Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

No me mientas por Veena

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Un día como otro cualquiera, aburrido, gris…sin ningún tipo de ilusión. Así era mi vida desde la muerte de la única persona que me quedaba en el mundo. Mi madre, Bianca. Tras una pesarosa y larga enfermedad, me dejó.

Había vuelto a trabajar para mantenerme distraído dos meses después de su muerte. Todo seguía igual en la oficina, el aburrido escritorio, mis compañeros, las vistas desde la decimoquinta planta…

Contratos, correo, ordenador, café, las risas de mis compañeros que parecían taladrarme los tímpanos. Los odiaba a todos, ¿por qué ellos podían sonreír y yo no?

Al llegar las seis me apresuré a recoger mis cosas, ponerme mi abrigo e irme a casa. Vivía a las afueras de la ciudad, en la antigua casa de mis padres, espaciosa, con un jardín amplio, era agradable vivir allí.

Por los pelos llegué al metro, me senté y me dispuse a escuchar música, cerrar los ojos y aislarme del mundo. Esa paz duró muy poco tiempo. Sentí como me daban unos golpecitos en el hombro y abrí los ojos.

Era un chico muy guapo, pelo negro, ojos azules, musculado y con ropa estilo rocker…No sé por qué me fijé en su aspecto, yo soy un hombre, no tengo ese tipo de interés.

-          Perdona, seguro que estabas muy relajado y he venido yo a estropear el momento. –dijo él.

-          No importa, ¿necesitas algo? – no tenía ganas de hablar así que fui directo al grano.

-          Me gustaría saber tu nombre. – dijo muy sonriente.

¿Quiere saber mi nombre? No entiendo la situación, ¿es lo normal hoy en día preguntar el nombre de un extraño en el metro?. Le contesté de mala gana.

-          ¿Puedo preguntar quién lo quiere saber? – tal vez no es una respuesta muy amigable pero yo no conozco de nada a este hombre.

 

-          ¡Oh! Lo siento. Soy un mal educado, mi nombre es Christian Hawk, Chris para los amigos. – dijo con una enorme sonrisa dibujada en la cara.

 

-          Muy bien Christian, - estaba pensando en mentirle y decirle un nombre falso, pero esta situación…me estaba atrapando. Qué demonios, dudaba que esto pudiera tener repercusión en mi vida, se quedaría como una anécdota de metro. – mi nombre es Liam Miller, encantado.

 

-          ¿Liam? No te pega nada ese nombre. – seguía con la sonrisa.

 

-          ¿Qué no me pega? ¿Qué quieres decir?. –ya me estaba molestando un poco la actitud de este tipo.

 

-          ¡No te enfades! – Dijo riéndose a carcajadas – Lo que quiero decir es que me pareces de ese tipo de personas serias que se llamarían Roger o algo por el estilo.

 

¿Era idiota o qué? Ya estaba harto de esta conversación.

-          Bueno, si me permites, mi serio nombre y yo nos vamos, esta es mi parada. – no era mi parada pero ya no quería seguir hablando con él.

 

-          ¿En serio? ¡También es la mía!. – dijo al mismo tiempo que me tendía la mano para ayudarme a incorporarme.

Esto tenía que ser una broma de mal gusto, me iba a bajar en una parada que no era la mía, es más, me quedaba muy lejos de mi casa y no me iba a librar de este tío. Ignoré el gesto con disimulo y cargué con mi portafolios de cuero marrón dispuesto a bajarme del metro.

No intercambiamos ni una palabra en el trayecto hasta la calle pero notaba que me miraba desde atrás. Me estaba fastidiando de verdad.

En cuanto pisé el suelo de la calle me dispuse a girar rápidamente hacia la izquierda, no sabía que había en esa dirección pero lo que me importaba era salir  de allí pitando.

No me dio tiempo a dar cuatro pasos cuando noté que algo tiraba de mi mano, sujetándola con delicadeza pero sin dejarme avanzar. No me lo podía creer, era Christian, ¿qué le pasaba a este tipo?.

-          ¿Dónde quieres ir?. –dijo con cara de sorpresa.

-          A mi casa, por supuesto, ¿me puedes soltar?.- no daba crédito a que todavía sujetara mi mano.

