaban de éso y no había un tono de reproche o de menosprecio en ellas, Daniel lo apreciaba mucho y le gustaba trabajar a su lado.


Luego de unos minutos y algunas bromas más, llegaron al lugar de encuentro, una edificación de dos pisos, ubicada en la esquina de un bloque, en su mayoría, de oficinas. La fachada medianamente deteriorada, desentonaba con los edificios aledaños. Según había leído en la información que tenían, el propietario planeaba convertir el lugar en un restaurante.


—Si el interior se encuentra en la misma condición, tomará bastante tiempo terminarlo— Comentó en un susurro.


—Sí. Pero creo que no estás tomando en cuenta algunos factores importantes en estas circunstancias— Activó la alarma del auto y enseguida se encontraba caminando al lado del omega.


—¿Como cuáles?


—Que te encuentras en una de las avenidas más cotizadas, que conseguir un alquiler aquí es muy costoso y que comprar una edificación sería como comprar cinco autos míos o más... Lo que quiero decir, en una sola frase, es: nuestro cliente se pudre en dinero— Daniel rió por la ocurrencia mientras el mayor agregaba —Y con dinero, todo se mueve más rápido.


Si hubiera sabido lo que sucedería, quizás habría buscado alguna excusa para no tomar aquel proyecto.


Acababan de cruzar el umbral, pero no pudo observar el interior con detenimiento como le hubiera gustado porque un intenso aroma a uvas combinado con un ligero fermento, llegó a sus fosas nasales con fuerza, haciéndolo jadear, volviendo a sus piernas débiles.


Alex, a su lado, detuvo sus pasos al igual que el menor y lo tomó del brazo, colocandose frente a él para poder verlo.


—Dani, ¿Qué sucede?— Pasaron algunos segundos y el omega al fin centró su mirada en el mayor, luchando por controlar un impulso que le era desconocido. Apretó los puños, inhalando y exhalando. Exigiéndose internamente, debía trabajar.


—Nada, nada— Respiró despacio unas veces más, evitando hacerlo a profundidad para que ésa esencia no siga impregnándose en sus pulmones —No te preocupes.


Alexander frunció el ceño en respuesta y aunque no estaba ni un poco convencido, no iba a contradecirlo, el omega era obstinado y si él decía que estaba bien, mejor no refutar. Pero se mantendría cerca para ayudarlo si se veía necesario.


Se iban acercando a una barra de madera caoba desgastada. Un hombre y una mujer se encontran sentados en las sillas frente a ésta, de espaldas a ellos. Al escuchar sus pasos resonando por el piso parquet, se voltearon a verlos. El hombre se levantó inmediatamente, caminando en dirección a ellos, mientras la mujer se movía con una gracia y delicadeza que sólo una omega de alto estatus podía demostrar.


Daniel tragó saliva al percatarse que el aroma que lo había golpeado al entrar, pertenecía al alfa que se iba acercando a ellos, alterando a su omega. Cerró los ojos un instante, tratando de controlar su respiración, pero no pudo evitar la curiosidad de detallar su apariencia. Su rostro, de pómulos marcados, tenía un leve bronceado; su cuerpo se notaba atlético a pesar que vestía traje. Sus cabellos de color caramelo, se encontraban peinados hacia atrás, ligeramente de lado.


Sus rodillas flaquearon y tuvo que obligarse a desviar la mirada, aquel hombre era atractivo, no lo iba a negar, pero no quería seguir sintiendo esa necesidad de acercarse a él e impregnarse de su aroma como lo pedían sus instintos.


Cuando el alfa se detuvo frente al arquitecto para saludarlo con un apretón de manos, apreció su altura, casi unos diez centímetros más alto que el beta y cuando sus miradas se cruzaron reparó en sus llamativos ojos verdes.


—Mi nombre es Enzo— Y en el instante que el alfa frente a él tomó su mano con cortesía, sonriendo, su corazón pareció emprender una carrera —Un placer— y su cuerpo sufrió un escalofrío haciendo imposible comportarse con normalidad.


—Igual-igualmente.


Hacía algunos años desde que no se sentía tan torpe frente a un alfa y ahora odiaba esa sensación de vulnerabilidad.


Luego de guiarlos a una de las pocas mesas, les ofrecieron algo de beber y él había pedido agua, intentando refrescarse. Cuando tomó el vaso llevándolo hacia sus labios, notó el temblor en sus manos. Su respiración se había vuelto pesada y con el pasar de los minutos, la temperatura parecía elevarse en el salón, las manos comenzaron a sudarle y él estaba impaciente por salir de ese ambiente viciado con el aroma del alfa. Alex apretó suavemente su rodilla, como dándole apoyo.


Tenían los planos del lugar sobre la mesa pero no prestaba real atención a lo que se hablaba en la reunión, por más que se esforzó, apenas escuchó algunas indicaciones de las que Alex, muy solícito, tomaba nota en su tablet.


Se sentía un inútil.


Evitaba mirar al alfa pero una de las escasas ocasiones en que se obligó a dirigir su vista a los contrarios, reparó en los ojos pardos de la deslumbrante omega fijos en él, no pudo descifrar lo que pensaba pero lo cohibió de algún modo.


