Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cyalume por Kitty Pasta

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Esta historia es un proyecto especial para mí, para poner a prueba mis habilidades. Como muchos saben octubre es el mes del Inktober, un desafío preparado para los dibujantes; no soy dibujante pero quería participar igual, así que decidí adaptarlo y escribir una historia corta ambientada en Halloween. Serán cuatro capítulos, uno por cada semana del mes. Espero que puedan apoyarlo y compartirlo si les gusta, de verdad no saben lo mucho que estos personajes representan. 

Notas del capitulo:

Cyalume es un chico valiente, decidido y de corazón romántico. Su meta en la vida es ser tan increíble como su mamá, la reina de los undercats... y está por tener su primera gran oportunidad para demostrar de qué está hecho.

Durante muchos milenios, más de los que podían contarse, los gatos del inframundo habían sufrido una existencia dura, con más incidentes que cualquier otra raza demoníaca. La razón era, paradójicamente, su inmensa bondad.


El inframundo, o infierno para los humanos, era un lugar rudo poblado por diferentes tipos de seres malévolos. Estaban los Diablos, seguidores de Lucifer, famosos por torturar almas humanas; las Súcubos, que seducían hombres y los forzaban a tener sexo hasta el agotamiento; los Íncubos, depredadores sexuales tan rapaces como sus hermanas; las Necronomitas, que usaban sus misteriosos poderes para poseer personas. Pero a pesar de sus temibles reputaciones, ninguna de esas razas había sido tan peligrosa para los Undercat como los Underbeast: al igual que ellos tenían apariencia humana, excepto por los largos cuernos oscuros, y así como ellos podían transformarse en gatos, los underbeast podían convertirse en bestias enormes de gran fuerza bruta. Pero a diferencia de ellos, que eran pacíficos por naturaleza, los underbeast eran guerreros crueles que no entendían otro lenguaje que el de la lucha. Como sus reinos eran limítrofes, los conflictos estallaban casi a diario. Los underbeast consideraban que los undercat eran indignos de ser llamados demonios, porque ningún demonio respetable actuaría con bondad. Además, el rey bestia ambicionaba extender su dominio, por lo que cada vez que podía invadía el hogar de los gatos y creaba el caos, destruyendo los poblados, aniquilando a sus habitantes y tomando por la fuerza aquello que deseaba. Los undercat no tenían gobernante, tan solo un consejo de sabios que con pesar reconocía no saber cómo detener la invasión de sus brutales vecinos. Cuando ya habían perdido toda esperanza de librarse de ellos, ocurrió un milagro: una misteriosa mujer apareció en el corazón del reino, envuelta en ropajes blancos desgarrados y con graves heridas en el rostro y en el cuerpo. A pesar de estar en guerra, diezmados y hambrientos, los undercat cuidaron de la mujer, la alimentaron y la vistieron, hasta que ella recuperó la conciencia y pudo hablarles. Se trataba de Selena, una antigua deidad lunar que cayera a las profundidades del inframundo tras que un gran cataclismo asolara la Luna. Llena de gratitud por la bondad de sus salvadores, Selena enfrentó sola las hordas de los underbeast y los derrotó uno a uno, hasta que el propio rey bestia tuvo que inclinarse ante ella rogando piedad.


-¡Wahh, me encanta esa historia!- exclamó el pequeño Cyalume, incapaz de terminar de oír sin batir las palmas para mostrar su contento. Su preceptor le sonrió con indulgencia y dijo, con voz tranquila:


-¿Quiere saber el final o no, Alteza?


-¡Sí, por favor! ¡Continúa!


El undercat tosió y continuó leyendo a su absorto pupilo:


Al verlo humillado ante ella, Selena decidió perdonarle la vida al rey bestia, pero solo si éste se marchaba para siempre de la vida de los undercat. Aquella historia se hizo conocida a lo largo y a lo ancho del inframundo y desde entonces ya nadie volvió a burlarse, ni a intentar atacarlos, respetando el poder de la diosa que había decidido luchar por ellos. Los undercat sobrevivientes estaban tan agradecidos con Selena que le suplicaron que se convirtiera en su reina, algo que aceptó gustosa, ya que había encontrado junto a ellos un nuevo hogar.