-          Tú no vives en esta zona, solo hay que verte…trajeado, corbata, zapatos caros…y un portafolios. Si vas por allí te van a comer pequeño…

-          Pero…¿quién te crees que eres? Suélt…- no me dio tiempo a terminar la frase.

-          No pensaba que fueras a bajarte de verdad, estoy sorprendido, eres muy valiente, –dijo entre risas – quería ver cuánto tardabas en tirar la toalla, pero has aguantado como un campeón.

-          ¿Te has estado divirtiendo a mi costa? Madre mía, tenía que haber seguido con los ojos cerrados. ¡Todo va mejor cuando no interacciono con las personas!. –estaba realmente enfadado, quería irme a casa y dejar de sentirme tan estúpido porque un extraño me hubiera tomado el pelo.

-          Venga, no te pongas así, seguro que esto no te pasa todos los días, intenta disfrutar de la experiencia de que un chico tan guapo como yo te ha gastado una pequeña broma. – lo dijo mientras sonreía como si no pasara nada.

Me zafé de él, enfadado, humillado, cansado y hambriento. Ya no tenía fuerzas para esto. Quería volver a casa, estar solo, cenar algo rápido e irme a la cama.

Eché a correr como una quinceañera asustada, no sabía  a donde me dirigía pero seguí corriendo.  Después de correr durante lo que me pareció una eternidad llegué a un parque, que francamente daba bastante miedo. Me metí debajo de una cubierta y me senté en un banco que parecía estar limpio.

¿Qué iba a hacer? No sabía dónde estaba, no tenía a quien llamar, no recordaba donde estaba la estación de metro. Que desastre.

Cerré los ojos y dejé caer la cabeza hacía atrás en señal de derrota. De repente empecé a escuchar pequeños chasquidos en una papelera que había a mi lado. ¿Estaba lloviendo? No me lo podía creer, que mala suerte tengo. Me dispuse a recapitular todo lo que iba mal en ese momento.

-          No sé dónde estoy, no puedo llegar a la estación de metro, no conozco a nadie que me ayude, tengo hambre y para colmo, está lloviendo y evidentemente no tengo paraguas. Creo que lo mejor es que empiece a caminar y con suerte encontraré una parada de taxis o quizá el metro…

Por más que caminaba no encontraba nada, ni taxis, ni metro, ni un sitio en el que poder preguntar. ¿Qué es este barrio? No hay nada abierto y tan solo son las siete y media de la tarde.

Seguí caminando hasta que encontré una especie de carretera principal. Tenía que tener muy mala suerte para que no hubiera ningún restaurante o bar abierto en el que poder comer y refugiarme de la lluvia.

Esto era una pesadilla, ¡no había nada!, estaba desesperado. El último metro que iba a mi casa ya había salido y no encontraba taxis ni personas a las que preguntar. Enterré mi rostro en mis manos frías, solo me apetecía llorar…

Un momento, ¿había dejado de llover? Ya no sentía la lluvia en mi espalda ni en el cabello. Alcé la mirada al cielo y lo vi negro. ¿Qué demonios? Era un paraguas cubriéndome.

-          Ya me había cansado de buscarte, ¿estás bien?, ya me tenías un poco preocupado Liam. – dijo Chris con una mezcla extraña de alegría y alivio.

Ya no sabía si era el cansancio, la impotencia, la alegría de ver a alguien, que nubló mi capacidad para medir mis actos y sin pensarlo dos veces apoyé mi frente en su pecho y me agarré fuerte a su chaqueta de cuero mientras sollozaba. Probablemente era una reacción muy exagerada, pero no podía evitarlo, siempre había sido sensible y frágil. Me importaba poco en ese momento lo que pensara este desconocido, solo podría alegrarme porque me ayudaría a volver a casa, aunque estuviera en esta situación por su culpa.

-          Veo que lo has pasado mal. Lo siento mucho, es culpa mía, a veces soy un verdadero cretino.- me abrazó. No me importó, olía a una mezcla de perfume masculino y a lluvia, probablemente llevara un buen rato buscándome. Me gustó.

