Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

BBC. Él, ella y yo {Johnlock} por amourtenttia

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

PREFACIO
.
.
.
 
Es domingo por la mañana. El Doctor John Watson regresa a casa luego de cubrir el turno de un compañero de trabajo para, finalmente, aprovechar las merecidas vacaciones que había estado postergando.
 
Abrió la puerta del departamento con cuidado. No escucha ruido alguno, señal clara de que los habitantes del lugar continuaban dormidos. Sonrió apenas para sí mismo mientras dejaba el abrigo en el perchero. Se dirigió al baño lentamente, y se lavó el rostro mientras su cuerpo se relajaba.
 
Su cuerpo tembló ligeramente al contacto con el agua. El agua fría le encantaba, le provocaba cierto placer que en cuanto salió del baño se había olvidado por completo del cansancio.
 
Escucha la risa infantil de su pequeña y cuando pasa el umbral a la sala observa a Sherlock caminando aún adormilado, envuelto en las sábanas de su cama. Le mira con incredulidad unos segundos, en cuanto lo ve dar dos pasos nota un bulto rodando tras sus pasos, y abre los ojos como platos.
 
— ¡Yeey~!
 
La voz divertida de su hija lo saca de su trance y corre hasta sacarla de las sábanas, de donde está perfectamente envuelta. Toma la primera almohada que encuentra y golpea al más alto con esta.
 
—Por Dios, Sherlock, ve a vestirte—ordena, sonrojado.
 
Rosamund les mira con curiosidad, pero es levantada por los fuertes brazos de su padre antes de que pueda decir nada. Escucha a papi soltar una especie de gruñido, y se agarra al cuello del rubio cuando este se acerca al moreno hasta besarlo.
 
—Nunca aprenderás—murmura John, contra los labios del mayor.
 
La menor, ya perfectamente acostumbrada a las muestras de afecto, no hace más que apoyarse contra el pecho de su padre, cerrando sus ojos en un ataque de sueño repentino.
 
— ¿Por lo menos traes ropa interior?—cuestiona, cuando el moreno besa su frente.
 
La sonrisa ladina del otro es la respuesta. Sherlock no borra su sonrisa cuando va con todo y las sábanas hasta la habitación de ambos.
 
—Eres imposible—ríe John, alejándose con la niña con dirección a la habitación de esta, misma que fuese suya muchos años atrás.
 
Su vida había cambiado tanto, y nada era como lo imaginó.
 
Pero era feliz.
 
Junto a su hija.
 
Junto a Sherlock.
 
Y ahora no puede imaginar su vida de ninguna otra manera.
 
.
.
.
 
 
 
 
 
CAPÍTULO 1.
.
.
.
 
Han pasado casi 10 meses desde la muerte de Mary, y John finalmente ha comenzado asimilarlo.

Ha sido difícil, por supuesto.

Mirar a Sherlock a los ojos se ha vuelto todo un reto para el médico.

Luego de todo lo que dijo aquella ocasión. Ambos saben que no fue más que el dolor hablando.

John Watson no necesitaba que su esposa le pidiera salvar a Sherlock Holmes.

Pero él era un necio. Y desde la supuesta muerte del detective se prometio a sí mismo no volver a creerle.

Y eso lo llevó a gritar cosas que realmente no sentía.

Lo único cierto es que Watson deseaba ferviertemente convertirse en el hombre que Mary esperaba.

Esa era la principal razón por la que estaba de nuevo ahí. En el 221B de Baker S. Viviendo ahí.

Junto a Sherlock.

Junto a su hija.

Rosamund Mary Watson era su adoración.

Luego de conocer a Eurus, John finalmente había recobrado el sentido de paternidad de un modo tan intenso que era raro no verlo junto a la pequeña Rosie.

La ley acordada junto con Mary sobre no llevarla a las escenas del crimen fue respetada, por un tiempo.

Watson había encontrado cierto consuelo en continuar participando activamente en los casos, y finalmente Sherlock sugirió preparar a la menor para ello.

Evidentemente ninguno de los dos le dejaba acercarse demasiado a los cuerpos, y mientras Sherlock examinaba, muchas veces superficialmente para no manchar (ni a sí mismo, ni la escena del crimen), John cargaba a Rosie unos metros lejos. Cuando finalmente reunía la información suficiente iba hasta el otro, y en una acción natural, tomaba a la menor en sus brazos para luego jugar con ella mientras Watson examinaba los cadáveres.
La invisible barrera entre ellos iba disminuyendo poco a poco, con una lentitud que los torturaba a ambos.
Estaban demasiado acostumbrados el uno al otro que aquella situación no hacía más que incomodarlos.

Pero, asombrosamente, existía una cosa que los mantenía juntos.

Una persona.

Rosie Watson.