El reinado de Selena perdura hasta el día de hoy, y de las cenizas de un pueblo abatido surgió un poderoso reino dentro del inframundo, próspero y respetado, gracias a la sabia dirección de la diosa de la luna y la oscuridad. El viejo palacio fue reconstruido y nombrado como Palacio de la Luz Eterna, en homenaje a aquella que había caído como un rayo de luz en el momento de mayor oscuridad para los undercat.


-¡Eso es! ¡Eso es!- volvió a chillar Cyalume.- ¡Somos un gran reino, y todo es gracias a mi mamá! ¿No es verdad?


-Así es, Alteza. Gracias a su señora madre la reina, es que hoy en día podemos vivir en paz y prosperidad. Ella es la más sabia de las mujeres, y con su poder nos protege a todos. Por eso ya no existen las guerras para nosotros. Nadie se atrevería a desafiarla.


-¿Yo voy a ser fuerte como ella?


-Seguramente sí, Alteza. Cuando sea mayor.


-Quiero ser mayor pronto- decidió Cyalume abrazando su peluche y agitando su cola.- Quiero ser grande para proteger a mi mamá y a todos los undercat.


Faris, el preceptor que se encargaba del cuidado y la educación del príncipe Cyalume, sonrió con benevolencia al escucharlo. El pequeño lucía como todo un gatito, pero había heredado la fiereza de su madre y no dudaba que en el futuro se convertiría en un gran líder. Después de charlar un rato más lo obligó a acostarse, lo arropó y le deseó las buenas noches. Cyalume protestó un poco, pero no tardó en quedarse dormido y soñar con ese futuro en el que él ya era grande, y luchaba por la paz igual que Selena. Aunque era pequeño, ambicionaba con toda el alma convertirse en un hombre valiente y noble que llenara de orgullo a los suyos.


(...)


Nueve años después su modo de pensar no había cambiado para nada. De hecho, estaba más decidido que nunca a marcar la diferencia y ser un ejemplo a seguir por los demás.


Acababa de cumplir diecisiete años. Eso significaba, según las leyes de los undercat, que ya era mayor de edad y por lo tanto debía servir al clan de acuerdo a su posición dentro de él. Si hubiera sido un gato común, hubiera buscado cualquier trabajo que le permitiera contribuir a su sociedad, pero como era el príncipe su deber de representar al clan sería más complicado y también más necesario. Nervioso, pero decidido, se acicaló lo más posible y salió de su cuarto para ir a la sala del trono, donde su madre lo aguardaba.


-¡Ah...! ¡Buenos días, príncipe Cyalume!-lo saludaron con formalidad los guardias del pasillo, haciéndole una reverencia que no concluyeron hasta que hubo desaparecido de la vista. La misma escena se repitió varias veces de camino a la sala del trono, y él saludó con cordialidad a todos, consciente de lo que representaba para cada uno de esos hombres. El futuro. Al ser hijo de Selena había heredado su fuerza divina, y aunque ya con eso era suficiente para garantizar la seguridad del reino había algo más, que no le gustaba decir por pudor pero que vio reflejado en los ojos de muchos undercat a lo largo de su vida. La adoración. Aquellos hombres lo deseaban y él lo sabía.


Todos los undercat eran atractivos, pero él sobresalía con facilidad gracias a su sangre mezclada. Medía 1,75 m, era delgado y de buenas proporciones, con una cintura fina y una piel color caramelo envidiable. Su cabello chocolate oscuro era sedoso y liso, bastante corto, tan brillante que daban ganas de acariciarlo. Su fisonomía era delicada y hermosa, casi como la de una mujer, con sus labios prominentes y hermosos ojos color castaño claro. Su cola y orejas de gato eran del mismo color chocolate que su pelo e igual de brillantes. Aunque no hubiera tenido un espejo en su vida, no lo necesitaba: la forma hambrienta en la que lo miraban otros le decía a las claras que era un espécimen de undercat particularmente guapo y deseable. Una vez incluso oyera decir a unos guardias de su madre que con gusto cambiarían su rango de soldados para volverse criados, si con eso podían estar cerca suyo y asistirlo de forma privada. El recuerdo lo hizo sonrojar un poco pero al punto se rehízo, puesto que ya había llegado a las inmaculadas puertas de la sala del trono. Dos guardias de orejas y cola negra la custodiaban, con sendas lanzas de alabastro. Ellos también se inclinaron ante él.