Tal vez fuera una imagen extraña que dos desconocidos se estuvieran abrazando en medio de la calle mientras llovía, pero no me importaba, probablemente no nos estuviera mirando nadie.

-          Oye Liam, quiero que vengas a mi casa, te daré de cenar, podrás darte una ducha y ponerte ropa seca. Es lo menos que puedo hacer después de lo que te he hecho pasar, luego te acompañaré a casa, ¿te parece bien?. – aún no había dejado de abrazarme. Era tan cálido…

-          Acepto. – dije simplemente. Cualquier cosa me parecía mejor que seguir dando tumbos.

Caminamos en silencio durante más o menos diez minutos, mientras la lluvia empapaba mis pies y el frío de la noche congelaba mis manos. Me froté las manos esperando un poco de calor, pero obviamente era inútil.

-          Ya queda poco, vivo justo en ese edificio.- dijo Chris.

Era un edificio alto e iluminado, con balcones y un jardín rodeándolo.

Entramos en el portal y automáticamente se encendieron las luces. Tenía que reconocer que era muy bonito… paredes de mármol brillante, flores decorando la estancia, un espejo de diseño. No me esperaba ver algo así después de vagar por la zona, que era oscura y vacía.

Su piso era también diferente a como me esperaba. Amplio, brillante, decorado con mucho cuidado y con un estilo moderno. Me dio la risa. ¿Cómo había llegado a esta situación?.

-          La ducha está al final del pasillo a la derecha, ahora te llevo ropa limpia. – se fue en dirección opuesta hacia una puerta que había al lado de la cocina.

Entré en el baño y más de lo mismo, era un piso increíble. La ducha era enorme, con una gran pieza de cristal que la separaba del resto del baño, las pareces estaban recubiertas de un mármol de color negro con betas blancas que le hacía parecer aún más grande y el resto de componentes hacían juego con ese mármol. Otra vez, increíble.

Me di una ducha un poco más larga de lo que acostumbro, estaba calentita y me lo merecía. Escuché como se abría la puerta y vi entrar a Chris. Mi primera reacción fue taparme y mirarle con cara de asombro. Él me miró y se rio.

-          No hace falta que te tapes, no voy a ver nada que no haya visto.- dijo entre risas mientras dejaba la ropa seca en el lavabo.- La cena casi está lista, no tardes mucho, ¿vale?.

-          Ehmmm, sí, ahora mismo salgo. – dije un poco sorprendido.

Me vestí con lo que me dejó, una sudadera gris y unos pantalones de chándal un poco más oscuros. Me quedaban perfectos, parece que tenemos un cuerpo parecido, pensé. Me miré al espejo y lo que vi me dio vergüenza. Mi pelo castaño claro estaba hecho un revoltijo y mis ojos verdes parecían cansados e hinchados. Lo arreglé como pude y salí del baño en dirección a la cocina.

-          Te queda muy bien mi ropa.- dijo solamente, estaba concentrado removiendo algo que no conseguía ver.

-          Eso parece. ¿Qué es? Huele muy bien.- no se me ocurría nada más que decir, estaba un poco avergonzado.

-          Son tacos de lechuga y pollo, sé que suena extraño pero estoy probando platos nuevos para el restaurante y tú vas a ser mi conejillo de indias. – dijo guiñando un ojo a la vez que se dirigía a la barra de la cocina con dos platos en la mano.

-          ¿Eres cocinero? Eso sí que no me lo esperaba para nada.- dije riéndome.

-          Me alegra que te rías, aunque sea para mofarte de mí.- le miré y estaba alzando un ceja divertido.

-          Supongo que te he devuelto lo que dijiste sobre mi nombre en el metro. –estaba orgulloso de mi respuesta. – No tienes aspecto de chef, más bien de molestar a tipos en el metro y atormentarles.

-          No sé cómo tomarme eso.- dijo riéndose – Tal vez sea ambas cosas, chef y en mis ratos libres molesto a chicos guapos en el metro.

¿Estaba ligando conmigo? No estaba seguro pero no me sentía cómodo con esa situación así que cambié rápidamente de conversación.

-          Esto está buenísimo, yo no cocino mucho así que no tengo ni idea de si es apto para un restaurante o no, pero te doy mi visto bueno.

