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Flores por DanyNeko

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Notas del capitulo:

Esto es en realidad parte del Fictober en el que estoy participando.

Pero he decidido subirlo como one-shots o drabbles separados ya que algunos días del mes no son de shipps chicoxchico.

Así que, espero que disfruten los que subiré, el resto, por si quieren leerlo, está en mi Wattpad

:3

Siendo un espíritu sin memorias, Yami era, en esencia, como un niño pequeño y curioso.

Yugi lo sabía muy bien.

Y le parecía, en secreto, algo adorable.

A veces Yami prefería excavar en la mente de su compañero, para entender las cosas a su alrededor y no molestarlo tanto. Aunque Yugi le dijera siempre que podía preguntarle lo que deseara, la idea de pasar como un niño de tres años al que se le debe explicar todo el mundo no era muy atractiva para el espíritu del faraón.

No frente a su aibou.

Por ello, la mayoría de las cosas que Yami tendía a preguntar estaban relacionadas con las tradiciones, las ocasiones especiales, lugares específicos o los sentimientos e intenciones de las personas.

Hoy, era una mezcla de dos de esas cosas.

Ne, Aibou —le habló el espíritu a su lado, de brazos cruzados sobre el pecho y mirando con atención al mencionado y su tez de concentración — ¿Buscas algo en especial?

Yugi, que caminaba lentamente por el pasillo mirando con cuidado los estantes que lo rodeaban, solo le dedicó un asentimiento a su yami, el cual hizo un mohín disconforme ante la vaga respuesta.

—Aquí están —el suave susurro del oji-amatista, y la acción que le precedió, fue suficiente para borrar la expresión en el mayor y remplazarla con una mirada cálida que estaba llena de afecto hacía su luz.

Yugi se adelantó a una de las estanterías en específico y tomó de allí dos ramo de flores medianos. Uno de color blanco y otro celeste.

Las flores eran pequeñas y de hojas caducas -si el color ligeramente ámbar era una indicación-, pero los pétalos suaves estaban muy cerca unos de otros, haciendo parecer el ramo una gran flor de múltiples pétalos.

El pequeño duelista había juntado ambos ramos en sus manos para acercarlas a su rostro y olfatearlas con una dulce sonrisa.
Yami tuvo que luchar contra el inminente deseo de tomar una flor y acariciar con ella las mejillas de Yugi, en cambio admiró la pequeña escena, grabándola en su corazón.

El menor regresó a la parte frontal del la tienda y pagó los dos ramos, guardándolos en una bolsa grande, muy cuidadosamente, antes de salir de allí.

Aibou... ¿Te gustan mucho esas flores?

El aludido le respondió con una sonrisa —son Hortensias, Yami —explicó, sin importar que alguien lo mirara al pasar y pensara que estaba loco, hablándole al aire —son plantas ornamentales muy populares aquí en Asia y tienen un significado muy espiritual.

El espíritu egipcio ladeó la cabeza, inclinándose más cerca del hombro de su protegido para ver las flores — ¿Y qué significan?

—Simbolizan el camino hacia al paraíso.

El espíritu se quedó callado de repente. Si tuviera un cuerpo físico, habría tenido un escalofrío.

Siguieron caminando en silencio, con Yami dándose cuenta distraídamente de que no iban a casa.

En el portón de un terreno muy grande, cercado de muros grises, se encontraron con el abuelo, quien le dio un gran abrazo a su nieto y entró con él.

Yami observó cuidadosamente las lápidas de piedra repartidas por todo el lugar, con escritos grabados, y adornadas. Así como personas arrodilladas frente a estas.

Yugi y Solomon caminaron​ en silencio hasta una de ellas en particular, deteniéndose solo en un local para obtener algunas cosas, entre ellas un pequeño balde y un extraño cucharón de madera.
Solomon la admiró con ojos tristes mientras Yugi simplemente bajó la cabeza. Yami pudo sentir en su pecho la presión que le indicaba que su compañero estaba siendo presa de emociones muy fuertes.

El duelista se puso de rodillas frente a la lápida, donde había un par de jarrones los cuales el tricolor limpió, les retiró malas hierbas que habían crecido para luego empezar a acomodar con cuidado y dedicación las hortensias que había comprado.
Mientras, el abuelo utilizó el cucharón de madera para verter agua sobre la placa de piedra.

Inquieto por toda la energía pesada a su alrededor y la incomodidad creciente que estaba sintiendo emanar de Yugi, Yami se inclinó para leer lo que estaba escrito ahí.

"Mutō Suzume. 
Amada hija, esposa, madre y abuela.
Qué tus bellas alas hallen su camino al paraíso para que te reencuentres con todos los seres queridos que te aguardan y puedas cuidar a los que dejas atrás"

"¿Suzume?" Pensó para sí el espíritu, no queriendo perturbar de ninguna forma a su compañero... "¿Quién es?"