-Deseo ver a la reina- solicitó de modo formal.- Ella me espera.


-Muy bien. Adelante, su Alteza- contestaron al unísono y descruzando las lanzas para que pudiera pasar. Cyalume entró y procuró mantener la dignidad, aunque seguía siendo difícil en aquella sala de inmensas proporciones y brillo sin igual. Era allí mismo donde, muchos milenios atrás, Selena cayera de la luna tras el cataclismo, dejando el lugar impregnado con su energía. Incluso para él era difícil no sentirse sobrecogido ante tal emanación.


-Madre...


-Bienvenido, Cyalume. Ven, acércate a mí para que podamos hablar.


Cuando era niño, solía correr hacia Selena y sentarse en su regazo, riendo, jugando y faltando a todas las reglas protocolares habidas y por haber. Pero, ahora que era un hombre, se inclinó respetuosamente ante su madre hasta que ella lo autorizó a erguirse, y recién allí se acercó más y se sentó en el pequeño trono junto al real, hecho de la piedra lunar más blanca y refulgente. La propia reina era blanca y refulgente: su piel era traslúcida, su vestido blanco era amplio y vaporoso como las nubes y su larguísimo cabello de plata caía como una cascada junto a ella, enmarcándola en un cuadro de absoluta perfección. Solo sus ojos eran idénticos en color y forma a los de su hijo. Por lo demás, eran dos criaturas muy diferentes en lo que refería a aspecto físico, pero iguales en sus virtudes y creencias.


-Aquí estoy tal y como prometí, madre. Me dijiste que querías hablar de algo serio conmigo, así que estoy listo para oírlo. Sea lo que sea.


-Tienes una gran disposición, querido. ¿No te has preguntado de qué quería hablarte?


-Desde luego. Por eso estoy aquí.


Selena se tomó unos segundos para apreciar la actitud de su hijo y luego empezó.


-Hijo mío, aunque mi corazón de madre diga lo contrario, eres ya todo un hombre. Basta con mirarte para saberlo. Y, pese a mis preocupaciones, creo que ya es hora que tomes parte activa en el nuevo proyecto que presenté al Consejo. Me refiero, por supuesto, al plan de investigar a los humanos para aprender todo lo posible sobre ellos. Fue aprobado por unanimidad.


-Wau... ¿lo dices en serio? ¿Acercarse a los humanos?


-Sí.- Estaba tranquila y segura, y se explayó sin problemas sobre el asunto.- Mi idea es aprender tanto como se pueda sobre los humanos, sus costumbres, su modo de vida, todo, para poder relacionarnos mejor. Aunque nuestra vida en el inframundo ha mejorado y seguirá mejorando, siempre seremos diferentes. No utilizamos artes oscuras, no nos aprovechamos de los vivos ni los arrastramos al mal camino, y eso me hizo pensar que somos los únicos que no saben mucho sobre ellos. Casi todos los demonios se aprovechan de los humanos, los obligan a hacer cosas grotescas o incluso roban sus almas. ¿No deberíamos entonces hacer algo para ayudarlos? Como la única raza demoníaca que aboga por la paz y el entendimiento, ¿no deberíamos tender la mano a los mortales y hacernos sus amigos?


-¡Que idea tan brillante, madre!- elogió Cyalume entusiasmado.- Es verdad que sabemos muy poco sobre ellos. Pero si averiguamos más, podríamos acercarnos y confraternizar, y hacerles ver que no están solos.


