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Cuando el destino se presenta con túnicas violetas estrelladas por JadeJary

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Notas del capitulo:

No debería publicar algo nuevo no habiendo terminado Intentémoslo una vez más, pero yo publico cuando quiero...

Era un día muy frío, y muy solo; en vacaciones de navidad en Hogwarts no habían muchos estudiantes que prefirieran quedarse en el castillo antes que volver a casa con sus familias como lo hacía Severus todos los años. En realidad no se le hacía demasiada tentadora la idea de tener que ver a su padre alcoholizado y su madre con expresión cansada y atormentada. No todo en vacaciones era malo, si bien Regulus y Lucius regresaban a sus casa, y el castillo se llenaba de luces extravagantes y canciones de temporada, lo bueno de todo era que la fascinación que Slughorn tenía con Severus le proporcionaba un pase al aula de pociones siempre que quisiera, así podría pasarse toda la víspera frente al caldero, que no sólo lo beneficiaba a él, sino al profesor Horace, que se quedaba con las pociones de él al no tener necesidad de conservarlas, con excelentes resultados, pues era su estudiante favorito, y un excelente pocionista.

Lo raro es la calidez que lo abrigaba, ya que el aula de pociones ente tantas cosas era conocida por lo fría que era, cualidad que hacía que conservara muy bien los ingredientes usados en las pócimas, pero también congelaba el aliento de más de un alumno. Aún así ese era su lugar, y Severus se desenvolvía con completa elegancia ahí, entre las raíces de valeriana, los calderos de peltre y las balanzas. Ya llevaba dos horas, y saldría para almorzar. Ese día no llevaba capa o corbata, tenía puesto un suéter viejo de un color esmeralda muy apagado, y la bufanda de Slytherin cubriéndole el cuello, las mejillas coloradas por el frío, al igual que la punta de la nariz, y en el interior de sus pantalones un reloj de bolsillo.

-Ya está –se felicitó a sí mismo cuando vio un perfecto filtro de muertos en vida frente a él-.

Pronto lo enfrascó, estaba muy orgulloso ya que esa poción no la haría hasta el año entrante, incluso sentía que podría hacer sus propias mejoras en la vez próxima. Guardó el filtro donde estaba su reloj de bolsillo, y miró la hora una vez más antes de salir. Cuando llegó al comedor no había mucha gente de Slytherin, muchos de sus estudiantes venían de linajes largos y familias prestigiosas, por lo tanto sus herederos siempre volvían a casa en vísperas de navidad. Sacó su libro de anotaciones, y leyó las hechas antes de hacer la pócima y tachó algunas.  Dumbledore estaba saboreando dulces muggles, y reía con los chistes de Hagrid, coreado por la falta de dignidad de la mesa de Gryffindor. Severus no se veía para nada bien, antes de ser dejado por Slughorn en la sala de pociones, este le dijo que lo notaba apagado, y era entendible teniendo en cuenta que suspiraba cada dos segundos. Incluso tenía menos apetito del que solía tener, que no era mucho.

Cuando terminó pasó por las mazmorras, con la chimenea y el silencio le resultaba más agradable matar el tiempo allí, y luego debía pasar por la oficina de Dumbledore, que lo citó para esa tarde, poco después del almuerzo.

 

Severus se acercó a la gárgola, Dumbledore le sonrió abiertamente, dijo “caramelos de limón” y la gárgola se corrió. Aunque ni se inmutó le sorprendió bastante que Dumbledore apareciera de manera súbita tras él, cortándole los pensamientos y la respiración. Sin cambiar la expresión entró a la oficina de Albus.

-¿Nunca probaste un caramelo de limón? –le preguntó extendiéndole una caramelera de cristal llena de ellas-.

Dumbledore se sentó en el sillón frente al escritorio donde antes reposaba la caramelera.

-Sí, aunque me resultan muy ácidas –Un día su padre se fue a pescar con unos amigos, y su madre le dio algunos, a ella le gustaban.  Era raro el gesto de amabilidad de su parte-, perdone, pero no sé porqué vine.