-          Muchas gracias. No estaba seguro de que la mezcla fuera la adecuada, pero ya veo que he acertado.- se levantó y fue hacia el fregadero a dejar su plato.

-          ¿No vas a comer nada más? Hasta yo sé que eso es poco para una persona con tu musculatura. – yo seguía comiendo.

-          No tengo hambre, en cuanto acabes te llevo a casa. –se dio la vuelta y se fue por el pasillo.

¿Por qué tan serio de repente? Para variar estaba empezando a encontrarme cómodo con él, exceptuando el intento de ligar o lo que fuera aquello.

Terminé y fui a dejar mi plato en el fregadero. Aún no había regresado así que decidí curiosear por el piso. Tenía unas vistas espectaculares gracias a la larga cristalera que rodeaba su salón, una gran televisión, un sofá en forma de “U”, obras de arte y un precioso piano negro en medio de la estancia. Me acerqué y acaricié las teclas. Me gustaban los pianos, mi madre me había enseñado a tocar desde que era pequeño. Sonreí con tristeza.

-          Toma. – me entregó una bolsa que contenía mi ropa ya seca y mis zapatos. – Vamos al garaje y te acerco a casa.

-          Espera, me voy a cambiar y así te devuelvo tu ropa. – me di la vuelta en dirección al baño pero me detuvo.

-          Quédatela, esa ropa ya no me la pongo. – tomó dirección a la puerta principal.

¿Dónde estaba el chico alegre y sonriente que había visto? Sabía que no era asunto mío, pero tenía que preguntar qué le pasaba.

-          ¿He hecho algo para molestarte? Si es así no era mi intención…- no sabía qué hacer, tal vez lo mejor era no haber dicho nada, pero ya era demasiado tarde.

-          ¿Te he jodido el día y aún así eres tú el que se disculpa?.- dijo gritando.

-          Yo…no…no…pienso que me hayas jodido el día. Es cierto que lo he pasado mal mientras estaba perdido en la calle, pero cuando apareciste me alegré profundamente. - ¿qué estaba diciendo?, parecía una colegiala confesándome. Qué estupidez.

Dio dos zancadas y se acercó mucho a mí, estábamos a escasos cinco centímetros. Podía sentir el calor de sus labios, su respiración, sus ojos azules penetrando los míos.

Me besó.

¡NOS ESTABAMOS BESANDO! No podía ser, ¿qué estaba haciendo?, ¿qué hago? ¿por qué no le he apartado?, ¿por qué no me disgusta?.

No tenía respuesta para esas preguntas, me había quedado prendado. Cerré los ojos y me perdí en aquel besó. Apoyé una mano en su cadera y la otra en su pecho. Él por su parte pasó su mano por mi pelo y lo agarró con firmeza y con su otra mano acarició mi cadera levantándome levemente la sudadera, dejando mi piel al descubierto.

Profundizó más el beso, obligándome a abrir un poco mi boca e introducir así su lengua. Metió la punta y yo me estremecí, quería más, así que acaricié mi lengua contra la suya. Pareció gustarle porque me atrajo hacia sí con más fuerza. Rápido noté su erección contra mí. Me sorprendió comprobar que yo también estaba erecto. Nos frotamos suavemente mientras acariciábamos nuestras lenguas. Cuando estaba a punto de perder el control sobre mí mismo él nos separó delicadamente.

-          Liam, necesito más, necesito más de ti.- dijo entre gemidos mientras bajaba su mano, que estaba apoyada en mi cadera, hasta mi polla, acariciándola. – No aguanto más, por favor, quédate conmigo.

No pude negarme, yo también quería más. Correspondí a sus caricias  e instantáneamente cogió mi barbilla y la elevó para acceder a mi cuello y comenzó a deslizar su lengua por mi cuello, con movimientos suaves, de arriba a  abajo, intercalado con dulces besos que me hacían perder el conocimiento.

Me cogió de la mano y me arrastró hasta su habitación. No veía nada, estaba oscuro, pero en ese momento se encendieron dos lámparas que estaban a ambos lados de la cama de Chris. No daban mucha luz pero si lo suficiente para poder ver.