-Exacto. Por eso es que, de a poco, he ido enviando grupos de Exploradores al mundo humano para que investiguen y tomen algunas impresiones. Gracias a eso ahora tenemos datos elementales y básicos sobre la sociedad humana, lo suficiente como para enviar gente más preparada a continuar con la siguiente fase del plan, que es el contacto directo con los humanos. ¿Me sigues?


-¡Sí, sí! Cuéntame más.


-Tenemos un puesto de avanzada en una ciudad llamada Aristra, un lugar con mucha actividad comercial según nuestros informes preliminares. El consejo sugirió, y yo estuve de acuerdo, que ya era hora de enviar algunos hombres que se queden a vivir en Aristra, y así efectuar una investigación más profunda. Los exploradores se quedan unos días. Los investigadores se quedarán varias semanas, o meses, según la situación lo amerite. Y, como te podrás imaginar a estas alturas, fuiste elegido para ser uno de esos investigadores. Quiero que viajes a Aristra y aprendas todo lo posible sobre la cultura humana, en especial en estas fechas en que (según sé) hay una importante festividad por celebrarse. Aprender sobre esa festividad podría ser clave para entenderlos mejor.


-¿Viajar al mundo humano?- sonaba casi tan sobrecogido como cuando era niño y su madre lo dejaba jugar en su trono.-¡Sería... sería todo un honor ayudar en este proyecto!


-¿Entonces estás de acuerdo en participar?


-¡Ya lo creo!- su cola empezó a agitarse sin parar por la emoción.- Solo dime como y cuando y estaré listo, madre. ¿Qué debo preparar? ¿Hablo con el Consejo? ¿O leo los informes de los exploradores?


El entusiasmo de Cyalume hizo sentir orgullosa a Selena, que se paró y le dio un sentido abrazo a su hijo. El príncipe se sonrojó de felicidad por la muestra de cariño pero se rehízo pronto, decidido a actuar con el aplomo que aquella misión requería.


-Sabía que no me defraudarías, querido Cyalume. Si estás tan bien dispuesto, no hay razón para perder tiempo. Partirás hoy mismo al atardecer. Hasta entonces, puedes estudiar los informes de que disponemos y hablar con el jefe de los exploradores, que acaba de volver al Palacio. Ya lo he mandado a llamar, así que en cualquier momento aparece.- Sonrió.- Se muere por verte.


-¿Se muere por verme? ¿Y quién...?


De repente un sonido fuerte indicó que las puertas habían vuelto a abrirse, y Cyalume volteó a ver quién era. Cuando lo reconoció, sus orejas se estiraron y su cola se alzó de nuevo agitada. Una sonrisa iluminó su rostro de punta a punta.


-¡Faris! ¡Has vuelto!


-Hola, su Alteza... que gusto que me recuerde- saludó con discreción el ex preceptor real, ahora todo un respetable capitán de la Guardia de Exploradores. Contaba veintinueve años y estaba en el apogeo de su vida, más el cariño que le profesaba Cyalume no reconocía de rangos y lo abrazó con la misma naturalidad que cuando era un chiquillo.


-¿Cómo no voy a recordarte? Fuiste mi tutor y mi mejor amigo durante años... ¡qué alegría ver que has vuelto! Pensé que te quedarías para siempre en el palacio de la frontera.


-Bueno, no, Alteza. Solo fui allí a cumplir con mi entrenamiento. Lamento si lo preocupé.


-¿Pensaste en mí?


-Por supuesto, Alteza. Mucho.


-Cyalume, hijo mío... si no sueltas a Faris no podrán moverse- señaló la reina divertida ante la actitud de su hijo, que de inmediato se sonrojó y soltó al capitán. Aún así siguió mirándolo con infantil placer, recordando uno y mil momentos vividos a su lado. No había cambiado mucho, excepto que el entrenamiento le había dado más músculos y su cabello lucía un poco más claro, de un bonito tono arena. Supuso que debía haberse vuelto muy popular.


-Entonces, ¿tú vas a instruirme para que pueda ir al mundo humano?


-Así es, Alteza. ¿No le parece gracioso? Una vez más será mi tarea cuidar de usted y enseñarle todo lo que sé. Espero cumplir con sus expectativas.