Dumbledore cruzó sus manos y se perdió en los cuadros de antiguos directores durmiendo en la pared sin fin visible.

-Se siente extraño cuando se extraña a alguien que en realidad deberías querer alejar…

-No lo entiendo –Severus ya estaba perdiendo un poco la paciencia, odiaba que desvaríe así el director.

-No te preocupes, Severus, sólo pensamientos de un pobre viejo… -sonrió.- Lo que te trae aquí no son más que buenas noticias.

Severus se sentó.

-No es una sorpresa que seas el alumno que más destaca en pociones, Horace me ha sugerido que seas su asistente en sus clases –por primera vez Sev cambió su expresión, no podía creer algo así. Y aunque le gustara hacer pociones prefería pasar desapercibido. Le incómodo el imaginar a todos viéndolo frente a la clase, como igual a un profesor… aunque también lo emocionó.- Pero, si fuese tan fácil no sería yo quien te esté dando la noticia. Por particularidades que prefiero guardarme, y propias esperanzas y creencias mías me veo obligado a pedirte unos favores a cambio, que te ayudarían a desempeñarte como un profesor igual o incluso más capaz de lo que lo es el mismo Horace Slughorn.

-Puedo hacerlo –contestó firme.

-Entonces estarás dispuesto a ayudar a los estudiantes que no tengan destreza en pociones, tanto en clase como en privado si yo así lo sugiero. Y Severus, te pido que no estés a la defensiva con tu director de escuela, créeme cuando digo que pensé fríamente antes de tomar esta decisión. Al terminar las clases limpiarás el salón, no puedes bajar tus notas en otras materias, aunque tú y yo sabemos que es tonto preocuparse por eso –le guiñó un ojo detrás del cristal con forma de media luna-. Como recompenza puedes usar el salón siempre que no esté disponible –el director con túnica estrellada de color violeta deslizó unas llaves hasta que quedaran frente a Severus, sonreía de costado pero con amabilidad, y él lo vio un poco cínico-, son tuyas, si aún las quieres.

Severus iba a tomarlas pero después lo dudó. Lo que Dumbledore le pedía era bochornoso y no creía poder hacerlo. Y ya en sí sin esas consecuencias sería perjudicial para él ser asistente de Slughorn. Vivía humillado por los merodeadores, y compartía pociones con ellos, no tenía ganas de sufrir más agresiones ni burlas, y esas llaves abrían las puertas a eso, aunque también podría ser como un profesor de pociones, y eso le gustó. En lo malo no sólo era ser el doble de humillado que antes, sino posiblemente trabajar con a solas con quienes lo humillaban, y con otros que se reían de él cuando lo humillaban. No era nada tentador. Pero en cambio podría tener el salón de pociones para él no solo en víspera de navidad o vacaciones, todo el año escolar, no importaba el clima, no habían condiciones, el salón de pociones sería suyo.

Por un momento se imaginó frente a un caldero, con la punta de la nariz y las mejillas rojas, con sonrisa discreta y despreocupada, con sincera paz y felicidad, frente a un caldero y humos de colores diversos, olores diversos y ese calor especial que sólo proporcionaba una poción a punto de terminarse, la calidez de la satisfacción que hace que no se te congelen las puntas de los dedos.

-Voy a pensarlo.

-De acuerdo –dijo Dumbledore.

Ambos salieron de la oficina, Severus para volver a las mazmorras y Albus para acompañarlo. Antes de salir el director había puesto las llaves en la túnica pero él no lo notó hasta que Dumbledore se las ofreció. Él negó a gestos pero Dumbledore insistió.

-Sabes, Severus… cada caso es particular –Dumbledore dejó las llaves en la mano abierta de Severus, y él no se resistió-. Te he estado observando mucho y es por eso que aproveché la propuesta de el profesor Slughorn para actuar como lo creo correcto. Aún así todos nos equivocamos, si es que somos humanos. Por eso si me demuestras lo contrario de cada caso lo rechazaré con gusto, y espero que sepas a qué me refiero.

-Está bien.

-O a quién.

-Está bien.

Él tomó las llaves y Dumbledore volvió a perderse en la gárgola.