No me dio tiempo a reaccionar porque ya tenía otra vez a Chris pegado a mí. No me quejé. Noté como tiraba de la sudadera y me la quitaba mientras me miraba con esos ojos azules, que me atraparon y ya supe que no tenía ninguna oportunidad de decir que no a nada de lo que me pidiera.

Me miró y sonrió socarronamente, acarició mi cuerpo, primero mis hombros, luego mis brazos, pasó a mi pecho y fue bajando hacia el límite de los pantalones. No podía dejar de mirar sus ojos, estaba hechizado. Me estremecí y alcé la cabeza hacia atrás, había metido su mano por el pantalón y estaba tocando mi polla, la rodeo con el puño y empezó a moverse. Estaba perdiendo el conocimiento poco a poco, no podía con todo ese placer, nunca había experimentado nada igual, solo podía abrir la boca y gemir. Christian aprovechó ese momento para volver a introducir su lengua en mi boca, ahora más violento que antes, más demandante.

Me fallaban las fuerzas, me iba a caer al suelo. Él lo notó y con un solo movimiento me tumbó en la cama. Le miré y estaba quitándose la camisa. Un cuerpo perfecto, eso era lo único que podía pensar. La dejó caer al suelo y agarró mi pantalón tirando de él hasta dejarme completamente desnudo y dejando libre mi tremenda erección. Se relamió y eso me excitó aún más. Necesitaba que me tocara, necesitaba que acercara su polla a mí y que me acariciara con ella,  que me lamiera el cuello, que me mordiera, le necesitaba con desesperación. Se subió encima de mí, me besó y acarició mis labios con su lengua, repasándolos con dulzura. No pude resistirme  y le acaricié el rostro, enredé mi mano en su negro pelo y le atraje a mí. Quería sentir todo su peso encima, quería su calor, su sudor, todo pegado a mi cuerpo.

-          Voy a ser bueno contigo Liam, no te voy a follar como me gustaría porque no quiero hacerte daño, lo que quiero es que te corras, quiero que grites mi nombre y lo mejor de todo, quiero que seas tú quien me diga que necesitas correrte, quiero que me lo supliques.

Tuve suficiente con esa frase. Me dejé hacer. Lo que él quisiera de mí se lo daría.

Bajó besándome el torso, por cada centímetro que el bajaba yo me avergonzaba un poco más, porque intuía lo que iba a hacerme. No me dio tiempo a pensar mucho más. Me estaba chupando la polla, la lamía, la besaba, jugaba con ella, me la succionaba con fuerza. Me estaba volviendo loco, no podría aguantar mucho más. No podía parar de gemir, no podía parar de retorcerme bajo él, notaba como me palpitaba cada vez que repasaba las venas de mi pene con la lengua que estaban a punto de estallar.

-          Chris…Chris…oh, oh, oh…no puedo más, por favor…- dije entre gemidos. No me hizo caso y siguió chupando.

-          No puedo dejar que te corras Liam, lo siento, pero la tengo tan dura que no puedo pensar con claridad. Gime en mi oído, vamos, gime para mi Liam. –hice lo que me pedía. No podía parar, me acerqué a su oído y gemí.

Eso debió de volverle loco porque paró al instante, se montó encima de mi cadera agarrando su polla y la mía al mismo tiempo y comenzó a frotarlas.

Estaba a punto de perder el conocimiento, solo podía sentir el calor de Chris, el calor de su polla frotándose contra la mía. Grité y me corrí en su mano. También se corrió él, todo se quedó en mi pecho, la mezcla de nuestro semen estaba sobre mí. No me importaba, no podía moverme y cerré los ojos derrotado. Sentí que el peso de su cuerpo desaparecía y le escuchaba buscar algo por los cajones de su dormitorio.

-          Te voy a limpiar y luego te voy a llevar a la ducha para que puedas asearte, ¿vale?. – dijo mientras me limpiaba el semen con una toalla.

No pude contestar con palabras, solo asentí con la cabeza, mientras seguí con los ojos cerrados.

Se tumbó a mi lado, supuse que ya habría terminado con la toalla.