-Si Cyalume ha de partir hoy mismo, les sugiero que vayan yendo- apuntó Selena- aprovechen todo el tiempo que les queda, y Faris, te agradezco una vez más todo tu esfuerzo.


-Por favor, Majestad, solo cumplo mi deber- aseguró Faris orgulloso- pondré todo de mí para cumplir con esta misión de forma satisfactoria.


Tras hacer una reverencia de despedida Cyalume y Faris salieron de la sala del trono, y una vez lejos de la mirada de su madre el joven príncipe se colgó del brazo de Faris, sorprendiéndolo, pues era un gesto típico de su infancia cuando quería que le prestara atención.


-¿Alteza...? ¿Le sucede algo?


-¿Qué me va a suceder?- reprochó agarrándolo más fuerte, y haciendo un mohín para nada acorde con su dignidad real.- Hace casi seis años que te fuiste del palacio. Te extrañé. Y tus cartas eran raras, muchas veces sentí como si me hubieras olvidado. ¿Y ahora regresas así de repente, sin avisar? ¿Cómo te atreves?


-Alteza...- se sentía culpable por las palabras de su viejo pupilo, pero no había forma de negar que tenía razón. Así que simplemente agachó la cabeza y pidió disculpas.- Lo siento muchísimo, príncipe Cyalume. Tiene razón. Fui muy desconsiderado con usted, y está en todo su derecho de enojarse conmigo. Solo le pido que por favor no dude de mi cariño por usted. Nunca lo olvidé, servirlo fue una dicha que tendré siempre en mi corazón por muchos años que pasen.


-Ay... cuando hablas así... no hay quien se enoje contigo- concluyó Cyalume sonriendo de nuevo y soltándole el brazo.- Está bien, te perdono. ¡Pero ya verás cuando regrese del mundo humano! Tendrás que esforzarte mucho para que volvamos a ser los amigos de antes.


-Por usted haría cualquier cosa, Alteza. Téngalo por seguro.


Cyalume sonrió, conforme con esas palabras.


-¿Y bien? ¿A dónde vamos ahora?


-La reina ha tenido la generosidad de mandar prepararme aposentos en el ala este del palacio, teniendo en cuenta que acabo de volver. Si gusta seguirme, en mi estudio he dejado todo el material de investigación que he ido recopilando.


Cyalume estaba demasiado feliz con el reencuentro como para notar nada raro, pero lo cierto era que a su paso se iban suscitando miradas extrañadas, y murmullos, ya que muchos de los habitantes del palacio nunca habían visto a Faris y por lo tanto les llamaba la atención verlo tan animado con alguien. Una vez dentro del estudio privado del capitán, la tarea de aprender y memorizar varios documentos de importancia lo absorbió por completo y su alegría por el reencuentro pasó a segundo término. Así estaba bien, pensó Faris viéndolo con fijeza. El príncipe tampoco había cambiado en lo que a su personalidad se refería, y eso podía ser un poquito intenso.


-Okey, entonces dices que con esto... ¿ya sabré manejarme allá arriba?


-Así es, Alteza. Un hombre inteligente como usted no tendrá problemas en adaptarse rápido. Solo recuerde acatar estas normas de convivencia, no generar escándalos públicos y mantener una actitud neutral ante todo. Probablemente habrán muchas cosas que lo sorprendan, pero usted recuerde mantener siempre la compostura. No puede darse el lujo de reaccionar con extrañeza ante algo que para los humanos es común, porque llamaría la atención.


-Muy bien, lo tengo. ¿Y mis atributos?


-Escóndalos. Los humanos carecen de cola y orejas de gato, así que si lo ven con ellas podría generar pánico en la población. Por lo mismo, procure ser discreto si se transforma. Nadie debe verlo. Si por accidente alguien lo ve, diga que es un disfraz de Halloween y trate de escabullirse lo más rápido posible para esconderlos de nuevo.


-¿Un disfraz de qué?- preguntó sin entender.


-Halloween- repitió Faris tomando asiento.- Dígame, ¿su madre no le comentó algo acerca de una festividad humana que está por celebrarse?