El abuelo encendió un incienso que provocó una mueca inmediata en su nieto, quien se esforzó por suprimirla mientras ambos juntaban sus manos en oración. 
Claro que no pasó desapercibido por Yami, el aroma era cálido y algo terroso mezclado con ligero toque a canela. Era... Nostálgico de algún modo.

Finalmente se fueron de allí. Solomon se detuvo a entregar el balde y el cucharón mientras que Yugi salió sin miramientos del cementerio para esperarlo fuera de este.

—Vamos a casa —ofreció en voz baja el hombre mayor, dando un paso y estirando una mano para parar un taxi.

Fue preocupante para Yami ver a Yugi, prácticamente hundirse en el asiento del auto, mirando a la ventana de forma dispersa. Era obvio que algo le pasaba a su pequeña luz, pero decidió que lo mejor sería esperar a que llegaran a casa.

Cuando eso sucedió, Yugi se disculpó con su abuelo y subió a su habitación para tirarse en la cama. Yami apenas estaba ordenando sus pensamientos sobre cómo empezar la conversación cuando los ronquidos apenas audibles de Yugi empezaron.

Yami parpadeó dos veces, mirándolo, antes de suspirar.
Con su mano acarició suavemente el cabello de su hikari antes de regresar a su habitación mental.

Ni siquiera miró las paredes y escaleras del laberinto, se dirigió a la puerta y la abrió, viendo al otro lado del pasillo la puerta abierta de par en par.

La cálida luz que emanaba lo atraía como las flores de primavera a las mariposas.

Qué lo condenaran por ello, pero Yugi siempre sería lo más valioso para él.

Cuando entró, el menor estaba de rodillas entre almohadas, dándole la espalda y usando un suéter por lo menos una talla más grande de la que le correspondía, de color blanco.

Yami caminó despacio y en silencio hasta él. Inclinándose un poco logró percatarse de que sostenía algo entre sus manos, tan fuerte, que estás temblaban.

Colocó sus manos sobre los hombros de su otra mitad, evitando decir algo hasta que Yugi fuera quien hablara primero.

—Yami —sin embargo, bastó que él mencionada su nombre de ese modo. Cómo si lo necesitara, cómo si él fuera tan importante como Yugi lo era para él, cómo si solo él pudiera ayudarlo en ese momento. Así, en un sollozo contenido.

Bueno, Yami haría lo que fuese por ver la sonrisa de su hikari.

Frotó delicadamente los hombros de Yugi, subiendo y bajando poco a poco, hasta abarcar sus brazos.

—Estoy aquí, Aibou —le murmuró dulcemente y se dio la vuelta para verlo de frente — ¿Quieres hablar?

Yugi lo miró desde abajo con sus grandes ojos perlados con lágrimas contenidas. Yami sintió un golpe en el pecho y antes de que lo supiera, estaba tomando en brazos al menor para sentarlo en su regazo.

Yugi no se quejó, dejó que lo movieran como a un niño pequeño, y sólo cuando estuvo acomodado entre las piernas de su oscuridad movió las manos, enseñando lo que había allí.

Un marco de fotografía.

Yami cubrió sus manos con suavidad, brindándole una sonrisa a su compañero. Una tierna y cálida sonrisa que solo el menor había visto en él. Entonces Yugi le dio la vuelta al marco y dejó la fotografía a la vista del otro.

En la imagen inmortalizada había una pareja. Un hombre de cabellos en punta y una dama rubia de pelo quebrado -de una forma que Yami pensó rápidamente en Mai- bastante claro y largo apenas hasta la clavícula.

—Solomon y Suzume —leyó el tallado en el marco antes de darse cuenta de que entre ambos sostenían lo que posiblemente era un bebé, envuelto en una manta de color celeste. Luego de mirar la imagen a detalle un minuto descubrió un juguetón destello amarillo que, supuso, sería del flequillo de su compañero — ¿eres tú? —quiso confirmar.

Yugi sorbió su nariz y asintió antes de apuntar con un dedo —ella era mi abuela Suzu.

Yami le dio una mirada dulce de comprensión —lo lamento, Aibou.

El menor volvió a asentir, mucho más calmado —murió hace varios años... La verdad, Yami, nunca me ha gustado estar en cementerios... pero no podía dejar ir solo a mi abuelo.

Yami asintió comprensivo —eres luz, aibou, ese lugar está lleno de energías muy pesadas; no es bueno para ti permanecer mucho tiempo allí. Necesitas un buen descanso —lo atrajo a su pecho.

Yugi se acomodó contra él sin decir nada. El marco en sus manos cambió por un ramo de hortensias blancas, como las que dejó momentos atrás en aquella tumba —a mi abuela le gustaban mucho las flores.