Sherlock miraba a Rosie como quien observara la hermosura de un cielo nocturno estrellado perfectamente despejado, bajo la luz de la luna.

Y John estaba más que encantado con ello.

El tiempo fue avanzando pausado para ellos, pero increíblemente rápido para el resto.

La pequeña rubia había balbuceado un día sus primeras palabras mientras Sherlock la mecía.

John, acomodado en el sofá, les miraba con cariño.

El sentimiento de calidez en su pecho era innegable entonces.

Cada vez que miraba a ese par lo sabía.

Le dolía un poco, porque sentía que traicinaba a su difunta esposa pero...

Esos dos.

Eran su familia.

—Mi querida Watson... Ves, pero no observas...

El rubio rodó los ojos al oírlo.

Sherlock estaba empeñado en convertirla en una pequeña genio, y al parecer su esfuerzo estaba dando frutos.

Watson tenía los ojos cerrados, y estaba por dejarse llevar por los brazos de Morfeo cuando la escuchó.

—Pa... Papi.

Volteó tan rápido que sintió dolor en su cuello. Miró a Holmes, que le miraba a su vez con incrédulidad.

John se levantó a tropezones y mientras se acercaba Sherlock murmuró un suave.

—¿Qué? Bebé. ¿Podrías repetirlo?

La niña parecía especialmente divertida por lo que alzó sus bracitos hacia el moreno y repitió, como acatando su orden:

—Papi...

Watson casi sintió desmayarse.

—Por la maldita reina. ¡Estás robándote a mi hija!—acusó, en voz baja
No por no desear alzarle la voz, claro que no. Solo esperaba que la niña no aprendiera de él sus especiales expresiones.

El violinista le miró sin saber qué decir.

Rosie reparó entonces en la proximidad del rubio, y movió sus manos hacia él mientras balbuceaba.

—P... Pa...pá~—canturreó bajo, mientras el mencionado la arrancaba de los brazos del otro.

Holmes alzó una ceja.

—¿Oíste eso?—murmuró a John

—Finalmente recobró el sentido—respondió este, receloso.

—No. No... Ella no ha dicho lo mismo

El moreno se acerco hasta la niña y le hizo señas,como invitándola a sus brazos. Rosie respondió agitando sus bracitos desde los de John.

—Sherlock...—advirtió iracundo el otro

—Papi...

—Ahí esta de nuevo—murmuró bajo, Sherlock, mirando al rubio, este bufó— De acuerdo, Watson... Necesito que piense muy bien esto... Dime. ¿Quién soy yo?—cuestionó a la pequeña rubia, que le miraba ahora curiosa.

—Esto es ridículo—musito John, sentándose con la bebé en brazos.

—¿Quién soy?—repitió Sherlock, señalándose a sí mismo.
—Papi~

—Bien.

—¡Eso no está bien!—le cortó el rubio

—Ahora, ¿quién es él?—cuestionó, ignorando la interrupción, mientras señalaba a John.

Rosie miró al rubio y sonrió divertida.

Ese nuevo juego le gustaba.

—Papá~.

El doctor sintió que su corazón se detenía de pronto. Notando entonces lo que Sherlock había observado antes.

—Oh por Dios—musitó, pálido.

El experimento se repitió varias veces, hasta que finalmente Watson aceptó que aquello realmente estaba pasando.

Horas más tarde ninguno hablaba nada del tema, hasta que, por la noche, durante una cena donde tanto Mycroft y Greg se presentaron, la pequeña comenzó a llorar llamando a su papi.

El hermano mayor de los Holmes alzó una ceja silenciosamente al ver como Sherlock se levantaba de su asiento para luego tomar a la pequeña de los brazos de John, quien se hundía en su asiento mientras el moreno se llevaba a la niña a su habitación.

—¿Acaba de decirle...?—casi gimió Lestrade, sorprendido.

—Pensé que todavía no estaba lista para su primera palabra—comentó el pelirrojo, tomando un sorbo de su copa.

Del otro lado de la mesa Watson se removió, ligeramente irritado.

—Oh, créeme que lo está... Le ha dado por comenzar a hablar hoy—suelta, y se termina el contenido de la copa de golpe.

—Wow... Así que piensa que Sherlock es su padre—musita Greg, curioso.

La sonrisa enigmática de Mycroft le pone los pelos de punta al doctor.

—A decir verdad, piensa que ambos lo somos...

El par le mira sin entender, pero no dice nada más.

Sherlock regresa con la niña minutos después, y ella alza sus brazos con dirección al rubio.

—Pap...á. Pa...pá. Pa...

Watson la recibe en brazos gustoso, y Sherlock se acomoda de nuevo en la mesa mientras la cara del inspector se vuelve un poema.

Mycroft intenta seriamente no reírse fuerte ante el par.

Vaya sorpresa.
.

.

.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).