-Sí, lo hizo. Remarcó que podía ser importante.


-Ya lo he averiguado. Esa festividad se llama Halloween, y está haciéndose muy popular por diferentes países. Si bien no estoy seguro de qué trata, parece implicar disfraces, calabazas y objetos relacionados con el terror. Se celebra...- consultó sus notas.- La noche del 31 de octubre, pero ya desde el primer día del mes pueden verse decoraciones alusivas y demás. Lamento no tener algo más preciso que ofrecerle como guía.


-¡No por favor, Faris, con esto es más que suficiente! Se supone que la investigación profunda debo hacerla yo, así que no te preocupes. Iré a Aristra y averiguaré lo que es Halloween.


-De acuerdo. Ahora, Alteza, hablemos de su historia...


-¿Cuál historia?


-Si va a relacionarse con otras personas, necesitará una historia para contar. Quién es, por qué llegó de repente a la ciudad, etcétera. Una identidad, vamos.


-Muy bien, ya entiendo. ¿Se te ocurre algo?


-Ya lo habíamos pensado- respondió Faris, práctico.- Usted simplemente dirá que está de vacaciones en la ciudad. Al ser un lugar con mucha actividad turística no será difícil de creer, y explicará por qué solo va a quedarse un mes. Si llega a intimar demasiado con alguien y surge el tema de la familia, diga que viven en el extranjero y que su madre es una empresaria muy ocupada, y por eso viajó solo. Si tiene dudas, improvise en base a eso, pero recuerde que debe proteger su verdadera identidad.


-Nadie sospechará nada- aseguró Cyalume con férrea determinación. Motivado, le dirigió una mirada profunda a Faris y le sonrió con cariño.- Quédate tranquilo, Faris. Cuando vuelva en un mes, te sentirás orgulloso de mí y de mi trabajo.


-Yo ya estoy orgulloso de usted, Alteza.


-Pues lo estarás más. Haré que se caiga la baba de admiración por mí.


Faris se removió incómodo en su asiento. El príncipe era tan...


-Alteza, debo sugerirle que vaya yendo a sus aposentos y ordene que le preparen su equipaje. Si puede, descanse un poco. Lo espera una noche agitada.


-¿No quieres acompañarme?


-No... no sería apropiado- contestó con tanto aplomo como pudo, señalando su escritorio.- Aún tengo mucho trabajo que hacer. Pero no se preocupe, iré a verlo uno vez más antes de su partida.


-Oh... está bien. Me voy. Nos vemos luego...


Cyalume se marchó alicaído y Faris suspiró al quedarse solo, pues sabía que era su culpa. Después de tantos años de estar separados, el príncipe seguramente había esperado una reacción más emotiva de su parte. Pero no podía. Aquel elegante y hermoso joven ya no era el niño al que él arropaba por las noches, y si actuaba de la misma forma el resultado definitivamente sería otro. Debía recordarlo y actuar con la madurez acorde al caso, ya que evidentemente el príncipe no era capaz de mantener una distancia apropiada. Con un nuevo suspiro apartó eso de su cabeza y se puso a trabajar.


(...)


Como era usual, los criados no le permitieron tocar ni una camisa: en cuanto dijo que debía preparar su equipaje, ellos se lanzaron solos a la tarea y lo conminaron a sentarse cómodamente en la terraza de su habitación, beber una copa y relajarse. Sabiendo que era inútil discutirles, Cyalume se recostó a pensar mientras ellos elegían con gran competencia el contenido para su viaje.


Su misión lo entusiasmaba y no veía la hora de partir, pero le hubiera gustado no tener que hacerlo con aquel malestar en el estómago. Sentir que Faris lo evitaba era un sentimiento doloroso, porque en lo que a él respectaba seguía queriéndolo mucho y deseaba recuperar su relación de antes, tan cordial y cariñosa. Con eso en mente, dejó su bebida, se paró y se golpeó las mejillas, dispuesto a no dejarse deprimir y a trabajar duro.