Yami no pudo evitar una sonrisa ante su tono somnoliento — ¿Sí?

El menor asintió con un bostezo —me enseñó muchos tipos de flores, y lo que significan.

El espíritu dio rienda suelta a un pequeño deseo que había tenido más temprano y sacó una de las flores del ramo para acariciar con ella la mejilla de Yugi.

Obtuvo unas tiernas risas en respuesta — ¿puedes darme un ejemplo?

Yugi dio otro bostezo —mmm, los girasoles —el ramo de hortensias cambió a uno de la flor mencionada —representan al sol, la fuerza y seguimiento de metas —Yami tocó el gran centro de la flor amarilla con inocente curiosidad, haciendo sonreír a Yugi —las magnolias representan el amor por la naturaleza —los girasoles fueron reemplazados ahora por flores de pétalos redondeados color rosa degradado a blanco.

—Se nota que también te gustan, aibou.

Yugi sonrío más, con los ojos luchando por no cerrarse. Las magnolias desaparecieron y está vez fue una hoja de papel la que apareció en sus manos —mi abuelita me explicó muchas clases de flores... Teníamos un pequeño jardín...

Y los ojos morados se cerraron a la inconsciencia.
Yami sonrío moviéndose para dejar a Yugi acostado y lo cubrió con una manta ligera.

Al levantarse, miró la hoja. Se trataba de una lista pero era muy obvio que la letra no era de Yugi —será de su abuela... —se sentó a un lado de su pequeño protegido y empezó a leer la lista de flores y su significado.

-o-

Al día siguiente, Yugi se levantó más tarde de lo que pensaba. Además, se halló a sí mismo envuelto en una sábana, cosa que no recordaba haber hecho ayer.

Se frotó los ojos perezosamente antes de rozar con sus dedos la pirámide dorada que era tan valiosa para él y se sentó en la cama —buenos días, Yami —saludó en un pequeño bostezo adorable.

Cuando no recibió la respuesta habitual, el pequeño se espabiló aún más. Miró a su rompecabezas confundido y luego paseó su mirada por su habitación, deteniéndose abruptamente en su escritorio.

Allí había un manojo de flores, envueltas en una cinta de un profundo azul oscuro que contrastaba bien con sus pétalos.
Yugi se levantó, dudando por un momento sí seguía dormido y esto era solo un sueño. 
Caminó lentamente hasta la mesa y levantó con cuidado aquel pequeño arreglo floral, como si temiese que este iba a desaparecer ante su toque.

Una inspección más detallaba junto a un suave olfateo le confirmó que se trataba de orquídeas.

Seis orquídeas para ser preciso.

Una rojas, dos rosadas y tres blancas.

El rubor no tardó en alojarse en sus mejillas y su corazón empezó a revolotear cuál colibrí en florecimiento.

Hundió cuidadosamente la nariz y parte de su rostro entre los pétalos que aún guardaban algo se rocío y se permitió una sonrisa boba.

Buenos días, aibou —finalmente le contestó el responsable de su estadio, deslizando sus manos por los brazos ajenos. Esta vez no en consuelo, si no en un afectuoso abrazo. Yugi saltó ante esto —disculpa, no fue mi intención asustarte.

Yugi agradeció silenciosamente estar dándole la espalda, para que el espíritu no viera su sonrojo persistente. 
Negó con la cabeza de forma un poco brusca, pero dándole a entender a su yami que todo estaba bien.

— ¿Te gusta... mi obsequio, Aibou? —preguntó con algo de timidez, impropia de él.

El menor suspiró profundamente y se convenció de darse la vuelta —mou hitori no boku —Yami se quedó pasmado cuando esos hermosos ojos brillantes hicieron contacto con los propios —muchas gracias... me encanta —aceptó apenado, abrazando cuidadosamente su regalo.

Yami no pudo contenerse. Se inclinó despacio y presionó sus labios contra la mejilla de su compañero, dónde la noche anterior usara una flor.

A Yugi se le subieron aún más los colores al rostro —i-iré a buscar un jarrón para colocarlas... A-ahora vuelvo —logró decir entre tartamudeos, y se apresuró a salir de su habitación, dejando tras de sí a un espíritu con una sonrisa más que satisfecha.

 

 

*Suzume significa gorrión, por eso la inscripción de su tumba.

*El significado de la flor orquídea realmente depende mucho del color de la flor aunque en general todas evocan el amor y la sensualidad. La orquídea roja significa pasión y deseo sexual, las rosas son sinónimo de femineidad y sensualidad y las blancas significan la pureza del amor.

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado

Estaré subiendo varios OS este mes (si es que doy para terminar el Fictober xD deseenme suerte)

Nos leemos ^^/ 

Ja ne~nya.


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