La presión fue tanta que, cuando se volvieron a levantar para dar por concluido el encuentro, casi se pone a llorar en agradecimiento. Al estrechar sus manos en señal de despedida y volver a sentir los dedos de Enzo rozando los suyos, le provocó un nuevo estremecimiento. Forzó una sonrisa cortés y casi corrió al lado de Alexander, quien caminó prácticamente pegado a él hasta que cruzaron la puerta principal que fue el momento donde Daniel se dobló por el intenso dolor en su vientre y un quejido lastimero escapó de sus labios.


—¡Daniel!— Logró sostener al omega, gracias a la cercanía que tenían, evitando que cayera al suelo.


—P-por fa...vor...— Pasó saliva con dificultad, exigiéndose no poner en palabras lo que todo su cuerpo pedía, volver adentro, a la presencia del alfa. Inhaló con fuerza, procurando llenar sus pulmones de aire fresco, intentando aclarar sus pensamientos, imponiéndose con dificultad ante su omega. Apenas pudo retener las ganas de llorar cuando logró comprender lo que sus instintos le gritaban: había encontrado a su compañero —¿Puedes... podrías llevarme a mi casa?


El beta podía percibir el aroma de Dani y eso significaba que el menor había entrado en celo. Con el ceño fruncido y muy preocupado, rodeó los hombros del omega a modo de protección, asintiendo en respuesta —Por supuesto— Lo ayudó a entrar en el auto, viéndolo contraer las piernas hacia su pecho y abrazándolas. Subió con prisa en el asiento de conductor, poniéndose en marcha.


No entendía. Habían estado de lo más tranquilos, con un ambiente bastante normal y en todo el tiempo que venían trabajando juntos, nunca, ni una sola vez, había visto a Dani sufrir de algún "problema omega". No tenía prejuicios contra los de su género, con una madre y hermana omegas, tenerlos era absurdo, al menos para él. Pero no había muchos que pensaran de ése modo, la sociedad estaba acostumbrada a ver a los omegas mayores de dieciocho años, ya casados o como mínimo emparejados. Daniel era un caso particular y por eso lo admiraba.


Al momento que paró en un semáforo en rojo, miró al menor de soslayo. El omega temblaba y sollozaba. Verlo así de vulnerable era muy chocante. Si la información que conocía era correcta, y ante la evidencia de que Daniel tenía sus periodos controlados, esta vez su celo había sido inducido por un alfa.


♦ ♦ ♦ ♦ ♦


Se acercó a la omega, abrazándola por la cintura, apoyando el mentón en su hombro, llenándose del aroma a fresas acarameladas. Suspiró.


—¿Lo notaste?— Su mirada aún no se apartaba de la puerta por la que había desaparecido el omega.


—¡Ja, imposible no hacerlo!— Giró la cabeza en su dirección para poder verlo —La esencia de ambos se propagó como veneno.


El alfa sonrió ante el último comentario —Tú hueles demasiado dulce— La acusó en tono juguetón.


—Ya lo sé— el silencio reinó por unos segundos —¿Todavía quieres que tome el trabajo?


Bufó en respuesta, reprochándole —No lo aceptaste cuando te lo pedí— Ella sólo rió.


—Si el omega es un inconveniente, podría replanteármelo— Se encogió de hombros.


Enzo se separó un poco de la menor para decir con tono ofendido: —¿Crees que voy a perder la oportunidad de volver a tener a MI omega cerca?


—Si lo dices así, me queda claro que no es inconveniente— Le dijo divertida. Dejó pasar unos segundos en silencio para comentar con una sonrisa satisfecha —Es bonito.


El rostro del alfa se iluminó y mordió su labio al recordarlo, remarcando —Muy bonito.


—¡Awww!— Chilló emocionada —Nuestro duro alfa se ha enamorado— Volteó deshaciendo el abrazo del mayor, acunando el rostro contrario con sus delicadas manos, girándolo de un lado a otro como una madre con su cachorro.


Ambos rieron divertidos.


—Ven, te llevo a casa— Comenzó a caminar hacia la salida.


—¿Qué? Me despertaste tan temprano ¿y no me vas a invitar a almorzar?— Lo siguió con fingido tono enfadado —Eres un desconsiderado.


El alfa miró su reloj de muñeca —No son ni las diez de la mañana, no te quejes.


—Y yo podría haber continuado durmiendo— Le dijo con un movimiento de mano, como si fuera de lógica general.


—Claro, olvidé lo floja que eres por las mañanas— La aludida abrió la boca ofendida— Ven, te dejo en casa— repitió y al ver que iba a protestar una vez más, la cortó añadiendo —y paso por ti después para almorzar. ¿Eso está bien?


Ella hizo un puchero pronunciado con los labios —¿A mi favorito?


Rodó los ojos —Sí, Lina, a tu favorito.


—¡Eres tan bueno!— Casi corrió a su lado para colgarse del brazo que él había extendido hacia ella —Por eso eres mi mejor amigo— le plantó un beso en la mejilla.

Notas finales:

Gracias por leer!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).