"¡Bien! Si quiero impresionarlo para que seamos amigos de nuevo, debo esforzarme más. Se acabaron las niñerías, debo cumplir la promesa que acabo de hacerle y convertirme en un hombre digno de su admiración. Así volverá a hablarme con normalidad."


Con decisión entró a su cuarto y recogió algunas cosas que sus criados habían dejado a la mano, por si quería acicalarse antes de partir. Quería. Para dar lo mejor de sí mismo, lo primero sería revisar su apariencia hasta lucir impecable.


(...)


Como la misión no era un secreto exactamente, las puertas del salón del trono estaban llenas de undercats que querían despedirlo, en una clara demostración de amor que lo emocionó. Abrazó y estrechó las manos a muchos de ellos, hasta que por fin entró y la puerta fue cerrada para la apertura del portal que oficiaría su madre. Dentro de la sala no había mucha gente aparte de la reina: estaban dos de los sabios mayores del Consejo, cuatro guardias y el capitán Faris, y él agradeció que no hubiera más porque no quería que vieran lo nervioso que estaba en realidad. Al acercarse a su madre, ella le tendió una mano y a hacerlo su cabello se movió; aquel brillo plateado pareció inundarlo todo a su alrededor. Parpadeó un poco antes de enfocarse en ella.


-Ha llegado la hora, Cyalume. ¿Estás preparado?


-Sí, madre. Sin dudarlo.


Su tono no ocultó del todo la verdad, por lo que el capitán se le acercó y le apoyó una mano en el hombro. Ese contacto lo tranquilizó.


-Lo hará bien, Alteza. Confíe en usted mismo.


-Abriré el portal para que puedas pasar al mundo humano- anunció Selena. Acto seguido se giró hasta quedar de cara al trono, y extendió las manos hacia él: la energía que brotó de ellas cambió la forma del mismo, desintegrándolo en miles de partículas de luz. Sin mayor esfuerzo ella guió a las partículas para que formaran un portal ovoide blanco, más allá del cual estaba el misterioso mundo de los mortales. Cyalume tragó saliva y dio un paso adelante.


-Que la luna todopoderosa guíe tus pasos, hijo mío. Ve, cruza el portal y no temas, pues todos los undercat te respaldan. Y yo también.


Al príncipe se le hizo un nudo en la garganta, y se volteó despacio para ver a Faris como cuando era pequeño. El capitán quiso estrecharle la mano para despedirlo, pero Cyalume tiró de su manga y lo abrazó, y al hacerlo pudo sentir que temblaba un poco. No hubiera estado bien rechazarlo en esa situación, así que correspondió a su abrazo para animarlo.


-Tenga ánimos, príncipe. Piense que este era su sueño desde chico, convertirse en un hombre de bien para servir al clan y traer paz a todos.


-Es cierto... vaya que me conoces, ¿no?- Sonrió levemente y levantó su cola, señal que Faris supo interpretar. Levantó la suya propia para enlazarla con la de Cyalume, un gesto que indicaba intimidad y confianza más allá de toda duda, y con eso logró que dejara de temblar por completo.


-Vaya tranquilo, Alteza. Todo saldrá bien.


-¿Me escribirás?


-Seguiré de cerca sus progresos, no tema. Quizá me de una vuelta para ayudarlo si es necesario.


-Príncipe. Es hora- intervino uno de los sabios. Cyalume soltó a Faris y asintió, y esta vez avanzó sin vacilar hasta el portal. Solo se detuvo una vez más para mirar a su madre a los ojos y hacerle una reverencia.


-Adiós, madre. Gracias por todo lo que has hecho.


-Adiós, Cyalume. Gracias por todo lo que harás.


(...)


En el hermoso atardecer de Aristra, la gente, que iba y venía alegremente por las calles, no advirtió a un pequeño gato color chocolate que había aparecido de la nada. Un gato de ojos claros que llevaba un bonito lazo naranja al cuello.


Cyalume llegó hasta un parque y se escondió en los arbustos para destransformarse. Al hacerlo, respiró por primera vez el aire del mundo humano y una gran sonrisa iluminó su cara.


-Finalmente lo hice... ¡lo hice! ¡Estoy en el mundo humano!