-          Eres increíble, jamás había perdido el control de esa manera, estaba fuera de mí. Me ha costado mucho contenerme y no penetrarte.- me asusté un poco ante la posibilidad de la penetración, pero rápido se me olvidó y seguí escuchándole – Duerme conmigo esta noche Liam. Quiero que te quedes, mañana te llevaré donde quieras.

-          Está bien, – pude decir – pero ahora necesito una ducha, ayúdame, por favor.

Me llevó hasta la ducha mientras se reía por mi lamentable estado, sabía que se mofaba de mí, pero no me importaba, me gustaba escucharle reír.

La ducha me ayudó a despejar y a pensar con claridad que había hecho. ¿He tenido relaciones con un hombre? Me asusté. ¿Soy…homosexual? No lo sabía, pero no podía engañarme a mí mismo. Me había gustado, lo había disfrutado, no había sentido algo así nunca, esa necesidad de que la otra persona me tuviera por completo, que me hiciera suyo. No tuve más tiempo de pensar, cosa que agradecía porque no quería pensar en ello hasta que estuviera yo solo y  pudiera ordenar lo que sentía.

-          ¿Qué piensas? Espero que no sea en irte, me partirías el corazón. –dijo sonriendo mientras acariciaba mi barbilla con el pulgar.

-          No me voy a ir a ningún sitio. Además no tengo forma de irme, no sé dónde estoy.

-          Tal vez te retenga aquí para siempre y así poder satisfacer mi apetito sexual cuando quiera. – por un momento me gustó la idea. ¿Estoy mal de la cabeza?

-          Siento no poder ser tu juguete por más tiempo, pero aunque no lo parezca tengo responsabilidades y un trabajo.

Salimos de la ducha y continuamos la conversación de camino a la habitación otra vez.

-          ¿En qué trabajas?.- me preguntó mientras me tendía un pijama suyo.

-          Soy arquitecto, trabajo en las oficinas de una compañía importante en el centro de la ciudad.- dije sin mucha emoción.

-          ¡Qué importante eres! Le he comido la polla a un arquitecto, que nivel tengo ahora.- dijo riendo.

-          ¿Importante? Yo creo que es todo menos eso.- dije pesaroso mientras nos acostábamos uno al lado del otro. Chris se acercó a mí y lanzó su pierna por encima de la mía, quedando entrelazados.

-          ¿No eres feliz en el trabajo?.- no podía mentir a esos ojos azules que me miraban con tal intensidad que me hacía sentir insignificante.

-          No lo soy. Me hice arquitecto porque es lo que quería mi padre. Él también lo era y eso quiso para mí. – dije apartando la mirada. Me estaba sincerando con alguien por primera vez en la vida y me sentía un poco avergonzado.

-          ¿Por qué no le dices que lo quieres dejar? Seguro que te apoya y si no lo hace ¿qué?, eres mayorcito para tomar las decisiones que quieras. – dijo convencido.

 

 En ese momento empecé a llorar y a taparme el rostro con el antebrazo, no quería que me viera ser tan patético.

-          ¿Qué te pasa? ¿He dicho algo malo?. – dijo con un tono de voz afligido.

-          Mis padres murieron. Primero mi padre en un accidente de tren hace nueve años, yo tan solo tenía dieciocho años. Estaba haciendo los exámenes de ingreso a la universidad cuando me lo dijeron. Y…y…mi madre, murió hace dos meses. – se me quebró la voz, no podía más, lloré más aún.

Sentí calor y un peso tremendo encima de mí. Retiré el brazo para mirarle. Estaba llorando, no me lo podía creer. Mi primer instinto fue acariciarle y quitar las lágrimas de sus ojos.

-          ¿Por qué estás llorando?.- dije preocupado.

-          Lo siento, - dijo mientras lloraba y se secaba las lágrimas con el puño – no quería esto, no puedo creer que te haya hecho recordar eso y menos bromear con ello. –me abrazó.

-          No te sientas culpable por ello, tú no sabías nada, es normal.- ya estaba un poco más calmado y tenía que admitir que sorprendido por su reacción, me pareció adorable.

-          De todas formas me siento fatal, ¿puedo hacer algo para arreglarlo?. – me pareció que podría aprovecharme de esa situación, así que lo hice.