-Viejo loco y sádico –murmuró cuando estuvo solo.

Miró las llaves y sonrió. Era cínico pero al menos podía sentirse más cómodo, y ahora tenía sus propias llaves. Las sintió como las llaves de algo realmente increíble, así debía ser para otras personas el tener las llaves de su primer departamento o las llaves de la casa donde vives con tus padres. Esas eran las llaves hacia el espacio de Severus Prince.

 

Faltaban dos días para que terminaran las vacaciones de navidad, y en esos dos días aún podría plantearse el cambiar de idea con respecto a la propuesta de Slughorn con las condiciones de Dumbledore. Ese día se pasó horas enteras en el salón de pociones, y por primera vez solo allí, no hizo ni un filtro, ni una cura, ni vio usos diferentes para ingredientes comunes, ni hizo anotaciones nuevas en su cuaderno. Se sentó en una de las sillas que estaban al frente del pizarrón y no dijo absolutamente nada en todo el día. Las ventanas tenían las persianas bajas por lo que no dejaban entrar luz, y se concentró en encerrarse en su mente. Detrás de él casi siempre se sentaban los idiotas de James y Sirius, y detrás de esos idiotas los idiotas de Remus y Peter… Y con ellos sus burlas, los susurros y la incomodidad, la vergüenza y las ganas de irse a otro lugar, ¿en serio iba a poder soportar eso en medio de la clase, parado justo frente a ellos?

De tanto estar sentado se le habían acalambrado las piernas, se paró en donde estaría de ser asistente de la clase. Frente al pizarrón, detrás de una gran mesa con un caldero de peltre y balanzas de cobre. Tomó unos libros y los puso sobre la mesa, y se dispuso a saber qué tan llevadero sería dar esa clase. Un punto a favor era que detrás de la mesa grande que usaba Slughorn podía hacer todos los gestos de nerviosismo que quisiese y nadie lo notaría, incluso ensayando jugaba con sus manos. Tenía la cabeza gacha y solamente veía sus zapatos, mechones del flequillo negro y sus manos moviéndose inquietamente.

-L-la poción despertares, también llamada o…ojoabierto –suspiró con pesadez, tomando todo el aire posible y expulsándolo en una gran bocanada-, usada para despertar a quien padezca de cualquier condición que no le permita estar… ¿despierto? También actúa como antídoto para el vida de muertos en filtros. ¡No! Bueno, sí… no, filtro de muertos en vida, funciona como antídoto para quien beba filtro de muertos en vida. Perdón.

Intentó alzar la vista, miró al frente, intentó erguirse, y nada. Instintivamente miró hacia donde se sentarían James y Sirius, y no pudo. Supo que fracasaría. Tomó las llaves del bolsillo de la túnica y las apretó, respiró, las volvió a guardar, volvió a respirar y aún así no supo qué hacer.

-No puedo. Aún tengo tiempo.

Escuchó cómo alguien golpeaba a la puerta, sin decir nada o moverse siquiera vio entrar a Dumbledore.

-¡Oh, joven Snape! Espero no se enoje, vi que no llegó a comer y supuse que estaría aquí.

Dumbledore tenía una túnica dorada con detalles en escarlata y un gorro de arlequín en amarillo y azul, cuando entró tenía un plato de comida en la mano y se quedó un momento mirando a Severus en el suelo, quien se había sentado al rendirse. Dejó el plato en la mesa junto al caldero de peltre.

-Veo que está tomando una decisión difícil. Y por lo que veo, es más difícil de lo que pensé.

-Siempre habla como si supiera más de lo que sabe, a veces creo que espera sacar información así.

Dumbledore rió.

-No sería una respuesta más que apta para el asistente de Slughorn. –El director se sentó en el suelo frío junto a Severus.- ¿Qué está pasando por tu cabeza ahora?

-No es que no quiera aceptarlo, sino que hay cosas que creo que me asustan. –Él no quería hablar de lo que sentía o pensaba, porque él nunca contaba esas cosas, pero era difícil no creer que sería totalmente inútil contarle sus problemas a un viejo como para no hacerlo.- No creo que vaya a aceptar, de todas formas.