Estaba tan emocionado que salió del arbusto y empezó a correr por el parque como un niño, mirando para todos lados con éxtasis y sin advertir que llevaba sus ropas de príncipe. Bueno, tal y como le dijera Faris no importaba, porque podía pasar por un disfraz. De hecho, vio a varias personas llevando ropa estrafalaria y nadie les decía nada. Tanto mejor. Decidió ir más despacio para ver mejor las cosas, y así logró aquietarse.


Los humanos se veían iguales a él en el físico, así que no fue un gran choque. Sin embargo, su manera de comportarse los unos con los otros era distinta, y con prudencia fue observando todos los que se cruzó por el sendero principal del parque. Había madres con sus niños, jóvenes con ropa deportiva que trotaban, chicas llenas de bolsas que reían y conversaban, y otras cosas tan sorprendentes como nuevas. Vio a un hombre llevando varios perros con correas, a una joven mujer vendiendo algún tipo de comida en un carrito, y un par de parejas de la mano que se hacían mimos. Cyalume se sonrojó un poco, porque era la primera vez que veía un espectáculo así. En su mundo no había mujeres, ya que todos los undercats eran hombres (excepto su madre, que era selenita). Supuso que más allá de ese detalle el amor entre dos personas era el mismo que él conocía, y sonrió con ternura. Por alguna razón pensó en lo mucho que le hubiera gustado ver esas cosas con Faris.


-Guau... ¡qué disfraz tan maravilloso!


Cyalume giró a ver quién había hablado, y se encontró con un joven rubio más alto que él que lo veía asombrado. Sintió un nudo en la garganta.


-¿Perdón...?


-Tu disfraz... ¡es genial, en serio! Ya el traje en sí es una maravilla, está tan bien cosido que parece un uniforme real. Pero esas orejas y cola de gato... ¡eso sí que no lo había visto nunca, y eso que llevo una tienda de disfraces! Te felicito. De haberte costado una fortuna un conjunto tan realista que incluso se mueve.


A Cyalume se le cayó el alma a los pies al oír eso, y se tocó brevemente la cabeza. Sus orejas estaban allí. ¡Por todos los demonios! Había estado tan embelesado con el paisaje y las parejas de la mano que había perdido la concentración y enseñado sus atributos. ¡Qué estúpido! ¿Cómo había podido fallar desde el minuto uno? ¿Qué diría su madre si lo viera? Sin embargo, antes que el pánico lo dominara echó mano de la excusa que había planificado con Faris esa misma mañana. Debía reparar su error como pudiera.


-Eh... gracias por los elogios, si fue algo difícil... conseguir el disfraz.


-Ha de ser extranjero, seguro- sentenció el desconocido.- Los japoneses hacen maravillas con los cosplay.


-Esto... sí, es japonés. Lo... lo estaba probando para este Halloween- arriesgó a decir, y el rubio emitió una sonrisa cómplice de inmediato.


-¡Ahh, eres un fanático! Qué bueno. ¡Entonces debes visitar mi tienda! No solo tengo disfraces, tengo todo lo que precisas para celebrar un Halloween como dios manda.


-Sabes, eso sí me interesa. ¿Puedo preguntarte cómo te llamas?


-Disculpa, que torpe soy por no presentarme. Me llamo Quinn. ¿Y tú?


-Cyalume. He venido a Aristra de vacaciones.


-¡Genial!- repitió Quinn, quien se notaba de lejos era un joven de lo más sociable.- Oye... ¿qué te parecería venir a conocer mi tienda ahora? Por ser mes de Halloween, la tengo abierta hasta medianoche.


Cyalume asintió alegremente.- ¿Por qué no? Vamos. Tengo mucho interés en ver como se celebra Halloween en esta ciudad.

Notas finales:

Empecé a escribir en los últimos días de septiembre, y en el medio cambié la mitad de la trama, así que estoy realmente ajustada con los tiempos. Pero creo que vale la pena. Si tienen preguntas o comentarios, por favor no duden en hacerlos. Nos vemos la semana que viene.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).