-          Bueno, hay algo que puedes hacer por mí…- me miró curioso y sonrió ladeando la cabeza en señal de que estaba preparado para la proposición – quiero que me cambies el lado de la cama, odio este lado, siempre duermo del lado izquierdo. –no pude aguantarme la risa.

-          Si el príncipe de la casa quiere el lado izquierdo, el lado izquierdo tendrá. Permítame alteza.- dijo mientras me hacía rodar por la cama.

No podía dejar de reírme. ¿Estaba bien que me divirtiera? Habían sido unos meses muy duros y no sabía si estaba preparado para sentirme tan lleno de felicidad. Él me daba esa sensación, libertad, la posibilidad de olvidar mi pasado y sonreír, bromear, tener sexo, no sentirme culpable…

Estaba cansado de darle vuelas a todo, necesitaba dormir, mañana sería otro día.

-          Tengo sueño, podemos dormir ya, probablemente tengamos que madrugar porque mi casa está lejos de aquí.- mientras hablaba sentía como se me cerraban los ojos.

-          Claro que sí.- me dio un beso en la frente que agradecí con un leve ruidito.- que descanses y…gracias por quedarte conmigo.

Me quedé dormido casi al instante en el que apagó las luces.

Cuando desperté estaba solo, Chris no estaba en la habitación, pero por el olor a café y a tostadas supuse que se había despertado pronto y se habría ido a desayunar. Seguí el rico olor hasta la cocina y allí estaba él. Increíblemente guapo, aunque estuviera despeinado y aún con el pijama. Me vio y rápidamente sonrió y me hizo el gesto para que me sentara.

-          Aquí tienes el desayuno, después de lo de ayer necesitas recobrar fuerzas.- me sonrojé y baje la mirada hacia el plato lleno de tostadas.

Pasó cerca de mí, me besó en la frente y se fue al dormitorio a vestirse para llevarme a mi casa. Recogí el desayuno en cuanto terminé y también fui a prepararme para irme.

-          ¿A qué hora tienes que ir a trabajar?.- dijo mientras cogía unas llaves de un cuenco que había en la entrada.

-          Pues a las ocho y media, son las siete así que creo que voy bien de tiempo. –dije con calma.

Bajamos en ascensor hasta la planta del garaje y allí nos acercamos a un flamante Mercedes clase A de color blanco. Me quedé anonadado.

-          ¿Es tu coche?. – dije aún con la boca abierta.

-          Sí, ¿no te gusta?, lo compré hace unos meses.- dijo Chris con aire despreocupado mientras abría con un mando y se subía dentro.

-          No es que no me guste. –dije al mismo tiempo que subía – es solo que me sorprende.

No hablamos más del tema durante el camino, solo necesitó la dirección de mi casa para introducirla en el navegador del coche y nos llevó  el solo hasta allí. Tardamos veinte minutos en llegar, pensaba que estaba más lejos de mi casa, pero estaba equivocado, tal vez ahí unas cuatro paradas de diferencia en metro.

Me bajé del coche dispuesto a despedirme de él, me acerqué a su ventanilla pero cuando llegué él ya se estaba bajando.

-          No pienses ni por un segundo que esta va a ser la última vez que me vas a ver. No te atrevas a despedirte de mí. Yo no soy un hombre de una noche y menos ahora que ya sé dónde vives y lo tengo guardado en el navegador. – no sonrío, lo decía completamente serio.

-          Chris, yo…necesito tiempo para pensar en lo que paso ayer, yo no estoy seguro de lo que soy…no quiero hacerte daño. – no sabía cómo iba a reaccionar ante eso.

-          ¿No sabes si eres gay? ¿Te refieres a eso? No me importa, piensa lo que quieras, en cuanto tenga un rato libre en el trabajo vendré a buscarte. – se acercó y me besó. No era un beso desesperado como los de la noche pasada, era un beso con cariño, suave y decidido.

No me tiempo de replicar, se subió al coche y desapareció en el camino al bosque que llevaba hacia la carretera principal.

Tal como había dicho, ¿volvería a verle? No quería pensar en ello ahora, tenía que darme prisa o llegaría tarde a trabajar.   


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).