-Es más fácil para uno sentirse incomprendido que aceptar que lo está, y no es tan difícil como crees. Mírame, soy un director viejo que usa túnicas brillantes, y creo Severus, que deberías aprender a usar túnicas brillantes. Los miedos están para recordarnos que podemos ser valientes. Todas esas cosas que te están queriendo detener ahora no son nada comparadas con el deseo de seguir adelante, porque si eres fuerte no va a importar quién se ría de ti, si no cuán sinceramente ríes con quien lo merece. Entonces, solo enfrentando lo que nos asusta podremos cambiar las cosas malas que merezcan otra mirada y tener mejores opciones. Por cierto, si no te apuras se enfría la comida.

Después del mejor guiño que le habría ofrecido se fue y Severus le agradeció que haya ido. Era más fácil confiar en alguien cuando hiciste bien en elegirlo, como entonces.

Después de hablar con Dumbledore se sintió más seguro, sólo necesitaba enviar una carta.

 

Para Regulus Black,

Perdón por no haber escrito antes, y perdón

por no responder tus cartas,

quiero que sepas que sí las leí.

Pero se me hace difícil porque aunque

no me guste decirlo te extraño un poco,

muy poco, y comunicarnos por cartas es

recordar que estás lejos, y como eres mi

mejor amigo aceptar que estás lejos es

aceptar que me siento solo.

No me gusta contar estas cosas y en

serio estoy considerando tirar esta carta

y no enviar nada.

Tienes que responderme mañana rápido,

en serio, lo más rápido posible.

Tengo algo que contarte, y estoy bastante

decidido pero aún así necesito que lo sepas y

necesito leer la respuesta antes de que mi

seguridad sea definitiva, si eso tiene sentido.

Slughorn y Dumbledore me pidieron si no podía

ser asistente de Horace en clases de pociones

y quiero aceptar de verdad, pero ser el centro de

la clase me daría mucha vergüenza, y eso hace que

necesite que me apoyes. Es algo que quiero,

pero el grupo de idiotas me asusta, y no sé…

tampoco creo que pueda hacerlo. No me veo

como un profesor pociones o un asistente siquiera,

sino como alguien que lee libros de

1000 hiervas mágicas y hongos en la biblioteca en silencio.

En fin, necesito tu consejo, o apoyo,

o sólo una respuesta…

Con temores,

                                         Severus Prince.

 

Ató la carta a la pata de una de las lechuzas de Hogwarts, y la vio partir.

Fue difícil intentar dormir, la panza le dolía de haber comido tanto por los nervios, y aunque hubiese comido bien tampoco habría podido dormir mucho. Cuando vio la lechuza a lo lejos abrió la ventana, desató el pergamino dela pata y prosiguió a leer.

 

Para el idiota de Sev,

No pienso perdonarte por haberme escrito

egoístamente dos reglones sobre tí.

Pienso que no deberían importarte el

grupo de idiotas, pero pienso que debería

importarte más tu amigo Reg, porque soy tu amigo.

Y si sólo me recuerdas

cuando corres un apuro entonces yo

tampoco voy a escribirte más. Idiota.

Ahora, no conozco a nadie más apto para algo

que tenga que ver con calderos que tú, ni a mí.

Hazlo o te arrepentirás, o haré que te arrepientas.

Severus, no tienes que pensar tanto cuando

ya sabes la respuesta.

Sólo hazlo, con valor

(En serio odio que me hagas escribir cosas

propias de un gryffindor, me da asco)

Te odio,

                                           Regulus Arcturus Black.

 

 

Listo. Era suficiente.

Con una sonrisa Severus pudo dormir, con el único pensamiento seguro que había dado fin a una semana dudosa “Odiosamente de verdad quiero ser asistente de las clases de pociones. Al Diablo con los merodeadores, al Diablo con todo aquel que quiera hacerlo dudar, porque Severus Snape ya había tomado una decisión”.

Notas finales:

Gracias por leer, no sé cuánto voy a tardar en publicar lo que sigue, pero ya empecé a escribirlo


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